REPORTERO A DOMICILIO

UNA FIESTA

UN REPORTERO INESCRUPULOSO

UN EMPRESARIO JOVEN

2-Develación

Me permito recordarle que este es su lugar de trabajo, no un bufet—le dijo el castaño con gesto engreído y el rubio parpadeó sin saber que hacer ante el brusco cambio de acontecimientos.

¡Deje a esa chica tranquila! ¿Quiere, Kitanagi san?—dijo con voz algo petulante el castaño por lo que con un mohín el viejo la soltó, justo antes de descubrir que tenía una protuberancia donde no debía. El ojos azules miró de reojo a la chica que se acomodaba la ropa luego de salirse de la falda del hombre--¡Y usted haga el favor de cumplir debidamente con su trabajo e irse!—

Seto se quedó mirando por un momento el pasillo por donde la chica se había ido pero sabía muy dentro que no la alcanzaría y que todos le mirarían al ver su blanca chaqueta con una mancha carmesí. Cerró de un portazo y quedó de cara ante los que en la habitación estaban. Kitanagi nada dijo pero evitó sus ojos y Takayama se veía nervioso.

Muy bien ya estoy aquí así que puedes explicarme de que se trata ese negocio tuyo—dijo la rubia con su largo pelo suelto y en ropa de calle.

Seto la miró con el ceño fruncido pues aun le disgustaba lo que había pasado en la fiesta—No te equivoques. No es mi negocio. Es algo que planeo hacer para mantener a raya a una persona que amenaza alterar mi vida. A eso no le llamo negocio—

“Méndigo hijo de su madre”

Fueron las palabras que se le ocurrieron a Joseph Wheeler en ese momento pensando en cierto ojos azules.

O puedo quedarme con todo y dejarte a un lado. ¿Qué necesidad tengo de trabajar para un  tipo que insulta a mi hermano? ¡Tú no puedes denunciarme porque sabes que terminarías cubierto de porquería! ¡Búscate otro… títere! ¡Tal vez él si te sea fiel, cariño!—dijo la rubia con los brazos en jarra y se volteó. Se sentía muy bien decirle eso a la cara de ese hijo de su madre, pensó el ojos mieles mientras sonreía e iba hacia la puerta pero cuando esta empezó a abrirse una mano de detrás suyo la golpeó y la cerró con la palma mientras Joseph sentía de pronto como la piel de su hombro era develada al estirar el escote de su blusa. Sorprendido sintió unos labios refregándose contra el costado de su cuello.

Claude entró en la fina estancia y miró lo allí dispuesto. Luego miró a la joven que oficiaba en su primer día--¿Acaso te criaste en un chiquero?—dijo muy serio a la empleada—¿Entraste aquí con las altas recomendaciones de una agencia de gran categoría para hacer esto?—añadió con serenidad pero ojos penetrantes mientras se agarraba las gafas.

La señorita Desire era otra cosa. Se levantó tarde y bajó con el mismo aire señorial pero ni bien vio a Josephine preguntó--¿Quién es esta?—

A la mañana siguiente Josephine sirvió el desayuno como el mayordomo le había enseñado y el otro aprobó los preparativos con un asentimiento de cabeza mientras el señor de la casa se adentraba en la habitación para desayunar.

Claude miró a la empleada mientras el chef continuaba la preparación del desayuno acordado. Juntos llevaron dicho desayuno hacia la entrada de la habitación pero antes de entrar el mayordomo se detuvo y mirándola le dijo--¡Escucha bien! Ahora cuando entremos usted va a disculparse por lo que hizo y jurará que no lo hará de nuevo. La única razón por la que sigue trabajando aquí es porque Pegasus sama no es una persona tan estricta como parece—la reprendió y ella asintió de mala gana pensando que tendría que disculparse con la “pollera asesina” como la llamaba.

Seto se sentó con la joven princesa a su izquierda y el acaudalado señor a su derecha mientras Josephine y la otra empleada iban por el entrante.

Calladamente “la joven rubia” fue por detrás de su compañera a tomar el plato que acabaría en la boca de cierto castaño una “soup de mere” una sopa con mariscos. Distraídamente la empleada pasó cerca del especiero del cheff donde sonrió y siguió de lado.

¡Perdóneme pero no puedo seguir trabajando en esta casa!—dijo “la rubia” con cara poco afligida y lenguaje formal. ¡Que lo tomaran como quisieran! Era su renuncia. Trató de irse pero el mayordomo la atrapó por el brazo.

¿Cree que puede irse así de fácil?—preguntó él.

Seto Kaiba no es un hombre muy paciente. Su vida cotidiana va en términos de rapidez y eficiencia porque no le gusta tener que hacer dos veces la misma cosa. Es por eso que el teléfono de Serenity Wheeler no dejó de sonar hasta que le contestó la casilla de voz y es por eso que el millonario echaba chispas. Sentirse traicionado no era tan malo. Estaba preparado para la traición pues en los negocios la confianza ciega no existe.

¿Qué te sucede?—preguntó el CEO mirándola con sus ojos azules inexpresivos.

Joseph no quería hablar de “aquello” por lo que se levantó del sofá y dijo con su tono medio rebelde--¡Nada que te importe!—

Kaiba se fue después de dar la única respuesta posible dejando a Wheeler en ese lugar luego de mirarlo con unos ojos fríos. En realidad sospechaba de él, se dijo el rubio mientras pensaba que debió haber buscado a Joseph en el exterior sin lograr ubicarlo.

Seto miraba su laptop mientras el chofer lo conducía a su residencia sin ver realmente el informe financiero que mostraba la pantalla. De pronto se hallaba recordando la apariencia de esa idiota tirada en el sofá.

Entró de manera imperiosa en el estudio de Pegasus.

¡Vaya! ¡El joven Kaiba si que sabe hacer una entrada! ¿No te parece, Claude?—preguntó a su fiel sirviente que permanecía a su lado.

Joey se había escondido en una habitación al azar pero no podía mantenerse eternamente en ella aunque su corazón latía a mil aun. ¿Qué había hecho Kaiba? Y… ¿Por qué había reaccionado a sus besos así? Se preguntaba el melado mientras trataba de normalizar su respiración. Su mano agarrotada sobre la puerta en que tenía reposada su espalda.

¿Qué no te gusta lo que te hago? Tu cuerpo es mas honesto que tu lengua, perro—dijo el dueño de la mano que se había colado bajo su ropa interior y acariciaba rudamente el falo que ella escondía mientras el permanecía de espaldas al otro recibiendo esa especie de castigo. La voz de Kaiba resonaba en sus oídos con la vibración de un gato ronroneando, lleno de excitación y lujuria.

Sus gemidos volaban por la habitación sin que él pudiera controlarlos mientras la mano acariciaba con movimiento envolvente el creciente falo. Los ojos de Wheeler estaban cerrados mientras su cuerpo sentía espasmos al contacto rústico de esa mano que lo llenaba de desesperación. Sus caderas se batían en la cama buscando contener el incontenible placer que sentía. Podía ver su rostro de ojos azules y enmarcado en cabello castaño mientras se aproximaba el clímax.

El rubio miró a Kaiba—No tengo porque decirte nada de ella. Está con su novio—añadió recordando la mentira que dijera antes.

Seto dijo--¡Eso no me importa! ¡Tengo que hablar con ella! Es importante—

Joseph miró con algo de desconfianza la fachada de ese local. Nunca antes había entrado en un antro de esos y no conocía bien los procedimientos de los gays para buscar una pareja de una noche. De pronto se dijo “¡Oye viejo! No eres una virgen que sale de casa de su mamá” hablaba consigo mismo “Así que entra ahí y prendete de cualquiera que te guste. No te va a matar tener sexo por una noche con un tipo si es lo que quieres”.

Joseph intentaba organizar sus ideas pero nada lograba cobrar sentido. Al llegar a su edificio, se dirigía a la puerta luego de subir las escaleras cuando sintió pasos tras suyo y por reflejo se volteó, impresionándose. Nunca se hubiera imaginado que Kaiba viniera tras él.

Dijiste que querías ir a un hotel. ¿No es cierto?—preguntó el castaño con su boca pegada al oído del rubio.

Joseph cerró los ojos porque nada podía hacer para detener lo que le provocaba ese hombre y volteándose arreció sus labios en torno a los del otro. 

Alguien apretó pausa a un video en una habitación semioscura y sonrió. Luego sorbió de una exquisita taza de té el delicioso contenido.

Estaba sirviendo el champagne cuando lo vio. De repente sintió una mirada muy potente y dirigió sus ojos al lugar de donde provenía. Ahí estaba él mirándolo fijamente. Los nervios hicieron que las copas largas chocaran tenuemente entre sí por el temblor de su mano. La gente a su alrededor reaccionó con una mirada mientras interrumpían su charla y luego la reanudaron. Tenía que salir de ahí. Su cuerpo entero se lo exigía.

Seto decidió tomar otro campari de la barra dejando a Desire sola que lo miraba desilusionada mientras se alejaba y su padre se entretenía conversando con un político y un empresario cosa que la aburría demasiado.

Los labios de Kaiba eran abrasivos como su mirada y el toque de sus manos en la piel desnuda de sus caderas era como hielo sobre la carne. Esa combinación hacia que el melado no pudiera contenerse ni pensar con propiedad. Las lenguas peleaban con intensidad mientras una de las manos del castaño aferraba la nuca del otro. Sus entrepiernas se rozaban haciendo que ambos jadearan mientras sus cuerpos se crispaban porque la excitación subía.

¡Hermanoooooooooooooo!—sintió de pronto que alguien gritaba con una voz que le era familiar. Por eso apartó la mirada de la pantalla y sin poder creer del todo que estaba viendo lo que veía se levantó de su silla para abrir los brazos a la persona que corriendo llegaba a sus brazos.

Azul y miel enfrentados desde muy cerca y de nuevo esa sensación de desasosiego muy dentro del alma del rubio. Saber que todo se había roto y no habría otra oportunidad llenaba su alma de desencanto. Muy dentro siempre esperó que eso sucediera pero tal vez no de ese modo y tan pronto.

Nobushiro miró su reloj pulsera por cuarta vez. El rubio se estaba tardando demasiado y él tenía una entrevista en el palacio de gobierno en 45 minutos. Necesitaría al menos treinta para llegar y además la tardanza lo estaba poniendo nervioso. Quizás el ojos mieles no había podido dominar la situación.

De…--las palabras querían salir pero la lengua de Kaiba dentro de su boca lo impedían. Una mano en su cadera se deslizaba lujuriosamente haciendo que un espasmo lo recorriera. Trincó sus dientes para no gemir aunque sabía que estaba siendo forzado no podía no sentir placer con el toque de él. 

Después de dejar en el hotel a su hermana Joseph se dispuso a hacer algo que nadie hubiera imaginado. Después de trabajar por semanas en la mansión Pegasus era obvio que conocía muchos rincones secretos y la forma de entrar sin ser visto por los guardias. Luego de colocarse el uniforme de empleada con una peluca que había traído especialmente para la ocasión en un bolso. Usó de nuevo la tarjeta magnética que era un clon de la que le dieran cuando trabajaba.

Despertó sin saber muy bien donde estaba pero se sentía adolorido. Sus ojos poco a poco se acostumbraron al lugar que estaba iluminado con una sola bombita de luz. Intentó sentarse pues se hallaba acostado pero de pronto vio sus movimientos truncados en los cuatro miembros y algo desesperado intentó zafarse, luego recordó lo último que viviera antes de ser noqueado.

Las bragas se deslizaron de a poco mientras el rubio pensaba que no se había puesto semejante cosa. El maldito pervertido se las debió colocar mientras dormía. ¡Maldito hijo de su madre! Exclamó mentalmente mientras estas llegaban a las rodillas.  La navaja que antes le mostrara Claude descansaba ahora entre sus rodillas donde este la había clavado de punta en el colchón para sonreír al ver la expresión del otro.

La lengua de Claude se deslizó por el cachete mientras el rubio hacía un gesto entre de asco y desesperado intento de contenerse pues no podía evitar que su cuerpo reaccionara a la sensación de su ano siendo invadido y empujado mientras tocaban cierto punto de placer.

¿Pero que hace aquí señorita Pegasus?—preguntó la secretaria de Seto levantándose de su asiento al ver a la mencionada llegar.

Nobushiro estaba hasta la coronilla de ese sujeto. Estaba claro que no iba a admitir lo que hizo pero eso no era lo que buscaba sino que de alguna manera se pusiera en acción gracias a su visita y lo condujera sin querer con Joey. Estaba seguro de que el otro tenía prisionero a su amigo pensando que con eso solventaba la idea de que había sido timado por su compañero. Con una ruda despedida dejó al otro en el despacho.

La toalla resbaló hasta tocar el suelo mientras el esbelto cuerpo del castaño se aproximaba a la cama de azul acolchado, las paredes aguamarina hacían juego con la cama mientras la perlada alfombra iluminaba la habitación con su palidez. Seto tomó primero sus boxers negros y mientras se los ponía estudió el mapa mental que su imaginación le proveía. El traje gris perla como siempre le quedaba a la perfección mientras se anudaba la corbata cobalto pudo verlo en el espejo de cuerpo entero que tenía en su habitación.

Seto veía pasar al mayordomo esperando que este se alejara por las escaleras para seguirlo cuando vio su expresión, parecía… ¿demasiado feliz? Ninguna botella iba en su mano por lo que el lugar del que estaba saliendo no era la cava.

Sus labios eran como torrentes apasionados que destilaban un fino y dulce licor de deseo dentro de la boca del ojos azules de los que no se podía separar. El cuerpo del otro lo llamaba como la gravedad a cualquier objeto. Antes de saber lo que estaba haciendo estaba perdido en el cuerpo del melado, aspirando su aroma y probando su sabor. De pronto su pierna acariciaba la entrepierna del otro de una manera en que el otro no podía dejar de reaccionar y los gemidos de Wheeler no hacían más que aumentar su deseo.

¿Qué iba a hacer? Se preguntó Seto mientras aun sostenía al débil Joseph. Ante él Claude dejó de reír y puso cara de hastío mientras se acomodaba los lentes.

El cuchillo iba a hundirse en el estómago de Kaiba, con desesperación lo observaba sintiendo que nada podía hacer al respecto cuando una mano lo haló de repente llevándolo hacia un lado. Antes de que supiera que pasaba se topó con los ojos de Wheeler que lo miraban desde la penumbra con una mirada intensa. Sintió que Claude aflojaba su cuerpo y se alejaba un poco de él y lo miró pero este miraba a Joey.

¿Acaso esa es forma de agradecer a tu rescatador, perro?—preguntó el CEO con cara aruñada, pero los ojos de Wheeler ya eran otros por lo que comprendió que ya había recordado.

Ahora usted y yo tendremos un momento a solas nuevamente—dijo el de ojos ámbar mientras el ojos mieles le miraba con semblante demudado.

En el momento en que Seto se abalanzó tratando de alcanzar a Joey, Claude dirigió su arma hacia él buscando lastimarle pero inmediatamente uno de los policías que estaba con Seto disparó.

Los ojos azules y los mieles se encontraron mientras en la boca de Joey permanecía el regusto a sangre.

Era como si Claude se hubiera esfumado de la tierra. Joseph fue confinado con Seto en una habitación del hospital para que este fungiera como su guardaespaldas. Una vez los agentes volvieron a la búsqueda, la inevitable pregunta surgió.

Joseph se arrebujó en las sábanas del hospital, su rostro estaba para el lado contrario que el de Kaiba aunque su cabeza descansaba en su pecho.

Seto preguntó--¿Qué es lo que sucede?—pues sabía que algo se cocía en la cabeza del otro.

Su corazón se partía de solo pensarlo. Sabía que las decisiones crueles eran necesarias en el mundo en que su padre vivía pero nunca pensó en semejante cosa. Incluso cuando lo acusaron de todas esas cosas no quiso creerlo aunque había visto sus acciones el día que vio a su prometido llevarse al reportero en brazos desde su casa.