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Encuentros. por Matsumoto Yuki

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Notas del capitulo:

Espero les guste ~

Eran las diez de la mañana y ambos estaban en pie ya. Hakuryuu arreglándose a él y a su hijo a la vez. Se veía cierta emoción en el pequeño.

 

— ¿Vamos a verle? —Preguntó emocionado el menor. Hakuryuu intentaba entre tanto bajarle ese pequeño mechón rebelde que tenía. Se rindió ante el pensamiento de que era su legado.

 

—Sí, eso haremos. —Respondió elevándose y arreglando su terno.

 

—Había esperado tanto este día ~ —Reconoció el niño, comprendiendo de que no había más preparativos, y de que, en definitiva, partiría el viaje.

 

—Lo sé. —Aceptó Hakuryuu, ofreciéndole una leve sonrisa a su hijo. Revolvió un poco los azabaches cabellos del menor, y él salió corriendo hacia la entrada. — ¡Zen, no olvides las rosas!

 

—Y el colgante, el colgante. —Repitió para sí Zen, mientras se devolvía a la mesa de centro para tomar ambos objetos, uno de ellos estando envuelto.

 

Hakuryuu se asombró de lo rápido que había crecido su hijo. Observó con detenimiento su fachada. No parecía un joven de 8 años, sino mayor, en especial con ese trajecito formal de niño antiguo que llevaba encima. Iba a ser alto, lo sabía.

 

— ¿Vamos? —Zen lo sacó de sus pensamientos. Entonces Hakuryuu sacudió su cabeza, y tomó las llaves de su auto.

 

—Sí, ya vamos.

 

Poco después estaban ambos en el auto, con los cinturones puestos y un único objetivo. Zen habló hasta de lo que no sabía en ese recorrido de poco menos de una hora, divirtiendo en demasía a Hakuryuu.

 

Pero sólo le dejó hablar.

 

Siempre era así ese día, así que se preparaba mentalmente para ello.

 

—Oye, papá… —De repente, el tono de voz del pequeño le alertó de algo. Hakuryuu intentó verle, más no podía dejar de ver el camino, por precaución.

 

— ¿Qué pasó campeón?

 

—… No, nada. —Entonces hubo un semáforo en rojo, y Hakuryuu le dedicó una mirada a Zen. Por el reflejo de la ventana, captó su mirada perdida.

 

Detestaba esa parte de él, que entendía a pesar de todo la situación.

 

Más nunca la encaraban.

 

El mayor siguió conduciendo hasta llegar a su destino, y entonces, luego de estacionarse, ambos se bajaron del auto, caminando tomados de la mano por un verde parque, con un sendero en medio.

 

El pequeño Zen apretó con fuerza la mano de su padre mientras más se acercaban al lugar en cuestión.

 

Pareció no estar preparado al dar cara a cara con ello.

 

Se arrodilló en el asfalto, dejando las rosas al frente. A un lado, dejó el colgante. La perfecta figura de tres hombres, siendo dos padres y un hijo se divisó allí.

 

—Papá. —Volvió a llamar Zen. Hakuryuu reposó su mano en el hombro del pequeño.

 

— ¿Sí, Zen? —El dolor de las palabras que venían, se las conocía.

 

— ¿Cómo se sentía abrazar a mamá…? —La misma pregunta desde que había aprendido a hablar. El mismo sentimentalismo.

 

Los orbes de Hakuryuu se cristalizaron hasta hacer borrosa su vista. Sabía perfectamente que los ojitos cafés de su retoño estaban liberando lágrimas en silencio.

 

—Se sentía tan cálido como el Sol… —Susurró Hakuryuu, observando el retrato en la lápida frente a ambos. Agradecía poder ver la mirada de su amado, en su retoño.

 

—Entiendo… —Susurró Zen, apretando sus manitas en puño. Dejó libres más lágrimas, mientras le sonreía a la lápida de su Madre. —Feliz día, Mami. —Siempre recordaría su nombre. «Alibaba Saluja»

Notas finales:

¿Qué tal les pareció? Lamento que fuese tan corto. uvu


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