El cielo esta enrarecido, el silencio reina en todo el lugar, el clima es frio, casi helado, el lugar se encuentra tan carente de sol, que parece la misma tumba, unos ligeros pero firmes pasos resuenan en uno de los corredores del palacio del imperio Kou.
Una larga y oscura trenza se mece a los lados acompasando el caminar del oráculo, aún es de día, pero las miles de avecillas negras que le acompañan hacen pensar lo contrario.
Tiene una sonrisa perversa en sus labios que combina a la perfección con la intensa mirada que posee en estos momentos.
Se ha descubierto a si mismo pensando en el enano, ese niño no sale de su mente un solo instante, sus ojos, su rostro, la preciosa voz de ángel de la que es dueño, al principio el hecho no hacia más que torturle, y por más que lo pensó, no entendía la causa, es normal que no conozca sentimientos como el amor, después de tantos años siendo prisionero de la organización, no comprende ni su propio corazón.
Así que decidió visitar Sindria en secreto, tal vez encararle aclare sus dudas, como ya es costumbre, llegó en cuestión de segundos gracias a su magia de transferencia, e incluso la barrera de la "maga genio" parece un simple juego para el, podría atravesarla todo el día, y la bruja esa ni se daría cuenta.
Levita con toda la tranquilidad del mundo hasta que por fin le encuentra, esta recostado en el pasto con los ojos cerrados, al parecer esta agotado, pues ni siquiera ha notado al joven que se encuentra a su lado, este mira las mejillas rosadas del menor,sus largas y lindas pestañas, su piel tersa y brillante, su largo cabello con agradable aroma y sus pequeños labios, los cuales roza con la punta de sus dedos, delineando tan sutil contorno para después besarlo, en verdad son suaves.
El peli azul abre de golpe los ojos, el terror se dibuja en cada centímetro de su rostro, toma su bastón y se aparta inmediatamente.
-¿Judal-kun?- pregunta confundido.
Ver esa expresión en el después de haberlo besado ha enfurecido al sol negro, que toma su varita, el otro solo le mira, aunque no pareciera tener la intención de atacar, esto pasa inadvertido para el oji carmín, que lanza un hechizo devastador.
El cuarto magi se protege con la ayuda de su borg, pero este comienza a ceder poco a poco, no resistirá el poder, el oji celeste suelta su bastón y es alcanzado de lleno por la magia de hielo, quedando encerrado por ella.
El azabache sonríe y se retira del lugar llevándose al niño con el, en el pasto solo queda el bastón de Aladdin, mudo testigo de los hechos.
En un lugar apartado de posibles curiosos, Judal ha colocado su hermosa escultura, mientras le admira todos los días, al ser un magi el rukh le mantiene vivo, solo duerme, el contemplarle llena el corazón del oráculo, le hace feliz, nunca podrá entender que el pequeño no devolvió su ataque por temor a lastimarlo, pues le ama, pero eso no importa, porque el azabache le brindará su enfermo amor por siempre.