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Come back to me por Dashi Schwarzung

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Notas del capitulo:

Bueno, como bien lo dice el resumen del fic, este escrito corresponde a la convocatoria #AoKagaDay del grupo AoKaga 5x10 c:

Quise escribir este fanfic que tenía atorado desde hace más de un año, y hasta hoy pude hacer.

El resultado para mí fue el esperado, así que espero que a ustedes también les guste.

 

Feliz día AoKaga!!!! <3 <3

 

Advertencias:

-KiseKaga (unilateral)

-Posible OoC

-OC

-Drama

-Angst

-Hurt/Confort

-Mención de hétero.

-Parejas secundarias y menciones: (KuroMomo, MibuHyuu, KiKasa)

-Lemon no explícito.

-Muy extenso (24k palabras D: )

 

..::Come back to me::..

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.

 

¿Alguna vez has escuchado a esas personas decir que un matrimonio es algo difícil?

O tal vez has escuchado algunas bromas nada lindas en las que las personas se quejan de sus vidas de casados…

Es cierto que compartir una vida de esta forma con otra persona es demasiado difícil. Muchos dicen que la clave está en la comunicación… pero yo pienso, que más que eso, hay otras tantas cosas que juegan un papel muy importante en un matrimonio.

..::..

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Aomine Daiki no sabía por cuánto tiempo aquel matrimonio había estado así, y no le gustaba para nada.

Él se la pasaba trabajando durante el día, como policía, y su esposo  trabajaba durante la tarde y noche en la estación de bomberos. Rara vez podía esperar despierto a Kagami, pues éste llegaba a altas horas de la madrugada, y lo único que llegaba a hacer era acostarse en la cama y dormir para su jornada del día siguiente.

Daiki tenía la idea de que los bomberos tenían menos trabajo durante la noche, pero, en un día libre de Taiga, cuando a éste lo llamaron para presentase de emergencia, supo que no era así; pues parecía que los  bomberos tenían más trabajo nocturno cuando muchas personas con alto grado de alcohol en sus cuerpos  chocaban sus autos imprudentemente.

 

A las mañanas siguientes, cuando Aomine se iba al trabajo, Kagami estaba profundamente dormido, no quería molestarlo y que el pelirrojo se despertara, así que lo mejor para él era salir de casa, tratando de hacer el menor ruido posible. Y eso era de todos los días.

 

Aomine en realidad casi no veía a su esposo entre semana, y en fines de semana era la misma historia, con la diferencia de que los domingos Daiki no trabajaba, al menos podía estar durante la mañana con su esposo, pues Kagami, al ser alguien importante en el cuartel de bomberos, era requerido todos los días; el pelirrojo trabajaba unas cuantas horas en domingo, pero aun así, Daiki no estaba a gusto con ello.

 

No recordaba la última vez en la que él y Kagami habían salido a divertirse o simplemente a jugar a esa cancha de basquetbol, la que solían frecuentar mucho.

Esas salidas habían sido olvidadas gracias al constante cansancio de Kagami; y bueno, Daiki no podía alegar en su contra, pues el pelirrojo trabajaba mucho.

 

Claro que ya varias veces había hablado con Taiga, y le había pedido que buscara un trabajo mejor, uno en el que no tuviera que trabajar tanto, y aunque el pelirrojo había aceptado la propuesta, hasta la fecha no había hecho absolutamente nada para cambiar de empleo, pasando por alto todas las peticiones de Daiki.

No era sólo porque el moreno quisiera a Kagami más tiempo junto a él durante el día, era el simple hecho de que Kagami se cansaba bastante, y Daiki podía saberlo con un simple vistazo a esos ojos rojos que siempre estaban agotados.

Pero si era un poco más egoísta consigo mismo… necesitaba a su esposo, necesitaba estar con él, necesitaba que éste le dijera que lo amaba, no sólo con palabras, sino también de forma física, pero aquello sólo era un sueño que cada día se iba desvaneciendo más.

 

No iba a negar que cuando recién se había casado con Taiga, le gustaba hacerlo enojar, para ver ese rostro sonrojado en furia y escuchar esas ofensas originales que su pelirrojo sacaba de la manga. Pero con el paso del tiempo eso se olvidó, pues Kagami no tenía siquiera tiempo para discutir con él.

 

Después de 5 años de matrimonio, no estaba feliz. Daiki había perdido la cuenta de cuánto tiempo había estado así: viviendo a la sombra de un matrimonio que él siempre esperó que fuera mejor; tal vez no perfecto, pero en el que predominara el amor.

Estaba harto… cansado, y podía decir que ese amor que sentía hacia Kagami Taiga se iba desvaneciendo cada vez más.

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Era domingo, una mañana soleada y la temperatura estaba empezando a subir aún más. El verano había llegado con fuerza, aunque muy seguramente en los próximos días llovería.

Kagami se encontraba en el baño dándose una ducha, y aunque su trabajo comenzaba por la tarde, nada mejor que un baño rápido para empezar el día.

Aomine estaba sentado sobre el sillón, con la televisión encendida, pero él no le ponía atención, pues estaba vagando un poco en twitter, sólo para saber qué había de interesante con sus amigos. Que, bueno, la mayoría de twitts eran de Satsuki, quien subía fotos de la pequeña hija que había tenido con Kuroko Tetsuya. Su amiga pelirrosada de la infancia se pasaba la vida tomando foto, tras foto de su pequeña niña de piel blanca, ojos azules y cabello rosado.

Daiki hizo la nota mental de visitarlos pronto, pues no recordaba la última vez que lo había hecho, y ya ansiaba jugar con esa niña de nombre Tammy, una pequeña que había sacado el carácter de su madre y era muy coqueta.

 

Siguió bajando las publicaciones de Twitter, hasta que se topó con una en especial: el cine local compartía un link para revisar los estrenos de la semana. Sin demora entró a dicho link y empezó a buscar alguna película que estuviera interesante: una de zombies acaparó su atención, y no es que le gustara mucho ese tema, sino que para Kagami, los zombies eran un tema interesante.

Una sonrisa se mostró en sus labios, tal vez su esposo pelirrojo aceptaría salir con él, con la propuesta de ver ese largometraje.

Dejó su celular a un lado, tratando de poner atención ahora a la televisión que mostraba un programa de deportes; ansiaba el momento en el que el pelirrojo saliera del baño para poder hacer la propuesta del cine.

 

No pasaron muchos minutos cuando Kagami salió del baño ya vestido y con una toalla cubriendo su cabello, dejando salir todo aquel vapor caliente de la regadera.

Aomine se levantó de inmediato y su sonrisa enorme no pasó desapercibida por Taiga.

—… — Kagami sólo miró con la pregunta en la boca al otro chico, enarcando una ceja y sin saber qué era lo que Daiki quería decirle.

—Vi la cartelera del cine… hay una película de zombies que suena interesante. Vayamos…— Propuso, sin que su sonrisa disminuyera.

—Ah… eso… creo que no podré. — Dijo como si nada, llevando ambas manos hacia su cabeza, para secar sus cabellos rojos con la toalla que aún portaba.

—Podemos ir por la noche, cuando salgas del trabajo. — Trató de convencerlo, era una buena oportunidad, ya que su pelirrojo esposo salía antes de las 9 de la noche.

—No sé… lo único que quiero es descansar. Me apetece más regresar a casa y dormir.

 

La sonrisa de Aomine se borró por completo, estaba seguro de que el pelirrojo le diría algo así, pero ésta vez no claudicaría en su misión.

—Sólo por hoy… prometo no molestarte para que duermas bien. — Sus palabras habían sido escuchadas casi en una súplica, pero parecía que lo único que había hecho era que Kagami se molestara por la insistencia.

—Si tanto quieres verla… ¿Por qué no vas con Momoi y Tammy? Estoy seguro de que les gustará ir contigo.

Daiki no volvió a abrir la boca, incluso tuvo que morder su labio para callar sus palabras. Esa respuesta le había dolido más que las veces anteriores en las que Kagami lo había rechazado.

No entendió por qué ese dolor de repente se sintió en su pecho, pero estaba seguro de que algo había cambiado después de esa respuesta del pelirrojo.

—De acuerdo… — Dijo finalmente, cabizbajo, escuchando las pisadas de su esposo, quien ahora se dirigía hacia a la recámara a alistarse completamente.

 

Sin más, Daiki regresó al sillón, esta vez con aquella sensación extraña de vacío y dolor.

..::..

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Un mes había pasado desde aquella invitación al cine y Daiki había pasado fatal aquellos 30 días, lidiando con sus propios pensamientos y sentimientos. A causa de ello su rendimiento en el trabajo no había sido el óptimo y se había hecho acreedor de varios regaños por parte de su jefe.

Un mes demasiado pesado… pero aquello era sólo el inicio, ya que había llegado a una decisión bastante importante en su vida.

 

Esa noche esperaría a que llegara Kagami, no le importaba a qué hora arribara su esposo, se había propuesto esperarlo.

 

Pasaban muy lentamente las horas, y cada minuto que transcurría era un martirio para Daiki; aunque sus ojos zafiro estaban posados sobre aquella televisión, no le estaba poniendo ninguna atención; sus pensamientos deambulaban por toda su mente, se sentía nervioso, ansioso, triste… pero sabía lo que tenía que hacer… sabía lo que pasaría.

 

Sus recuerdos empezaron a hacerle jugarretas, trayendo a su mente esas memorias que había vivido con su esposo… esa ocasión en la que se conocieron en la cancha de basquetbol, esa misma ocasión en la que le había dicho que ‘su luz era tenue’, desde esa ocasión Kagami jamás dejó de bromear con esa frase, sólo para hacerlo enojar.

 

Recordó también aquel día en la que se dio cuenta que estaba perdidamente enamorado del pelirrojo; de su comida, de su bella sonrisa, de aquellos ojos carmesí, de su forma de ser… y cómo olvidar el primer beso, que de hecho había sido robado; esa ocasión en la que sintió cómo el puño del pelirrojo se instalaba en su mejilla, debido a un golpe fuerte. Recordaba haber sufrido bastante por el rechazo, sin embargo, Kagami confesó ese amor correspondido y así inició aquella bella relación.

Habían tenido altibajos, pues la homofobia nunca faltaba a cualquier lugar que iban, pero habían aprendido a lidiar con ello… no importaba nada más que su felicidad.

 

No sabía qué hora era, pero al menos aquellos recuerdos habían servido bastante para relajarse. De pronto  escuchó el picaporte de la puerta.

Cuando giró el rostro, la mirada de sorpresa de aquellos ojos carmesí lo observó.

 

—Daiki, son las dos de la mañana… ¿Todo está bien? — Cuestionó el recién llegado, sin despegar su vista de su esposo, y dejando aventada su maleta en la entrada, para despojarse rápido de sus zapatos.

El policía no respondió a esas palabras, estaba tratando de armarse de valor, y parecía que el pelirrojo se había dado cuenta de eso.

—Necesitamos hablar. — Dijo finalmente Daiki, tragando saliva, y notando cómo Kagami se congelaba de repente, sin saber qué hacer o decir.

 

Cuando la mente de Kagami formuló aquellas palabras no pudo evitar sentir un escalofrío recorrerlo de pies a cabeza… a ninguna persona en este mundo le gustaba escuchar esas palabras de su pareja, y, repentinamente, el nerviosismo llegó a su cuerpo.

Se atrevió a caminar hasta el sillón en el que estaba sentado Daiki y tomó asiento junto a él, ésta vez sin mirarlo, y sintiendo cómo sus manos empezaban a sudar; tenía un mal presentimiento de toda esa situación.

 

Aomine, mirando de reojo a su esposo, tomó una gran bocanada de aire, esperando que las palabras no le fallaran en ese momento.

—Hemos pasado muchos años de este modo… viviendo así, y creo que he llegado a mi límite. — Dijo con seguridad, con aquel dolor presentándose de nuevo en su pecho, ahora sintiendo la mirada de Kagami sobre él.

 

El silencio reinó en el lugar, y es que el bombero  estaba tratando de asimilar lo que acaba de decir Daiki, o más bien, no quería aceptarlo.

—No entiendo… ¿A qué te refieres?— Su voz denotó miedo a lo que pudiera responder el moreno.

Por fin aquellos zafiros de Daiki se fijaron en los rubíes de Kagami.

—Quiero el divorcio, Taiga.

No pudo contener su rostro en shock ante las palabras de Daiki, y una pequeñísima risa de nerviosismo escapó de sus labios.

—Esto es… una broma. ¿Cierto? — Cuestionó, pero aquella rara sonrisa desapareció de sus labios al vislumbrar cómo el moreno soltaba un suspiro de resignación y recorría una de sus manos por su cabello azulado.

—Lo he estado pensando mucho. — Dijo, sólo para confirmar la pregunta de Kagami y dejarle claro que, efectivamente, no era una broma.

 

Kagami no supo qué responder, no sabía qué pensar, su mente era un caos y no podía reorganizar sus emociones. Tantos pensamientos y sentimientos se instalaron en él.

—No… no puedes estar hablando en serio. Daiki… — Se levantó del sillón, en un movimiento rápido, con el rostro impregnado de dolor. —…dime que esto no es cierto.

El moreno bajó la cabeza, evitando totalmente a su esposo.

—No es una broma. — Recalcó, sin tener la valentía de levantar el rostro.

 

La respiración del pelirrojo empezó a agitarse, miró hacia todos lados de la casa, como queriendo encontrar la respuesta en algún rincón del lugar.

—No puedes…  yo… —pausó sus palabras, al sentir que se le quebraba la voz. —…debe haber algo que hacer, no puedes tomar esa decisión tan precipitada. — Creyó tener la razón, siempre había una solución a los problemas; pero sus pensamientos cambiaron cuando miró a Aomine levantarse del sillón y ponerse a su altura.

—Es demasiado tarde, Taiga. — Dijo, moviendo la cabeza en negación a la par de sus palabras, mirando cómo los ojos del pelirrojo trataban de contener las lágrimas.

 

Aomine, ante los ojos del bombero sonaba tan seguro, pero no dejaría que las cosas terminaran así.

No podía negarlo, Taiga también sabía que su matrimonio andaba mal, y aun así, no fue lo suficientemente valiente como para hacer algo al respecto… ahora, tal y como Daiki lo había dicho, parecía que era demasiado tarde.


De repente un pensamiento cruzó por su mente “Lo está haciendo para asustarme”, fue lo que deambulaba en su mente; no quería pensar que el moreno pudiera alejarse de él de esa forma.

—No te daré el divorcio, Daiki. — Esta vez  tomó fuerzas para que su voz sonara segura, aunque si era sincero consigo mismo no sabía de qué rayos estaba hablando.  Aomine, ante las palabras, suspiró, pues ya temía que el pelirrojo dijera algo como eso, o al menos es lo que su abogado le había asegurado.

—Entonces iniciaría un proceso legal ante un juez. — Ojos zafiro notaron el cambio de facciones del otro chico, que ahora denotaba sorpresa. —Dudo que tengas tiempo para ese proceso… y no creo que quieras gastar dinero en ello.

 

Para Taiga no había duda… Aomine se había asesorado en el tema, significaba que ya venía pensando en el divorcio desde hacía tiempo, y eso dolía bastante. La seguridad que mostraba el moreno era atípica. Había pasado la primera y segunda fase del pedimento de divorcio: shock y negación, ahora seguía la más difícil de asimilar: el caos emocional.

 

—¿Por qué? ¿Por qué quieres el divorcio? — Aquella tristeza que había sentido momentos antes habían sido cambiados por la ira y el enojo, al estarse haciendo mil y un preguntas ante el tema. —¿Por qué, Daiki? ¿Acaso tienes a otra persona? ¡Tienes a otra persona! ¿No es así?

Las cejas de Aomine se fruncieron, en un gesto de molestia. ¿Cómo su esposo había osado desconfiar así de él? ¡Era imperdonable!

—No digas estas tonterías, Taiga. — Su voz molesta se escuchó, por supuesto que el que su esposo pensara eso lo había ofendido con creces.

—¿Quién es? ¡Dilo ya! — Los ánimos estaban subiendo de tono, tanto que el pelirrojo ni siquiera se había dado cuenta del momento en el que había tomado la camiseta de Daiki de una forma agresiva. —¡¡Es esa tipa recepcionista en el cuartel!! ¿No es así?

El policía trataba de zafarse del agarre, no entendía de dónde sacaba tanta fuerza el pelirrojo, pero por más que trató, no pudo soltarse.

—¿¿Crees que yo soy el infiel?? ¡¿Qué me dices de tí?! Te quedas en tu trabajo hasta altas horas de la madrugada… ¡seguro que eres tú el que tiene un amorí—

 

Daiki no pudo terminar sus palabras, pues sintió cómo un fuerte golpe se instalaba en su mejilla, gracias al puño de Taiga, quien lo había golpeado con mucha fuerza, haciendo que el moreno retrocediera varios pasos ante el fuerte impacto.

La ira de Taiga se desvaneció tan rápidamente al percatarse de lo que había hecho, sin pensarlo se acercó a Daiki, para tratar de compensar el daño, pero éste no se lo permitió, pues una mano morena le hizo una señal, especificándole que no se acercara.

 

Eso era lo que faltaba para romper completamente el vínculo… sólo hacía falta un golpe, para que todo quedara por perdido, y había sido Kagami el que había sucumbido a sus emociones, arruinando todo.

—No te soy infiel, Taiga… jamás lo he sido. — Susurró el moreno, aún con una mano sobre su mejilla afectada, la que muy seguramente le dolería bastante más tarde. Su alma estaba dolida, ese golpe no podía compararse al dolor en su pecho, tuvo que hacer un gran esfuerzo para no permitir que sus lágrimas rebeldes salieran de sus ojos.

Kagami no respondió, pues estaba completamente seguro de las palabras; estaba convencido de que su esposo jamás le había sido infiel; Daiki, a pesar de que era un loco por las tetas, jamás se podría involucrar con otra persona, y eso, durante todos esos años, se lo había dejado bien claro a Taiga.

 

El pelirrojo se sentía bastante mal por la situación, ese golpe propinado hacia su esposo había taladrado profundamente su corazón. No entendía cómo era que sus emociones se habían adueñado de él a tal grado de hacer esa locura.

Sus lágrimas caían de sus ojos, ésta vez ya no las ocultaba, pues no tenía ningún caso.

—Tú… ¿tú ya no me amas? — ojos llorosos se fijaron en Daiki, quien prefirió evitar el contacto visual y tratar de no romper en llanto.

—Creo que… después de todos estos años… este amor se ha ido desvaneciendo. — Había dicho sólo la verdad, pues cada día que pasaba era como una sentencia de muerte a ese amor que había nacido en sus días de preparatoria.

 

Kagami mudó ante el dolor en su pecho, el escuchar a su esposo decir que su amor había terminado era una de las cosas más dolorosas. ¿Cómo fue que todo había llegado a esa conclusión?

—Ya no eres feliz conmigo… — Esas palabras del pelirrojo, más que un comentario, era un hecho… un hecho que quedó confirmado con el silencio de Aomine. —Daiki… — Habló, tratando de que el nombrado lo mirara a los ojos, cosa que ocurrió. —¿El divorcio te traerá felicidad?

Quedó en silencio ante aquella pregunta, quedó pensativo por un momento; no sabía la respuesta, tampoco quería saberla en ese preciso momento, pero de una cosa si estaba seguro:

—Tal vez pueda encontrar la felicidad en otra parte…— Se maldijo internamente tras escuchar sus propias palabras. No había sido la forma correcta de decirlo, ese era un pensamiento que debía quedarse en la parte más recóndita de la mente de Daiki, pero después de todo lo había dicho en voz alta.

 

Kagami sintió que su corazón finalmente moría ante tales palabras. ¿En qué momento había dejado de hacer sentir especial a su esposo? ¿En qué momento Daiki dejó de sentirse feliz junto a él? Se sentía impotente, triste; lo peor era que sabía que el moreno había tomado una decisión dura, y que cualquier cosa que intentara hacer… era demasiado tarde.

 

Aomine creyó que había dicho lo suficiente, y parecía que había quedado claro el asunto; con pasos pesados se dirigió hacia su cuarto y tomó una maleta; en ella empezó a meter ropa y cosas personales, dejando al pelirrojo solo en la sala, lidiando con el remolino de pensamientos en su cabeza.

Ninguno de los dos podía negarlo: dolía… por supuesto que dolía…

 

Cuando la maleta de Daiki estuvo lista, prosiguió a salir del lugar, pero la mano de Kagami sobre la suya lo hizo detenerse. Enfocó su mirada en aquellos ojos llorosos y esperó por algún comentario.

—No lo hagas, Daiki… — Pidió el pelirrojo, esperando que el moreno cambiara de decisión y decidieran darse una última oportunidad, pero para el moreno no había nada más que hacer.

—Lo siento. — Finalizó, soltándose del agarre y saliendo de una vez por todas.

 

Kagami se quedó solo en ese departamento en el que habían vivido por 5 años, ese mismo departamento en el que llegó a vivir después de mudarse de Estados Unidos, ese mismo departamento que decidió compartir con Aomine, cuando supo que quería una vida junto a él.

Tantos recuerdos comenzaron a inundar su mente, y sin poder contenerlos, dejó que fluyeran libremente.

Sus lágrimas comenzaron a caer nuevamente de sus ojos, sin ningún intento de detenerlas, al fijarse en el anillo de oro que portaba en el dedo anular de la mano izquierda. No podía soportar el dolor que lo aquejó al ver partir a esa persona que creyó que era el amor de su vida.

 

No evitó el culparse una y otra vez por las cosas que hizo, y por todas esas cosas que no había hecho… y como era de esperarse, se atribuyó toda esa culpa a sí mismo.

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Kagami, después de una semana en que Aomine se fuera de casa se refugió en su trabajo, el cual, por suerte le daba la oportunidad de dejar de pensar en la mala etapa por la que estaba pasando. Trabajaba más de 12 horas al día, tratando de estar alejado  de su hogar, pues era obvio que ese lugar, ahora, le traía muchos recuerdos.

 

Fue en esa semana en la que recibió la carta citatoria del juzgado. Por supuesto que no quería ir, pero tampoco quería que un oficial se presentara ante él para llevarlo a la fuerza.

No esperaba que Aomine se moviera tan rápido para obtener el divorcio, lo cual, cada vez que pensaba, dolía bastante.

 

Sabía que necesitaría un abogado, pues no podía simplemente firmar el divorcio sin entender de lo que se trataba, aunque dudaba mucho que Aomine fuera ese tipo de persona que pudiera pelear por cosas materiales.

Por suerte su hermano Himuro Tatsuya estaba ejerciendo como abogado, nadie mejor que él para ayudarlo, aunque eso implicara tener que contarle con lujo de detalles todo lo que había pasado.

 

~*~

 

Daiki por supuesto que no iba a decirles a sus padres lo ocurrido, ya que muy seguramente ellos se enojarían, le gritarían, y con un poco de mala suerte, hasta lo echarían de la casa. Sabía que Taiga, para sus padres, era como un segundo hijo, y tenía claro que si les decía que había terminado la relación, ellos se decepcionarían bastante.

 

Así que no tenía lugar a donde ir, los primeros dos días, después de irse de casa, había rentado un cuarto de  hotel, al menos tenía un lugar donde dormir y comer. Sin embargo, no podía estar gastando dinero en exceso, puesto que un hotel era algo que su economía no podía solventar por el momento.

 

En los días siguientes, después del trabajo, se dedicó a buscar un lugar pequeño en renta; por suerte, un familiar de uno de sus compañeros de trabajo, rentaba un pequeño departamento con todas las comodidades; no era un lugar muy grande, pero lo suficiente para una persona.

Sin dudarlo lo aceptó.

Pero… aquello no era tan fácil… no había aprendido a vivir solo… le hacía falta la comida deliciosa de Kagami, le hacía falta su presencia, que, aunque era escasa, podía notarlo.

 

No iba a ser fácil aprender a vivir solo, y menos cuando estaba tan acostumbrado a Taiga…

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Kagami había hablado a detalle con Himuro, y era obvio que éste lo regañara hasta el cansancio por descuidar su matrimonio y por dedicarse tanto al trabajo. Pero también le había atribuido culpa a Aomine, pues ante sus ojos, él debió luchar más por ese matrimonio que no estaba funcionando.

Pero después de todos esos regaños, prosiguió la parte en la que Himuro hacía sentir mejor a su hermano, con palabras lindas, abrazos al por mayor, incluso ordenaron comida, para pasar el mal rato.

Gracias a eso, Kagami se había sentido mejor después de una semana fatal, en la que aún estaba tratando de superar todo lo que había pasado.

 

—Yo te ayudaré con los papeles de divorcio. — Mencionó Himuro, entendiendo completamente el por qué su hermano lo había buscado.

—Lamento que te enteraras de esta forma. — Kagami no pudo evitar disculparse, pero debía aceptar que hablar con Himuro había sido un alivio para él, pues su hermano sabía cómo animarlo en ese duro momento.

—No te preocupes por nada, Taiga. Me haré cargo de todo.

No evitó que en su rostro apareciera una sonrisa, pues sentía que un enorme peso sobre sus hombros era solventado gracias a Tatsuya.

 

Himuro no podía negarlo, su hermano se veía fatal, era como si la vida se le hubiera ido de un día a otro. Sabía que Taiga pasaba por un proceso muy difícil en su vida, pero él haría lo que fuera necesario para animarlo; al menos podía hacer eso.

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Himuro estacionó el auto, con avidez procedió a bajar de éste, notando cómo su hermano hacía lo mismo. Ambos se encontraron de frente al Ayuntamiento, Kagami suspiro con derrota y nerviosismo, sabiendo lo que pasaría una vez que entrara a ese lugar. Sus ojos rubíes no se despegaron de la entrada de dicho lugar, y por ese instante deseó desaparecer, que la tierra se abriera y se lo tragara, sin dejar ni un rastro de él. No podía hacerlo.... no quería hacerlo...

—No estás sólo, Taiga. — Tatsuya habló, posando una mano sobre el hombro de su hermano. —Todo estará bien. — Finalizó, pidiendo al cielo que sus propias palabras se hicieran realidad.

Taiga no respondió, sólo movió la cabeza, aceptando las palabras y, después de tomar una gran bocanada de aire, intentando armarse de valor, caminó hacia la entrada del gran lugar, esperando que aquel infierno terminara de una vez por todas.

 

Al entrar, fueron recibidos por una chica, y al hacerle saber el motivo de la presencia de los dos hermanos allí, la chica los dirigió hacia un gran cuarto.

—Pasen, por favor— Un hombre de mediana edad, que era el juez, los recibió, haciendo un ademán, indicándoles a los recién llegados que tomaran asiento.

—Lamentamos el pequeño retraso. — Himuro se apresuró a hablar. —El tráfico era terrible. — Mostró su típica cara de póker, notando que otras dos personas ya se encontraban allí.

Los ojos de Tatsuya recayeron sobre el chico de cabello azul y piel morena, ese, que alguna vez había llamado 'cuñado'. No pudo evitar mostrarle una mirada matadora, Esa era la perfecta ocasión de quitarle todo lo que poseía Aomine. ¡Nadie hacía sufrir a su hermano! Pero sabía que si hacia eso, Taiga se molestaría bastante con él.

 

El pelirrojo simplemente entró al cuarto y se sentó al lado de su hermano, ni siquiera tuvo el atrevimiento de mirar a los presentes, pero estaba consciente de que Aomine estaba allí, pues podía ver, de reojo y a la perfección,  ese bello cabello azulado.

 

—Mi cliente sólo quiere que su esposo firme estos papeles. — El abogado de Aomine inicio la conversación, posando los papeles de divorcio sobre el escritorio del juez.

—Mi cliente cree que no es necesaria su firma, cree que hay mejores opciones de sobrellevar esto.— Respondió Himuro, muy fiel al deseo de su hermano de no querer dar el divorcio.

—Señor Aomine. ¿Está completamente seguro de querer hacer este trámite? — Llegó la pregunta del juez, y el silencio reinó por unos segundos, con Daiki dudando a sus propios deseos.

—Hay otras maneras, Daiki.— Kagami habló, mirando fijamente al rostro del moreno, suplicándole con la mirada que no siguiera con eso.

 

La duda empezó a prevalecer en Daiki, pero, tras recordar aquellas noches en las que se iba a dormir solo, aquellos días en los que despertaba y se iba a trabajar sin haberle dirigido la palabra a su esposo, y esas ocasiones en las que él nunca fue prioridad, le hicieron sentirse seguro de su decisión.

—Estoy seguro de seguir con esto. — Respondió sin tapujos y sin mirar ni una sola vez a su, aún, esposo.

 

Himuro quedó en completo silencio, esas palabras incluso le habían dolido a él, sin pensarlo, alcanzó la mano de su hermano y la apretó fuerte, como queriéndole dar fuerzas a Kagami con ese simple gesto.

Kagami no podía llorar, no quería llorar en ese mismo lugar, pero el dolor en su pecho era indescriptible.

 

—Mi cliente accederá a todas las demandas de su esposo— El silencio fue interrumpido por el abogado de Daiki, y fue en ese mismo momento en el que Tatsuya pensó en quitarle hasta el aliento a Aomine Daiki.

Tomó los papeles de divorcio y los leyó, explicando a Taiga en voz muy baja lo que especificaba el acuerdo de divorcio.

 

Kagami no tuvo objeciones, y sabiendo que su firma traería felicidad al futuro de Daiki, plasmó su rúbrica, sintiendo cómo el alma se le escapaba en cada milímetro de tinta plasmada.

Aomine lo miro escribir su firma, y tuvo que hacer un esfuerzo impresionante por no correr hacia su esposo y envolverlo en sus brazos.

 

El juez recibió los papeles con las firmas correspondientes y miro a ambos ex esposos.

—Bueno, el proceso ha terminado. Les deseo felicidad a ambos— Finalizó, sin decir nada más  pues esos momentos eran los peores para él.

 

Los abogados y los recién divorciados salieron del lugar, y fue Kagami quien detuvo a Aomine, antes de que éste se retirará.

La voz suave de Taiga, nombrando al moreno, se hizo escuchar, y el peliazul, por instinto giró a encararlo.

—Daiki, gracias por estos años.— Kagami confesó, a lo que el moreno abrió los ojos con sorpresa. —Espero que encuentres esa felicidad que buscas.— En aquellos ojos rubíes no había nada más que sinceridad, y el peliazul lo pudo notar a primera vista.

 

Sin esperar una respuesta de regreso, el pelirrojo dio media vuelta, dispuesto a entrar al auto de su hermano.

Daiki miró la escena y se percató por segunda vez de aquella terrible mirada del pelinegro acompañante de Taiga, era como si Tatsuya quisiera saltar hacia él y matarlo, sin importarle todos los testigos que pudieran encontrarse en la escena.

 

El policía se quedó allí, congelado, mirando cómo el auto se alejaba lentamente de su vista, mientras una y otra vez las últimas palabras de su ex esposo resonaban en su cabeza.

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Himuro estuvo un rato con su hermano, después de aquella reunión con el juez, trató de reconfortarlo,  pero sabía que cualquier cosa que dijera no bastaría para aliviar siquiera un poco el dolor que sentía Taiga.

Después de hablar bastante con él, y de mitigar el dolor con recuerdos de la infancia de ambos, decidió irse, eran alrededor de las 10 de la noche y esperaba que su pelirrojo hermano se encontrara mejor.

—¿Estarás bien? — Cuestionó el pelinegro, justo después de salir de la casa, mirando con preocupación al otro chico.

—No te preocupes. — Trató de mostrar una sonrisa a sus palabras. No quería seguir preocupando a Tatsuya, quería aparentar que todo estaba bien, que todo sería olvidado tan rápido como pudiera y que volvería a ser el mismo de antes.

—Si necesitas algo, cualquier cosa, Taiga, por favor… no dudes en llamarme. —Aquellas palabras habían sonado como una súplica, y la desventaja de todo el asunto era que Himuro vivía en Akita, un tanto lejos del hogar de su hermano, pero por él… cruzaría el mundo, de ser necesario.

—De acuerdo. —Asintió, notando la pequeña sonrisa reconfortante de Tatsuya, quien se abalanzó a los brazos contrarios, envolviendo al pelirrojo en un abrazo fuerte.

—Te veré pronto. — Finalizó, para comenzar a caminar por el pasillo hacia el ascensor y perderse a la vista de Taiga.

 

Cerró la puerta, tras notar que su hermano se había ido, dio media vuelta y miró a su alrededor. Su departamento se sentía tan vacío… un ambiente triste lo rodeaba y sin saber qué más hacer, se recargó en la puerta, sintiendo cómo por sus mejillas gruesas lágrimas resbalaban.

Sus piernas se dieron por vencidas y, resbalando por la madera de la puerta, cayó hacia el piso, posando sus manos sobre sus ojos, tratando de impedir que sus lágrimas siguieran saliendo, pero era inútil… todos sus sentimientos lo estaban inundando, y simplemente dejó que esos sentimientos fluyeran en él a través de esas lágrimas.

 

~*~

 

Kagami no se presentó a trabajar al día siguiente, no saldría de su cama, pues parecía que sus sábanas eran demasiado pesadas como para qué él pudiera siquiera moverse. Sentía los ojos hinchados por haber llorado tanto durante la noche. No sería mala idea quedarse en cama todo el día.

Sólo esperaba que Hyuuga Junpei, el comandante del cuartel de bomberos, no lo riñera por haber faltado sólo un día. Más tarde, cuando tuviera suficientes fuerzas, se aventuraría a encontrar su teléfono celular y le llamaría a su jefe.

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Un mes había pasado, y Daiki había tenido que hablar, después de todo, con sus padres.

Y como lo había pensado, ellos no habían estado nada felices con la decisión, que al parecer de sus dos padres, había sido demasiado precipitada.

El más molesto había sido el señor Aomine, pues no podía creer que su hijo hubiera echado a la basura 5 años de matrimonio. Claro que aquel hombre era muy conservador, y ante sus ojos, una vez que alguien se casaba, debía dar todo por su matrimonio y su pareja. No quería juzgar a su hijo, pero estaba seguro de que aquel divorcio podría haberse evitado.

 

Por otra parte, la señora Aomine estaba muy triste, ella había pensado que su hijo era feliz, pues siempre que Taiga y Daiki la visitaban, se notaban muy contentos. Jamás había podido imaginar que las cosas andaban mal en el matrimonio de su hijo… si lo hubiera sabido, habría intervenido, por el bien de ambos.

Por supuesto que también se sentía triste por Kagami Taiga, pues el chico pelirrojo significaba alguien importante en su vida, ya que lo había visto como un segundo hijo durante todo ese tiempo.

 

Pero, al final de cuentas, el señor Aomine no permitió que su hijo regresara a casa; se sentía decepcionado, enojado, triste… “Tú armaste este problema, tú lidia con él”, fueron las palabras del padre de Daiki, quien pensaba que su hijo era lo suficientemente adulto como para vivir solo.

Y no es que aquel señor fuera malo, pero tardaría un poco de tiempo en asimilar todo el asunto y en aceptar las obras de su hijo. Y Daiki no lo culpaba.

 

Ese mes había sido muy difícil para él, su cama se sentía tan fría y vacía, el pequeño departamento que rentaba era un lugar sombrío y deprimente… y el colmo era la comida, pues al no saber cocinar en lo mínimo, tenía que comprar comida rápida.

Para ser sincero, en sólo una semana, se estaba hartando de las hamburguesas y pizza.

Ni siquiera quería recordar las primeras dos semanas después del divorcio… habían sido las más duras de su vida.

 

Pero podía sobrevivir.

 

Debía sobrevivir a ese trago amargo.

 

~*~

 

Taiga tampoco había tenido un mes fácil. El tema del divorcio no había salido de su mente para nada. Creía que estando en el trabajo lo olvidaría, pero ni las 12 horas diarias que laboraba eran suficientes para despejar su mente; además de eso Hyuuga no paraba de reñirlo a cada momento, porque su desempeño laboral había decaído notablemente, y en lugar de ayudar, lo único que hacía era entorpecer al equipo.

 

Fue entonces que Hyuuga Junpei escuchó rumores sobre la vida personal de Kagami; rumores que decían que estaba pasando por un proceso de divorcio, y fue donde entendió el comportamiento de uno de sus mejores hombres en el cuartel.

Decidió entablar una conversación con Taiga, llamándolo en privado, cuando todos almorzaban, para que nadie se percatara de dicha plática.

 

—¿Qué está pasando contigo? — El megane cuestionó, usando un tono de voz gentil, para tratar de que el pelirrojo le dijera la verdad.

La pregunta tomó por sorpresa a Taiga, no se había dado cuenta de que su rendimiento en el trabajo era muy notable.

—Nada… sólo… he estado muy cansado.

—Claro, trabajas 12 horas al día. Tienes una vida además del trabajo.

Una especie de risa burlona escapó de los labios del pelirrojo. ¿Una vida? ¿Cuál vida? Ya no tenía una vida de la que ocuparse… ya no más.

—¿Qué es tan gracioso? — Esta vez, su tono de voz fue agresivo, pues no le gustaba que se burlaran de él.

—Lo siento.

—Kagami. ¿Qué pasa contigo? He escuchado muchos rumores…— Volvió a cuestionar, ésta vez esperando que el pelirrojo confiara en él. —Ya no comes como antes, trabajas demasiado, tienes unas ojeras terribles y… ¿Estás bajando de peso?

 

Un suspiro de resignación dejó salir de su boca, y es que sabía que su senpai no estaría feliz, no, hasta que Kagami dijera la verdad. Pero no estaba seguro de si Hyuuga le diría a alguien más ese secreto, que por un mes, había tratado de guardar celosamente.

—Esos rumores son ciertos. —Confesó con amargura, instalando su mirada en alguna parte del escritorio del megane. —Nos divorciamos…

Hyuuga pudo notar el cambio de facciones en el rostro del menor, esa mirada que ahora reflejaba tristeza, y esos deseos de no querer desmoronarse en ese momento.

—Lo lamento. — Dijo finalmente, pues no podía imaginarse por lo que estaba pasando, ya que él tenía una vida feliz al lado de Reo Mibuchi.

—No se preocupe, senpai. — Pudo hablar, armándose de valor y tratar de pensar en otra cosa.

—Tómate el mes libre. — Sorprendió con el comentario, recibiendo de inmediato la mirada de aquellos orbes rubíes sobre él. Era lo mejor que podía hacer Hyuuga, ya que ni siquiera recordaba que Kagami hubiera tomado sus vacaciones en años anteriores.

—¿Qué? ¡No! digo… no es necesario

—Tómate el mes completo, dije… además sólo entorpeces a los demás. — Dijo en broma, pero con voz firme, y aunque Taiga no quería pensarlo, sabía que era cierto, y que tal vez, lo más correcto era tomar ese mes de descanso.

 

~*~

 

El mayor error de Aomine fue haberle contado a Sakurai, su compañero del trabajo sobre su divorcio, pues no pensó que ese hongo disculpón fuera a mencionarlo por accidente.

Ahora todo el cuartel lo sabía, y no estaba seguro si aquellas palabras de aliento que varios de sus compañeros le decían eran para burlarse de él o eran sinceras.

 

Lo peor en el trabajo era que un par de secretarias, al enterarse, empezaron a insinuársele de forma descarada. Él no quería ningún amorío por el momento; no quería aventuras pasajeras, eso se lo dejaba a los adolescentes; él sólo quería conocer a alguien con quien compartir su vida. Pero cada vez que ese pensamiento abordaba su mente, el único rostro que llegaba a su mente era el de Taiga, su ex esposo, a quien no había visto en poco más de un mes.

 

Por si eso no fuera poco, Kuroko Tetsuya se había cruzado en su camino un jueves por la noche, mientras iba hacia casa, y por no haber visto a su amigo peliceleste, había chocado con él inevitablemente.

—Aomine-kun, es una sorpresa verte. — Mencionó el de menor altura, siendo sincero con sus palabras, pues hacía varios meses que no veía a su primera luz.

—Tetsu. ¿Qué tal va todo? — En realidad Daiki no necesitaba preguntar, pues su amiga pelirrosada era quien, casi a diario, le escribía para darle los últimos detalles sobre su vida.

—Todo está bien. ¿A dónde te diriges? —La curiosidad se hizo notar en la voz de Kuroko, pues se le hacía muy extraño verlo en ese barrio.

—Hacia casa yo...— ¡Demonios! Se suponía que no debía de decir eso, pues Kuroko empezaría con sus interrogatorios al saber que ese no era el camino que conducía hacia la casa de Kagami.

—Pero tú vives del otro lado. — Llegó la respuesta inquisitiva. ¡Perfecto! Ahora el peliceleste no dejaría el tema de lado, y supondría que algo extraño estaba pasando.

 

Daiki no sabía si su ex esposo ya había compartido la información del divorcio con Tetsuya, pero… al ver la confusión en los ojos celestes, pudo saber la respuesta.

—Sí… es cierto es sólo que… vine a comprar algo y… perdí la noción del tiempo. — Trató de hallar una buena excusa, pero parecía obvio que el menor no creería en sus palabras.

—Aomine-kun, vives muy cerca del centro. ¿Por qué vendrías hasta aquí a buscar algo que puedes encontrar fácil por donde vives?

Y ahí estaba el Kuroko inquisitivo, como siempre… el policía sabía que no iba a escapar de esa situación, así que, tal vez, lo mejor era contar lo que había pasado.

—Tenemos que hablar, Tetsu. — Denotó una voz baja y firme, provocando que los ojos del otro chico se abrieran con sorpresa, ya que muy pocas veces el moreno usaba esas palabras junto con ese tono de voz; no era difícil saber que el peliceleste tuviera un mal presentimiento.

 

Como Daiki no había cenado aún, se dirigieron hacia un restaurante, donde Kuroko sólo pidió una ensalada, pues tenía que llegar a comer a casa, con su esposa y su pequeña hija.

La conversación empezó a fluir después de que el moreno terminara de comer, Daiki empezó a hablar de los problemas que había tenido con Kagami y el cómo éste no había hecho gran cosa por salvar la relación. También se atribuyó un poco de culpa, pues no era justo culpar al pelirrojo de todo.

Contó también, con lujo de detalles, sobre el divorcio y todo el proceso ante el juez; estaba esperando que su amigo de cabellos celestes pudiera aliviar un poco todos su pensamientos sobre el caso.

 

Kuroko permaneció en silencio, escuchando cada palabra del moreno, hasta que éste por fin terminó, dejándolo con muchos pensamientos dentro de su mente.

—Así que… aunque Kagami te pidió una última oportunidad, tú no quisiste dársela. — Mencionó el peliceleste, mirando fijamente aquellos zafiros de su amigo.

—Bueno… sí… creo que así fue…

—¿No te parece que preferiste rendirte antes de tiempo?

Daiki quedó mudo ante la pregunta. ¿Rendirse? ¿A qué se refería su amigo?

Parecía que el peliceleste había entendido los pensamientos en la cabeza del policía.

—¿Por qué pediste el divorcio antes de haber intentado hasta la última opción para salvar tu matrimonio?

 

Una sensación nada grata recorrió todo el cuerpo de Aomine al escuchar la pregunta. La pregunta de su amigo lo había dejado mudo.

—Le dijiste a Kagami-kun que el amor que tenías por él empezaba a desvanecerse. ¿Por qué no pensaste en revivir ese amor?

Se había equivocado si es que en algún momento pensó que Kuroko lo ayudaría a sentirse mejor con su decisión del divorcio, porque lo que mejor estaba haciendo el chico era hacerlo sentir terrible.

—Perdóname, Aomine-kun. No era mi intención hacerte sentir de esa forma. — Habló, pues ante sus ojos era obvio que su moreno amigo se sentía muy mal anímicamente.

 

Aomine no respondió, sólo permaneció pensando en esas preguntas que, como bombas, había soltado su amigo.

Si antes se sentía culpable… ahora se sentía morir.

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El día siguiente había llegado, y ya que Hyuuga le había dado un mes libre, se dedicaría a permanecer en casa, recostado en  la cama, con las sábanas enredadas en su cuerpo; no quería salir a ninguna parte, aunque pensó que tal vez era lo mejor, ya que estar encerrado en casa, con todos los recuerdos de su ex esposo no era nada bueno.

—Más tarde. —Se dijo a sí mismo y se tapó completamente con las sábanas.

 

Los planes de permanecer por más tiempo en la cama desaparecieron cuando escuchó unos golpes sobre la puerta.

Gruñó en molestia; por supuesto que no iba a levantarse de la comodidad de su colchón.

Tal vez era algún vendedor, y al no saberse atendido, decidiría irse.

Pero los golpes no cesaron, y entre más minutos transcurrían, más frecuentes se hacían.

 

Con mucha molestia decidió levantarse. ¡Más valía que fuera algo importante!

Con rapidez y enojo abrió la puerta, encontrándose a dos pares de ojos que lo miraban.

—Hola, Kagami-kun. —Kuroko saludó, levantando una mano y denotando una pequeña sonrisa.

—¡¡Kagamicchi!! — Kise Ryota acompañaba al peliceleste, y éste, sin ninguna educación se aventó hacia el pelirrojo y lo envolvió en un abrazo.

—¿Qué rayos hacen aquí? — Cuestionó, pero su molestia había desaparecido por completo, ahora tenía esa curiosidad de saber por qué sus dos amigos se encontraban en su departamento.

 

Kuroko no dijo nada, sólo entró al hogar de su amigo como si le perteneciera, mirando hacia todos lados, y Taiga se preguntó si estaba buscando algo… o a alguien.

—Escuchamos que tienes vacaciones. — Por fin habló el peliceleste, dando media vuelta y mirando fijamente a su luz, quien no se había movido ni un milímetro de la puerta.

 

Kagami suspiró resignado ante la confesión; parecía que Hyuuga había sido lo suficientemente comunicativo como para decirle a Kuroko que tendría todo el mes libre.

—Ya que no habíamos visto a Kagamicchi en un buen rato, pensamos en darte una sorpresa. — Kise deshizo el abrazo y siguió los pasos de Tetsuya, entrando, luego mirando a Taiga y el cómo este estaba vestido; obviamente con su traje de dormir y su cabello revoloteado.

 

No tuvo otra opción más que seguir a sus dos amigos; cerró la puerta al notar que éstos dos chicos habían ya entrado, y se dirigió hacia la estancia, notando lo bien cómodos que estaban ambos.

—Uhhh… ¿Quieren desayunar algo? —Ofreció, rascando su cabeza e intentando acomodar sus cabellos rojizos que seguían enmarañados.

—¡Yo sí! — El rubio saltó de su asiento y mostró una enorme sonrisa. —¡Yo quiero probar la deliciosa comida de Kagamicchi! — Levantó una mano al recordar que el pelirrojo cocinaba exquisito.

—Yo sólo tomaré un café. — Kuroko había desayunado en casa, con su esposa y su hija, así que prefirió acompañar a sus amigos con sólo una taza de café.

 

Sin notarlo, una pequeña sonrisa apareció en los labios de Taiga, mientras asentía y se dirigía hacia la cocina para hacer algo de comer.

Pero no contaba con que Kuroko y Kise decidirían ‘ayudarlo’, aunque ninguno de los dos visitantes sabía lo que estaba haciendo, pero Kagami podía fácilmente confesar que estaba teniendo un estupendo momento con sus dos amigos.

 

Cuando la comida estuvo lista, los tres se sentaron a comer.

El desayuno transcurría entre risas, bromas, y demás conversaciones interesantes.

Kagami daba gracias por ese momento en el que todos sus problemas se habían esfumado de su mente, ya que nada importaba, más que convivir con sus amigos, recordando viejas anécdotas de amigos.

 

—Bueno, debemos irnos. — Kuroko se levantó primero, para recoger los platos vacíos que yacían sobre la mesa.

—Me gustó pasar tiempo con ustedes. — Las palabras del pelirrojo, en un tono sincero no se hicieron esperar

—¿Pero qué dices Kagamicchi? Tú vendrás con nosotros~ssu.— Kise afirmó, recibiendo una mirada confusa de aquellos bellos ojos rubíes.

Tetsuya notó la mirada cuestionante de su luz, y después de dejar los platos y vasos de la mesa, se atrevió a sacar de la duda a Kagami. —Iremos los tres a jugar basquetbol. Como en los viejos tiempos.

 

¿Por qué sus amigos se habían molestado en buscarlo para eso? No entendía por qué de repente esa actitud con los dos chicos, pero al pensarlo bien, un poco de basquetbol le vendría de maravilla, hacía tanto tiempo que no jugaba su deporte favorito.

—¡Hagámoslo! — Dijo con entusiasmo, denotando aquella sonrisa retadora que mostraba cada vez que se enfrentaba a algún oponente fuerte; y claro, ese gesto lindo no pasó desapercibido ni por Kuroko ni Kise.

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Aomine había tenido que patrullar la ciudad, como ya era de costumbre, su trabajo había sido de lo más aburrido, pero si tenía que ser sincero, debía confesar que no quería regresar a ese pequeño departamento que estaba rentando; le parecía un lugar horrible en todos los sentidos.
Tal vez debía pensar en buscar otro lugar donde alojarse.

 

84, acuda a la calle 14 de Yoshiaki, un incendio está propagándose. — Llegó la llamada hacia él, y sin demora se apresuró a contestar.

—84 aquí, lo copio. — Dio vuelta al volante y regresó por la calle en la que había llegado, ahora tenía un destino, y sin pensarlo, deseó que Kagami no se presentara a ese incendio. Sería muy incómodo ver a su ex esposo ahí.

 

Pero cuando llegó, los bomberos ya estaban haciéndose cargo del problema, e instintivamente su mirada empezó a deambular por todos lados, buscando a cierto pelirrojo, pero para su fortuna, o… decepción, éste no se encontraba allí.

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Kagami había tenido un día tan divertido, ni siquiera recordaba la última vez que se había divertido así con alguien, y su triste realidad se presentó en su mente: no lo recordaba porque siempre había trabajado de más, siempre al pendiente de aquella alarma que indicaba que había un incendio… siempre olvidándose de todo…

 

Movió su cabeza de un lado al otro, para deshacerse de sus malos pensamientos, no quería que nada arruinara aquel buen día que había pasado.

Los tres chicos habían jugado hasta cansarse; Kuroko y Kise tenían una pésima condición, y aunque habían jugado en equipo, 2 contra 1, ni así habían podido ganarle al pelirrojo, quien, dicho sea de paso, estaba en excelente forma.

En realidad era un tanto obvio, es decir… Kuroko trabajaba como maestro de preescolar, y Kise se había dedicado de lleno al modelaje, siendo un modelo de renombre; aquellos dos chicos no pudieron hacer nada contra un bombero que trabajaba 12 horas.

 

Después de darse una ducha, se dirigió hacia la cama, donde cayó rendido y de inmediato se durmió.

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Otro mes difícil para Aomine había pasado.

 

No hallaba ninguna motivación en su trabajo, sus compañeros y su jefe eran cada vez más molestos, y ni hablar de las secretarias, quienes no perdían ninguna oportunidad de coquetearle.

Aunado a eso… estaba haciéndose de algunos kilos de más; y no era para menos, ya que lo que más comía era comida rápida. Cocinar se le daba muy mal, y no quería que Kagami se presentara en ese horrible lugar en el que ahora vivía, sólo para apagar un incendio en su cocina.

 

Debía encontrar un plan alterno, o entre más pasara tiempo, seguiría acumulando kilos en su cuerpo.

Tal vez podría pensar en hablar con su madre, e ir a comer con ella, aún si tuviera que dar un poco de dinero para comprar los ingredientes, lo haría… con tal de no seguir aumentando de peso.

 

Además de eso, había buscado algún otro lugar para rentar, pues el pequeño espacio en el que vivía lo hacía sentir más miserable.

Pero los esfuerzos eran en vano; su tonto trabajo no le dejaba tanto dinero como él hubiera deseado, y cada vez que preguntaba por el precio de un departamento similar en renta, las palabras “gracias, seguiré buscando” no se hacían esperar.

No se había dado cuenta del hecho de que, su salario, junto con el de Kagami, les daba lo perfecto para vivir, pero ahora que estaba solo, era una situación un tanto más difícil.

 

~*~

 

Por otro lado, Kagami había regresado a laborar; podía fácilmente decir que sus vacaciones le sentaron de maravilla, pues había hecho muchas cosas interesantes: había descansado lo suficiente, había jugado basquetbol y lo más importante… se había divertido cada uno de esos días con Kise Ryota.

Así es, el modelo rubio no lo había dejado solo durante ese mes, al contrario, había sido él quien lo sacaba de su casa y lo llevaba a lugares divertidos, y en cada una de esas ocasiones, Kagami no pudo negarle nada a Ryota, pues sabía que salir con el modelo, era sinónimo de pasarla bien.

 

De alguna forma, él y Kise se habían hecho más cercanos que de costumbre, y eso le agradaba.

 

Cuando Hyuuga recibió de regreso a Taiga, lo primero que hizo fue hablar con él, dándole tres consejos:  que cuidara su vida personal, que no se dedicara tanto a laborar y que viviera, pues aún era joven y tenía una vida por delante.

Kagami escuchó los consejos, sin embargo pensó que actualmente no le servían de nada; su rutina en el trabajo no fue cambiada: seguía trabajando todos los días, 12 horas, excepto los domingos. Nada había cambiado.

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Era un domingo al mediodía, cuando Kagami estaba haciendo la limpieza de su hogar, ya que se había despertado más tarde de lo habitual. Unos suaves toques en la puerta lo hicieron desistir de sus ocupaciones.

Formó una sonrisa, sabiendo completamente quién estaba del otro lado de la puerta,  y sin demora fue a  abrirla, para no dejar esperando a su visitante.

—¡Kagamicchi! — Justo como lo había pensado el pelirrojo… Kise saltó directo a abrazar al pelirrojo, quien ni siquiera hizo intentos por separarlo. Esa era una especie de ‘costumbre’ que el rubio había adoptado durante un mes, y a Taiga no le molestaba tanto como lo había imaginado.

—Hey. Creí que te irías a Chiba a una sesión. — Kagami cerró la puerta y observó al rubio sentarse en el sofá de la estancia.

—Se canceló el pequeño viaje. La compañía dijo que sería mejor hacer la sesión el lunes, cuando todas las chicas están en sus labores diarias.

 

Escuchó atentamente al modelo hablar, aquella confesión tenía coherencia. Recordó aquel mes en el que ambos salieron juntos, y no podía contar las veces en las que las chicas lo reconocían en la calle y se atrevían a pedirle alguna fotografía o autógrafo.

—Preparé curry. ¿Quieres un poco? — Preguntó, notando cómo las facciones de su invitado se iluminaban ante la simple invitación. Sabía que el curry que preparaba era el favorito de Kise, así que estaba seguro que éste no lo rechazaría.

—¡¡Me encantaría!! — Respondió con voz fuerte, levantándose del sofá. —Pero… antes debemos hacer algo.

 

Ojos rubíes lo miraron con cuestionamiento, sin entender a qué se refería el modelo.

—¿Qué te parece si re-decoramos éste bello lugar? —La propuesta sonó, haciendo que Kagami abriera más los ojos ante la osada pregunta.

—¿Cómo?

—Leí ayer en internet que para iniciar una nueva vida, es necesario cambiar tu entorno. — Sus ojos miel mostraron comprensión; no pudo evitar acercarse lentamente hacia el pelirrojo y tomar sus bronceadas manos entre las de él. —Sé que no puedes cambiarte de residencia, así que lo mejor para ti será hacer un cambio completo a tu hogar.

 

Durante ese mes que había frecuentado más a Kise, no habían hablado sobre el tema del divorcio. Kagami estaba seguro de que el rubio sabía sobre su vida, y tal vez esa era la razón por la que éste había decidido estar con él todo el mes… ahora confirmaba su teoría.

Estuvo a punto de negarse cuando quedó pensativo: cada que llegaba a casa, esperaba ver a Aomine… que cada rincón hacia donde miraba lo imaginaba allí parado… incluso podía jurar que su olor seguía en la casa… aquello no era nada sano.

Tal vez la idea de Ryota no era tan descabellada, después de todo.

—De acuerdo. — Dijo, con una pizca de derrota pero a la vez emoción en su voz, vislumbrando cómo la bella sonrisa de Kise aparecía en sus labios.

 

~*~

 

No podía adivinar cuánto tiempo habían estado allí metidos, moviendo muebles, limpiando cada rincón, cambiando una y otra vez de lugar los sillones… pero Kagami se había divertido, había pasado un buen rato; no imaginó que algo tan simple como re-decorar la casa le trajera tanta satisfacción.

 

—¿Qué te parece? — Kise se paró en medio de la sala, con los brazos abiertos, mostrando el lugar como si le perteneciera.

Kagami  no pudo suprimir la sonrisa que se formó en su rostro.

—Es perfecto. — Se sinceró, pues ahora, ese lugar volvía a tener vida, dejaba atrás los malos recuerdos y cada rincón de la casa permanecía a la espera de crear nuevas memorias.

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Era sábado por la tarde, y Aomine había aceptado una cita para reunirse con su amiga de la infancia, esa chica de cabello rosado que finalmente se había casado con su amor de secundaria.

Lo mejor que pudo hacer el moreno fue invitarla a algún restaurante, pues, también estaba seguro de que Kuroko y la pequeña hija que ambos habían concebido acompañarían a Momoi.

 

Y allí se encontraba, sentado en una mesa para 4, esperando a su amiga; no evitó la oportunidad de mirar a los comensales: trajes elegantes, buenos modales, conversaciones interesantes… recordó que la última vez que había ido a un lugar como ese había sido con su ex esposo, ambos la habían pasado muy bien, sin embargo, no era un ambiente que les agradara a ambos, y sólo en ocasiones muy especiales iban a ese lugar; preferían el ambiente de un sitio sencillo, como el Maji Burger.

 

Sus pensamientos se interrumpieron al notar cómo la chica pelirrosada se acercaba a la mesa; ella venía sola, lo cual provocó que Daiki frunciera el ceño.

—Creí que vendrías con Tetsu y Tammy. — Rompió el silencio, mostrando su descortesía sin siquiera preguntarle a la chica cómo se encontraba, pero Momoi ya estaba bastante acostumbrada a los tratos del moreno.

—No, lo siento. Tetsu-kun tuvo cosas pendientes que hacer en casa. — Había mentido. La verdad era que Satsuki había ido a esa cita para conversar con su amigo, y Kuroko pensó que sería mejor que ellos dos hablaran a solas.

—Ya veo. — Finalizó, para levantar una mano y llamar al mesero, para que éste tomara sus órdenes.

 

El tiempo transcurría lento, ambos conversaron de cosas interesantes; no hubo un momento de silencio, pues Momoi era una de esas personas que siempre tenía un tema de conversación, y por una vez en su vida, Daiki agradeció por ello.

 

—Quise que nos encontráramos para hacerte una invitación, Dai-chan. — Habló la chica justo al terminar el último bocado de su platillo. —En una semana será el cumpleaños de Tammy, y Tetsu-kun arregló una linda fiesta.

El moreno permaneció en silencio, prestando atención a cada una de las palabras de su amiga.

—Será en un salón social, es muy lindo, seguro que llegarás fácil. — Empezó a buscar algo en su bolso, hasta que lo halló. — Toma. — Ofreció la invitación dentro de un sobre, y el peliazul lo tomó de inmediato.

No evitó la curiosidad y abrió el sobre, encontrando una invitación elegante para sólo una fiesta de cumpleaños. De pronto una pregunta inundó su mente:

—¿Taiga estará allí?

 

Satsuki mudó por unos segundos, sin saber si debía responder honestamente o por el contrario, debía idear alguna mentirilla blanca.

—Sabes que Tammy lo quiere mucho. — Fue su única respuesta, esperando que, con ella, Daiki pudiera asimilarlo.

Un pequeño suspiro de resignación salió de la boca del moreno; ya lo imaginaba… ambos tenían muchos amigos en común, evitarlo a toda costa iba a ser demasiado difícil.

—Estaré allí. — Con voz segura respondió.

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—¿¿¡Un cambio de look!?? — Kagami gritó al escuchar la propuesta de Kise. ¿Por qué un cambio de look? ¿Acaso de verdad se veía tan mal? No entendía por qué el rubio había propuesto algo como eso.

—Sí, Kagamicchi. No basta con que tu casa se vea como nueva, tú también debes verte como nuevo. — El modelo dio unos saltitos hasta llegar al lado del pelirrojo. —Además… tienes unos lindos ojos, tu cabello ya está muy largo; debes mostrar tu color de ojos al mundo.

El bombero fijó su mirada en el espejo que se encontraba frente a él, y con dos dedos tomó un mechón de cabello, frunciendo la boca al saber que Ryota tenía razón, su cabello ya estaba algo largo, tal vez un pequeño despunte no estaría nada mal.

 

—Recuérdame por qué estoy accediendo a cada tontería tuya…

—Porque me adoras. — La respuesta de Kise hizo que Kagami soltara una burla. —Y… porque sólo busco ayudarte.

No dijo nada más ante las últimas palabras. Estaba consciente de que el rubio quería ayudarlo a superar su divorcio, incluso aunque éste no lo hubiera dicho, parecía que lo menos que podía hacer era aceptar las propuestas.

—De acuerdo, pero sólo un despunte.

—¡Claro, Kagamicchi!

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Era miércoles por la noche, Aomine había tenido que trabajar hasta tarde a falta de personal, y en realidad no le importaba en lo absoluto, no es como que alguien lo estuviera esperando en casa… así que le dio igual.

Manejaba su patrulla a exceso de velocidad, debido a una llamada urgente que había recibido por radio, en la que le especificaban que fuera a auxiliar en un incendio originado en un edificio y que se estaba propagando.

A su mente, tras recibir el llamado, llegó el rostro de Taiga; si ese incendio era importante, entonces su pelirrojo ex esposo estaba allí, ayudando y arriesgando su vida… un escalofrío lo recorrió al imaginar la escena.

 

Estacionó la patrulla tan pronto como llegó, pero al parecer los bomberos se habían hecho cargo del problema, pues todos estaban tranquilos y las llamas ya no salían del edificio. Parecía que habían culminado su trabajo de buena forma.

 

Instintivamente los ojos de Daiki empezaron a buscar a cierto pelirrojo, y al no encontrarlo con la mirada, decidió merodear por el lugar, sólo para salir de dudas y saber si Kagami estaba bien.

—Hey, oficial Aomine. Puede regresar a su ronda, todo está bien. — Habló un bombero que conocía a Daiki de vista.

—Sí, sí... claro. — El desinterés en su voz se hizo evidente.

Siguió recorriendo el lugar, hasta que por fin lo encontró…

 

Sentado en la parte trasera de una ambulancia, con su traje inflamable sólo sirviendo  de pantalón y con una camiseta sin mangas se encontraba Kagami, siendo atendido por una chica que portaba un traje de primeros auxilios.

Daiki de inmediato notó cómo el cabello rojo estaba más corto que la última vez que lo vio, y estaba peinado elegante, con unos cuantos mechones resbalando por la frente de Taiga…

Tuvo que tragar saliva al ver lo bien que se veía su ex esposo…

Pero también tuvo que contener la ira al ver cómo aquella chica ponía una venda en el brazo de Kagami y lo miraba tiernamente, con una sonrisa penosa en su rostro.  No debía siquiera adivinar que la chica estaba coqueteando con su ex esposo.

Y eso no era lo peor… lo peor era que Kagami le estaba correspondiendo; le sonreía tiernamente, y la miraba directamente  a los ojos.

 

Aomine tuvo que dar media vuelta y volver por donde había llegado, ya que no soportaba la escena.

Con fuerza abrió la puerta de su patrulla y subió a ésta, recargando su frente sobre el volante, tratando de tranquilizar los raros sentimientos dentro de su pecho.

—Tch… dos pueden jugar este juego. —Dijo a la nada, suspirando hondamente.­

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Era viernes por la noche, Kuroko y Kise se habían reunido en el hogar de Kagami, pues éste los había invitado a tomar un par de tragos; era obvio que ni Tetsuya ni Ryota se negaran a la propuesta del pelirrojo.

Claro que ninguno de ellos pensaba tomar tanto como para caer ebrios, porque estaban pasando un buen momento.

 

Kagami debía admitir que durante esos tres meses, después de firmar el divorcio, no se le habían hecho tan difíciles, pues Kise Ryota había estado con él, levantándole el ánimo y haciendo cuanta cosa estuviera en su poder para mantenerlo distraído.

Ya recordaría el pelirrojo agradecerle a su amigo modelo.

 

Por lo mientras, escuchaban atentos a la conversación de Tetsuya, quien les contaba una de las grandes anécdotas que eran muy comunes en su trabajo; el trabajar con niños pequeños le dejaba esa satisfacción de recabar recuerdos a cada minuto.

Kise y Kagami no entendían cómo era que el chico peliceleste podía hacerse cargo de un pequeño grupo de niños, ellos tenían la idea de que los infantes eran una pequeña bomba de tiempo.

 

La anécdota tuvo que ser interrumpida gracias al teléfono celular de Kise, que empezó a sonar estrepitosamente por todo el lugar.

—Oh, es mi mánager. Disculpen, sólo tomará un minuto. — Avisó, mientras se levantaba de su asiento y caminaba hacia la salida, para atender su llamada sin ser interrumpido.

 

Kuroko miró salir a Ryota y luego enfocó sus orbes celestes en Kagami, regalándole a éste una pequeña sonrisa, y Taiga no pudo evitar notar la mirada penetrante, pensó que Kuroko estaba tramando algo.

—¿Qué? — Se atrevió a hablar, sin que el más bajo de altura desviara su mirada.

—Estaba preguntándome… ¿Irás a la fiesta? — Sólo cuestionó por curiosidad, ya que hacía una semana que el propio Tetsuya le había entregado la invitación a Taiga.

El más alto no respondió al instante, aún parecía estar pensando en su respuesta, pero el ir, para él, no era una opción.

—Invitaron a Daiki. ¿Cierto?

En realidad, Tetsuya ya esperaba esa misma pregunta, y aunque pudo, no quiso mentir.

—Es el amigo de la infancia de Satsuki-san… —No necesitaba responder un ‘sí’, o ‘no’, parecía que la respuesta había quedado clara.

 

El bombero desvió su mirada y la situó en alguna parte de la sala, entendiendo que, después de todo, tarde o temprano tendría que volver a ver a su ex esposo; esperaba estar preparado para ello.

—No tienes que hacerlo, Kagami-kun. — Posó una mano blanca sobre el hombro del mayor, quien lo miró instintivamente.

—Le prometí a Tammy que iría… le prometí un buen regalo, así que no faltaré. — Voz decidida salió de su boca,

Kuroko asintió a las palabras; pensó que para el pelirrojo aquel encuentro sería difícil e incómodo, pero debían hacerlo para superar lo del divorcio, y lo que quiso darle a entender a Taiga fue que no estaba solo en ese proceso, que podía confiar en él y en Ryota.

 

Hablando de Ryota…

—Lo siento, chicos, mi manager no pudo esperar hasta mañana. — Dijo entrando a la casa y sentándose en el mismo lugar en el que estaba.

—Iré a traer más botanas a la tienda. — Fue el turno del pelirrojo de levantarse.

—Moo~ Kagamicchi… yo te acompañaré. — Kise se ofreció.

—No te preocupes, eres mi invitado… no tardaré. Sólo procuren no hacer destrozos en mi casa. — Bromeó, regalándoles a ambos chicos unas grandes sonrisas, para luego ir hacia la salida.

 

De inmediato que Kagami abandonó el lugar, ojos celestes inquisitivos se fijaron en Ryota, en una mirada que denotaba descontento.

—¡Kurokocchi, no me mires así!

—¿Qué crees que estás haciendo, Kise-kun?

—¿Eh? — Ojos color miel se abrieron con sorpresa ante la interrogativa del otro chico.

—No creas que no me he dado cuenta… ¿Entiendes que Kagami-kun acaba de pasar por un proceso de divorcio? No es bueno que quieras hacerlo interesarse en ti tan pronto.

 

Ante la acusación, un sonrojo cubrió las mejillas blancas de Kise. Sabía que su amigo de la secundaria no era tonto, pero no esperaba  que éste dijera las cosas de esa forma.

¿Qué si empezaba a enamorarse de Taiga? ¡Claro! Y no iba a negarlo, pero… ahora que re-pensaba en las palabras de su amigo… sonaba a que Ryota se estaba aprovechando del mal momento por el que pasaba Taiga… sonaba tan mal a su punto de vista.

—No… no era mi intención aprovecharme de él. — Contestó con un puchero, sin fijar su mirada en la contraria. — Es sólo que… Kagamicchi es tan lindo~ssu, y tan dulce, y tan guapo…

Tetsuya rodó los ojos al escuchar todas las palabras que salían de la boca del rubio, claro que no quería escucharlas, había tenido bastante con escuchar las conversaciones de Aomine durante la preparatoria…

—…y ¿ya dije que es lindo?

—Basta, Kise-kun.

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Sábado había llegado y con él la fiesta de la pequeña hija de Kuroko y Momoi, quienes miraban como padres orgullosos cómo la pequeña de cabellos rosas y ojos celestes, que cumplía 4 años, jugaba con sus amigos, mientras que, los demás invitados pasaban un buen momento con amigos y demás conocidos.

 

Fue alrededor de las 4 de la tarde que Kagami llegó, acompañado por Ryota. Ambos vestían con ropa informal, pero elegante pues Kuroko así les había especificado, además de que era mejor para el verano.

Los ojos de ambos recorrieron el lugar; se trataba de un salón social con un enorme jardín de juegos, donde había muchos niños jugando.

 

Tan pronto como Tammy  miró llegar a sus dos ‘tíos’, corrió hacia ellos, y los abrazó, haciendo de cuenta que no se había percatado de los regalos que ambos chicos traían y mostrando su alegría, sintiéndose pronto cargada por el pelirrojo.

—¡Tammy~ssu! Te ves tan linda. — El rubio no evitó mirar el bello vestido rosa que portaba la niña, combinándolo con su lindo color de cabello.

—¡Tú también te ves muy guapo, tío Ryota! —  Sonrió, haciendo que el modelo denotara una sonrisa.

—Lo sé… Kagamicchi me dijo lo mismo.

—Ejem…— Taiga carraspeó un par de veces, haciendo de cuenta que no había escuchado al rubio. — Tammy. ¿Quieres ver el regalo que te traje?

—¡¡Sí!! — Un gran grito de aprobación salió de su boca, sin notar que a sus espaldas Kuroko y Momoi miraban la escena.

 

El pelirrojo bajó a la niña y le entregó un regalo grande, cubierto por papel brilloso y un moño.

Los ojos celestes de ella brillaron al ver el gran regalo; estaba ansiosa por abrirlo.

—¡Gracias, tío Taiga! — Sonrió, y el nombrado no pudo estar más feliz por ver así a la pequeña.

—¡Ahh, no has visto mi regalo, Tammycchi!  — El rubio también le dio un regalo, pero más pequeño que el de su pelirrojo acompañante.

—¡¡Gracias!! —besó a ambos en la mejilla y, con ayuda de su madre, llevó sus regalos hacia una mesa, donde se encontraban todos los presentes que le habían obsequiado.

 

—Gracias por venir. — Kuroko los recibió apropiadamente. — Pasen, ya llegaron Midorima, Takao, Murasakibara y Himuro

Y los otros dos chicos hicieron caso a la indicación, hacía mucho que no habían visto a sus amigos, seguro que tenían mucho que contar.

Tan pronto entraron al salón de fiestas, notaron a muchos invitados para ser sólo una fiesta de cumpleaños. Parecía que Momoi y Kuroko tenían muchos amigos y conocidos.

—¡Kagami, Kise! — La voz de Takao resonó en el lugar, mientras éste se había levantado de su asiento y agitaba una mano, para que sus amigos pudieran verlo.

 

Sin demora, los recién llegados caminaron hasta la mesa que sus amigos compartían.

—Hey Kagami. ¿Cómo estás? — Cuestionó el pelinegro, y Taiga tuvo que quedar unos segundos en silencio al pensar en su respuesta. ¿Acaso sus amigos ya sabían sobre lo ocurrido entre él y Aomine?

—Bien, gracias. — Atinó a decir, sentándose en una de las sillas vacías.

—Ne… Kaga-chin, Mido-chin y Takao-chin estaban muy preocupados por ti. — Fue el turno de Murasakibara de hablar, comiendo un postre que se encontraba frente a él.

—Vamos, chicos, no es momento de hablar de esto. — Himuro no quería que su hermano se sintiera incómodo allí, por eso pensó que sería mejor cambiar el tema de conversación. —Atsushi estaba contando sobre un puesto de chef que le ofrecieron en Shibuya.

—Wooo, Murasakibaracchi, suena bien. ¡Cuéntanos!

 

La conversación comenzó a fluir, todos estaban tratando de ponerse al día, evitando el tema del reciente divorcio entre Kagami y Aomine, pues parecía que el pelirrojo lo estaba tomando bastante bien como para recordar el tema.

Y si alguien osaba siquiera mencionarlo, allí estaba Himuro para impedir que el tema procediera.

 

No sabían cuánto tiempo habían estado conversando de cosas sin sentido, riéndose por cualquier tontería e incluso haciendo varias bromas. Pero todos notaron cuando cierto chico de piel morena y cabello azul marino cruzó por la puerta de entrada.

Lo que los sorprendió más fue que el recién llegado no llegaba solo, sino que había asistido con una chica con un vestido muy entallado, dejando mostrar sus atributos delanteros.

 

Kagami desvió la mirada cuando se percató de aquello. No quería decir que eso no le había afectado, pues era obvio que sí. Pero tampoco quiso darle muchas vueltas al asunto.

—Todo está bien, Kagamicchi. — En un murmuro habló Kise, tomando la mano del pelirrojo entre la suya, y éste no se negó, pues parecía que necesitaba ese tipo de apoyo.

Himuro no estaba nada feliz con la escena. ¿Cómo se le ocurría a ese maldito de Aomine llevar a la fiesta a una chica? Ante sus ojos, parecía que el moreno había tenido una buena razón para divorciarse. Miró a su hermano y éste parecía estar tranquilo, pero él, más que nadie, sabía que por dentro Taiga tenía el pecho adolorido.

 

Midorima, Takao y Murasakibara prefirieron permanecer en silencio, pues habían sentido el ambiente cambiar con la llegada de Daiki, así que prefirieron no hacer contacto visual con el moreno y su bella acompañante.

—Oigan, tengo una idea. — Takao intentó cambiar el ambiente, obteniendo las miradas de los demás en un segundo. —Organicemos un partido de basquetbol, entre nosotros. ¿Qué dicen? Como en los viejos tiempos.

—Buena idea, Takao. Yo estoy dentro. — Dijo el peliverde, acomodando sus gafas.

—Yo también… quiero aplastarlos a todos.

Parecía que gracias al chico de cabello negro, acompañante de Midorima, el ambiente tenso estaba cambiando poco a poco.

 

~*~

 

Aomine no dejaba de lanzar miradas hacia la mesa en donde Taiga y compañía se encontraban, estaba ansioso por saber si había logrado el efecto de provocar celos en su ex esposo. Pero parecía que su plan no había resultado.

Además de eso, había notado la extraña cercanía entre Kise y el pelirrojo.

¿Qué demonios tenía que ver Kise en todo eso?

El modelo rubio le prestaba bastante atención a Taiga, le regalaba sonrisas sinceras y miradas extrañas.

Se supone que el que tenía que sentirse celoso era Kagami. ¡No él! Entonces… ¿Por qué demonios no dejaba de sentir esos celos carcomer su interior?

 

—Daiki. ¿Todo bien? — Cuestionó la acompañante del moreno; una de las compañeras del cuartel que desde hacía tres meses le había coqueteado.

—Sí, todo bien. — Finalizó, entendiendo que el llevar allí a su compañera de trabajo había sido un error total. La chica ni siquiera le parecía guapa. Había metido la pata en todo eso.

 

No pasó mucho tiempo para que todos sus amigos se levantaran de la mesa y fueran a despedirse de Kuroko, Momoi y Tammy.

Antes de que el grupo de amigos saliera, Himuro le dedicó al moreno una mirada de sumo enojo, una mirada que le decía ‘no quiero volver a ver tu maldita cara jamás’.

Por otro lado, Midorima y Takao también le regalaron al peliazul miradas de desaprobación, de esas miradas que aparecen cuando decepcionas a alguien, y de alguna forma… aquello fue resentido por Daiki.

Y en todo ese momento, Taiga no lo había mirado…ni siquiera fugazmente.

Se sintió de verdad mal por las miradas de sus amigos y por no haber acaparado la atención de su pelirrojo ex esposo en la forma en la que había deseado.

¿Acaso Taiga ya ni siquiera gustaba de él?

—Podemos irnos si estás incómodo aquí. — La chica susurró al oído de Daiki, pero éste prefirió permanecer allí un poco más.

 

~*~

 

El grupo de amigos pensó que era demasiado temprano como para ir a casa, eran las 7 de la noche, y parecía que ellos querían alargar la noche; no fue mala idea, después de todo.

Los seis chicos se dirigieron hacia un bar que recomendó Murasakibara, e hicieron lo que no pudieron hacer en la fiesta de cumpleaños: beber.

 

Las botellas con alcohol fueron puestas sobre la mesa, pronto fue servida en los vasos y los seis empezaron a degustar.

El líquido de las botellas poco apoco se iba terminando; la música sonaba a alto volumen y todos ellos estaban muy animados.

Taiga no quería tomar, sin embargo, pensó que era momento de olvidarse de todo lo que lo aquejaba y sumirse en ese mundo de embriaguez.

Midorima, Kagami y Himuro eran los que más consumían alcohol, por lo que sus acompañantes tuvieron que permanecer sobrios, o de lo contrario, llegar a sus respectivas casas sería una tarea muy difícil.

 

Pero debían admitir que aquella reunión era interesante y divertida, hacía mucho que no salían de esa forma.

 

 

~*~

 

Aomine fue lo suficientemente caballeroso como para llevar a la chica que había aceptado acompañarlo a la fiesta,  a su casa; por suerte ella no vivía muy lejos del lugar donde había sido la fiesta de cumpleaños de Tammy.

 

La chica condujo a Daiki hasta el enorme edificio en el cual vivía, luego, ambos entraron al ascensor, con rumbo al departamento de la chica.

Los recuerdos del moreno empezaron a activarse; ese lugar le parecía bastante similar al edificio donde había vivido con Kagami. No pudo evitar cerrar los ojos y dejar que los recuerdos inundaran su mente.

—Hemos llegado. — Dijo ella, sonriendo tímidamente y saliendo del ascensor, para caminar unos pocos pasos hasta estar frente a la puerta de su departamento.

—Bien, entonces… nos vemos. — Finalizó, dando media vuelta, pero siendo, de inmediato, detenido por la mano de la chica sobre su ropa.

—Daiki… me preguntaba… ¿Quieres entrar?

 

Sus ojos color zafiro se abrieron con asombro, en realidad no había pensado en la posibilidad de llegar hasta la cama de la chica.

De repente se preguntó… ¿Aquello lo ayudaría? ¿Pasar la noche con ella ayudaría a olvidar a Kagami?

—Claro. — Respondió, después de pensar un poco su respuesta.

Los ojos claros de ella brillaron con emoción ante la respuesta, ya que si era sincera, podía fácilmente decir que el moreno no aceptaría su propuesta.

 

La chica, tratando de no demostrar su emoción, abrió rápidamente la puerta, después dejó entrar a su acompañante primero. Tan pronto como ella cerró la puerta, se abalanzó hacia los brazos ajenos, intentando tomar los labios de Daiki, quien se negó a besarla, moviendo la cabeza de un lado a otro, ante los intentos de la chica.

 

Al notar que el moreno no la besaba, prosiguió a deshacerse, desesperadamente, de la camiseta blanca que portaba él, desabotonó uno a uno los botones, empezando por la parte inferior.

Daiki se dejó hacer, sin embargo, en aquellas acciones no había deseo, no sentía pasión, mucho menos necesidad… la chica no le provocaba ninguna emoción; y lo supo cuando, a pesar de que la mano de ella se encontraba sobre su miembro, éste no reaccionaba para nada; no podía tener una erección.

 

Ella decidió empujar un poco a su acompañante y tumbarlo sobre el sofá, prosiguió a despojarse de su blusa, dándole al peliazul una buena vista de ella en un sujetador negro con encaje. Sabía que sus senos encenderían a Daiki, pero éste no se atrevía siquiera a tocarla, no mostraba ninguna emoción en su rostro, y eso la molestaba un poco.

Decidió quitarse el sostén, tratando de encender los ánimos, y lo único que ganó fue que el moreno levantara una ceja ante lo que miraba.

 

Aomine soltó un suspiro de resignación que fue ignorado por ella, luego cerró los ojos, sintiendo como la chica se movía sobre él. En su mente apareció el rostro de Kagami, se lo imaginó en el lugar de esa mujer que se movía sobre él, y, repentinamente su erección apareció, provocándole un sobresalto.

 

—Creo que no es un buen momento. — Mencionó el peliazul, levantándose y moviendo a la chica hacia un lado.

El rostro de enojo y decepción de ella se hizo evidente al notar cómo el otro se acercaba lentamente hacia la puerta.

—¿Te irás así nada más? ¡Qué poco hombre eres, Daiki… no puedes satisfacer a una mujer!

El nombrado detuvo sus pasos y de repente una sonrisa se formó en sus labios. Giró, hasta mirar a la chica que aún yacía sobre el sillón. Si ella esperaba provocarlo con esa simple frase, había fallado vilmente.

—No… no puedo satisfacer a una mujer… porque sólo quiero satisfacer a una persona… y esa persona no eres tú.

 

Salió tan pronto como pudo de allí, cerrando la puerta a su paso.

No quería tener relaciones con nadie más que no fuera Taiga… cuando sintió a la chica sobre él, lo único que pudo imaginarse fue a su pelirrojo ex esposo derriba de él, con esa mirada tierna y ese pequeño sonrojo en sus mejillas.

Suspiró resignado; se recargó sobre la pared y cerró los ojos… ¿Cómo había sido tan estúpido? ¿Cómo había dejado escapar de ese modo al amor de su vida? ¿Cómo pudo privarse a él mismo de la felicidad?

Le dolía bastante el tener que pensar que había cometido un terrible error. Dolía el tener que pensar que había desperdiciado 5 años, que si bien no habían sido tan espectaculares, tenía a la persona a quien más amaba a su lado.

Sin notarlo, una lágrima resbaló por su mejilla al saber lo tonto que había sido al dejar ir a su Taiga…
¡Tenía que recuperarlo!

 

~*~

 

La noche había terminado para los seis chicos: Murasakibara tuvo que llevarse a Himuro a casa, Takao hizo lo propio con Midorima y Kise tenía que encargarse de Kagami. El modelo rubio debía dar gracias porque Kagami no era alguien insufrible cuando se alcoholizaba, en realidad el pelirrojo, entre más tomaba más divertido era, pero cuando el efecto pasaba, el sueño trataba de vencerlo.

 

Y allí se encontraban ambos, a bordo de ese ascensor que los llevaría hasta el piso donde se encontraba el departamento de Taiga.  Lo más difícil para Ryota había sido tener que mantener despierto al bombero, pues bien tenía claro que si éste se dormía, no podría cargarlo hasta su hogar.

 

—Kagamicchi… sólo… dame la llave. — Pedía, mientras esculcaba en los bolsillos del pantalón del pelirrojo, tratando de encontrar la dichosa llave. — ¡Bingo! — Por fin la encontró, y sin demora, abrió la puerta, para luego ayudar a entrar a Taiga.

El pelirrojo estuvo lo suficientemente consciente como para saber que debía ir a la cama, y, tirando un par de cosas en su camino, y resbalando un par de veces, llegó hasta su alcoba, claro… ayudado por Kise.

 

Justo cuando el rubio iba a dejar a Taiga en la cama, éste lo abrazó, y ambos cayeron sobre el colchón, Ryota sobre el bombero, quien no deshacía el agarre que había hecho alrededor de su cuello.

—Kagamicchi… — Susurró, tratando de zafarse.

—Kise~ — Siseó. —Mírame…

Y el nombrado hizo lo pedido, observando aquellos bellos rubíes que Taiga tenía por ojos.

No tuvo tiempo de reaccionar, y cuando sintió, el pelirrojo había juntado sus labios en un beso inocente; Kise cerró los ojos al contacto, sin embargo, cuando se dio cuenta de lo que pasaba, se alejó, soltándose por fin del agarre.

—Kagamicchi… no deberías hacer eso. — Su sonrojo era evidente, y aunque estuvo dispuesto a dejar que el otro chico lo besara, sabía que no era lo mejor en ese momento.

—Ryota… te necesito.

 

El rubio tembló ante las últimas palabras; no debía dejar que sus sentimientos se apoderaran de él, sabía que el pelirrojo estaba ebrio; no debía de aprovecharse de él en ese estado. Además… le dolía recordarlo, pero Kagami aún amaba a su ex esposo.

—Si lo haces, te arrepentirás por la mañana. —Habló con voz baja y tierna, deshaciendo la cama, para que el pelirrojo se acomodara para dormir. —Kagamicchi no sabe lo que hace, será mejor que duermas.

Y el pelirrojo pareció entender lo que pasaba, y sin dar más molestias hizo lo que su rubio amigo le pedía, se recostó en la cama, y cerró los ojos, pidiendo a todos los cielos porque su cabeza dejara de dar vueltas.

—Si Kagamicchi por la mañana me pide lo mismo… tal vez pueda hacerlo. — Le regaló una linda sonrisa, acercándose hasta la frente del bombero y dejando un beso fugaz en su frente.

 

Kagami miró, con ojos cansados, cómo el rubio salía del cuarto y cerraba la puerta a su paso.

Un suspiro salió de su boca, y por algunos minutos miró hacia el techo, hasta que el sueño lo venció.

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Aomine no había podido dormir durante la noche… no después de lo que había pasado y de que se había dado cuenta de que quería a su ex esposo de nuevo junto a él.

Se había portado como un completo tonto en la fiesta de cumpleaños de Tammy, no dejaba de reprocharse cómo era que se le había ocurrido la grandiosa idea de darle celos a Taiga con una de sus compañeras del trabajo. ¡Eso había sido una tontería!

 

Creía que con el trabajo del día dejaría de pensar un poco a Taiga, pero se había equivocado. El bello rostro de su ex esposo no podía salir de su mente.

Pero estaba decidido… quería recuperar al bombero pelirrojo, y haría hasta lo imposible por hacerlo.

 

Luego pensó un poco en Kagami… ¿Tenía algo que ver con Kise?  ¿Por qué durante la fiesta esos dos se habían portado tan cercanos? Los celos, ante sus propios pensamientos, empezaron a inundarlo. No, por supuesto que no dejaría que Kise Ryota se quedara con ese hombre a quien amaba con demasía.

 

Detuvo la patrulla que conducía, y se estacionó en un lugar adecuado; sacó su celular de su pantalón y digitó un número que conocía de memoria.

No estaba seguro qué esperar de esa llamada, no sabía si la persona del otro lado de la línea contestaría o por el contrario, lo ignoraría.

Sus manos comenzaron a sudar, no recordaba la última vez en la que se había sentido tan nervioso… bueno… en realidad… a su mente llegó un vago recuerdo… y fácilmente podía especificar aquellas dos veces en las que se había sentido así: cuando se declaró, y le pidió a Taiga ser su novio, y… en la primera vez con ese mismo chico pelirrojo…

—Demonios… — Dijo a la nada, sintiendo cómo un pequeño sonrojo se formaba en sus mejillas gracias a sus repentinos recuerdos.

 

Tuvo que colgar a la llamada, ya que, por más tiempo que permaneció en la línea, su llamada no había sido recibida por Taiga.

Suspiró en derrota, tal vez podía intentarlo de nuevo más tarde.

 

~*~

 

Para su mala suerte, su jefe le ordenó patrullar en un barrio más lejano, y no tuvo opción de negarse.

La noche había caído ya sobre la ciudad, rondaban las 8 de la noche, y lo único que quería Daiki era ir a dejar la patrulla al cuartel e irse a casa, a dormir en ese horrible departamento en el que ahora vivía.

 

Iba de regreso al cuartel, cuando un auto captó su atención; este auto conducía a exceso de velocidad en una zona residencial. “Mal hecho” pensó, mientras tocaba el claxon de su patrulla, indicándole al auto negro que se detuviera.

 

Después de que ambos autos se estacionaran junto a la acera, Daiki salió de su patrulla, sabiendo que era un hecho que debía dar una multa por exceso de velocidad.

Miró cómo la ventanilla de vidrios polarizados del auto negro bajaba, y su sorpresa creció al notar que dentro del auto se encontraba Taiga, como conductor, y Himuro, como copiloto.

—Oficial… — Habló Kagami, como si no conociera al moreno, lo cual no le gustó nada a éste.

—Taiga… — Esos ojos rubíes lo habían atrapado, pero, aquella mirada era tan diferente… en ella no había nada, esos ojos no reflejaban ningún sentimiento…

¿Cómo no se había dado cuenta de que ese auto negro era de Himuro? O más bien, es que no lo había recordado.

 

Fue Tatsuya quien simuló toser, para que el moreno saliera del extraño ensimismamiento en el que había caído; al menos lo había ayudado a regresar a la realidad.

—Sí… ehhh… ibas a exceso de velocidad. — Dijo tontamente, sin despegar su mirada de la del pelirrojo.

—Pfff, claro que no. — Se quejó el bombero.

—Claro que sí.

Himuro rodó los ojos al notar el comportamiento de ambos chicos. Vaya que le era muy molesto, así que decidió intervenir.

—Verá, oficial… mi hermano sí iba a exceso de velocidad… estamos de camino a una cita, así que si no le importa, sólo denos la multa, para que podamos irnos y no llegar tarde. — El tono agresivo en la voz de Tatsuya no se hizo esperar, y es que aún no podía ver a Aomine ni en pintura, y menos después de lo que había pasado en la fiesta de la pequeña Tammy.

 

Kagami permaneció en silencio, ya no era necesario que hablara, pues su hermano había sido muy específico; su mirada se situó al frente, evitando aquellos orbes zafiro que lo miraban inquisitivamente.

—Escucha Taiga… no te daré multa esta vez. Sólo procura ir más lento, por favor. —

El pelirrojo, con asombro, al escuchar las últimas dos palabras del moreno, giró para encararlo, sin poder evitar hundirse en aquellos ojos azules como la medianoche; aquellas últimas dos palabras no habían sido dichas sólo como un comentario, sino más bien como una petición.

Daiki le mostró una sonrisa tierna, alternando su mirada entre aquellos rubíes y los bellos labios de Taiga; era obvio que éste último se había dado cuenta de aquello.

—¡Vámonos, Taiga! Llegaremos tarde. — Himuro tuvo que romper de nueva cuenta el extraño trance, ahora, en el que ambos habían caído.

 

Sin más palabras, el pelirrojo puso en marcha el auto, acelerando y alejándose de la escena, perdiéndose ante la mirada de Aomine, quien había permanecido de pie junto a su patrulla.

Sintió cómo su corazón latía a ritmo acelerado; esta había sido la ocasión en la que, después de casi cuatro meses, había estado más cerca de Kagami. De alguna forma, eso lo reconfortaba un poco.

 

~*~

 

—¿Qué fue eso, Taiga? — Cuestionaba Himuro, mirando a su hermano conducir su auto.

—No sé a qué te refieres.

—¿Quieres que sea más específico? Eso… de las miradas entre tú y ese maldito de Aomine.

—Tch… ¿Qué me dices de ti? ¿Por qué le dijiste mentiras? No vamos a ninguna cita, sólo vamos a comer a tu casa. —Se quejó, sin desviar la mirada del camino que tenía enfrente.

—Bueno, no puedes negar que la mirada de Aomine, al escuchar la ‘mentirilla’, fue única. —El pelinegro soltó un par de risas después de su propio comentario.

Taiga no respondió de vuelta, en definitiva aquello no se le había hecho tan gracioso. Al menos su hermano había olvidado el tema de conversación… aquellas miradas que había recibido de Daiki habían hecho que su corazón palpitara rápido, podía, fácilmente, distinguir añoranza y cariño en dichas miradas… no entendía por qué, pero el pequeño momento con Daiki le había agradado.

 

Sin sentirlo, una pequeña sonrisa nació en sus labios.

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Era un nuevo día, Kagami llegaba al cuartel de bomberos para una larga jornada de trabajo.

Estaba a punto de ir hacia su casillero, cuando la recepcionista lo detuvo, llamándolo por su nombre.

—Lamento interrumpirlo, Kagami-san… — La chica de cabello café miró al bombero. —Tengo un envío para usted.

—¿Un envío? — sus distintivas cejas se fruncieron, pues no podía imaginar quién le mandaba algo… “Tal vez sea mi padre…” pensó rápidamente.

El pelirrojo miró cómo la chica se levantaba y cargaba un arreglo de flores.

—Es esto… — Habló, denotando una pequeña sonrisa, entregándole el arreglo al pelirrojo, quien, titubeante, lo recibió. —Es un bello detalle. — La sonrisa de la chica se hizo más grande, y Taiga no respondió, pues no entendía qué estaba pasando.

—Uhh… gracias… — Finalizó, dando media vuelta y yendo hacia el cuarto donde estaba su casillero.

 

Cuando llegó a dicho cuarto, dejó el arreglo sobre la mesa, y se dedicó a buscar alguna tarjeta, algo, que le indicara de quién provenían esas bellas flores, pero no la encontró.

—¡Woa! Qué buen detalle, Kagami-senpai. —Uno de sus compañeros de trabajo habló, mirando cómo el pelirrojo revisaba las flores. —Deben ser de su esposo. ¿No?

Ante la mención, los ojos rubíes se abrieron con sorpresa y miraron al chico pelinegro que estaba frente a él; luego dirigió de nueva cuenta su mirada hacia el arreglo de flores.

¿De Aomine?”, se cuestionó mentalmente, tratando de imaginar las probabilidades que había de que esas flores fueran de parte de su ex esposo… “No… no puede ser.”, se convenció, dejando las flores sobre una mesa, mientras él se ponía su traje inflamable para empezar a trabajar.

Al menos la noticia de su divorcio no había sido esparcida en el cuartel.

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Y así pasaron dos semanas: llegaba al trabajo, la chica recepcionista lo detenía y le decía que había llegado un envío para él y el pelirrojo se daba el lujo de recibir aquellas flores bien decoradas.

Luego se dedicaba a presumir un poco aquellas flores de un desconocido; sobraba decir que aquel detalle diario ponía celosos a sus colegas del trabajo.

 

Por las noches, al salir del trabajo, llevaba aquellas flores y las ponía en un envase con agua, dándose cuenta de que las flores estaban abundando su departamento, lo cual le traía un poco de vida a ese lugar.

 

—¿Has adivinado quién es la persona que te manda esas flores, Kagamicchi? — Cuestionó Kise, sentado en el sofá del pelirrojo, denotando un ligero tono celoso en sus palabras; ambos chicos esperaban por las pizzas que habían pedido minutos antes, varios minutos más y las pizzas serían gratis.

El pelirrojo negó con la cabeza ante la pregunta; al principio pensó que era el mismo Kise Ryota quien mandaba dichas flores, pero cuando éste, con curiosidad le preguntó de quién provenían, descartó la posibilidad de que aquél ‘admirador secreto’ fuera su amigo rubio.

­—Creo que es mala idea aceptar esos regalos de un extraño. — Claro que el rubio estaba celoso, y no evitaría meterle ideas extrañas a Kagami.

—Tal vez tengas razón. — Había pensado en la posibilidad de negar esos arreglos de flores, pero siendo sincero, no podía decir que no a un detalle como ese.

 

De repente, el celular de Taiga comenzó a sonar estrepitosamente, y sin demora, el pelirrojo atendió la llamada.

Kise lo miró con curiosidad. En el tiempo en el que había frecuentado a Kagami, se había dado cuenta de que la mayoría de llamadas provenían del cuartel.
Pidió a todos los cielos porque ésta vez estuviera equivocado… no quería que el pelirrojo se fuera y lo dejara allí.

—Lo siento, Kise. — Se disculpó Taiga, tras haber terminado la llamada. — Es el cuartel… hay una emergencia.

 

El modelo hizo un puchero que no pasó desapercibido por el bombero, quien sonrió ante la visión.

—¿Y las pizzas?

—Lo siento, podemos comerlas mañana… —No había sido buena idea decir algo así, pues ya estaba claro que los planes de cenar con su amigo habían sido cancelados.

—De acuerdo. No te preocupes, Kagamicchi. — Una gran sonrisa se mostró en el rostro de Kise, y, mirando cómo el pelirrojo tomaba una muda de ropa y la metía en una maleta, decidió levantarse, para acompañar al bombero hasta la puerta y de ahí irse a casa.

 

~*~

 

El incendio había sido de gravedad: un edificio estaba envuelvo en llamas, las personas habían podido escapar satisfactoriamente, pero las llamas estaban propagándose a los edificios vecinos.

La labor de los bomberos era cada vez más difícil, tanto, que se necesitó de la ayuda del cuartel de bomberos de las prefecturas vecinas.

Las llamas no podían ser contenidas; los edificios aledaños estaban sufriendo daños, así que los vecinos tuvieron que ser evacuados por los policías.

 

Después de al menos 3 horas de intensa labor, las llamas cesaron, y los rescatistas, bomberos y demás ayudantes dieron gracias porque el edificio no colapsó, o de lo contrario los daños habrían sido mayores.

 

Después de tanto trabajo, seguro que la mayor parte de bomberos pensaba ir a tomar unos tragos a un bar cercano.

 

Kagami suspiró en cansancio, su traje inflamable, así como su rostro, estaban cubiertos con ceniza; el sudor recorría todo su cuerpo, y su estómago rugía de hambre… ahora no le caerían mal esas pizzas que no llegaron a tiempo a su casa.

—Kagami-san. Déjeme revisarlo. — Una chica, que ya conocía de vista al pelirrojo (y la que anteriormente había coqueteado con él) se le acercó, con material de curación en sus manos, dispuesta a dar un vistazo a Taiga y sanar cualquier herida que éste tuviera.

—Gracias, estoy bien. — Respondió con una ligera sonrisa, luego mirando cómo la chica asentía a las palabras y se retiraba a revisar a alguien más.

 

Taiga necesitaba descanso, así que no se le hizo tan mala idea caminar hasta uno de los camiones de bombero y tomar asiento en la parte trasera, sintiendo el aire, que aún estaba cálido, rozar sus mejillas. Cerró los ojos al contacto, bajó la cabeza y suspiró hondamente.

—Buen trabajo, Taiga. — Una voz lo sacó de su cansancio; sus ojos, ahora con sorpresa, miraron los zapatos negros, luego ese pantalón azul, subiendo por la camisa en un tono más claro, hasta llegar a esos ojos zafiros que no planeaba encontrarse ese día.

Daiki lo miraba, con una muy pequeña sonrisa en sus labios.

Una de las cosas que siempre le habían encantado a Aomine era mirar a su esposo hacer su trabajo… le resultaba algo erótico ver a Kagami con ese traje inflamable, con ese sudor cayendo por su cuello y esas manchas de ceniza… pero no debía pensar en eso en se momento… no era buena idea.

 

El pelirrojo no respondió, pero tampoco apartó su mirada de los ojos azules de su ex esposo. Tenía esas inmensas ganas de levantarse y abrazarlo fuerte; pero tuvo que contenerse al recordar todo por lo que había pasado en esos 5 meses de separación.

—Dime… ¿Te han gustado las flores? — Impactó Daiki con ese comentario.

Kagami, ante la mención, abrió los ojos grandes en sorpresa. Había descartado enteramente la posibilidad de que Aomine fuera el que enviaba esos arreglos, pero ahora ya lo sabía.

 

En ese momento empezaron las preguntas. ¿Por qué demonios Daiki se tomaba la molestia de mandar flores? ¿Por qué después del divorcio? ¿Acaso estaba tramando algo?  Su mente se vio inundada de demasiadas preguntas, que apenas podían ser asimiladas.

Daiki, al notar el rostro pensativo de su ex esposo, sólo sonrió divertido, sabiendo que la mente del pelirrojo era un lío.

—Estaba pensando… — Daiki acaparó la atención del pelirrojo con sus repentinas palabras. —…que tal vez podías acompañarme a cenar mañana.

—¿Eh?

—Sí, ya tengo una reservación…

Sus cejas partidas se fruncieron. No creía lo que estaba escuchando.

—¿Por qué no invitas a esa chica que te acompañó a la fiesta de Tammy? — “¡carajo!”, blasfemó en su mente, cerrando los ojos y suspirando en derrota ante la estúpida pregunta que había dicho. Y como lo esperaba, Aomine tomó aquello como…

—¿Esos son celos? — una sonrisa traviesa surcó sus labios.

—¡Jódete!

 El peliazul trató de seguir con la conversación, pero uno de sus compañeros lo llamó por su nombre, parecía que Daiki era requerido para algo de importancia.  —Tch… malditos molestos. — Enfocó su vista nuevamente en el bombero y se percató de la cara de molesto que éste tenía; esa expresión le pareció linda… —Mañana, a las 9, en el restaurante Ichiran, te estaré esperando.

—¡Espera, Daiki! — A Kagami no le dio tiempo decir nada más, pues el moreno desapareció rápido de su vista.

 

¿Qué demonios había sido eso? ¿Por qué Aomine primero mandaba flores, y ahora lo invitaba a cenar? ¡¡¡¡¡¿Qué carajos estaba pasando?!!!!!! Se preguntaba una y otra vez qué había cambiado, por qué el moreno estaba portándose tan raro, pero ninguna respuesta coherente llegó a su mente.

 

Pensó en que tal vez podía ir a cenar con él; allí esclarecería todas esas dudas que golpeaban su mente a cada segundo; allí podría decirle a Aomine que dejara de molestarlo, y que siguiera con su vida.

—¡Maldición! — Llevó ambas manos hacia su cabello rojizo y lo despeinó con frustración al no poder borrar todas las preguntas en su mente. Tal parecía que durante esa noche no podría dormir; y todo por ese tonto de Aomine Daiki.

..::..

.:.

.

No le diría a nadie sobre la cita. Seguro Kise se sentiría decepcionado de él;  Kuroko no diría nada, permanecería con esa cara inexpresiva, pero estaba seguro de que muy en el fondo estaría diciendo ‘Kagami-kun, eres un tonto’.

No quería parecer un tonto para sus dos amigos.

 

Sus ojos miraron su propia figura reflejada a través de ese espejo… ¡¡¡¿¿Por qué rayos estaba tardando demasiado en vestirse??!!!! ¡No es como si le importara aquella cita! Es más… si por él fuera, dejaría plantado a Daiki. “Definitivamente eso haré”, se dijo, mirando el chaleco negro que yacía sobre su mano y aventándolo por ahí.

Dejaría esperando al policía en el restaurante. ¿Qué podía salir mal? Así Daiki entendería que no quería saber nada más de él… sí, eso haría.

 

~*~

 

—¡¡¿Por qué demonios estoy aquí?!! — Gritó, al cruzar la puerta del restaurante en donde Daiki lo había citado, acaparando la mirada de algunas personas que iban llegando al lugar, y de los empleados del restaurante, quienes lo miraron como si el pelirrojo fuera un bicho raro.

—¿Puedo ayudarlo? — La recepcionista de inmediato hizo su trabajo, aún con esa mirada rara sobre el pelirrojo.

—¡No me deje entrar allí! —Taiga miró suplicante a la chica, quien retrocedió al ver lo extraño que se comportaba el otro chico. Suspiró resignado, no había de otra. —Uh… Aomine Daiki hizo una reservación… — Finalizó, tratando de no llamar más la atención y de no asustar a la chica, quien, muy renuente, revisó las reservaciones en su agenda.

 

Después de confirmar la información, la chica le pidió a Taiga que la siguiera, mientras ella lo dirigía a su mesa.

Para Kagami, ese restaurante no era algo nuevo, en realidad ya había ido muchas veces, y todas esas veces había acudido acompañado de Daiki; ambos solían frecuentar ese lugar en fechas importantes como cumpleaños o aniversarios.

Cabía recalcar que le era un poco incómodo estar allí de nuevo… y ahora para encontrarse con su ex esposo, quien lo había citado sin siquiera aceptar una respuesta.

 

La chica se detuvo y señaló la mesa en la que debía sentarse, y sin poder eludirlo, sus ojos carmesí se fijaron en Daiki, quien mostró una sonrisa y se levantó de inmediato al reconocer al pelirrojo.

La mirada del moreno recorrió al recién llegado de pies a cabeza, y es que Taiga se veía tan bien con cualquier cosa que se pusiera, y ese traje elegante no era la excepción.

—Creí que tal vez no vendrías. — Confesó, haciendo un ademán para que su ex esposo se sentara, mientras él jalaba la silla, como cortesía.

—Fue tonto de mi parte el venir. — Las palabras sonaron con sinceridad pero también con algo de agresividad, que fue notado de pronto por el policía, quien calló ante el comentario.

 

Para Kagami la reunión era muy incómoda, aún no entendía que era lo que pretendía Daiki, y lo primero que cruzó por su mente fue el hecho de que tal vez el peliazul lo había citado allí para quedar en buenos términos. Era lo mejor que podía hacer, después de recordar lo mal que terminaron.

 

Un mesero se acercó a ellos y, después de ver la carta, hicieron su pedido.

Ambos se conocían tan bien que sabían lo que el otro iba a pedir; pero ninguno hizo algún comentario al respecto.

—¿Qué tal el trabajo? — El policía rompió el silencio, posando un codo sobre la mesa y recargando su rostro sobre su mano, enfocándose fijamente en el chico que tenía enfrente.

—Ah… bien. — El desinterés se hizo evidente.

Aomine no debía ser un genio para saber que el pelirrojo no quería entablar ningún tipo de conversación con él; la actitud defensiva que Taiga mostró no le gustaba para nada, pero lo entendía al final de cuentas.

 

Después de algunos minutos de silencio e incomodidad, el mesero llegó con sus platillos y los situó sobre la mesa; Kagami agradecía internamente por esa interrupción, mientras que Daiki pensaba en que la conversación, para la que había citado a Kagami allí, podía esperar, al menos hasta terminar la comida.

 

Aquellos minutos, a Taiga le parecían eternos; a pesar de eso, pasó un buen rato mirando comer a Daiki, y esos labios morenos que se movían lentamente… ¡¡¿Por qué demonios estaba pensando en eso?!! Se culpó internamente por pensar cosas inapropiadas.

—Tammy me pidió que te agradeciera por el regalo que le diste en su cumpleaños. — Habló el moreno, después de tomar una servilleta y limpiar la comisura de sus labios con ella.

—Huh… pudo habérmelo dicho a mí cuando hablé por teléfono hace días con Kuroko.

—Supongo que ella aún piensa que vivimos juntos.

 

El bombero permaneció en silencio. ¿Cómo le explicaban a una niña de 4 años que sus ‘tíos’ se habían separado, y no vivían juntos? Estaba casi seguro de que Kuroko y Momoi no habían platicado ese tema importante con la pequeña niña.

 

Por la mente de Daiki vagó el recuerdo de Tammy pidiéndole que le diera gracias a Taiga por el regalo bello que había recibido, además de que la niña le había preguntado quién había sido la acompañante que había llegado con él en su fiesta. Ella se había molestado mucho al notar que, en su fiesta de cumpleaños, Taiga y Daiki no habían estado juntos, como lo habían hecho durante años.

 

—Tengo una caja con varias de tus cosas en la casa… por si aún las necesitas. — Kagami sorprendió con ese atrevido comentario, bajando la vista, enfocándola en su comida, sin atreverse a mirar aquellos zafiros de su ex esposo.

Aomine no pudo contenerse al escuchar tales palabras, con avidez tomó la mano de Kagami entre la suya, ganando una mirada de sorpresa y fastidio de parte del pelirrojo; Kagami no dijo nada ante el atrevimiento, sólo apartó con lentitud su mano.

—Lo siento. — Llegó la disculpa del peliazul, quien llevó su mano hacia su cabello, sin saber exactamente cómo seguir la conversación.  —No te cité aquí por eso. Yo… quiero… yo quiero hacer las paces contigo.

 

La mirada de fastidio del pelirrojo cambió de inmediato, ahora sus ojos mostraron curiosidad pero también algo de entendimiento.

—Oh… por eso la cena. — Habló, pareciendo comprender un poco a lo que el moreno quería llegar. —Bien, no te preocupes por eso.

Aomine suspiró, no sabía si en resignación o alivio. Por una parte estaba el alivio al ver cómo la actitud de su ex esposo había cambiado por completo, parecía, hasta cierto punto, más amigable con él.

Pero también sentía resignación, pues… parece que no había dicho las palabras correctas, y ahora Taiga había entendido todo mal.

 

Lo amaba. Amaba a ese tonto pelirrojo que había estado junto a él por muchos años. Pero su cobardía no le permitía decirlo en voz alta; estaba seguro que de hacerlo, Taiga lo golpearía.

El silencio llegó de nuevo, Taiga estaba esperando algún otro comentario de Daiki, y éste, a su vez, estaba tratando de pensar en las palabras adecuadas para hacerle entender a Kagami que aún lo amaba. ¡Era tan difícil!

 

Parecía que Kagami cada vez se sentía más a gusto en esa cita, prueba de ello era que respondía de buena forma a los comentarios del otro chico, dijo varias bromas, además de que, de su boca, salieron un par de insultos hacia Daiki.

Eso ya era un gran avance, ante los ojos del policía.

Conversaron sobre su vida rutinaria, algunas experiencias divertidas en sus trabajos; pero en ningún momento el moreno mencionó el lugar terrible en el que vivía, ni Kagami habló sobre la amistad que había nacido entre él y Kise.

 

La noche se alargaba, y alrededor de ellos ya no había ningún comensal, así que parecía que era tiempo de irse a casa.

Los dos salieron del local y llegaron a la esquina, para despedirse.

 

El pelirrojo no podía negarlo: había pasado una velada muy amena al lado del moreno, justo como en los viejos tiempos; a su mente llegaron aquellos recuerdos en los que había ido a ese restaurante al lado de su esposo; todas aquellas conversaciones que allí se suscitaron… y ese brillo en los ojos de Daiki, justo el mismo brillo que miraba en ese mismo momento en los ojos zafiros “¿Qué?”, se preguntó, mirando cómo Daiki se acercaba a él, en forma lenta.

—Si tú quieres… podríamos tener otra cita… —Por segunda vez en la noche, se atrevió a tomar la mano de piel bronceada entre la suya, pero ésta vez Kagami no se resistió.

 

Kagami bajó la mirada ante su falta de voluntad por deshacer el agarre; cuando sintió unos dedos cálidos posarse en su mentón, y aplicar muy poca fuerza, para que el pelirrojo levantara el rostro, y se fijara en esos ellos orbes azules.

El corazón de Taiga comenzó a latir rápido al ver de nuevo aquellos ojos azules que lo miraban con devoción. Sentía aún la mano de Daiki sobre su mentón, y ese dedo pulgar que se movía traviesamente, hasta llegar a sus labios y acariciarlos tiernamente; Kagami cerró los ojos ante el contacto de ese dedo con sus belfos, cuando los abrió miró en cámara lenta cómo el policía acortaba la distancia entre sus labios, hasta que sintió el tierno y casto beso sobre su piel.

 

Cuando Aomine se separó, admiró aquel bello rostro, que, a pesar de los años, aún seguía siendo hermoso para él; una muy pequeña sonrisa surcó sus labios. El sonrojo de Kagami le parecía por demás tierno, además de esos radiantes ojos carmesí que denotaban conmoción ante lo que acababa de pasar.

Sintió cómo la mano derecha del bombero se aferraba a su camisa blanca, y, sin necesidad de palabras, supo lo que debía hacer… lo que Kagami quería que hiciera…

Tomó el rostro de Taiga entre sus manos y posó sus labios sobre los ajenos por segunda vez en esa noche; Kagami cerró los ojos al contacto cálido; podía sentir la respiración del moreno sobre su piel… una sensación que hizo que su piel se erizara.

Segundos pasaron, y Daiki optó por mover, de forma lenta sus labios, y para su sorpresa, el pelirrojo correspondió el beso, abriendo la boca al ritmo que marcaba Daiki.

 

El ritmo del beso era por demás paulatino, ninguno quiso arruinar el momento haciendo partícipes a sus lenguas; simplemente eran los labios de los dos, moviéndose lento, mandando miles de emociones y sentimientos en ambos cuerpos.

Las manos del bombero se aferraron fuerte a la camisa ajena, claramente, no queriendo dejar ir al moreno que lo besaba de una forma en la que hacía que mariposas dentro de su estómago aparecieran, tal cual adolescente loca de amor.

 

Daiki sentía la piel cálida de las mejillas de su ex esposo sobre sus manos, su corazón palpitaba fuerte y percibía cómo sus piernas empezaban a flaquear ante las intensas sensaciones.

Decidió terminar el beso, mordiendo  el belfo inferior del pelirrojo y separándose escasos milímetros, para dejar un beso final sobre los labios ajenos. Cuando se separó, admiró a Taiga: ese color carmín en sus mejillas, al igual que en sus labios, esos ojos cerrados, esas cejas partidas… todo en él era una obra maestra.

 

Taiga abrió los ojos y se encontró con un par de ojos que lo miraban con ternura indescriptible; tuvo que soltar el agarre en la camisa del moreno cuando se dio cuenta de lo que hacía, y cuando lo hizo, manos morenas tomaron las suyas; después sintió esos labios que habían besado sus labios, ahora besar sus nudillos con delicadeza. ¡Maldito Aomine! ¡No se suponía que lo hiciera perder la cabeza de esa forma!

 

—Te veré pronto. — Mencionó el moreno, con una sonrisa traviesa plasmada en su rostro, y aprovechando el asombro del pelirrojo, dio media vuelta y empezó a caminar por la calle contraria, para ir a casa.

 

Kagami sentía sus mejillas arder, estaba seguro de que ese sonrojo se había esparcido hasta sus orejas. Llevó una mano hacia su boca y pasó su dedo pulgar por su labio - que aún estaba un poco húmedo- justo como lo había hecho Daiki momentos antes. Cerró los ojos y se maldijo internamente por permitir que sentimientos fuertes se instalaran en su pecho, los cuales no podía mitigar…

 

¡No se suponía que cediera! ¡¡Mucho menos a los besos de Aomine Daiki!! Kagami no era tan fuerte como lo había pensado, pues su corazón, alma y cuerpo añoraban a ese chico moreno que lo había besado con ternura incomparable.  Y dolía… dolía tener que pensar todo lo que había pasado… dolía no tenerlo a su lado.

 

Lágrimas de frustración comenzaron a formarse en sus ojos; porque sabía que amaba a Daiki, lo necesitaba con él… pero también tenía claro que no debía ser débil.

Era difícil poner en orden todos los pensamientos, que, como enjambres, aparecían en su mente.

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Al día siguiente, después de su ronda de trabajo, Kagami permaneció en el cuartel; había trabajado durante 12 horas, y después de no hacerlo varios meses, volvió a entorpecer al equipo. Era obvio que eso pasara, pues sus pensamientos sobre su ex esposo no habían desaparecido de su mente durante todo el día.

 

Todos sus compañeros de trabajo se habían ido; el silencio imperaba en el pequeño cuarto en el que se encontraba, y es que no quería ir a casa. Sabía que si ponía un pie allí, Kise aparecería de la nada y lo invitaría a cenar o a salir a alguna parte. No es que no quisiera cerca a su amigo rubio, era sólo que tenía mucho que pensar, y era evidente que en casa no podía hacer tal cosa.

 

Ahora entendía lo que quería Daiki de él, y no tenía claro si estaba dispuesto a empezar de nuevo.

Conocía demasiado bien a su moreno ex esposo... él no estaba jugando, aquel beso había sido genuino; aquellas caricias en su piel habían sido sinceras; aquellas miradas…

Cada que recordaba todo lo anterior, su corazón latía deprisa; esas sensaciones que habían nacido a sus 17 años, volvían a aparecer.

¿Acaso Daiki merecía ese amor que por tantos años no se había esfumado?

¿Por qué el moreno, cuando pidió el divorcio le había dicho que su amor por él se había desvanecido? Era evidente que eso fue mentira, y lo pudo comprobar en su cita del día anterior.

 

~*~

 

Aomine había decidido conversar con Kuroko sobre lo que había pasado; tal vez el chico peliceleste, maestro de preescolar, podría darle algún consejo.

Y como era de esperarse, Tetsuya escuchó con atención cada una de las palabras de su amigo, asintiendo con la cabeza ocasionalmente, para que el moreno prosiguiera con su relato.

 

Contó todo: desde la tontería de poner celoso a Taiga en la fiesta de la pequeña Tammy, hasta el beso que le había dado al pelirrojo.

 

Pero de los labios de Kuroko no salió ningún consejo, como lo esperaba el policía. Esta vez el peliceleste no quiso involucrarse, quería dejar que sus dos luces hicieran lo que mejor pensaban.

Él los apoyaría en cualquier decisión que tomaran.

Además, por lo que Kuroko se había dado cuenta, Daiki no necesitaba un consejo; su moreno amigo sabía qué hacer y parecía que estaba dispuesto a arriesgarse.

 

—Te deseo suerte, Aomine-kun. —Fue lo último que Kuroko dijo, notando la decisión en la mirada del moreno.

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Una semana después los compañeros de trabajo de Kagami lo invitaron a un club nocturno, un lugar que según ellos era muy reconocido por las buenas bebidas que servían en el bar y la buena música que se tocaba para bailar; y aunque a Taiga no le llamaban la atención ese tipo de lugares, pensó que no sería tan mala idea ir, no a bailar, sino a tomar alguna copa.

Después de todo era viernes; y creyó que era patético quedarse encerrado en casa, cuando podía tener la oportunidad de salir con sus compañeros.

 

Pero la idea de pasarla bien desapareció justo al entrar al club, pues sus acompañantes prácticamente desaparecieron en el mar de personas y lo dejaron solo.

Malditos tontos.”  Pensó, pues se suponía que habían ido allí juntos, y, por arte de magia, todos habían desaparecido.

 

Se dirigió a la barra de bebidas; al menos podía llevar a cabo su idea de tomar un par de copas, tampoco quería ponerse totalmente ebrio, no parecía buena idea después de que sus compañeros lo abandonaran a su suerte en ese lugar.

—Deme un Brandy Alexander. — Le habló al bartender justo cuando éste se acercó.

—Buena elección. — Musitó una chica, que estaba sentada a dos sillas de él y estaba esperando su bebida.

Taiga se fijó en los ojos color avellana de la chica, y en la sonrisa que ésta le mostraba.

—Uh… gracias… — Debía admitir que no era nada bueno conversando con las chicas. Además de que el sexo opuesto no le interesaba en lo más mínimo.

—Sabes, mis amigas me dejaron aquí, mientras ellas iban con sus novios a bailar. Es un asco. —Mencionó ella, enfatizando su molestia en las últimas tres palabras.

—Te entiendo. 

 

El bartender pronto apareció con el pedido de la chica y el de Kagami, quien sorbió un poco tan pronto le dio dicha bebida.

—Soy Naoko. — Mencionó, haciendo más grande la sonrisa que portaba; tomando su bebida y acercándose al bombero hasta estar junto a él

—Kagami. — También mostró una sonrisa, pero la de él fue muy pequeña.

—¿Vienes aquí muy seguido? — Cuestionó, y Kagami no debía ser tan genio como para saber que la chica le estaba coqueteando.

—No, en realidad no me gustan este tipo de lugares. — Justo cuando terminó de hablar, sintió cómo su celular vibraba dentro del bolsillo de su pantalón; se disculpó con la chica, y sin pensarlo, ni mucho menos ver de quién se trataba contestó.

Hey, Taiga. — La voz del otro lado de la línea le hizo sentir un escalofrío recorrer todo su cuerpo. Tuvo que permanecer unos segundos en silencio, hasta que escuchó de nueva cuenta su nombre en labios de Daiki.

—Uh…— fue lo único que pudo pronunciar, sin saber cómo contestar

Parece que estás teniendo un buen momento allí. — Lo decía más que nada por la intensa música de fondo, que apenas dejaba escuchar la voz del pelirrojo. —¿Dónde estás?

—En el Shidax… — Llevó una de sus manos, hacia su cabeza, golpeando levemente su frente al saber que había revelado su ubicación.

Sé dónde está, espérame allí, no te vayas.

­—¿Qué? ¡Aomine ni se te ocurra ven- — no había terminado de hablar cuando el moreno colgó a la llamada.

 

¿Quién se creía que era ese Aomine Daiki auto-invitándose a un lugar de esa forma?

—¿Algo de importancia? — La chica se mostró curiosa

—No, no importa.

 

La chica continuó conversando con Kagami, quien no se mostraba reacio, después de todo, a él no le atraía ella, el problema radicaba en que… obviamente ella intentaba llegar más lejos. Vaya que se llevaría una decepción.

En todo ese momento pensó en Aomine. ¿Qué haría cuando lo viera? Bueno, tal vez se molestaría con él por invitarse él solo. Pero siendo sincero consigo mismo… quería verlo.

Sus ansias por ver a su moreno ex esposo eran bastas, tanto que por un gran rato dejó de escuchar la conversación de Naoko.

 

—¡Esa canción me encanta! Vayamos a bailar, Kagami. — Ella gritó, dejando el vaso sobre la barra y levantándose, para, sin ninguna educación tomar el brazo del pelirrojo y prácticamente arrastrarlo a la pista de baile sin el consentimiento de Taiga.

Pero el pelirrojo pensaba permanecer optimista… ya estaba en la pista de baile, junto a muchas personas que bailaban al ritmo de música muy movida. ¿Qué más daba?

Sin pensarlo dos veces, comenzó a mover el cuerpo, y si era sincero, bailaba muy mal.

 

La mirada de Naoko cambió cuando notó a un chico alto y moreno posarse detrás de Kagami; su ceño se frunció, cuestionándose si aquellos dos chicos se conocían.

Y su curiosidad creció más cuando, con un la típica señal del dedo índice sobre los labios, el moreno le pedía que guardara silencio.

 

Aomine se acercó lo suficiente al oído de Taiga:

—Te ves tan sexy bailando. — Usó el típico tono de voz que ponía nervioso al bombero.

Kagami dio un pequeño salto al escuchar el halago, luego sintió dos manos que se posaban inocentemente sobre su cintura.  — No dejes de bailar. — Pidió Daiki, mirando de reojo cómo la chica desconocida que estaba bailando con su ex esposo no se iba… ¿Acaso lo que estaba viendo no era un indicio de que desapareciera de allí?

 

Kagami no hizo caso totalmente a la petición de Daiki; sólo siguió moviendo su cadera al ritmo de la música, extasiándose con el aroma de la colonia del moreno y cerrando los ojos en el proceso.

Las manos morenas que se encontraban aún en la cintura ajena, se deslizaron hacia la cadera de Kagami; acercó su rostro a milímetros del cuello ajeno, aspirando ese olor embriagante de la piel de Taiga, con su mano movió  un poco el cuello de la camisa ajena y recorrió con sus labios la piel expuesta, rozándolos ante la sensible piel bronceada que se le presentaba.

 

Naoko no perdió de vista cada uno de los movimientos de Daiki, y cuando éste osó posar los labios sobre la piel de Kagami, mostró una cara de asco y se retiró de allí lo más rápido que pudo.

Taiga sintió cómo las manos morenas se sujetaban fuerte de su cadera; suspiró al percatarse de cómo, detrás de él, Daiki también empezaba a bailar, moviendo la cadera al ritmo que marcaba el pelirrojo.

¡Ese hombre lo estaba matando en pleno lugar público!

 

Las manos del policía se desprendieron de la cadera ajena, y subieron por los costados, hasta llegar a los hombros fornidos de Taiga, de ahí se deslizaron con demasiada lentitud por los bíceps, luego los antebrazos, y se detuvieron en las manos, enredando sus dedos morenos con los de Kagami, quien simplemente se dejó hacer.

 

El bombero abrió los ojos y giró el rostro para encarar al más alto; unos bellos zafiros que irradiaban pasión lo recibieron, y sin saber lo que hacía se estiró lo suficiente para depositar un beso fugaz en los labios morenos.

Pero eso no era lo que quería Aomine, y haciéndoselo saber al otro, fue su turno de tomar sus labios, ésta vez en un beso tierno pero pasional.

 

Kagami no podía resistirse a esos labios que se movían con maestría sobre los suyos, y a esa lengua osada que rozaba la suya.

Sentía cómo el peliazul, detrás de él, movía su cadera al ritmo de la música, pero también podía sentir cómo aquella erección adquiría fuerza; y sin querer, se separó del beso para soltar un jadeo que esperó que pasara desapercibido por Daiki, pero al ver la sonrisa traviesa que éste mostraba, supo que se había equivocado.

 

~*~

 

La puerta del departamento de Daiki fue cerrada; ambos se sentían demasiado nerviosos, era como… en su primera vez juntos.

Sin decir nada, y denotando en su rostro una sonrisa reconfortante, Daiki tomó tiernamente la mano de Taiga entre la suya, y ambos se dirigieron hacia la alcoba.

 

Estando allí, toda esperanza que Kagami aún tenía de escapar, desapareció. Sabía lo que quería; no había ninguna duda… quería estar con el moreno.

Después de cerrar la puerta del cuarto, Daiki, con pasos nerviosos se dirigió hacia Kagami, tomando sus manos y besándolas.

Ambos se conocían tan bien: bastaba una mirada, un gesto o una pequeña seña para entender lo que el otro quería, y eso se había dejado mostrar desde el club nocturno, en donde no habían cruzado palabra.

 

Manos morenas se dirigieron hacia la camisa de Taiga, de inmediato desabotonando esa prenda, ante la mirada expectante del bombero, quien miraba con tranquilidad esas manos hacer su trabajo.

La camisa gris cayó sutilmente por los brazos de Taiga; levantó la mirada hasta posarla en el rostro contrario… quería ver qué era lo que, sin palabras, esos bellos ojos azules le decían.

Esos orbes zafiro mostraban pasión, deseo… y Kagami sonrió para sí mismo al comprender que su ex esposo aún lo deseaba físicamente… aún  podía atraer su atención sólo con su cuerpo.

 

Daiki recorrió su mirada por el cuerpo del pelirrojo; podía apostar a que Kagami seguía haciendo ejercicio, pues sus músculos eran un poco más prominentes que la última vez que lo había visto desnudo.

Kagami hizo lo propio con la camiseta del peliazul, tomándola y subiéndola por los brazos morenos, hasta que el torso de Aomine quedó al descubierto.  No pudo evitar notar que Daiki había subido un poco de peso… pero... ¿Eso importaba? Porque Taiga lo amaba, lo deseaba, quería ser suyo…

 

Daiki acortó el espacio entre ambos y envolvió a Kagami entre sus brazos, sorprendiéndolo por tal extraña osadía.  Su rostro descansó sobre el hombro de piel bronceada, y las manos de Taiga se posaron sobre la ancha espalda.

Ambos podían sentir el palpitar frenético del corazón contrario, la calidez del cuerpo ajeno, el amor que emanaba…

 

Fueron las manos de Kagami las que se atrevieron a ir más allá y bajaron por la espalda del policía, lenta y tortuosamente, hasta que se posaron sobre el pantalón estorboso; separándose sólo un poco, desabrochó su cinturón con algo de torpeza, dejando que esa prenda resbalara por las piernas torneadas.

Tratando de no tropezar, Daiki se deshizo del pantalón, pateándolo hacia alguna parte del cuarto.

Contrario a Taiga, Aomine se posicionó en cuclillas, y con rapidez se deshizo del cinturón y pantalón del pelirrojo, así quedando en las mismas condiciones.

 

No quiso arruinar el momento, y después de dar un rápido vistazo a aquella erección dentro de la ropa interior de Kagami, se levantó, para tomar los labios ajenos con ternura, mientras, poco a poco, iba empujando al bombero a la cama, sin que éste se resistiera.

Sin que Aomine rompiera el beso, Taiga sintió cómo su espalda chocaba con el colchón; instintivamente sus brazos rodearon el cuello contrario, advirtiendo cómo el moreno comenzaba a moverse sobre él, rozando su dura erección -que se encontraba aún dentro de aquella ropa interior- con la suya, creando una deliciosa fricción.

 

Con pesar, Daiki se separó de esos labios adictivos y comenzó a bajar por aquel cuerpo de ángel de su ex esposo; dejó besos sobre su cuello, específicamente sobre aquella manzana de Adán, luego bajó hacia su pecho, siguió el camino por sus abdominales, después sus piernas, ignorando completamente la virilidad que ya empezaba a mojar la ropa interior.

Decidió que era momento de desaparecer esas molestas prendas que cubrían ambos cuerpos; primero se deshizo del bóxer de Kagami, quien incluso levantó las caderas, a continuación fijó su mirada en él, percatándose de que el pelirrojo  no perdía ningún detalle de las acciones de Daiki; parecía que estaba teniendo un momento interesante.

 

Cuando ambos se vieron completamente desnudos, Aomine regresó a besar una pierna del pelirrojo; Kagami se mordía el labio ante aquellos besos que se quedaban impregnados en su piel, su cuerpo no dejaba de retorcerse ante aquellos suaves toques de los labios del moreno, que aunque pareciera que no eran nada, mandaban descargas de pasión a todo su cuerpo.

 

Daiki volvió a subir, ésta vez depositando un último beso tierno sobre el pecho de Kagami, a la altura de su corazón; fijó sus ojos azules en los de su amante, que lo miraban con cariño; y la devoción hacia él se hizo presente en su sola mirada.

—Te amo…— Musitó, sin perder ese contacto visual.

Los ojos de Taiga denotaron impresión a las recientes palabras; pero la contestación no llegó, pues el moreno se apoderó de nueva cuenta de su boca.

 

Un gemido fue arrancado de los labios del pelirrojo cuando su amante volvió a moverse sobre él; ésta vez ambas erecciones rozaban deliciosamente.

Llevó una de sus manos de piel bronceada hacia ambas erecciones, y con ella creó aún más fricción, amando los pequeños jadeos que salían de la boca de Daiki.

 

El moreno no pudo esperar más tiempo; con desesperación buscó en su estante de noche, al lado de la cama, una botella de lubricante y con manos temblorosas esparció un poco de gel sobre sus dedos.

Ninguna palabra fue necesitada, pues la mirada de Taiga pedía a gritos que Aomine lo preparara, y sin dudarlo mucho, el peliazul así lo hizo.

 

Un gruñido de inconformidad se dejó escuchar, y es que había pasado demasiado tiempo desde la última vez que Kagami había tenido sexo, y que obviamente, aquella última vez había sido con ese bello hombre, que volvería a hacerlo suyo.

Se aferraba a la espalda de Daiki al sentir cómo los dedos se movían en él; no recordaba que esa sensación fuera tan desagradable, pero parecía que estaba listo, pues pronto dejó de sentir esa incomodidad.

 

Daiki detuvo sus acciones, posó ambas manos a los lados de la cabeza de Kagami y miró esos rubíes. El bombero sabía lo que estaba a punto de pasar; mostró una muy pequeña sonrisa, llevó su mano hacia el rostro moreno, acariciando la mejilla y abrió más las piernas; con esas acciones dándole a entender a Daiki lo que quería… lo que necesitaba.

Aomine se posicionó, vertió lubricante en su hombría y empezó a empujar lentamente, teniendo en cuenta de que, muy seguramente, dolería mucho.

 

Como era de esperarse, la molestia se notó en las facciones de Taiga, pero ese dolor se hizo más tolerable cuando Aomine lo besó y comenzó a ministrarle tiernas caricias en su rostro, como si con ello quisiera decirle ‘aguanta, falta poco’.

Cuando se sintió completamente dentro, el moreno detuvo todos sus movimientos, y con una de sus manos libres se hizo cargo de la semi-erección de su amante, haciendo que éste se calmara y se ajustara a su tamaño.

 

Supo que debía empezar a moverse cuando Kagami posó una mano sobre su espalda y comenzó a bajarla peligrosamente hacia su trasero.

Y comenzó el lento vaivén, con el que a cada movimiento el pelirrojo cambiaba sus facciones, recordando lo placentero que era hacer el amor con la persona a quien él más amaba.

—Mmgh…— Gimió, cerrando los ojos, para percibir aún más ese placer que poco a poco aparecía, mientras sus manos se sujetaban de la ancha espalda.

Aomine se dirigió a ese cuello incitador y besó, lamió y mordió la piel expuesta, sin dejar de mover su cadera y otorgándole más placer a su amante.

 

Kagami se sentía en el paraíso… se sentía completo y pleno, el ser uno con ese tonto policía de piel chocolate  le traía tanta devoción hacia él… hacia aquel que le había robado el corazón hacía muchos años y no se lo había devuelto.

El pequeño momento por el que estaba pasando fue interrumpido, pues notó cómo el vaivén de las caderas de su amante se había detenido, luego percibió  esa sensación de algo mojado caer sobre su pecho; cuando abrió los ojos se impresionó al encontrar a Daiki con la cabeza baja y lágrimas corriendo por sus mejillas.

 

Como por instinto, el pelirrojo trató de levantarse, posando los codos sobre la cama; no sabía qué rayos andaba mal con Daiki, o por qué de repente ese cambio en él.

—Uh… podemos parar si tú qui-

—Perdóname…—  Sorprendió el policía con su comentario, haciendo que los ojos rubí se abrieran más grandes ante la confesión.  Era obvio que el peliazul había arruinado el momento, pero era necesario que dejara escapar todos esos pensamientos que lo venían atosigando por un buen rato.

Con su mano limpió las lágrimas que se atrevieron a escapar de sus ojos, culpándose varias veces por estropear el perfecto momento que estaba teniendo con Kagami.

 

Un silencio sepulcral apareció entre ambos, Kagami se levantó lo suficiente hasta sentarse sobre la cama, al lado del otro chico, quien parecía no haber terminado aún con su disculpa.

—Perdóname por darme por vencido, por no seguirlo intentando… por dejarte…

 

La disculpa dolía… porque a la mente del pelirrojo regresaban todas esas cosas que había pasado por más de 5 meses, intentando superar el divorcio.  Notaba el arrepentimiento en los ojos de Daiki… el dolor y la sinceridad de sus palabras.

Sabía que su moreno ex esposo no era el único que debía disculparse, pues él también había fallado con ese matrimonio, del que prometió cuidaría…

—La culpa es mía también… me perdí en el trabajo, te descuidé, dejé que pensaras que mi trabajo importaba más que tú. — Si ambos iban a ser sinceros, ese era el momento perfecto. —… lo lamento, Daiki.

 

El pelirrojo se movió, puso las rodillas sobre la cama y se acercó a Daiki, envolviéndolo en un abrazo tierno.

De inmediato los ojos del policía se cerraron al contacto. ¿Qué había hecho para merecer a ese ángel? No dejaba de reprocharse por las decisiones tontas que había tomado en esos 6 meses, pero ahí estaba Kagami, abrazándolo, haciéndole sentir que todo estaría bien.

Sentía que no lo merecía en lo absoluto.

—Deja de pensar. — Kagami susurró al oído del moreno. —Olvida todo.

Y por ese momento, Daiki trató hacer lo pedido.

 

El abrazo se deshizo y ambos se miraron fijamente, irradiando amor y cariño en dichas miradas.

—Márcame, Daiki… — Una mano se posó en la mejilla morena. —… hazme tuyo de nuevo…

Con el latir agitado de su corazón, volvió a besar al pelirrojo,

 

Sabían que se pertenecían el uno al otro; habían sido los 6 meses más difíciles en la vida de ambos, y en todo ese tiempo, jamás dejaron de amarse, a pesar de que en su momento Daiki pensó que su amor por el pelirrojo se había esfumado, la verdad era todo lo contrario: se había fortalecido con lo sucedido.

 

Hacía mucho que no hacían el amor de esa forma tan devota… era una noche que apenas empezaba, y sabían que no pararían hasta el amanecer.

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Despertó al sentir cómo una mano golpeaba sin intención su rostro. Un gruñido de su parte no se hizo esperar, y es que estaba tan feliz durmiendo; pero un sentimiento cálido lo embargó al recordar que esa mano morena, la mayoría de las veces, había sido la que lo despertaba.

Se sentó sobre la cama, mientras sus ojos, pesadamente se abrían, y de inmediato recordó el lugar en el que se encontraba.

Miró hacia todos lados del cuarto; enarcó una ceja al ver que el sito no era tan lindo: la pintura estaba cayéndose de las paredes, dichas paredes tenían cuarteaduras y sólo esperaba el momento en el que el techo cayera sobre ellos. ¿Qué tipo de sitio era ese?

 

—Buen día. — Una voz lo hizo prácticamente saltar de su lugar. De inmediato sonrió a aquel que se encontraba junto a él, envuelto en aquellas sábanas blancas.

—Hey. — Respondió, volviéndose a recostar, tomando lugar junto al moreno.

 

Los brazos fornidos de Daiki lo abrazaron de inmediato. Pensó que no sería mala idea permanecer así por todo el día… o lo que quedaba de él, pues por la posición del sol, rondaba el mediodía.

 

—¿Qué demonios con éste lugar? ¿De verdad aquí vives? — más que pregunta, Kagami trataba de burlarse, y como esperaba, su moreno ex esposo sabía a la perfección a dónde quería llegar.

—Tch. Sólo vengo aquí a domir, así que no importa.

—Hmmm. No me imagino al gran Aomine Daiki queriéndome conquistar en este lugar. — Una risa salió de sus labios. Recibió la típica palabra “idiota” en labios del policía como ofensa, luego su risa fue callada gracias a los labios ajenos sobre los suyos.

Kagami dejó que la lengua contraria profanara su boca, haciendo de ese un beso apasionado y lleno de necesidad.

 

Aomine, sin deshacer el beso se levantó un poco, hasta posarse sobre Taiga y comenzar a moverse sobre él. Ambos estaban desnudos, y al contacto con la piel contraria, sus virilidades comenzaron a despertar.

Los labios morenos no tardaron mucho en cambiar su camino hacia el cuello de piel bronceada, a lo que Kagami respondió poniendo una mano sobre esos cabellos azules.

—Ngh… parece que la pantera está hambrienta.  — Bromeó, sintiendo la pequeña risa sobre la piel de su cuello.

 

Pero los intentos de Aomine por tomar de nueva cuenta al bombero fallaron, pues el celular de Taiga comenzó a sonar fuerte en el cuarto.

Ojos carmesí miraron a Daiki con disculpa, y ante esa mirada, el moreno se alejó, recostándose de nuevo en su lado de la cama, sonriendo al ver cómo el pelirrojo se levantaba deprisa, con esa erección entre sus piernas, y aventando prenda tras prenda para hallar su celular.

—Diga. —Contestó tan pronto como encontró su móvil, mirando de reojo a su insaciable amante sobre la cama, mirándolo con curiosidad. —Ah, Hyuuga-senpai… ¿Un incendio grande? ¿Dónde?

 

La sonrisa que portaba Daiki desapareció al escuchar la conversación del pelirrojo. Suspiró resignado… esa era una historia por demás conocida para él.

No podía negar que le dolía saber que Kagami lo dejaría en esa cama para acudir al llamado de su trabajo. “Es sólo su deber”, se decía mentalmente.

 

Su sorpresa fue mayúscula al notar cómo el pelirrojo se acercaba a la cama y se volvía a recostar a su lado, sin preocuparse por la llamada que aún sostenía con su jefe.

—Oh, sí, me gustaría mucho ayudar, pero… creo que debo renunciar.

Kagami miró de reojo cómo Daiki cambiaba su rostro a uno de estupefacción, no esperaba menos de él.

—No se preocupe, senpai. Mañana, a primera hora encontrará mi carta de renuncia en su escritorio. — Siguió con la llamada, pausando sus palabras para escuchar lo que, del otro lado de la línea, Hyuuga tenía que decir. —Me gustaría explicarle, pero… verá… tengo a un insaciable amante en la cama al cual satisfacer, así que… lo veré luego.

 

Colgó a la llamada sin ninguna vergüenza, y una sonrisa nació en sus labios; no pensaba en las consecuencias de sus actos, lo único que le importaba era ese hombre que aún lo miraba con mucha sorpresa.

—Tú… ¡¡¿Renunciaste?!! — Daiki mencionó en voz alta.

No recibió respuesta de inmediato; en lugar de eso, el pelirrojo se abalanzó hacia él, colocándose a horcajadas encima de Daiki, atrapando las muñecas morenas y poniéndolas a la altura de la cabeza de éste.

—Puedo explicarte… o puedes hacerme de nuevo el amor..

Era obvio cuál opción escogería Daiki.

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Kagami había decidido citar a Kuroko y a Kise en el Maji Burger, para darles las buenas noticias.

Cabía resaltar que ni Tetsuya ni Ryota sabían por qué tanto enigma con el pelirrojo.

Ya había hablado con su hermano Himuro, y, contrario a lo que Taiga pensaba, el pelinegro se alegró por él, y hasta le dio algunos consejos, para no volver a fallar de nuevo. Había sido una plática muy productiva con su hermano.

 

Y allí estaba, con sus dos amigos, quienes se sentaron a una mesa; parecía que las noticias eran más importantes que pedir comida.

—Daiki y yo volvimos. —Soltó de golpe, vislumbrando el asombro en las facciones del rubio, y la inexpresividad en el rostro del peliceleste.

—¿Volvieron? Kagamicchi.. ¿Cómo? ¿Volvieron a dónde? —Kise no soportó el preguntar tontamente, y aunque sabía a lo que su amigo pelirrojo se refería, era mejor hacerse el tonto en ese momento.

—Joder, Kise.  Volvimos… es decir… somos de nuevo pareja… o algo así…

—Me alegro por Aomine-kun y por ti, Kagami-kun. — Una pequeña sonrisa nació en los labios de Tetsuya; una sonrisa sincera, pues sabía que sus amigos estaban felices con la decisión.

 

Kise permaneció en silencio, y por su rostro, Taiga supo que al modelo rubio no le había parecido nada buena esa decisión.

Una extraña tensión se sintió en el ambiente, y, Kuroko pudo sentirlo de inmediato.

—Disculpen, iré por una malteada de vainilla. — Se levantó de su asiento y, como era su costumbre, desapareció de la escena.

 

Taiga bajó el rostro avergonzado; sabía lo que pensaba el rubio: “Todos los esfuerzos de él, durante esos meses habían sido en vano”. De alguna forma, se sentía mal por ello.

—Lo lamento, Kise.  — Habló, de inmediato sintiendo los ojos miel sobre él.

—¿Lamentas qué? ¿Lamentas haber regresado con Aominecchi? — En la voz del modelo no había reproche ni molestia alguna, sólo quería entender bien la situación.

—No… Lamento que… hubieras pasado tantas molestias conmigo.

 

Kise soltó una pequeña risa y acercó su mano hacia la mejilla del pelirrojo, moviendo algunos mechones de cabello que caían por su frente, haciendo que Kagami se sonrojara un poco por el atrevimiento.

—Si Kagamicchi es feliz… entonces yo soy feliz.

No entendía por qué, pero aquellas palabras le habían dolido, de alguna manera. Le quedaba claro que Kise sentía algo por él, y se culpó por no poder corresponder a su rubio amigo de esa forma.

—Gracias, Kise.  — Sonrió ampliamente; de esas sonrisas de las que cualquier podría enamorarse a primera vista, y en Kise, ese efecto fue inmediato.

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—¡¡¿Qué demonios le hiciste al departamento?!! — Gritaba Aomine, al entrar por primera vez en 6 meses a ese lugar que él llamaba ‘hogar’.

—Lo remodelé. ¿Cuál es el problema? — Aquello era cierto, bueno… no le iba a decir a su chico que había obtenido ayuda de Kise, pues seguramente éste se molestaría bastante.

—¿Dónde está el sofá que era mi favorito?

—Lo boté a la basura… ¡Era viejo, Daiki!

—¡Pero me gustaba! Además ya tenía amoldado la forma de mi trasero.

—¡¡Eres desagradable!

—¡Devuélveme mi sofá!

—¡Muérete!

 

Bueno, parecía que las cosas iban bien en el departamento.

 

 

 

 

 

 

 

 

Omake::..

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La música empezaba a sonar en el lugar, la mayoría de los invitados quería acercarse a la feliz pareja a felicitarlos, otros buscaban alguna buena mesa a la cual sentarse y pasar un buen momento.

El jardín de eventos era demasiado grande, ideal para una boda importante.

Los amigos y familia más cercanos de la pareja estaban contentos por verlos tan felices, mientras que una pequeña niña de cabello rosado y ojos celestes se acercaba a ellos.

—¡Felicidades, tío Kagami y tío Aomine! — Gritaba la pequeña, siendo cargada por el pelirrojo, a quien ella de inmediato abrazó.

 

La pequeña estaba emocionada, pues una boda no ocurría todos los días, además de que no había estado presente cuando Taiga y Daiki habían contraído matrimonio la primera vez, así que la pelirrosada estaba feliz.

Taiga mostró su agradecimiento y cariño hacia la niña con varios besos en su rostro. Para él y su, ahora, esposo -de nuevo-, Tammy era como una hija, a la cual amaban con demasía.

 

Los padres de Daiki se acercaron para felicitar a la pareja; estaban demasiado felices por ambos. El señor Aomine se sentía orgulloso de su hijo al saber que éste había arreglado el problema en el que se había metido, y la señora Aomine se sentía contenta de que Kagami era su yerno de nuevo.

 

Himuro también felicitó a su hermano, no tenía mucho que decir, pues ya lo había dicho todo; pero no se atrevió a felicitar a Daiki, aún permanecía en él aquella molestia hacia el moreno, y por una vez en su.vida, Daiki no lo culpó.

 

Fue el turno de Kise; se acercó a felicitar a los recién casados y empezó por Kagami, abrazándolo tiernamente, diciéndole al oído unas cuantas palabras de ánimo, sintiéndose observado fijamente por Daiki, quien sabía que el rubio había pretendido algo con su esposo.

Ryota prosiguió a ‘felicitar’ a Daiki, aunque en realidad tenía otra idea en mente. Cuando se acercó a él, para mostrarle su afecto mediante un abrazo idéntico al que le había dado al pelirrojo, dirigió su boca hacia el oído del moreno, y esperando que nadie se diera cuenta, habló:

—Si vuelves a lastimar a Kagamicchi me aseguraré de que tu vida sea un completo infierno.

 

Pasmado, por la amenaza de Kise, se separó del abrazo, notando el rostro amistoso y la sonrisa que adornaban las facciones del rubio. No entendía por qué, pero aquel rostro mandó escalofríos a todos su cuerpo.

 

Kise se apartó de la escena, hasta la mesa de bocadillos para ver qué cosas dulces podía comer, hasta que sus ojos captaron a cierto chico que no había visto en muchos años.

—¿Senpai? — Mencionó, con los ojos brillantes de emoción.

—¡Kise! — Kasamatsu Yukio denotó en su voz un tono que ni él mismo sabía si había sido de molestia o sorpresa.

—¡Senpai! — Corrió hacia el pelinegro, para tratar de abrazarlo, algo a lo que, lógicamente, Yukio se negó.

 

—¡Kagamin! Deberías arrojar el ramo. — Una emocionada Satsuki propuso, dándole el ramo de flores blancas al pelirrojo.

—¿Eh? ¿Por qué debo hacerlo? ¡Eso suena tan tonto!

—Sólo avienta el maldito ramo, ya quiero comer algo, Bakagami. —Aomine se quejó.

—¿¡¡Qué dijiste, idiota!!?

—Carajo… — El moreno tomó el ramo y lo puso en las manos de su esposo, dejando un beso fugaz en sus labios, con lo que sabía que Taiga accedería. —Sólo hazlo, estoy seguro que también quieres probar esa deliciosa comida. — claro, la excusa perfecta.

Con un suspiro de resignación, Kagami accedió. Dio media vuelta, mostrando su espalda a las chicas que se habían amotinado a participar para atrapar el ramo.

 

Con lo que no contaban las invitadas, era que Kagami aventaría el ramo fuerte; éste voló varios metros hasta que cayó en las manos de Kise Ryota, quien seguía hablando con Kasamatsu.

—¡¡¡Waaaaahhh!!! ¡Esto no es justo! — Chilló el rubio. —¡Aún no quiero casarme! — Dijo con tristeza.

—Entonces dale a alguien más ese ramo. — Propuso el pelinegro.

—Senpai… ¿usted tiene a alguien en su vida?

— … — Yukio decidió huír de allí.

 

Comenzó a sonar una canción lenta y romántica, y Aomine sabía que era la ocasión perfecta para atraer la atención.

Se plantó frente al pelirrojo, estiró la mano y se la ofreció a éste; era obvio lo que Daiki planeaba, y Kagami, aunque era un mal bailarín, decidió tomar la mano frente a él.

Todas las miradas de los invitados se centraron en ellos; recibieron algunas palabras: ‘Awww’ y ‘Qué tiernos’ predominaban.

 

Aomine tomó la mano izquierda de Taiga, y posicionó la otra en la cintura del pelirrojo, empezándose a mover al ritmo de la música.

Sus ojos no se despegaron de aquellos rubíes; sabía que Taiga era un mal bailarín, pero el asunto cambiaba cuando era el propio Aomine quien guiaba.

—Te amo…. — Habló Aomine, haciéndose escuchar por su esposo, a pesar de la música, vislumbrando ese brillo que amaba ver en los ojos del otro chico.

—También te amo, tonto. — Una sonrisa sincera nació en sus labios. Soltó la mano de Daiki y se estiró lo suficiente para tomar sus labios, en un beso inocente, pero lleno de amor.

 

Los aplausos a su alrededor no se hicieron esperar.

 

Habían superado el difícil trago amargo de un gran tropiezo; se habían hecho fuertes en el proceso y habían entendido lo que andaba mal en su relación, así pudieron arreglar esos desperfectos.

Había mucho tiempo para seguir mejorando, y eso era lo que pensaban Aomine y Kagami: tenían todo el tiempo del mundo para  ser felices.

 

 

 

Notas finales:

 

Si llegaste hasta aquí, déjame darte las gracias por leer tan largo escrito. Este es uno de los más largos que he hecho, pero me ha traído mucha satisfacción.

 

Debo decir que no tengo ni tantita de idea de los movimientos legales en cuanto a un divorcio, y supongo que mi inexperiencia se hizo notar en este fic, tampoco quise involucrarme más en el tema, pues no quería perder tanta palabrería en ello, así que sólo los hice firmar los papeles y listo xDD

Confieso que el lemon me resultó un poco difícil de escribir, es la primera vez que escribo un lemon romántico o… algo así xD espero haber logrado el cometido <3

 

En fin, gracias por haber leído esta larga historia y por animarte a dejar un comentario :D Las buenas críticas siempre son bien recibidas c:


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