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[BTS] HYBRIDA por SeniorRoom

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Jimin y su madre se habían mudado tantas veces que el chico casi, casi había perdido la cuenta. Empezando por un barrio discreto de Busan hasta su apartamento actual en la gran metrópolis de Seúl. Cuando eso pasaba, tener clase inmediatamente el día siguiente de la mudanza podía ser una bendición o una tortura. Por una parte, podría conocer a sus compañeros de clase en un lapso de tiempo suficientemente corto como para no tener que tirarse de los pelos por el aburrimiento de no tener ni un solo amigo. Por otra parte, después del largo viaje de una punta del país a otra —porque su madre, por alguna razón, era incapaz de escoger una casa dos pueblos más allá— y del ajetreo de cargar con todas sus pertenencias, estaba seguro de que caería en redondo a mitad de la primera lección.

                  Al principio, ser «el chico nuevo» le daba pánico. Jimin, aunque no lo pudiera parecer a simple vista, era un joven bastante vergonzoso e inseguro, y exponerse de esa manera a tanta gente lo mortificaba. Después de cuatro o cinco veces le empezó a dar igual. Por eso, cuando el que sería su tutor durante su último curso de secundaria lo invitó a pasar al aula, no hizo más que suspirar. Eso sí, sabía cómo comportarse: esbozó una de sus mejores sonrisas antes de girarse hacia los que serían sus compañeros durante ese año.

                  —Soy Park Jimin y vengo de Mokpo —Y de Daejeon, y de Iksan, y de Changwon…—, encantado de conoceros.

                  Dio un barrido rápido a los chicos y chicas sentados en los pupitres, algunos cuchicheando entre ellos. Jimin se hubiera sentido ofendido si no fuera porque, probablemente, hablaban sobre lo naranja que era su pelo. Los profesores también se habían sorprendido al verle, pero nadie le había dicho nada, por suerte. Su madre se quejaba continuamente de su mal gusto en tintes, pero el chico, joven e impulsivo, la ignoraba como buen adolescente.

No sabía por qué, pero se sintió decepcionado casi al instante. Era la primera vez que vivía en la capital y se había formado unas expectativas, pero los chicos y chicas de la gran ciudad no eran nada del otro jueves. Reprimiendo un suspiro, empezó a caminar hacia el asiento que le indicó el profesor, cerca del final del aula. Sonrió a un par de chicas que lo observaban al pasar y se sentó mientras el tutor les indicaba que abrieran los libros de historia por una página en concreto. Aunque Jimin hubiera preferido empezar las clases al inicio del curso —se hubiera ahorrado la presentación reglamentaria, probablemente—, diversos problemas en la mudanza lo hicieron retrasarse un par de días. Eso había puesto un poco nerviosa a su madre, que hacía ver esos dos días de instituto perdidos como una catástrofe. Así era su madre, espontánea y dramática, cualidades que había heredado de ella sin lugar a dudas y que eran la causa de sus vidas nómadas. A la mujer no le gustaba quedarse en un mismo sitio durante demasiado tiempo —dos años había sido su récord, en un pequeño pueblo perdido de la mano de Dios—, y a Jimin, por costumbre, tampoco. Esperaba al menos poder aguantar todo el curso escolar allí. Era su último año de instituto, y aunque no aspiraba a ninguna de las mejores universidades del país, sí que tenía intenciones de terminar tercero con una buena media y, quién sabe, tal vez seguir sus estudios en alguna universidad discreta y agradable. Tampoco tenía muy claro lo que quería estudiar. ¿Literatura, quizás? Jimin no tenía demasiadas aficiones, pero le gustaba leer.

                  Estaba perdido en sus pensamientos, rebuscando en la mochila para encontrar su libro de texto, cuando notó un escalofrío recorrerle la columna vertebral. Se sentía observado. Notaba una mirada sobre él tan intensa que, por un momento, pensó que le perforaría la nuca. Se giró y cruzó miradas con un chico en el que no se había fijado cuando había dado un repaso general a sus compañeros de clase. Sus ojos, casi felinos, contrastaban con los labios gruesos arqueados en una mueca de aburrimiento. Lo miraba con la barbilla apoyada en una mano, con una mirada demasiado oscura e intensa para el posado que mantenía. Jimin quedó hechizado por esa mirada durante unos segundos antes de volver a mirar al frente.

                  Cuando volvió a girarse, de manera mucho más discreta y después de haber dejado pasar prudentemente unos cuantos minutos, el chico estaba concentrado en la lección de historia.

                  ¿Qué había sido eso?

 

                  Cuando, finalmente, sonó el timbre que indicaba el inicio del descanso, Jimin no fue lo suficientemente rápido. Unas manos de apoyaron en su mesa y, al alzar la mirada, se encontró con una maraña de pelo castaño y los ojos oscuros de antes.

                  —Hey —saludó el chico, con un tono mucho más animado de lo que Jimin se hubiera esperado—. Supongo que no conoces a nadie, ¿quieres venir a comer con nosotros?

                  Después del intenso encuentro de miradas de aquella mañana, Jimin no se habría sorprendido si el chico le hubiera jurado sufrimiento eterno durante lo que le restaba de curso, pero se equivocaba. Tardó unos segundos en reaccionar.

                  —Eh —dijo, muy elocuente—. ¿Sí?

                  El castaño sonrió, complacido con su respuesta.

                  —Me llamo Taehyung, por cierto. Kim Taehyung —Inexplicablemente, a Jimin le sonó a nombre equivalente a «desastre». Tenía la certeza que, contra todo pronóstico, no tendría tiempo de aburrirse con ese chico.

                  Jimin volvió a presentarse antes de coger sus cosas y salir del aula junto a Taehyung. Aunque lo había invitado a comer con «nosotros», no tenía ni idea de a quién más se refería, porque no hablaron con ninguno de los compañeros que salían de la clase en ese mismo momento.

                  Mientras recorrían los pasillos, Jimin no podía evitar pensar en la suerte que había tenido. Normalmente no le era muy difícil hacer amigos en cuanto llegaba a un nuevo instituto, pero era la primera vez que lo invitaban de manera tan abierta. Tal vez Taehyung no tenía buena relación con el resto de compañeros y había visto en Jimin un posible amigo, o simplemente le había dado pena por ser el nuevo y tener el pelo teñido de color calabaza. Ambas opciones eran factibles. Miró de reojo a Taehyung. No entendía por qué lo había sorprendido tanto antes, al inicio de la clase. El chico no tenía presencia en absoluto. Estaba seguro de que, si se hubieran cruzado antes de conocerse, Jimin ni siquiera se hubiera fijado en él, como había pasado justo al llegar al aula.

                  En cuanto hubieron salido del edificio, Taehyung aligeró el paso. Jimin no entendió la prisa repentina de su compañero, pero no dijo nada. Llegaron hasta una zona recóndita tras la escuela, llena de césped y árboles. Jimin vio un chico tumbado bajo la sombra de un árbol, aparentemente dormido. Taehyung fue directamente hacia él, y le propinó un golpe en las costillas con el pie, a lo que el otro reaccionó con un gruñido.

                  —¿Te has saltado la tercera hora? —preguntó Taehyung a modo de saludo. El otro chico contestó sin abrir los ojos.

                  —No. Bueno, sí.

                  —¿En el tercer día de clase?

                  —No hablaré sin la presencia de mi abogado.

                  —Si tu abogado es Seokjin, lo tienes claro —dijo Taehyung, arqueando una ceja, mientras observaba cómo el otro chico se incorporaba.

                  —No, no, Seokjin no puede ser el abogado, porque… —El chico, después de bostezar, se fijó en Jimin. Calló de golpe y se lo quedó mirando muy fijamente, como si su presencia lo hubiera sobresaltado.

                  —Jungkook, este es Jimin. Es nuevo —explicó Taehyung como si nada—. Jimin, este gandul de aquí es Jungkook.

                  —Hola —saludó Jimin, sin saber muy bien qué otra cosa decir. Pasaron dos segundos antes de que Jungkook saliera de su estupor y sonriera, mostrando un semblante juvenil y dulce.

                  —Encantado.

                  Estuvieron hablando un rato. Taehyung explicó que Jungkook era dos años menor —por lo que cursaba primero—, y que su misión en la vida era vigilar que «al pequeñín» no le pasara nada malo y que nadie se metiera con él, a lo que Jungkook respondió con un manotazo en el brazo y una mueca de disconformidad. Después estuvieron hablando un poco sobre la mudanza de Jimin y su vida en Mokpo, aunque el chico no tenía mucho que explicar, porque no había pasado más un mes allí. Se lo había tomado como unas vacaciones entre un curso escolar y otro, ya que Mokpo era una ciudad costera. Taehyung se quejó de que nunca había ido y que le gustaría viajar más, mientras Jungkook asentía con la cabeza. El menor no decía mucho, pero, de vez en cuando, Jimin lo pillaba mirándolo fijamente, casi estudiándolo. Por un momento, sintió la misma sensación que lo había invadido horas atrás, justo cuando se había percatado de la presencia de Taehyung por primera vez en clase. Intentó no pensar mucho en ello. Al fin y al cabo, era el nuevo.

                  Minutos después, Jimin escuchó ruido proveniente de la verja que delimitaba los dominios del colegio. Se giró y vio a un chico trepar la valla e intentar saltarla, a pesar de llevar una gran mochila azul a la espalda. No llevaba el uniforme del instituto —pantalones grises y jersey blanco con detalles azules y rojos—, así que no debía tratarse de un alumno. Jimin echó una mirada inquisitiva a los otros dos chicos, que miraban hacia la verja con expresiones entre la diversión y la vergüenza.

                  —Se va a hacer daño —comentó Jungkook.

                  —Probablemente —Se miraron antes de rodar los ojos y levantarse. Jimin, sin enterarse mucho del asunto, los imitó y los siguió hasta la valla, donde el chico había conseguido llegar hasta la cima y se debatía entre saltar o descender con cuidado—. Hoseok, ¿no podrías entrar por la puerta principal como una persona normal?

                  El chico —Hoseok— bufó, sin mirarlos. Tenía el pelo castaño y un poco húmedo, como si le hubiera caído una llovizna encima, y el flequillo le cubría la frente de una cara más bien alargada.

                  —No, porque la última vez un profesor me vio y me empezó a interrogar. Aunque a la próxima lo haré, porque ya sabéis lo que me cuesta moverme por tierra fir… —Al igual que Jungkook, calló en cuanto se fijó en Jimin. De hecho, debió pillarlo muy por sorpresa, porque perdió el equilibrio y Taehyung y Jungkook tuvieron que cazarlo al vuelo. Lo increíble fue que no pareció que les costara nada, como si hicieran eso todos los días.

                  —Esto… —empezó Jimin, de nuevo sin palabras—. ¿Estáis bien?

                  —Sí, sí, no pasa nada —se apresuró a decir Taehyung—. Hoseok es un poco torpe, pero se empeña en hacerse el héroe. Hoseok, este es Jimin, es nuevo.

                  Hoseok, en cuanto tuvo los pies en tierra firme, se quedó mirando muy fijamente a Jimin. De verdad, el chico apreciaba la atención, pero lo estaba empezando a agobiar. ¿Tenía algo extraño en la cara? Estuvo a punto de preguntar en cuanto Hoseok volvió a hablar.

                  —Tienes un pelo muy naranja.

                  Jimin no se esperaba ese comentario, aunque tendría que habérselo imaginado.

                  —… ¿gracias?

                  —De nada —respondió el chico, con la sonrisa más amplia que Jimin había visto en la vida. Hoseok le cayó bien desde ese momento, a pesar del interrogatorio que vino después.

                  Al contrario que Taehyung, que se había limitado a hacer preguntas generales, y Jungkook, que apenas había abierto la boca, Hoseok era como una radio encendida y sin pausa. Hablaba más que los otros tres juntos, y Jimin estaba convencido de que no necesitaba respirar siquiera. Solo hacía pausas de vez en cuando para pegar un sorbo a una botella de agua que tenía en la mochila. De hecho, cuando la abrió, Jimin vio que tenía varias botellas. ¿Tanta sed pasaba?

                  En cuanto Hoseok hubo acabado de preguntar por sus primeros años de primaria —pasados al este del país—, Taehyung decidió desviar un poco la conversación. Jimin dio las gracias a los dioses, hablar de sí mismo lo agotaba.

                  —Hoseok, me muero de hambre —se quejó. Eso hizo reaccionar al recién llegado, porque soltó un «¡Es verdad, que se me olvida!», y sacó de la mochila un par de fiambreras. Jungkook y Taehyung cogieron una cada uno.

                  Jimin se los quedó mirando con curiosidad. Era comida casera, sin duda alguna. Taehyung debió notar la confusión del chico, porque procedió a explicar mientras abría su almuerzo.

                  —Lo ha preparado nuestra madre —dijo, como si nada. Jimin frunció el ceño.

                  —¿Sois hermanos?

                  —Algo así —dijo Jungkook.

                  —Hermanastros —añadió Hoseok—. Más o menos.

                  ¿Más o menos? Jimin no sabía muy bien de qué iba aquello, pero supuso que se trataba de una situación complicada. Los acababa de conocer, así que tampoco quería atosigarles con preguntas demasiado personales.

                  —Entonces, ¿vivís juntos? —Los tres chicos asintieron—. Debe ser divertido.

                  —¿No tienes hermanos? —preguntó Hoseok. Jimin negó.

                  —No, siempre hemos sido mi madre y yo.

                  —¿Y tu padre? —preguntó Taehyung, ganándose un codazo en las costillas de Jungkook, que lo miró con cara de «¡No seas metomentodo!». Jimin le restó importancia con un encogimiento de hombros.

                  —Murió poco antes de que yo naciera —Los tres chicos lo miraron con una expresión incómoda, pero Jimin negó, sonriendo—. No, no. No lo llegué a conocer, así que no lo echo de menos. Con mi madre siempre nos hemos apañado bien, aunque seamos incapaces de asentarnos en un mismo sitio durante demasiado tiempo.

                  —Ya… —Murmuró Taehyung, antes de llevarse un poco de arroz a la boca.

                  —¿Tú no comes, hyung? —Jimin tardó un poco en darse cuenta de que Jungkook le hablaba a él.

                  —Pues… —Quiso darse de golpes contra el árbol más cercano. Con los nervios del primer día y de tener nuevos amigos, se había dejado el almuerzo en clase.

                  —Toma —Hoseok rebuscó en la mochila y le tendió una tercera fiambrera. Jimin la miró sin atreverse a cogerla—. No te preocupes, es comida extra, por si Kookie se queda con hambre, que lo creas o no pasa a menudo. Yo ya he comido.

                  Jimin miró a Jungkook, sintiéndose culpable, pero el chico le indicó con la cabeza que aceptara la comida. Jimin se lo pensó un poco, pero notó cómo se le revolvía el estómago del hambre, así que dio las gracias y tomó la fiambrera. Además, Jungkook ya estaba comiendo la ración más grande que había visto en su vida —el recipiente de su almuerzo era casi el doble de grande que el de los otros dos. Jimin no acababa de entender cómo podía caber todo eso, además de todas las botellas de agua, dentro de una sola mochila—, así que supuso que no dejaría al chico desnutrido.

                  Estuvieron charlando hasta que fue hora de volver a clase de nuevo. Hoseok, como Jimin ya se había esperado, resultó ser un chico muy agradable, aunque con sobrecarga de energía. También tenía una manía extraña de mojarse la cabeza de vez en cuando, como si tuviera mucho calor, pero Jimin lo dejó pasar. Había encontrado gente más rara durante toda su vida.

                  Jungkook también se animó a hablar más, poco a poco. Estaba claro que los tres chicos se llevaban muy bien. Taehyung parecía tener una extraña fijación con Jungkook, que el chico respondía con muecas y bromas mientras Hoseok los miraba riendo. Jimin conocía situaciones de hermanastros que se llevaban como los rayos, pero no parecía ser el caso de esos chicos. Pensó en que, con un poco de suerte, algún día llegarían a ser suficientemente cercanos como para conocer toda la historia familiar que tenían detrás. Los tres chicos no se parecían nada entre sí, ni físicamente ni en la manera de ser, por lo menos a primera vista. ¿Tal vez su madre había tenido hijos con tres hombres distintos? Tenía mucha, mucha curiosidad.

                  Se despidieron de Hoseok —que decidió salir por la puerta principal y evitar una posible fractura de cráneo con un segundo intento de escalada— y de Jungkook —que se fue hacia el pasillo de primero— y fueron hacia clase. Aunque Jimin estaba un poco cansado, estaba contento. Había hecho tres amigos, y uno de ellos era un compañero de clase. Tal vez se adaptaría a Seúl mucho más rápidamente de lo que pensaba.

 

                  El último timbre del día sonó a gloria en los oídos de Jimin. ¡Primer día de clase superado!

                  En cuanto hubo recogido las cosas, se giró para preguntarle a Taehyung la zona en la que vivía. Tal vez podían volver juntos. Sin embargo, el chico había desaparecido. Jimin se sorprendió y no pudo evitar sentirse un poco molesto. Ni siquiera se había despedido, aunque tal vez le había surgido un imprevisto y había tenido que irse corriendo. Decidió no darle importancia.

                  Le dio un poco de pena salir solo de la escuela, pero intentó ser positivo. Había hecho amigos. ¿Lo invitarían a comer con ellos otra vez al día siguiente? Vigilaría de no olvidarse el almuerzo, no sabía si Hoseok tendría una fiambrera extra de nuevo. Cuando se dio cuenta de sus pensamientos no pudo evitar esbozar una sonrisa. Era como si los conociera de toda la vida.

                  No vivía muy lejos de la escuela, así que decidió no coger el autobús y caminar un poco para estirar las piernas y aprenderse un poco mejor el barrio. Era una zona residencial, de casas bajas y comercio muy pueblerino. A Jimin le había dado un poco de miedo acabar viviendo en un rascacielos del centro de la metrópolis —no es que le horrorizara la idea, pero no estaba acostumbrado—, pero su madre había encontrado un complejo de apartamentos pequeño y acogedor, perfecto para dos personas.

                  A un par de calles de su nuevo hogar, encontró un parque con columpios y caja de arena. Había un par de niños jugando a un rincón, riendo a carcajada limpia, y eso alegró a Jimin. Cada vez le gustaba más ese barrio. Entonces, se percató de otro par de niños que estaban cerca de él, con las miradas hacia el suelo y cuchicheando.

                  —¿Está muerto?

                  —No, se mueve un poco.

                  —¿Qué le pasa?

                  —No sé, tal vez tiene un ala rota…

                  Las que debían ser sus madres los llamaron desde la otra punta del parque, a lo que los niños, echando una última mirada hacia atrás, echaron a correr hacia ellas. Jimin, extrañado, fue hacia el punto donde habían estado los dos niños segundos antes, y entendió la conversación de los pequeños: allí, tendido en la hierba, había un pajarito, claramente herido. A Jimin se le encogió el corazón.

                  Se acercó hacia el animal y se arrodilló a su lado. Estaba claro que, si nadie hacía nada, el pobre pájaro no arrancaría nunca más el vuelo. Se lo pensó un rato y comprobó que los niños y sus madres se hubieran ido. Por suerte, estaba solo. Perfecto.

                  Cuando se hubo asegurado por enésima vez que no había nadie por los alrededores, colocó una mano sobre el pájaro y cerró los ojos. Pensó, por un momento, que había perdido la práctica, pero poco después notó la energía brotar desde cada rincón de su cuerpo hasta su mano derecha. No le hizo falta abrir los ojos para saber que, en esos momentos, la palma de su mano proyectaba una luz blanquecina, envolviendo al animal en una aureola etérea. Pasados unos minutos que parecieron horas, notó un aleteo rozarle la mano. Abrió los ojos en el mismo instante en que el pájaro echaba a volar, recuperado. Jimin lo vio alejarse con una sonrisa.

                  —¿Jimin?

                  La voz detrás de él lo sorprendió tanto que pensó que el corazón iba a salírsele del pecho. Se giró y vio a Taehyung mirarle muy seriamente.

                  Jimin no sabía qué hacer o decir. ¿Habría visto algo? Estaba seguro de que no estaba ahí momentos antes, pero no era consciente de lo que había tardado en tratar al pájaro herido. ¿Tal vez había estado en trance más tiempo del que había pensado? ¿Qué le diría a Taehyung?

                  Una voz en su cabeza le gritó que saliera de esa situación como fuera, así que decidió hacer como si nada.

                  —Hey, Taehyung. ¿Qué haces aquí? ¿Vives por esta zona?

                  —Jimin, ¿qué acabas de hacer con ese pájaro?

                  Estaba claro que había visto algo. «Mierda, mierda, mierda», pensó Jimin.

                  —¿Qué acabo de hacer de qué? No he hecho nada. Pensaba que estaba herido, pero poco después de acercarme se ha ido. Una pena, le podría haber hecho una foto, era muy bonito… —A Jimin no se le daba nada bien fingir, eso lo tenía claro, pero no podía contarle la verdad de ninguna manera. A nadie. Menos a un chico que acababa de conocer. ¿Y si lo encerraban, o peor, lo metían en un hospital para investigarlo? Jimin había sopesado miles de escenarios en su cabeza año tras año, cada vez que pensaba en ser descubierto.

                  —Jimin, no…

                  Jimin no quería escuchar lo que Taehyung tenía que decirle, y tampoco le hizo falta. Un rugido ensordecedor cortó al chico a mitad de frase, y segundos después, un lobo gigantesco apareció en medio del parque, encarándose a los dos chicos con las fauces bien abiertas.


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