Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Love Never Felt so Good por RyuStark

[Reviews - 14]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen. Son propiedad del fabuloso Tadatoshi Fujimaki.

Esta historia iba a ser un drama total, pero mi corazón se estrujó por lo débil que soy y terminó siendo puro romance rosa y esponjoso. O algo así. Raro.  Y es que tenía muchas ganas de escribir sobre un adorable Bakagami maldiciendo de lo enamorado que está de Daiki. Simplemente no pude evitarlo, amo demasiado a este par de idiotas adorables. ¿Qué puedo decir? Imaginarlos felices me alegra el alma. En fin, las advertencias son:

*Algo de OoC.

*Drama en dosis mínimas.

*Lemon.

*Leve mención de KiKuro.

*Fluff.

Notas del capitulo:

 “Este fic se lo dedico con todo el cariño del mundo a todos y cada uno de los amantes del Ahomine x Bakagami”

“Love Never Felt So Good”

Hace tiempo, alguien me preguntó ¿Qué es lo más asombroso que te ha pasado en la vida? Y rápidamente un suceso único vino a mi mente. Una historia en específico. La de mi vida con él.

><><><><><>< 

 

Es estúpido y ridículo pero hace mucho tiempo me enamoré... Era la primera vez que me pasaba, la primera vez que realmente sentí que todo mi ser debía dedicárselo a una sola persona por el resto de la eternidad. Lo ame con tanta locura y pasión que el mundo podría estar colapsando a mí alrededor y a mí no me hubiera importado un maldito carajo, ¿Por qué? Pues simplemente porque no había nada en mi mente que no fuera él, sus ojos de océano y su sonrisa socarrona que aunque suele sacar de quicio a más de uno, a mi me encanta.

Aunque a decir verdad nunca he sido del tipo sentimental, de hecho esas cosas me parecían estupideces totales. Sin embargo, él me hizo creer en el amor a primera vista, en la vivacidad y en los sueños. ¡Vaya cursilería! Pero así es, aquel chico de pelo azul tan intenso como la misma noche, que conocí una tarde de invierno me hizo saber lo que es el amor sincero. Y lo sé porque aun que pasen cien milenios y reencarne en mil vidas diferentes, jamás habrá nadie tan idiota e único como él. No me mal interpreten, estoy orgulloso del imbécil del que me enamore.

La primera vez que lo vi, recuerdo claramente como me quede estático, como cuando ves algo que simplemente no te puedes creer. No sabía ni cómo reaccionar ni que decir hasta que Kuroko, mi mejor amigo y compañero de trabajo en un pequeño restaurante familiar, me dio un codazo sacándome de mis pensamientos. Por lo que voltee a verlo notando esa expresión de burla en su rostro, ya que claramente como el pequeño diablillo que es supo que ese chico de ojos y cabello de noche estrellada me había robado el aliento.

-¿Lo atiendes tú o lo hago yo?

Yo…yo iré. Fue todo lo que pude decir antes de acomodarme el cabello e ir con ese chico, que se había sentado en la mesa más alejada y traía unos gruesos audífonos seguramente escuchando música mientras miraba por la ventana. Apenas llegue a su lado, me quede cautivado con su piel morena de un tono tan intenso y exótico. Pero apenas reaccione, rápidamente salí de mis sueños y me presente como su mesero, sin embargo él ni siquiera me miró. Tan sólo me señaló con sus dedos un nombre en el menú. “Sándwiches y papas fritas” Se lo repetí para confirmarlo, pero él siguió sin mirarme y solo apuntó al final de la lista una “Coca-cola”.

¿Desea algo más? Insistí con la esperanza de escuchar su voz pero él no contestó. Me fui molesto y decepcionado, más lo primero que lo segundo. Bien, el tipo era candente pero nada justificaba que se portara como un idiota y ni siquiera me respondiera. Hay algo llamado cortesía y parecía que él no la conocía. Más fue mi frustración cuando regrese con su pedido y lo vi leyendo una revista de basquetbol y estaba sonriendo. ¡Sonriendo! No solo le gustaba el basquetbol como a mí sino que tenía una sonrisa preciosa. Jodidamente linda, he visto muchas sonrisas, pero nunca como la de él, una salida del alma por ver algo que le gustaba.

Así que nuevamente tente mi suerte y al entregarle su platillo, trague saliva y abrí la boca. ¿Es la nueva SLAM especial con el reportaje de Jordan cierto? Él nuevamente no levantó la vista y en cuanto vi que seguía con sus audífonos supuse que no me había oído por eso. Así que simplemente me dispuse a irme hasta que escuche un “Gracias” bastante leve, que me hizo girar sólo para ver que nuevamente ya estaba leyendo su revista. Genial, ni siquiera me miró. Me sentí tan estúpido que decidí ignorar mi fallido intento de plática con un chico que me gustaba.

Ese día se pasó mortalmente lento, él ni siquiera pidió la cuenta, tan sólo dejó el dinero, un extra de propina y luego salió en silencio tal y como ingresó. Pensé que sería lo mejor del mundo que no volviera, pero no tuve tanta suerte ya que regresó exactamente una semana después. Y no lo note hasta que Kuroko nuevamente me dio un codazo. Al verlo no sé si me alegre o si me enfureció ver que nuevamente traía esos estúpidos audífonos puestos. Pero como lo primero es la atención al cliente tuve que ir a tomar su orden. Y como era de esperarse se repitió lo de la semana anterior.

Simplemente señaló con su dedo su orden y me dio las “Gracias” cuando le di la espalda, todo sin mirarme si quiera. Todo esto se repitió por cerca de un mes, el chico solía venir cada viernes por la tarde y casi siempre pedía lo mismo. Podría decirse que me acostumbre a observarlo detenidamente. Digo, una persona que no habla lejos de pasar desapercibida al menos a mi me llama la atención. Así que eso hacía, me dedicaba a verlo comer y disfrutar sus alimentos mientras leía alguna revista de basquetbol o jugaba con su celular un estúpido jueguito del mismo deporte.

A veces podía ver que escuchábamos el mismo tipo de música cuando dejaba su reproductor sobre la mesa, o que leíamos libros parecidos. Que usábamos ropa parecida, casi siempre deportiva y casual. Al igual que la misma marca de zapatos y hasta modelos. Realmente no sabía si molestarme al saber que tendríamos tanto para conversar y conocernos, o berrear ya que él nunca me miraría. Quería meterme a la cabeza que era un idiota y que debía ignorarlo pero simplemente no podía hacerlo. ¡No podía!

Un día cuando una niña que pasó corriendo le tiro su bebida encima, cualquiera esperaría que un tipo con rostro intimidante como el de él, quisiera tragársela viva. Pero eso no pasó, él simplemente le sonrió a la niña y le palmeó suavemente la cabeza. Era un imbécil, pero era uno muy amable y eso me gustaba. ¿Cómo era posible sentirme tan atraído por alguien del cual ni siquiera me sabía su nombre? O eso me preguntaba cada viernes que lo veía. Estaba tan harto de no poderlo sacar de mi mente, eso y que mi jefe ya quería ahorcarme de que cada viernes no hacía más que verlo como un idiota, sin prestar atención a nada más que él.

Por lo que me mis compañeros me ayudaron a armarme de valor y como no quería hablarme o mirarme decidí llamar su atención. Primero empecé pidiéndole al cocinero que si podía darle un poco de comida extra lo cual aceptó. Al principio se quedó extrañado pero terminó comiendo, tal vez suponiendo que era por ser un cliente frecuente. Luego no solo aumente su porción sino que le lleve una rebanada de pastel de chocolate. Nadie podría rechazarlo y menos porque yo ayude a prepararlo. Cuando por fin se lo deje, le di mi mejor sonrisa y dije. De mi parte. Un…regalo. Él me miro extrañado como descifrándome. ¿No te gusta el chocolate?

-¿Regalo?

¡Sí, un regalo! Mierda, me emocione a sobre manera cuando me contestó, por lo que me atreví a preguntar su nombre. Pero nuevamente no contestó, tan sólo se comió su pastel para luego pagar e irse a prisa. Ese día por primera vez me dieron unas inmensas ganas de llorar que hasta la fecha sigo sin poder explicarme. No obstante la semana siguiente él volvió pero esta vez pude notarlo… Él no dejaba de mirarme. Esta vez era él quien me seguía con la mirada ocultándose tras su revista. Intenté no tomarle mucha importancia pero el bastardo me sacaba una estúpida sonrisa al ser tan jodidamente obvio. Y aunque no pasó mucho por no decir nada, las siguientes semanas fueron iguales. Solo nos mirábamos en silencio absoluto.

-¿Cuándo será el día en que Kagami-kun se atreva a pedirle una cita?

Ese era Kuroko viéndome con una mueca divertida mientras se bebía un batido de vainilla. No lo haré, él ni siquiera me contesta la mayoría de las veces cuando le hablo.

-En ese caso haz que no le quede otra alternativa que contestarte.

¿A qué te refieres? Le pregunte curioso. Porque para ser sincero el chico me encantaba y quería intentarlo después de esas miradas que me dedicaba.

-Estoy de descanso así que atenderé tus mesas mientras tú hablas con él ahora mismo.

¿Qué? ¡¿Ahora?! ¿Creen que me dio tiempo de contestar? Joder no. Lo próximo que sabía es que ya me había arrebatado mi mandil y me había empujado. Conforme caminaba termine de armarme de valor y me senté frente a él sorprendiéndolo. De inmediato miro a los lados como no comprendiendo mientras yo tragaba saliva. Soy Kagami, siempre te atiendo…y bueno, mierda. Lo siento, no soy bueno para estas cosas. Sólo que…yo siempre…te veo y tú...ya sabes. No hacía más que ponerme más y más nervioso mientras él me miraba sin comprender y seguramente preguntándose qué carajos pasaba, con una expresión bastante nerviosa como temeroso de mí.

No te asustes sólo…sólo quería decirte que…¡Que me gustas! ¡Me gustas desde la primera vez que te vi! Está bien, esa no era la manera de decirlo pero lo hice. Lo grite tan fuerte que todo el mundo se calló y más de un comensal volteó a verme. Sin embargo él permaneció pasmado sin poder si quiera abrir la boca. Por lo que no pude evitar avergonzarme a tal grado que lo próximo que supe es que salí corriendo de ahí esperando que me tragara la maldita tierra. ¡Me había rechazado! Corrí escuchando a lo lejos los gritos de Kuroko, los cuales ignore hasta no oír más y seguir corriendo hasta que las piernas me ardieron y me di cuenta de lo lejos que había llegado.

Dolía. Dolía muchísimo. Nunca fui muy seguro de mi sexualidad, pero por primera vez había encontrado a alguien que parecía haber sido hecho para mí. Y yo ni siquiera valía la pena como para merecerme una respuesta. Dolía demasiado. Nunca fui débil, pero cuando te hieren el orgullo y el corazón es inevitable sentirse rechazado. Ese mismo día cuando regrese a mi hogar le avise al gerente que me tomaría unas vacaciones indefinidas. No quería volver a ese lugar. Al menos no hasta sentirme mejor. Y así pasó una semana en la que permanecí tirado e inerte en mi cama.

Si no hubiera sido porque la comida se acabó me hubiera quedado ahí para siempre. Pero sin más tuve que ir al supermercado. De regreso no pude evitar pasar por el restaurante sin miedo, ya que era miércoles y él solo iba los viernes. Así que camine sin deberle nada a nadie hasta que lo vi a través de la ventana. Estaba en la misma mesa de siempre pero esta vez frente a él había un chico rubio bastante atractivo que lo estaba haciendo reírse. Él…se estaba riendo como nunca antes lo había visto. ¿Ese era su novio? ¿Por eso es que ni siquiera valía le pena mirarme?

Apenas regrese a casa y nuevamente no puede evitar culparme. ¿Por qué tenía que gustarme ese tipo idiota? ¿Por qué tenían que gustarme los chicos? ¿Por qué me sentía tan dolido si a él no le importaba? En ese momento comprendí lo que era un amor no correspondido. ¡Y odiaba con todo mí ser sentirme así! ¡Porque ni su nombre me sabía carajo! Y aunque nuevamente tuve ganas de llorar, me lo trague y me convencí de que debía volver a ser el de siempre. Yo no era ningún tipo patético que se lamentaría por algo que no era para él. Y lo que hice fue nuevamente tirarme en mi cama para dormir y por la mañana levantarme temprano e ir al trabajo como si nunca lo hubiera conocido. Claro hasta que Kuroko me llamó. Y muy de mala manera le tuve que contestar, si no era capaz de ir a verme. ¿Hola?

-Kagami-kun. Qué bueno que contestas, todos hemos estado muy preocupados por ti y nos preguntábamos si volverías pronto. También hay algo muy importante que tienes que saber…

Volveré mañana. ¿Qué quieres decirme? Fue lo único que salió decentemente de mi boca.

-Ese chico…el que te gusta ha estado viniendo todos los días al restaurante desde que comenzaste a faltar, pero hoy en especial...

Sí, lo sé.

-¿Qué? ¿Cómo lo sabes?

Hoy pase por afuera y lo vi riéndose con su novio.

-¿Novio? ¿Kise-kun? No, él es un modelo y…

¡Basta! ¿Por qué me llamas para decirme esto? De inmediato le colgué. Claro, era de suponerse que un modelo era la elección. ¡Que se jodan todos! Era lo único que pensaba mientras gruñía enfurecido en mi cama hasta que me quede dormido. Así para cuando la mañana llegó simplemente me di un baño, desayune y me fui al trabajo. Apenas mis compañeros me vieron entrar nadie me dijo nada, lo cual agradecí a sobre manera. Y sin más seguí con mis labores como de costumbre.

Lentamente el tratar con la gente me fue alegrando bastante y termine sonriendo de nuevo hasta que la puerta se abrió, claramente gire por el sonido de la campana y fue que lo vi. Juro que ambos nos miramos como un par de idiotas por un par de minutos que me parecieron una eternidad, claro hasta que ese tipo rubio apareció detrás de él con una inmensa sonrisa que sinceramente quería borrarle a golpes.

-¡Moo Aominecchi! ¿Por qué te quedas parado en la entrada?

¿Aominecchi? ¿Qué clase de nombre idiota era ese? Mientras yo analizaba su ahora extraño nombre el chico rubio me miró y de inmediato me dedicó una sonrisa boba que no supe descifrar, pero que en ese momento me tocó hasta las jodidas entrañas. Quería matarlo. Y lo hubiera hecho si no es porque Kuroko me sacó de mis pensamientos adelantándose y saludándolo.

-Kise-kun bienvenidos, ¿La misma mesa de ayer?

-¡Por supuesto Kurokocchi!

Si las miradas mataran la mía hubiera atravesado a Kuroko en el cráneo. ¡Era un traicionero! No solo me hablaba para decirme que el tipo que me gustaba tenía un novio, sino que aparte ahora era su amigo y le ofrecía una mesa para que coquetearan frente a mí. ¡Con amigos así para que quería enemigos! Estaba furioso intentando perforar las mesas conforme las limpiaba, ya que claramente no atendería a esos idiotas. Pero lo peor es que sentía la mirada azul del chico moreno en mí a todo momento. Y cuando nuestras miradas llegaban a encontrarse él me veía nervioso, como si me quisiera decir algo lo cual decidí ignorar yéndome tras la barra a pulir vasos para malteadas.

-Tú debes ser Kagamicchi.

Esa voz chillona me resonó por todo el cuerpo terminando de joderme apenas levante la vista y vi que evidentemente era el tal Kise.

-Woah, que mirada Kagamicchi ¡Que miedo!

No me digas así. ¿Qué se te ofrece? Oh cielos. Estaba por reventarle la máquina para malteadas en la cara pero me contuve de verdad. Maldición que alguien debió de darme un maldito premio por tanta paciencia en ese momento.

-Eh…Kurokocchi dijo que eras un gran chico ¡Y también Aominecchi! Pero pareciera que quieres matarme. ¡¿Por qué?!

El tipo dramatizaba acabando con mi poca paciencia hasta respire hondamente. Si no hay nada en que le pueda servir me retiro. Me di la media vuelta listo para irme hasta que sentí como me detuvo, por lo que ahora si gire listo para matarlo e ir a prisión con cadena perpetua por qué no dejaría ni sus huesos.

-¡Aominecchi quiere verte cuando termine tu turno!

¿Qué? Me quede estático al igual que más de un comensal, porque claramente lo gritó sin mencionar que “Aominecchi” se puso todo rojo y salió del restaurante a prisa.

-Oh no, ya lo avergoncé ¡Y me matará! ¡Me golpeara hasta cansarse! ¡Qué tragedia!

Genial, me habían robado a mi nuevo saco para boxear. Supongo que aun no era mi momento de ir a prisión. Así que simplemente le pregunte con la mirada a qué se refería. Porque no mentiré, cuando dijo que ese chico quería verme me emocione un poco.

-¡Aominecchi realmente quiere verte! Así que estaremos esperando a que termine tu turno. Hay una cancha de basquetbol aquí cerca ¿La conoces verdad?

Uhm…sí.

-¡Genial! ¡Ahí te veremos Kagamicchi!

El tipo salió bailoteando después de abrazar a Kuroko mientras yo no comprendía un carajo de lo que acababa de pasar. ¿Querían decirme que no me acercara más a ellos o algo así? ¡Todo era una mierda confusa!

-Por fin hablarás con Aomine-kun. ¿Estás feliz?

¡Kuroko maldición! Le grite ya que como siempre tenía esa mala maña de aparecer de la nada como algún fantasma nada amigable. Espera ¿Dijiste Aomine?

-Ese es su apellido…si quieres saber su nombre tendrás que ir a esa cancha. Y algo más antes de que tu mente siga creando historias raras. Kise-kun y Aomine-kun no están saliendo. No son novios.

¿Cómo lo sabes? Digo, aparecía de entre las sombras ¡Pero no es como que fuera adivino!

-Créeme Kagami-kun, lo sé.

Supongo que lo era. Y sin más tuve que soportar las dos horas más tediosas de toda mi vida donde la desesperación amenazó con matarme por segundos. ¿Realmente hablaría de él? ¿Pero de qué? ¡¿Y por qué tendría que estar ese tipo?! En fin, apenas mi turno terminó, no dude en tomar mis cosas e ir rumbo a esa cancha en compañía de Kuroko que quiso acompañarme, tal vez para darme apoyo moral. En cuanto llegamos mis nervios se fueron al carajo al ver como Aomine estaba haciendo una majestuosa clavada que Kise no pudo evitar. Casi por inercia sonreí de lo increíble que se veía y sentí unas ganas insanas de jugar contra él.

-¡Aominecchi ya llegaron! ¡También viniste Kurokocchi!

Kise corrió a abrazar nuevamente a Kuroko mientras yo me acerque a Aomine que me miraba casi desafiante y me arrojó el balón invitándome a jugar, lo cual acepte de inmediato. ¡Por fin jugaríamos como tantas veces lo imagine en mi cabeza! Y debo decir que fue el juego que me regresó el alma al cuerpo. Era increíble, como un animal en su hábitat natural, se movía de una manera sorprendente, única e increíble. Y su sonrisa…dios, esa sonrisa me hizo saber que realmente estaba loco por él tuviera novio o no.

En cuanto terminamos ambos nos tiramos contra las rejas, para beber algo de agua mientras mirábamos a Kuroko y a Kise platicar melosamente en una banca. Y como durante todo el partido no oí su voz decidí que era hora de afrontar la verdad, así que gire, lo mire fijamente y él a mí. ¿Querías verme solo para jugar? Digo, fue increíble pero…¿Es todo? Aomine me veía detenidamente, hasta que frunció el ceño y puso una expresión algo dolorosa. Ahí estaba otra vez. Suspire y me gire para tomar mi botella, pero tal vez él pensó que me iría por lo que me sujeto e hizo que lo mirara.

-Yo no…yo no puedo. Yo no…

¿Tú no qué? Me veía con tanto dolor, como si le molestara decirlo pero dios sabe que necesitaba saberlo. ¡Háblame Aomine! Se lo grite en la cara por lo que él también explotó.

-¡Yo no te escucho! ¡No te escucho! ¡No puedo oírte! No…no puedo oírte…no…puedo. ¡Carajo!

Me quedé estático, ¿Acababa de decirme que no me oía? ¿Pero qué no estábamos hablando? ¿De qué hablas Aomine? Él me miraba fijamente mientras negaba bastante dolido, lastimándome hasta el orgullo. ¿Es una broma?

-Él realmente no puede oírte Kagami-kun.

De inmediato gire para ver a Kuroko que había llegado frente a nosotros al igual que Kise. No entiendo. Kise le hizo un par de señas a Aomine con las manos, a lo cual asintió.

-Verás Kagamicchi… Hace tres años Aominecchi tuvo un accidente muy grave que lo dejó sordo debido al fuerte traumatismo que tuvo en la cabeza. Él puede hablar porque lo ha hecho toda su vida y sabe leer solo algunas palabras de los labios de las personas. Pero no puede oírte…

Mire a Aomine que me veía algo cabizbajo hasta que se aclaró la voz para sostenerme la mirada.

-Lo siento… Siento lo que te hice. Pero es vergonzoso contárselo a los demás. No me gusta hablar de ello. Y no quería que tú lo supieras.

¿Qué? ¿Por qué? Kise nuevamente le hizo un par de señas que hicieron a Aomine fruncir el ceño.

-¡Porque no quería que te alejaras o peor, que te acercaras solo por lástima! ¡Odio la puta lástima de la gente solo porque lo perdí todo!

Todos permanecimos callados hasta que yo suspire y le di un puñetazo en el brazo que lo dejó con la boca abierta. Kise, dile que es un idiota y que jamás le tendría lastima a un imbécil como él. ¡Y díselo así! Kise se rió y creo que se lo dijo ya que Aomine de inmediato me jaló el cabello.

-¡¿A quién le dices imbécil Bakagami?!

¡¿Bakagami?! ¿Por qué me dice así?

-Ah…lo siento Kagami-kun, yo le dije a Kise-kun que le diera tu nombre hace un par de días en el restaurante cuando me entere que Aomine-kun era sordo, pero parece ser que ahora encontró una nueva y divertida forma de llamarte.

Ahora entendía todo. O casi todo. ¡Pues dile que…que él es…es! ¡Un imbécil Ahomine! Kuroko y yo nos reíamos mientras Kise traducía y veíamos a Aomine berrar y venir contra mí. Nos peleamos estúpidamente pero todo al final todo terminó en risas.

-Bueno chicos, los dejamos que yo y Kurokocchi tenemos una cita en el cine. Toma esto Kagamicchi, así podrán hablar.

Kise me entregó una pequeña cuadrícula de post-it y un lápiz para luego salir corriendo tras de Kuroko que tan sólo me dedico una última sonrisa. Espera ¿Dijo una cita? Al parecer ahí había surgido algo de lo cual yo recién me enteraba. Después de irse y dejarnos solos debo admitir que me puse bastante nervioso y no encontraba como iniciar la conversación ¡Y menos a través de cuadritos de papel! Pero parece ser que Aomine decidió romper el hielo de la manera más estúpida del mundo.

-Tus cejas son raras.

¿Qué? De inmediato voltee a verlo, mirando esa mueca cabrona y burlona que me molestó. Pues tú…tú ¡Tarado! Él se rió por mi expresión pero me señaló las pequeñas hojitas de papel, en las que no tarde en escribirle en grande “Idiota” sacándole una carcajada.

-Me parece que llenaras todo el block con puras groserías. Aunque sería más fácil si admitieras que soy candente.

Ni siquiera le contesté solamente dándole un codazo que nos hizo sonreír, hasta que se me ocurrió algo que quería preguntarle en papel. “¿Por qué siempre traes esos pesados audífonos?” Él solo me sonrió y se encogió de hombros.

-Es para que la gente no me hable. De esa manera no tengo que “escucharlos” y por lo tanto no tengo que contestar. También porque me gusta imaginar, que un día mientras camine, simplemente volveré a oír y claramente lo primero que escucharé será rock a todo volumen.

Yo le sonreí ya que me dio algo de ternura. Supongo que era un argumento válido.

-Hey Bakagami. Mi nombre completo es Aomine Daiki. ¿Puedes decirlo para mí?

Lo mire sin comprender pero aún así repetí su nombre. Aomine…Daiki. No sé porque lo hice despacio, como acariciando las sílabas tal vez por la manera en que me lo pidió. Oh carajo, como me emocione ya que por fin sabía el nombre completo del chico que tanto me gustaba y a él pareció encantarle mi expresión.

-Ahora sé cómo se mueven tus labios cuando dices mi nombre.

Le sonreí algo emocionado, Aomine realmente sabía cómo ponerme a temblar. Así que permanecimos en silencio debido a mis nervios hasta que él recargó su cabeza en mi hombro.

-Es una mierda no oír. Apuesto que tu voz es sexy…o tal vez tienes una voz chillona como la de Kise, o lo que recuerdo de ella. ¡A que sí Bakagami!

Me jodía escribir en el pequeño block pero rápidamente le escribí un “¡Mi voz es la más candente del mundo!” que lo hizo sonreír.

-Mhm…seguro que lo es. ¿A ti te gusta mi voz?

Tan sólo asentí a la vez que sentía como Aomine tomaba mi mano, sorprendiéndome pero sobre todo enterneciéndome un poco.

-Sabes… ya no recuerdo como me oigo. Kise dice que mi voz no cambió después del accidente, pero a veces creo que soy una persona totalmente diferente. Es curioso como las personas realmente no valoran lo que tienen hasta que lo pierden. Antes era más antisocial que ahora aunque no lo creas. No me gustaba recibir consejos, ni recibir órdenes y siempre estaba muy ocupado para oír a los demás. Era demasiado egoísta lo admito.

Vivía solo en mi mundo perfecto. O eso creía. También a veces pienso que viví toda mi vida estando completamente sordo, solo que lo note después del accidente… Y maldición duele darse cuenta de la verdad. Como me gustaría volver a oír la voz de mi mamá. O de mis amigos. O de alguien. Como me hubiera gustado oír tu voz cuando dijiste que yo te gustaba aquel día en el restaurante.

En ese momento sentí mi pecho punzar, como una herida ardiente que me quemaba hasta los huesos pero a la vez era invisible mientras apretaba el agarre de nuestras manos para hacerle saber cuánto me importaba, y cuanto quería estar con él en ese momento.

-Tú también me gustas. Me gustas mucho Bakagami. Desde la primera vez que te vi me has gustado. Solo que como verás soy un imbécil el cual odia depender de los demás. Ya que tener este defecto me ha quitado muchas cosas. Y no quería hacerme ilusiones por tener a alguien, para luego perderlo cuando se hartara de mí. Ya no me espera un futuro brillante, ya no tengo mucho que ofrecerle a nadie…ni siquiera a mí mismo. Cualquiera pensaría que exagero y que hay muchas cosas que podría hacer, pero mi vida era el deporte y después de esto lo perdí…lo perdí todo.

Aun recuerdo cuanto coraje me dieron sus palabras y lo molesto que estaba, Aomine lo supo en cuanto lo tome por el cuello de la camiseta y le dedique la más letal de mis miradas para luego besarlo violentamente. Fue un choque que nos sorprendió a ambos, pero que nos terminó de fundir en nuestro océano de sentimientos. Al principio fue algo salvaje, pero lentamente la intensidad bajo hasta convertirse en un beso dulce, casi nocivo y tierno.

Se convirtió en el beso que me hizo saber que nunca en toda mi vida había sido tan feliz y que lo quería. Que quería estar con él para siempre. ¿Tonto no? Un beso que decidió sobre todo el rumbo que tomaría mi vida. Pero así fue. Así que apenas nos despegamos tome ese estúpido block y escribí. “¿Quieres ser mi novio? Aunque no prometo no golpearte cuando te comportes como un imbécil.” Se lo pase y vi su expresión sorprendida que se terminó convirtiendo en una sonrisa. Me jure que le mostraría a Aomine que no lo había perdido todo.

 

><><><><><>< 

 

Nuestra relación progresó enormemente. Y cuando digo enorme, es masivamente. Aomine y yo nos veíamos casi todos los días después de mi trabajo, o a veces me iba a recoger a la universidad cuando inicie mis clases en la escuela de cocina. Y por supuesto los viernes no faltaba al restaurante para su ración extra de pastel de chocolate. No mentiré, fue difícil aprender a comunicarnos, obviamente no me la iba a pasar toda la vida con un estúpido block de post-it por lo que con ayuda de Kise. Sí, de Kise el tipo que odiaba inútilmente y terminó ligándose a Kuroko. Bueno, con su ayuda y un libro del tema aprendí en cuestión de semanas el lenguaje de las manos.

Y ahora sí, podía decirle imbécil a Aomine directamente cuando lo sentía para terminar en carcajadas. Obviamente nos peleábamos como cinco veces al día sino es que más, ya que según él por ser cuatro años mayor que yo me consideraba un mocoso ¡Vaya idiota! ¡Él era el tipo más infantil del mundo y me decía mocoso a mí! Aunque para ser sinceros después de discutir terminábamos besándonos el doble. Así éramos. Aprendimos todo el uno del otro a base de bromas ridículas, peleas tontas, carcajadas que te sacan lágrimas y largas horas de mover las manos.

Aomine supo que mi familia estaba en América y que yo no me había dedicado a jugar por una lesión que tuve en la preparatoria, pero que decidí seguir mi otra pasión que era la cocina. Mientras que yo me entere que él había perdido comunicación con sus padres después de su accidente, siempre por esa excusa de no depender de los demás. También comprendí porque estaba tan molesto y es que era un jugador profesional, el mejor en su clase y no es que no pudiera jugar basquetbol más. Sino que ya no podía hacerlo con un equipo en tiempo real.

Al no poder oír el balón ni a las personas cercanas, más indicaciones o señalamientos claramente todo se volvería un caos en la cancha. Y aunque el accidente fue culpa en parte de su trabajo y terminaron indemnizándolo de por vida, eso no resolvía que su vida como deportista profesional había terminado. Y por ello había días en que Aomine simplemente quería estar en cama. Aprendí a abrazarlo y a escuchar los salvajes relatos de sus fenomenales partidos. Yo acariciaba su cabello mientras él me narraba totalmente eufórico cada encuentro que tuvo contra profesionales de calibre extranjero. Y aunque todo comenzaba con sonrisas siempre terminaba amargamente.

Aunque, no es por halagarme ni mucho menos, pero no había nada que una buena sesión de besos candentes y de sexo vigoroso no solucionara. Inclusive debo decir que el sexo con Aomine era algo fuera de este mundo. El hombre era un animal en la cama, eso y que siempre me abrazaba, tocaba, mordía y sus manos simplemente no dejaban de palpar mi cuerpo. O a veces aun en medio de la más extenuante pasión, pegaba su oído a mi pecho. Y aunque no oía, dice que podía sentir claramente los latidos de mi corazón y se imaginaba el sonido. Ese sonido que solamente él ocasionaba en mi pecho.

¡Y es que se sentía tan bien estar juntos! Aún se siente así. Era como si apenas nos tocáramos o miráramos toda la pesadez, amargura o cansancio del día se desvaneciera. Maldición, odio admitirlo pero el simple hecho de escuchar su voz me sacaba una sonrisa y me hacía sentir dichoso hasta la locura. Aun cuando a veces Aomine se la pasaba jodiéndome en grande y molestándome como el tonto inmaduro que es, simplemente me hacía feliz. Y es que por más que pasara el tiempo, yo me sentía enamorado como si fuera el primer día, miento, cada vez lo sentía mucho más. ¡Ah! ¡Estúpido romance de mierda!

El tiempo pasaba y los días se convirtieron en semanas, las cuales terminaron en meses.

Un día Aomine llegó a mi departamento para preguntarme que si podía venirse a vivir conmigo. De inmediato me impactó  y le “reclame” pero al final no dude en aceptar. La cuestión es que según él, estaba harto de no hacer nada y aunque ya no podía jugar profesionalmente aun podía enseñar. Así que se consiguió un trabajo cercano a mi departamento, como entrenador de un equipo de basquetbol en una buena universidad con ayuda de un amigo suyo llamado Akashi, el cual debo decir da miedo.

Y es que el hombre que trabajaba como asistente del equipo, curiosamente hablaba el lenguaje de las manos. Y al menos en ese tiempo no tenía intención alguna de renunciar ya que según él era el trabajo de su vida. Así Aomine podría hablar y cuando necesitara escuchar a su equipo, su asistente lo ayudaría. Sinceramente la emoción no es la misma, el solo ver y no poder estar ahí con el tiempo aumentándote la adrenalina, no te provoca la misma sensación. Pero eso era mejor a nada. Lo apoye. Quería verlo sonreír. ¡Quería que fuera feliz maldición!

Ahora todos los días llegaba emocionado diciéndome que había ciertos alumnos suyos que eran sensacionales. ¡Aomine cambió totalmente y ya no le importaba no oír! ¡Ahora estaba realmente alegre! Aunque no es que antes fuera infeliz pero ahora se veía lleno de vida, de emociones y eso me lo transmitía. Era como si sintiera esa necesidad asfixiante de pasarme toda su vitalidad la cual acepte encantado. Y es que era imposible no sentirse atraído por esa ráfaga de vivacidad magnética que solo alguien como él podría tener. Aun cuando aquella vez lo perdió todo, por fin estaba encontrando y recuperando su camino junto a mí.

Así que cuando yo no estaba en la escuela de cocina, todos los fines de semana estaba muy ocupado siendo arrastrado por él a toda clase de lugares. Es como si el volver a estar a cargo del balón le hubiera regresado parte de su alma. Al principio comenzó como ir a comer a diferentes restaurantes por toda la ciudad, luego a ver películas raras en cines alejados. Después a hacer pequeños viajes a ciudades cercanas. Hasta viajar de un extremo al otro del país o simplemente visitar los países vecinos. Carajo, estoy seguro de que nos tomamos más de mil fotos en más de cien lugares diferentes. Creando las mejores memorias impresas de mi vida.

Los meses volaron como el viento hasta convertirse en un año, luego en dos, tres, cuatro y finalmente cinco.

Cualquiera diría que era estúpido y hasta irresponsable, pero no nos importaba. Apenas teníamos dinero y salíamos corriendo de la mano como un par de tontos enamorados. Trepándonos a las norias para besarnos en la punta, surcando el mar de Japón en pequeños barcos, recorriendo las tierras lejanas en trenes bala, escalando los montes rocosos, deslizándonos por la nieve cuando el invierno llegaba, o quemándonos los pies en las arenas cálidas en el verano. ¡Dios! ¡Nadie me hacía sentir tan vivo como Aomine! Vivo en serio. Vivo hasta sentir la sangre burbujearme con cada mirada que me dedicaba.

Y así, todas las noches cuando la obscuridad llegaba y las estrellas salían, fundíamos nuestros cuerpos como si no hubiera mañana. Porque muy en el fondo sabíamos que para ambos, podía nunca llegar el amanecer, no por la muerte. Eso era algo rápido, sino por lo impredecible que es la vida en sí.  ¡Maldición, todo era perfecto estando juntos! No es que necesitáramos al mundo entero para ser felices. Oh no, al demonio con eso. Solo nos necesitábamos el uno al otro. Y sin duda ahora puedo decir que los mejores años de mi vida los he pasado a su lado.

Había veces en que Aomine se recostaba en mi pecho y me pedía que hablara. Entonces lo hacía, él sonreía y me decía “Puedo oírte…de verdad puedo hacerlo. Aunque no escucho las palabras, puedo oír tu voz dentro de mi cabeza.” Cuanto lo amaba…cuanto y desesperadamente lo amaba. ¡¿Y cómo no amarlo?! Tenía unos ojos preciosos y una mente sacada de cuento de fantasía. Era un imbécil cabrón la mayoría del tiempo, sí, se la pasaba molestándome, absolutamente y era totalmente irreverente, por supuesto. Pero estando con él jamás había momentos aburridos.

Nos reíamos por todo, siempre arrojándonos lo primero que encontrábamos hasta jalarnos el cabello en plena calle. Podíamos crear una maldita batalla campal con tan sólo una servilleta de papel. Y siempre bailábamos estúpidamente cuando nuestro equipo anotaba por televisión. Juro que las palomitas salían volando y sacábamos a relucir nuestros mejores y más ridículos pasos. Y ni decir cuando veíamos partidos en vivo, casi nos arrestaban por el jodido escándalo que hacíamos solamente los dos… Aomine no necesitaba escucharme para saber cuánto significaba para mí.

Será que siempre hemos sido una pareja rara y lejos de querer encontrar estabilidad, andábamos en busca de cualquier cosa que nos recordara lo increíble que es estar vivos. Y es que formamos este acuerdo mutuo. Cuando alguno estaba harto de todo, el uno al otro nos animábamos aun a golpes, jalones, mordidas, insultos o a besos pero lo lográbamos. Increíble…todo era increíble y si tuviera una palabra para describir la manera en que amaba a Aomine Daiki en aquellos años sería “perdidamente”.  Esa es mi historia, la historia de cómo ese chico de ojos azules me hizo enamorarme de él y de la vida misma, sin embargo ahí no termina.

Porque cinco años se duplicaron y llegamos a nuestra primera década juntos. Al día de hoy.

-Taiga, estuve investigando y yendo con algunos médicos ya que la tecnología ha avanzado mucho y esas cosas. Y bueno, uno de ellos me dijo que puede intentar operarme… Dijo que hay posibilidades de que pueda volver a oír. Aunque solo son del quince por cierto. No tengo mucho que perder…¿Crees que debería intentarlo?

Me lo dice Daiki tomándome por sorpresa, y es que no me esperaba esa sorpresa el día de nuestro aniversario como novios a mitad de nuestra cena casual, en la que hasta hace poco estábamos hablando de que regarle a su padre en su cumpleaños, ahora que la comunicación entre ellos ha mejorado. Claramente me quedo estático sin saber que decir. No quiero decirle oh sí, háztela. Y que si las cosas salen mal él se apagara para siempre. Pero tampoco puedo decirle no y nunca saber lo que podría haber pasado. Es difícil opinar al respecto.

-¿Taiga?

Tan sólo lo miro fijamente dándome cuenta que más que pregunta él ya está decidido, casi emocionado. Juro que este tipo siempre sabe cómo hacerme emocionar con una sola expresión.  Así que ya que todo está decidido, respiro hondo y le sonrío. Yo te apoyaré y estaré contigo pase lo que pase. O eso le doy a entender con mis manos a lo que él sonríe y se acerca para besarme.

-Gracias Bakagami.

¡¿A quién le dices Bakagami, tonto Ahomine?! Apenas se lo digo ambos nos atacamos de la risa mientras él me lleva de la mano hasta el sillón, donde nos dejamos caer y él rápidamente se me pega con su patética pose para ligar.

-¿Así que… follamos?

Woah, sutil. Se lo recalco con mis dedos mientras el muy idiota levanta sus cejas estúpidamente sacándome otra carcajada. ¿Cómo deje a este pervertido entrar en mi vida?

-Mi segundo nombre es sutileza tigre. El primero es semental.

Eres un imbécil. Y juro que muevo mis manos tan rápido como puedo para decírselo repetidamente haciéndolo reírse.

-Así te gusto, eso te hace doblemente imbécil. ¡Métete eso Bakagami! ¡Me amas! ¡Uh!

Daiki comienza a hacerme un ridículo baile como de victoria que me hace rodar los ojos. Juro que si premiaran la estupidez mi tonto novio se llevaría el premio mayor, sino es que el campeonato del mundo. ¿Pero a quién quiero engañar? ¡Adoro al idiota! Así que no hago más que abrazarlo con fuerza y aunque no me pueda oír se lo digo. Todo estará bien, escuches o no, yo no me iré de tu lado. Aunque parece ser que me entendió ya que toma mi rostro asegurándose de presionar fuertemente mis mejillas mientras me sonríe.

-También te amo tigre. Ahora que lo recuerdo será bueno que para después de mi operación ya hayas pedido unas vacaciones en el trabajo, que esta vez quiero que vayamos al espacio sideral.

Mhm…mis terceras vacaciones en el año. El jefe va a despedirme. Se lo menciono inocente y sufridamente con mis dedos, para luego pellizcarle las mejillas y verlo reírse. Con esa sonrisa perlada que sólo él puede ofrecerme.

-¿Debería ligarme a tu jefe? No es tan feo, solo algo bobo sin mencionar que cada vez que me ve le tiemblan las piernas.

¿Ah sí? Se lo digo con muecas mientras ambos nos sonreímos sabiendo que yo soy mi propio jefe, ya que después de un poco de ahorro y debo admitirlo, un poco de ayuda de mi padre y hasta de Aomine logre comprar un pequeño local con el que inicie mi restaurante.

-Te aseguro que con un beso mío, él no pondrá peros para esas vacaciones.

¿Cómo estás tan seguro? Mi mano se mueve mientras con mis dedos libres le acaricio lentamente la nariz, sonriendo al ver como muerde tenuemente la punta de mi dedo.

-Créeme, lo sé…ese chico está enamorado de mi. Pero yo sólo estoy loco por cierto idiota adorable de cejas de cangrejo.

Le doy un puñetazo en el brazo que nos hace sonreír, hasta que unimos nuestros labios en un beso lento, húmedo y candente que rápidamente va subiendo de intensidad y termina mandándome un turbio escalofrío directo a la entrepierna. Sus manos grandes y ásperas rápidamente se meten entre mi camiseta para palpar mi piel húmeda por el calor de la noche mientras yo no dudo en gemir entre sus labios por la ráfaga ardiente abrumándome los sentidos.

-Ven…

Aomine me toma de la mano y me lleva hasta nuestra habitación a oscuras, aventando la puerta y entrando. Apenas me tiene cerca me lleva contra la pared para volver a devorarme los labios a besos y a mordidas enloquecedoras. No sé cuántas veces hemos tenido sexo, pero si de algo estoy seguro es que cada vez es mejor que la anterior. Lo sé en cuanto el simple roce de sus dedos metiéndose entre mis pantalones para deslizarse por mis muslos me hace sentir las piernas temblar. No miente cuando dice que me tiene loco por él, pero no es algo que diré en voz alta.

-Maldición Taiga, te deseo tanto.

Me lo dice con esa voz erótica, ronca y cálida directo al oído que me termina de excitar y hacer arder en deseo puro y pecaminoso. Su voz se funde en mi interior como chocolate derretido mientras dejo que me desnude para luego arrojarme agresivamente a la cama. Sonrío morbosamente al ver como se desabrocha lentamente el cinturón haciéndome arder en anticipación. Me masturbo sin vergüenza alguna, sintiendo mi propio líquido caliente y viscoso deslizarse entre mis dedos conforme la presión aumenta en mi cuerpo. Todo mientras miro como se desnuda sumamente lento ya que le encanta torturarme.

Quisiera golpearlo, pero apenas se retira la ropa interior por fin liberando esa monstruosa y gruesa erección que me anuncia lo bien que se sentirá dentro de mí, no hago más que tragar saliva y desafiarlo con la mirada. Por lo que Daiki me sonríe con malicia viniendo contra mí para besarme nuevamente. Tallamos nuestras lenguas entre sí, disfrutando ese sabor dulce y cremoso del otro por el último postre de la noche mientras yo jadeo entre besos, debido a su mano que ha bajado hasta meterse entre mis piernas para prepararme.

Me retuerzo maldiciendo por lo alto apenas siento dos de sus dedos deslizarse fácilmente en mi interior, debido al líquido caliente que no para de brotar desde la punta de mi propio miembro que ya punza dolorosamente. Mi mente se pierde por momentos de lo jodidamente caliente que me encuentro, disfrutando sus besos y mordidas en mi cuello mientras yo me aseguro de marcarle la espalda a rasguños hasta dejarle la piel ardiendo. Si no estuviera tan ansioso carajo que lo dejaría acariciarme y que su lengua me recorra el cuerpo entero, pero ya no lo soporto.

Por lo que rápidamente lo empujo, apartándolo lo cual no lo sorprende mucho, ya que nos giro dejándolo abajo para sentarme encima de él sobre su vientre bajo. Ambos nos sonreímos casi perversamente mientras yo me relamo los labios lentamente, le rasguño el pecho con saña y me tallo contra su erección. Daiki no tarda en gruñir y en sonreír de lado dejándome tomar el control. Después de todo no es el único al que le gusta torturar. ¿Lo quieres Daiki? Se lo digo lentamente con mis manos viéndolo enloquecer.

-Sí, sí…maldición sí carajo. Muero por estar dentro de ti.

Sonrío complacido ya que es tan o más débil que yo ante el placer, por lo que estoy listo para dárselo. Apenas si me inclino levemente mientras tomo su gruesa erección con firmeza y la llevo hasta mi entrada viéndolo respirar entre cortadamente. Sin embargo me toma por sorpresa al apartar mi mano y rápidamente penetrarme con rudeza tan profundo como puede. Ambos jadeamos con fuerza debido a la ola de placer que nos recorre el cuerpo. Y claramente Daiki no espera y apenas aferra sus manos a mi trasero comienza a darme lentas pero sumamente duras estocadas. Mientras que yo me muerdo los labios para no gemir estúpida y vergonzosamente pero las increíbles sensaciones van más allá de mí.

-Di mi nombre…Taiga di mi nombre, dilo fuerte.

Daiki…Daiki…Dai…Daiki. Se lo digo con fuerza pero lento, viendo como sonríe al leer mis labios conforme aumenta el ritmo de las estocadas. Los minutos se pasan como una eternidad única y excitante mientras me pierdo entre el calor, el placer y sus ojos. Esos ojos azules como el mismo cielo, que siempre me hacen sentir bajo las estrellas más brillantes y resplandecientes. Por lo que apenas si puedo resistir y terminar poco después de que él lo hace dentro de mí.

Y ahí está, esa deliciosa explosión que hace mi cuerpo estremecer de tanto placer acumulado se hace presente nublándome los sentidos. Pero también dejándome aniquilado. Termino cayendo sobre él, para apenas recuperar el aliento, rodarme y quedar a su lado. Nos giramos y nos damos un beso tonto y torpe que resume todo, para luego mirar por la enorme ventana que tenemos a nuestro lado.

-Las estrellas no tienen voz y tampoco oyen. Pero aún así conceden deseos. ¿Crees que me concedan el mío si se los pido?

Me giro para verlo fijamente, sonreírle y hablarme con mis manos. ¿Tu deseo de volver a oír?

-No tonto, el de estar contigo por siempre. ¡Claro que el de volver a oír Bakagami! ¡Quiero oírte gemir mi nombre y escuchar como los vecinos nos reclaman!

Eres el imbécil más grande de todos los tiempos. Se lo digo con mis dedos de en medio, seguido del puñetazo que le doy en el pecho, que lo hace gruñir y nos saca un par de risas. Juro que la rapidez con la que piensa tantas tonterías para molestarme aun me impresiona.

-Bueno también podría pedirle eso si tanto te molesta.

Ruedo los ojos mientras él muy tonto se ríe hasta que me hace cosquillas haciéndome seguirlo. Pero es raro, porque por un momento montones de emociones se han arremolinado en mí, por lo que me incorporo y me siento para mirarlo fijamente y decirle algo. ¿Confías en la operación? Aomine me mira sorprendido, hasta que sonríe y está vez no habla, también me lo dice con señas. “No. Pero confío en ti y con eso me basta.”

Lo miro sin poder evitar sonreír, porque estas son las cosas verdaderamente grandiosas de la vida. Al menos de la mía. Creo que muchas veces nos pasamos tanto tiempo preocupándonos acerca de cómo viviremos el futuro y no el suficiente tiempo admirando la preciosa perfección del presente. Momentos como estos perdidos en la eternidad del tiempo. Momentos que nunca más volverán pero que se disfrutan en grande. Nuevamente me tiro a su lado para que nos miremos tontamente y nos sonriamos el uno al otro, ya que nadie mejor que yo sabe, que sean dos, tres  o cuatro décadas, escuche o no mis reclamos y regaños cuando haga tonterías siempre estaré aquí para él. ¿Por qué? Simple, porque el amor nunca se sintió tan bien como entre los brazos de Daiki.

Notas finales:

Siento mucho si hubo errores ortográficos o incoherencias de redacción. Y bueno, también sé que fue algo apresurado pero no tuve mucho tiempo. Espero que les haya gustado la historia del torpe y enamorado Bakagami, que aun cuando Aomine no pudiera escucharlo sabía que siempre estaría ahí para él. Y en cuanto a su operación…lo dejo a su imaginación. Puede que la próxima vez que Aomine hiciera una estupidez, esta vez realmente escucharía su nombre a los cuatro vientos seguido de un puñetazo del tigre. O simplemente será feliz el resto de sus días escuchando los latidos de su corazón :3 ¡Gracias por leer! :D <3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).