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Decisión por RawiyaHoshi

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Notas del fanfic:

Nota: los personajes de pet shop of horrors no me pertenecen si no a su autora Matsuri Akino, no gano nada con ellos solo es para entretenerme.

 

El viento llevaba los cálidos colores del otoño, hojas amarillentas y rojizas, Chris corria con sus inseparables compañeros animales

 - el pequeño Chris necesita salir y estar al  aire libre, es malo para su salud quedarse todo el dia en casa-

le gritaba el conde a Leon quien solo iba a comer a la tienda, sin preocuparse mucho sobre la crianza de su pequeño hermano, había una parte en el que confiaba completamente en el joven asiático, si bien peleaban todo el tiempo y además jugaban a algo asi como el gato y el raton sus lazos se unieron mas con la llegada del niño de cabellos dorados, ese dia precisamente salieron los tres al parque, D preparo comida y la llevaba en una cesta a modo de picnic, el mayor de los hermanos y el joven de cabello azabache estaban sentados en una manta sobre el suelo tomando el te mientras veian al pequeño jugar, quien no supiera su historia podían jurar que se trataba de una inusual familia, los padres con su hermoso hijo, ¿como había llegado su relación a ese punto? No lo sabían, es mas, ni siquiera sabían que clase de relación tenían, no era de enemigos, ni rivales, no quedaba mucho del detective y el criminal, no eran amigos, ¿el rol de los padres de Chris?, era difícil decir que era algo cercano y bueno, pero haba dejado de ser una persecución entre ambos, si el azabache sugería algo el rubio de mala gana y a regañadientes terminaba cediendo con el pretexto de su hermanito, si Leon tenia un problema el conde no dudaba en meter sus manos en el asunto, cuanto tiempo se estaban tomando para aceptar sus sentimientos, ambos en el fondo sabían que la vida sin el otro era extraña y no recordaban mucho de como era todo antes de que el rubio cruzara por el portal de la tienda.

Pasaron las horas y el pequeño Orcot al fin acabo su batería, quedándose dormido recostado en medio de ambos jóvenes, la angelical carita del infante brillaba con los tintes dorados y nacarados del atardecer, les parecía tan lindo asi, Leon lo cargo en brazos y regresaron a la tienda, una vez que lo acostaron  en su cama y lo vieron unos segundos mas cerraron la puerta de la habitación de Chris y caminaron al portal, en ese momento del dia a los dos se les quedaban atoradas unas palabras, el rubio queriendo excusas para seguir ahí y el otro a punto de decirle “quédate”, a veces un pretexto era otra taza de te con pastelillos, pero cada vez parecía menos, era como si necesitaran algo mas de cada uno, fuera lo que fuera se lo estaban perdiendo por su silencio y su orgullo, les costaba admitir que eran importantes en su vida, que solo juntos podían encontrar algo llamado hogar, cuanto habían callado que habían tenido sueños extraños en donde hacían algo mas que convivir, incluso sus acaloradas discusiones, eran como si encendieran algo en sus pechos, algo que solo el otro pudiera provocar, se vieron a los ojos como una despedida, solo que esta vez fue mas extraño, cuando los ojos azules se clavaron en los profundos ojos impares hizo al rubio sentir un escalofrio en su espalda, la mirada del conde a veces podía ser penetrante y mas fría que el hielo, incluso ser intimidante, pero no era eso, fue mas como encender un interruptor en su cabeza, ¿Cuándo su rostro comenzó a verse asi de… lindo?

-¿pasa algo detective?- el azabache alzo una ceja intrigado por la mueca boba de Leon

-nada… - la suave voz de D lo saco de su transe y bajo la mirada, era extraño, era como estar frente a una hermosa mujer, pero no era una hermosa chica, no, era el chico asiático que tantos problemas le daba

-entonces, que le vaya bien- el joven le abrió la puerta e hizo un ademan con la mano hacia la salida, el detective se dirigio a los escalones y entonces la puerta se cerro despacio detrás de el, casi al llegar al ultimo escalon volteo para atrás quedándose un momento viendo la puerta como esperando algo, después de unos segundos volvió a tomar su camino y salio de ahí, al otro lado de la puerta el conde estaba recargado en ella como si esperara que el otro volviera, pasado el mismo tiempo se retiro a su habitación, la rutina para dormir de los dos jóvenes era distinta, pero al final, cuando ya estaban en sus camas viendo el techo sus mentes se volvían un embrollo, les agobiaba el peso que tenían que cargar, quisieran o no por dura que fuera su misión de vida tenían que cumplirla, aunque había algo bueno, las ultimas personas en quien león pensaba antes de caer en de lleno en el sueño eran Chris y D, por el lado del azabache después de toda su lista de animales el rostro tierno del pequeño Orcot y el de su hermano mayor eran la visión con la que quedaba dormido.

¿Que tal si se arriesgaban? Que mas podría pasar si al fin aceptaban su sentir, que si solo por una vez eran imprudentes por gusto, ¿que si una desgracia ocurria? seria porque asi lo decidieron, cansados estaban de arreglar los problemas que provocaban las malas acciones de otros, por una vez podiran solucionar un problema que si fuese provocado por una decisión propia, no por su padre o su abuelo, no por algún loco que quería pasarse de listo cometiendo un crimen, no arreglar un problema ajeno, sino caer en un hoyo por placer, caer juntos en el abismo de un veneno llamado amor, que con cada encuentro de pasión aunque los hundiera lento en un futuro infierno les hiciera momentáneamente feliz y completos, o solo dejarlo asi, algo que D no sabia era que el dia que huyera de su propio sentir Leon iria tras el, incluso si se escondia hasta el fin del mundo.

El detective quería tomar la iniciativa en el asunto, pero no sabia que hacer, era ya costumbre llevarle dulces, incluso cuando salian con Chris el iba listo con una barra de chocolate por si al conde le daba su baja de azúcar, entonces recordó unos regalos o mas bien unas cosas que se repetian con regularidad con D, las plantas, solo conocía una con un significado, una flor que su madre tenia en el jardín una con un nombre singular, su difunta madre le solia contar la leyenda que dio nombre a la flor y por tanto le parecio buena idea,  cada vez que dejaba la tienda podría ser la ultima vez que viera a Chris o a D, ya lo habían mandado al hospital en estado crítico varias veces, asi que, durante las próximos dias cuando el joven azabache limpiaba la mesa después de comer encontraba una pequeña flor azul sobre el plato de Leon, tardo un par de días para darse cuenta de la indirecta, al pasar la segunda semana no pudo resistir mas, tomaba esas pequeñas flores azuladas y las pegaba a su pecho mientras decía

-yo nunca podría olvidarte-

Esa noche como siempre el rubio estuvo en una persecución con un delincuente, casi le vuelven a disparar, agradeció que esta ocasion nadie muriera o saliera gravemente herido, después como solia hacer todos los días fue a la excéntrica tienda en chinatown, esta vez al abrir la puerta el joven asiático no parecía molesto por llegar a esa hora

-detective – lo dijo como un saludo, Leon pudo notar que en sus manos traía la florecilla que le habia dejado en la tarde  

-tengo un nombre sabes, podrias comenzar a llamarme con el – era algo que quería decir hace tiempo, la única vez que le decía por su apellido era cuando algo grave pasaba, quería escuchar que al menos le hablara por su nombre de pila de vez en cuando sin estar en peligro

-Leon – hablo con un tono suave y seductor mirándolo a los ojos, esto hizo sentir al rubio suaves choques eléctricos recorrer su cuerpo

-gracias por las flores- decía jugando y olfateando de forma elegante la pequeña planta en sus largos y delicados dedos, mirándose un par de segundos no pudieron evitar que el espacio entre ambos se esfumara, tocando lentamente los labios del contrario olvidando todas sus inhibiciones, solo habitaba en su mente el contacto del otro.

 

Notas finales:

Nota: las flores que Leon deja se llaman “no me olvides” y su leyenda dice “un caballero vestido en su armadura estaba cabalgando a la orilla de un río con su prometida. Ella vio un grupo de flores azules meciéndose en el agua, y pidió a su amante que las recogiera. Al intentar llegar a ellas, el caballero se resbaló y cayó al rió. La pesada armadura impidió que pudiera nadar y comenzó a hundirse en el agua pero antes arrojó las flores azules a su amada diciendo -No me olvides-.”


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