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Duerme, pequeño Niño mio por Lunita Shinigami

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DUERME, PEQUEÑO NIÑO MIO

 

By Luna Shinigami

 

[Harry Potter]

 

Luchemos contra el plagio entre más seamos, más se escucharan nuestras voces, no dejemos que personas inescrupulosas se lleven nuestro trabajo… propuesta liderada por Katrinna Le Fay y adoptada por Luna Shinigami.



Si el fic no es de tu agrado, no te gusto el final, el comienzo o las notas de autor, no te gustan los personajes, ni te agrada la autora, por favor, a riesgo de ser grosera, no comentes, pero si tienes una crítica constructiva decente, soy toda oídos. Y tratare de mejorar. Este Fic contiene escenas de sexo y violencia no moderada, también posee escenas Gore no aptas para público sensible.

Atentamente Luna Shinigami

 

 

.O.O.O.O.O.O.O.O.O.O.O.O.O.O.O.

 

 

El suave peine pasaba una y otra vez por el cabello dorado, con una absoluta devoción de quien se halla atado a los designios de aquel hermoso ángel.

 

¿Con que podía competir?

 

Con nada, su belleza era fuera de este mundo, fuera lo bueno o de lo malo, su belleza era abstracta e inmaterial.

 

Sonrió acomodando los suaves mechones en su lugar, mientras besaba la coronilla de esa preciosa cabeza.

 

Se levantó, acomodando sus ropas haciéndolas ligeras.

 

-Te amo- susurro besando su mejilla, inmaculada y prístina y le acomodo en la cama, con la devoción de un enfermero a su paciente, con la devoción de un feligrés a un santo, con la devoción de un humano a su dios.

 

Sonrió con suavidad y se ajustó las gafas por encima del puente de la nariz, mando un beso al aire y cerró la puerta de la habitación.

 

Tomó la llave de la cadena de su cuello y hecho candado, sonaron cuatro candados internos y un suave y siseante sonido, como el de una serpiente siendo apresada. Colocó despacio la dichosa cadena de nuevo en su cuello y  el resguardo bajo la camisa de seda verde.

 

Bajo despacio por las escalinatas de la mansión de la cual él podría erigirse como amo y señor. Casi podría cantar mientras bajaba, toda su vida ahora por designios de los hados, era una completa felicidad.

 

Luego de guerras y batallas, de dolores y perdidas, tenía todo lo que pudiese desear, una hermosa casa, luego que vivió en la oscuridad de un armario escondido, tenía control de sí mismo, cuando siempre fue un títere de titiriteros crueles, lo tenía a él, luego que perdió a sus padres, su padrino y la gente que amaba. Todo en su vida era ahora emancipable.

 

Se acercó con sutileza aprendida al gran salón y acaricio con sus largos dedos el piano de cola que estaba allí, acarició las teclas con la pasión amante, con aquella pasión que su tía asesino cuando le partió los huesos dedos por atreverse a tocar el piano barato que tenían en su asquerosa casa.

 

Cerró los ojos negando, no dejaría que nada más dañara su futuro y su presente, que aquellos horribles recuerdos de una niñez cruel opacaran su vida. Se sentó con la presencia de un pianista y lentamente empezó a tocar las teclas blancas y negras, la ambigüedad del Ying y el Yang en yuxtaposición de la vida misma.

 

El piano era una analogía de la vida.

 

Con cuidado, casi reverencial como lo hacía con su tesoro, empezó a  tocar suavemente, su mente y sus manos reproducían el Opus No 11 de Dustin O'halloran, era casi un soundtrack de su vida.

 

Podía sentir cada nota vibrando en su cuerpo, podía sentir el réquiem inundando sus venas de forma vertiginosa y amante, penetrando hasta el último de sus sentidos, amándolo y odiándolo, agitándolo como un barco a la deriva.

 

La música era su faro, mientras su amante era su barco, su bote.

 

Sonrió subiendo la mirada hasta las escalinatas de la mansión, aquellas escalinatas que lo llevaban directamente a su amante, a su amor, a su vida entera.

 

Él era lo que merecía, lo que necesitaba.

 

Su mano derecha dolió. Y se detuvo.

 

Aún estaban las cicatrices causadas por Vernon, por la misma petunia.

Se levantó hasta un inmenso espejo que había en plena sala y se miró, detallo su rostro  blanco y pálido, que era engalanado con varias cicatrices. Toco cada una de ellas.

 

Una iba desde su ojo derecho  bajando por la nariz y terminando en la mandíbula, ese ojo derecho había perdido el verde de la inocencia y era blanco por la pérdida de la visión.

 

Otra, iba sobre su nariz de oído a oído.

 

Otra adornaba desde su oído izquierdo hasta perderse en su nuca.

 

No contaba las no visibles debajo del traje. El torso, la espalda, los muslos y las piernas, también los brazos y ante brazos, iban desde las heridas de batalla, hasta las causadas por la negligencia de su “familia” también demostraban heridas de fuego y cigarrillo, como de cuchillos y hechizos.

 

Su cuerpo en si era el mapa de la infamia infantil.

 

No era lo que fue. No merecía lo que tenía.

 

Apretó su puño y lo estrello contra el espejo rompiéndolo en mil pedazos.

 

¡No era justo!

 

Era un ser remendado e incompleto, pedazo a pedazo, no era nada de lo que fue, en su tampoco nunca fue nada.

 

Un huérfano.

 

Un niño idiota.

 

Un cerdo al matadero.

 

-Harry-  la voz gruesa le detuvo  antes de que tomara uno de los trozos del espejo para hacer otra herida más, otra cicatriz más.

 

-Severus- susurro recostando su cabeza pelinegra contra el pecho del  hombre que le sostuvo – estoy roto-

 

-Y yo te remendare las veces necesarias- le susurro el hombre a su oído alzándolo como un chiquillo – te escuche tocar-

 

-A Draco le gusta- dijo sin soltar a Severus. – Pero me duele demasiado la mano- mostrándole la mano con aquellos dedos que a pesar de la magia jamás sellaron correctamente, el profesor  tomo aquella misma mano, algo deforme y  beso cada dedo y cada falange.

 

-Sé que a Draco le gusta escucharte tocar… pero él también entiende que te duele- le aseguro levantándolo y subiendo las escaleras de la Mansión Malfoy.

 

Harry sonrió – él me ama mucho ¿Verdad?-

 

El pelinegro asintió llevando a Harry a su habitación, no aquella sellada con magia y con mil cadenas.

 

No aquella cuya vista era imposible aun para él.

 

Llevo a Harry a su habitación y le dejo en la cama.

 

El muchacho se veía tan empequeñecido, no superaba el metro sesenta de cabellos disparatados oscuros y piel blanca como porcelana, múltiples heridas de batalla, múltiples daños psicológicos causados por terceros.

 

La inmensa cama solo podía mostrar su trastornado muchacho aún más débil y pequeño. Severus le amaba, le amaba como se ama a un hijo y como alguna vez amo al su dragón.

 

Severus fue el único que se quedó aun cuando todos comenzaron a darle la espalda, Severus fue la única roca en la que el muchacho pudo sostenerse.

 

Severus siempre estuvo a su lado.

 

Aun viendo la parte trastornada y cruel del delicado muchacho.

 

Él vio el espiral destructivo que dejo a su paso.

 

Él le sostuvo cuando una tormenta de males cayeron en el mundo mágico y fuera de él y fue el mismo quien le sostuvo cuando todo acabo.

 

Severus beso la frente del muchacho que seguía siendo un niño, al menos a sus ojos, aunque para la mayoría no era más que un monstruo en la que en otrora fuese la mansión Malfoy.

 

-duerme- susurro el mayor.

 

Harry solo asintió dejándose arropar completamente mientras las luces bajaban paulatinamente, dejando al profesor en completa oscuridad.

 

-duerme que yo te cuidare, pequeño niño mío- Susurro Severus.

 

Owary

 

No debería subirlo, pero mis musas me atacan TToTT juro que hago lo que puedo, este solo tendrá dos capítulos si es posible, si no quedara como un Shot bastante abierto a su imaginación…. Besos!!

 


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