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Una misión acertada por Alhaja

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Notas del fanfic:

Personajes: Kardia y Manigoldo :D seee los de The Lost Canvas 3


Categoría de género: ¿Yaoi? No podría aun catalogarlo como tal, así que lo llamaré "MI PRIMER shonen-ai :3" de todos modos creo yo que es apto para los gustos de toda fangirl. 3


Advertencia: Para este capítulo ninguna xD más que aclarar tal vez que NO pienso emparejar a estos dos loquillos, mi mentalidad no trabaja románticamente.


Declaimer: Saint Seiya no me pertenece, eso lo sabemos tú y yo. Pero puede que alguien más en el mundo no. Así que más vale avisar que le pertenece al sensual y senil Masami Kurumada… como amo a ese hombre.

Capítulo #1: Una decisión… ¿acertada?

 

Llevaban ya horas caminando, horas de días, días agónicos e interminables. No recordaba una misión en la que el tiempo se le hubiera hecho tan largo como se les estaba haciendo ahora. El calor era agobiante, pero no, no su propio calor. Si bien nunca le habían agradado en lo más mínimo los climas fríos o templados, el pegajoso vaho el ambiente, que por cierto no ofrecía tampoco ni una brisa que refrescara el sudor de su frente, era lo que lo estaba ya desesperando.

Estaba comenzando a creer que el hecho de que el gran Patriarca Sage le otorgara esta misión, al contrario de lo que en un inicio había ilusamente creído, no era una suerte después de todo.

Vagar junto con el Italiano peliazul durante tanto tiempo sin hacer nada más que caminar y jugar a los detectives, lo estaba volviendo loco. No era cansancio, no era agotamiento, tampoco era el hambre –que ya bastante que se la venían aguantando–, tampoco era el sueño, aunque no hubieran descansado bien en días. Ni siquiera el calor, aunque ni una tenue brisa se dignara siquiera a acariciarlos.

Era el tedio de no tener nada más que hacer, el fastidio, el maldito aburrimiento ¡Cuánto odiaban eso! ¡Ambos! Y Sage parecía saberlo bien. Tal vez por eso los envió juntos…

Esas malditas misiones en las que se contaba con datos escasos he inexactos, donde más era el tiempo que invertían –o perdían– en la búsqueda de lo que sea fuera. En lugar de luchar, de igual manera, con lo que sea fuera.

Para siempre terminar resultando en una gran he increíble decepción. Tampoco es que siempre fueran tan fáciles… ah no, Sage tampoco es que les asignara juegos de niños, pero ¿dos caballeros dorados? ¿A buscar qué? ¿A defender que? ¡¿Qué, maldita sea?!

¿No podían primero enviar a cualquier prescindible imbécil de plata o bronce a recaudar los malditos datos necesarios para luego enviarlos a ellos y terminar el trabajo? ¡NO! Lo ponía de sabueso también junto con el cangrejo, levantando el polvo que casi siempre conducía a un enemigo lo NO suficientemente poderoso para combatir su inigualable cosmos y ardiente corazón.

Manigoldo también lo entendía así, reconocía que a todas luces era una maldita pérdida de tiempo. Pero parecía estar más acostumbrado a las órdenes de su maestro que cualquier otro ser viviente en el Santuario. Y vaya con lo que le tocaba lidiar al italiano, podría incluso sentir algo de lastima por él debido a tener al Sumo Sacerdote como mentor, sino fuera porque –además de ser un excelente guerrero– sabia también cuan complicada le hacia la vida a Sage. Y estaba comenzando a creer que el viejo se lo merecía.

¡Ay, que tedio!

Esta misión en la que había sido asignado consistía al parecer en investigar extraños sucesos de desapariciones –o más bien asesinatos– en las costas de Italia y península de los Balcanes. De solo recordar su audiencia lo atacaba el sueño…

….

–Aquí Kardia de Escorpio, Su Ilustrísima. Me ha mandado a llamar.

Fue una sorpresa encontrar a Manigoldo también allí en el recinto Patriarcal. En una rápida ojeada por la estancia corroboro que ante el Sumo Sacerdote solo se encontraban ellos dos.

–Así es Kardia, te he mandado a venir pues tengo encargada ya otra misión para ti, para ambos –enfatizo.

Otra misión, vaya… pero si hace unos días que acaba de llegar de traer los dichosos documentos secretos que tanto le costó sacar de las catacumbas de mierda esas. Aguashirvientes creía recordar que era como le llamaban los aborígenes, donde los chichite… chichime… ¡chichinosequemierda!

–Lo oigo señor –debía concentrarse y prestarle atención a las nuevas órdenes del Patriarca.

–Hechos irregulares se han estado esparciendo desde hace ya un tiempo, parecen ser demasiado insignificantes como para siquiera analizar sus similitudes, pero su frecuencia es lo que me hace llamarlos el día de hoy. Deben investigar los acontecimientos que azotan las costa de Italia, al este, entre la isla de Córcega y Toscana y Lacio; y al oeste, entre Molise y Apulia, atravesando el Mar Andriatico hasta la costa occidental de la península Balcánica.

–¿Es esto acaso una clase de geografía? –Manigoldo impaciente como siempre, era el primero en hacerse escuchar.

–Son las zonas donde se han registrado los sucesos; las desapariciones y presuntas muertes de antiguos informantes del Santuario, todos suscitados en el mismo orden que acabo de mencionar, desde Córcega hasta las costas Balcánicas.

–¿Personas que mueren por todo el continente? Eso no suena a nada extraño. Oye viejo, el mundo se ve pequeño cuando lo extiendes en un plano sobre tu escritorio, pero es mucho más grande de lo que ahí se ve.

–¿Eres tú el que me quiere impartir clases de geografía Manigoldo? –allí estaba, esa taladrante mirada cargada de años y años y años de experiencia. Inescrutable e iracible.

–Solo digo que entre costa y costa de Italia y todas sus adyacencias hay millones de kilómetros de cuadrados. Hablas de antiguos informantes del Santuario, pero estás sentado en ese trono desde hace mucho tiempo viejo, ¿no te parece natural que tus viejos amigos ya se vayan, no lo sé… extinguiendo? No entiendo porque algunos cuantos muertos y ningún dato más, sean de relevancia. Y menos que amerite de la presencia de dos santos dorados.

–No he finalizado aún el informe Manigoldo, así que haz el favor y cállate –y con una mueca, casi en puchero, el canceriano cruzo los brazos refunfuñando y se calló.

–Todos estos guardaban en común que además de ser antiguos asociados del santuario, directo o indirectos, ninguno era de gran confianza. Algunos se volvieron traidores, otros eran informantes solo por dinero, otros nada más que rufianes y a cambio de un poco de oro, se vendían a quien fuese necesario.

–No suena como gente que valga la pena vengar –ese fue un acertado comentario el de Kardia.

–No, pero ellos sabían algo, algo que aquello que los está eliminando seguramente ya debe saber, o puede que aún lo esté buscando.

–Entonces hablamos de una conspiración –y ahora las cosas sí estaban sonando interesantes.

–Hablamos de que deben investigar, para eso los he citado aquí. Ya he trazado en un mapa su recorrido y las coordenadas. Las doncellas alistaran su equipaje. Su trabajo será antes de actuar de la manera que sea, recolectar información, todo lo que encuentren. Entonces la enviaran aquí de inmediato, no procederán a mover ni un solo dedo hasta que no obtenga mi respuesta.

Eso lo echaba todo por tierra.

–¿Estas bromeando? Nos envías de sabuesos a buscar una información que ya alguien más debería haber recolectado y encima nos niegas la acción en el casi nulo caso de que la haya. Eso no suena nada divertido viejo.

–Esas son las condiciones Manigoldo.

–Suena realmente aburrido –se apresuró Kardia a intervenir antes de que se diera por finalizada la sesión–-. A menos que me diga, Su Ilustrísima, lo que se supone deberíamos hacer si la situación en algún momento se tornara… amenazante –eso no sonaba demasiado como él, sonaba más como a Dègel–, para el enemigo claro está. –ahora sí, eso estaba mejor.

–Ya lo he dicho, solo su informe lo determinara. Hasta entonces deberán mantener un perfil bajo, ser discretos y no dejarse conocer bajo ninguna circunstancia como caballeros de Athena.

–De incognitos... Vaya, esto se pone mejor –soltó un bufido el escorpión dorado con ironía. Vaya mierda.

–Viejo, esta misión apesta…

–Suficiente de ustedes dos. Su actitud la puedo tolerar, pero sus respuestas no, cada tarea que concedo no es más que en conveniencia a Athena, su voluntad y su bienestar ¿A caso debo suponer que se están negando a aceptar esta misión?

–¡POR SUPESTO QUE NO! –rugieron ambos dorados a la vez, ni una pizca de dubitación en sus semblantes.

–Entonces paren de actuar como críos cobardes e inmaduros.

–Lo de cobarde está de más, jamás me reusaría a tomar ninguna misión y mucho menos por cobardía Maestro, eso lo sabe muy bien –Manigoldo vociferaba cada palabra con ardor, erguido cuan largo era.

–La inmadurez puede que si sea un acierto, pero, si bien jamás me reusaría a una orden suya Patriarca, creo poseer el derecho de expresar que si no es seguro el toparnos siquiera con un enemigo digno de prender en fuego la armadura dorada, entonces será una completa pérdida de tiempo. Somos sus mejores hombres, sus guerreros de élite. No es justo que se nos quiera asignar la tarea que cualquiera caballero de menor rango podría llevar a cabo.

–Precisamente, el alto rango que ocupan parece a veces, hacerles olvidar mirar al suelo. Solo deben recordar que por encima de ustedes estoy yo y lo que ordeno así será, a menos de que se nieguen…

–¡Eso nunca! –respondieron ambos al unísono. Y no mentían.

–¿Están dispuestos entonces a aceptar esta misión?

–Si –en esta ocasión su respuesta volvió a sonar en una misma voz, aunque el semblante de ambos exhibiera un imponente ceño fruncido y el descontento les brotara por cada poro.

–No está mal, incluso para ustedes –satisfecho Sage con su resignada aceptación, se mofaba de ellos descaradamente. Manigoldo no era como era de la nada después de todo–. Ahora lárguense de aquí, partirán al amanecer.

Que mierda… esta misión tal y como pronosticaron que seria, estaba resultando una total y completa mierda. Un fiasco, sin emoción, sin aventura, sin entretenimiento alguno. Decían que las costas occidentales de la península de los Balcanes gozaban de abundante buen clima, paradisiacas playas, vientos frescos y cocos, muchos cocos. Pero hasta ahora ya estaban cansado de vagar, le habían dado la vuelta a Italia de punta a punta y nada era lo que habían encontrado.

En Córcega no encontraron nada, en Toscana tampoco, en Roma, por muy increíble que pareciera, tampoco, no había nada, ningún indicio de nada. Una pista, una similitud, pruebas, un cuerpo… ¡Una mierda! O fueron muy buenos lo que andan dando problemas o es que realmente no están buscando nada.

El tedio los consumía, ya se habían cansado de hablar para mantenerse con la mente ocupada en algo, ni siquiera el extensamente amplio vocabulario en groserías y obscenidades con el que gozaban ambos había alcanzado a dar abasto para conversar sobre cualquier otra cosa, todo tema se les había agotado. No tenían de nada que hablar pues las "pistas que habían recaudado" no eran siquiera tema de reflexión.

Kardia no podía dejar de pensar en Dègel y en como aun con su increíblemente aburrida personalidad, habría logrado mantener esa "recolecta de información" lo más interesante posible. Imaginaba el brillo en sus ojos tras las gafas ante cualquier posible fuente de conocimiento, ante el más mínimo descubrimiento, ante las miserables ruinas de cualquiera de las ciudades por las que había pasado antes con el cangrejo, donde él no veía más que polvo y rocas viejas, Dégel con toda seguridad vería una auténtica maravilla. Y es que el caballero de acuario poseía ese don; veía lo útil de lo inútil. Tal y como había hecho con él, había visto lo bueno de él… Algo realmente difícil. Y siempre pensaría en ello.

Manigoldo tampoco se quedaba atrás. No dejaba de pensar en Albafica, no es que su recuerdo lo desconcentrara de su misión, en lo absoluto. Más bien era la sombra del recuerdo de su Blanca Flor del Alba lo que lograba mantener la cordura ante su sumamente inactivo deber. Albafica habría tomado esta investigación con mayor entusiasmo, seguramente le habría encantado la vista que ofrecían las costas del Mar Adriático. Las aguas de las playas que ofrecían la ciudad de Ragusa sin duda le habrían encantado, admirar esos paisajes con Albafica a su lado, no habría resultado tan terrible. De hecho, no habría resultado terrible en absoluto. Lo necesitaba, lo necesitaba demasiado y no veía la hora de volver a casa solo para poder estar con él. No importa que no fuera demasiado cerca, aunque no era mucha la frecuencia con la que lo admitía y Albafica lo sabía, pero con solo estar a su lado, para él estaba bien… por muy insoportables que fueran las azotadoras ganas de estrujarlo en sus brazos.

Kardia había intentado ser paciente, todo la humanamente posible. Ser racional, tal y como le había dicho Dègel antes de partir. Pero ya las opciones se estaban agotando. Habían enviado su último informe al patriarca hacía ya días y el tiempo lo consumía en vida. Debían esperar la respuesta del viejo y entretanto se iban a volver locos.

Esperar, esperar era una de las cosas que más odiaba, que más detestaba, que más aborrecía. Es más, si pudiera eliminar alguna palabra de ese dichoso libro que Dègel decía era el diccionario, borraría "ESPERAR", la eliminaría del uso de todas las lenguas existentes. Solo para no tener que volverla a leer o escuchar.

Manigoldo no se encontraba en diferentes condiciones, se le notaba a leguas de distancia cuanto anhelaba estar en –ya sea una intensa batalla– o en el Santuario, rogando un poco de la atención de su amado Albafica. Vaya dos.

Pero apenas tenían pisada la mitad de su recorrido y mucho era lo que les faltaba por descubrir. Tendrían que ambos caballeros, seguir adelante y hacerlo solos, enfrentarse a su mayor monstro: el aburrimiento.

Pero era una suerte que el escorpión dorado tuviera –como siempre– un az bajo la manga.

 

 

Notas finales:

¿Cómo puedo explicar lo contenta que me siento publicando esta idea? xD más que contenta, emocionada de que me esté saliendo como quería, me divierte mucho escribir esta wea 3 y si bien no es ninguna epopeya, estoy decidida a dejar de lado los dramas y darle un poco de –si bien no comedia- aire algo más casual, tal y como lo son este par xD

 

¡Y LO MEJOR! (º.º)/ Mi primer intento de Yaoi (inserte carita pervertida aquí) jajajaja me gusta tanto leer yaoi, (género en el cual caí estrepitosamente un día y luego simplemente no pude salir) que ahora que lo intento escribir no me cabe la emoción en el cuerpo. No es nada romántico debo enfatizar. Si alguien está leyendo esto ¡POR FAVOR NO SE CONFUNDA! no pretendo emparejar a Kardia y a Mani… o sea O.ó WTF.

 

Solo planeo divertirme a su costa xD y pues, por aquí lo dejo a ver si alguien más se interesa también en divertirse conmigo, claro que aun sin ser nada genialmente escrito espero y sea pasable o no-demasiado-terrible. n_n

 

De todas maneras si notan ustedes algo ya saben dónde avisar.

 

¡Cambio y fuera!

 

 

*Alhaja*


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