Jamás hubiera podido creer que llegaríamos a esto, fuimos conocidos, amigos, colegas… y aun cuando mi cuerpo entero me decía que no quería ser solo eso para ti mi mente y orgullo me impidieron cientos de veces el que dijera esa frase que marcaría el cambio en nuestra extraña relación. Nunca imagine que quien daría el primer paso hubieras sido tú.
Aún recuerdo el primer beso que me diste, aquel donde tu boca se unía a la mía en una feroz y maravillosa batalla, tus fuertes brazos rodeando mi cuerpo y que fueron el inicio de nuestro extraño romance, tu y yo no necesitábamos vivir en ese mundo de azúcar, de nuestros labios jamás salieron un “Te amo ni un te quiero”, pero ambos éramos felices porque detrás de esas cuatro paredes donde nos entregamos al deseo y la lujuria podíamos ser sinceros y amarnos a nuestra manera.
Los meses pasaban y nuestra relación era la misma de siempre, hasta que decidiste hacer algo que cambiaría mi vida, recuerdo claramente que fue la primera vez que te vi sonrojado, en tus manos traías un par de cajas, una color azul y una rojo intenso como tu mirada, la cual me entregaste, dude de tus intensiones pero no pude negarme a tu orden de que lo abriera…
Desde ese día no volví a quitarme el anillo, aquella hermosa argolla adornaba mi mano de carne y hueso, las iniciales de nuestros nombres entrelazadas brillaban y me atrapaban cada que las veía, no éramos novios y mucho menos un matrimonio, pero estos anillos fue tu manera de formalizar lo nuestro, eran esos momentos en los que me daba cuenta de porque te amaba tanto.
Sin embargo la felicidad no podía ser para siempre y menos en este mundo en el que vivimos, te lo dije hace más de diez años y lo repetí también esa mañana, mi cuerpo, mi alma y corazón estaban a tu disposición, como de costumbre te reíste de mis estupideces, pero tus ojos brillaban de ese modo que hace mi corazón latir, me dijiste que cuando terminara querías que fuéramos a los jardines de la mansión, pensé que habías enloquecido pero como negarme a tus peticiones sin sentido.
Solo era una misión más, acabar con esas basuras Francesas que se habían metido con la familia, todo estaba saliendo de acuerdo al plan y las escorias se doblegaban ante mi yugo, mi espada atravesaba sus endebles cuerpos dejándolos ahí retorciéndose, sin embargo cometí un error, el anillo ya no estaba en mi mano, el pánico se apodero de mí y no lo encontraba por ningún lado, el tiempo de la misión no era de más de tres horas, pero por estar buscando el tiempo paso…por eso entraste a revisar que todo estuviera bien y fue cuando lo vi, escondido detrás de un librero había una sabandija herida y te apunto con su arma, mi cuerpo se movió por su propia cuanta, el sonido del disparo hizo eco en mis oídos y todo se volvió negro.
Dicen que cuando vas a morir ves la vida pasar frente a tus ojos, ahora puedo confirmarlo solo que en mi caso, solo aparecieron imágenes en las cuales pasaba tiempo con el sádico de mi jefe, tenía sentido ya que solo a su lado le daba valor a mi vida, solo en esos momentos me sentía vivo, me era imposible escucharte, gritabas algo mientras la desesperación se posaba en tu rostro, nunca antes te había visto con esa expresión y fui consiente de mi situación, pero no tenía nada de que arrepentirme…o quizá sí, me arrepentía de no haber matado a esa basura…de ese modo hubiera podido pasar más tiempo a tu lado, hubiera podido conocer cada expresión en tu rostro. Intente llamarte pero lo único que salió de mis labios fue un débil quejido y el sabor metálico de la sangre se hizo presente en mi boca, mas fue suficiente para llamar tu atención, te dejaste caer a mi lado, me sentía culpable por ser la causa de esa dolorosa expresión, aun no podía escucharte pero por tus gestos sé que me gritabas e insultabas, de momento me tomaste en brazos y fue cuando los sonidos comenzaron a ser presentes, un goteo insistente se colaba por mi aparato auditivo, no necesitaba ser un genio para saber qué era lo que estaba ocurriendo, mi vida poco a poco se iba acabando, y no me importaba había cumplido mi objetivo y ese era cuidarte, en el corto tiempo que estuvimos juntos logre hacer algo que nunca creí posible, te hice feliz.
Sabes que no hay solución para mí, sé que tu razón te lo dice pero algo más te esta dominando en este momento, el débil latir de mi corazón me dice que es momento de decirte adiós, con dificultad levante mi mano para acariciar esos rebeldes mechones que tanto me gustaban y por primera vez en mi vida te vi llorar, las lágrimas caían por tus mejillas y yo no podía pararlas.
Se lo que piensas por qué es lo mismo que siento yo, hay tantas cosas que no pudimos decirnos, y que ya no podrán ser dichas, pero hay algo que te he prometido y sigue en pie, siempre estaré a tu lado, aun cuando mi cuerpo ya no pueda yo no te dejare, nunca podría olvidarte.
Cuando menos lo espere dejaste unos cálidos besos en mis labios, una caricia que nunca antes habíamos experimentado, solo pude sonreírte, quería que vieras que todo estaba bien, aun cuando mi corazón dejara de latir, mientras tu pensaras en mi yo estaría vivo para ti, un punzante dolor en mi pecho me dijo que era hora de marcharme pero necesitaba decírtelo, necesitaba que me escucharas.
-Xan…xus- mi voz por fin logro escucharse aunque era un débil susurro, tú me intentaste callar, no querías escucharme y lo sé pero ahora que se acaba el fin de mi vida hay tantas cosas por decirte, recuerdo cuanto te gusta la noche, la obscuridad, ahora sé cómo seguir vigilándote.
-No es…un adiós yo…estaré ahí cuidándote…como te lo prometí- agradecí a mi voz por permitirme decir aquellas palabras, me has maldecido, tú no eres de aquellos que se arrepienten, pero ahora lo dices, te arrepentiste de mandarme a esa misión, de dejarme morir y no poder hacer nada, sonara egoísta pero me siento feliz de ser el causante de esas lágrimas, te insisto en que no es un adiós, y justo cuando el último suspiro sale de mis labios con él se lleva la última frase, que me hubiera gustado decirte antes.
-Ti Amo
El jefe de varia llevaba en sus brazos el cuerpo de capitán y amante inmóvil y frio, acariciaba en silencio esos largos cabellos color plata, el auto que los había llevado a ese lugar los regreso a la mansión Varia y Xanxus aun con Squalo en brazos ingreso al jardín, en el centro de ese lugar todo estaba preparado para una boda.
Ese día Xanxus le iba a pedir a Squalo una unión formal, había querido dejar en claro a todos que el tiburón había sido, era y seria suyo, pero el plan no fue como pensó, aquella misión para tener ocupado al tiburón había sido su sentencia.
Lo había imaginado, ambos entrando a ese lugar tomados de la mano, hubiera sido imposible que lo rechazaran, la imagen que ahora mostraba no era lo que deseaba, los invitados se habían quedado pasmados ante la llegada de un Xanxus abatido cargando el cuerpo de quien hubiera sido su esposo y se dejó caer en el altar, el moreno dejo el cuerpo del albino en el césped y saco de su bolsillo el anillo del tiburón, él lo había tomado por la mañana para cambiarlo por el nuevo.
Lo arrojo lejos para ahora del bolso de su camisa sacar una bolsita con dos anillos, uno con una gema roja y otro color turquesa, en silencio coloco el anillo propio del albino y se colocó el suyo, nadie sabía cómo reaccionar en ese momento y solo pudo mirar en silencio el intercambio de anillos.
Por la noche el moreno no se movió de donde se había dejado caer de nuevo en la soledad lloraba abrazando el cuerpo del albino, la obscuridad le rodeaba cuando una brisa le acaricio el rostro y una cálida sensación le invadió por completo.
A la mañana siguiente decidieron cremar el cuerpo del capitán, solo estuvieron los más cercanos Vongola, el jefe no se dignó en estar presente, no podía. En el jardín donde se hubiera llevado a cabo la boda enterraron las cenizas y colocaron una sencilla lapida que Xanxus mando a hacer.
Los años seguían pasando y el recuerdo poco a poco era menos doloroso, menos para cierto azabache quien no había día que no fuera a visitar la tumba de su ex amante en la cual por cierto había mandado a plantar un rosal y curiosamente las flores eran de un hermoso y perfecto color blanco. Por las noches el líder salía a recostarse en el césped a un lado del rosal para admirar el cielo, siempre en lo alto había una estrella que brillaba con fuerza, y Xanxus sentía paz cuando la miraba, era el mismo sentimiento que Squalo le había dado en vida.
El tiempo tiene un límite y cuando este llego al altanero ex jefe de Varia ocurrieron dos sucesos extraños, el rosal dejo de florecer y poco a poco murió…también ahora en el cielo nocturno no había una estrella… AHORA EN LO ALTO DEL CIELO BRILLABAN JUNTAS DOS ESTRELLAS.