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Un diablillo se coló en mi vida. por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Portada (Editada por Heisabeth)

Actualizaciones: Viernes

Las sirenas de los bomberos se escuchaban recorriendo las ajetreadas calles de Tokio. Era tarde. Kagami miró el reloj en su muñeca mientras escuchaba las órdenes y las noticias sobre el incendio al que iban. Tan sólo eran las cuatro de la mañana y su turno debía acabar a las siete. Prestó atención a la información, al menos el humo no provenía de sustancias peligrosas ni nocivas, pero sí había un leve soplo de aire hacia el norte.

 

- Acordonad bien la zona y vigilad que el fuego no siga la dirección del viento, hay que proteger el resto de edificios cercanos – escucharon al sargento.

 

- Entendido – dijeron todos.

 

Todos los días, desde el primer minuto en que un bombero pisaba el suelo de la base, el sargento indicaba el puesto que iba a desempeñar cada uno de sus hombres. A Kagami le había tocado la otra vez estar al pendiente de la bomba de agua, pero hoy, hoy era el tercer hombre en entrar si había víctimas en el interior. Les habían informado que el incendio se estaba produciendo en un orfanato y eso alarmaba a todos. Sólo eran unos críos.

 

Todos los allí presentes sabían que no podrían evacuar, eso crearía más caos, más heridos si trataban de salir con prisas, era una medida que no podían permitirse, siempre acababa siendo un desastre, así que la primera medida siempre era delimitar el perímetro y confinar. Para ello, un par de hombres de su escuadrón, ya nombrados por el sargento, irían puerta por puerta dando instrucciones precisas y nadie podría salir de sus casas hasta nuevo aviso.

 

Cuando llegaron a la zona del incendio, todos bajaron con rapidez ocupando sus puestos. Shun Izuki y Rinnosuke Mitobe corrían hacia los edificios contiguos para ser los informantes. Puerta por puerta, dieron instrucciones de encerrarse y tapar las ranuras de las puertas y ventanas con toallas húmedas para evitar que el humo entrase y por supuesto, quedaba absolutamente prohibido salir hasta que ellos acudieran de nuevo. Furihata estaba encargado de la bomba del agua mientras Hiroshi se ocuparía de la manguera y enfriar el tejado a ráfagas con la manguera. Probó el chorro primero en el asfalto para asegurarse de que no estaba el chorro directo, sino el de neblina y entonces, apuntó al tejado. Lanzó a ráfagas, tal y como les enseñaban, siempre decían que el mejor bombero era el que “al extinguir el fuego dejase menos agua en superficie”. Todos sabían que la bomba de agua tenía un límite y los chorros les permitían controlar la intensidad y el volumen de agua que esparcían obteniendo el resultado que deseaban.

 

Hyuga, Teppei y Kagami eran los encargados de entrar. Teppei iba al frente con la “lanza”, llevando la manguera y protegiendo con el agua de dispersión a sus compañeros y a él mismo del calor que venía en su dirección. Hyuga era el segundo, encargado de localizar a los supervivientes y comprobar la curvatura de las vigas, todo lo que el fuego estaba produciendo en el interior. Kagami era el tercero, encargado en sacar a los supervivientes y volver a entrar para apoyar a sus compañeros.

 

Al entrar, la oscuridad se hizo presente. No podían ver absolutamente nada así que arrastraban los pies con cuidado tratando de localizar a los supervivientes. Sus sentidos se agudizaban, el tacto al pisar, los ruidos que escuchaban, todo era importante y sobre todo… cogerse a la manguera para no perderse, porque esa manguera estaba conectada al camión en el exterior, era su única forma de salir de allí entre aquella oscuridad. Kagami escuchó a su capitán por el micrófono.

 

- Escucho algo en el piso de arriba – dijo Hyuga.

 

- ¿Encontráis las escaleras? – preguntó Kagami.

 

- No están lejos, pero necesitaré un par de segundos para apagar el fuego de esta zona – comentó Teppei – utilizaré el chorro de cortina y podremos pasar enseguida.

 

- Esas vigas de allí no me gustan nada, están empezando a curvarse – comentó Hyuga.

 

- Aún tenemos tiempo.

 

- Pero no mucho, saquémoslos cuanto antes, esto va a derrumbarse. La zona de las escaleras aún parece que aguanta.

 

Los tres subieron los peldaños y los primeros niños empezaron a aparecer. Mientras Teppei contenía el fuego con la manguera, Hyuga cogía a los dos primeros niños para dárselos a Kagami, quien guiado por la manguera, bajó empezando a sacar a los niños para volver al interior a por más supervivientes.

 

Consiguieron sacar a dos supervisoras y a cinco niños, pero según la directora del orfanato que estaba fuera tapada con la manta que un enfermero le había dado, había contado a los niños y faltaba uno. El sargento habló de nuevo por el micrófono hacia los de dentro.

 

- Queda un niño dentro – comentó.

 

- Entendido, estamos buscando.

 

- ¿Cómo está la cosa ahí dentro? – preguntó de nuevo.

 

Hyuga comprobó de nuevo las paredes, aquello no le gustaba nada, todo se curvaba demasiado, síntoma de que se derrumbaría.

 

- Esto va a desplomarse, señor. Las vigas no aguantarán mucho más.

 

- Veo al niño – comentó Teppei al pasar por una de las habitaciones.

 

El sargento estaba de los nervios abajo dando instrucciones. Sabía de sobra que el equipo tenía que marcharse en riesgo de desplome pero él no estaba dentro para ver la situación. Todo era subjetivo en un incendio, había gente que podía creer que le daba tiempo a sacar a alguien antes del desplome y otros que no veían la opción, dependía de que Hyuga viera en aquel momento si le daba tiempo o no a sacar al niño.

 

Unos tensos segundos de silencio se hicieron, todos esperaban expectantes a que los de dentro dijeran algo. Segundos de angustia por saber qué decisión habían tomado, volver atrás o que les hubiera dado tiempo.

 

- Lo tengo – se escuchó a Kagami y todos suspiraron aliviados, Hyuga había cogido al niño para dárselo al tercer hombre – voy hacia fuera.

 

- Señor, vamos de salida con Kagami, no hay nada que hacer, va a derrumbarse – se escuchó a Hyuga.

 

- Entendido. Salid de ahí.

 

Teppei cerró la manguera manualmente y los tres, agarrados a ella, emprendieron el camino de regreso con cuidado y cautela, pero sin detenerse. Aquello era el mismo infierno. El sargento respiró por primera vez aliviado al ver salir a sus tres hombres sanos y salvos con el niño.

 

- Delimitad la zona, ahora sólo hay que esperar a que las llamas se extingan y procurar que el incendio no pase a otro edificio – ordenó el sargento.

 

- Entendido, señor – aclaró Izuki.

 

Kagami fue el encargado de llevar al niño hasta la ambulancia más cercana pero por muy preocupado que estuviera, no podía quedarse, el incendio seguía en pie. Aun así, por un segundo, creyó ver que aquellos ojitos se abrían para mirarle. Sonrió un segundo antes de volver corriendo con su equipo. Llevaba el casco en la mano para volver a ponérselo cuando el sargento lo observó.

 

- Se estaba quemando – comentó con una ligera sonrisa y comprobó el de sus otros dos compañeros – Era un infierno ahí dentro, ¿no? Hace falta más de quinientos grados para que afecte a este material.

 

- Era un completo infierno – le aclaró Kagami – El fuego parecía haber empezado en la zona de la cocina. Las vigas estaban prácticamente derrumbándose cuando entramos, la parte de arriba aguantaba mejor pero… ya en los últimos momentos…

 

No había terminado de decirlo, cuando lo que quedaba del edificio empezó a caer lentamente, derrumbándose y lanzando algunos escombros en llamas que se acumulaban en la base del edificio.

 

- Controlemos el fuego hasta que se extinga por completo y luego haremos la investigación – aclaró el sargento – echa un cable con la manguera de dispersión y pasad a la de chorro cuando esté prácticamente agotado el fuego. Sólo para zonas muy localizadas, ya sabéis.

 

- Claro, señor.

 

El incendio no terminó por completo hasta las siete y media de la mañana. Kagami acabó llegando a la base casi a las ocho, una hora más tarde a su hora de salida, pero no le importaba, una parte de él estaba feliz por haber ayudado a aquellos niños y otra parte, estaba preocupada por el último. Parecía más afectado que los demás. Se dio una ducha en la base y se vistió con la ropa de calle decidido a ir al hospital un momento para comprobar la salud del pequeño, luego iría a tomar su merecido descanso.

 

- ¿Vas a ir a verle? – preguntó Hyuga al ver a Kagami ya cambiado.

 

- Sí, pasaré un segundo. Me quedaré más tranquilo si le veo bien.

 

- De acuerdo. De todas formas he llamado al hospital, ve tranquilo, está fuera de peligro aunque los médicos no han conseguido hacer que hable. Me han dicho que han llamado a un experto en menores para tomarle declaración y hacerle la evaluación psicológica.

 

Kagami sonrió y tras despedirse de los compañeros, cogió el coche para ir hasta el hospital. En la sala de espera estaba una de las monjas a las que habían sacado del incendio, pero no reconoció al joven, era algo normal, entre la situación, el trauma y el equipo que llevaba encima a la hora de entrar, lo entendía perfectamente. Cambiaban mucho de paisano a uniforme. Supuso que esperaba al niño o incluso al agente de policía al que mandarían para el caso.

 

En la mesa de recepción, Kagami se identificó enseñando su placa de bombero y preguntando por el chiquillo al que habían traído. La enfermera con amabilidad, lo condujo hasta la sala donde tenían al niño, pero le avisó que éste no quería ver a nadie, tan sólo se mantenía a distancia de todo el mundo.

 

En cuanto Kagami entró por la puerta, el chiquillo pareció reconocerle, porque una sonrisa se dibujó en su rostro y salió corriendo hacia él enganchándose con fuerza a su pierna sin querer soltarle.

 

- Vaya – exclamó Kagami – esto no me había pasado nunca.

 

- Tiene suerte, no ha querido estar con nadie. Usted es el primero con quien parece que quiere estar – afirmó el médico con una cálida sonrisa.

 

Kagami cogió al niño en brazos aunque le costó despegarle de su pierna y lo sentó en la camilla de nuevo. Para cuando Kagami consiguió sentarse a su lado, el niño se agarró con mayor fuerza aún a su brazo sin intención de soltarle.

 

- Usted es quien le sacó del incendio, ¿verdad? Enhorabuena, al parecer se siente seguro contigo.

 

- ¿Está bien, señor? – preguntó Kagami.

 

- Quizá en estos días le cueste un poco respirar con total normalidad, ha aspirado mucho humo pero está bien. Alguna leve quemadura en su brazo derecho. Por lo que me han dicho algunos niños, quería recuperar su juguete favorito y se salió de la fila. Al menos estaba en una sala algo más alejada del incendio.

 

- Estaba llegando el fuego a ella cuando le vimos.

 

Kagami sonrió observando al niño y luego miró al médico una vez más. Por alguna extraña razón, le asustaba la persona que le haría el test psicológico al pequeño. No parecía querer hablar, ni quería tener relación con nadie. La policía a veces imponía demasiado, era posible que no quisiera colaborar.

 

- ¿Vienen a hacerle el test psicológico?

 

- Sí – dijo el médico – debe estar al llegar. Terminaba su turno a las ocho.

 

- ¿Terminaba? ¿No han llamado a un especialista en menores? Debería estar de servicio.

 

- Éste es un caso excepcional. Al ver al niño, he requerido que traigan al mejor y con eso hay un pequeño problema. El mejor hace unos años que dejó asuntos a menores para irse a otro departamento algo más… peligroso.

 

- ¿Peligroso?

 

- Era un joven con un brillante futuro con menores, pero al final decidió incorporarse al equipo de élite.

 

- ¿Esos que van con rifles de largo alcance disparando a la gente y que se ocupan de casos a rehenes? ¿Me está hablando en serio? ¿Cree que un tío de esos va a conseguir que un chiquillo hable con él? Esos disparan antes de hablar.

 

- Como le he dicho, este chico estuvo muchos años tratando con menores. Es el mejor. El problema es que no podía venir hasta que acabase su turno y además… viene como un favor personal.

 

A Kagami no le gustaba nada aquello, un policía del cuerpo de élite, especialista en “solucionar” los peores casos, en entrar en redadas, experto en armas y en defensa personal iba a venir a hablar con un chiquillo. Conocía la reputación de aquellos tíos pese a que no había conocido a ninguno, eran los típicos chicos a los que preparaban a conciencia para hacer lo imposible, entrenamientos durísimos, más incluso que el de los bomberos. ¡Y eso ya era mucho que decir! Pocos policías entraban en ese departamento y sólo los mejor preparados. No creyó ni por un segundo, que un policía de esos estuviera preparado para un niño, pero no tuvo tiempo de pensar mucho más cuando la puerta sonó.

 

El médico le indicó que pasase y para Kagami, no hubo sorpresa alguna. Allí estaba aquel hombre, alto, atractivo, con un cuerpo perfectamente entrenado, su pistola en el cinturón y las botas estilo militar que caracterizaban a aquellos hombres. Entraba con su pantalón ancho de campaña, lleno de bolsillos donde seguramente tendría la munición o la tendría mientras trabajaba. Al menos parecía que sí se había cambiado de la parte de arriba, porque venía con una chaqueta, aunque al abrirla por el calor del hospital, Kagami se sorprendió al ver que aún llevaba el chaleco antibalas. ¡Muy alentador para un niño!

 

En cuanto el chico vio al hombre, escondió el rostro tras el brazo de Kagami, hundiendo su cabeza allí casi suplicando que no le dejaran con él.

 

- Pasa, Aomine, éste es el chico del que te hablé.

 

- Sí, ya me he informado – sonrió el joven.

 

- Siento haberte llamado, sé que no te dedicas a esto pero…

 

- No pasa nada. Te debía una.

 

Aomine se acercó hacia el chico sin percatarse siquiera del pelirrojo que estaba sentado a su lado. Le daba igual quien fuera, había tenido un duro turno, les habían llamado por el asalto a una casa con rehenes y había terminado ahora cuando debió acabar hacía más de dos horas. Ni siquiera había pensado en cambiarse. Tal y como entró por la base, salió hacia el hospital. Sólo quería descansar.

 

- Ey, hola, pequeño – el niño no asomó ni la cabeza, algo que le hizo gracia a Kagami, ese chico no sería capaz de hacer hablar al niño – me han dicho los otros niños que has perdido tu juguete favorito. Te lo he traído – comentó Aomine sacando por primera vez su mano de detrás de la espalda y enseñando una pelota de baloncesto.

 

El niño levantó la cabeza mirando la pelota y soltó entonces el brazo de un asombrado Kagami para dirigir sus brazos hacia la pelota tratando de que se la dieran. Estaba a punto de alcanzarla, cuando Aomine la apartó de sus manitas con una sincera sonrisa.

 

- Pero primero tengo que saber tu nombre, no quiero equivocarme y darle la pelota a un niño equivocado.

 

- Tetsu – susurró el niño – Kuroko Tetsuya.

 

Kagami no podía salir de su asombro pero Aomine, con una gran sonrisa, le dio la pelota a Tetsu consiguiendo que éste soltase completamente a Kagami y se lanzase a coger con la manita libre, la chaqueta de Aomine. No quería separarse del amable policía que le había devuelto su juguete.


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