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Pásame el hielo por exerodri

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Notas del fanfic:

  Hola a todos!! cuanto tiempo. Aprovecho que fui plantado por mis amigos este sábado a la noche para traerles algo que surgió de la nada en mi cabeza hace poco. Resulta que esto en realidad iba a ser un One-Shot, pero (como ya sospechaba al momento de empezar a escribir) me quedó muy largo, demasiado para mi gusto para ser un sola entrega. Nunca puedo hacer caps o historias cortas No tengo remedio. Así que lo separé en dos partes para que no sea tan largo. Lo escribí en un par de horas hace como una semana un dia que tuve mucho tiempo libre (cosa que me escasea últimamente), simplemente me nació jaja. Bueno, no los distraigo más, espero que por lo menos los pueda entretener un rato.

Notas del capitulo:

La primera parte, espero que les guste.

-No me dejarás de molestar hasta que te diga que sí ¿verdad?- pregunté a mi amiga luego de soltar un largo suspiro.

-Sabes que no, Matt- me contestó con una risita infantil, yo moví el celular de mi oído derecho al izquierdo- vamos, tienes 17 años, un poco de vida social extra no te matará, además tengo una amiga para presentarte, está muy emocionada y ansiosa de conocerte.

-Mimí, ya te dije que así sea la chica más hermosa del mundo no estoy interesado- dije blanqueando mis ojos mientras dirigía mi rostro al techo de mi habitación, donde el ventilador giraba a todo lo que podía.

-Bueno, eso ya lo veremos, entonces te veo a la noche en mi departamento ¿Sí?

Yo sostenía el celular contra mi oído, mirando por la ventana de mi cuarto hacia el exterior, observando de manera perdida el paisaje urbano que me rodeaba. Por un momento dudé en dar la confirmación, pero luego me di cuenta que no me quedaba otra. Conocía como era Mimí, y supe que no pararía hasta conseguir lo que quería… o volverme loco, lo que sucediera primero.

-Sí, ahí estaré- dije resignado.

-Perfecto, te veo a la noche entonces- vitoreó sabiendo que ya no podía echarme atrás- ponte guapo, aunque para ti no es difícil- dijo para después finalizar la llamada antes de que pudiera contestarle algo, aunque en realidad no se me había ocurrido ninguna contestación.

Me quedé mirando al celular mientras movía mi cabeza de lado a lado. No había pasado ni 1 minuto y ya me estaba arrepintiendo. De forma pesada me tiré sobre mi cama, mirando el destartalado ventilador del techo girar y girar. La ciudad pasaba por una fuerte ola de calor que, a pesar de ser octubre, hacía que la temperatura estuviera endiabladamente alta.

Solté un suspiro, preguntándome a mí mismo ¿Quién me mandó a tener a Mimí de amiga? Si no fuese que la conocía desde hace como 8 años y no estuviera acostumbrado, me sacaría de quicio todos los días. Ahora tenía que ir a la fiesta que ella organizaba en su departamento, aprovechándose de que sus padres habían salido de viaje.

 No me desagradaban las fiestas, no era así de amargo, era solo que no tenía muchas ganas de salir. La verdad, la idea de pasar el sábado a la noche en casa y ver una película mientras comía una hamburguesa pedida al delivery me atraía más. Pero bueno… ya había dicho que iría. 

Lo peor, era que Mimí quería presentarme una chica. Era como si ella no entendiese que uno podía ser feliz estando solo. Hacía meses que estaba soltero y me gustaba estar así. 

La idea de ir a la fiesta me desagradaba más cada minuto que pasaba. Pero bueno…no valía la pena lamentarse, tenía que verle el lado bueno. Estaría con mis amigos y eso era bueno, ya que hace mucho que no nos veíamos en otro lugar que no fuese la escuela, por lo duro que habían sido las últimas semanas por culpa de los exámenes. 

Mi celular vibró en mi mano, sacándome de mis pensamientos. Tai me enviaba mensajes por medio de una aplicación.

-Mimí ya te habló?

-lamentablemente si

-Y? que onda?

-Y…ya sabes cómo es ella.

-jajaja ya veo, vamos Matt te gustará, hace mucho que no salimos de fiesta, anímate.

-no me queda otra ja.

-t ará bien, ya berás.

Después de leer eso, con esas faltas de ortografía que solo Tai podía cometer,  me quedé viendo la pantalla en silencio, indeciso de escribir lo que mi mente le quería decir al moreno. Luego de un momento más, mis dedos empezaron a teclear el teclado virtual del celular nuevamente.

- Oye, sabes que irá Sora ¿no?

El mensaje le llegó y fue leído por el castaño; la aplicación te señalaba esos detalles. Tal como imaginé, la contestación no fue inmediata. Luego de un rato, la aplicación señaló que Tai escribía una respuesta.

-SI lo sé, está todo bien.

A pesar de esa respuesta y de no poder verle a la cara, supe que no era toda la verdad.

-Seguro? 

-Si, ns bemos a la noche. 

El oji-café dejó de estar en línea en la aplicación. Suspiré viendo la pantalla por unos segundos más, para luego guardar el celular en el bolsillo de mi pantalón y seguir viendo el ventilador girar en el techo, con mis manos por detrás de mi cabeza.

El motivo de mi preocupación era que, a pesar de negarlo, las cosas no estaban bien entre el moreno y mi amiga. ¿En qué momento pasó?  Todo había sido tan rápido como sorpresivo. 

Aquellos dos acababan de terminar una fugaz relación amorosa. Su separación había sido tan sorpresiva como el inicio de su noviazgo. Su relación no duró ni dos meses, y la verdad, yo no estaba seguro de que pasó exactamente. 

Ninguno me quiso decir la explicación de porque habían terminado. Por lo general no me interesaba ahondar en la vida privada de los demás, pero ahora era diferente. 

Era extraño.  Tenía la sensación que ambos ocultaban algo, y al mismo tiempo, deseaban decírmelo, pero que por algún motivo no lo hacían.  Y ese presentimiento se presentaba más fuerte cuando hablaba con Sora sobre el tema. Sus ojos decían una cosa mientras su boca decía otra. Era como si ella misma se obligara a guardar silencio. 

A pesar de querer saber la verdad, ya que eran mis mejores amigos, decidí dejar de preguntar y solo limitarme a apoyarlos, cualquiera que fuese la verdadera causa de su separación. Admitía que dolía un poco que tus amigos no te dijeran la verdad, pero al fin y al cabo era algo privado de sus vidas. 

Tai... últimamente pensaba mucho en aquel idiota. Llegué a sorprenderme a mí mismo pensando en el castaño en mitad de las clases o mientras practicaba con el bajo. ¡Pero todo era culpa de aquel imbécil! Estaba más despistado y torpe que lo normal, y eso ya era mucho decir. Últimamente sentía como si el moreno estuviese nervioso por algún motivo, aun cuando solo estábamos nosotros dos solos. Es más, cuando estaba solo con él era cuando se comportaba más extraño aún. 

Una gota de transpiración viajó pacíficamente desde mi sien hasta mi mejilla, sacándome de mis pensamientos. 

"Maldito calor, para colmo no corre ni una pobre brisa" pensé. 

Me levanté y me dirigí a la cocina para servirme un vaso de jugo frio. Al llegar ahí, vi a mi hermano echado sobre el sillón de la sala de estar, hablando por el teléfono inalámbrico de la casa. Casi me había olvidado que, ya que era fin de semana, él estaba  allí. Su cabeza colgaba hacía abajo y sus pies descalzos se apoyaban en la pared. Hacía eso aprovechando que nuestro padre no estaba en casa y que volvía recién el lunes; él odiaba que T.K hiciera eso, temiendo que pudiera manchar la pared con sus pies. Por la sonrisa boba que tenía mi hermano y lo adentrado que estaba en la conversación,  yo estaba seguro que hablaba con Kari.  

Mientras abría la heladera para sacar el jugo, me pregunté desde hace cuanto tiempo  T.K estaría hablando por teléfono. ¿Minutos? ¿Horas? Conociéndolo, todo era posible. Desde que se volvieron pareja, no hacía otra cosa que hablar con ella cuando estaba en casa. Si el teléfono no fuera inalámbrico, de seguro él  enrollaría su dedo en el cable, como todo colegiado enamorado. 

No pude evitar quedarme observándolo con una sonrisa, mientras tomaba el jugo . Estaba muy feliz por ellos, de alguna forma siempre había supuesto que terminarían juntos (y Tai siempre lo temió) 

-Sí, yo también…ajam…jaja no, tu lo eres más- dijo mi enamorado hermano menor, con una sonrisa en sus labios-… espera un momento…- en ese instante,  él apoyó el teléfono en su pecho y que por primera vez me miró desde que estaba allí observándolo, viéndome con sus ojos claros de manera seria y en silencio.

No hizo falta que me dijera nada, con esa mirada me lo había dicho todo. Quería que me fuera y lo dejara solo. 

-Está bien, está bien, me voy- dije girando mis ojos y dirigiéndome de nuevo a mi habitación. 

Al alejarme, T.K renovó la conversación a mis espaldas. 

"No sé de qué hablan tanto ahora, si a la noche Kari vendrá a pasar la noche aquí" pensé llegando a mi habitación. 

Obviamente, T.K me había pedido que no le contara a Tai que su hermana pasaría la noche allí, con mi hermano a solas. Él sabía que el moreno haría lo imposible para impedir aquello, incluso faltar a la fiesta de Mimí. Tai siempre había sido muy sobre protector de Kari, aun sabiendo T.K era un buen chico.

Entrando a mi habitación empecé a sospechar si T.K había hablado con Mimí, pidiéndole que me convenciera de ir a la fiesta, para así poder tener la casa completamente sola para esa noche. Tuve que admitir que, de llegar ser así, mi hermano había hecho muy bien su movida. 

Me puse a tocar el bajo para dejar de pensar en el calor.

………………….……..*…………………………

Allí estaba, al frente del edificio donde vive Mimí. Un edifico muy coqueto en la mejor parte de la ciudad. “La zona para ricos” como decía Tai. Él de seguro ya estaba en la fiesta, me había dicho que iría temprano para ayudar a Mimí con los preparativos. 

Al acércame a la entrada del edificio, el portero me abrió sin que yo se lo pidiese. Me conocía desde niño por ser amigo de Mimí.  Aproveché el largo viaje en el elevador, ya que mi amiga vivía en el piso más alto, para arreglarme el cuello de mi camisa en el gran espejo. No vestía lo que consideraba mi mejor ropa, o por lo menos ropa para salir de fiesta. Una camisa blanca mangas cortas, bastante liviana y fresca (ideal para el calor que no cesaba, aun siendo de noche) y un pantalón de jean color negro era suficiente para hacer presencia. 

Al abrirme la puerta, la anfitriona de la fiesta se me colgó del cuello en un abrazo que casi me tumbó de espaldas.

-¡Matt! Sabía que vendrías- me dijo hundiendo su rostro en mi pecho- pasa, pasa, algunos de los chicos ya están aquí- me pidió tomándome de la mano y adentrándome en la vivienda a tirones, dándome apenas tiempo de cerrar con un manotazo la puerta tras de mí.

Así caminé por el interior del departamento de la mano de mi amiga, saludando a la gente que ya estaba ahí.  Algunas personas las conocía, otras no. Todas eran de los diferentes círculos sociales de Mimí, gente que ella había invitado personalmente para así evitar que “cualquiera” viniera a su casa, solo gente que ella apreciaba. Y a decir verdad, era bastante gente, aunque eso no era sorpresa ya que Mimí era una chica muy sociable. La música sonaba bastante fuerte, pero a un volumen apto para que la gente pudiera conversar sin tener que forzar la voz. Aquello hacía que hubiera grupos tanto conversando como bailando. 

-La chica de la cual te hablé todavía no vino, pero no te preocupes, me mandó un mensaje diciendo que vendrá más tarde- me dijo soltándome de la mano – Así que relájate, sírvete lo que quieras, estás en tu casa, yo voy a atender a los otros invitados- dijo y acomodó mi cabello para luego dejarme solo.

“Estás en tu casa” me repetí mentalmente mientras sonreía viendo a mi alrededor "¡Ya quisiera que mi casa fuese así!" pensé. 

El departamento de Mimí era digno de aparecer en los catálogos de inmuebles, con muebles estilizados y finos, y adornos costosos que realzaban la belleza propia del lugar. Ademas de ser bastante, bastante grande. 

Vi a mi alrededor, asombrado del buen trabajo que había hecho la castaña. La iluminación estaba a medias, dejando el extenso departamento con un aspecto peculiar, cómodo, acogedor, como si de un pub nocturno se tratara. Además, había mesas pequeñas por todo el lugar, repletas de botellas de diferentes marcas y tipos, esperando a ser vaciadas. A su alrededor y entre las botellas había vasos, algunos vacios, algunos llenos y otros a medio tomar, ademas de cubetas de hielo. Todo era un desastre, pero el desorden era, lejos de ser feo a la vista, algo cautivador, indicador necesario que esa era una fiesta de jóvenes. No había que preocuparse de algo tan banal como la limpieza y el orden. 

Agarré un vaso que al parecer no tenía dueño y me armé un trago con la bebida que me gusta, además de ponerle bastante hielo para que estuviera fresco. 

Mientras le daba los primeros sorbos al vaso, sentí que alguien me tocó el hombro derecho. Moví mi cabeza para mirar quien era pero no había nadie allí, sin embargo a mi izquierda escuché:

-Así que el gran Matt se decidió en venir- reconocí esa voz al instante.

Al voltear a mi izquierda vi a Tai a mi lado, apoyándose en la pared, sosteniendo un vaso a medio tomar. Vestía una camiseta sin mangas, negra, con detalles blancos y una bermuda de jean que le llegaba hasta las rodillas. Yo sabía que él vestía así, no solo para escaparle al sofocado, sino también porque siempre le gustó presumir de su cuerpo y no perdía oportunidad en hacerle ver a los demás que tenía brazos atléticos. Idiota.

-Dije que iba a venir… aunque prácticamente fui obligado por la insistencia de Mimí- le contesté con una media sonrisa mientras observaba a lo lejos a una chica desconocida, ya en un estado algo desastroso, servirse otro vaso de alcohol. 

 -Jaja, me imagino, de igual manera hiciste bien en venir, hace mucho que no salíamos de fiesta ¿No crees?- me preguntó Tai con una sonrisa, para luego darle un sorbo a su bebida.

-Creo que sí- le contesté imitándolo, la frescura que le daba el hielo a la bebida era bastante confortante- ¿Quiénes de los chicos ya están aquí?

-Joe no vendrá, dice que tiene un examen el lunes- dijo el moreno haciendo memoria. Esa respuesta no me sorprendió en lo más mínimo- Izzy dijo que vendrá más tarde pero ya sabes cómo es, no le gusta mucho las fiestas, de seguro saldrá con alguna excusa por no haber venido- dijo entre risas, tomando de su vaso nuevamente. 

"Mm a este ritmo Tai terminará como aquella chica que vi recién, no sería la primera vez" pensé al ver la velocidad con la que el moreno terminó su vaso. 

-Ya veo… ¿y Sora?- pregunté por lo bajo, mirándolo de reojo.

La sonrisa del castaño se borró lentamente, aunque hizo un esfuerzo para no eliminarla por completo.

-Ya está aquí, creo que anda por allá, conversando con otra gente- dijo bajando su mirada y guardando su mano libre en el bolsillo.

-Ya veo…- repetí dejando que el silencio entre nosotros se hiciera presente, envuelto por la música que sonaba constantemente del equipo de audio de Mimí.

Nos dirigimos a una de las mesitas con muchas botellas para recargar nuestros vasos. Así yo me hice con mi segundo vaso de alcohol de la noche, Tai… no supe con exactitud cuántos vasos iba tomando, pero seguramente más de dos. Después de un minuto observando a la gente pasar por el frente nuestro, apoyados en la pared, Tai rompió el silencio. 

-Espero que tu papá no les cocine a Kari y a T.K esta noche- mencionó entre risas- recuerdo cuando teníamos 12 años y fui a dormir a tu casa e Hiroaki cocinó aquello que parecía un estofado de carne. Me dolió el estomago una semana.

-Si lo recuerdo- contesté con una sonrisa evocando el pasado en mi cabeza- recuerdo que me echaste la culpa un mes por eso, pero no te preocupes, mi padre no está en casa ahora, volverá recién el lu…

En ese momento sentí el impulso de morderme la lengua por mi estupidez, aunque ya era demasiado tarde. Tai me quedó observando con su boca entre abierta. Yo lo miré a los ojos sin saber qué hacer, que decir y tengo que admitirlo…con algo de miedo. Para disimular el desconcierto y la sorpresa conmigo mismo por haber metido la pata, bebí de mi vaso viendo hacía un costado. 

“Perdóname T.K, fue sin querer”  pensé mientras el refrescante líquido viajaba por mi garganta.

-¡¿Estás diciendo que Kari y T.K están solos en tu departamento?! ¡¿Sin nadie más?!- me preguntó Tai furioso, mirándome con sus ojos marrones ardiendo. 

Me contuve  para no hacerme para atrás y pegarme a la pared, como si de un león hambriento y enojado se tratase. No pude decir nada más que balbuceos mientras sentía una pesada gota de sudor recorrer mi mejilla.  

Luego de escucharme balbucear por unos segundos, Tai giró sobre sí en dirección a la puerta de salida del departamento. Una idea fugas aterrizó en mi mente mientras veía al oji-café encaminarse a la salida: Iría a mi casa a ver que todo estuviera en “orden”.  

A pesar de ser todo muy repentino, pude reaccionar a tiempo y tomarle del brazo antes de que se alejara más de mí. 

-¡Tai! ¿Qué haces?- le dije rápidamente obligándolo a mirarme a los ojos- relájate, todo está bien. Recuerda que es mi hermano el que está con Kari, lo conoces desde que se mojaba en la cama- sonreí con naturalidad para darle tranquilidad a Tai, que no hacía otra cosa que respirar profundamente enojado, mirando hacía un costado y frunciendo los labios con fuerza- ademas tu hermana es una chica inteligente y responsable, al igual que T.K, todo estará bien.

Luego de mirarme a los ojos, aun denotando furia,  finalmente dijo con resignación:

-Bien…supongo que tienes razón- mencionó el moreno para mi alivio, para después tomarse más de la mitad de su vaso de un solo trago.

De esa manera, nos volvimos a posicionar como estábamos antes, apoyados sobre la pared mientras veíamos a las demás personas hacer diferentes cosas, cosas que se harían en una fiesta privada, pequeña pero intensa, en una noche calurosa. 

Ninguno decía nada, solamente guardábamos silencio. Le estaba dando tiempo a mi amigo para que se calmara. A pesar de seguir serio, pude notar que la respiración del castaño se normalizaba. 

Después de varios minutos en un estado de meditación interna, marcada y guiada por la rabia, Tai volvió a sonreír y  me comentó una anécdota divertida que le había pasado en la práctica de futbol, cortando con aquel necesario silencio. Sonreí al escuchar la anécdota del moreno, no porque me pareciera divertida, sino que me alegraba ver que el castaño dejaba de lado su enojo.

El tiempo transcurrió de manera rápida, conversando y riendo. Entre conversación y conversación, nos encargábamos de recargar nuestros vasos ni bien se vaciaban. Cada vez la cantidad de botellas vacías que paseaban por el departamento era mayor, pero otras botellas nuevas y llenas ocupaban su lugar. Ademas, los recipientes con hielos eran continuamente reabastecidos con hielo duro, seco y obviamente muy congelado que la gente sacaba del congelador de Mimí. 

"¿Cuántos vasos voy tomando? ¿4? ¿5?"

 Había perdido la cuenta. Por primera vez en la noche sentí el efecto del alcohol en mí. No mucho, solo un muy pequeño mareo. Me había tomado por sorpresa, ya que no prestaba atención a la cantidad de alcohol que iba tomando por estar hablando con Tai y los demás chicos y chicas que se nos unían esporádicamente a la charla. 

De repente, se nos acercó una figura que me alegró ver, pero que al mismo tiempo me ponía atento al comportamiento de mi amigo, todo bajo una estela de incomodidad. 

-Hola chicos ¿Cómo están?- nos saludó Sora.

-Vaya Sora, estas muy bonita- le dije a modo de saludo con una sonrisa.

Efectivamente estaba esplendida, hermosa. No porque no lo fuese habitualmente, sino que cuando se producía para un evento en particular, realzaba su belleza de una manera asombrosa. 

-Muchas gracias, Matt- dijo con algo de vergüenza, bajando la mirada

-Hola Sora ¿Todo bien?-saludó Tai con un tono amable, pero al mismo distante, incomodo.

-Hola Tai, que bueno verte aquí- le dijo Sora, con una media sonrisa y viéndolo a los ojos.

¡Dios! Vaya que las cosas costaban y se ponían cuesta arriba entre ellos dos. Nunca había pensado que podría pasar algo así. No entre ellos.

Ver los esfuerzos de ambos para tratar de hablar entre ellos con naturalidad era como ver a un pez nadar contra la más fuerte corriente. Todavía se apreciaban, pero había algo que los envolvía y no los dejaba ser como eran antes. Algo había cambiado entre ellos. 

Había algo que solo ellos dos sabían, algo invisible, provocando ese trato tan torpe y extraño entre ellos. 

De repente, la peli naranja estiró su brazo, posicionando su mano en la nuca del moreno, sorprendiéndome tanto a mí como a él.  

-Tienes la etiqueta de la camiseta por fuera… ya está- dijo en voz baja nuestra amiga, sacando su mano de allí, sonriendo débilmente ante la sorprendida mirada del oji-café.

-Gra-gra-gracias- tartamudeó el castaño evitando la mirada de Sora. 

-De nada...bueno, los dejo chicos, estaré con unas amigas del club de tenis, pórtense bien, no tomen mucho ¿sí? – culminó con una sonrisa, girando sobre sí para alejarse.

Antes de que Sora se fuera, nuestras miradas se cruzaron por lo que en realidad fue un segundo, pero para mí pasó en cámara lenta. Viendo fijamente esos ojos, que repentinamente se volvieron tristes ante mí, sentí aquello que venía sintiendo desde que Tai y Sora terminaron. Me pareció ver un mensaje en sus ojos, un mensaje que ella tenía ganas de decirme, pero solo podía hacerlo por medio de la mirada. Un mensaje que solo yo podía ver.

“Oh Matt, tengo tantas ganas de decirte algo, necesito decirte esto. Para así liberar tanto a Tai como a mí de esto que guardamos juntos, de esto que nos está haciendo tanto mal mantenerlo en secreto. Tu eres el primero que tiene que oír lo que tengo para decir, no se lo puedo decir a nadie antes que a ti… pero no puedo, no puedo hacerle esto a Tai… lo siento” 

Es lo que leí en aquellos ojos tristes antes de que el efecto en cámara lenta se acabara y mi amiga se alejara de nosotros. Me quedé estático. 

"Quizás, solo esté alucinando producto del alcohol que ya está en mi cerebro" pensé " Tal vez no hay nada que Sora quiera decirme y yo esté inventando todo esto, impulsado por el deseo de ver mejor a mis amigos" 

Una voz femenina me sacó de mis pensamientos, y entonces me di cuenta de las personas que tenía en frente. Se trataba de un chico y una chica de nuestro salón, bastante simpáticos. Siempre andaban juntos, y la razón era obvia: se gustaban mutuamente, y mucho. Sin embargo, nunca habían concretado el noviazgo a pesar de lo obvio que era su enamoramiento mutuo. El muchacho se había ganado el adjetivo de “lento” entre los chicos del curso, ademas de las típicas burlas que nos hacíamos entre los varones. 

Y allí estaban, juntos como siempre sin ser “nada” (pero perdidamente enamorados), conversando con nosotros, obligando a Tai a levantar su ánimo luego de la aparición de Sora. No me di cuenta en ese momento, pero estaba agradecido por eso. 

La “pareja” habló con nosotros de diferentes cosas en una amena y divertida charla entre los 4. Después de un rato, nos ofrecieron ir juntos donde estaban los pocos chicos de nuestro curso que habían venido a la fiesta (ya que si Mimí invitaba a todo el curso, ya no habría espacio para sus demás círculos sociales: los de la clase de canto, el club campestre, los amigos que vivían en la misma “zona para ricos”) al otro lado del departamento. Sin ningún motivo para no hacerlo, con Tai accedimos y les seguimos.

Mientras caminaba por detrás de la “parejita”, sentí como el cuello de mi camisa era estirado por detrás y un frio quemador viajó por mi espalda. 

-Esto por ocultarme lo de T.K y Kari esta noche- rió triunfal Tai, esquivando el manotazo que lancé instintivamente.

Seguramente viéndome ridículo, me moví frenéticamente tratando de que el cubo de hielo cayera por debajo de mi camisa. 

-Idiota- murmuré por dentro a la vez que llegábamos donde estaban los demás chicos de nuestro curso. Mimí también estaba con ellos. 

Formando un círculo, hablamos y reír entre todos. Obviamente el tema el cual nos vinculaba a todos allí, la escuela, no tardó en aparecer. Uno de los muchachos imitó a un profesor bastante cascarrabias, haciendo que todos explotáramos de la risa. Seguramente en circunstancias normales no nos hubiésemos reído tanto, pero cuando hay alcohol de por medio todo es más gracioso.  

En un momento, la chica que nos condujo hacia el grupo le pidió a su “NO-novio” un cubo de hielo para ponerlo en su trago. El muchacho se volvió hacía una mesita con botellas a medio tomar, donde había uno de los infaltables recipientes con hielo. Entonces pasó una de esas situaciones de las cuales uno no se espera, que suceden sin previo aviso. No pudimos evitar sorprendernos (todos mis compañeros y yo) al ver que cuando se volvió hacía nosotros, sujetaba un cubo de hielo entre sus dientes. El chico miró de manera pícara y con una sonrisa a su “NO-novia”. 

 ¿Podría ser? ¿Finalmente aquel chico al que los muchachos del curso nos reíamos de él por ser “lento”, hizo su movida? 

Todos miramos expectantes  a los dos involucrados, incluso Tai. Es más, noté que Tai los miraba más atento que nadie, como sorprendido de aquella acción del “lento”. 

La chica que pidió el hielo lo miró sorprendida, con su rostro rojo a más no poder. Frunciendo sus labios, ahogando una sonrisa nerviosa, estiró su mano para tomar el hielo, pero el muchacho movió su cabeza hacia atrás, sin dejar de verla con esos ojos coquetos.

-No, no, no… -dijo Mimí sonriente moviendo su dedo de un lado a otro- …sin manos.- culminó sonriente, siendo sin dudas cómplice de aquel muchacho, que por fin dejaría de ser “lento”.

La muchacha se sonrojó más todavía, viendo con una sonrisa más natural y sincera a su todavía “NO-novio”. Ante la mirada de todos, se acercó a él y le giró amorosamente la visera de su gorra para que no estorbase. Cerrando los ojos, acercó su boca y tomó con sus dientes el cubo de hielo de la boca del chico, no sin antes aprovechar la situación para unir sus labios con los de él. El muchacho, menos “lento” que nunca, hizo lo mismo, a la vez que cerraba sus ojos. Se podía notar las ganas que por fin eran liberadas, después de tanto tiempo. El hielo solo había sido una escusa, ellos lo sabían, Mimí lo sabía, nosotros lo sabíamos, todos lo sabían. Luego de unos segundos, la ahora pareja se separó. La chica llevaba ahora el hielo entre sus dientes, con su cara aun adornada por el sonrojo. Todos vitoreamos, para vergüenza de los dos enamorados.

¡Anotación para la fiesta de Mimí!

Se había consolidado una pareja, o por lo menos se le había dibujado el camino para llegar a ser por fin “algo” y dejar de ser “nada”.  De igual manera, era una anotación para la fiesta, la nueva pareja lo sabía, Mimí lo sabía, nosotros lo sabíamos, todos lo sabíamos. 

Sin embargo, noté que el único que seguía serio era Tai. Este seguía viendo a la pareja, pensante, como si todavía estuviera analizando lo que acababa de ver. Al darse cuenta que lo observaba, desvió su mirada mientras le daba un importante sorbo a su trago. Aquello me llamó la atención, pero decidí no darle importancia.  

-Chicos, escuchen ¡se me acaba de ocurrir un juego!- gritó Mimí emocionada, llamándonos la atención de todos- vengan, síganme- pidió, aunque más que un pedido fue una orden.

Tai, mis demás compañeros y yo seguimos a la castaña, algo confundidos  y a decir verdad… curiosos, hasta una pequeña sala de estar de su muy grande departamento.  Una sala de estar también a medio iluminar, en una muy cómoda penumbra, acogedora, embriagadora penumbra. 

La anfitriona de la fiesta nos hizo sentarnos a todos en una ronda, en el alfombrado suelo. La formación que quedó una vez hecho el círculo fue así: Mimí, chico, chica, chico, chica, chico, chica, Yo y Tai, con Mimí a su izquierda cerrando el círculo. La nueva parejita se había distanciado de nosotros, y era obvio el porqué, tenían mucho tiempo que recuperar. 

Una vez todos sentados, Mimí tomó un recipiente con hielo en sus manos y dijo:

-El objetivo del juego será pasarse el hielo de boca a boca y completar el círculo, obviamente sin usar las manos y dejar que el hielo se caiga al suelo.

No era un juego que me emocionara mucho, pero a la mayoría le agradó la idea. Mimí tan pícara como siempre, se había encargado de tener al chico que le gustaba a su izquierda. Para ese tipo de cosas nuestra amiga si tenía ingenio. Justo cuando la castaña iba a ponerse un cubo de hielo en la boca y empezar el juego, una de las chicas señaló que sobraba un muchacho, pues Tai y yo estábamos uno a la par del otro. Ese gran detalle no se me había pasado por la mente y no me había dado cuenta hasta que aquella chica lo mencionó. Evidentemente estaba más atontado por el alcohol de lo que creía. 

"Tendré que bajar la frecuencia con la me estoy llevando el vaso a la boca" pensé. 

También me sorprendió que Tai no se hubiera dado cuenta tampoco, aunque posiblemente estaba igual o más borracho que yo. 

Ya al tanto de la situación, intenté levantarme declinando mi lugar en el improvisado juego para que el número de participantes de igual sexo estuviera parejo, pero Mimí  en conjunto con mis demás compañeros y compañeras me insistieron en que me quedara, casi obligándome a sentarme de nuevo. Inmediatamente fue Tai quien intentó levantarse pero pasó exactamente lo mismo. Es más…Mimí (que lo tenía a su derecha) le tiró de su brazo izquierdo para que volviera a apoyar su trasero en el suelo. 

Mimí, impaciente, murmuró y movió sus dedos en el aire, como si nos estuviera acomodando en su mente buscando alguna solución para evitar que Tai y yo “chocáramos”. Sin embargo supe que era inútil, y la razón era muy simple. Sobraba un hombre, éramos 5 hombres y 4 mujeres. Moviera como nos moviera Mimí en el círculo, siempre quedaría un chico a la par de otro. Si querían que jugáramos los 5 hombres presentes en la ronda, la única solución era traer a una chica más, para que así la cosa estuviera simétrica. 

Giré mi cuello hacía la gente que disfrutaba de la fiesta en los alrededores, pero no reconocí a nadie para invitar a que se sentara entre Tai y yo. Además, me pareció observar que nadie, absolutamente nadie apuntaba la vista hacía donde estábamos. Era como si nosotros estando sentados allí, en el suelo de esa sala de estar, fuéramos invisibles para el resto de las personas de la fiesta. Como si de alguna manera el juego estuviera destinado a llevarse a cabo sin interrupciones externas.

Cuando volví mi mirada hacía el frente, mis ojos se abrieron de par en par. Mimí ya había empezado el juego y el hielo ya pasaba de su boca a la boca del muchacho a su izquierda. Eso me sorprendió de sobremanera 

"¿Acaso a nadie le importaba que Tai y yo estábamos contiguos uno al otro? ¿Acaso da igual?" Pensé 

Aquel chico se lo pasó a la chica que tenía a la izquierda, en una maniobra con la boca que era mitad traspaso, mitad beso. Luego la chica con el cubo de hielo entre los dientes se giró hacia su izquierda y le pasa el “paquete” al próximo muchacho. Luego, el tipo de turno giró hacia la izquierda y continuó el juego.

La respiración se me agitó. Me estaba poniendo nervioso, intranquilo, cada vez el hielo estaba más cerca. 

"¿Por qué me pongo nervioso? Simplemente, al llegar mi turno me levantaré y me iré, o tal vez solo me niegue a pasárselo a Tai ¡Ni muerto hago eso!" Pensé mientras el hielo se acercaba a mí "Se lo pasaré directamente a Mimí, salteando al moreno". 

Sin embargo, a pesar de mis pensamientos, no lograba tranquilizarme 

"¿Qué me pasa?" 

La chica sentada a mi derecha recibía el hielo, yo sería el próximo. Antes que llegara mi turno, vi de reojo a Tai, había estado muy callado en los últimos minutos. Me sorprendí nuevamente al verlo con la misma mirada seria de hacía unos minutos atrás. Aquella mirada distante, ausente, pero al mismo tiempo pensativa, atenta y analizadora 

"¿Qué le estará pasando por la cabeza? ¿Por qué estará tan callado?" pensé al ver esa actitud impropia de él "¿estará pensando lo mismo que yo? ¿Estará pensando en cómo negarse a recibir el hielo de mi parte?" Seguramente.

De repente sentí mucho calor, una pesada gota de traspiración bajó por mi nuca. Me agité el cuello de mi camisa para ventilarme, a la vez que tomaba lo último que me quedaba de mi vaso de alcohol. 

De forma idiota, seguramente por culpa de las toxinas que viajan por mi torrente sanguíneo, me quedé observando la  única lámpara de pie que iluminaba aquella parte de la casa, casi hipnotizado. Tenía un velador rojo intenso, y alumbraba con su rojiza luz la sala de estar. Todo en penumbras, todo tan excitante pero a la vez somnoliento. Esa mezcla tan perfecta de oscura relajación y exaltación festiva.

Finalmente, fue mi turno de recibir el cubo de hielo de la chica a mi derecha. Al posicionarme de frente a ella, me di con la sorpresa que lo que era un cubo de tamaño normal al empezar el juego, ahora era un muy pequeño trocito de hielo en la boca sonriente de la muchacha. Del tamaño de una chapita de botella. La chica (de la cual sospeché que estaba en peor estado de ebriedad que yo, y por mucho) se acercó deliberadamente a mí y no me quedó otra que abrir mi boca, calculando para poder agarrar con mis dientes el hielo aprisionado en sus labios. Al ser tan pequeño, me vi obligado a acércame mucho a la chica, sintiendo como mis labios rozaban los suyos de manera involuntaria. Aunque al parecer eso a ella no le molestaba, es más, por un momento pensé que estaba dificultando las cosas a propósito para que no me separara de ella. 

Quizás ella pensaba que yo también lo disfrutaba, pero no era así. No sentí nada que no fuese la obligación de terminar con ese estúpido “juego” al cual me vi obligado a participar. Tampoco me excitaba ni mucho menos. Finalmente, logré “quitarle” el hielo, ante su cara de sorpresa. 

Ya con el hielo entre mis dientes, sentí como el cubo se derretía rápidamente. Era como si cada segundo que pasara, el hielo se achicara más y más a un ritmo frenético. Me tocaba pasarle el hielo a la persona a mi izquierda, ósea a Tai… pero decidí que lo haría. Estaba seguro que todos entenderían y que Tai así lo querría, obligándome a pasar el hielo directamente a Mimí. Lo normal, lo obvio, lo lógico. 

-Pásamelo- escuché su voz, sin embargo no me pareció real.

 

Notas finales:

Bueno, si leíste hasta aquí muchas gracias je, decidí cortarlo aquí para que no sea tan largo y puedan tener un punto para detenerse, descansar de la lectura y continuar leyendo en otro momento si quieren.


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