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Déjame decirte... ¡Te amo! por Charly D

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Notas del capitulo:

Un pequeño ONE-SHOT de algo que leí por internet.

 

 

Los cálidos rayos del sol comenzaban a colarse por las rendijillas que había entre las cortinas que cubrían el gran ventanal de aquella habitación. Un cuerpo se removió con algo de incomodidad, aquella luminosidad le daba de frente en la cara. El cuerpo al otro lado de la cama estaba incorporado desde hacía un rato, miraba dormir al otro con una atención absoluta. Poco a poco notaba que aquella persona se desperezaba y daba largos y cansinos bostezos.

 

-¿Qué hora es?- preguntó con mucha flojera.

-Las siete y media- contestó el que estaba despierto desde hacía rato.

-¡Rayos! Me tengo que levantar, el viaje será largo- se talló con las manos la cara.

-¿Y tienes que ir?- preguntó quien estaba a su lado.

-Si Jaime, como la mano derecha del jefe se convirtió la semana pasada en papá, a mí me asignaron la comisión, justo ahora, que comenzaban las vacaciones- mencionó el hombre fornido de cabello castaño y barba del mismo tono, al momento de levantarse.

-Ay Mario, quisiera que te quedaras en casa…- saliendo de la cama, se acercó rápidamente y lo abrazó por la espalda.

-¡Hey! Que no me voy más que cuatro días, no es mucho tiempo- lo sujetó fuertemente de las manos, mientras se dejaba abrazar.

-Ya sé, pero desde que vivimos juntos no nos hemos separado- mencionó en voz baja, denotando un dejo de tristeza.

-Te prometo que en cuanto vuelva, te llevaré a cenar… Es más, dime ¿A dónde quieres ir?- se volteó para estar frente a frente.

-Quiero… quiero…- pensaba detenidamente- Quiero que vayamos al restaurant brasileño donde nos conocimos- sonrió, hacía cinco años, que por amigos en común se reunieron en aquel lugar, cada uno sintió algo difícil de explicar con palabras, cuando miró al otro por vez primera.

-De acuerdo, ahí te llevaré- Mario, tomándolo de las mejillas lo besó en los labios con pasión pura- Y te aseguro que la noche en la que regrese te haré el amor como un loco…- dijo pícaramente cuando se separaron.

-Eso si no te lo hago yo antes- Jaime, un hombre unos diez centímetros más bajo que Mario, de cabello oscuro y ojos miel, dijo con un tono de sensualidad.

-Como anoche… me dejaste sorprendido, espero que a mi regreso lo repitamos una y otra vez…- se miraron a los ojos, tenían un año viviendo juntos y estaban profundamente enamorados.

-Te amo, Mario, te amo con todo mi ser…- el aludido lo acercó y le besó la frente.

-Y yo a ti- fue lo único que contestó, por alguna extraña razón, Mario en todos los años que llevaban como pareja nunca le había dicho ‘Te amo’ aunque el ojimiel lo intentara no conseguía escuchar esas dos palabras que tantos sentimientos englobaban.

-Sí… me iré a bañar, porque hoy tengo bastantes cosas qué hacer…- con algo de decepción, por no haber conseguido su objetivo ese día, se separó de los brazos del otro hombre y se dedicó a sus actividades.

-Ve, yo entro después de ti, tengo que alistar la maleta, lo bueno de todo es que logré que me compraran los boletos de los primeros dos asientos, eso de compartir con un desconocido nunca me ha gustado.

-Lo sé, desde que te conozco cuando nos tocaba viajar en bus solo conmigo compartías los lugares, y eso a regañadientes- contestó el otro desde la ducha tratando de sonar casual y no molestarse.  

 

El otro soltó una carcajada por el comentario y continuaron con sus actividades. Uno tal vez ajeno a la pequeña tristeza que el otro experimentaba por la falta de ciertas palabras que nunca llegaban, no importaba cuanto las deseara, no terminaban por aparecer.

 

 

Había pedido permiso en el trabajo para poder acompañar a su pareja a la terminal de autobuses, primero viajaría a una ciudad vecina, a tres horas, luego trasbordaría, pues el lugar al que debía presentarse no tenía rutas directas desde donde vivía, por lo mismo iba a ser un viaje bastante largo. Jaime sentía una extraña incomodidad, no le agradó desde el principio el viaje de su amado, pero debía aceptarlo pues el trabajo escaseaba y no estaban en condiciones de perderlo por simples caprichos.

 

 

El autobús marcado con el número 731 transitaba a velocidad media por la carretera federal, ese era el transporte en el que viajaba Mario. El chofer iba atento al camino asfaltado que tenía al frente. Maniobraba tranquilamente, pues conocía a la perfección aquella carretera. Los pasajeros iban entretenidos viendo la película que se transmitía por el monitor. Ninguno, mas que el conductor, pudo ver que un enorme tráiler de carga se había quedado sin frenos en una de las curvas más sinuosas del camino. Trató de evadirlo, pero el intento fue inútil, al venir de frente, el impacto fue inmediato e inevitable, pronto el silencio invadió el sitio, ni pláticas, ni película ni voces, todo quedó en absoluto silencio.

 

 

 

Jaime se detuvo un rato, antes de llegar a su lugar de trabajo en un parque que a esas horas no estaba muy concurrido. Pensaba intensamente en el regreso de su amado, lo que harían juntos, y esperar que el otro por fin le dijera ‘Te amo’ por primera vez, le parecía algo casi imposible, pero soñaba con aquella proeza. Se entretenía viendo a las palomas, estas volaban cada que alguien se acercaba a donde ellas comían las migas de pan que alguna persona les había tirado. Vio su reloj de muñeca, ya faltaban quince minutos para su hora de entrada, debía apresurarse o el descuento sería verdaderamente fuerte al final de la quincena. Se levantaba cuando en una de las bancas cercanas vio un par de chicos que discutían con un hombre alto prolija y finamente vestido. Al parecer se trataba de una pelea por lo que podía escuchar.

 

-¿Otra vez ustedes, par de mugrosos?- el hombre les decía con asco.

-No somos mugrosos, tú si- un niño pequeño, que se escondía detrás del más alto, le decía al momento de sujetarse del pantalón de su acompañante.

-¡No me digas! Tu eres un pedazo de suciedad- el mayor insultaba al pequeño.

-Por favor, deje de ofenderlo, él nada le ha hecho- tomaba la palabra el chico más grande.

-Te voy a acusar- haciendo un puchero el niño de cabellos revueltos lo amenazó.

-Tu no me asustas, inmunda suciedad- la voz severa del hombre hizo que el pequeño se asustara y escondiera la cabecita detrás del muchacho.

-Basta, no siga que lo está asustando- el joven volvió a intervenir, mientras acariciaba la cabeza del chico.

-De eso se trata, me harta verlos aquí, ¡Lárguense de una maldita vez!- viendo atónito como ese hombre maltrataba a ese par de niños, no pudo evitarlo y Jaime tuvo que acercarse.

-¿Ocurre algo niños?- el recién llegado preguntaba a los muchachos.

-Este señor es malo…- asomando un poco la carita, el pequeño habló.

-¡Insolente!- gritó enojado el hombre.

-¡No se atreva a ofenderlos! No veo que le hayan faltado al respeto, no tiene por qué tratarlos de esa forma tan desagradable-

-Sí, eres un malo y te voy a acusar por malo y por feo- el niño le sacó la lengua para luego volver a esconderse.

-Engendro infeliz…- dijo en mayor entredientes, pero forzando una sonrisa, volteó a Jaime- descuide caballero, esto lo solucionaremos entre ellos y yo, lamento las molestias- el novio de Mario volteó a ver al par de chicos que con sus caras indicaban un gesto de súplica.

-¿Lo conocen?- les preguntó seriamente

-Sí- comentó en tono bajo el mayor mientras agachaba la cabeza.

-Sí… pero no queremos estar aquí con él, por favor señor, ayúdenos…- el niño pequeño, saliendo de su escondite, se acercó a Jaime y mostrando un gesto por demás tierno, lo tomó de la mano.

-Pa… Pablito… por favor- el otro muchacho habló tratando de llamar al niño.

-Deja de molestar al caballero que seguramente se tiene que ir, vuelve para acá- el hombre intervino.

-¿Nos ayuda por favor?- el niño, mostrando sus dulces ojos color cielo lo miraba expectante, era cierto, Jaime se debía ir, pero no podía ignorar esa mirada suplicante que tenía enfrente.

-Vengan, los acompaño a la esquina- tomó la mano del pequeño y llamó al mayor- ven… los acompaño a la esquina-

-¡No! No se moleste, yo los llevaré, sé dónde viven- la cara del hombre por primera vez lo asustó, no le había puesto bien atención, pero parecía un degenerado, aquella mirada sucia lo decía todo.

-No es molestia, vengan, lo acompaño- y sin hacer más caso a lo que el otro decía, los llamó y comenzó a caminar con ellos.

El tipo que los insultó vociferó algo para luego irse furioso bajando por la escalinata que había cerca de donde estaban.

 

Luego de un par de minutos de caminata, Jaime se atrevió a hablar.

-¿Y ustedes qué hacen aquí y con ese hombre tan desagradable?-

-Lo que pasa es que estamos perdidos, se supone que veníamos a ver a mi papá, pero nos perdimos y nos encontramos con ese señor horrible que…- decía animosamente el más pequeño cuando el otro chico, un joven delgado, de cabellos castaños claros y muy guapo, lo interrumpió.

-Pablito, por favor-

-Ay, está bien- moviendo la cabecita guardó silencio.

-¿Y dónde vive su papá?- preguntó

-Pues cerquitas, ¿verdad hermano?- el niño contestó

-Sí, creo que vive cerca de aquí-

-Oiga…- el infante jalando el pantalón del hombre que lo llevaba de la mano le habló.

-Dime…-

-Nos puede dar de comer, desde ayer en la noche no comemos y tenemos hambre, mi pancita está así, chillando de hambre- el pequeño puso sus manos en el estómago.

-Pablito, no seas imprudente- el otro intervino.

-Ay, está bien…- agachando la cabeza se resignó. Jaime tenía los minutos contados para llegar, pero esos niños se veían realmente hambrientos, estaba en duda de qué hacer, no quería dejarlos solos por aquel hombre extraño, suspiró y decidió…

-Yo no he desayunado, conozco un sitio aquí cerca, vamos, yo invito- sonrió, el infante lo miró con felicidad y le sonrió mostrando sus pequeños dientes de leche.

-¡Sí! Vamos-

-Mil disculpas señor, mi hermanito es un poco imprudente a veces- el chico delgado se disculpó agachando la cara sumamente apenado, Jaime se perdió unos segundos mirándolo, ese muchacho era el jovencito más guapo que había visto en toda su vida.

-No es nada… vamos…- sacudiéndose algunos pensamientos caminó con ellos.

 

Minutos después ya estaban en el restaurante, un lugar pequeño pero muy ameno. Los tres se sentaron y una mesera les pasó la carta.

-¿Qué van a pedir?-

-Yo quiero comida, ¡Mucha comida!- exclamó animoso el niño.

-Pa… Pablito…- tratando de contenerlo el hermano mayor le habló- Yo quiero un vaso con agua, si es muy amable, por favor- tímido contestó.

-Está bien- Pablito hizo un puchero y se cruzó de brazos- Yo también quiero un vaso con agua- Jaime sonrió al ver al niño, pero se distrajo con el sonar del estómago del hermano mayor- ¿Viste?- el niño lo regañó, todo ante una sonrisa del hombre que los invitó, el cual llamó a la mesera.

-Tráigame dos desayunos ejecutivos y uno infantil por favor-  palabras suficientes para que Pablo saltara de gusto y el otro se sonrojara por la pena- ¿Y qué edad tienen niños?-

-Yo tengo así- el niño mostró los cinco dedos de sus mano- Seis-sonrió tiernamente

-Pablito, esos son cinco- lo corrigió, y el otro no parecía entender- Mi hermanito tiene seis y yo diecisiete, señor- le contestó amablemente.

-Ah ya, yo soy Jaime, mucho gusto-

-Yo soy Lito, y él es mi hermano Pablo- señaló al niño quien en esos momentos tomaba ávidamente su jugo de naranja.

-Ya veo, un placer conocerlos- sonrió, en ese momento su almuerzos llegaron- Coman- sonrió.

 

 

Ya era muy tarde, tendría un descuento seguro, pero no sintió el corazón tan duro como para abandonar a esos niños hambrientos. Estaban en una esquina luego del almuerzo. Los hermanos iban muy felices, luego de desayunar.

-Muchas gracias por todo señor, fue usted muy amable- dijo el atractivo joven de cabellos castaños.

-Sí, gracias por ayudarnos señor, cuando lleguemos a casa le diremos a mi papá que nos pagó el desayuno y nos trató bien- sonrió ampliamente el menor.

-Sí, prometo que papá le pagará su amabilidad, gracias por ayudarnos - Lito le aseguró.

-No es nada, pero… ¿Ya saben dónde está su papá?- preguntó Jaime.

-Sí, ve a ese señor de allá- Pablo señaló a un hombre que estaba cerca de una tienda en la otra esquina.

-Ese señor es nuestro tío, no sabíamos que lo veríamos, pero él nos llevará con papá, muchas gracias señor Jaime, esperamos volverlo a ver- el joven acercó su mano, y cuando Jaime la sintió, la piel se le erizó, una mano suave, muy suave, aunado a esa atractivo tan notorio del muchacho, por un momento lo vio con mucho deseo, demasiado.

-Ya nos vamos, gracias por todo, lo quiero volver a ver- el pequeño con su sonrisa inocente y el abrazo en la cintura que le dio lo volvió a la realidad de lo que estaba haciendo.

-No es nada…- cuando reaccionó miró que los hermanos avanzaban donde el hombre, los iba a seguir cuando su celular sonó.

 

-Diga…- contestó.

-Jaime, soy yo, Paty, ay amigo, esto… esto es muy triste…- la voz de una mujer sonaba muy alterada.

-¿Qué pasó?-

-Hubo un accidente en la carretera, creo que es el autobús donde iba Mario, me acaban de informar que un tráiler se estrelló de frente con él- las piernas se le doblaron de inmediato. Una dolorosa punzada se sintió en su corazón.

-¿Qué?- preguntó anonadado, no podía creerlo.

-Dicen que hay muertos…- tapándose la cara con las manos, sintió desfallecer.

 

 

 

No había más noticias respecto al accidente, quiso ir a donde ocurrió, pero al estar la carretera cerrada nadie podía transitar por ahí y mucho menos acercarse, estaba desesperado, lloraba a mares por el dolor que experimentaba.

-Por favor mi amor, por favor, tienes que volver, tienes que regresar por mí, lo prometiste, no me puedes dejar solo, por favor Mario, no me dejes- lloraba sin cesar, no se dio cuenta cuando la tarde había caído, revisaba la televisión, internet, hablaba con familiares, pero no había más información, lo único que se sabía era que el golpe afectó a los primeros lugares, pues fueron los que recibieron el brutal impacto.

Estaba en casa, había arreglado una pequeña mochila con ropa para salir, aunque tuviera que acampar en las cercanías de la carretera, iría,  ya estaba cerrándola cuando el sonido de la puerta lo alertó. Avanzó a la entrada, y vio lo que no creía… Mario entraba, sobándose el abdomen, pero ahí, en casa.

-¿Mario?- preguntó incrédulo.

-Sí, soy yo- sonrió, el otro sin poder evitarlo, corrió y lo abrazó con fuerza.

-¡Auch! Cuidado que me duele- sonrió adolorido.

-Lo… lo siento… es que… no, yo pensé…- no articulaba las palabras.

-Lo sé, yo estoy igual, sigo sin creer que esté vivo- caminó a la sala, seguido por la atenta mirada de Jaime, quien lo ayudó a sentarse en un sillón.

-¿Pero cómo pasó eso?-

-No me lo vas a creer, ni yo lo creo…- suspiró luego de decirlo- Yo estaba sentado en mi lugar, coloqué la maleta de mano en el otro asiento, me acomodaba para dormir un poco cuando el chofer subió acompañado de unos niños, bueno, un niño y un joven para ser exactos, se me acercaron y me dijeron que el chofer les había permitido subir, pero con la condición de que alguien les diera lugar, si nadie se ofrecía tendrían que bajar, el niño chiquito se me acercó y me pidió que los ayudara, porque tenían que llegar con su papá, el muchacho que iba con él me miraba con súplica, la mirada de esos dos me hizo dudar en si dárselos o no, cuando vi que el pequeño iba a llorar no pude y les di mis lugares, para mi mala suerte, yo pensaba, me tocó irme hasta la parte de atrás, minutos después salimos y ocurrió el accidente. El golpe fue muy duro, a todos nos lastimó, pero fue un milagro, nadie murió, ni el chofer que iba adelante. Los peritos dijeron que el golpe más fuerte fue en los asientos en los que yo iba, que de haber estado alguien ahí sin duda habría muerto- incrédulo Jaime lo escuchaba- Yo busqué a los niños, el chofer también, pero al parecer nadie aparte de nosotros los vio, porque nunca aparecieron, es como si esos asientos hubieran estado vacíos todo el tiempo-

-No… no lo puedo creer- Jaime comentó sorprendido.

-Lo sé, ni yo…-

-Pablito y Lito…- comentó por lo bajo.

-¿Cómo sabes que así se llamaban?- el otro se sorprendió aún más.

-No, no lo sé…- estaba tan confundido que no lo creía.

-Jaime…- el otro lo miró- Déjame decirte que…Te amo… te amo con todo mi ser… Te amo…- el mencionado abrió los ojos con más sorpresa, pronto las lágrimas llegaron.

-Ma… Mario…- lloró, por primera vez esas palabras las escuchaba de su boca- Yo también te amo…- se acercó y lo besó, los dos sellaron su nueva oportunidad con un beso en los labios, en la mente de la pareja pronto llegaron aquellas palabras que escucharon esa mañana…

 

 

-Mi papá le pagará su amabilidad… Gracias por ayudarnos- a ese par de niños, jamás los olvidarían.

 

 

FIN

Notas finales:

Basado en la leyenda del Ángel de la misericordia.

 

Porque amar al prójimo, no es amarlo sin importar sus preferencias.


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