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Gondry por neusa chan

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Notas del fanfic:

BTS no me pertenece.

Este texto es de fans para fans.

Notas del capitulo:

¡Hola!

Es mi primer fic de BTS y la primera vez que escribo en mucho, mucho tiempo, así que estoy emocionada y terriblemente asustada a la vez. He plantado y cultivado este texto (?) durante un tiempo ya, creo que debo, por fin, dejarlo salir al mundo :’D

Espero que les guste y disfruten la lectura.

Advertencias: algunas groserías, uso recreativo de drogas y alcohol.

Parejas:

VKook (Top!Jungkook)

Yoonmin

Aparición de Lovelyz, The Ark, EXO, GOT7 y Red Velvet, pero algunos tan poca cantidad de veces que tendrán que buscar con lupa :’D 

J

Jeongguk no se consideraba una buena persona. Más bien podría decirse que era promedio. A veces alimentaba al gato que daba vueltas alrededor de su edificio de departamentos, sacaba la basura los domingos a la hora adecuada y le abría la puerta a su vecina gorda y desagradable del piso de abajo cuando llegaba con las bolsas de la compra.

Pero había otros momentos en los que disfrutaba encerrarse dentro de sí mismo e ignorar a los demás, no darle las sillas a las ancianas en el metro, comerse todo lo que había en la nevera antes de que Namjoon llegara. Promedio, claro. Ni muy bueno ni muy malo.

Sin embargo, hoy había sido un buen día. No había llovido y Jeongguk pudo sentarse en el autobús de camino a la universidad. Además, había terminado todos los trabajos de esa semana el viernes, porque había tenido una súbita recarga de energía que lo obligó a hacer algo útil. Había decidido ser bueno.

Así, con un buen día y un futuro limpio, encontró a Kim Taehyung casi llorando sobre un lienzo roto por la mitad.

Jeongguk era un gran artista. Solía ser modesto, pero algo de lo que se orgullecía era su habilidad para dibujar. Esa cualidad lo había hecho subir pronto de novato a profesional en la clase de arte que había tomado como electiva desde la mitad del año anterior. Solamente Kim Ahyoung, que llegaba tarde a clases con faldas más cortas que los conocimientos de Jeongguk en Inglés, podía ganarle. No era por las faldas; la chica de verdad tenía talento.

Kim Taehyung, por el contrario, era pésimo. Cualquier cosa que cayera en sus manos era destrozada sin miramientos en menos de un minuto. Jeongguk se había visto igual de sorprendido que su maestra cuando el chico había logrado arruinar un simple retrato con un lápiz de mina número dos. Taehyung había mirado a la clase, siempre orgulloso y con la espalda erguida, y había hablado:

—Lo siento, me habían dicho que si le sacaba filo a la parte de atrás del lápiz, saldría un borrador—se había explicado—. Ahora sé que sólo sale más mina. Debía haberlo imaginado, no es normal ver borradores de color negro.

El retrato emborronado había terminado en la basura junto con una pintura al oleo que parecía vomito de bebé, un dibujo abstracto de caballos corriendo por una pradera (“¡Es que ustedes no entienden el arte!” “Parecen patatas” “Por eso es ABSTRACTO”), una escultura que había mirado a Jeongguk desde el otro lado del salón con una expresión de tristeza absoluta por existir y un marco hecho con papel periódico y pintura de colores.

Kim Taehyung era pésimo artista, sí, pero eso no significaba que fuera mala persona. Por eso, cuando Jeongguk lo vio sufriendo de esa manera sobre el lienzo roto, se aclaró la garganta y abrió la boca. Jeongguk no era buena persona, más bien promedio, pero podía ayudarle.

—¿Kim Taehyung?

El chico dio un salto que le puso los pelos de la nuca como alfileres. Jeongguk también se sorprendió de la reacción, y el corazón se le aceleró. Como acto reflejo, se puso una mano sobre el pecho.

—¡Me has asustado!—se quejó Taekhyung, como si hace apenas unos segundos no hubiera estado a punto de bautizar el lienzo con sus lagrimas—. ¿Por qué apareces así?

—Lo siento—se disculpó Jeongguk, automáticamente.

Se miraron, midiéndose en silencio. Taehyung todavía estaba hincado junto al lienzo y Jeongguk, de pie en la puerta. El salón estaba vacío salvo por los caballetes y las mesas llenas de implementos y materiales. La clase empezaba en 20 minutos.

—¿Lo rompiste?—preguntó Jeongguk, al ver que Taehyung no decía nada más. Hizo un gesto vago hacia el suelo, donde estaba el lienzo, y frunció el entrecejo.

Kim Taehyung miró el lienzo, luego a Jeongguk. Su falta de expresión no cambió en lo más mínimo cuando empezó a hablar.

—¿Tú que crees?—dijo, casi con rabia—. Parece que es lo único que hago últimamente: arruinar todo lo que toco en esta clase.

Jeongguk no dijo nada, porque el chico tenía razón. Nunca había visto él tan poco talento en una sola persona.

—¿Cómo lo hiciste?—preguntó Jeongguk en cambio.

—Bueno, pensé que si ponía un poco más de fuerza cuando utilizaba el pincel podría transmitir los sentimientos de rabia y desesperación que quería para la pintura—ambos miraron el lienzo como si tuviera algo digno de ver—. No salió muy bien.

—Claro, eso veo.

Kim Taehyung sonrió de medio lado, burlándose, quizás de sí mismo o de Jeongguk, luego se puso de pie y se secó los ojos con las mangas del suéter absurdamente grande que llevaba puesto. Jeongguk lo miró todo el tiempo, sin abrir la boca.

—Bueno, tendré que buscar algo más que hacer, entonces.

Iba a irse, pero Jeongguk encontró, por fin, algo que decirle. Iba a ser bueno.

—¿Qué querías hacer?

Taehyung ladeó la cabeza, como si lo pensara profundamente; había algo en sus ojos que hizo que Jeongguk se sintiera muy consciente de sí mismo. No tuvo que esperar mucho para obtener una respuesta.

—Una pintura abstracta.

Por supuesto, no podía ser de otra manera. Si había algo que Kim Taehyung había intentado hacer desde que puso un pie en la clase de arte, Jeongguk estaba seguro, era crear un cuadro abstracto que fuera, bueno, muy abstracto.

—Creo… creo que podría ayudarte—dijo Jeongguk.

Casi al instante, Taehyung frunció el ceño. Jeongguk dio un paso atrás, sin entender realmente porqué.

—¿Qué estás diciendo?—preguntó Taehyung, separando las silabas como si tuviera que respirar antes de cada una para decirlas.

—Decía… sólo si tú quieres, no sé… No pensé que fuera… Ayudarte no es…

—¿Crees que puedes ayudarme?

Jeongguk se calló después de la interrupción, imaginaba su propia cara avergonzada por la reacción de Taehyun, con los ojos muy abiertos y las cejas arqueadas. Normalmente no se atrevería a hablar con los demás. Él estaba bastante bien solo. Le gustaba ahorrarse las situaciones que eran como la que estaba viviendo ahora mismo.

—No es que quiera… No sé, ahora no sé…

—¿El gran Jeon Jeongguk va a ayudarme?—continuó Taehyung, ignorando los torpes intentos de respuesta.

Jeongguk miró rápidamente el lienzo roto por la mitad. Sabía lo que hacía, no quería ver a Taehyung a los ojos. Su tono de voz era suficiente para entender que la situación no podía parecerle más ridícula. Y se estaba burlando, con cara inexpresiva, pero sí, burlándose.

—Yo… yo…

—¿Y cómo se supone que me ayudarías?—preguntó Taehyung, finalmente, cruzando los brazos frente al pecho y arqueando una ceja—. No creo que sepas realmente en lo que te estás metiendo al ofrecer tu ayuda así.

Jeongguk iba a responder, pero no se le ocurrió nada para decir. Que Kim Taehyung reaccionara así por el ofrecimiento lo había dejado sorprendido, quizás un poco asustado. No estaba bien que fuera tan tímido, pero así era y no podía hacer nada en el momento para remediarlo.

—Lo siento—susurró.

—Háblale claro a tus mayores—dijo Taehyung, elevando la voz—. No te entendí.

—Es sorprendente lo rápido que cambias de humor—dijo él, en cambio.

Taehyung pareció sorprenderse por la respuesta, pues lo miró lentamente de arriba abajo, como si fuera la primera vez que lo veía. Luego asintió para sí mismo, apretando los labios en una línea muy fina.

—Está bien—dijo.

—¿Qué?

—Está bien, creo que me hace falta un poco de ayuda en esta clase—continuó. Se rascó la nuca cambiando completamente de tono de voz. Ahora era más cálido y amable—. Te diré un secreto: si no hago por lo menos una buena pieza, voy a perder y mi promedio bajará tan rápido como una pelota lanzada hacia arriba en Júpiter.

Momentáneamente sorprendido por la frase, Jeongguk soltó otro airado “¿qué?” que hizo sonreír a Kim Taehyung.

—Lo siento—se disculpó él, inclinándose para levantar el lienzo y ponérselo bajo el brazo—. No es normal que alguien en esta clase se ofrezca a ayudar… Después de todo lo que ha sucedido. No es una apuesta, ¿o sí?

Jeongguk se apresuró a negar rápidamente con la cabeza. Kim Taehyung pareció estar contento por la respuesta.

—Muy bien, Jeon Jeongguk, desde hoy seré tu alumno. Espero que estés dispuesto a asumir las consecuencias de ser mi tutor.

Le extendió una mano que Jeongguk tomó casi en automático. El apretón que Taehyung le dio fue firme. Tenía la palma de la mano seca y cálida.

—Seré un buen tutor.

—No lo dudo.

En ese momento, Kim Ahyoung entró al salón. Se quedó de pie un momento en el marco de la puerta, mirando sorprendida las manos unidas de Jeongguk y Taehyung, pero se recompuso rápidamente. La falda que llevaba ese día era amarilla y, claro, muy corta. Jeongguk la saludó con una inclinación de cabeza.

—Buenos días, Jeon—dijo la chica. A Taehyung ni lo miró—. ¿Sabes qué vamos a hacer hoy?

—En realidad no—respondió Jeongguk, soltando la mano de Taehyung. El chico la dejó un momento en el aire, como si no supiera qué hacer con ella, antes de bajarla lentamente.

—Espero que no sea más pintura al óleo—continuó ella, eligiendo un asiento en la tercera fila—. La última vez tuve que quitarme pintura del cabello y, déjame decirte, es muy difícil de eliminar.

Jeongguk no quiso, pero se fijó en la manera en la que Taehyung apretó el lienzo contra su cuerpo. En los bordes del hoyo de la mitad se veía pintura seca, óleo azul índigo. Una de las consecuencias de ser tan malo era haberse vuelto casi invisible en la clase. Nadie necesitaba a Kim Taehyung, nadie quería tener algo que ver con él.

—Bueno… A mí no me molestaría.

—Claro—dijo Ahyoung, sin prestarle atención.

Taehyung exhaló por la nariz  e hizo un gesto hacia la puerta. Antes de que Jeongguk le preguntara, el chico salió con el lienzo bajo el brazo. Pronto, el salón de clases empezó a llenarse de alumnos que entraban charlando y haciendo mucho ruido. Hoy habían llegado temprano, pues siempre solía estar solo Jeongguk a la hora exacta del inicio de la clase.

Él, más por costumbre, eligió una silla al frente, donde podía ver lo que hacía la profesora, y esperó. Dejó su mochila en la silla que usaría Kim Tahyung. Desde ahora, suponía, tendrían que sentarse juntos en clase. De esta manera, podría explicarle lo que no entendiera y echarle una mano si lo veía absolutamente necesario.

Faltando cinco minutos para que llegara la maestra, Taehyung entró, como si nada hubiera sucedido, sin mirar a Jeongguk. Se sentó tan lejos que Jeongguk se sintió cohibido y no fue capaz de ponerse de pie y llamar su atención. Fue el primer día de tutoría.

 

 

 

 

 

 

—¿Qué estás haciendo, Jeongguk?—preguntó Namjoon cuando lo vio concentrado en la pantalla.

—Investigo—respondió él.

—¿Y a ti qué te pasa? ¿Investigando? ¿Podría ser este el fin del mundo?

Joengguk no se movió. Mostrarle el dedo medio sería demasiado esfuerzo. Además, estaba ocupado.

—¿Qué tanto estás investigando?

Namjoon se acercó, con una paleta dulce en la mano, y señaló la pantalla del computador que Jeongguk estaba usando. El chico lo pensó un poco. No estaba teniendo ningún éxito buscando en internet, principalmente porque no sabía qué es lo que tenía que investigar, y Namjoon solía ser una enciclopedia andante cuando no estaba rompiendo cosas que se le atravesaran en el camino; podía ser de ayuda.

—¿Por qué algo bajaría más rápido que una pelota lanzada hacia arriba en Júpiter?—preguntó Jeongguk, dándose por vencido y girándose para estar de frente a Namjoon.

La expresión sorprendida de Namjoon lo hizo sonreír. El chico no se lo esperaba. Él tampoco lo había entendido muy bien cuando Kim Taehyung lo había dicho en la tarde, cuando estaban esperando la clase de arte.

—¿De dónde sacaste eso?—preguntó, en cambio, Namjoon.

—Alguien me lo dijo hoy. ¿Sabes por qué lo dijo?

—Bueno—Namjoon abrió el dulce y se lo metió en la boca. Se rascó un poco la nuca, pensando, antes de responder—, podría ser porque Júpiter es el planeta con la mayor gravedad.

—Entonces una pelota lanzada hacia arriba cae más rápido en Júpiter que en la Tierra.

—Técnicamente sí, pero…

—Gracias, Namjoon—dijo Jeongguk, poniéndose de pie casi de un salto y corriendo hacia su habitación. Sus calcetines resbalaron en el suelo por la velocidad a la que iba—, ¡eres el mejor!

 

 

 

 

 

El segundo día de tutoría sucedió cuando Jeongguk no estaba preparado. Aunque, si le hubieran preguntado,  habría dicho que nunca estaría preparado. Encontró a Kim Taehyung en la cafetería junto a la universidad que siempre estaba a punto de explotar por la cantidad de estudiantes que paraban allí.

Cuando Jeongguk estaba todavía en la secundaria, había trabajado allí. Podía decir con orgullo que lo había visto crecer de un pequeño cuchitril, que daba más grima que ganas de comer, al asombroso local que era ahora. Se decía que era el lugar más agradable para pasar el rato. Después de que Jeongguk renunciara a su trabajo, pues sus responsabilidades académicas fueron más fuertes que él, un pequeño chico que cambiaba cada semana de color de cabello había empezado a servir.

Allí, junto al chico de cabello color rosa, y bebiendo un grandísimo vaso de café, encontró Jeongguk a Kim Taehyung. Parecía un oso cubierto por todos lados con más de una capa de ropa y una bufanda roja, y se notaba a leguas que prefería estar en cualquier lugar menos ahí. Un montón de papeles, un ordenador portátil y un par de rotuladores amarillos y verdes estaban esparcidos en la barra a su alrededor.

El chico de cabello rosa se reía.

—Te dije que no podías venir a quejarte. Lo dije muchas veces—dijo.

Jeongguk se puso de pie junto a la caja registradora, cambiando incómodamente el peso de su cuerpo de un pie a otro. Siempre había sido muy tímido y no se atrevía a interrumpir la conversación del barista para pedir su orden.

—¡Lo sé!—se quejó Kim Taehyung, en un gemido—. Sé que debí escucharte.

—Ya había tomado esa clase. Sé qué clase de cosas van a suceder.

—No me ayudas mucho, ¿no?

—Recuerdo haberte dicho también que no te iba a ayudar—añadió el barista, antes de soltar una carcajada.

En ese momento, Jeongguk notó el parecido entre ambos. Kim Taehyung y el chico de cabello rosa podían ser, fácilmente, hermanos.

—Ojalá te pase algo muy malo—murmuró Taehyung, hundiendo la cabeza en los brazos cruzados sobre la barra—, por burlarte de mi.

—No va a suceder absolu…

—¡Byun Baekhyun, regresa al trabajo!—gritó alguien desde la cocina.

El chico de cabello rosa borró rápidamente la sonrisa burlona de su rostro y la cambió por una más profesional. Por fin se percató de Jeongguk y su expresión mortificada.

—Disculpe—empezó—, estaba distraído. Bienvenido, ¿qué desea tomar?

—¡Justicia divina!—añadió Taehyung, levantando la cara y lanzando un puño al aire, victorioso.

Luego se hundió de nuevo en los papeles. Jeongguk se aclaró la garganta. No sabía si saludar a Kim Taehyung, pues la última vez que se habían visto, Taehyung lo había ignorado olímpicamente. Sin embargo, se suponía que todavía eran tutor y alumno y debían verse la próxima clase de arte.

—Tú cállate, estoy con un cliente.

—Yo no quiero molestar… —dijo Jeongguk, pero no pudo terminar la frase al ser interrumpido.

Kim Taehyung jadeó cuando lo miró y lo apuntó con un dedo. Parecía haber hecho el mayor descubrimiento del mundo, a juzgar por su expresión de sorpresa y deleite. Jeongguk sólo pudo pensar que así, con los ojos muy abiertos y el cabello desordenado sobre la frente, Kim Taehyung se veía bastante guapo.

—¡Jeongguk!

—¿Lo conoces?—preguntó Baekhyun, genuinamente sorprendido.

—¡Por supuesto!—respondió Taehyung, también en una exclamación que alertó a toda la clientela de la cafetería. Sin embargo, nadie lo miró más de dos segundos, como si estuvieran acostumbrados a esos arrebatos.

—Vaya, qué tonto que soy. No debí haber preguntado—Baekhyun se golpeó al frente con la palma de la mano, como si de repente hubiese recordado algo importante—. Si conoces a más de la mitad de la población de esta universidad.

—Quizás—dijo, lacónico, Taehyung. Luego miró a Jeongguk, todavía de pie junto a la caja registradora—. ¿Qué haces aquí? Nunca te había visto antes.

—No vengo a menudo—respondió Jeongguk, incómodo por la súbita atención y sus pensamientos.

—Claro, eso lo explicaría—Taehyung asintió, más para sí mismo—. ¡Qué sorpresa! Me alegro mucho que estés por aquí, Jeonggukie. Eres mi salvación hoy.

Jeongguk boqueó, sorprendido por el apodo cariñoso que de pronto había usado Kim Taehyung. No se le ocurría nada para decirle.

—¡Tú y yo vamos a empezar la tutoría ahora!—declaró Taehyung, poniéndose de pie en un segundo y dejando caer todo lo que tenía sobre la barra dentro de una mochila de tela que antes estaba a sus pies.

—¿Qué?—dijo, por fin, Jeongguk.

—¿Ahora?—preguntó Baekhyun, en el mismo tono que Jeongguk—. ¡Pero si no has terminado tu…!

—En otro momento—lo interrumpió Taehyung, cerrando la mochila con esfuerzo. Luego se la echó al hombro y tomó el brazo de Jeongguk desde el codo—. ¿No ves que Jeonggukie está aquí? Estoy seguro de que quiere empezar la tutoría que tanto nos interesa. Eso puede esperar.

—Taehyung—dijo Baekhyun, con un tono de advertencia que le puso los pelos de la nuca en punta a Jeongguk.

—¡Pero qué tarde es! Vamos, Jeonggukie, sé que tienes prisa.

Y así, sin su café, Jeongguk fue jalado fuera del local. La calle estaba llena de estudiantes. Unos que fumaban en la acera del frente le hicieron un gesto a Taehyung. El chico sólo los saludó con la mano, siempre sonriendo, y siguió caminando con Jeongguk al lado.

El frío era más intenso ahora que no había calefacción, y Jeongguk se vio a sí mismo con las puntas de los dedos congeladas. Él, al contrario que Kim Taehyung, no estaba completamente abrigado. Había salido del dormitorio pensando que conseguiría su café y luego regresaría a continuar con su ensayo de historia mundial. Estaba atorado en un párrafo sobre la influencia de los movimientos fascistas europeos en la literatura, y parecía que así se quedaría un tiempo.

—Uhm, Taehyung, ¿a dónde vamos?—dijo, después de un rato.

Taehyung frenó de manera brusca y lo miró como si lo viera por primera vez. Por su cabeza podía pasar una pregunta muy simple: “¿y tú qué es lo que estás haciendo aquí?”. Le tomó un par de segundos darse cuenta que le estaba sosteniendo del codo y lo soltó.

—Oh, vaya, lo siento, Jeonggukie. Olvidé que estabas aquí.

—No pasa nada—respondió él, extrañado.

Taehyung se percató de su incomodidad, porque se pasó una mano por el cabello y sonrió afable. Jeongguk volvió a pensar que estaba muy guapo. Le iba bien estar fuera de la clase de arte. Era la primera vez que lo encontraba en terrenos ajenos a los que se sentía cómodo. Aunque, claro, él sólo podía comportarse con naturalidad en su dormitorio y el salón de arte, por obvias razones.

—La verdad es que tengo que hacer un informe para mañana muy temprano y no quiero empezar a hacerlo—se explicó Taehyung, sin que se lo hubiera pedido—. Me has salvado de una tarde metido hasta la nariz en las notas de laboratorio.

—¿De nada?

—Baekhyun puede ser muy estricto cuando se lo propone—Taehyung negó con la cabeza y suspiró—. De verdad que debí… Pero ya no puedo hacer nada. Ahora… Jeonggukie, ¿tienes algo que hacer?

Jeongguk estuvo a punto de decirle que él también tenía trabajos. El ensayo lo esperaba en el dormitorio junto a un malhumorado Namjoon, quien también estaba terminando sus deberes. Sin embargo, Taehyung siguió hablando, sin esperar su respuesta.

—Podemos ir a mi habitación. Estoy seguro que a Jimin no le importará. Además tengo pizza—se quedó unos segundos pensando en silencio—. Podrías enseñarme un poco sobre el difuminado de las acuarelas, o lo que sea que fuera eso que vimos la clase pasada.

—Eso…

—Vamos, sálvame.

Taehyung hizo morros y Jeongguk se sorprendió de la confianza que irradiaba de él. Era la segunda vez que tenían una conversación y ya Taehyung le había llamado por un apodo, lo invitaba a su casa y le prometía pizza. Jeongguk no sabía, pero eso no era muy normal. Él siempre había sido introvertido. Tenía suerte de ser guapo, porque así al menos no estaba completamente solo. La gente solía ser amable con él por ser atractivo. Sin embargo, él seguía siendo un solitario. No sabía cuáles eran los pasos para iniciar una amistad, pero definitivamente no eran esos.

—¿De qué es la pizza?

Taehyung sólo sonrió.

La habitación de Kim Taehyung quedaba un poco más lejos que el dormitorio de Jeongguk, mas en el mismo sector. Sin meditarlo, Jeongguk tomó nota mental sobre el lugar, inspeccionándolo con ojo crítico, para regresar allí si tenía la oportunidad. Taehyung habló todo el camino sobre lo difícil que estaba siendo para él ese semestre. En ningún momento reveló cuáles eran sus estudios, así que Jeongguk se quedó solamente con la información básica. Exámenes, ensayos, informes y laboratorios eran el único hilo conductor.

El dormitorio de Taehyung estaba en el séptimo piso. Cuando llegaron, Taehyung lloriqueaba sobre un mechero del que Jeongguk no había escuchado en su vida. Todas las personas con las que se toparon en el camino saludaron a Taehyung con efusividad. Uno, ignorando a Jeongguk, incluso mencionó un futuro encuentro en el baño a solas. Taehyung,, por el contrario, había sonreído, sin dejar de hablar.

—Y entonces no encendió más…

Jeongguk abrió mucho los ojos al ver detrás de la puerta. Él también era un estudiante de universidad en la quiebra con pocas ganas de limpiar, pero definitivamente su habitación no era igual a ese desastre.

—¿Qué pasó aquí?—preguntó Jeongguk, sin preocuparse por sonar demasiado irrespetuoso.

—Ah, no sé. No vine a dormir anoche.

Jeongguk se quedó mudo del asombro. Mientras tanto, Taehyung había seguido, quitándose los zapatos en la entrada, y se estaba deslizando el abrigo por los hombros.

—¿No vas a pasar?—preguntó, lanzando sin miramientos la mochila sobre la encimera que separaba la sala de estar y la cocina.

—Oh, claro, sí.

Jeongguk se quitó los zapatos con lentitud antes de dar un par de pasos para tantear el terreno. El dormitorio era muy parecido al suyo, pero más grande. Recordaba haberlo visto antes, cuando había entrado a la universidad, y la linda chica que lo estaba guiando le había dicho que era para tres personas. La cocina y la sala de estar estaban separadas por una encimera. Un pasillo dirigía a las tres habitaciones, una de ellas con baño. Sí, muy parecidos. Sin embargo, esta habitación estaba…

—Qué desorden—dijo Taehyung, pateando una lata de cerveza.

Había más de una docena de latas más desperdigadas por todo el lugar. Habían movido la mesa que servía de comedor junto a la pared para tener más espacio en la sala de estar. El suelo estaba lleno de colillas de cigarrillos, polvo y cenizas.

Taehyung abrió la puerta del balcón y se quejó en voz alta.

—¡Y fumaron marihuana sin mí!

Jeongguk se quedó de pie, incómodo, junto a la encimera. Había pilas de ropa en el suelo y sobre la estufa. Además de la mesa de comedor, no había muebles. La habitación estaba desnuda casi por entero, lo que hacía que la voz de Taehyung tuviera eco.

—Espero que no se hayan comido mi pizza—murmuró, levantando una botella de soju volcada.

En ese momento, una chica alta, vestida solamente con una camisa de botones, entró a la sala arrastrando los pies. Tenía los ojos entrecerrados y el cabello despeinado, pero aún así Jeongguk se percató de que era muy bonita.

—¡Ah, Sujeongie!—la llamó Taehyung.

La chica lo miró, sorprendida, y sonrió.

—¡Taehyung! ¿Dónde estabas?

Él frunció el ceño e hizo morros antes de responder. Jeongguk, todavía más incómodo en su lugar, miraba el intercambio. Era como si no estuviera ahí.

—Parece que estuvieron en una gran fiesta sin mí—gimió, buscando parecer adorable. Sujeong se rio, echando un poco el cuerpo hacia delante.

—Eso es porque desapareciste.

—Tenía que escribir… —Taehyung suspiró, pasándose una mano por la cara—. Tengo que escribir un informe. Sabía que no lo haría si estaba aquí.

—Jimin y Hoseok todavía están durmiendo—dijo ella, señalando hacia las habitaciones.

—¿Qué hicieron?

—Vinieron algunos amigos del club de danza de Hoseok, los de siempre. Hablamos un poco, fumamos y bebimos. Todos están muy estresados por los exámenes.

—Ya.

Sujeong se encogió de hombros y siguió caminando. En su trayecto a la cocina se percató de la existencia de Jeongguk y se sonrojó. Infructuosamente, intentó cubrirse las piernas con la camisa.

—¡Ay!—chilló, sorprendida—. ¿Tú desde cuándo estás ahí?

Jeongguk iba a responder, pero Taehyung se adelantó.

—Es mi amigo Jeonggukie. ¿No es adorable?

Sujeong estaba demasiado apenada para responder, así que Jeongguk le ofreció una sonrisa de disculpa y se adelantó hasta donde Taehyung estaba de pie. Él le pasó el brazo por los hombros y, por primera vez, Jeongguk vio que Taehyung era un par de centímetros más alto que él.

—Vamos a seguir, Sujeongie—dijo Taehyung, casi cantando y balanceando a Jeongguk adelante y atrás—. ¿Hay alguien durmiendo en mi habitación?

—Yo estaba durmiendo ahí—respondió ella—. También tomé tu ropa, si no te molesta.

—Bah—Taehyung fingió desencanto con un gesto de la mano—, has hecho peores cosas—. Miró el pasillo, frunciendo los labios—. ¿Pero ahí sí está limpio?

—Claro que sí. ¿Debo enfadarme por esa pregunta?

Taehyung negó con la cabeza, con una sonrisa enorme y cuadrada en los labios. Luego se llevó a jeongguk por el pasillo hasta la habitación más grande, la que tenía baño. Jeongguk no podía procesar qué estaba pasando. Nunca en su vida había estado en una situación parecida a esa.

—Tengo varias cosas para que puedas enseñarme—dijo Taehyung, mirándole de medio lado mientras caminaban—. Las compré y no sé muy bien cómo usarlas, así que espero que puedas ayudar.

La habitación, como Sujeong había dicho, estaba limpia. Lo único fuera de lugar eran los papeles sobre el escritorio, la cama desecha y una puerta del ropero abierta. El baño ofrecía un aspecto más decente de lo que Jeongguk se imaginaba.

Mientras Taehyung revolcaba sus cosas, Jeongguk se quedó de pie en mitad de la habitación. De todas las cosas que se había imaginado en semana de exámenes, estar en la habitación de Kim Taehyung no era una de esas.  De alguna manera, aunque era extraño, la situación parecía ser la única forma posible en la que podían suceder las cosas.

—¡Ajá!—exclamó Taehyung. Luego, dejó sobre la cama la mayor cantidad de materiales de arte que Jeongguk había visto en su vida en un montón. Era tan maravilloso que casi parecía un orgasmo. Casi.

—¡Vaya, esto es asombroso!

Jeongguk tocó todo lo que pudo, mientras Taehyung le sonreía desde una de las esquinas de la cama.

—Oye, Jeonggukie, voy a ir por mi mochila y luego regreso, ¿vale?

Jeongguk asintió, sin prestarle atención, y pronto estuvo solo en la habitación. Había lápices y pinturas, incluso una de esas cajas llenas de cosas que Jeongguk a veces posteaba en su blog, con el deseo intenso de poseer una alguna vez. Apretó entre los dedos un lápiz carboncillo y lo hizo girar en la mano como si fuera una baqueta.

—Asombroso—repitió.

—¡Taehyung, mira, soy Taeyang!

Jeongguk se giró hacia el marco de la puerta a tiempo para ver a un chico de cabello naranja, vestido con una camisa de tirantes y una gorra negra, empezar a hacer ondas con el cuerpo. Los músculos se le marcaban en los brazos descubiertos, y a Jeongguk se le secó la boca. Ringa Linga de Taeyang sonaba a través de un triste teléfono apretado en las manos del extraño.

El chico tardó un par de segundos en notar que Taehyung no era Taehyung. Mientras tanto, Jeongguk se preguntaba con creciente pánico cuándo iba a regresar el Tehyung de verdad.  Sólo había ido a buscar su mochila, dijo, pero quizás se había quedado hablando con Sujeong en la cocina.

—Oh, vaya, no eres Taehyung.

El chico apagó la música y se rascó la nuca, avergonzado.

—No lo soy—fue lo único que dijo Jeongguk. Después de una pausa incómoda, el chico habló.

—Serías Taehyung si Taehyung fuera diez veces más guapo y adorable—dijo, guiñándole un ojo.

Jeongguk se sonrojó hasta la punta de las orejas. Intentó ocultarse, pero también tenía una parte del cuello roja.

—¡Pero qué lindo eres!

—Alguien aquí ha estado insinuando que no soy atractivo—dijo Taehyung, pasando a un lado del chico de la puerta y dejándose caer sin miramientos en la cama—. Sospecho de ti, Jimin.

—¿Cuándo he dicho yo eso?

—Jeonggukie es un buen chico y nunca diría eso—respondió, tocando la rodilla de Jeongguk con la punta del pie—. Sólo míralo.

—¿Jeonggukie?

—Jeon Jeongguk, de la clase de arte.

La sonrisa que parecía que podía partirle el rostro en dos a Jimin desapareció en menos de un segundo. Miró a Jeongguk de arriba abajo, analizándolo, y luego se cruzó de brazos.

—¿De la clase de arte?—preguntó—. ¿De la clase de arte?

—Sí, de la clase de arte.

—¿La misma clase de arte en la que te llaman alien y pasan de ti como si no ocuparas espacio en el salón?—dijo, de carrerilla—. ¿Esa clase de arte?

Taehyung se encogió de hombros y empezó a mover lo que había sobre la cama. Jeongguk se quedó con el carboncillo, un cuaderno y una goma de borrar. Jimin seguía con el ceño fruncido y los brazos en jarras junto a la puerta.

—¿Y qué está haciendo aquí alguien de tu clase de arte?—preguntó al final, cuando nadie dijo nada en un minuto.

—Va a ser mi tutor. Me va a enseñar cómo se hacen las cosas.

—No puedo creer que lo hayas metido aquí.

—¿Meter a quién?—preguntó una chica que iba de camino por el pasillo. Metió la cabeza en la habitación bajo un brazo de Jimin.

—Mijoo, adivina a quién tiene Taehyung en su cama.

—Ya pregunté quién—respondió ella.

—De la clase de arte—añadió Jimin.

Ella abrió mucho los ojos, escandalizada, y señaló a Jeongguk.

—¿De su clase de arte?

—Te digo que sí.

—¿Y qué está haciendo aquí?

—¿De qué hablan?—preguntó otra chica, saliendo de la habitación que tenía la puerta cerrada—. Hoseok todavía duerme.

—Del chico de la clase de arte de Taehyung, Kei.

—¡No puede ser!

—Es un buen chico—intervino Taehyung.

Jeongguk sólo veía aparecer más y más personas. Ahora entendía por qué la sala de estar estaba tan desordenada. Casi cinco chicas y un par de chicos sin camisa estaban discutiendo en la puerta, con Jimin y Mijoo al frente.

—¡Ya cállense!—exclamó Jeongguk, desde la cama. El dormitorio quedó en absoluto silencio—. No soy un buen chico, sólo… promedio—Jimin lo miró con la boca abierta—. Si molesto mucho puedo...

—Oh, no, tú te quedas—le ordenó Taehyung, jalándolo por la parte de atrás de la sudadera—. Todos ustedes—dijo, con un gesto teatral—, fuera de mi habitación.  Vayan y limpien todo eso que dejaron.

Al ver que nadie se movía, Taehyung se puso de pie y les cerró la puerta en la cara. Luego de un rato, empezaron a escuchar murmullos. Jeongguk se removió incómodo, sentado en la cama.

—Cuánto drama—murmuró Taehyung.

—Debía haberme quedado escribiendo mi ensayo.

—¿Qué dices?—preguntó Taehyung, regresando a la cama.

Ahora estaban muy cerca, pero después de todo lo que había sucedido en tan poco tiempo, Jeongguk se dio cuenta que no le importaba.

—No sabía que te decían alien—dijo, en voz baja.

—No sabes muchas cosas, ¿o sí, Jeonggukie?

Jeongguk negó.

—No me gusta hablar con la gente.

—Y entiendo por qué no quieres hablar con los demás estudiantes del curso de arte—Taehyung se echó hacia atrás y encendió el computador portátil—. A mí no me gustan nada.

—Hum, sí.

—¿Piensas ayudarme de verdad?—preguntó, mirándolo fijamente. Jeongguk no pudo desviar la mirada—. Ayúdame, por favor, Jeonggukie.

—Sí, lo haré.

 

 

 

 

 

Jeongguk había aprendido muchas cosas de Taehyung. La primera era que en su casa siempre había gente. No importaba si eran estudiantes de medicina todavía en sus batas blancas, bailarines de Hip Hop sudorosos, raperos desconocidos que daban más miedo que ganas de escuchar, chicas en apretadísimos pantalones o estudiantes de cocina con más marihuana que comida, alguien debía estar metido en su dormitorio. Parecía un hotel, si los hoteles fueran gratis y tuvieran droga y alcohol para todos.

La segunda era que a Taehyung le gustaba tocar a las otras personas; era muy cariñoso. Al principio, para Jeongguk había sido una tortura tener a Taehyung prácticamente encima cada vez que iba a enseñarle, pero pronto se había acostumbrado. Ahora si Taehyung le echaba los brazos al cuello como un pulpo y lo apretaba entre sus muslos cuando ambos descansaban en la cama escribiendo en sus respectivas computadoras, Jeongguk ni siquiera parpadeaba. Se había convertido en un experto en tratar con Taehyung.

La tercera y última cosa que había aprendido era lo poco que a Taehyung le gustaba estudiar. En vez de eso, convocaba fiestas en su casa, y no le decía a Jeongguk hasta que era demasiado tarde.

—¿Quién va a comprar el chocolate?—preguntó Jimin, en voz demasiado alta.

Nadie respondió; algunos estaban demasiado ocupados fumando marihuana en el balcón o bebiendo sentados en un círculo en el suelo de la sala de estar.

—¿Chocolate?—preguntó Kei, quitándose de encima a un bailarín que desde su tercera botella de soju estaba tratando de colarle las manos debajo del suéter.

—Por supuesto—dijo Jimin, apoyándose en Hoseok y blandiendo un dedo de un lado a otro como si fuera una espada—, después de fumar marihuana hay que comer chocolate. Diles, Tae, no hay nada mejor que saborear una buena barra de chocolate cuando estás colocado.

Taehyung asintió desde la cocina, donde había estado toda la noche tratando de hacer lasagna de marihuana. Lo único que había conseguido era una nube de humo que alguien dejó salir por la puerta abierta del balcón, estropear la pasta y hacer que a Jeongguk le diera un ataque cardiaco por hora.

Él no había pedido esto cuando le había dicho a Kim Taehyung que iba a ser su tutor de arte, pero ahora siempre estaba metido en su casa, pasando las fiestas diarias con sus amigos, llenando sus pulmones de su aire irrespirable y durmiendo una media de dos horas cada noche. Namjoon estaría preocupado, sino fuera porque él también era parte del problema. Después de la segunda semana de desapariciones, había querido saber dónde pasaba Jeongguk todas las noches. Luego se había unido definitivamente al grupo cuando se acostó con una de las amigas de Hoseok que rapeaba más rápido que lo que Jeongguk podía pensar; todos lo habían recibido como si fuera parte de la familia.

—¿Quién va a comprar el chocolate?—preguntó Jimin, de nuevo, después de haberse sumergido en una discusión con Kei y convencerla de lo bueno que era su consumo al estar drogado—. ¿QUIÉN VA A COMPRAR EL CHOCOLATE?

—Silencio, estoy pensando—dijo Namjoon, entrando a la habitación. Tenía los ojos rojos después de fumarse un porro en el balcón, y una sonrisa bobalicona le bailaba en los labios—. ¿Quién no está colocado o borracho todavía? Hay más probabilidades de que compre el chocolate si está en sus cinco sentidos.

—Perdón, pero yo estoy perfectamente—protestó Jackson, desde su esquina.

—Haz vomitado dos veces y todavía estás bebiendo—comentó Sujeong, con una botella de soju en la mano—. ¿Qué tal si va Jeongguk? No lo he visto tocar ni una gota de alcohol.

—¡Sí, Jeonggukie!—exclamó Jimin, celebrando.

Jeongguk se encogió detrás de la encimera, donde había estado toda la noche vigilando a Taehyung y sus infructuosos intentos de cocina.

—No, Jeonggukie se queda conmigo—protestó Taehyung, abrazándolo por los hombros y apretando.

—Jeongguk se va a comprar el chocolate—dijo Mijoo, separándolos y empujando a Jeongguk hasta la puerta—. Él siempre compra el chocolate. Esta actuación ya se está volviendo aburrida.

Jeongguk se puso sus zapatos, como hacía todas las noches, se colgó una bufanda en el cuello, como todas las noches, y salió a comprar el chocolate, como ya era su trabajo. Cuando regresó, Taehyung estaba esperándolo sentado sobre la única mesa del lugar.

—Esta vez tardaste más—dijo Taehyung, recibiendo la barra de chocolate que le pertenecía—. Pensé que tendría que ir a buscarte.

—Has fumado demasiado—respondió Jeongguk, haciéndose camino entre los cuerpos echados en el suelo hasta Jimin. Lo encontró junto a la gran ventana que tenía vistas a la ciudad, con Yoongi besándole lento el cuello.

Yoongi era uno de los raperos de los que Namjoon se había vuelto cercano. Tenía un aura aterradora, aunque era más bajo que Jeongguk y, en el fondo, se preocupaba más que cualquiera de los otros cuando algo malo ocurría. Le gustaba pintarse el cabello de colores y dormir hasta la tarde del día siguiente. Solía quedarse en la habitación de Jimin cuando pasaba la noche en el dormitorio.

Jimin abrió un ojo cuando Jeongguk se aclaró la garganta a su lado.

—¿Chocolate?—preguntó, mitad jadeo. Yoongi le mordió el lóbulo de la oreja.

—Chocolate—repitió Jeongguk  Le dio su barra y luego dejó la bolsa de compra con los demás, que se apoderaron de ella como si en vez de personas fueran zombies de The Walking Dead.

Jeongguk se fue hasta la habitación de Taehyung y cerró la puerta. Ahí dentro la música y las voces dejaban de escucharse. El olor era tranquilizante y familiar y Jeongguk se cambió la ropa, tomando algo de Taehyung, y se echó en la cama cuan largo era. Normalmente no se dormía tan temprano, pero había tenido dos exámenes y se sentía agotado.  Poco tiempo después sintió a Taehyung.

—Me has dejado solo—se quejó Taehyung, con la voz dos octavas más alta.

—Estoy cansado, quiero dormir.

—¿Y crees que te voy a dejar dormir en mi cama?—preguntó el chico. Jeongguk lo miró de medio lado con cara de pocos amigos. Taehyung se llevó una mano al pecho y rodó sobre la cama, fingiendo estar ofendido—. ¿Qué soy para ti? ¿Un proveedor de camas? Exijo respeto, mocoso.

—Déjame dormir, Tae—dijo Jeongguk, echando mano al apodo que hacía que Taehyung se derritiera—. Tú estás muy drogado y no tengo ganas de lidiar contigo.

Ante la frase, Taehyung puso morros y frunció el ceño.

—Eso me dolió.

—¿Qué te dolió?

—No estoy tan drogado.

—Lo estás—dijo Jeongguk, en un murmullo, luego cerró los ojos y se adormiló. Estaba ya empezando a dejar de pensar cuando Taehyung lo llamó—. ¿Qué?—preguntó, con la voz pastosa.

—¿Puedo dibujarte?

—Haz lo que quieras.

Luego escuchó a Taehyung hurgando en los cajones y moviendo de un lado a otro montones de papeles. Cuando se durmió, soñó con la lasagna de marihuana bien hecha. Se despertó dos horas después de haberse dormido. El sonido de la música era mucho menos fuerte, pero todavía se escuchaba, y las voces ahora eran más bajas.

Jeongguk se estiró, con ganas de ir al baño, y se rascó el estómago bajo la camisa de Taehyung. Iba a ponerse de pie y se percató de que no podía, porque Taehyung estaba, precisamente, dormido sobre su vientre. No se había cambiado de ropa y tenía una mancha de carboncillo, como si se hubiera pasado el dedo sucio, sobre la mejilla.

—¿Tae?—lo llamó, pero el chico no reaccionó.

Sin miramientos, Jeongguk lo empujó hasta que estuvo acostado en la cama. En el suelo estaba dormida, sobre un colchón inflable, Sujeong. Tuvo que andar con cuidado a su alrededor para ir al baño. Después de orinar se acercó a la sala de estar. Namjoon estaba soltando un discurso sobre la importancia del idioma en el pensamiento y comprensión del mundo.

Por más que buscó, no encontró a Jimin; debía haberse ido a dormir. Yoongi, en cambio, estaba sentado en una esquina de la habitación con una botella de soju en la mano y escuchando a Namjoon con la cara de quien no entiende nada de lo que está oyendo. Jeongguk fue por una caja de leche dentro del refrigerador y se sentó a su lado.

—¿Un día duro?—preguntó Yoongi. A pesar de haber bebido, su voz todavía sonaba firme.

—Dos exámenes. No pude almorzar porque no me dio tiempo—Jengguk bebió de la pajita—. Estuve la mitad del día metido hasta la nariz en ecuaciones; la otra mitad estuve medio muerto de hambre.

Yoongi se rió, dejando a un lado la botella y pasándole el índice por el costado. Su relación con Jimin Jeongguk todavía no la entendía, así que nunca había hecho un comentario.

—Si estás en semana de exámenes lo más importante es que debes comer bien—dijo Yoongi, después de un rato—. Si no lo haces no puedes pensar.

—Lo sé, me di cuenta hoy.

—¿Y Taehyung?

—Durmiendo—Jeongguk se lo pensó, pero al final añadió—: ¿Y Jimin?

—Durmiendo también.

—Ah, bien.

—¿Y qué tal va la tutoría?

Jeongguk se rio un poco, sardónico, antes de darle un trago largo a su leche. Desde que estaba en esa casa había comprendido que él era una de esas personas rancias que prefería quedarse en su cama, solo, antes que estar metido en una fiesta. Sin embargo, ahí estaba.

—Taehyung me escribió esta tarde pidiendo que viniera porque, según él, “quería saber qué tan difícil era esculpir una máscara sobre la cara de Hoseok”—Yoongi se rió por la mala imitación—. Así que vine, esperando enseñarle un poco de arte. Ya sabes, soy su tutor. Pero, ya debería estar acostumbrado, ¿no?, tuve que ayudarle a traer el alcohol hasta aquí arriba y luego vigilarlo mientras intentaba cocinarle lasagna de marihuana a todo este grupo de… de… irresponsables.

—Parece una tarde muy ocupada—se burló Yoongi.

—Ni lo digas. No me sorprendió empezar a ver a toda la gente llegar. Jimin y Hoseok y el grupo de baile, a Namjoon y a las chicas. Mierda, incluso al grupo de debate. Estas tutorías están acabando conmigo. Ya todos me conocen, Yoongi. ¿Qué voy a hacer con mi vida?

—¿Qué tal irte a dormir? Taehyung debe estar esperándote.

—Lo haré cuando termine de comer.

—Sabes que en esta casa, además de alcohol y marihuana, no hay más comida, ¿no?

Jeongguk gruñó y se terminó la leche.

—Lo sé, lo había olvidado. Maldición.

—No sé cómo puede sobrevivir este trio de idiotas viviendo de esta manera—dijo Yoongi, dándole un trago a su soju. Se refería a Hoseok, Jimin y Taehyung, quien debía estar preguntándose dónde se había metido Jeongguk—. Supongo que es bueno que cada uno tenga a alguien que lo cuide.

—¿A qué te refieres?

—Bueno, Hoseok tiene a Kei, que es su novia. Jimin es mi responsabilidad. Y tú cuidas de Taehyung—se explicó Yoongi—. Tienen mucha suerte, el trío de idiotas.

—¿Yo cuido a Taehyung?

—Por supuesto que sí. Ahora que te ha atrapado no te va a soltar—advirtió, burlándose—. Le agradas mucho.

—Yo pensé que iba a ser su tutor de arte—se quejó Jeongguk, apretando el cartón de leche entre las manos—, no su compañero de fiestas.

—Esa es la vida que llevan, ya ves—dijo Yoongi, zanjando el tema—. Seguramente te lo advirtió, pero no lo hizo correctamente. Ese chico puede ser muy astuto.

Jeongguk se quedó un rato más, viendo al grupo interactuar. Yoongi se fue después de acabarse su botella de soju, seguramente a dormir con Jimin.  

—Hey, Jeongguk—gritó Kei, desde el círculo. Namjoon había dado paso a Mijoo y Jisoo y sus chistes malos—, ¿quieres beber un poco?

—No, gracias, ya me voy a dormir.

Se puso de pie y echó el cartón vacío en la caneca de basura de la cocina. Luego, se despidió con la mano de Namjoon, quien estaba más ocupado metiéndole la mano en los bolsillos de atrás del pantalón a una chica que Jeongguk había visto por primera vez esa noche.

En el pasillo miró por la puerta entreabierta del cuarto de Hoseok. Jackson y Bambam estaban durmiendo acurrucados en un colchón en el suelo. En la cama solo estaba Jiae. La puerta de la habitación de Jimin estaba cerrada, pero pudo escuchar a Jimin y Yoongi hablando dentro.

—¿… en el McDonalds?—escuchó la voz de Jimin, anormalmente alta.

—No sé—respondió Yoongi.

Jeongguk siguió caminando y entró en la habitación de Taehyung. Cerró la puerta suavemente detrás de su espalda. Estaba tan oscuro que tuvo que usar su móvil como linterna para no tropezarse con Sujeong y caer al suelo. Cuando llegó a la cama, sano y salvo, Taehyung lo miraba con los ojos entornados.

—No sabía que estabas despierto—susurró Jeongguk, sin querer despertar a Sujeong.

—¿Dónde estabas?—preguntó Taehyung, en voz alta.

Jeongguk soltó un suave “shh” mientras se metía en la cama con él. Había lápices y hojas debajo de Taehyung.

—No hables tan alto—le advirtió—. Sujeong está durmiendo.

—¿Le dejamos la cama?

—No creo que quiera que la despertemos.

—¿Dónde estabas?—preguntó Taehyung de nuevo, después de esperar que Jeongguk adoptara una posición más cómoda.

—Fui a tomar algo y me encontré con Yoongi.

Taehyung asintió, antes de cerrar los ojos y apretar la cara contra la almohada.

—Mañana debes venir a otra tutoría—murmuró.

—¿Una tutoría u otra fiesta sorpresa?

—Siempre hay fiesta sorpresa, no sé por qué me preguntas eso.

Jeongguk lo miró con el ceño fruncido mientras el chico se dormía. Luego empezó a limpiar la cama. Dejó a un lado los lápices y las hojas, y estuvo a punto de pasarlo, pero finalmente vio el dibujo que Taehyung había hecho. Recordaba que le había hablado de él antes de que Jeongguk se fuera a dormir.

Con más sorpresa de la que le hubiera gustado tener, Jeongguk vio un boceto de su propia cara hecho con carboncillo, sombras incluidas. Era tan hermoso y realista que Jeongguk no tenía duda, era su rostro. Y lo había hecho Taehyung, quien, generalmente, destruía todo lo que tocaba en la clase de arte. No habían tenido una sesión de tutoría completa, pero parecía que sí había servido de algo.

—Vamos avanzando—susurró Jeongguk, cerrando los ojos. Dejó el dibujo en el escritorio al lado de la cama. Luego se durmió.

 

 

 

 

 

—Déjame adivinar, ¿vas para el séptimo piso?—preguntó un chico en las puertas del ascensor.

Jeongguk asintió, al principio con duda y luego entendiendo. Subió junto al chico y se apoyó en la pared de espejos. El ascensor empezó a subir.

—Siempre hacen unas fiestas muy grandes ahí, ¿no?

—Siempre—respondió Jeongguk, más cortante de lo que quería—. Si quieres venir, seguro que te dejan entrar.

El chico arqueó una ceja, sin podérselo creer.

—¿De verdad?

—Sí, sólo dices que me conoces y pasas. Lleva alcohol, por si acaso.

—¿Y quién eres tú?

—Jeon Jeongguk—respondió.

Jeongguk bajó en el séptimo piso. Ese día no tenía ganas de subir las escaleras. Incluso antes de acercarse a la puerta del dormitorio, escuchó la música y las conversaciones en voz alta. Otra fiesta sorpresa. Se preguntó quién estaría ahí dentro.

—¡Ah, Jeonggukie!—exclamó Jimin al abrirle la puerta después de que Jeongguk la tocara. Ya los timbres no se usaban, pensó—. ¡Pensé que no vendrías!

—Hola—saludó él, casi como un suspiro.

Dentro del dormitorio estaban los miembros del club de baile, un par de porristas y unos amigos que Taehyung había hecho alguna vez en el baño de algún bar. Había un círculo de personas en el suelo de la sala de estar con una botella de vidrio que rodaba. Estaban jugando. En el balcón, BamBam y I.M se fumaban un porro.

—¿Dónde está Taehyung?—preguntó Jeongguk, quitándose los zapatos en la entrada y mirando a Jimin de medio lado. Aún no estaba colocado.

—En su habitación. ¿No quieres quedarte un poco conmigo? Estoy tratando de encender la estufa y no sé cómo hacerlo.

Jeongguk tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no echarse a llorar. ¿Cómo podían vivir en ese lugar y no saber cómo encender los electrodomésticos? ¿Dónde comían?

—Yo tampoco sé cómo hacerlo—confesó Jeongguk.

Ambos se miraron durante un tiempo, gravemente, antes de que Jeongguk se despidiera con la mano y se dirigiera a la habitación de Taehyung. El chico le había escrito un mensaje de texto bastante escueto en el que le pedía ayuda para la próxima entrega de la clase de arte. Decía que había  estado pensando en hacer un bonito paisaje en acuarela, pero la pintura se esparcía sin control y no podía lograr el efecto que quería para su atardecer. Jeongguk había olido la mentira. Sin embargo, no había hecho caso. Y ahora estaba en el dormitorio Fiesta Sorpresa con un montón de gente que no conocía y una tutoría que nunca era tutoría.

Taehyung estaba en su habitación. Arrebujado en las mantas de su cama hasta que sólo podía verse su cabeza, no hizo ninguna señal de reconocimiento ante Jeongguk. Él, mientras tanto, estaba sorprendido. Nunca había visto a Kim Taehyung de la manera en la que ahora estaba: unas gafas de marco grueso y negro le colgaban precariamente de la nariz, y movía frenéticamente los dedos sobre el teclado de su computador portátil.

—¿Tae?—preguntó, suavemente.

—¿Qué?—respondió Taehyung, en un gruñido. Se pasó la mano por la boca, frotándose los labios con los dedos y sacando la lengua después.

Ante la réplica, Jeongguk se quedó mudo. Reconocía los signos: apariencia descuidada, posición incómoda, ojos inyectados en sangre, rictus en la boca y mal humor. Taehyung estaba terminando una tarea. Él también había estado en ese lugar, balanceándose entre la desesperación y el estrés.

Decidido a no molestar a Taehyung, salió de nuevo hacia la sala de estar. Jimin seguía frente a la estufa, tratando de encenderla sin éxito.

—Creo que estamos condenados al fracaso—le dijo a Jeongguk cuando lo sintió cerca.

Jeongguk se encogió de hombros.

—Podemos usar el horno—ofreció, y luego sintió deseos de aclararse—: Taehyung siempre usa el horno.

—Es una espléndida idea—respondió Jimin—. Pero no hay nada que poner en el horno.

—¿No hay nada?

—Exactamente.

Jimin se inclinó sobre la encimera y gimió, cansado. Tenía el cabello despeinado donde se había estado tocando, al pensar cómo encender la estufa.

—Si no hay nada que poner en el horno… ¿por qué quieres encender la estufa?—preguntó Jeongguk. Jimin lo miró bajo las pestañas y sonrió.

—Ay, Jeonggukie, eres tan lindo—le arrulló, acariciándole la mejilla. Jeongguk se apartó con la cara fruncida en una mueca—. Tienes razón. ¿Cómo no lo pensé antes?

Tomó a Jeongguk de la muñeca y lo llevó consigo hasta su habitación. Era muy parecida a la de Taehyung, exceptuando la ropa de gimnasia tirada de cualquier manera junto a la cama y los claros signos de que Yoongi había pasado por ahí: unos audífonos sobre el escritorio, una lata de cerveza extranjera sobre la mesa de noche y una almohada para cuello en la cama.

—Vamos a pedir una pizza—anunció Jimin, rebuscando entre sus cosas.

Jeongguk se quedó de pie junto a la cama, mirándolo trajinar por el lugar. Jimin siempre tenía mucha energía y, de alguna manera, se sentía celoso de ello. Él solía tener momentos de gran actividad seguidos de la pereza más absoluta.

—¿Dónde dejé mi móvil?—se preguntó Jimin en voz alta.

—No sé—respondió Jeongguk, en voz baja.

—Estoy seguro de haberlo puesto por aquí…

Taehyung parecía muy ocupado; quizás no terminaría su tarea en mucho tiempo. Jeongguk ya pensaba que había sido un error venir. Sin embargo, Jimin encontró el teléfono y llamó pronto a la pizzería. Le preguntó a Jeongguk qué quería y pidió algo para que él solo comiera. No podía irse sin más cuando le habían ofrecido pizza, sería un gesto muy maleducado.

Cuando terminó la llamada, Jimin se echó sobre la cama y palmeó el espacio libre a su lado para que Jeongguk lo ocupara. Él lo hizo con cautela. Jimin solía ser demasiado afectuoso para su gusto. A diferencia de Taehyung, Jimin lo apretaba por todos lados como si fuera un bebé muy adorable al que no pudiera dejar de ponerle las manos encima. Lo hacía sentir como un niño pequeño y eso no le gustaba.

Sin embargo, el indiscutible disgusto en la cara de Jeongguk no detuvo a Jimin de atraparlo en un abrazo y empezar a acariciarle con cuidado el cabello. Después de un rato sin poder escapar, Jeongguk se rindió a su destino y lo dejó hacer. Llegó a gustarle la caricia.

—¿Por qué no te quedaste con Tae?—preguntó Jimin, enredándole los dedos en el cabello.

—Porque está terminando un trabajo—respondió Jeongguk. Se sorprendió de lo adormecida que se escuchaba su voz. No se había dado cuenta que se estaba durmiendo—. No quiero molestarlo.

—Ah, sí. Recuerdo que lo llamaron hace una hora o algo así para que terminara un proyecto en grupo.

—Vaya, qué desconsiderados.

—Tae pensaba que tendría más tiempo para hacer eso—siguió hablando Jimin. Hizo una pausa para reírse un poco—. Debiste haberlo visto cuando empezó a perder la cabeza. Echó a todos de su habitación y se envolvió con los cobertores como un burrito. Tuve que ir a buscarle un poco de té para que se calmara.

—No puedo creerlo—murmuró Jeongguk, entre risitas. De pronto tenía mucho sueño y Jimin olía muy bien.

—Pobre, se lo merece por no querer venir a mi exhibición de baile.

Jimin dijo algo más, pero Jeongguk ya había cerrado los ojos y estaba pensando en otra cosa. Recordó su primer día en la universidad. Había estaba tan asustado que las manos le sudaban y tenía que secarlas constantemente con los pantalones. Se había sentido muy nervioso. Era solamente un chico de Busán tratando de ganarse un lugar en Seúl y llegó a pensar que la gran ciudad se lo comería. Pero encontró el arte, en lo que era increíblemente bueno, y pensó que así sí podría seguir adelante.

Lo despertó el olor de la pizza. Cuando abrió los ojos, le costó enfocar a Hoseok sentado en el suelo devorando una rebanada, como si en vez de comida se tratara de aire. Jeongguk se quejó y estiró los brazos. Casi al instante, sintió que la mano que le estaba acariciando la cabeza se alejaba. Jimin le sonrió cuando se sentó.

—Buenos días, princesa—dijo, ofreciéndole una rebanada de pizza.

Taehyung estaba sentado frente a Hoseok, comiendo también. Tenía los labios secos y los ojos entrecerrados. Parecía infinitamente cansado.

—No soy una princesa—se quejó Jeongguk, con la voz rasposa y más grave de lo habitual—. ¿Dónde están todos?

—Afuera—respondió Hoseok—. ¿Crees que les íbamos a dar pizza? Esta es toda… mía.

—Nuestra—corrigió Taehyung rápidamente.

—Bien, bien, nuestra, de los amigos.

Jeongguk los miró: Jimin, Taehyung y Hoseok. Eran ese tipo de personas que protagonizaban las películas americanas de adolescentes. No pasaba un día en el que no organizaran una fiesta de la nada en su casa, no sabían cómo cocinar, nunca tenían comida en el refrigerador y conocían, posiblemente, a tres cuartos de la población de la universidad. Ahora estaban sentados en la habitación de Jimin compartiendo una pizza, entre amigos. Amigos.

Jeongguk no se había dado cuenta que se había convertido en uno de sus amigos.

Y a juzgar por la comodidad con la que se comportaban todos ahí, en ese cuarto, era uno de los buenos amigos, de los que eran un poquito más especiales que los que siempre iban al dormitorio para las fiestas.

—Si no te comes tu parte, yo lo haré—amenazó Hoseok, serio, antes de echarse a reír.

Taehyung lo siguió. Su boca se convirtió en una sonrisa amplia y casi cuadrada y los ojos se le cerraron hasta convertirse en dos pequeñas medialunas. Jimin lo imitó.

—No—dijo Jeongguk, rápido, y se abalanzó sobre la pizza como un depredador—. Mi parte.

Hablaron un poco antes de ser interrumpidos por la puerta abriéndose. Namjoon y Yoongi entraron después, hablando en voz baja entre ellos, y se sentaron junto a Hoseok y Taehyung, en el suelo. Yoongi tomó una pizza sin preguntar antes si podía hacerlo.

—¿Dónde estaban?—preguntó Taehyung, con la boca llena.

Yoongi hizo un gesto de desagrado y se encogió de hombros. Fue Namjoon, quien estaba más pálido que de costumbre, el que respondió:

—Nos quedamos atascados en un accidente.

—¿Qué pasó?—inquirió Hoseok, repentinamente interesado.

—Un idiota estrelló su motocicleta en los arbustos de la entrada—dijo Yoongi, frunciendo el entrecejo—. Tuvimos que esperar a que se quitara todas las ramitas enredadas en el cabello para que moviera su maldito culo fuera de nuestro camino.

Taehyung y Jimin se rieron. Jeongguk esbozó una sonrisita. No había imaginado que Yoongi dijera tantas groserías. Sin embargo, su aspecto casi inofensivo, con la piel muy pálida y los ojos pequeñitos, escondía una personalidad que era todo lo contrario.  Yoongi daba, incluso, un poco de miedo.

—Pensaba que era raro—comentó Taehyung, extendiendo las piernas hasta que metió los pies debajo del muslo de Hoseok—. Tus porristas locas están en la casa.

—No están locas—añadió Namjoon instantáneamente.

—Sí lo están—dijo Yoongi.

—Son tus amigas, no mías. Y sí, están locas—continuó Taehyung—. ¿Quién las dejó entrar?

Hoseok y Jimin se miraron antes de negar con la cabeza. Taehyung chasqueó la lengua y los imitó.

—Supongo que habrá sido alguien del club de baile—dijo Hoseok—. Ya sabes que hay algunos de ellos que nunca han visto una mujer en su vida.

—Es que son muy hermosas—dijo Namjoon—, esas porristas. Me dan ganas de componerles una canción cuando hacen la rutina con los Converse rojos.

Yoongi rodó los ojos y se inclinó hacia la cama.

—Nadie quiere saber de tus retorcidas preferencias sexuales, Namjoon—murmuró.

Jimin estalló en risitas, cubriéndose la boca con la mano. Se reía tan fuerte que se reclinó sobre Jeongguk y se escondió detrás de su espalda. Después de un par de segundos sin que se callara, Namjoon gritó:

—¡No fue tan gracioso!

Jimin no pudo contestar, porque otra ola de risas lo sacudió de arriba abajo. Tuvo que agarrarse a la cintura de Jeongguk para mantener el equilibrio sobre la cama. Jeongguk, mientras tanto, sólo se preocupó por terminar de comer.

—Me siento ofendido—susurró Namjoon, arrugando el entrecejo.

Jeongguk sonrió cuando sintió el agarre en su cuerpo volverse más fuerte, así como las risas. Miró a Taehyung, como acto reflejo, buscando en su boca el asomo de una sonrisa como la que tenía Jimin, pero no encontró nada. Por el contrario, Taehyung lo miraba inexpresivo, sin moverse, sin parpadear.

Jeongguk iba a preguntarle qué le pasaba, pero Taehyung cerró los ojos y respiró profundamente. Luego, se acercó más a Hoseok.

—Estos días va a ser mucho frío—dijo, de la nada.

Yoongi asintió. Y todos siguieron comiendo.

 

 

 

 

Notas finales:

Eso ha sido todo… Espero que los haya entretenido y les gustara. Todavía no sé bien cuántos capítulos serán, pero aseguro que no pasarán de 5.

Trato de ser más natural al escribir, por favor, ténganme paciencia. Yo voy mejorando con tiempo y práctica :’D

Si tienen alguna pregunta, no duden en hacerla.

¡Gracias por pasarse a leer!

J


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