Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Consejo por chrome schiffer

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Buenas~

El cliché que tomé como base de este OS fue: El amigo de la infancia es el interés amoroso del protagonista.

Espero les guste nwn

Notas del capitulo:

Muchas, muchas felicidades en tu cumpleaños, Kise hermoso d84;.d84;

´

Esa mañana de Marzo, un rubio modelo sinceramente no sabía qué era lo que sentía en ese preciso momento. Tenía dentro de su ser toda una serie de sentimientos, entre ellos siendo la vergüenza, la incertidumbre y la desesperación, los que más predominaban. Y ante la certeza de no saber exactamente qué había hecho la noche anterior, pero presintiendo que actuó como un idiota y que seguro por ello, ahora no tendría ni siquiera esa amistad que tanto valoraba; no sabía qué hacer. El pánico era también una de las sensaciones que estaban entremezclándose entre sí con aquellas otras, al haber escuchado hace solo pocos segundos, -¿o tal vez fueron minutos ya? La verdad es que no sabe y a estas alturas no le importa un mucho- la noticia que su representante le había dado.

 

Dar vueltas por su amplia sala de estar con celular en mano es lo único que puede hacer, eso, para que el ligero temblor que se apoderó de su cuerpo ante la noticia, amenguara así sea un poco. Escuchar que no iba a viajar por el clima tenía que ser una broma y una terriblemente mala -aunque acepta que, de hecho, sí que podía ser que hubiera una pequeña tormenta allá afuera- pero daba igual, él debía irse, así estaba presupuestado, así tenía que ser. No podía simplemente quedarse después de lo que creía que había hecho la noche anterior; y dice creía porque para ser sincero consigo mismo, el concepto de “anoche” no era algo de lo que se acordara del todo, y no sabe de dónde salía ese sentir que le hacía estar segurísimo de haber metido la pata. Si tan solo… ¡si tan solo no se hubiera dejado convencer por ese pelinegro idiota!

 

Supone entonces que las palabras que su mejor amigo, Takao, le había soltado tan casualmente hace un par de semanas, no le habían sonado tan mal y que de hecho, estas le habían dado ese empujoncito que se decía necesitar para poder actuar. Para poder llevar a cabo algo que quería desde hace mucho tiempo, pero que el miedo y la cobardía, no lo habían dejado. Supone también que el haber bebido más del par de copas que se había impuesto para ganar valor, había sido un gran error ¡si es que casi se había la botella completa, joder! O así debió haber sido para tener ese terrible dolor de cabeza.

 

Era un estúpido.

 

Suspiró no queriendo angustiarse demás, sobretodo porque pensar de tal manera ante lo ocurrido no le estaba ayudando a mantener a raya el garrafal dolor de cabeza que tenía desde el momento en que tuvo conciencia en esa mañana.

 

—Bueno, cálmate Ryouta. —Trató de pensar con objetividad, mientras tomaba asiento en el gran y suave sofá de su sala—. Puede… puede que me esté ahogando en un vaso de agua y que esté pensando demasiado las cosas —murmuraba, revolviendo su rubio cabello con la mano que no tenía su celular.

 

Francamente el hecho de no recordar, o no del todo, los acontecimientos de la noche pasada, lo hacían pensar que quizá, y solo que por algún milagro, no hubiera llevado a cabo lo que tenía pensado y estaba decidido a hacer. Cabía esa posibilidad ¿verdad?

 

—¿Pero y si de verdad lo hice…? —Susurró, esta vez colocándose de pie de un brinco que le causó un leve mareo y todavía más dolor de cabeza ante el brusco movimiento—. ¡Rayos, rayos, raaayos! ¡¿Lo hice o no lo hice?! —gritó frustrado, volviendo a tomar asiento y dejando caer todo su cuerpo contra el espaldar de su bonito y muy sofisticado sofá.

 

¿A quién podría preguntarle para salir de la duda? Primero que todo tenía que saber si en efecto las cosas habían sido como estaba pensando a pesar de no estar seguro; para así, poder hundirse más en su miseria y rogar porque la semana que había quedado pospuesto su viaje, pasara más rápido que Flash.

 

—Takaocchi. —Claro, como no, él era quien podría sacarlo de su caos existencial. De hecho, tenía que hacerlo, después de todo fue él quien lo había metido en el lío en el cual pensaba estaba mentido. Así que no perdiendo tiempo alguno, buscó el contacto y esperó tan solo un par de tonos para que la risueña y alegre voz del pelinegro se dejara escuchar al otro lado de la línea.

 

Kise~ hola, hola, ¿a qué debo el honor de tu llamada? —canturreó con excesiva felicidad el otro, lo que provocó en el rubio un ceño fruncido ¿Por qué estaba tan excesivamente feliz cuando él mismo estaba que se golpeaba contra las paredes?

 

—Tú de… —más increparle no fue necesario porque aquel al otro lado de la línea, volvió a hablar.

 

Si es para darme las gracias, no te preocupes, para eso son los amigos.

 

—¿Darte las gracias? ¿Por qué iba a llamarte a darte las gracias, baka? —cuestionó de inmediato, teniendo un muy mal presentimiento.

 

—¿Cómo que por qué? Gracias a mi tuviste el valor de besar a Aomine —soltó el otro, no sabiendo lo que esa información le había provocado a todo su cuerpo.

 

—No puede ser, no puede ser, no puede ser… —Murmuraba ahora con los ojos cerrados y pasando su mano de arriba abajo en su rostro como si quisiera con ello reacomodársela—, dime que no lo hice, Takaocchi, no pude haberlo hecho —casi lloriqueó.

 

Ohhh claro que lo hiciste, y a todo lo grande. ¡Eres mi ídolo, Kise! Así es que se marca territorio. —Declaró el otro en medio de sendas carcajadas, algo que lo hizo sentirse todavía más avergonzado y deseando convertirse en uno con el sofá de lo hundido que estaba en este.

 

—Eres un idiota, ¿cómo fue que me puse a hacerte caso? Rayos Takaocchi~, te odio… —lloriqueó de nuevo, sintiendo en su garganta ese cosquilleo típico cuando se quiere llorar. Una parte porque ahora sí que había echado a perder la amistad de tantos años que tenía con el moreno; y segundo, porque de verdad había besado a Aomine y no se acordaba. No podía tener más mala suerte. Era la primera y la última vez en que el besarlo se había hecho realidad y su alcoholizada mente no lo dejaba rememorarlo. Genial, simplemente genial.

 

¿Cómo que me odias, Kise? ¿Acaso algo salió mal? —Esta vez la voz del halcón se escuchaba preocupada—. Como se fueron juntos yo pensé que las cosas hab…

 

 

—Es… espera ¿qué? —Kise abrió sus ojos enormemente—. ¿Cómo así que nos fuimos juntos? ¿Para dónde? ¿Por qué? ¿Me estás tomando el pelo? —disparó una pregunta tras otra, interrumpiendo la simbiosis entre el sofá y él, alarmado.

 

Pues como estabas como una cuba de borracho, y luego de haberle comido la boca saliste corriendo con él detrás de ti, no me preocupé porque pensé que era él el indicado para llevarte hasta tu apartamento ¿no lo hizo? —Bueno, de que lo llevó, lo llevó; estaba sentado en el sillón de su sala después de todo. Pero el caer en cuenta de que lo llevó y se fue después, le hizo suspirar y ahogar un gemido de tristeza, al fin sí que se enojó y por eso me dejó solo, apuesto que le molestó el tener que traerme y apenas pudo, se largó, pensó.

 

Ya no quería nada, de verdad que corroborar sus sospechas había sido duro y feo, además de triste y desilusionante. Ahora más que nunca quería que esos siete días se pasaran volando y mientras eso pasaba, no saldría de su apartamento para absolutamente nada, se enclaustraría y se haría a la idea de no volver a ver a su moreno amigo y amor. Algo que de hecho no le costaría demasiado, pues era algo que ya tenía asumido. Sabía que ese mismo día estaría yéndose del país y sinceramente, no esperaba volver en un buen tiempo, por lo que, ver de nuevo a Aomine estaba dentro de sus expectativas. Expectativas que se estropearon al tener que quedarse siete días más, donde tal vez, quizá, el moreno lo buscara para aclarar lo del beso; algo que no estaría demás puesto que a su ver, todo quedaba claro ¿o no?

 

¿Kise? ¿Estás bien? —la voz de Takao lo sacó de su ensimismamiento y negó, pero sabiendo que el otro no podía verlo, articuló un “no” quedo.

 

—No me acuerdo de nada de lo que hice anoche —contó en voz baja—, amanecí solo y con muchísimo dolor de cabeza, además de con la noticia que no viajaré hoy sino hasta dentro de una semana y… y rayos… —sonaba triste y molesto a la vez. No podía estarle pasando eso a él, quería irse y tratar de olvidar el amor unilateral que tenía por su amigo de infancia, Aomine Daiki.

 

Oh… —eso definitivamente no ayudaba en nada, se dijo el rubio—. Yo no sé qué decirte, Kise. ¿De verdad estás solo? ¿Aomine no está contigo? Pensé que…

 

—Lo estoy, Takaocchi. —Aseguró, soltando una risita amarga—. Pero da igual, ya no hay nada que hacer, solamente tengo que esperar que pase esta semana y me iré. No lo volveré a ver y eso será lo mejor, quizá algún parisino me lo saque de la cabeza —y del corazón. Bromeó, intentando no mostrarse más patético frente a quien para mal o para bien, le había dado las fuerzas para hacer lo que hizo.

 

Se despidieron después de unas cuantas palabras más, y colgó. Se levantó y se fue a su habitación a dormir, de ser posible, hasta que la semana pasara.

 

.

.

 

Por otro lado, un moreno de considerable altura, cuerpo atlético, cabellos y ojos zafiro, miraba al techo de su cuarto acostado sobre su cama y con ambas manos bajo su cabeza. Pensaba, pensaba y meditaba lo que había pasado en la noche anterior y todavía no se lo creía -o puede que sí-, sobretodo no se creía el hecho de haber dejado al rubio solo en su apartamento.

 

—Fui considerado, estúpido rubio. Y eso deberás agradecérmelo como se debe. —murmuró, cerrando los ojos. Dejándose llevar por sus recuerdos a lo que fue aquella salida que le dio una muy grata sorpresa.

 

~Flash Back~

Esa noche habían quedado todo su grupo de amigos y sus respectivas parejas, en salir a celebrar el pronto casamiento de Kuroko y Kagami, dos idiotas que, de verdad, de verdad se tardaron en darse cuenta de lo que sentía el uno por el otro, pero que gracias al atrevimiento de su pequeño y peliceleste amigo, lograron que ahora, después de cinco años de relación, estuvieran a punto de casarse. Idea que era totalmente absurda a su ver porque ¿Quién en su sano juicio se casa? Para eso existe la unión libre, rayos. ¿Cómo estaban tan seguros que al paso de los años no se aburrirían el uno del otro? Estando casados la separación sería un total incordio y aunque no es que deseara que ellos se separaran alguna vez, la vida daba muchas vueltas y nada se sabía. Él solo era realista y estaba consciente de las posibilidades.  

 

Salir de juerga y con una buena razón para hacerlo, era bueno. Para ninguno de sus amigos era un secreto que Aomine Daiki tuvo su época en la que se la pasaba de fiesta en fiesta, bebiendo y simplemente divirtiéndose como si la vida no estuviera hecha para nada más sino para satisfacer las cosas más absurdas y superficiales, como lo era el sexo, por ejemplo. Solo hasta tres años atrás, y con la muerte de su padre -a quien respetaba y admiraba mucho- se replanteó qué era lo que quería de su vida y lo que haría con ella a partir de ese momento. Ahora se enorgullecía de tener un trabajo estable y ser independiente, aunque con veintitrés años de edad, ya era algo justo ¿no?

 

Ahora, ya llevaba tiempo, demasiado tiempo tan juicioso que hasta se daba pena. Entonces, en esa noche esperaba que hubiera en ese club unas muy dotadas mujeres o atractivos chicos para poder distraerse, ya que, sin ninguna duda, no se iba a quedar conversando como maruja con todos sus amigos; no, él tenía mejores planes que esos.

 

Así pues, la tan esperada noche llegó y vestido como para ligar, arribó al lugar que desde fuera, lo hizo sonreír en anticipación. Hombres guapos y mujeres hermosas entraban al lugar y algunas miradas, si no la mayoría, le observaban dándole una clara señal, estaban libres y bueno, él no era de piedra y eso era lo que había ido a buscar, aunque después de haber felicitado a la parejita, por supuesto.

 

No demoró mucho en encontrar a quienes buscaba, después de todo era un grupo más o menos… vistoso, y por si no fuera suficiente, el estruendoso “¡Aominecchi, por acá!” que Kise gritó al apenas divisarlo, no le dejó la posibilidad de pasar desapercibido.

 

Saludó y tomó asiento en el apartado donde se encontraban, apareciendo frente a si a los pocos minutos, un vaso de licor, que hasta que no lo probó, supo que era vodka. Habló un poco con los allí presentes un rato, quienes por cierto y para su fastidio, traían a sus parejas. Midorima venía con Takao, aquel chico que a su ver era demasiado ruidoso para su tranquilo amigo, pero que al parecer y después de los años que llevaban juntos, parecía les iba bien.

 

Akashi tenía una relación con Murasakibara, algo que sinceramente se veía venir, pues el alto desde la escuela media babeaba casi literal, por el pelirrojo más bajo. Estos dos eran tan diferentes, que llegó a pensar en un momento dado que si Akashi había decidido darle el sí al gigante, había sido única y exclusivamente para quitárselo de encima, ya se sabe, eso de darle contentillo un rato y botarlo luego de haber hecho su obra de caridad. Sin embargo, eso no sucedió y era de las parejas más estables de sus amigos, eso sin contar claro, a la pareja que estaba a punto de casarse en escasos treinta días.

 

También estaba la pareja comprometida, tan enamorados como siempre, tanto que tan solo verlos le daba algo así como fastidio. Tanta aura cursi en el aire no iba con él, definitivamente no.

 

Por último como no, estaba Kise Ryouta. Amigo desde su infancia y que al igual que él mismo, parecía estar solo, aunque suponía que era porque aquel presunto novio que tenía ahora, no había podido asistir. Para nadie en Tokio era un secreto que el modelo Kise Ryouta era abiertamente gay y que todo indicaba que sostenía una relación con aquel otro modelo pelinegro del cual ni siquiera su apariencia tenía presente, menos podría interesarle.

 

No se habían visto en un tiempo, pues el rubio desde que comenzó su carrera como modelo, se había convertido en alguien sumamente ocupado, lo que no le dejaba espacio para poder reunirse constantemente con los que llamaba sus amigos. Si lo veían cara a cara, era en esos espacios, esos donde había algo importante que celebrar y el cual requería que todos se reunieran a compartir un poco de su tiempo. Llevaba dos meses sin verlo en persona y se dio cuenta que éste no había cambiado nada, seguía igual, tan rubio, tan alegre, tan malditamente bien vestido, ¿acaso no había nada que éste se colocara y le quedara mal? Bufó sin despegar sus orbes zafiro de aquel hombre unos minutos, más al verlo enfrascado en una conversación con Takao, el novio de Midorima y su compinche, desvió la mirada en busca de la pareja estrella de la noche.

 

Charló un rato con ellos y no queriendo dejar esperar más a aquella mujer pelirroja que lo había estado mirando por lo que sería la última media hora, se puso de pie y fue a la pista de baile a disfrutar la noche, que para eso había venido, después de todo.

 

Y mientras el de piel morena iba en busca de diversión, cierto rubio…

 

En serio Kise, ¿qué pierdes con intentarlo? Takao insistía una vez más, pues al parecer su amigo estaba dudando en seguir el consejo que le dio. Tómalo como un auto regalo de despedida, igual, no es como si te le fueras a declarar. aseguró—. Y si las cosas salen mal, no tendrás tiempo de arrepentirte porque mañana te vas del país por tiempo indefinido, lo que me tiene muy triste, por cierto, porque me dejarás sin quien ir de compras bromeó a medias, intentando relajar al rubio, quien creía que para llevar tan solo dos horas en el lugar, había bebido suficiente; pero presintiendo que aquello lo necesitaba para actuar, pues lo dejaría.

 

Claaaro, Takaocchi… como tú no eres quien va a hacer el ridículo. se quejó, bebiendo otro poco de la copa que acababa de llenar—. ¿Y si me bota lejos? Créeme que lo menos que quiero es terminar con el trasero en el suelo después de haberle robado un beso… confesó, mordiéndose el labio inferior y desviando la mirada a la pista de baile donde para su desgracia, ubicó con asquerosa facilidad, al dueño de sus suspiros de los últimos años.

 

Aomine es bi, eso lo sabe todo el mundo. comentó el pelinegro virando su mirada a donde la tenía su modelo amigo, con la intención de investigar el porqué de su ceño fruncido—. Y seguro que no va a tomarse un beso tuyo como algo malo. Lo peor que podría pasar es que te correspondiera, y eso es algo que tú de hecho, no piensas ni remotamente que pueda pasar. dijo sincero, siendo conocedor total del amor que aquel le profesaba al más alto.

 

…Está bien, lo haré. Sí, ¿qué más da? El modelo se revolvió el cabello y después de tomar otra copa y pedirle suerte a su pelinegro amigo, se puso de pie y fue con toda la intención de separar a esa pelirroja con delirio de pulpo, del moreno. O por lo menos hasta que haya hecho lo que llevaba deseando hace años y que con su partida al día siguiente, le había dado la oportunidad de llevarlo a cabo sin tener que ser rechazado totalmente.

 

En su cabeza embotada por el licor, se decía que estaba bien y que se permitiría ser egoísta por esa noche. Moría de ganas por besarlo, y eso haría sabiendo que su nerviosismo era porque era precisamente Aomine; ya que, sin duda alguna, él mismo era lo suficientemente atractivo como para poder ligarse a quien quisiera, solo que Aomine no lo quería ni quería ligárselo, he ahí el pequeño problema y razón de su tensión.

 

Llegar a la pareja no fue difícil, pues sus doradas orbes no se despegaron de ellos desde momentos antes de ponerse de pie, y bueno, sinceramente estaba que se moría de los celos al ver como esa mujer tocaba, sonreía como idiota y susurraba en el oído del peliazul quien sabe qué pendejadas. Pero más coraje le daba ver a Aomine correspondiendo a todo aquel contacto y a toda la coquetería que era palpable desde metros de distancia. Respiró hondo para cuando esos labios que estaba decidido a probar, estuvieron a escasos milímetros de tocar los pintados de la mujer, llegó y sin delicadeza alguna se interpuso entre ambos, tomando él, el lugar de la mujer frente al más alto.

 

Hoy no va a ser tu día, piérdete espetó grosero, algo que definitivamente él no era, pero que con celos corroyéndole la sangre además del alcohol, no era algo que se hubiera detenido a pensar antes de actuar.

 

No prestó atención a lo que aquella pudiera haberle reclamado, ya que su atención estaba puesta cien por ciento en el hombre en frente, quien parecía sorprendido a la vez que ligeramente divertido por su arrebato y clara grosería. Llevó ambas manos al cuello ajeno y un segundo después de pegar su cuerpo al de aquel un poco más alto, por fin lo besó. No era un contacto suave ni tímido, no había tiempo para eso. Quería un beso de verdad con Aomine Daiki y esperaba que éste le correspondiera como deseaba, algo que no estaba muy seguro de conseguir, pero que, sin embargo, no lo desalentó a mover con decisión sus labios sobre los otros y buscar una entrada con su lengua a la boca ajena.

 

Grande fue su sorpresa al no sólo sentir la boca del alto darle paso, sino aquellas grandes manos posarse en su cintura, acercándolo, pegándolo más; logrando que entre sus cuerpos no hubiera absolutamente nada de distancia. No mentiría diciendo que no se alegró, pero cuando sintió que sus piernas empezaban a flaquear como consecuencia de la ferocidad con la que Aomine le besaba, privándole del aire en su cerebro y más importante, en sus pulmones, se apartó, con la respiración hecha un lío y con su rostro sumamente rojo, tanto por su ebriedad, como por el incendio que sentía en todo su cuerpo, y que se mostraba en todas sus mejillas y orejas.

 

Yo… yo… me voy… Desviar su vista y poner sus pies en marcha hacia la salida, fue lo único que pudo hacer después de recibir el mejor auto regalo que se hubiera podido dar.

 

Salió del lugar con la intención de buscar un taxi y huir de allí a como diera lugar. Su corazón bombeando sangre a todo lo que daba y respiración todavía alterada aun cuando el oxígeno ya había vuelto a sus pulmones, no le dejaba centrarse demasiado en su intento de huida. Claro que se las arregló para divisar la puerta de salida, sin embargo, poner sus pies en el asfalto fuera del club y ser recibido por el sereno que hacía a la una y media de la mañana, lo pateó terriblemente; mareándolo al punto de terminar cayendo al suelo en todo su firme y lindo trasero. Gimió del dolor por su estupidez, no debió haber bebido tanto. Pero ni siquiera le importó las risas de quienes habían visto su penosa caída, ahora solo necesitaba ponerse de pie y salir de allí.

 

No obstante, el caminar después de levantarse no iba a ser tan fácil al darle todo vueltas, y pidió a quien quiera que estuviera allá arriba, que por favor le diera un poco de tregua. Ruegos que fueron escuchados cuando sintió una mano tomarlo de la cintura con fuerza a la vez que otra, le hacía pasar una de las propias por los hombros ajenos, terminando tomando ésta sujetada entre los dedos de la mano libre de su salvador.

 

Joder, Kise… ¿Qué rayos crees que estás haciendo? Ok, esa sospechosamente sonaba muy parecida a la voz de Aomine, pero no sabía si confiar o no en su percepción en esos momentos, por lo que ladeó su cabeza y si, efectivamente era Aomine.

 

¿Qué…? Tú… ¿Por qué…? articuló patéticamente, recibiendo un bufido por parte del contrario, quien no había dejado de caminar, casi cargándolo a cuestas. No, no era una persona decente en esos momentos, en realidad podría considerarse más un bulto, sí, eso seguro era más acertado.

 

Cállate y colabora que vamos a terminar en el piso como sigas arrastrando los jodidos pies.

 

Woo… dijiste jajaja dijiste joder por segunda vez~ pfff… Aomine paró un momento para mirarlo con una ceja en alto, y Kise rió todavía más fuerte al ver la cara que tenía—. No me mires como… ehh, como… ¿cómo se dice, Aominecchi…? Uhmmm… el gesto de concentración del rubio al estar seguramente pensando cualquier tontería, ahora provocó en el moreno un ceño fruncido; Kise borracho daba pena, mucha pena.

 

Que te call… ¡Mierda Kise, camina como debe ser! lo regañó, instantes antes de terminar ambos sobre un muy sucio y estúpidamente grande charco de agua sucia, cortesía de las lluvias de los últimos días.

 

Está fríaaa brrr… Se quejó el modelo, sintiendo el agua calarle la ropa, aunque no sabía qué tanto, su escasa lucidez no daba para tanto.

 

¡Me lleva la grandísima puta! un muy, muy malhumorado moreno fue quien se levantó primero viéndose mojado y sucio, poco menos que el rubio al tener reflejos más rápidos, pero no lo suficientes como para haber evitado que los jodidos pies de Kise se enredaran y que en su caída se lo hubiera lleva a él también—. Suficiente, te llevo y me largo. ¿Quién me manda de buen samaritano? refunfuñaba, levantándolo sin mucha delicadeza y haciéndole la parada a un taxi que por suerte pasaba y que, con todavía más suerte, se detuvo a recogerlos a pesar de la penosa imagen que tenían.

 

Llegaron al apartamento del borracho idiota y después de pelear un poco con las llaves, lograron entrar a trompicones, siendo su destino la habitación del dueño del lugar.

 

Acuéstate a dormir para que se te pase la borrachera, yo me largo de aquí Espetó dejándolo sobre la suave cama, dispuesto a ir a su propio hogar con muy mal humor, pues no solo estaba sucio y oliendo horrible -quien sabe que carajos tenía esa condenada agua- sino también, había perdido la oportunidad de pasar una excelente noche con aquella pelirroja de preciosos pechos, solamente por haber salido disparado detrás de un estúpido que le había besado tan de sorpresa y al cual pretendía pedir explicaciones, las cuales evidentemente, no consiguió ni conseguiría.

 

Pero… tengo… tengo mucho frío se quejó el de ojos dorados, y ante el castañeo de los dientes ajenos, no pudo hacerse el de la vista gorda. Suspiró tratando de encontrar algo de calma dentro de su ser y decidiendo hacer su última buena acción del día, se acercó para poder levantarlo y llevarlo al baño, donde procedió a quitarse la chaqueta, sus propios zapatos y remangarse el pantalón; procediendo inmediatamente después, a quitarle toda la ropa al rubio alcoholizado, la cual estaba casi en su totalidad mojada.

 

Trata de sostenerte en pie mientras te quito los pantalones. pidió con la paciencia que no tenía, y al ver su tarea cumplida, se irguió pensando en cómo diablos era que le iba a quitar la ropa interior.

 

Porque bueno, en ese instante, viendo a Kise desnudo a excepción de sus boxers de Calvin Clein rojos que todavía cubrían su intimidad, no pudo evitar recorrerlo con total descaro de pies a cabeza. Empezando por sus largas y firmes piernas, siguiendo por su abdomen y pecho marcados lo justo, pasando luego a los brazos ligeramente más delgados que los propios, pero con la musculatura perfecta y acorde a todo el conjunto que era Kise Ryouta; para llegar finalmente a su rostro, donde las mejillas sonrojadas y sus ojos ligeramente perdidos, además de su rubio cabello revuelto, le daban un aire inocente, pero también sexy y eso lo estaba poniendo nervioso.

 

Será una ducha rápida, solo para que el frío y el mal olor de esa condenada agua se te quiten le explicaba, mientras abría el agua y la regulaba dejándola con una temperatura agradable.

 

¿Y tú…? Uhmm… ¿no te vas a bañar, Aominecchi? murmuró el otro, estirando una mano y acariciándole la mejilla, dejando en esa piel moreno un cosquilleo de lo más agradable, además claro, de la humedad al tener éste su cuerpo ya mojado por el agua que caía.

 

¿Me estás haciendo una propuesta indecente, Kise? cuestionó con tono divertido el moreno, no tomando aquello en serio. Preocupado más en buscar el shampoo para poder lavar rápidamente el rubio cabello ajeno.

 

Y si te digo que… esto… si te digo que si… tú… ¿aceptarías? ante aquello fue imposible no dirigir la mirada a aquel que se notaba hablaba con dificultad e intentaba mantenerse erguido sosteniéndose de sus morenos hombros ocultos bajo la camisa vino tinto que llevaba puesta.

 

No juegues con eso, idiota. No es gracioso. regañó medio en burla, obligándose a retirar su mirada de esos labios rosas que eran mordidos con lo que parecía nerviosismo, por los blancos y perfectos dientes de quien en ese instante consideraba la jodida tentación en persona.

 

No… yo no juego… Esa voz sonó desanimada a la vez que resignada, por lo que dejó el tema de lado y se dedicó a lavarle el cabello, pidiéndole que cerrara los ojos para que no se le fueran a irritar. Luego tomó el jabón y pensando en enjabonar el cuerpo en frente lo más rápido que fuera posible, colocó sus manos en la nívea piel, sintiendo por primera vez su textura y temperatura, algo que a su sentido del tacto le gustó, ¡diablos sí que le había gustado! Pero se obligaba a mantener pensamientos ajenos a lo que debía ser una ducha, a miles de metros, lo que por cierto, le estaba costando demasiado.

 

Ya casi está, date la vuelta. Casi ordenó, teniendo casi al instante la retaguardia de Kise ahora en todo su esplendor hacia su dirección, tal cual como lo había pedido y… ¡jodida mierda! casi gruñó en excitación al ver ese perfecto trasero apretado y traslucido bajo el rojo de la tela esa costosa. Se mordió el labio inferior y mientras movía su mano por la espalda ajena, se preguntaba si estaría mal mandarlo todo al carajo y hacer lo que su cuerpo le estaba pidiendo. El modelo era demasiada tentación, estaba llevándolo al límite de su cordura y lo peor de todo era que él solito se había metido en ese embrollo, del que no sabía si estar agradecido o no.

 

Aominecchi… más el llamado de su nombre, le hizo elevar su rostro y notar que Kise le hablaba por sobre su propio hombro—. Me… ¿me dejarías besarte una última vez? pidió el rubio sin saber éste de dónde había sacado el coraje para que de sus labios saliera dicha petición, si tenía en cuenta que le tomó dos semanas convencerse de robarle un beso a quien ahora le bañaba.

 

Por otro lado, el moreno se dijo que era suficiente y que no, que definitivamente ya no podía más, simplemente él no era alguien paciente y tampoco era lo que se podría llamar una buena persona, por lo que botar a cualquier parte el jabón que sostenía en su mano, adentrarse por completo a la ducha terminando de empapar lo poco que no estaba mojado ya de su ropa, y dejar su raciocinio en el olvido, hizo lo que había deseado en todos los minutos siguientes a que Kise lo besara en aquel club: repetir tan caliente beso.

 

De un rápido movimiento volteó a Kise para dejarlo de frente a él y sin tacto alguno lo empotró contra los fríos azulejos de la bañera, obteniendo un gemido que acalló con sus propios labios, reclamando los ajenos, suaves y húmedos para sí. Tomó entre sus manos las caderas ajenas y pegó las propias contra éstas en un acto desenfrenado y ansioso por sentir más cerca a aquel que sin pretenderlo en verdad, lo seducía con total contundencia.

 

Pensó en determinado momento que sus acciones eran demasiado bruscas y que aquel a quien le comía la boca se apartaría, pero todo lo contrario a sus creencias sucedió, pues el chico frente a él aun en su estado, se aferró con ambas manos a su corto cabello y con jalones que no eran para nada suaves, correspondía con ahínco y deseo desenfrenado a la batalla que entre sus bocas se desató en medio de aquel baño cubierto en vapor e inmenso calor.

 

Mierda… jadeó Aomine rompiendo levemente el beso, con todo el vello de su cuerpo erizado, y no precisamente porque en ese reducido espacio estuviera haciendo frío. Nada más lejos de la realidad. Todo su cuerpo hervía no solo de calor, también de deseo y anhelo. Vibraba consecuencia de las abrumadoras sensaciones que aquel rubio, aquel que era su amigo, aquel que llevaba gustándole desde hace tanto pero que, por diferentes razones, no había hecho nada para provocar un acercamiento del tipo que sostenían en ese momento.

 

Sus manos vagaron por todo el sensual, caliente y húmedo cuerpo que sostenía contra la pared, ansiando abarcar todavía más, acariciar todavía más, marcar todavía más. Por lo que, cuando éstas llegaron al trasero ajeno, no escatimó fuerza alguna en tomar ambas nalgas entre sus palmas y amasarlas con afán, con codicia y ganas desmedidas. Kise gimió ante sus acciones y curveó su espalda dejando frente a su boca la piel de su cuello, que el moreno no tardó en saborear sin restricción alguna.

 

El rubio por su parte, sintiendo también la ansiedad y el deseo inyectado en todo su torrente sanguíneo, movió su pelvis contra la ajena buscando un roce que su inhiesto pene necesitaba con urgencia; al tiempo que con torpeza intentaba retirar la prenda superior del que ahora le gruñía y hundía sus dígitos en sus caderas, para frotarse también en un claro movimiento de embestida, una y otra y otra vez.

 

Todo acto en esa ducha era un descontrol total, la caída del agua era opacada por la sinfonía de jadeos, gemido y gruñidos que sus bocas en guerra proferían sin pudor. Aomine ya con su torso a la vista y con la bragueta de su pantalón abierta, no podía aguantar más para hacer a Kise suyo, por lo que esta vez con manos hábiles se dispuso a bajar la molesta prenda que todavía cubría al rubio, más las palabras que éste murmuró en un jadeo quedó, lo hicieron detener, dejando de lado a la dichosa prenda, y dejando al descubierto solamente la mitad de aquel firme y blanco trasero.

 

¿Qué dijiste?

 

Te quiero, Aominecchi… yo estoy… yo te amo… repitió aquel con mayor claridad, y eso fue todo lo que el peliazul necesitó para detenerse en seco. Algo por lo que debería haberse ganado un jodido premio, porque un Kise sonrojado, jadeante, mojado, tembloroso de excitación y con la mitad de su erecto pene asomándose por entre la ropa interior, era una clara invitación al paraíso, o al infierno, lo que fuera estaba bien y estaría dichoso de caer.

 

Pero aquellas palabras lo habían hecho entrar en razón y caer en cuenta de algo que para él no era de gran importancia -o de eso quería convencerse- pero que para el rubio seguro sí. Si tenía relaciones con aquel así, estando ebrio y no consciente de lo que en verdad hacía y seguramente sin tener conciencia de lo que había declarado; seguro no se lo iba a pensar y no lo perdonaría por nada del mundo. Y bueno, así lo negara, todo aquello, desde el beso robado en el club, hasta todo ese desenfreno de hace poco, lo había puesto a pensar y a replantearse unas cuantas cosas, como, por ejemplo: ¿Desde cuándo Kise estaba enamorado de él? Es más, ¿aquello era cierto o era algo que había dicho por el calor del momento y por su ebriedad? No, Kise no hablaría por hablar y siendo sincero consigo mismo, debería estar más que convencido en que aquellas palabras eran ciertas, dado que un ebrio Kise era alguien sin filtro que tendía a írsele la lengua pero siempre con la verdad.

 

Al final, con varias cosas en mente y sin mediar palabra alguna, terminó de ducharlo. Lo secó y vistió, dejándolo por último en su cama arropado y totalmente dormido, pero con lo que amenazaban ser lágrimas en la comisura de sus bonitos ojos.

 

Tomó para sí algo de ropa prestada ya que la propia estaba totalmente mojada, escurriendo. Se vistió y dando un último vistazo a quien dormía, salió de allí con la intención de ir al otro día a aclarar un par de cosas.

~Fin Flash Back~

 

Cuatro días ya habían pasado y Kise agradecía muchísimo el hecho de vivir solo, dado que, sin ese factor, su campaña autoimpuesta de hibernación no estaría funcionando tan bien como lo estaba haciendo.

 

Claro que, si había que ser sinceros, el éxito de su aislamiento en su apartamento, se debía en gran parte a su obstinación en no querer abrir la puerta que varias, más veces de las que le hubiera gustado, habían estado tocando en su búsqueda; además de tampoco contestar a su celular, teniendo como clara excepción si llegaba a ser una llamada de su representante con nuevas noticias sobre su vuelo.

 

Algo que no había pasado.

 

Takao y para su sorpresa, Aomine, eran quien más le llamaban, por lo menos los primeros dos días, ya que los siguientes, había recibido llamadas de Akashi, de Midorima, seguro por coacción de Takao, hasta de su madre, a quien sí le contestó, por supuesto. Pero las llamadas eran una cosa, otra diferente era cuando lo iban a buscar, algo ante lo que, en verdad no sabía cómo actuar. Aomine fue el día anterior y el anterior a ese, golpeando a su puerta buscando que le abriera sin ninguna delicadeza -aunque no es como si alguna vez la hubiera tenido- pero no obteniendo nada, porque no, él definitivamente no se iba a levantar a dejarlo pasar, eso sería como cavar su propia tumba. Sencillamente se encogía al otro lado de la puerta, imaginándose una y mil cosas por las que éste le estuviera buscando, sin embargo, todas éstas con un fin bien claro para él: mentarle la madre por haberlo besado y, rechazarlo.

 

Los primeros tres días no se había ni siquiera parado a arreglarse ni asearse, solamente metido en su estupidez y pensamientos depresivos, no tenía ganas de absolutamente nada, más que para ir al baño y picar cualquier cosa. Pero ese cuarto día sí que había hecho un gran esfuerzo por levantarse a comer más decentemente y asearse, porque de verdad estaba oliendo asqueroso. Entonces, al momento de mirarse en el espejo después de una muy larga y necesaria ducha, sus ojos se abrieron como platos porque sólo hasta ese momento se percató de las unas marcas que tenía sobre su piel. Unas más notables que otras que al parecer empezaban ya a desaparecer, pero marcas, al fin y al cabo.

 

—¿Qué carajos significa todo esto? —su mano derecha viajó a su boca para ahogar los patéticos griticos que daba cada que se movía frente al espejo de cuerpo completo para poder observar su cuerpo desde diferentes ángulos. Descubrir que tenía rastros de marcas en su cuello, caderas, clavículas, pecho y hasta ligeras marcas de dedos en su trasero, no fue algo que le sentara bien, de hecho, después de haber pasado por todas las tonalidades de rojo, luego por el purpura y llegando finalmente a un azul al haber dejado casi de respirar; toda una gama de situaciones le atacaron sin darle tregua alguna, terminando siempre con él mismo y Aomine Daiki como protagonistas.

 

Necesitaba recordar, pero ya, en serio, no podía ser posible que aquella noche no solamente le hubiera robado algo más que un beso al moreno ¿cierto? Pero entonces ¿de dónde habían salido todas esas marcas? Porque había que ser muy ingenuo como para no darse cuenta que éstas fueron hechas en medio de algún acto sexual. No obstante, pensando en ello, hizo memoria y estuvo seguro de que su cadera no había amanecido doliendo la mañana siguiente, lo que dejaba en claro que sí había habido contacto íntimo, pero no hasta el final… O no por lo menos con él recibiendo.

 

Estaba hecho un lío y por un instante se preguntó si había llegado realmente tan lejos con su amigo peliazul. Cuestión que descartaba al instante siguiente, pensando que quizá se había encontrado con alguien más esa noche y que quizá al estar tan borracho se había liado con éste.

 

—No, eso sería el colmo —descartó, sentado con las piernas cruzadas en medio de su cómoda cama, mientras comía algo de helado. Estaba en una crisis existencial y se había dado el permiso de descuidar su dieta un poco.

 

La noche llegó más rápido de lo que había pensado y lo único que logró sacarlo de su ensimismamiento, fue el sonido de una llamada entrante de su celular, lo que por poco y lo hace terminar patas arriba en el suelo de su habitación, debido al susto que el condenado aparato le provocó.

 

Lo tomó estando listo para colgar la llamada al pensar que era quizá otra vez alguno de los de siempre, más grande fue su sorpresa al ver allí el tan ansiado nombre de su representante.

 

Se iba, lo presentía y sencillamente no podía estar más feliz.

.

.

.

Ese día Kise se había levantado temprano porque ya había pasado un mes de haberse ido a Francia, la mañana siguiente de recibir la llamada de su representante.

 

Ese día era la tan esperada boda de sus amigos: Kuroko Tetsuya y Kagami Taiga. 

 

Era impensable el no asistir a dicha unión, por lo que todo en su agenda estaba arreglado para tener dos días libres, dos días en los cuales pasaría con sus amigos en su país natal. Y… estaba nervioso, mucho; volvería a ver después de dos meses a su moreno amor platónico y sinceramente no sabía que esperar del encuentro, de hecho, no sabía si es que en efecto, debía esperar algo. Ya habían pasado dos meses después de todo y lo más probable era que el más alto ya hubiera dejado atrás lo sucedido, algo que él mismo después de recordar paulatinamente, no podría borrar de su mente.

 

—Wahh… —se quejó, apretando en un puño la tela de su camisa sobre su estómago—. Eres increíble, Ryouta.

 

Y no, no lo decía como un alago, ni mucho menos. Era todo lo contrario, porque no podía creer que después de tantos días desde que recordó, todavía sintiera avispas en sus entrañas y sus mejillas colorearse ante las imágenes que su mente reproducía. Y como si fuera poco con todas las acciones hechas aquella noche, estaba también su boca, esa que no pudo mantenerse cerrada y arruinó con su confesión lo que en efecto, fue su única oportunidad por sentir lo que sería estar entre las manos de Aomine Daiki.

 

Respiró hondo y con un perfecto e inmaculado traje hecho a la medida de color negro, se adentró a paso lento en la iglesia y caminó a paso seguro hasta adelante, donde evidentemente estarían sus amigos y como no, su lugar en las primeras bancas para la ceremonia.

 

Saludó con su usual energía a todos los allí presentes, demorándose un poco más en el abrazo dado al pequeño peliceleste, el cual se veía sumamente adorable enfundado en ese traje blanco. A Kagami lo tendría que saludar cuando la ceremonia ya se hubiera acabado, ya que éste no entraría al lugar sino hasta cuando la marcha nupcial se dejara escuchar instantes antes de comenzar la celebración.

 

Takao fue alguien con quien también se demoró un poco con el saludo y solamente hasta que, minutos después, cuando la marcha nupcial se escuchó, además de la voz de Midorima mandándolos a comportarse, no fue posible que tomara asiento presto a colocar toda su atención en el altar y las tres personas allí, incluyendo el sacerdote.

 

Sin embargo, no pudo obviar el hecho de que allí faltaba alguien. Y no sabía si sentirse aliviado o triste ante su ausencia.

 

Toda la misa fue realmente bonita y no pudo evitar sonreír con verdadera felicidad al ver pese a todo el tiempo pasado, como los recién casados todavía se sonrojaban -si, Kurokocchi podía sonrojarse- al momento de haberlos declarado esposos.

 

Era momento de acercarse a felicitar a los novios, pero fue algo que no pudo concretar al verse interceptado por un Aomine que simplemente parecía una aparición porque ¡¿dónde había estado en toda esa hora y media?! ¡Él no lo había visto!

 

—Tú y yo tenemos que hablar. —ordenó, no dándole opción alguna a negarse cuando su muñeca derecha fue apresada en la grande mano morena, para ser casi arrastrado al final de la iglesia y ser empujado contra una de las columnas de dicho lugar.

 

—¿Qué crees que estás haciendo, Aominecchi? —No estaba seguro del porqué de ese arrebato, pero estaba a pocos segundos en verdad, de entrar en pánico.

 

—Eres un cobarde, Kise. —afirmó éste, mirándolo a los ojos con firmeza y con su cuerpo invadiendo claramente su espacio personal.

 

—¿Q… qué? ¿Po-

 

—Cállate, rubio. Solamente cállate. —bufó—. Tengo unas cuantas cosas que decirte justo ahora, pero… joder, primero lo primero.

 

 No hubo ninguna palabra más, ni siquiera un par de segundos pudieron pasar para que aquel moreno arremetiera contra sus labios con algo de ansiedad y brusquedad. Kise no reaccionó en un primero momento, porque sencillamente eso lo había cogido totalmente desprevenido. Pero al cabo de unos segundos, los labios sobre los suyos tornaron el contacto entre sus labios en algo lento, agradable, delicado… pero húmedo. Contacto que ésta vez ya despierto de su shock y sabiendo que era real, correspondió no sin algo de timidez y nerviosismo.

 

Las manos del más alto se deslizaron por su cintura y se quedaron estancadas en su espalda baja, no apresándolo, no aprisionándolo… simplemente se quedaron allí, sosteniéndolo con la misma suavidad con que se estaban besando. Así que incentivado por ello, las manos de Kise fueron a parar a la nuca ajena, también, sólo sosteniéndose ligeramente de allí, intentando disfrutar por completo de lo que a su ver era algo impensable, pero real, muy real.

 

Sin embargo, el beso no duró demasiado y el modelo terminó despertando de su ensoñación al sentir su labio inferior ser mordido, lo que le robó un corto quejido.

 

—¿Por qué me muerdes? Es más, ¿Qué… qué significa todo es…

 

—En serio, Kise. ¿No te haces una idea? —Está bien, al parecer Aomine no estaba por la labor de dejarlo hablar y pedirle explicaciones ante lo que pasaba.

 

—N… no, yo de verdad no sé qu…

 

—Me ignoraste, Kise. Te escondiste de mí y te largaste como si nada hubiera pasado después de haberme robado un beso, lo que por cierto, me dañó el polvo de esa noche, —Kise no pudo evitar fruncir el ceño ante tal afirmación al recordar a la pelirroja aquella, y a punto estuvo de alejar a aquel de su cuerpo de un certero empujón, pero como si el otro hubiera predicho sus intenciones, aferró el agarre en su espalda baja, acercándolo completamente al otro cuerpo, esta vez sí, haciéndolo una clase de prisionero de esos fuertes y musculados brazos.

 

—Perdóname por haberte dañanghh.

 

—Que te calles, que el que está enojado aquí soy yo. —Aomine lo calló de un beso, tan solo presionando ambos labios.

 

—Pero…

 

—Te fuiste después de que te cuidé la borrachera, por lo que estoy esperando tu agradecimiento, —interrumpió de nueva cuenta el moreno, quien sonrió de lado apenas dicho aquello—. Pero lo más importante es: te largaste después de haberme confesado que estabas enamorado de mí. Algo que te juro me llegué a creer, pero que está claro era una total mentira. —afirmó éste, tornando su expresión en una bastante seria, justo antes de volver a sonreír con aparente desinterés, al tiempo que se alejaba y ponía distancia entre ambos.

 

—Eso… — Kise estaba ahora sí en pánico, de hecho, lo estaba desde el momento en el que su amigo rompió todo contacto con él. Además, estaba en un muy gran problema, porque no sabía cómo interpretar el reclamo de Aomine.

 

—Eso era todo. Ya cobré y ahora estamos a mano. —El moreno declaró señalándose los labios, dando a entender que hablaba del beso que le había robado hace dos meses—. Y como ya lo hice, me voy a darles mis felicitaciones a los novios. Un gusto volver a verte, Kise.

 

Si Kise tenía que ser fiel a la verdad y decir qué era lo que estaba sintiendo al ver al moreno alejarse de él, no sabría qué contestaría. Porque primero, su cuerpo se quedó rígido completamente y sintió su pecho encogerse ante la idea de ver sus sentimientos tomados como algo falso ¡que llevaba años de verdad enamorado de ese estúpido!

 

No culpaba a Aomine por pensar eso tampoco, después de todo su actuar fue bastante infantil, pero… estaba asustado y esa era la excusa perfecta para haber actuado como lo hizo ¿no?

 

No obstante, pensar que Aomine esperó dos meses para recriminarle aquello y que además, lo había besado tan dulcemente como lo había hecho; sin ninguna intención más que vengarse, cobrarle, le parecía algo ilógico y se aferró a una pequeña esperanza que acababa de aparecer en su cabeza. Y si quizá había algo más detrás de aquella acción… y si…

 

—No mentí, Aominecchi. —caminar la distancia que los separaba y aferrar ahora él la muñeca aiena no le tomó más de unos segundos.

 

—¿Ah, no? ¿Entonces es cierto?

 

—Lo es. —sinceridad era lo que la voz del rubio destilaba—. Yo… desde hace mucho… he estado enamorado de ti. —declaró con sus irises doradas clavadas en la espalda ajena.

 

—¿Y no pudiste encontrar una mejor manera de decírmelo? —bufó aquel dándole la cara a su interlocutor, no sin cierto toque de diversión en la voz.

 

—No es como si hubiera pensado en realidad decirlo. Fue la bebida que me hizo… pues… esa no era lo que había tenido que pasar. —divagó el de ojos dorados.

 

—¿Entonces qué era lo que según tú había tenido que pasar?

 

—Yo… pues… solamente el beso, solo eso. —En esas alturas Kise definitivamente quería que se lo tragara la tierra, pero se mantenía firme ante esa rara conversación. Bueno, más o menos.

 

—A ver si entendí, te embriagas de tal manera que no podrías acordarte ni de tu nombre, me robas un beso en la mitad de todo un jodido club como si estuvieras marcando tu territorio y me dañas el polvo de la noche… —al parecer Aomine no podía dejar de lado ese hecho, algo que estaba fastidiando al rubio en verdad—. Solamente para esconderte evadiendo las consecuencias de tus acciones, para por último, largarte unos días después y hacer como que nada pasó. ¿Es así o me olvidé de algo?

 

—No, no era así exactamente. —Kise se sentía irritado y avergonzado a partes iguales, por lo que simplemente soltó la muñeca ajena, se cruzó de brazos y desvió la mirada de la inquisitiva azul—. Era algo que llevaba queriendo hacer desde hace mucho tiempo ¿está bien? Y bueno, Takaocchi me dijo que no pasaría nada si llegaba y te besaba casualmente. No creía que te lo tomaras en serio y por si algún caso de que llegaras a reclamarme, podía poner como excusa que estaba borracho y no sabía lo que hacía, fue… fue… ¡Argh!

 

—Pues al parecer no tomaron en cuenta que yo de hecho sí le hubiera tomado importancia. —Aomine parecía divertido.

 

—¡Pero es que no debía importarte! ¡¿Acaso algo está mal contigo?! —Kise alzó la voz producto de su vergüenza e ignorancia al no saber el porqué de esa absurda situación. Lo que provocó que varios, muchos pares de ojos en medio de la algarabía de las felicitaciones, se posaran en él; algo que fue el acabose para su dignidad, puesto que más rojo no se pudo haber puesto.

 

Disculparse torpemente ante los presentes y darse la vuelta saliendo de la iglesia, molesto, avergonzado y con ganas de golpear a quien le hizo hacer semejante escena -algo que no podía hacer si no quería llamar todavía más la atención- fue algo que hizo casi en automático.

 

—Seguramente lo que está mal conmigo es que me gustas desde hace tiempo también y que  tu ataque de esa noche de hecho, me encantó. —Las palabras del moreno lograron detener a Kise ya fuera del lugar

 

Estás mintiendo, pensó el rubio al tiempo que se daba la vuelta para poder verle cara a cara.

 

—¿Qué?

 

—No me digas que te volviste sordo, Kise. Creo que escuchaste muy bien y no lo voy a repetir, así que ¿qué me dices?

 

—¿Qué te digo de qué? —el rubio definitivamente estaba perdido.

 

El peliazul bufó y decidido a hacer algo que tal vez el modelo entendiera mejor, se acercó de rápidas zancadas, lo tomó de la cintura con sus manos y lo besó.

 

Ok, eso Kise sí lo había entendido, más o menos.

 

—Tú me quieres y a mí me gustas, así que creo que no hay nada más que hablar.

 

—No, ¿qué?... Eso no…

 

—Tsk, ¿Acaso no quieres ser mi novio? —Aomine estaba perdiendo la paciencia.

 

—No, ¡digo si!  Por supuesto, pero no… no es tan fácil y no… no es justo.

 

—No le veo el problema. —se alzó de hombros el alto.

 

—No, sí le veo el problema, Aominecchi. —Kise intentó alejarse, pero los brazos ajenos no lo dejaron, así que se resignó y continuó—. Yo estoy, ya sabes… enamorado de ti y yo simplemente te gusto. No es para nada —suspiró—, no es para nada justo. Yo quiero que me quieras, yo quiero que me ames…

 

—Ya veo… y que tal si me pides matrimonio quizá lo consigas, digo, estamos frente a una iglesia, no estaría mal.

 

—¿Qué? ¡No! ¡Aominecchi, estoy hablando en serio!

 

—Yo también. ¡Hey!, quieto, quieto… Ya, ya está bien, ¡cálmate, joder! —el alto tuvo que apresar con más fuerza el cuerpo ajeno porque de no hacerlo, con el vivaz intento del otro en querer alejarse, seguro lo lograría a la larga. —Era broma, era broma… No sólo me gustas, Kise. Es decir, no creo que tenerte rondando casi las veinticuatro horas del día en mi cabeza durante estos dos meses y que hoy al verte, tan malditamente sexy, me hubiera excitado; sea porque solamente me atraigas.

 

—… ¿Y se supone que eso es una declaración? —Kise se cruzó de brazos y así, tan adulto como era, hizo un puchero, molesto.

 

—Eso es lo que hay, rubio. ¿Lo tomas o lo dejas?

 

—¿Qué si digo que lo dejo?

 

—Pues mala suerte para ti porque esa no es una opción.

 

—¡Pero si acabas de preguntármelo tú mismo!

 

—¿En serio? Debe ser un error.

 

—Que rayos… tú…

 

—Ya Kise, no te desgastes. Solo tienes que decirme que sí. No, mejor dame un beso como los que me diste esa noche en la ducha. —murmuró éste sobre los rosados labios ajenos, con una sonrisa prepotente.

 

—Yo… no me acuerdo. —y si, Aomine supo que sí se acordaba. El sonrojo en todo ese más que atractivo rostro, era la clara evidencia.

 

—Pues habrá que hacerte recordar entonces. —Susurró, logrando que con el movimiento de sus labios al pronunciar las palabras, éstos se rozaran con los del rubio cada vez—. Y ya de paso terminamos lo que comenzamos, porque Kise, me dejaste con un dolor de huevos que de verdad no te imaginas. Me lo debes.

 

—Eres… eres un bruto, Aominecchi… Tú… ¿no te da vergüenza?

 

—Hablas demasiado, me haces replantearme si debería mejor emborracharte. —bromeó el alto, un segundo antes de unir ambas bocas en un beso para nada casto ni tranquilo. Su intención era exactamente la que había pedido antes, obtener un beso duro, lujurioso, húmedo y hasta sucio; algo que jodidamente recibió, ahí, frente a la casa de Dios.

 

El día de la boda de Kagami Taiga y Kuroko Tetsuya, rubio y moreno se declararon su amor, o algo así.

 

Asistieron a la recepción que venía después de la ceremonia y si uno estaba que no podía de la felicidad al ver que su amor unilateral había terminado; el otro no podía estar más satisfecho por haber comenzado lo que nunca había pensado tener, una relación seria, algo que de verdad deseaba formar con Kise. Si lo lograban o no, era algo que sólo se vería con el tiempo.

 

Había muchas cosas que aclarar y asuntos que resolver, por supuesto; pero eso ya lo verían después.

 

A veces simplemente atreverse, es la solución.

 

Notas finales:

Si llegaron hasta aquí, muchas gracias d84;

Espero que los haya entretenido así sea un poco, aun cuando mi intento de humor no saliera tan bien ewe No puedo escribir humor, es muy difícil xDU

Gracias de antemano a quienes se animen a dejarme su opinión d84; y por último, ¡¡Muchas Felicidades en tu cumpleaños, Kise papasito!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).