Los retratos en mi alcoba tienen una explicación, aun si tengo 80 años, siguen siendo lo más valioso, tienen una hermosa historia detrás.
Ahah… las gotas de lluvia suelen caer a menudo en esta época del año, es la temporada más deprimente de todos los meses… eso creí hasta aquel día…
Fue un 18 de junio, de un año cualquiera… uno que esperaba pasara como cualquier otro día, regresaba de mi viaje a Kyoto, esperanzado en volver a tiempo para ver una pequeña obra de sombras, el carruaje en el que íbamos, avanzaba con gran velocidad, recuerdo aquellos caballos azabaches, hermosos y delicados al galopar, todo con elegancia.
Yo era conocido por ser un samurái de la época, de lo más famoso por mis hazañas, no había resistencia que se me opusiera o se atreviera a hacerme frente, incluso las mujeres solían decir que no eran lo suficientemente dignas de pasar la noche conmigo, a pesar de que lo intentamos tantas veces, ninguna logró satisfacerme y mis subordinados, a escondidas las asesinaban por fallar en la misión, pues en mi grupo, las derrotas no son permitidas.
Las antorchas que rodeaban el carruaje cayeron, alguien me golpeó por la espalda cuando me asomaba para ver que habían matado a mi cochero, tristemente vi la sangre de su cuerpo rodear aquella pintura blanca en la madera.
Los caballos se soltaron y perdimos el control, mientras la carrosa se movía, fuimos a dar a un barranco, por supuesto, aquellos que osaron atacarme, murieron, no tuve que hacer nada, el impacto en la caída y entre ellos se atravesaron, aunque yo… quedé en mal estado, me miré antes de quedar inconsciente, un desastre, y en este lugar, muchos podrán matarme si me encuentran, pedir una recompensa o venderme para pagar por sus fracasos, nadie va a encontrarme.
Siento el calor de un cuerpo, supongo que siempre si moriré en manos enemigas, abro los ojos y veo borroso, aunque puedo notarlo, la yukata que uso, se ha desgarrado, era nueva, la tela negra fue hecha a mano… que desperdicio.
-¿Estas despierto?-
Alguien me habla, se acerca con los pies descalzos y llenos de lodo, su ropa parece mojada, lo veo sólo en sus pies, escucho como una katana sale de su funda y me pongo nervioso, con intenciones de alejarme… aun no voy a morir.
-¿Qué es esto? ¿Para qué sirve? ¿Es para comer?-
-¿Eh?...-
-¿Esto estaba a su lado? ¿De qué sirve esta rama?-
-No es una rama, es una Katana-
-¿Ka…Kata…Katana…?-
-Hahahahahaha ¡No puedo creer que no lo sepas!-
Lo miro, ahora soy capaz de verlo nítidamente, es un joven como de mi edad, con ojos y cabellos largos negros, su ropa esta desgarrada, parece vieja, y que nunca se cambia, además de ese terrible aroma, supongo que no se ha bañado en el último mes…
-¡No es de risa!-
-Oh… lo siento, no te enfades-
-¿Enfadarme?-
-¿Qué? ¿Has vivido sólo toda tu vida o qué?-
-Si… no entiendo mucho de lo que dice-
-¿De verdad?-
-Ya le dije que si-
-Entiendo, siendo así, dime… ¿Cómo regreso a Kyoto?-
-¿Kyoto? ¿Eso cómo se caza?-
Me levanté algo molesto, y al verlo directamente, su piel era tersa y deliciosa, apetecible, pero no se me antoja si está sucio, por eso mismo, le pregunté
-¿Hay agua limpia por aquí?-
-Solo la del rio… está fría…-
-Bueno, vamos-
Nos acercamos y lo arrojé al agua, se sacudió como perro y tembló con inocencia, me causó tanta gracia verlo nadar así que me carcajeé frente a él hasta casi doblarme de pies a cabeza, después de “bañarlo” volvimos a la cabaña aquella en la que me recostó en el suelo, al menos, ese lugar si estaba limpio, curiosamente.
-¿Qué es lo que tengo en la cabeza?-
-Te cubrí la herida con plantas medicinales y algunas hojas de hierbas largas…-
-Gracias por eso…-
-¿Gracias?-
Me tomó por sorpresa que se acercara y me lamiera la cara como un perro… demasiado extraño, pero no es desagradable.
-¿Qué podemos hacer ahora? Tengo que volver a la guerra…-
-¿Guerra?-
-Olvida esa palabra, tienes una cabeza limpia-
-Si…-
-Eres muy manso-
-Sólo porque me llama la atención que usted es el único que se parece a mí-
-Yo no soy un perro, soy un humano-
-¿Humano?-
Ahora que lo pienso, corre como perro, camina como perro, nada como perro, se sacude como perro… ¿ha vivido pensando que es un perro?
-¿Te sientes un perro?-
-No… yo soy un lobo-
-¿Lobo? ¡Hahahahahaha!-
El de cabellos negros se acercó a él y este le atrapó entre sus brazos, a pesar de que uno de los dos llevó una vida salvaje, el otro había pasado por duros entrenamientos, siendo entonces, derrotado y tumbado en el suelo, con el otro encima.
-¿Qué me hace?-
-Creo que te verás mejor con el cabello corto-
Al cortarle el pelo, el otro aulló con dolor, y al terminar de cortarle el pelo, lo acercó a su cuerpo para verlo más de cerca, recibió una mordida en el cuello a cambio del corte.
-¿Por qué ha hecho eso?-
-Lo suponía, te vez mejor así-
-Yo… Yo…-
-¿Cuál es tu nombre?-
-S… S…-
-Eso no es un nombre…-
-Es lo que tengo en mi collar…-
-Entonces, Sanada Shumpei, suena a un buen nombre-
-¿Sanada? ¿Shumpei?-
-Mucho gusto, yo soy Miyuki Kazuya-
Lo hice seguirme con mucha ilusión, para después llegar a Kyoto juntos, lo llevé conmigo porque jamás podría separarme de él.
-¿Vienes conmigo o te quedarás solo?-
-Voy contigo-
Caminamos juntos, al entrar, se burlaron de él y corté algunas cabezas por eso, además de que él mordió a quien trató de lastimarme, incluso nos dormimos juntos, se recostó sobre mis pies, pesaba demasiado, pero no se quitaba.
Pasaron tres años y el siguió a mi lado, cuidándome, no había querido tocarlo porque no sabía si me perdonaría por aquello, y esa noche, me fue inevitable, sentí como se retorcía de frio y lo acerqué a mí.
-Sanada, sabes… hay una necesidad que todos tenemos-
-¿Comer?-
-No…-
-¿Dormir?-
-Tampoco-
-¿Ir al baño? ¿Dormir?-
-Nada de eso-
-¿Qué es Miyuki?-
-¿Quieres aprender?-
-Sí, sí quiero…-
Me le acerqué para enseñarle, al principio sentí su miedo, sólo que se calmó segundos después y se dejó llevar, sobre todo cuando le puse la mano encima.
-No temas, no dolerá-
-¿Seguro?-
-Completamente-
Sí, esa noche lo tomé por primera vez, desde que lo besé, lo mordí, desde sus cabellos hasta sus pies, sentía la necesidad de hacerlo mío, fue la primera vez de muchas.
(1 año después)
-Sanada…-
-¿Quieres hacerlo otra vez?-
-¿Qué pasa? ¿Te molesta?-
-No, pero no me vengas con eso de que lo necesitas-
-Claro que lo necesito-
-Mira que no tienes límites-
Lo acosté sobre el piso y le desprendí aquella ropa que no me dejaba ver su formado y torneado cuerpo, como siempre, terminaba rompiéndola, lo besaba, lo mordía, escuchaba aquella voz que me excitaba más.
-Ahhh… Kazuya… ahhh… aaaaaahhh… más…-
-¿Yo soy el que no se satisface?-
-Sólo hazlo y ya-
Suponía que permaneceríamos juntos por más tiempo.
Por eso, están los retratos que tengo colgados en la pared, donde sólo aparecemos él y yo, hasta me retiré de eso de las guerras y espadas, quizá parece que nuestra historia fue muy tranquila, en realidad, padecimos mucho, en aquel entonces, nuestra relación era impensable, así que volvimos a donde lo saqué, aunque tuvimos una vida digna, juntos, porque jamás, podría abandonar a mi amado lobito.
Una noche más llega, y seguimos juntos, de manos entrelazadas, amándonos.
-Kazuya, te amo-
-Yo igual Shumpei-
-Te amé desde que te vi dormido y herido en aquel lugar, por eso te cuidé-
-Y yo, desde que desperté-
-Mmmm, eres lento-
-Hahahaha… sí, mucho-
Sonríe amablemente.
-Por cierto-
-¿Qué?-
-Feliz cumpleaños-