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Era el olor a muerte por shinobu_k

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Notas del capitulo: ¡Buenas! Sorry, tendría que haber subido hace mucho la conti de No quiero, pero sabeis que entre los exámenes y que posiblemente tenga que comprar una placa base nueva, no tengo ni ganas ni ánimos para escribir. Esta noche me he puesto a ello y antes de ponerme con el trio XD he escuchado una canción de la BSO del último anime de la saga .hack, tristíiiiiiiiisima, un encanto de canción. Es el corte 9, creo, el prota dice el nombre al final casi. En fin, me voy a ver si consigo hacer el de No quiero, si mi pc deja de obligarme a reiniciarlo porque se pilla XDD Espero que os guste este aperitivo, aunque sea super triste ^^U

Advertencias: Las advertencias están para algo, ¿eh? Es un fic corto pero fuerte e intenso. Si eres sensible, no leas XD

- Shiroki está... muerto...

Deja caer al suelo el cuchillo. Quiere seguir dormido hasta tarde, pero la luz del gran ventanal se lo impide. Languidece en su cama, y exhala posiblemente su último suspiro.

- No, señor, está delirando...
- Decidle que lo echaré de menos.
- ¡No diga eso, señorito! ¡Aguante!

Pero el líquido carmesí mancha el blanco delantal de la sirvienta, quien trata en vano levantarlo del lecho, y las lágrimas y gemidos de impotencia le duelen más a él que a la pobre chica. En el fondo siente lástima y quisiera arengarla, despertarla y pedirle perdón por hacerla sufrir una tremenda macabra pesadilla. El cabello largo se esparce por su rostro estremecido por el calor y la fiebre del golpe sufrido. Si tuviera lágrimas suficientes también lloraría por su propio adiós, pero su rostro de facciones juveniles de treinta primaveras, empapado, ya sólo puede gesticular una sonrisa de las que tanto le gustaban a Shiroki en vida, y en el paroxismo se rie sin fuerzas, y su cuerpo queda inerte tras pronunciar la palabra que conjuró ante su presencia los recuerdos que más dolían, más que la muerte propia, el amor prohibido; ¿Amor?

 


Shiroki sintió su cuerpo desvanecerse del dolor, se dobló sobre su estómago y una arcada le conmocionó. Como siempre que tenía corazonadas, aquella vez no podía ser menos. Estaba muerto. Era muy posible. Era incluso lo esperado. Pero no por ello dolía menos saberlo. Corrió por la galería infestada de gente y aterrizó en la entrada del museo, y miró alrededor como extranjero en tierra extraña, que al despertar del reparador sueño no recuerda qué hace allí, dónde está, quién es, siquiera... El móvil suena, el móvil suena, el móvil no para de sonar, pero Shiro no lo oye, no puede oír más que palabras en su cabeza, palabras y más palabras inconexas, con un sólo punto de inflexión, un sólo denominador común; venganza.

Para un taxi y le da la dirección de casa de su hermano, al que hace seis años que odia, al que hace una vida que ama, al que ha entregado lo mejor y lo peor de sí, al que ha llevado a la ruina mental tras largos años de incomprendido tabú. ¿Ha sido demasiado para él? ¿No tendría que haberlo dejado solo? Tal vez. Pero el enfermizo olor de su cuerpo lo intoxica y necesita salir a tomar el aire al menos tres horas al día.

Hiroki hace seis años que no anda por su propio pie, atado a una silla de ruedas se enfermó de propio rencor contra el mundo y declaró la casa su cárcel, en lugar de animarse a sí mismo a salir adelante enfrentando valientemente su nueva situación. Y Shiroki se encerró con él. Vino para cobrarle la mitad de la herencia de papá y mamá, cuando esta última murió, pero no pudo hacer nada para controlar el desbordante río de lava ardiente que inundaba su ser cuando sentía la presencia de su hermano cerca. Y esa precisamente fue su perdición, y la condena, y ambos acabaron envueltos en esa situación, en una situación del todo inconveniente y por demás dolorosa hasta el dolor. Y las horas se hicieron eternas en aquella habitación.

Y el cadáver ensangrentado en brazos de Bianca, la verdadera extranjera, y sus ojos rojísimos de tanto llorar, y entonces no supo qué hacer.

- Señor, señorito, señor... ¡Despierte!
- Deja de pegarle, Bianca. Está muerto. Maldito hijo de perra... Vete. Déjame solo con él.
- ¡Pero está muerto, señorito! Usted mismo lo ha dicho...
- ¡VETE!

La chica suelta el cuerpo con delicadeza, y se esparce por el aire un aroma a podredumbre que amenaza con matarlo a él también, porque, sabe a ciencia cierta la razón de su desgracia. Amar a Hiro. Muerta la desgracia, muere también la razón de su ser. Muere su corazón, muere su alma. ¿Qué queda ahora del enfermo Shiroki que era? Abalanza sus manos contra las venas marcadas del cuello pálido, y lo besa, mientras aprieta fuerte y le escuecen los ojos y caen lágrimas saladas en la mejilla del muerto.

- Lo hiciste. Siempre lo supe. Maldito hijo de perra, egoísta... Dijiste que te vengarías de mí. Dijiste que me causarías el mayor daño posible, que pagaría por haber conducido aquel coche, esa noche... Dijiste que me privarías de mi anhelo y mi razón...

Besó los labios fríos. Parecía haber una mueca de sonrisa en ellos, una última, recordándole su derrota, dando a entender que había ganado. Y en realidad, así era, ciertamente.

- Cuando yo tenía diez años, cuando me tuviste, me dijiste que me amarías por siempre. Sin embargo, te casaste con Kyoko, me dejaste, me mentiste... Y cuando volví, cuando tuvimos aquel accidente... ¿No me bastaba ya con mi culpa? ¿No me bastó con cuidarte? ¿No te bastó? No. Me recordaste constantemente mi culpabilidad. Y lo sabes. Yo era quien lo merecía. ¡Soy yo quien merecía arrebatar la vida que impedía vivir a este pobre corazón destrozado!

Apretó su mejilla contra el corazón sin vida. El torrente de dolor parecía querer inundar la habitación, amenazaba con ahogarle. Pero no podía parar. Ni de latir, ni de sentir, ni de llorar. Ni de rogar por la muerte.

- Qué triste sería... ¿Tengo que irme ya? Creía que ibas a dejarme al menos un poco más de vida... aún soy joven para morir... ¿o la muerte es sólo un descanso, no una despedida triste y llorosa?

Levanta las palmas de las manos al aire, manchadas de sangre, y cierra los ojos, sintiendo el olor del pecado, que a veces creía oler en el aire cuando manchaba sus sábanas mientras follaban... No. Era el olor de la muerte, que gentilmente le tentaba y le devoraba mentalmente, destrozando sus débiles deseos de rechazarla...

Supo al instante la pregunta que habría formulado su hermano. Lo conocía tan bien, lo había dicho tantas veces... Lo sabía. Sonrió. Beso de nuevos los labios entreabiertos, cortados por el último y marchito suspiro.

- Puede que no sea el mejor, pero sí que es amor...

Los ojos volvían a escocer. Recordó una canción tristísima que había oído hacía poco: Hakua Byoutou y pensó que esa canción encajaba con el patetismo y el dolor de la situación. Los ojos se nublaron, se abrazó a su hermano.

- Cuánto amor tenías para darme... Cuánto amor me has rechazado... Quiero llorar...

Ligeramente, apretó los dientes contra la lengua, notó la sangre sin regar, sin fluir, perdió la consciencia, empezó a sumergirse de nuevo en el sueño que deseaba encontrar junto a Hiro... Estuviera donde estuviera.

No fue el mejor, ni tal vez bueno, o sano, pero fue amor. 

 

 

 


~FIN~

 

 

No sé a vosotr@s, pero a mi me ha gustado, además queda muy adecuado con la canción de marras :D
Me parece super conmovedor y a la vez super triste una relación de ese calibre, quiero decir, de ese tipo tan enfermizo... siempre me han atraido ese tipo de amores ^^

En fin, me voy a seguir con lo mio. Espero que al menos a alguien le haya gustado :D
Besitos
Shinobu.


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