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Terror en los Cárpatos por Nyx Dellamorte

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Notas del fanfic:

Este fic también lo comencé a escribir en el foro saintseiyayaoi.net, como parte de un reto que nunca terminé, pero quiero retomarlo porque significa mucho para mí.

Lo escribo porque hay tan poquito material sobre esta pareja, que me rompe el corazón.

No sé si es una historia buena, mala o aburrida, pero esta vez es un reto personal en el que busco mi propia satisfacción y nada más. Sin embargo quiero compartirla con quien desee tomarse su tiempo, para presionarme a completarla.

De antemano agradezco profundamente a cualquiera que lea más de dos párrafos... y aclaro que viene siendo un songfic por tener varios versos del material de Cradle of filth, incrustados y traducidos de manera desvergonzada... Si, esto un engendro del demonio y hablo en serio...

Notas del capitulo:

Todos los capitulos seran breves, quiza de esa manera pueda actualizar con mayor frecuencia.

 

“A través del estomago de los bosques, un negro carruaje se divisó.

Flanqueado por espinados rayos que silbaron en la tormenta

(Dorados en crestas de engendros carpatianos),

Llevando esclavos para la sodomita

Para el nacimiento

En aquella tarde cuando la posesión de la condesa fue deformada.

Una tragedia se arrastró hacia el nombre Báthory”

 

Thirteen autumns and a widow. Cradle of Filth.

 

 

I

Sísifo se dirigiría al norte de la península balcánica, con el fin de explorar parte de las antiguas regiones habitadas por los tracios en la época clásica y buscar restos arqueológicos —como tumbas de dolmen y piezas de cerámica pulimentada— que pudieran contener leyendas y mitos relacionados a la religión mistérica de los Getas atanizontes relatados por Heródoto1.

A diferencia de otros pueblos de la época, los tracios eran defensores de la creencia en la inmortalidad, rendían especial culto a los dioses telúricos y existían leyendas de pactos y ofrendas de sangre en honor al rey del inframundo.

El arquero decidió tomar una pausa en el camino y continuar la marcha después del ocaso, con el fin de disipar el calor y el cansancio bajo la sombra de un magnifico Laurel, en la cima de una colina cercana. La brisa vespertina del estío acariciaba lánguidamente sus rizos dorados.

«Ilias…» El dolor de su pérdida era muy reciente, pero hacia su mejor esfuerzo para sobrellevarlo.

Los espectros arrebataron la vida de su hermano mayor, tampoco había rastro de su sobrino Regulus, Hasgard no dejaba de culparse de lo sucedido y Aspros cada día parecía más un rival enfrascado en una competencia, que un compañero y hermano de armas.

Necesitaba aquel viaje. Tenía la imperiosa necesidad de salir al mundo que surgía más allá de las columnas dóricas de la Acrópolis de Atenas; para sobreponerse a la impotencia y el dolor, y tomar nuevos bríos para luchar por la diosa virgen y la humanidad.

El joven santo de capricornio le acompañaba en su viaje para asistirlo. Dormía recostado al pie del árbol, con la cabeza ligeramente apoyada en el hombro izquierdo de Sísifo.

El viento también jugaba con la cabellera negra del muchacho, y los rayos de sol moribundo, filtrados entre las hojas, bañaban su pálido rostro, con luces rosas y naranjas, suavizando su aspecto.

Sísifo se inclinó con mucho cuidado sobre la cercana faz del durmiente. Le reconfortó sentir su calidez y aroma. El Cid desprendía un discreto olor a flores  de cerezo. El suave perfume parecía acompañarlo a donde fuese, como una sombra… como un fantasma, abrazado a su cosmos.

Aquel viento comenzaba a soplar más fuerte. Emitía un silbido extraño, un quejido débil o distante, quizá.

—… ¡No puedo escucharte!... —susurró Sísifo—. ¿Quieres decirme algo?...

Todavía le resultaba difícil interpretar aquellos murmullos.

 — ¿uh?...

La voz del griego impulsó al español a retornar a la realidad, pero el mayor colocó una mano sobre la frente del chico y le condujo aún más cerca de si, acariciándole el pelo con ternura, para volver a adormecerle.

Lo despertaría después, quería que durmiera un poco más. Su misión apenas comenzaba y tenían un largo camino por delante.

Apartó con delicadeza los rebeldes mechones de cabello que cubrían los ojos cerrados. Las orbitas de Cid se movían con bastante rapidez bajo los parpados traslucidos. Sísifo dedujo que el español se había  extraviado en alguna escena onírica…

 

1. Para saber más de las costumbres tracias véase “los nueve libros de la historia” de Heródoto de Halicarnaso. Libro Quinto. Logo IV.

 

Notas finales:

El principio es algo edulcorado, casi diabetico jejeje, tengo que retomar varias cosas del Lost Canvas para apegarme a la linea cronica de la historia porque ya casi no me acuerdo.

Gracias por su lectura.


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