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Misery Business ~ [Oneshot] por BicthLVL100

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A las chicas dulces y tiernas les gustan los chicos malos, sonaba bien en la cabeza de un sujeto que hasta ahora había tenido todo lo que deseó gracias a su talento sobre el escenario.

De hecho, era ese detalle en su cuerpo, esa mirada fiera y aura de chico peligroso la que había conseguido que su fama y fortuna subieran como la espuma después de que su primer single fuera lanzado en la radio hacia solo un par de años. Su banda alcanzó la sima en tan poco tiempo que incluso él mismo se sorprendió de lo que un par de gestos y sonrisas podían hacer con los fans una vez que las chicas y fangirls caían rendidas a sus encantos.

Ellas quieren tocarle, ellas quieren besarle y pasar el resto de su vida a lado del chico malo de la banda, ese que viste una chaqueta de cuero negra y tiene el cuerpo tatuado de pies a cabeza… aun cuando ni siquiera saben lo que en verdad representa para él.

Un negocio, no uno agradable donde las finanzas y los compañeros de vez en cuando te invitan a salir y despejar la mente, el oficio de la farándula y la música era más del tipo miserable. Ese en el cual soportas que la gente hable pestes de ti, donde se inventan cada rumor a base de fotografías o palabras sacadas de contexto y donde tu relevancia era equivalente a las cifras que producías con tus presentaciones y ventas de canciones.

Algo que, si bien estaba más que claro para él desde que firmó aquel contrato con la disquera, no hace mucho que estaba empezando a enfurecer al joven talentoso que poco a poco fue perdiendo su amor hacia lo que le trajo al estrellato desde un principio… la música dentro de su cuerpo, la emoción que traía consigo cada nuevo concierto o firma de autógrafos.

Desapareció, no en su totalidad, pero si lo suficiente para que la personalidad dentro de ese animoso artista diera un total cambio. El soñador, el alegre y fiestero Samuel había pasado a convertirse en lo que la cultura popular de ahora denomina como un “Hijo de puta”.

Aunque siendo honestos, lo único que había quedado aun sobre su vieja personalidad era su amor por las fiestas, su mayor amor era el vodka y la buena compañía que podía tener en sus ratos libres… cada mujer que pudiese comprar, e incluso cada fan que él deseara tener en su cama. No era un problema, bastaba una simple mirada, un par de palabras y la promesa de una noche inolvidable para que cualquier mujer frente a él dijera “acepto”.

Su conciencia sabía que tenía que mantenerse a salvo, las noches con una arpía le habían traído ya más de un mal entendido, más mentiras de las que su corazón y sentido común pudieron aceptar.

Desde hacía tanto que él no podía disfrutar de los placeres básicos de la vida, el amor, por ejemplo, el respeto hacia su prójimo… hacia él mismo.

Y una mierda, ¿De qué sirve todo eso? ¿De qué te sirven todos esos recuerdos de fama y gloria? Si al final vas a terminar en el olvido como un simple objeto desechable…

Eran las palabras que se repetía cada noche antes de irse a la cama, casi siempre una que no le pertenecía, desatendida dentro de un hotel simple a mitad de la carretera a lado de una mujer que acababa de conocer hacia un par de horas.

Porque Samuel terminó odiando al mundo, a los que lo convirtieron en ese títere, en los que transformaron sus sueños en un trabajo más, en una obligación donde todos los días eres presionado para ser más relevante que el anterior.

Pero de eso trata este mundo, esto del espectáculo es muy rudo… muy crudo, algo muy cruel; Y ellos no pierden tiempo en decírtelo porque saben que no les conviene que sepas lo que van a hacer contigo.

Y así las mentiras adornarán tu currículo por meses y meses hasta que veras que en esa hoja no hay nada de ti; ya no eres tú, eres lo que ellos quieren que seas… 

Tus caprichos son solo el .4% de gastos que se harán con toda la fortuna que harás con tu talento, el otro 99,6% es desgastado en la disquera, la seguridad, tu agente… sin contar todas aquellas “amistades” que casualmente se acordaron de ti cuando empezaste a triunfar.

Entonces… ¿Por qué a las chicas dulces les gustan los chicos malos?, era una pregunta que Samuel se había hecho desde hace mucho, mucho antes de que fuera el sujeto popular de turno.

Él había sido un completo patán, en persona todos sabían que era un total desastre al que no le importaba llegar a los conciertos tarde, apestando a alcohol y negándose a dar autógrafos que no fueran marcados sobre la piel desnuda de chicas hermosas y eso era sencillo de ver, era esa la razón por la que se preguntaba a si mismo cada noche…

¿Por qué las chicas buenas se enamoran de mí?

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

En medio de la nada, después de un día extraño y varias semanas atrás llenas de ruegos y de que una vocecita estuviera acosándolo durante cada pequeño minuto de sus días; un hermano mayor se encontraba en medio de una muy singular situación, el tipo de situación que solo un chico con una hermanita con un blog de música podía tener.

− No entiendo que estoy haciendo aquí… − suspiró, después de que aquella fila hubiese sido lo único que había visto frente a él por casi una hora.

En medio de una zona, repleto de femeninas, jóvenes, lo suficiente para romper todas sus posibilidades de conseguir una cita o charla sin ser tachado como criminal. Guillermo había acompañado a su hermana más joven a un concierto, uno que empezaba un poco más tarde de lo que tenía permitido salir, la razón principal por la que estaba ahí.

− ¡Estas aquí porque eres el mejor hermano de todos! – el grito de su hermana no fue nada en comparación al escándalo que tenía a su alrededor.

Balbuceos, gritos, algunas pancartas y letreros, todo un show nuevo para el muchacho, que simplemente se resignó a recibir el amor y abrazo asfixiante de la pequeña.

− ¿A quién se supone que vamos a ver? Este no parece el estilo de ese grupo de chicos que siempre ves en tu blog… − respondió, de nuevo dando una mirada al aspecto del escenario.

Un estilo menos colorido, para nada parecido a lo que había visto antes con aquellos cinco chicos, además de que la hora era un poco más tarde de lo que normalmente se hacían las presentaciones que con anterioridad había escuchado su hermana iba asistir.

− Bueno, la verdad no es como que yo sepa mucho de esta banda, pero… ¡El cantante principal apareció en mi dash hace unos meses y no pude evitar enamorarme de él! – y de repente, el brillo en la mirada de la más pequeña fue casi cegador para el más grande. Decidida, demasiado… estaba emocionada, y de hecho no había parado de hablar de ello en ya un gran tiempo.

− Deluque es tan genial, es guapo y tiene un cuerpo espectacular además de que le gustan los unicornios… − la pequeña tuvo que tomar aire para continuar − ¡Y encontré varios fanfics que me metieron en la cabeza que tenía que venir a verlo en persona…! – y ella gritó, ante la sorpresa de Guillermo, quien solo pudo retroceder un par de pasos ante la emoción de su compañera.

Fue entonces cuando él comprendió, entendió que tener una hermana fangirl era mucho más peligroso y raro de lo que pensó.

− Carol, soy tu hermano y te quiero, pero, a veces me asustas… − dijo, intentando ocultar sus nervios en una sonrisa para nada convincente − Solo, no me lastimes, y mantente cerca, no quiero que te pase nada o te pierdas ¿vale? – terminando de hablar, su voz finalmente se relajó cuando la atención se centrara en el escenario tras de ellos.

Las luces se apagaron, y los gritos histéricos casi rompieron los tímpanos del aturdido chico, quien a penas y pudo reaccionar cuando los primeros reflectores fueron encendidos.

− Vale… buscaré algo para beber antes de que empiece esto – apenas y pudo escuchar a su hermana hablar, antes de que se alejara entre el tumulto y poco a poco se perdiera en medio de las demás chicas que comenzaban a amontonarse.

− Espera, no te alejes tanto… − gritó, pero su voz era inaudible en medio de aquel desorden, mismo que lo llevó a empujones junto con las demás chicas hacia una zona alejada, de hecho, no se detuvo hasta que las barreras de metal golpearan su cadera.

Había llegado a primera fila, y el show estaba a punto de comenzar, uno que para nada le hacía ilusión mirar, por lo menos no sin unos protectores de oídos de por medio.

− Este no es un lugar para mí, si mis amigos se enteran de que estuve en un concierto rodeado de chicas extrañas que gritan por un tipo con aires de malo y tatuajes mi reputación estará por los suelos… es decir, aún más – hablando para él mismo, en estos momentos estaba confundido, mucho, demasiado…

¿Qué podía tener de bueno un sujeto cómo ese?

Si bien le había visto antes, y varios panfletos de su show, además de las miles de publicaciones de su hermana en el blog. Era un sujeto atractivo, o por lo menos eso era lo que decían todos los comentarios y votos que tenía en cada foto; nunca se había puesto a pensar que terminaría en un lugar como ese.

Rodeado de chiquillas gritonas y lloronas que esperaban con ansias ver a un simple tipo a un par de metros… era casi ridículo si lo pensaba determinadamente.

Pero no podía ponerse a criticar, él no era mejor que eso… de hecho, su emoción y felicidad se limitaba a una computadora, un par de juegos y actualizaciones en lo que pasaba la mayor parte de su tiempo junto con sus amigos.

Guillermo nunca fue un chico social, de esos a los que les gustaba salir de fiesta o escuchar música popular… algo que contrarrestaba totalmente con la pequeña Carol, quien a sus quince años era toda una líder estrella en su escuela y grupo de amigas, siendo sinceros ella parecía tener una vida más emocionante que él.

− Debo de estar completamente loco… − negó, recargándose sobre las barreras de metal que le impedían el paso al escenario. Estaba un poco celoso, se sentía estúpido, ya que nunca en su vida de diecinueve años se habría pensado en tener envidia, de la vida de alguien más.

Estuvo a punto de odiarse a sí mismo, cuando la música comenzó a sonar, y frente a él aquella banda hizo acto de presencia, haciendo que la oleada volviera a gritar, coreando su nombre, alabándolo entre confesiones de amor y uno que otro piropo que bien pudo dejar traumado al chico.

Dos guitarristas, un bajo y su respectivo baterista… cada uno con su encanto personal y actitud que tenía a sus pies a cada fan, sin embargo, la principal atracción era el sujeto bajo el reflector.

− Con que este es el chico por la que todas parecen estar a punto de un colapso cerebral… no se ve tan mal – dijo, una vez que sus ojos se centraron en el sujeto y el show comenzó.

De hecho, tenía que admitirlo, el sujeto sabía como hacer reaccionar a su público, y su presencia ayudaba, casi hipnótica…

A simple vista parecía un rockstar normal, tenía esa aura de chico malo que lo caracterizaba desde un principio y una mirada fiera que lograría enloquecer a cualquiera de esas chicas a su alrededor…

Sin embargo, algo que llamó su atención inmediatamente era que su apariencia no era como la de todos los demás, él tenía un toque más oscuro… no tanto como para llegar al grunge, sin embargo, era diferente, un toque misterioso, emanaba un aire atractivo.

 

Baby I get off by getting you off first, sorry girl if this is quick

So please just take it in the ass, ¡and suck my dick!

Sexy, please text me… I'm ready for you

 

Aquella buena impresión se eliminó de su cabeza apenas y las letras de aquella canción llegaron a su cabeza, de hecho, todo el cuento del chico genial y malo que se había montado en su cerebro se borró apenas y Guillermo se dio cuenta de lo que de verdad era ese sujeto.

− Vale, retiro lo dicho… tengo que salir de aquí, ¿Dónde se habrá metido Carol? – suspiró, dándose la vuelta para intentar moverse entre la multitud de regreso en busca de su hermana.

− Ya entiendo por qué papá no la dejó asistir aquí sola, ese tipo es un imbécil…− murmuró.

No le interesaba para nada ese tipo de gente, ese tipo de muñecos usados para vender, era lo mismo que pasaba en la música pop, todos son simples objetos de venta… y al parecer él no era la excepción.

En medio de la música, y con el fuerte y estridente golpe de las bocinas retumbando contra su piel, el camino de Guillermo en el mar de chicas se prolongó más de lo que hubiera querido.

Minutos, que se prolongaron con forme el show continuaba, con apenas un libre movimiento de su cuerpo por todo el lugar, fue imposible reconocer a alguien en medio de un tumulto como ese. Y mientras Guillermo solo se perdía cada vez más en el océano de hormonas alborotadas y gritos ensordecedores, en un lugar lejos, con un par de sodas ya vacías, la hermana del chiquillo se divertía a lo grande con el espectáculo.

− Esto es un manicomio, joder… − maldijo, después de varios minutos sin respuesta, el zumbido de sus oídos se hacía cada vez peor, por lo que decidió continuar caminando sin rumbo en específico para encontrar un lugar donde descansar un poco.

Una puerta a lazar, alejada del tumulto fue su salvación; Entró sin siquiera fijarse a donde o leer el letrero de “Solo personal autorizado” sobre ella, ahora mismo cualquier sitio con el mínimo rastro de tranquilidad era suficiente para que él y su cabeza pudieran pensar; Se olvidó de ver por donde caminaba, y sus pisadas lo enviaron directamente a una de las puertas de seguridad que daban directo detrás del escenario.

 

POV’S Samuel ~

Un gran show, una excelente presentación donde recibí halagos, regalos, alabanzas y más de un regalo por parte de la oleada de personas que coreaban al unísono mi nombre; Una buena noche, una buena vida…

El tener una vida perfecta siempre ha sido mi mentira favorita, lo suficiente como para repetirla todos los días. Era eso lo que me hacía huir del escenario una vez que la música terminaba y las luces se apagaban, quería estar solo, lejos de todo y todos los que me hacen sentir como una muñeca más, quizás un par de tragos me harían sentir mejor.

− Tenemos que comenzar con las sesiones de fotos, Samuel… − ignoré la voz chillona de mi manager, no tenía ganas de soportar más gritos y lágrimas de chicas, no ahora que tengo algo de paz.

− No tengo ganas de salir, estoy cansado… − respondí.

− ¡Samuel, no puedes simplemente hacer eso y dejarnos aquí con todo esto!... ¡Samuel! – indiferente, sin hacer caso o si quiera detenerme a hablarlo de frente, no tengo ánimos para mas dramas.

− No me importa… − continué mi camino sin siquiera mirar hacia atrás, tampoco quería ver la expresión molesta de la mujer que todas las tardes viene a mí con algo nuevo para hacer.

− Imbéciles, y se pone a gritarme, como si yo fuera su maldito perro obediente, que se vaya a la mierda, maldita bruja… − escupí para mí mismo, maldición tras maldición.

Caminando entre los vestidores, empujando cualquier cosa que se metiese en mi camino, pateé la puerta entreabierta de mi camerino con fuerza una vez que mi cabeza no dio para más, estaba angustiado, estresado, con ganas de romperle la cabeza al primer idiota que se me pusiera en frente.

− Joder… − apenas y pude sentir el golpe cuando aquello chocara contra mí. Había estado tan metido en mis pensamientos que olvidé por completo mirar hacia donde iba, lo que me hizo toparme con algo en especial.

− Ouch… − tropezó lo suficientemente duro para que cayera a mis pies, un mocoso se había colado a mi camerino, genial, era lo que me faltaba.

− ¿Y tú que haces aquí? – fueron las primeras palabras que salieron de m boca, siendo honestos estaba furioso − No sé cómo es que entraste, pero ahora no tengo tiempo para los fans ahora, Voy a llamar a seguridad si no sacas tu maldito trasero de mi vista en tres… − estuve a punto de mandarlo a la mierda cuando su rostro finalmente se alzó, y ese par de pequeños ojos oscuros se centraron sobre mí con sorpresa.

− Estoy buscando a mi hermana, entre sin querer lo siento, no tienes por qué ponerte en ese ánimo hombre… − respondió, con una mueca de dolor en su rostro mientras poco a poco se levantaba.

Piel blanca, cabello y ojos negros, brillantes, con las ropas algo desaliñadas y una presencia que dejaba mucho que desear; hasta ahora la impresión que me había dado este mocoso fue una de las peores que he visto en toda mi vida.

Me miraba con odio, como si no quisiera ni acercarse a mí… ¿Podría ser que el pequeño cretino no supiera con quien estaba hablando?

− ¡Largo de aquí! – grité de nuevo, mientras pasaba de él para dejarme caer sobre el maldito sillón.

− Sabia que tus canciones eran malas, pero no creí que fueras un patán con las personas, cielos… necesitas un descanso, o un psiquiatra – bufó, mirándome desde su lugar; Estaba ahí parado, era como un pequeño cachorro gruñón, encantador, mientras sus pequeños y adorables ojos me fulminaban de pies a cabeza.

Al parecer el cachorro necesitaba un bozal…

− No necesito nada de ti, largo… − respondí, buscando entre la hielera algo para tomar. Ni siquiera iba a tomarlo enserio, no necesito esto…

− Lo dices como si de verdad me gustaras, estoy aquí contra mi voluntad, tuve que soportar tus berridos y los de las chicas al mismo tiempo, dame un respiro… joder – tenía que darle crédito, no mucha gente logra hacerme salir de mis casillas, o por lo menos no sin un contrato de por medio.

Y este al parecer, era un muchacho irritante, molesto, su vocecita retumbaba en mi cabeza como la peor de las notas, aunque siendo honestos no estaba tan mal, bien parecido, lo suficiente como para llamar mi atención, una lástima que su carácter no le favorecía, por alguna razón me dieron ganas de tenerlo…

− ¿Cómo te atreves a hablarme así?  ¿Acaso no sabes quién soy yo? – esta vez fui yo quien lo destrozó con la mirada, muy dentro de mí, estaba deseando romperle una de las guitarras en la cabeza.

− Un sujeto con talento desperdiciado y dinero mal gastado por alcohol que ha tomado muchas malas decisiones… estoy seguro de que te conozco y a los de tu clase − y fue todo.

Ni siquiera lo pensé, fue más como un reflejo, un pequeño momento de ira que me hizo lanzar aquella botella de cerveza hacia el pequeño bastardo, un tiro que lastimosamente fallé por centímetros.

− Me sorprende que digas eso, a mí me parece que eres de la clase que no tiene amigos y se la pasa jugando en su computadora todo el día como un perdedor… − cubrió su rostro una vez que el cristal se rompió en la pared tras sus espaldas, y el líquido chorreó hacia el suelo.

Y me encaminé hacia él, lentamente mientras él seguía con sus brazos frente a su cara; hasta ahora creo que ya había dejado más que claro que no estaba de humor para cosas como esta.

− ¿Adiviné? – solo para detenerme frente a él, con una sonrisa, una de esas que hacia tanto no sentía reales, esas que te producen felicidad real al molestar al estúpido de turno.

− Tsk, eres un imbécil yo paso de esto, tengo que encontrar a mi hermana… – gruñó, y sobre su rostro aquella expresión adorable y furiosa fue lo único que pude ver antes de que se diese la vuelta.

No quería que se fuera, no lo iba a dejar, no ahora que la diversión parece haber comenzado a despegar.

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

− Pero no te vayas, pensé que estábamos empezando a hacernos amigos… − el mayor le interrumpió justo antes de que llegase a la entrada.

El calor de su voz golpeando contra su nuca despertó la guardia en Guillermo, quien de inmediato se volvió, topándose de frente con aquel a quien hasta ahora consideraba un completo idiota.

− ¿Qué haces?… − titubeó, su presencia era un poco más amedrentadora de cerca.

Una figura alta y fuerte, emanaba el olor a colonia que se mescló con el del alcohol que había caído sobre sus ropas hacia poco. Piel morena y ojos oscuros, ardientes, al igual que aquella mirada que lo carcomía vivo en junto con aquella mueca odiosa que se burlaba de él.

Chaqueta negra y jeans desgastados, su pecho apenas cubierto por una simple playera blanca, manchada por el sudor de la presentación, dejaba al transparente pequeñas partes de su pecho que se pegaban a su piel dejando a la vista su abdomen. Las cadenas que adornaban su pecho lo guiaron lentamente hacia su cuello, piel morena y tatuada por aquel diseño tribal, sus ojos no se detuvieron hasta que se toparon fijamente contra los suyos.

− No cualquiera puede llegar a estar así de cerca de mí, y tu simplemente me rechazas… − chasqueó la lengua, parecía enfadado cuando volvió a moverse para acercarse aún más.

− Si no supiera que solo eres un niño idiota pensaría que estas tratando de dañar mi ego – y aquellas palabras fueran casi susurradas a su oído, un pequeño escalofrió despertó su miedo, provocándole a Guillermo retroceder hasta que la puerta detrás de él le impidiese moverse más.

Entonces fue que el siguiente movimiento por parte del famoso comenzó, aquel par de brazos acorralaron.

− ¿Acaso no sabes lo que significa tener al mismísimo Samuel De Luque sobre ti? – y aquellas palabras venenosas retumbaran en el aire; el menor intentó liberarse, algo que fue en vano ya que este era mucho más fuerte, estaba completamente atrapado.

− ¿Huh?... – apenas y pudo hablar, ¿de verdad esto le estaba pasando? Ahora mismo, bajo las garras y palabras de un sujeto engreído que apenas y toleraba, no solo era un tipo egoísta y con aires de diva, sus ojos sobre él hacían que poco a poco la seguridad dentro del cuerpo del chico comenzara a disminuir.

− Me interesas… − susurró, acercando su rostro, aquella sonrisa perversa seguía dibujada sobre sus labios. No se detuvo, y no parecía tener intenciones de hacerlo, sus ojos, su voz, todo aquel hombre estaba a tan solo milímetros de él y algo dentro de Guillermo le hizo saber que aquello no iba a mejorar, para nada.

− No busco amigos… − respondió, apenas y sintió como su última porción de espacio personal se desvanecía ante el descaro del hombre. Desvió la mirada, intentando ocultar los nervios y el rojo en sus mejillas.

− ¿Quién hablo de amistad?... – río irónico, justo antes de atacar su cuello.

− Espera… − sintió como sus labios se paseaban sobre la piel suave de su garganta, estremeciéndose con cada pequeño y suave beso

Aun deseoso de probar el pequeño banquete bajo su poder, lo quería, y aquella aura inocente y patética no iba a salvarlo, había puesto su ojo en el mocoso y no iba a dejar pasar el momento para callarle la boca a un niño impertinente como este.

− Ngh…− dejó escapar un pequeño gemido al sentir su mano tomarlo de la nuca con fuerza, tirando de los cabellos. Una ligera punzada de dolor le hizo volver a gimotear, los dientes de Samuel se marcaron levemente sobre su piel blanca.  

− Te quiero para mí…− no tuvo oportunidad de reaccionar, sin poder decir nada sus labios se posaron sobre los suyos, uniéndolos en un suave pero exigente beso.

Y sus mano bajaron a su cuerpo, paseándose por su pecho,  buscando entrar descaradamente por debajo de su blusa, acariciando cada parte de él.

Sintió como una ola de calor recorría su cuerpo de arriba abajo, una extraña sensación de dolor que poco a poco iba mezclándose con algo más… Pudo haber sido por el ruido dentro de su cabeza, quizás por la preocupación de encontrar a su hermana, pero algo dentro del cuerpo de Guillermo poco a poco comenzó a hacerle perder el control.

Sus piernas temblaron, y su cuerpo se inmovilizó sobre el toque del sujeto sobre él, pasaron un par de segundos para que pudiese desprenderse de aquellos labios y finalmente tomar conciencia de lo que estaba pasando ¡Tenia que escapar!

Pero a decir verdad no lo quería, ahora estaba tan cómodo en aquella suave y sádica nube de placer…

¿Placer? ¿Guillermo, que carajo sucede contigo? Este tipo es un idiota… además tienes que encontrar a Carol, sal de aquí de una vez por todas.

− ¡Dije que no!... – finalmente los sentidos del chiquillo reaccionaron con fuerza, rápidamente empujando al hombre para hacerlo a un lado. Algo que de nada sirvió, una vez que los ojos furiosos y ofendidos de este volvieran a centrarse sobre él.

− Creo que no has entendido, niño… − y fuertemente aquellos dedos apresaran su muñeca − Soy Samuel de Luque, cierro la lista de los treinta mejores con 80 mil dólares por presentación y estoy en el top de hombres más deseados del año – marcándose con odio, zarandeando su cuerpo un par de veces antes de volver a atraerlo a él.

− Si quiero algo, lo tengo… − y aquellas palabras golpeasen contra su cabeza, segundos antes de que el siguiente ataque ocurriera.

Samuel lanzó a su no deseado invitado contra el sofá, el chico cayó a lado de las botellas y latas vacías, donde las colillas de los cigarrillos aun podían verse impregnadas sobre los cojines.

− Tu cara es linda, aunque con esa actitud de perro rabioso dejas mucho que desear, solo tienes que callarte y obedecer, al final puedo darte una bonita paga si eso deseas… − siseó, arrogante mientras aquella sonrisa satisfactoria se esbozaba lentamente sobre su rostro y se aseguraba de posarse sobre él, acorralándole bajo su cuerpo.

Normalmente aquellas palabras eran suficiente para que una chica o persona en general obedecieran ciegamente sus palabras, cualquier humano normal atendería un par de caprichos por dinero… sin embargo, Guillermo no era normal.

− ¡Vete a la mierda! – una respuesta directa, junto con la mirada atroz y movimientos bruscos del niño que se resistió nuevamente apenas y lo notó acercarse.

Golpearon fuerte, directo y en lo más adentro de su ego provocando que una sensación extraña comenzara a brotar dentro de la estrella, molestia quizás, se sintió ofendido… nunca le habían dicho eso, no ahora que tenía dinero.

Un recuerdo horrible, el rechazó nunca estuvo dentro de su vida, por lo que ahora cuando alguien se atrevía a hacerlo la ira dentro de sí hacia su aparición. ¿Quién se creía que era? No era mejor que él al rechazarlo, y Samuel no iba simplemente a aceptar un NO por respuesta.

Si quería algo lo tomaba y ya, y el niño no iba a ser la excepción.

− Bueno, si quieres que las cosas sean así… por mi está bien – gruñó, y entonces el primer golpe apareció.

Un puñetazo, directo a la mejilla del chico debajo de él, lo suficientemente fuerte como para aturdirle y mantenerlo bajo su peso mientras inmovilizaba sus manos, colocándolas sobre su cabeza y así tener un fácil acceso a su capricho.

− Espera, dije que no… − gimoteó de nuevo, esta vez mientras su chaqueta era abierta, y su playera poco a poco era removida, con fuerza casi siendo arrancada por su captor.

Piel blanca, perfecta y fina… lista para ser manchada por sus caprichos, algo muy dentro de la estrella le hizo saber que sería el primero en probar el cuerpo de su presa, y eso lo hacía muy feliz; cada caricia, cada roce y toque, le gustaba, le extasiaba saber que podía tenerlo aun contra su voluntad.

Y su boca se tomaba el derecho de atacar a la suya de nuevo, en aquel peligroso y doloroso beso; esta vez los dientes de Samuel probaron algo más que su cuello, asegurándose de marcar los labios del mocoso.

− Samuel, joder… − un gemido ahogado escapo de sus labios, aquella mano comenzaba a bajar lentamente por su torso, justo a su entrepierna donde aquel pequeño bulto comenzaba a formarse.

− Amo que digas mi nombre, vamos… llora más – habló, complacido, mientras sus egocéntricos pensamientos solo le daban para pensar sobre lo bien que hacia su trabajo incluso en una situación como esta.

Le gustaba tenerlo debajo suyo, las lágrimas que poco a poco comenzaba a brotar de aquellos pequeños y cristalinos pozos de oscuridad. La manera en que su voz hacia esos sonidos sucios y los mesclaba con el dolor de su cuerpo, le traía placer, una sensación que hacia tanto que no sentía.

Emoción era la palabra correcta, la adrenalina, las ganas de mandar todo a la mierda y tomarlo ahí mismo como suyo. Y una mierda, podría comprar mil chicos mejores que él, pero ahora mismo Samuel solo quería tener a ese chico en particular… estaba listo para poseerlo.

− ¡Samuel, tenemos un problema! – aquella voz femenina los tomo a ambos por sorpresa, la figura de su manager había logrado irrumpir en un muy mal momento − Lo siento, no sabía que estabas con alguien, pero ahora mismo tenemos cosas que hacer – una pequeña distracción que el más joven tomó para sí, escapando de las garras de este.

− ¿Samuel? – sin decir una palabra, el cantante solo pudo ver como el más joven se levantaba y acomodaba sus ropas para salir huyendo de ahí a toda prisa.

Una intervención molesta y que pudo haber hecho que Samuel hubiera matado a alguien ahí, en ese momento. De no ser porque algo nuevo había llamado su atención.

− Si, si ya voy… solo, dame un segundo ¿quieres? – Samuel respondió.

Entre los cojines, justo debajo de un par de toallas, aquel pequeño teléfono móvil había aparecido de la nada. Uno que no le pertenecía a él o a alguno de los demás… una sorpresa que logró devolverlo a la felicidad una vez que mirase las imágenes y diera un vistazo a un par de mensajes.

Y dentro de su cabeza, aquella nueva pregunta comenzara a desenmarañarse dentro de su cabeza.

Luego de tanto tiempo, hacía mucho que no sentía lo que de verdad era la emoción, y molestar a ese pequeño bastardo bien le había traído un recuerdo bastante parecido a lo que era esa satisfacción.

− Guillermo, ¿Por qué los chicos buenos son tan predecibles?... –

Sea lo que sea, no iba a dejarlo pasar, planeaba repetir la experiencia… quizás volver a verse con su nuevo amigo otra vez. 

Notas finales:

Ya lleguééé!!!! :3


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