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800 años por KiriOasis

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En ocasiones él solía preguntarse porque lo seguía. No entendía la razón por la cual era capaz de seguir cualquier orden o deseo que tuviera aquel vampiro por más absurda que fuese. Incluso sin tener toda la información—por no decir ninguna—, obedecía, porque de alguna manera con tan solo hacer eso lograba complacerlo.

 

No era la primera vez que se cuestionaba sus acciones, en diversas ocasiones cuando dialogaba en las eternas noches oscuras, pensaba en eso. De igual manera, no había mucho que hacer cuando se tenía una eternidad para hacer las cosas que ni siquiera te interesaban. Ni siquiera podía dormir y los vampiros siempre buscaban distraerse de alguna manera para pasar el tiempo. Esa era en verdad una maldición. Así que pasar el tiempo con cualquier cosa estaba bien si funcionaba, entonces, volvía a preguntarse.

 

—Es porque me parece divertido—contestaba una parte de su cabeza. Él mismo terminaba negando varias veces con algo de frustración impropia de él. Esa era una de sus muchas respuestas cuando le preguntaban porque seguía incondicionalmente al vampiro de cabellos plateados. Y aunque lograba convencer con una sonrisa a sus dos compañeras, no lograba convencerse a sí mismo aunque lo intentara.

 

Ferid era frívolo, le encantaba tener el control de todo, hacer planes absurdos y crueles, aunque muy detallados. Él se divertía a costa de la desesperación de otros. Él era alguien que no confiaba en nadie, y eso se lo había dicho de frente.

 

Él era bello, elegante, fascinante hasta el último de sus movimientos.

 

Y si lo odiaba tanto como pensó alguna vez. ¿Por qué pensar tanto en él? ¿Por qué cada pensamiento largo y detallado se trataba de él? No, no podía ser posible que se interesara en lo más mínimo por él de una manera que no fuera por mera curiosidad. No era un humano, ya no más. Y el encanto que producía sobre él tampoco estaba.

 

Se dirigió hasta él, únicamente porque había llamado por su presencia y decidió aparecer. No pudo evitar pasar sus ojos para observarlo a detalle. No había nada que ver realmente, lo conocía desde hace siglos y seguía siendo el mismo. Nunca iba a cambiar su cuerpo, ni tampoco su rostro. Él jamás cambiaría por nada. Jamás iba a cambiar por nadie.

 

Ese último pensamiento logró sacarle un suspiro pesado desde lo más profundo, acción que no pasó desapercibida por su acompañante. Vio su boca en una curva y la suspicacia en sus ojos cuando se fijaron en los propios.

 

Él tenía una mirada que lograba hacerle sentir algo tan humano como nervios, especialmente si la atención ajena estaba completamente sobre él.

 

— ¿Hm? ¿Suspirando?

 

No supo que responder. No era capaz de decirle que la razón de ello fue él. Aun si no había sido exactamente su culpa, porque sabía que el único culpable fueron los pensamientos de su cabeza. Una sonrisa cotidiana y repasada fue lo que hizo.

 

—Estás muy silencioso últimamente, Crowley-kun—canturreó—. ¿Acaso mis conversaciones ya no te parecen interesantes? —Lo último fue dicho con un exceso de dramatismo muy conocido.

 

—No sé qué responderte—se sinceró al no encontrar una mejor respuesta—. He venido porque tú me lo has pedido. Así que dime porque me has llamado.

 

No recibió una respuesta inmediata, en su lugar vio los ojos carmesí analizarlo a fondo durante un largo tiempo. Crowley no hubiera adivinado si ese tiempo se trató de horas, minutos o tal vez solo unos escasos y efímeros segundos; pero ese silencio que estaba tan estrecho entre ambos le hizo entender que su interlocutor estaba buscando respuestas por sí mismo. Volteó la mirada al no poder sostenerla, mirando las paredes del lugar como si fuera algo interesante.

 

— ¿Hay algo que debas decirme? —preguntó Ferid.

 

—Para nada—respondió de inmediato.

 

Hubo otro silencio. Esta vez pasó los ojos por los contrarios con seguridad. Miró a través de ellos intentando imitar lo que Ferid hacía cuando lo miraba, pero no lo logro. Vio su rostro a detalle, sus largas pestañas, su nariz respingada, sus labios delgados, su piel pálida casi blanca en una capa perfectamente lisa y uniforme.

 

En verdad Ferid era hermoso.

 

—En esta ocasión dejaré pasar eso—dijo Ferid refiriéndose a su comportamiento. Entonces él dio la vuelta para caminar—. He pensado en algunos ajustes y tú estás en mis planes.

 

— “Tú estás en mis planes” —pensó repasando la frase una y otra vez en su cabeza. Sí, él estaba en los planes de Ferid Bathory, y eso no le molestaba, sin embargo. ¿En qué planes quería estar él en realidad? Cualquiera, menos el que sabía que era.

 

Aun así no pudo evitar seguirlo sin oponerse en ningún momento.

 

No, no sabía que pasaba por esa cabeza, tampoco entendía que sacaba con todo eso. Había una cantidad exuberante de cosas que ignoraba de él. Pero lo iba a seguir, sin importar que pasara. Aun si no entendía que sucedía.

 

Aunque tal vez, y solo tal vez, muy dentro de él, entendía que sucedía. Y sin importar que hiciera aquel vampiro, él siempre estaría ciego a sus órdenes.

Notas finales:

¡Gracias por leer!


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