Mientras que para todos era un lunes genial, uno dónde volverían a verse con sus amigos y hacer sus típicas payasadas, para Adriana era otra cosa. Sería un día dónde empezaría a lidiar contra esos sentimientos recientemente descubiertos, para hacia la chica que –días atrás odiaba– le parecía la más antipática que pudiese existir, claro, también dentro del colegio.
Se había dado cuenta de que los celos, que sin querer sentía, no era porque esa rubia hablara o coqueteara con los chicos más guapos del colegio, cuyos sin querer en su momento, la atrajeron. No, no era por eso. Era el hecho de que, esas palabras o esas sonrisas, sean para estos más no, para ella.
— Adri — Ángel, su hermano, la atrajo de un tirón algo brusco pero es que estaba a punto de chocar contra los casilleros — Cuidado, hermana.
— Sí, lo siento — Susurró con su mirada perdida y esbozando una pequeña sonrisa.
Ángel, insatisfecho por eso, arqueó una de sus cejas y posó su mano, sobre el hombro de ella.
— ¿Todo bien? Apenas entramos y andas con esa cara.
— Sí, hermano.
— ¿Y esa cara, Adri? Parece como sí… Como sí…
— Jaja, al cerebrito, se le acabaron las ideas — Se burló el alto, señalando a su moreno amigo.
— Cállate, Ángel.
— Hola a todos.
Adriana al oír aquella voz, sintió su pecho doler. Su mirada se posó en este, notando la enorme sonrisa que siempre traía. Recordó el viernes, día en que le contó su secreto y pidió que no se lo contara a nadie.
Monche, sonriente, se atrevió a darle un fuerte abrazo, sin querer pisándole el pie.
— Ay, fíjate, Monche — Se quejó, como siempre, sin tacto.
— Lo siento, es que, es la alergia.
— Alegría, Monche, alegría — Beto lo corrigió, tomando su típica postura de chico nerd.
—Eso, eso — Retrocedió y pisó ahora a Ángel — ¡Ay! ¡Lo siento, lo siento!
— Sólo porque ando preocupado por mi hermana, no te diré nada, teto.
— Gracias — Dijo sin borrar su sonrisa, y se puso jorobado — ¿Han visto a Jenny?
— ¿A Jenny? — Preguntaron sus amigos, a excepción de la chica.
— Sí.
— ¿Y para qué quieres saber eso?
No era tonto y sabía que no podía dar muchas pistas a que ellos supusieran de su gusto. Por ahora, no lo sabrían.
— Para que no-
— ¡Hola Loo!
— Hablando de la reina de Roma — Murmuró Beto, girando para mirar con cara de tarado a la chica que lo tenía tonto — Rojita.
— Betito — Esta, lo mencionó con uno de esos ridículos apodos que se tenían, entrelazando sus propios dedos.
— Agh, cállate, Danny — La rubia harta, tiró de una de las coletas de su prima, quién se quejó — Hola, mi Ángel — Fue su turno de ponerse como tonta, mirando enamorada al capitán del equipo de fútbol.
— Hola, Jenny — Saludó Monche por su amigo, consiguiendo que la rubia lo mirara del asco.
— Ajá.
— Chicos — Clara, la salvación de Adri, ingresó y se dispuso a saludar a cada uno, a excepción de las porristas — ¿Qué toca ahora?
— Con el Profesor Mitocondria — Respondió Adri, posando su mirada en ella.
— Perfecto, ven un rato conmigo, Adri — Parece que leyó aquella mirada dada de su mejor amiga, ya que, de manera rápida, tiró de su mano llevándola hasta el baño dónde se encerraron.
— ¿Qué le pasa a la rara de tu hermana? — Preguntó Jenny.
— No lo sé…
— Parecía triste — Comentó Danny, ganándose la atención de los chicos y hasta de su prima.
— Mi rojita tiene razón, parecía… Ida, cómo si sólo su cuerpo estuviera presente.
— Ni modo que su alma, Beto, ay — Por lo dicho, Monche recibió un pequeño zape.
— Se refiere a que Adri no estaba prestándonos atención.
— ¿Por qué será?...
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— ¿Qué sucede?
— No sé cómo sucedió, no sé en qué momento pasó pero… Me gusta alguien.
— ¡¿EN SERIO?! — Clara brincó de la alegría, dejando sentada a su mejor amiga en el banco — ¿De quién? ¿Quién es el afortunado?
— Mh… — También se puso de pie y negó, hizo una mueca y con ello, su amiga la miró confundida — No es un ‘afortunado’ si no…
— ¿Afortunada?
— Sí, sí.
— Me lo veía venir — Dijo con un movimiento de su mano, dejando sorprendida a Adri.
— ¿En serio?
— Adri, no iba a ser sorpresa para ninguno, tu forma de vestir y ser lo dice todo.
— Oh, já, cierto — Susurró avergonzada y rascando su nuca.
— Ahora, dime quién es ella.
— Ese es el problema — Mordió su labio, pensando en cómo decirle que le gustaba su enemiga, bien, ‘enemiga’ de ambas — Adivina.
— ¿Adivino? Bueno, pistas.
— Está en nuestro grado.
— Mh… No son muchas las opciones y creo que… Las más claras, jaja, somos Jenny, Danny y yo.
— Ah…
— Espera, ¿Soy yo?
— ¡NO! ¡CLARO QUE NO!
— Relájate, jaja — Le sonrió y cuándo pensó bien, su sonrisa decayó. Adri supuso que la castaña ya lo sabía así qué, sólo sonrió de manera ladina — No, dime que no es cierto.
— Lamentablemente, sí.
— Pero… ¡¿Cómo?!
— No sé, fue… ¡De la nada!
— ¡No puede gustarte esa cara de camello!
— Oye…
— ¿Te hizo algo?
— No, Clara, espera.
— Demonios… Ella no te soporta.
— Gracias por recordármelo.
— No, lo siento — Negó con sus manos apurada y nerviosa — Sufrirás, digo, ni se lo vayas a decir.
— No me quiero arriesgar, no soy tonta.
— Ay, Adri…
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— ¿Adri está enamorada de Jenny? — Se preguntó Danny, mirando sorprendida su alrededor. Había oído sin querer aquel grito que dio Clara y no sabía qué hacer ahora.