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La copia de Colonnello por Vampire White Du Schiffer

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Notas del fanfic:

Pues según la página ya es 07 de julio, lo siento pero en mi huso horario todavía es 06... Sí, pero estoy aquí porque oh rayos, es cumple del rubio que tanto amo. 
Quiero que quede claro algo, esta idea la tuve en el 2012, sin embargo lo retomé en este año y es cuando alcancé a darle final. 
Hay mucho porno, y pude añadir más, pero guardemos la inspiración para otro (ponga corazónes aquí) 
Larga y lujuriosa vida al R56.

+ : : Prólogo : : +

Lo sentía realmente en su cuerpo, el tacto de los dedos en su piel era diferente. Esta vez era algo parecido a una caricia profunda, o tal vez una muy larga y por eso le prestaba más atención. Hacía calor en la habitación, y la noche apenas amenazaba con las diez. Si pudiera reconocer que le gustaba el olor almendrado y de chocolate a los pasados seis años le sería fácil encontrar el punto medio entre sus emociones y la racionalidad que empuja lejos a las pasiones bajas cuando se le sabe usar. Frases como «no hay vuelta atrás» no venía al caso.

El otro gemía bajo de él, y él se sentía diferente. Probablemente radicaba que era la primera vez que lo hacía así. Con tranquilidad. Porque estaba enseñándole al otro cómo debía hacerse.

Reborn, con la paciencia que lo caracteriza cuando quiere tenerla, besó a Colonnello en la boca, palpándole de vez en cuando los muslos, mordiéndole las orejas o el cuello, marcando con dedos y pedazos de marfil la piel que no había sido mancillada antes.

El rubio separó muy bien las piernas, algo llamado programación indicó que se hiciera así. El resto lo aprendería a mano de su dueño.

Y el dueño le acarició el vientre, lo sentó sobre su regazo pues tanta disposición no le gustaba, quería algo de forcejeo, pero sabía que a la primera no lo iba a obtener, ya que todavía no lo había enseñado.

−Es extraño –murmuró Colonnello después de un suspiro; el moreno no dijo nada, sólo dejó abundante saliva sobre el órgano viril ajeno, masturbándolo lentamente, presionando cuando miraba de bajo perfil, la boca semiabierta del otro. Se expandía la idea de continuar. Reborn dejó perfecta huella de sus dientes en la clavícula del rubio. Le apretó las nalgas y decidió que era momento de incursionarse en lo que tanto deseaba.

−Cállate –dijo Reborn, penetrando sin más preámbulos. 

Lo que aquí pasaba desafiaba las leyes conocidas; en una era de infieles, de fariseos con poca fe, se clonó una persona todo porque alguien…

 Entonces en el paraje de sus pensamientos ilusos, decidió hacerse a un lado.

−Quédate quieto –dijo en un pesado murmuro, chochando su aliento caliente en la nuca de la herejía.

Le mintió y se mintió a sí mismo. No cabía la menor duda. Esos dos eran tal para cual. Uno adoraba lastimar, y el otro había sido creado para ser lastimado.

Un mentiroso para una mentira.

 

+ : : Capítulo I: la copia barata de Colonnello : : +

 

+ : : Primer POV : : +

Al regresar a Italia, me enteré.

Colonnello murió.

Pero antes de eso, en lo transcurrido en el mes, una sola vez pensé con toda la intención de joder hasta el hastío al dueño de Fálcon. Pero…

Cuando eso sucedió, yo le quitaba la vida al alquimista de Versalles, y después de eso, aún sin saber lo que había ocurrido en Bruselas, fui a Roma a ejecutar cierto pontífice falso.

 Todo fue en absoluta calma, mi calma; el plan no tuvo fallas y consumé la misión para continuar con otra. Pero había un amargo sabor en mi boca, tal vez fue porque el Jefe de la Mafia me estaba pasando de largo las emociones fuertes. En ocasiones, el romanticismo del Noveno es difícil de digerir; incluso me habló sobre darme vacaciones. ¿En dónde cree que está?

Mi trabajo invoca mi absoluta atención, yo sé cuándo darme un tiempo para la diversión, aunque viéndolo desde un punto, todo lo que hago o no es pura idea hilarante en cuanto a entretenimiento se refiere. Acostarse con mujeres, en mi profesión, es casi norma sagrada, o por lo menos de muy buen ver. En lo personal tampoco importa el sexo, y aun así soy melindroso en lo que respecta a gustos. La única persona que ha soportado la exigencia que impongo por contrato es el amante de los misiles anti-tanques; persona burda, escandalosa… pero hábil en lo que a su trabajo respecta. O lo creí así.

No sentí nada porque ése hecho nunca lo consideré como culpa mía. Relaciones ocasionales, yo no daba explicaciones, él no las quería saber. Así fue.

Él se descuidó, y fue todo. Su fin. No le quedó más opción que morir.

 

+ : : Segundo POV: : +

 

Memoria de trabajo. Día cincuenta y seis.

Después de construir el Contenedor lo demás fue fácil. Hoy estará listo. Me tomó tiempo terminarlo. Debo añadir a la máquina un par de programas, pero lo más conveniente es que aprenda por sí mismo las funciones y los desarrollos básicos del ser humano. Lo hará eficientemente, no temo que cometa errores. Tal vez suene tan arrogante como de un científico se espera, pero ésta vez, a pesar de ser una obra muy sencilla, es uno de mis orgullos consumados. Por bobo que suene, doy constancia de que no habrá devolución después de que logre convencer a ese estúpido asesino a sueldo de que se vuelva mi conejillo de indias para probarlo.

Aunque no planeo decírselo de ésa manera.

Todos nosotros, los Arcobalenos, sin ya ser sometidos a la maldición, volvimos a la normalidad. Con mayor razón en formas adultas se les inculcó a Reborn, Colonnello y Fon, misiones delicadas y de extrema urgencia.

Las consecuencias de sus trabajos… de ellas sí me enteré. Mi plan fue concebido después de escuchar las últimas palabras de Colonnello en una tarde de hace dos meses. Sí, hace dos meses que «él» murió en una misión cerca de Bruselas, Bélgica.

 

+ : : : : +

Justo en el sepelio, algo oculto y sencillo, frente a la tumba de Colonnello me encontré con Reborn.

−¿Lo extrañarás? –le pregunté en medio de mi sonrisa normal.

 Él no contestó absolutamente, la sombra del sombrero negro que siempre carga sobre su cabeza me impedía saber qué mirada me estaba regalando.

−Lo mismo da –gruñó después de un minuto ignorándome. Se dio la vuelta para encararme con molestia –. Él se lo buscó, fue lo suficientemente estúpido como para dejarse asesinar. Así es nuestra vida, sabía el costo.

−¿Te haría sentir mal si te dijera que fui el último en verlo con vida…? –lo escuché chasquear la lengua y enfilar el perfil para apostárselas. Sé que trata de engañarme, su pueril intento se limita a confrontarme con frialdad cada vez que toco el tema.

−De ahora en adelante, no vuelvas a mencionarlo –con un movimiento despectivo de su cabeza se dirigió a la tumba –, o te haré un lugar junto a él.

 

+ : :  : : +

 

Como sea que fuere, después de ése desplante tan digno de Reborn, me quedé en el laboratorio que tengo por sótano y me concentré en un nuevo experimento. Cincuenta y seis días me tomó. Repito, valió la pena. Es él. No debería caber la menor duda.

Si esto causa algún problema, me importa relativamente poco. ¿Qué se le puede hacer? Desapareceré del radar por un rato cuando sea necesario. Por lo mientras…

 

+ : : Tercer POV : : +

Abrí los ojos, al luz fue en primer instante tan fuerte, tan intensa y blanca, que preferí quedarme ciego un momento más, sin embargo el comento en mi cabeza era claro, me decía que era momento de levantarse, entonces, repasando el protocolo me di cuenta de que mi Creador estaba cerca de mí. Sentí su presencia.

Puse los pies en el suelo.

−¿Cómo te sientes?

−Todo funciona a la perfección –respondo mecánicamente, levanto mis dos manos, muevo los dedos y los contraigo en la palma. De soslayo veo que mi Creador está realmente animado.

−¿Sabes tu nombre? –se posa frente a mí, sumido en su bata de límpido blanco. Se ajusta los lentes con un movimiento lento y confiado mientras me analiza.

−Sí.

−Dímelo –ordenó al momento de ponerme una sábana sobre mi cuerpo. Ahora que reparo en el dato, el piso es incómodo.

−Colonnello.

 

 

+ : : : : +

Comenzó a llover desde la madrugada y el café se enfrió en la taza después que el cigarro se hizo cenizas. En una hora tendría que tomar un vuelo hacia Italia, de regreso a la Mansión del Noveno para recibir nuevas indicaciones sobre una misión de la cual no sé adelanto. Es molesto ir a ciegas, no porque resulte difícil para mí obtener toda la información necesaria en menos de un día para ejecutar un plan a la perfección, sino por la condición de empleado a la que me someto al ser llamado de manera tan súbitamente estúpida.

Al levantarme quedó frente a mí la cama donde la silueta continuaba quieta y sólo la condición de su respiración dejaba claro que no era una esfinge. Por un maldito segundo, la pierna que sobresalía de la sábana era demasiado fornida para pertenecer a una mujer y la huella del sol implacable sobre una espalda que conoció los trabajos forzados no coincidía con feminidad alguna. Mi pulso se aceleró al reconocerlo, me acerqué con lentitud hasta con suavidad sentarme al filo del lecho extendiendo mi mano que fue atravesada por el calor que despedía su piel. La inclinación de mi cuerpo fue automática.

Una arcaica necesidad se apoderó de mis fuerzas. Debía tomarlo. Torcerlo hasta que quedara hecho un amasijo de tendones, esa tenacidad en su respingo me dio la pauta, me recosté a su lado olvidando la moderación al disponer mi hombría en alto para profanar el recinto que creí haber olvidado.

La ingenuidad y el engaño se desvanecieron cuando recibí la bofetada de una zorra.

–Maldito enfermo –ladró, huyendo tan rápido cuán rápido le permitía su culo recién abierto.

 

+ : : : : +

–No hay señales de Verde –dijo el anciano sosteniendo su mejilla con la mano derecha, por el tono quedó claro que era urgente encontrarlo, averiguar sus planes y detenerlo en caso de ser peligroso.

–Será divertido encontrarlo infraganti.

–Ojalá se tratara de un juego –me riñó –, pero hay una situación extremadamente delicada que le encomendé encargarse.

–Quieres que levante el desorden. No soy mayordomo tuyo. Yo asesino, torturo, extorsiono.

–Trata de no denigrarte en lo que obedeces –supo de inmediato el error que había cometido –. Mi intervención debía limitarse a encomendar a Verde esa tarea, lamento tener que enviarte a recoger el destrozo, si es que eso ha ocasionado.

 

Tenía pinta de tratarse de los arcobalenos. Originalmente al ser designados como los siete más fuertes obteníamos un lugar neutral y por ello no debíamos entrometernos de más donde no se debía, sin embargo de vez en cuando la formalidad se rompía, como el caso de ir a entrenar al inútil de Tsuna.

Esta vez, mis entrañas me gritaban que se trataba de un problema encausado para nosotros.

 

El científico carece de gusto. La mayoría de sus laboratorios son hospitales abandonados pero eso sólo instala su objetivo de que todos juzguen al libro por la cubierta, pues es en sus sótanos donde guarda todo lo interesante; sólo una vez me invitó a ver su sala de juegos por eso este es el primer lugar que elegí para buscarle. No negaré que la localización es ventajosa y que los cimientos tienen potencial, pero qué carajos, le despojaré de ella.

Un sanatorio cualquiera, recorrí los pasillos por el que más de una ventana estaba rota. El otoño estaba encima. Las hojas del maple formaban una alfombra sobre la moqueta, por un ebrio impulso giré la vista hacia la izquierda donde la fuente permanecía dormida hasta que un difuso movimiento entre los árboles atrajo mi atención. Imposible, no escuché a alguien cerca y sin embargo estaba allí. Con una tácita orden León se dispuso en mi mano lista para ser usada.

Podría tratarse de un perro guardián o persona con el mismo objetivo que yo, me acerqué al filo de la ventana, de un salto atravesé el patio, él no se inmutó al sentir mi amenaza a su espalda, se volvió suavemente con el viento.

El sol a través de los árboles arrancó destellos a las hebras rubias mientras caminaba sobre el mar carmesí de las hojas muertas. Esta vez no era una evocación. Cuando sus ojos se toparon con los míos lo confirmé.

 

 

–Te esperaba –mi primer diálogo tenía que ser así. Mis instrucciones eran claras, permanecí quieto al verme como blanco pero no sentía amenaza alguna. No conozco el miedo.

 

 

Tenía que tratarse de una broma pero mi instinto gritaba lo contrario, además, estaba aquí por las enfermas intenciones de Verde, eso estaba claro. León vibró al sentir la presencia de Colonnello y sin que yo se lo ordenara volvió a ser camaleón que se lanzó a su encuentro, él lo recibió sin emoción alguna.

–¿Qué eres? Responde rápido.

 

 

Como mi creador había advertido, la persona a quien esperaba tenía una voz imperativa acorde a un carácter…

–Debo mostrarte algo –pasé a su lado entregándole su mascota que de un brinco se posó sobre el ala de su sombrero negro. En un rápido movimiento jaló mi muñeca, atrayéndome hasta estar a un palmo nuestros rostros –¿Qué buscas? –supe por su insistente mirada que trataba urgentemente encontrar algo que resolviera sus inquietudes.

–¿Por qué te pareces? –un leve traqueteo de furia ascendía por su garganta.

–Sígueme –me solté y lo conduje hasta la cámara más baja de las instalaciones de mi creador, detecté cierta aprensión en su paso al notar que todas las puertas y accesos estaban abiertos, esperándonos.

Cuando llegamos a una de las habitaciones privadas se encendió la gran pantalla empotrada en la pared donde apareció él.

–Hacía poco que no nos veíamos, Reborn.

 

 

–No me quieras joder con eso, me trajiste aquí con un propósito.

–Así es –se ajustó los lentes sobre el puente de la nariz –, lo tienes a lado tuyo. Un pequeño presente, sé lo solo que te sentías y quise aliviar tu pena.

–Si Colonnello está vivo debiste haberlo explicado ante…

–¿Colonnello? –soltó en medio de una risita –. Soy excepcional, no cabe la menor duda, que el grandioso Reborn no detecte error alguno en mi creación es algo digno de mi alabanza, ¿no crees?

–Deja de hablar como si quisieras ser Frankenstein –estaba a punto de estallar.

–Lo que allí tienes es un clon hecho a base del código genético del que tú y yo conocimos como Arcobaleno Colonnello.

–Estúpido –de perfil me di cuenta de que el aludido quedó inmutable desde que se estableció la comunicación –. Deja de fingir –lo sacudí al tomarlo por los hombros –. La faramalla de tu entierro acabó –pero entonces recordé que el Noveno me había enviado a encontrar a Verde y averiguar qué planeaba, así que lo solté –. El anciano te entregó algo, ¿no es así? –miré a la pantalla.

–Ah, eso –tuvo las agallas suficientes para mostrarme el pacificador azul sin brillo alguno, la luz azul ausente –¿De dónde crees que obtuve la inspiración necesaria para crearlo? –lo retrajo en la palma de su mano –. Me encomendó entregárselo a la Arcobaleno Cielo, pero distraje el bien con oscuros propósitos… del que ahora somos cómplices.

–Hump –mofé –, ¿por qué habría de ayudarte? No obtengo ningún beneficio.

–Te lo dije –dijo con cansancio –, la copia es toda tuya ahora, me probé ante un experimento titánico, es perfecto –miró con orgullo al mudo –. Por eso ahora eres responsable de mi desastre, porque yo permaneceré fuera del radar por un rato y cuando me aburra regresaré las cosas al estado en que se encontraban –bostezó –; tendrás que esconderlo porque si lo ven… bueno, sabes lo que podría ocurrir, porque no estarán tranquilos cuando se enteren que no exterminaste inmediatamente con semejante…

–Abominación.

–Rompimiento de reglas, algo que tenía que ver con el bien y el mal ¿Lo matarás? –sonrió divertido.

–En cuanto te encuentre.

–Seré yo el que te encuentre, y cuando eso ocurra será demasiado tarde –se reclinó en la silla –. Demasiado tarde para ti, Reborn.

La imagen se perdió, quedando ambos a oscuras.

–Protesta algo, lo que sea. Me exaspera que no seas más que un mueble.

–Si eso te place.

–Deja de actuar condescendiente conmigo –caminé hacia la salida pues en una rápida oteada me di cuenta que aquí sólo obraban los restos olvidados de un científico loco que voló más alto que Ícaro.

–Fui creado para obedecer tus órdenes, pero debo aprender cómo complacerlas. –eso me frenó en seco. Esto no era más que un teatro, el que estaba frente a mí era Colonnello, el mismo estúpido soldadito de plomo que salvó a Lal Mirch de una condena, estoy seguro.

Entonces juguemos.

–¿Harás absolutamente todo lo que te ordene? –levanté su mentón.

–Sí –la mirada seria, casi rozando en reto, fue lo que me orilló a decidir.

 

 

Me obligó a cambiar la apariencia, algo en mi rostro no le agradaba o era peligroso que la gente me reconociera. Fue fácil. Tengo el conocimiento necesario para llevarlo a la práctica, sin embargo por alguna razón que no entendí fui forzado a cubrirme con una gabardina hasta un lugar en peor condición que mi hogar primigenio, había un jet demasiado moderno para paraje tan agreste. La forma en que dos subordinados le miraron fue de respeto y otra cosa… así que ésa es la apariencia del miedo.

–¿Qué hay en las maletas? –inquirí.

–Eres un simple esclavo.

–Tú querías que hablara.

–Verde no terminó de afilar tus garras –tomó asiento y me aventó uno de los maletines, dentro había varias bolsas que contenían diamantes.

–Te pagan tributo. –lo dejé de lado y tomé asiento para abrocharme el cinturón.

–Ven acá –dijo, obedecí inmediatamente, dejando que el traqueteo del ascenso me guiara hasta él sentándome en su regazo. Sentí su respiración al chochar contra mi cuello.

 

 

Puede que mi rápida adaptación saque el asombro de un agnóstico, pero el mundo de la mafia, al menos de esta dimensión, da para ese ancho.

Era tiempo de probar el dicho de ambos.

Girándole el rostro planté un beso corto en sus labios, sin embargo fue como besar una roca.

–Abre la boca –sus rápidas respuestas abonaban diversión al estado hasta que casi su impasibilidad me superó –. Verde dice que eres perfecto –bufé –, no sirves ni para calentarme.

–Dijo que sería tu trabajo enseñarme –se acomodó, dejando ambas rodillas a mis costados –¿Tu complacencia yace en esta primitiva hambre? –me palpó la hombría –. Siento que sí.

–Sé que se equivocó –dije con sorna –. El verdadero tú no para de añadir una muletilla de mierda.

–El otro yo está muerto –replicó inmediatamente –, si tanto te molestaba la muletilla miertera está bien si continúo sin decirla.

–Si vas a convertirte en mi mentira, miénteme bien.

Al aterrizar apareció de la nada un automóvil a la velocidad del diablo, uno de sus subordinados le dijo que habían instalado un piloto automático en su ausencia para que llegara al segundo de pisar la pista, parece que no le gusta que nadie toque sus cosas. Creí que evitaría llevarme con él, pues resulta sospechoso hasta para un don nadie que de la nada aparezca un sujeto acompañando a otro que se supone estaba de misión para asesinar a alguien y por ello regresar tan solo como se fue. Ese asesinato que debió consumarse en mí. No conozco el miedo.

Piso el acelerador y de una brusca toma haló de mi cuello hundiéndome en su entrepierna mientras conducía. Sabía lo que quería, incluso mi creador llegó a insinuármelo… serás su… abrí boca al mismo tiempo que cerré los ojos, empecé por la punta con mi lengua, acción que le causó un estremecimiento. Mantuve la lengua rígida y luego, con calma subí dejando que mi labio inferior se humedeciera por mi propia saliva, retrocedí el camino andado. Su hombría continuaba dura y por alguna razón lejana a mi mente en esos instantes no resultó desagradable.

Yo no obtenía ninguna sensación placentera, pero era el primer contacto con otra piel desde que desperté en la plancha de hierro. No. No obtenía algo yo de hacerle esto.

Pero mi cerebro primitivo empezó por llevarme la contraria. Una emoción punzó en mi bajo vientre porque no lo recordé alto, orgulloso y vestido cuando su suspiro delató mi hazaña. Me puso una mano sobre la cabeza, haciendo que me sintiera aún más incómodo al estar en semejante posición encima del asiento y la cara estampada en su pantalón. La hebilla de su cinturón se me clavó en la mejilla cuando estrepitosamente empujó mi cabeza para tragarme lo posible de su carne, esa desprevención me… enojó, por ello intenté incorporarme pero a él le excitó más la resistencia. Así que eso le gustaba.

Sus venas hinchadas las sentía contra mi paladar, quise abarcar más al esforzarme, porque qué grande era. Nunca había tenido que tragar una pija quizá por eso la veo mayúscula. El atrapó mi cabello, lo estrujó al punto que creí perderlo.

Alrededor se encendieron las luces, miré con estoicismo que estábamos esperando que el semáforo le diera permiso… con las ventanas totalmente abiertas, por obra suya, en medio de un autobús y un escarabajo.  

Incorporarme significaría saludar el autobús y hacerle saber de mi existencia al auto vecino, un zumbido ascendió a mis oídos… No me iba a detener, subí una mano hasta apretarle sobre la camisa y siguiendo una intención precoz me levanté para besarle en los labios, lo atraje decisivo pillándole en una sorpresa, con los ojos ligeramente abiertos vi el claro desconcierto grabado en la cara del conductor vecino. Entonces dirigiéndole una mirada que según el diccionario se definiría como sinvergüenza, retomé la tarea de abajo. Sé que nos vio. Los tres lo sabemos.

 

 

Lo arrojé a la cama y casi arrepintiéndome de ello lo estreché contra ella. Qué estoy haciendo. Lo traje inmediatamente a un hotel sin mediar cuidado alguno, una acción tan temerariamente estúpida que bien Tsuna pudo haberla efectuado. Debí asestarle un tiro y arrojarlo al río, no. Aventarlo desde el jet. Empujarlo fuera del jaguar. Clavarle una estaca justo ahora. Sus piernas se levantaron en arcos quedando yo en medio con una necesidad absurda volviéndose a materializar en mi entrepierna.

Sus besos seguían siendo torpes, sobre eso tuve que trabajar. Lo olvidé cuando toqué su cuello, sus pezones y su vientre.

 Una muda complacencia se agolpó en mi ego al notar su preseminal en mi mano.

–Colonnello –susurré antes de labrarle una felación que creía hasta hace dos meses jamás hacer de nuevo.

Vulgar. Una vulgaridad desbordándose en mi cabeza impedía que pensara con racionalidad, todo lo que podía desear se satisfacía con lo tenía en mis manos. 

Está mal.

Y por eso lo continuaré haciendo.

 

 

Fue doloroso, su pene me atravesó sin consideración, un desastre, a pesar de eso mi función era dejarlo hacerme lo que quisiera. Para eso me crearon, para sentir su sudor impregnarse en mi piel donde sus besos dejaran tatuajes visibles sólo en mi mente, el único lugar donde él no conseguirá llegar.

–Colonnello –susurra arremetiendo encima de mí, su jadeo me dice que lo disfruta a la par que padezco. Creí que acabaría, me equivoqué; concluí que debe extrañar mucho a ese Colonnello para que eyaculara dos veces dentro de mí.

En cierta forma, no dista de un perro hambriento repitiendo mi nombre entre cada caricia tosca. Al final cayó sobre mi espalda.

¿Qué era Colonnello para este sujeto? Hay una áspera necesidad en él por quien soy reflejo. Soy un sustituto. Un juguete. Un premio de consolación.

Está mal.

 

 

Dejé el trabajo durante una semana. No importa, estas vacaciones en el Hades fueron provechosas.

–Hay suficiente dinero en la mesa para que rentes alguna villa en Verona, cuando lo hayas hecho, ésta es la manera de contactarme. Iré por ti en cuanto termine con el trabajo.

–Debo ir contigo.

–¿No resistirás unas semanas sin tenerme entre tus nalgas? –inquirió mientras apretaba la zona aludida.

–Eres mi dueño, tú decides qué hacer conmigo –respondió sin emoción –. Si consideras oportuno apartar a Colonnello de tu lado no debo oponerme –miró hacia la ventana. Me exaspera cuando habla en tercera persona, denota la mierda que le importa si se queda conmigo o no.

–Si te encuentran mis enemigos te usarán de tiro al blanco y te matarán. Si te descubre alguien de los míos lloverán sermones y, quizá, te matarán –levanté su mentón, me encanta recordarle que estoy en un plano supremo –. Y todavía no quiero privarme de los placeres que me ofreces, primor.

–Un dueño manda, el juguete obedece y espera.

–Me alegra que lo entiendas –lo besé para después hacerlo a un lado –. La próxima vez que me veas no permitiré que hables en plano. Sorpréndeme.

 

 

El Noveno no se atrevió a preguntarme en absoluto lo que ocurrió porque me encargué de liarle una buena farsa, sé que no se la tragó completa, pero a falta de investigadores aptos nadie encontraría a Verde. Ni a mi pequeño secreto.

Era una suerte que Verde le dejara intacto su talento para usar las llamas de voluntad y algo de intelecto que nunca reconocí ante nadie, será suficiente para que se las arregle él solo y cumpla lo que dictaminé.

Un ligero temblor en mi mano al sostener la copa de vino en medio de la fiesta llamó la atención de Fon.

–Shie, no esperaba que el trabajo nos reuniera aquí esta misma noche. Te noto mejor –inclinó la cabeza mientras sonreía –. ¿No te parece extraño?

–¿Qué cosa?

–Ahora que Colonnello no está, Lal Mirch debería tomar su lugar, sin embargo el pacificador azul no ha regresado a las manos de la Jefa de los nuestros para hacer la designación.

–Quizá lo enterraron con él.

–En teoría no podríamos morir.

–El arco de Byakuran demostró que sí.

–Por supuesto, él tenía artilugios bien pensados y armas precisas; pero nunca podríamos perecer por simples manos humanas –le miré de perfil. –Oh, vaya. No lo sabes –cerró los ojos. –Colonnello murió porque quería morir –susurró.

–Eres un maldito arrastre.

 

 

Mi cuerpo tenía necesidad de movimiento brusco, algo que me agitara hasta dejarme exhausto, por eso entrené después de concebir la logística para mantenerme en forma, tomando en cuenta el tipo de hambre de mi actual dueño no es difícil suponer que quiere un Colonnello atlético que le resista todas las rondas que se le antojen.

Mi dueño dijo que ante cualquier duda investigara por mi cuenta con extrema precaución, que en este caso se trataba de que nadie averiguara a quién me parecía mientras conseguía lo que él me ordenó la última vez que hablamos.

Unos cuantos diamantes y dinero en efectivo en manos de un ingenuo objeto.

 

 

Lo encontré con el torso desnudo, me daba la espalda y estaba demasiado concentrado vertiéndose agua sobre la cabeza. Las gotas de agua corriendo libres desde su cuello, topándose con el cinturón y humedeciéndole la piel aún cubierta por el pantalón.

–Ah –soltó cuando me descubrió –No sentí tu llegada.

–Más tarde sentirás mi venida –sonreí –. Debes permanecer alerta, yo aún puedo ver la cabellera rubia y los ojos azules.

–Estamos completamente solos, pero no volverá a ocurrir.

–No. –reiteré –Por ahora quédate así. –ordené cuando vi su intento por ocultar su fisonomía tras una ilusión.

Le ordené una cosa, y no hubo necesidad de hacer especificaciones ni de reñirle por el resultado, así que estuve conforme con Villa Giona remodelada con simpleza. Lo único que me importaba era la privacidad, así inicié mi estadía en Verona, Italia.

 

 

Mis primeras memorias se evocan a mi despertar sobre el centro experimental de mi creador y después el frío piso. Toda mi artificial vida no estado sino rodeado por hielo. La mirada de mi dueño es témpano desde hace un par de noches.

Cualquier cosa al despertar causaba su furia, así que por nimio intento mío por saber cuál era su deseo resultaba inútil la ejecución, por las tardes me tomaba entre sus brazos, hacía lo que quería y al caer la noche, cuando tomaba camino hacia mi habitación y él a la suya, acaecían exabruptos. Una vez escuché el cristal romperse contra el piso, en otra, insistentes e innecesarias limpiezas a todas y cada uno de sus juguetes de un arsenal que nunca le vi utilizar y la más reciente: me incorporé al saberlo sentado en el sillón frente a mi cama.

–¿Qué…? –sentí una molestia en mi ojo izquierdo, tallé ligeramente con mis dedos.

–Vuelve a dormir.

Mientras pensaba en todo ello, encendí la madera en la chimenea, comenzaba el frío.

Él se acercó a mí, puso sus manos alrededor de mi cintura dejándome clara las intenciones que tenía para mi esta tarde. Sabía que no serviría de nada protestar, fácticamente, ni siquiera tengo derecho para oponerme, así que no podía quedarme sin servir a mi dueño.

Seguí sus tácitas instrucciones, aun de pie con mis manos sobre la repisa de la chimenea, recuperar su ritmo. Aferrado a mis caderas, en intervalos irregulares entraba y salía de mí. Me sentí su presa extraída del agua, donde el cordel que él tiraba me indicaba hacia dónde ir. El dolor seguía conmigo.

Estoy hecho para soportar el dolor.

Me desgarró. Sin embargo, en el plano no físico, algo dentro, era distinto. Había estado mentalizándome en que si esto, por alguna razón, le era placentero, yo tenía que…

Me quedé completamente quieto, a él no le gustó, aproveché la brecha cuando su hombría salió de mí y me di la vuelta para mirarlo de frente, puse mi mano derecha sobre su pecho y él con una sonrisa exultante se sentó sobre la alfombra.

Recurrí su pene con la lengua hasta dejarlo humedecido.

Con mi diestra fui introduciéndolo lentamente, hasta quedar con las rodillas plantadas a sus costados y mis manos sobre sus hombros. La intromisión patrocinada por mi fue tolerable, sin querer, mordí mi labio y, al mismo tiempo, lo sentí hincharse más dentro mío. No lo creí posible.

Latía dentro.

Hasta que el dolor cedió dejando paso a la sensación denominada placer que sólo obtenía cuando mi dueño me devora la entrepierna.

Fue creciendo, mis piernas dejaron de temblar al tiempo que mis movimientos se precisaban en un juego peligroso, subiendo y bajando, dejando que mi cavidad lo devorara. Una vibración en mi pecho al verlo entrecerrar uno de sus ojos.

Él emitió un grito ahogado, llenando mi cuerpo de su semen.

Y por primera vez desde que pasé a ser su propiedad, a pesar de las arremetidas, mi erección demostró que supere el dolor. Mi dueño, al darse cuenta, me arrojó al piso y estrelló su boca contra la mía. Aprendo rápido, saqué mi lengua por invitación de la suya para saborear nuestras respectivas salivas. Mi función respiratoria me recordó que debía tomar aire.

Ah…

 

 

Decidí seguir su juego porque cambió algo dentro de él. Verlo morderse el labio aumentó mi hambre por extraerle todo. Su dolor y, ahora, su placer son únicamente míos para saciarme. La fricción de su espalda contra la alfombra terminaría por enrojecérsela. Noté que por un segundo quedó aturdido, pues descubrió que había gemido. Un gemido que al fin logré sacarle de su, casi, eterno mutismo.

Deseé tocarlo como muchas veces, obligarle a levantar la cara y mirarme para desenterrarlo de su mente donde busca refugio tantas ocasiones que he perdido la cuenta. Salí de él y me incliné hasta tener su culo contra mi boca, se estremeció, lo recorrí lentamente con la punta de la lengua. Lamí sus contornos, adentrándome a ratos en el punto deseado por donde aún escurría mi semen. Con la mano le masturbé. Amasé su carne, le mordí el interior de los muslos, imprimiendo con fruición mis dedos sobre su piel.

Cuando él comenzó a mostrarme un ritmo constante de adelante a atrás supe que me necesitaba de regreso. Es mío. Sólo mío. La sangre agolpándose en las mejillas, la respiración perdiendo sosiego.

–¿Lo quieres? –pregunté sosteniendo mi verga, con la punta lista para retomar la entrada.

Soy un ser mezquino.

Junté nuestros sexos, moviendo la mano deprisa, con más energía. Sus labios se distorsionaron en mueca de gozo.

–¿Lo deseas? –inquirí de nuevo, inclinándome hasta casi darle un beso –. Deséame.

Se contrajo, sus ojos empañados atravesaron los míos; en un suave, casi etéreo, movimiento, rodeó mi cuello con sus brazos y dijo quedamente en mi oído…

Lo deseo.

Entonces, más que el sonido de nuestras bocas arrancando besos casi sinceros, nos retorcimos en medio de pura virilidad, primigenia, salvaje.

 

 

 –De ahora en adelante, te dirigirás a mí con el título de Amo cada vez que te toque, y permanecerás en mi cama cuando anochezca.

Poco tiempo después descubriría la razón de esa orden: él no podía conciliar el sueño sino me tenía allí. Ese era porqué su cólera iniciaba cada noche.

La sensación de su respiración contra mi nuca fue difícil de soportar las primeras noches, pues creía que el mínimo movimiento mío lo despertaría y de ello se desprendería otra dosis de sexo.

También aprendí que el invierno sería la estación más larga.

Por su condición de arcobaleno recaía en somnolencia ante la ausencia del sol, aunque quiso dejarme claro que no existía signo de debilidad en él cuando caía nieve, eso pude comprobarlo cuando la fuerza en sus arremetidas aumentaron. Necesitaba mi calor.

 

 

–Mastúrbate, y dime cuando estés a punto de correrte.

Mis acciones se agotaron en seguir esa instrucción. Alargué mi mano hasta mi blando sexo, moviéndola en toda su extensión húmeda después del baño, y ocurrió algo que no esperaba, aun cuando era comando directo suyo, una tentación tan grande que yo me resistí a abandonar… me orillé a clavar mis dedos demasiado fuerte hacia dentro, dos veces, dos más, sobre mi trasero ya enrojecido. No había sentido algo parecido, por un momento olvidé que él permanecía sentado a mis espaldas y al segundo siguiente al saberlo viéndome, sentí que estaba por dividirse mi cuerpo y mi sistema.

Entonces, de perfil lo miré.

–Estoy… -murmuré y él no demoró en entrar en mí. Una brusca agitación tambaleó mis sentidos. Su decisión entró sin detenerse. Me estaba rompiendo, como cualquier otro día, en medio de temblores y un escalofrío que se despertó en mi columna.

–A… mo… -él no contestó hasta que estuvo hasta fondo.

Debe ser incoherencia la sensación mía que despertó su respiración agitada, su pulso golpeando contra mi omoplato fue lo que me sobrecogió.

 

 

Definitivamente no debí sacar al vino de su prisión de vidrio antes de hacer esto.

–¿Qué es? –inquirió al examinarlo.

–Un Fabergé. Úsalo.

De inmediato lo pasó alrededor de su cuello. Un pendiente del mismo color de sus ojos, siendo la combinación de ambos más de lo que pude soportar.

 

 

«Te golpearé sin cólera…

y de tu párpado haré,

para saciar mi desierto,

brotar agua del dolor.

Mi deseo de esperanza henchido

navegará en tu llanto…

ese veneno es mi sangre…

soy el verdugo...»

Algo así decía la página del libro que mi dueño dejó en el piso de la gran biblioteca, debió arrojarlo con furia, la hoja donde yacían esas letras había sido arrancada.

A menudo, cuando él salía a cumplir algún trabajo, yo venía aquí a buscar… quizá la palabra correcta sería consuelo. Debía aprender todo cuanto se pudiera, estar preparado ante cualquier demanda que mi dueño pudiere tener. Además, el mundo fuera de este lugar me estaba prohibido, incluso con ilusiones rodeándome, mi dueño me ordenó estrictamente permanecer aquí hasta su regreso, al parecer no confiaba en mi habilidad para camuflarme. De ello, con el entrenamiento y los libros, pasaba los días en su ausencia.

Empero, el consuelo fue tornándose imposible de alcanzar. Con el paso del tiempo las excursiones de mi dueño fuera de esta Villa se hacían más largas. Pasé a tener más tiempo para ahondarme en un estado débil. No sabría definirlo, incluso los diccionarios no sirven para esclarecer lo que acontece en mi mente.

Soy un muñeco que, sin amo, carece de propósito.

Debajo del sillón saqué una de sus camisas, la llevé a mi nariz. Sí. Su olor estaba presente.

Por un segundo lo creí a mi lado, me senté al borde del sillón, cerré los ojos y con la camisa todavía cubriéndome el rostro, llevé la mano al pantalón. Poco a poco, mi sexo se endureció hasta lograrse al cénit, me toque como él tantas veces hizo. Mi mente, que tan racional había creado Verde, sufrió un vahído al concentrarse exclusivamente en el placer que podía brindarme yo mismo al pensar en mi dueño. Tenía que alejar esos pensamientos.

–¿Te has enamorado de él? –el vídeo mostraba a mi creador sentado frente a un computador.

–Mi sistema no logra discernir una palabra así –respondí.

–Humn –dejó de teclear y me miró –. Pero él no cree lo mismo y es lo que me interesa.

–¿Qué significa?

–Para ti, en absoluto algo –se echó a reír –. Tu existencia se basa en complacerlo, hazlo y punto. Son las consecuencias que sobre él recaigan lo que me compete –se encogió de hombros –. Estoy cerca de lograr mi objetivo. Continúa cegándolo.

–No puedo hacerle daño.

–Olvidé que algunas veces continúas trabajando sobre la literalidad.

–Estoy estudiando –miré de refilón una pila de libros.

–¿Poesía? –sonrió –. Será inútil. A Reborn sólo lo inhabilitarás a través de tu cuerpo. Él no tiene alma que puedas conquistar a través de palabras.

–Yo tampoco –respondí en automático, aunque no se me había solicitado. Me mordí la lengua.

–Eso es parte del plan.

Mi dueño no tenía manera de saber sobre estas conferencias. No debía saberlo.

Cada vez se hacía más difícil darle información a mi creador, pues las ausencias se volvían más largas.

 

 

Arribar con la ropa manchada de sangre es una vulgaridad. Al cuerno con eso. Llegué a la Villa en menos tiempo del que pensé, no fue sino hasta que recordé a qué velocidad venía que pude dar cuenta del diablo que llevo dentro.

Él acudió de inmediato, lo vi correr al bajar las escaleras y se acercó con fruncimiento de ceño al examinarme.

–Debo curarte –semejante patraña.

–Tonterías –repliqué, sin embargo pareció no escuchar, lo seguí hasta sentarme en un taburete en medio del estudio.

Me desprendió de la camisa y vio los rasguños por los que la sangre seca había causado costras.

–La mayoría de esta sangre no es mía.

Él, diligentemente, pasó el trapo húmedo por todo mi pecho. Limpió mis manos, mi rostro y mi cuello. Sus ojos se detuvieron sobre los míos, sus manos sobre mis dedos anular e índice.

–¿Qué significa estar enamorado? –su pregunta me indicó dos cosas. Peligro. Amenaza.

–Le preguntas a la persona equivocada. –con mis dedos ahora rodeados por los blancos vendajes levanté su barbilla –. Estás formulando cuestionamientos que ninguna máquina debería.

–Mi constitución es carne y sangre, no hay… -se detuvo un momento –. Soy un juguete. Tienes razón, una máquina –llevó una mano a su cabeza, entrecerró los ojos como si el procesamiento de datos estuviera a punto de hacérsela explotar.

–Lo entendiste mal –lo subí hasta sentarlo en mi regazo –. Si en verdad tu mente no termina el algoritmo, tu capacidad de aprendizaje permanecerá estancada.

–Intento remover los cerrojos de mi cabeza pero… -le besé.

 

 

Desperté. Él tenía su brazo sobre mi espalda, así que giré con mucho cuidado para dejarlo dormir, al incorporarme sentí un hilo húmedo descendiendo por mi pierna derecha. Me dirigí al baño para comenzar la limpieza, al salir lo descubrí en medio del vapor, recargado en el marco de la puerta.

–Debiste esperarme.

Me quedé en silencio, ignoraba que había una nueva orden para pasar más tiempo a su lado, luego entonces, los baños de ahora en adelante serían colectivos.

A pesar de mi limitación para entender los propósitos de mi dueño, aprendí que antes de salir a una misión que podía durar meses, su objetivo consistía en no estar solo por más de cinco minutos.

–Estarás lejos mucho tiempo.

Sus brazos seguían alrededor de mí. Nosotros enfocados en el brillo del fuego en la chimenea.

–Conoces mis vicios –sentí su nariz hurgar cerca de mi nuca, dejando que su aliento dejara huellas invisibles hasta mi oreja –¿Y si esta vez jamás regreso?

No supe qué responder.

 

 

Su silencio significa nada. Por un momento deseé que respondiera alguna grosería a mi persona, «Te lloraré tres días, idiota», pero no lo hizo. El juego ha llevado demasiado tiempo.

Este no es Colonnello.

Por ello, quise matarlo en ese instante, destrozar cada centímetro de su piel hasta dejarlo irreconocible y después devorar su carne en una bastarda eucaristía. Así terminaría todo. El juego. La necesidad… esta absurda necesidad de tenerlo en mis brazos, pero no bastaba. Seguía sin ser suficiente saber que cada noche en este lugar significaba colarme entre las sábanas para tenerlo mil veces como surgiera mi gana.

Yo, único probador de su piel.

Insuficiente que obedeciera cada orden irracional que mis labios pudieran desplegar sobre los suyos.

De perfil me miró, las llamas daban a sus ojos un brillo espectral. Si esos ojos dejan de mirarme tal y como lo hacen ahora, como si yo fuera el centro de su universo, su único propósito en la vida… perderé la razón. Con eso olvidé todo intento de homicidio.

Qué estupidez estoy haciendo.

–No debo separarme de ti, mi único propósito es…

–Estoy harto de verte tras mis pasos, lamiendo mis huellas.

–No debo…

–Obedeces cualquier estupidez que digo –lo solté y me puse de pie para mirarlo desde arriba –. No eres más que un lastre, un parásito sin conciencia ni voluntad. Ojalá estuvieras igual de muerto que –fruncí los labios –. Quédate aquí y muere o vuelve con Verde. Me da igual.

 

 

Conforme voy memorizando los detalles de cada verso entiendo poco a poco lo que mi dueño quiere. He repasado en varias ocasiones a otros escritores, pero ninguno como el primero. Lo anterior sigue una determinación muy simple… este escritor atraviesa las mismas reacciones: maldice y luego acepta que desea la misma cosa. Mi dueño me quiere a su lado, minutos después me desplaza. Sólo que esta vez es definitiva.

Pero cuando trato de comprender todo en conjunto algo en mi mente deja de funcionar, la última vez terminé en estado apagado por cinco horas.

–Tengo defectos.

–Eso es imposible –mi dueño tenía las manos dentro de una máquina, dándome la espalda mientras continuaba su trabajo –. Eres mi mejor trabajo hasta ahora. Además la revisión recién terminó, estoy seguro que no habrá… –levantó la cara lo suficiente para alcanzar a ver la pantalla a su izquierda, pero los resultados no fueron los que esperaba –. Desorden de sueño –se levantó y llevó la mano a su mentón, volteó a verme –. Y un caos en la villa que caprichosamente Reborn compró para guardarte.

Los libros adornan el piso, dado que mi dueño ha decidido abandonar todo cuanto aquí poseía…

–¿Cuánto tiempo lleva fuera el imbécil de Reborn?

–Mañana se cumplen cinco meses con seis días.

–Puff –su sonrisa salió disparada.

–Juró no volver y me ordenó permanecer aquí.

–Científicamente los portentos son nada –ignoró lo que dije –pero lo interpretaré como uno –al notar que continuaba sin entender agregó:–Me tomó cincuenta y seis días lograr lo que hice contigo. Cinco meses y seis días desde que te dejó en medio de esta casa sólo habitada por los fantasmas de tus recuerdos con él. Cinco y seis. Alguien sabio dijo que no existen las coincidencias, sólo el destino.

–Si no funciono óptimamente generará molestias a mi dueño.

–Reconozco eso, aunque creo que he sido suficientemente considero al dejarte tanto tiempo con él –limpió sus lentes –. Y te ha botado.

–Me dejó porque le fallé. Mi objetivo no se cumple.

–Replicas rápido, ¿acaso te molesta estar lejos de él?

–Carezco de criterio. Sólo tengo algoritmos pero mi sistema indica que hace falta una variante para completar el que definirá el propósito y tú no lo instalaste desde el principio, esa brecha fue plantada intencionalmente para que yo arribara hasta aquí. Decírtelo indicaría que el momento había llegado.

–Bastante simple, ¿no? O es que estoy tan acostumbrado a complicar las cosas que me aburre.

–Dame la variante.

–¿Lo exiges?

–La necesito.

–Lástima.

 

 

«No lo soportarás», le dije.

Él continuó respondiendo lo mismo, la pieza que le faltaba.

En serio es una pérdida enorme a mi ego, pero hice lo que él pidió.

Adiós a mi más perfecta creación.

 

 

–No presento diferencia alguna –dije después de que mi creador me dio a conocer el programa, se desperezó de la silla donde mi dueño solía sentarse.

–Existen candados, un programador como yo necesita presumir de vez en cuando. En este asunto se desbloquearán ante determinadas circunstancias –se encogió de hombros, apartó su vista de mi para recorrer las estancias –, dudo que quiera ocupar de nuevo esta Villa. Me la quedaré. Ahora –hizo una pausa –¿qué es eso? –preguntó al ver que el dije salía de mi camisa –. Vaya, un dije Fabergé azul. Escuché que en París robaron el último que quedaba en su tipo, así que aquí terminó. Debo admitirlo, ese idiota siempre supo cómo compensar a sus putas, lástima que esta vez se lo entregó a una muñeca que ignora su valor.

–¿Eso soy?

–¿Acaso te dijo que te amaba?

–No.

–Allí lo tienes –metió las manos a los bolcillos de su bata –. Te tenía a su lado porque satisfacía su hambruna sexual. Nada más. –soltó el dije –. Supongo que irás a buscarlo.

–Aún estoy incompleto. Y él no quiere verme.

–Yo aún tengo ánimo de poner en aprietos a Beborn –llevó la mano al mentón –. Existe una manera –me miró –, pareces ansioso –sonrió –. Puedo hacerlo –se acercó para examinarme el rostro –, arreglaré un encuentro que él no podrá evitar, pero a cambio tendrás que darme algo.

–Carezco de pertenencias.

–Esperaré pacientemente a que entiendas el poder que ejerces sobre lo que te rodea.

 

 

Han nombrado a Lal Mirch para asumir su puesto como Arcobaleno de la Lluvia. La noticia me la dijo la propia Luce, por eso convocaron a todos ¿Qué mierdas ha ocurrido? Esto sólo podía ocurrir si el idiota de Verde había regresado el pacificador azul, sin exhibir la existencia de… menuda mierda. Con esto queda comprobada mi teoría que el científico de cuarta mantenía a Colonnello bajo vigilancia, de todo lo que yo hacía de él.

Haré que Verde me pague con creces su afrenta.

Abandonar la Villa constituía el primer paso sobre el cual dirigiría mi actuar para terminar todo este teatro, sin embargo la reciente convocatoria carece de sentido si a la que nombrarán como arco iris azul será Lal Mirch. Eso lo cambia todo y no puedo permitirlo, si tengo que arrancar el pacificador de su cuello muerto mientras inutilizo al resto, lo haré.

 

 

Estando en medio de todos lo único que podía hacer era permanecer quieto, guardando silencio ante la avalancha de preguntas y acercamientos a los que fui afecto desde que me vieron entrar. Tengo los archivos en orden, sé que cada una de estas personas conoció a mi otro yo y que concernían a un gremio especial. Por el momento, la que seguía cerca de mi creador, Luce, trataba de guardar la calma mientras que la llamada Lal Mirch tenía los brazos ocupados sobre mí, al igual que Skull y Viper.

–No puedo creerlo –sentí sus lágrimas sobre mi pecho –¿Dónde habías estado? –me recriminó –. No importa, no importa. Estás aquí, idiota –me soltó y se talló ambos ojos recuperando la compostura –, hace un momento sentí algo aquí –puso la mano sobre mi pecho y de soslayo miró a Luce.

–El pacificador está aquí –lo sostenía en ambas manos junto al pecho.

–Entonces… ¿puedo? –me preguntó, yo esperé a recibir indicación, y accedí –. Un…

–Fabergé –ahora el interés de Viper estaba sobre mi –, ¿De dónde lo sacaste? Podría venderlo a buen precio.

–Fue Reborn –respondió con tranquilidad –. Yo ya les expliqué mi parte correspondiente de culpa al ocultarles que Colonnello pisando la tierra en lugar de pudrirse debajo de ella, sin embargo creo que todos entendemos con claridad lo que significa un Fabergé Azul colgando de su cuello.

–Un sustituto del pacificador –la declaración de Skull sonó sorpresiva para él mismo, los demás guardaron silencio, todos lo sabían. Todos menos Skull y yo.

Yo empeñaba todo en poder entender que no soy un clon, sino una persona a la que presionaron el botón de reinicio.

–Suena lógico –intervino Lal Mirch frunciendo los labios –. Incluso él… -apretó los puños –. Reborn no merece saber que Colonnello está aquí, debemos ocultarlo de su vista. Para siempre.

 

 

–Estoy de acuerdo –comentó Fon mirándome con aire divertido –. Si lo que nos has contado es cierto, Reborn jugó con las posibilidades para que el pacificador regresara a su antiguo dueño, si lo ve aquí intentará hacernos creer que lo factible es dárselo y poder raptarlo después que el equilibrio entre nosotros sea restaurado.

–Su legítima dueña soy yo.

–No es momento de enfocarnos en «el hubiera» -intervine –. Luce invocó a Reborn con la noticia de que sería Lal Mirch, y no otro, quien adquiriría la mención de arcobaleno.

–Si sólo me estás usando para…

–Todo esto inició por petición suya –señalé a donde Colonnello permanecía –. Si yo, un ser desalmado, llegó hasta este punto por hacerle un favor a un viejo amigo con mayor motivación debes cooperar. Así que te usaré como sea conveniente para su plan.

–Aún no puedo creer que sea Colonnello quien te pidió esto –dijo Viper –. No suena a algo que él haría. Además, ¿qué papel nos toca interpretar, Verde? ¿Fingimos que en realidad Reborn enloqueció y que Colonnello estuvo vivo todo este tiempo?

–Shie, no sería mala idea –le parecía divertido al oriental, a mi igual, pero estábamos en precaria estabilidad.

–Todavía no ha dicho nada, Noveno –habló Luce.

–Esto ha sido una tremenda falta de respeto a la institución que ustedes mismos conforman, ser un miembro del Arco Iris no es juego de prenda, si un Vindice se apareciera justo ahora no le tomaría a mal que muriera de un ataque provocado por la risa –mantenía las manos enlazadas y me reprochaba desde el escritorio –. Hacernos creer que uno de ustedes había muerto –frunció el ceño –, para luego ocultarlo, borrarle la mente y hacerle creer que es un androide. No esperes condescendencia de mi parte.

–Colonnello no tiene culpa de…

–Sé que Fon confabuló contigo –vaya que el viejo no pierde la lucidez –. No me subestimen.

–Toda la maldición que llevamos afecta de diferente modo a cada uno de nosotros –Luce asintió –, como sólo el Noveno y Luce sabían, yo estaba en Bruselas supervisando los resultados con Colonnello cuando el ataque lo hirió, para parecerles humano, por un segundo creí que no lograría salvarlo, pero –lo miré, estaba muy quieto mirando la alfombra, sus manos temblando, está comenzando. Diez por ciento de avance –él no quería ser salvado, a menos que fuera una nueva persona al despertar.

–¿Por eso cometiste la idiotez de programarlo como uno de tus estúpidos experimentos?

–Vivo mi complejo de culpa diferente a ustedes. No lo entenderán a menos que vean el resultado final –me encogí de hombros –. Por otro lado, lancé los dados en el momento preciso. Estas chanzas sólo son divertidas si no corremos peligro en otros frentes y yo era quien equilibraba la balanza mientras Colonnello decidía si volver o quedarse tal y como está. Cuando todo esto acabe podrán regañarme todo lo que quieran.

Todos los pacificadores de los presentes brillaron. Reborn había llegado.

Abrió la puerta con toda prepotencia y a cada uno de los presentes dirigió una mirada cargada de sospecha… o quizá esté calculando el nivel de participación en esta escaramuza para saber en qué medida infringiría la venganza.

–Devuélvemelo –qué fácil puede ser en ocasiones. De haber sabido que Colonnello era la clave para manipular a Reborn, lo habría sustraído antes.

Colonnello se desprendió del dije y lo extendió a Reborn, quien lo recuperó después de pensárselo dos segundos al verlo a la cara. Veinticinco por ciento de avance.

 

 

Verlo en medio de todos estos papanatas me alteró los nervios, pero más aún saber que no emitiría emoción alguna al verme. Me equivoqué, su mano tembló al entregarme el Fabergé. No necesito más, sin importarme que estuvieran todos aquí reunidos.

–¿Quién soy? –inquirió –. Todos parecen saberlo.

–Todos aquí te mienten –respondí –, buscan alejarte de mí. ¿Eso quieres?

–No –respondió rápido. Eso me gustó –. Tú también sabes quién soy, siempre me llamaste por un nombre.

–Ya no te diriges a mi como Tu Amo –mordí en dirección de Lal Mirch –. ¿Te rehúsas? –entrecerró los ojos.

–Es una molestia –llevó una mano a su sien –. Necesito… necesito recuperar todo… -miró con ansiedad a Verde. Esas son el tipo de miradas que debe dirigirme estrictamente a mí.

–El Colonnello que enterramos quería olvidar a Reborn por su eterna indiferencia, si acaeció todo esto fue porque nunca tuviste el valor de atarlo por medio de una confesión sincera –explicó el lentudo.

–¿En qué te perjudica?

–Tu excéntrico egoísmo quedará en los anales de la historia, Reborn.

–Dejen de pelear –terció Luce –, por favor. Colonnello nos necesita a todos. Especialmente a Reborn –compraré la casa de muñecas más cara de París para su hija por reconocerlo –. Colonnello regresó herido de Bruselas, no sólo de muerte física sino en su corazón –se aproximó hasta nosotros y lo abrazó –. Perdóname por no haberme dado cuenta –dijo realmente arrepentida –. Esto podría tenerlo Lal Mirch, si eso ocurriera, tu corazón quedaría encerrado para siempre y no conocerás el dolor que despierta la pérdida, pero –sonrió –si decides regresar con nosotros, de nuevo comenzarás a sentir.

–¿Qué ocurrirá conmigo?

–Serás humano de nuevo y afrontarás las consecuencias que esa calidad conlleva.

 

 

–Kora –fue el primer balbucido que brotó de mi boca.

 

 

Maldita muletilla de mierda.

 

 

Lo primero que quiso hacer Colonnello fue salir, sentir la brisa sobre su piel. Nadie objetó, de hecho nos le unimos inconscientemente.

Skull y Lal Mirch peleaban su atención, por otro lado, yo obligaba a Reborn y Verde permanecer en la terraza mientras masticaban un sermón escala exorcista, un monólogo elaborado por mi, su líder.

–En fin, no puedo enfadarme con ustedes durante prolongado tiempo –suspiré.

–Recompensaré el que estés de mi lado en esto –prometió Reborn.

–Cualquiera de las dos opciones que ofrecí a Colonnello te incluían –me miró –. Nuestra familia está completa y sólo por eso haré las intervenciones necesarias para que esto parezca un examen de preparación para épocas lúgubres en lugar de una treta de niños en preescolar –ambos estuvieron de acuerdo, sin embargo esta paz no resultó como un sueño de siete años.

–Oye, Reborn, apuesto a que puedo convencer a Colonnello de volver al laboratorio.

–Tengo pensado bendecir mis armas, la pila bautismal estará al desborde de tu sangre.

–Irremediables –los dos no se dan cuenta, pero a pesar de que discuten, están aliviados de que su pesadilla acabó… bueno, al menos para uno de ellos –. Colonnello, querido –llamé y en seguida obtuve su atención –. Hay un amigo que ansía verte más que ninguno –sonreí y del cielo bajó el ángel guardián que ninguno de estos ingenuos amigos míos pensó.

–¡Falco-kora! –hacía cincuenta y seis semanas que no veía risa así. Libre, desinteresada, incondicional.

Entonces, a mis queridos hombres les quedó claro que las hazañas de héroes, cazar dragones, resolver enigmas, matar Gorgona, conquistar un reino o domar cerberos es tarea fácil en comparación a descubrir la clave de la felicidad de otro ser humano, porque los orilla a despojarse de su frío egoísmo y mirar hacia un palpitar cálido.

 

 

Es un giro dantesco terminar en Bélgica.

El camino que inicié hace más de un año tiene su punto aquí, lo siento como una daga clavada siempre en mi pecho. Por recomendación de Luce es que vine a este lugar, ella cree que tengo cabos sueltos en Bruselas.

Mi razonamiento va construyéndose a base de memorias en pedazos. Sé que me enfrenté a alguien extremadamente fuerte, una persona que me venció hasta dejarme en el barro y abrió mis heridas mentales al hacerme conocedor de un secreto.

También fue amante de Reborn. Confesó una apostasía con suma gracia y coherencia, relató con sumo detalle cuestiones que sólo creí conocer del patilludo con el que me acosté un par de veces en aquél entonces pero yo creí amar hasta el punto que antes de que mi cuerpo sucumbiera, mi alma murió en ese instante.

No deseaba volver a verlo, ni sentir lo que por él sentía, porque dentro de mi sabía que yo le carecía de importancia, y tal como nosotros pobres diablos, mi enemigo y yo, sólo habíamos tenido la infortuna de conocer a un asesino de negro que ya tenía a alguien más para calentarle la cama.

En el instante en que mi victorioso rival cernía su sombra sobre mí, recordé algo muy apropiado para resumir mi decisión.

«Un cadáver no venga injurias»

Empero, no me bastó con eso. Cuando logré sentir todo el dolor físico, me reconocí vivo y maldije a Verde por intervenir.

–Quítalo. No lo soporto.

–Bloquear tus memorias es sencillo, pero tratándose de remover el pacificador sin que haya consecuencias –meditó –, claro que puedo hacerlo, para mi no existen imposibles.

–No quiero volver a sentir algo, estoy harto de sentir esta debilidad –farfullé.

–Reborn no demostrará nada a menos que te crea muerto, pero dudo que realmente quieras estar lejos de él para siempre.

–Si me quitas todo no volveré a caer en su red, –dolía todo – así esté frente suyo, sometiéndome a su voluntad, no cambiará nada. Un robot no puede enamorarse.

–Te equivocas. Asimov no lo incluyó esa parte en sus reglas.

Hoy sigo confundido respecto al resultado final de todo este trayecto, recordemos que mi yo sin voluntad seguía a Reborn porque así estaba configurado, no porque sintiera algo humano hacia él., eso significaría que tuve razón.

Un enamoramiento se basa en pedazos de recuerdos, en idealizar belleza sobre una cosa grotesca, mentiras para ilustrar realidad, pecados para buscar consuelo en una deidad.

Por otro lado aún guardo en los anaqueles de mi memoria reciente los encuentros sexuales. Esa parte es gratificante porque cubre una necesidad básica. Nada más.

Me revuelve el estómago al cotejarlo con el dicho del enemigo que me asesinó aquí.

Dijo algo así, «Yo también fui su juguete nuevo. Acabó el encantamiento cuando dejé de aportarle información de interés, cuando se hartó de buscarme pues ya no le era útil ni novedoso, y yo me aburrí de hinchar su ego y perseguí mi propio objetivo. No me tomes a mal, quizá en otra dimensión tu y yo seríamos amigos al hermanarnos en el dolor.»

Claro que mi reciente trepanación pudo haber alterado la declaración. En esencia tenía razón o debió tenerla para que una retórica tan pueril me convenciera para suicidarme con su ayuda.

¿Por qué me ataba sin remedio a Reborn? ¿Qué podía ofrecer además de un narcisismo insufrible, una incurable codicia?

Debió existir una logística al enamorarme de él.

Claro que la atracción y la química entre nuestros cuerpos cooperó al propósito, pero… de acuerdo, una de las pocas veces en que nuestros trabajos coincidieron, al verlo sin su saco, con la camisa amarilla y la sobaquera portando orgullosamente sus armas, mientras prendía un cigarro… fue en ese momento cuando pensé «es magnificencia encarnada».

Alguna vez escuché por Lal que sentir admiración no estaba concadenado al amor, fue allí cuando deseché la idea de una relación romántica con ella y me enfoqué en Reborn. Si a él no lo admiraba debía ser por otra razón.

Ah, creo que tuvo que ver con mi ego.

Creer insulsamente que un hombre como él pudiera volverse dependiente de un soldado aun cuando nuestros métodos de asesinato sean tan diferentes. Eso es. Yo también quise subyugarlo y él a su vez a mí, quizá por eso la competencia absurda entre los dos para ocultar lo bien que embonábamos.

En el peregrinar al que me sometí, la mente era quien más lejos viajaba: Mi vida en común en Giona parece un sueño en el cual atravesé diferente bibliografía para que mi, en aquél entonces, clonada mente pudiera comprender lo que Reborn quería más allá de cualquier blasfemia o simbólica plegaria…

«Estoy harto de la gente que muere por una idea. Yo no creo en el heroísmo: sé que eso es muy fácil y he llegado a convencerme de que en el fondo es criminal. Lo que me interesa es que uno viva y muera por lo que ama.»

Parece que la misma fuerza que me sujeta a Reborn es la misma que me hace recurrir, lavado el cerebro o no, al mismo libro. Debía enfrentarme al factor que originó mi error una vez más.

Mi error fue rendirme sin pelear.

 

 

Dejó caer su pesada maleta después de cruzar el umbral de la puerta, permanecí quieto esperando su primer movimiento, su primera palabra.

–La necesidad te hizo codicioso y el miedo, cruel-kora.

–¿Estás comparándome con Domiciano?

–Sí, dominus et deus.

–Muy apropiado –por cada paso que di hacia él, se alejó hasta quedar en medio de la sala –. Es estúpido que pretendas permanecer más tiempo lejos de mí.

–A un emperador se le puede decir amo y señor aunque se sienta profundo desprecio-kora.

–Ya entendí. Estás aquí pero no para declamarme tu eterno amor.

–Lo que tenía por ti se acabó, no hay más. No siento nada al ver tu cara. Probablemente, algún día te des cuenta de que me necesitabas. Que yo era lo único en tu paupérrima vida que importaba, omitiré volver a correr el riesgo de estar cerca de ti pues temo morir otra vez a manos de un ex tuyo, si entiendes-kora.

–¿Quieres que me ponga de rodillas e implore que te quedes?

–No, no quiero eso-kora –se encogió de hombros.

Cada palabra que despedía su boca aumentaba mi furia, él parecía no sentirla en absoluto, ignorando las consecuencias de su altanería, con un pie cerca de la trampa que no ve. Cree que soy un animal moribundo en espera del final.

 

 

Sus ojos eran fríos, unos témpanos.

Era tan diferente a cuando estábamos en la Villa, cuando yo hacía todo lo que quería. Reducido a un simple esclavo cuya única recompensa era la complacencia al amo. Juzgué mal. El Reborn que tengo frente a mí no es el mismo de Giona, son dos personas disímiles para dos Colonnello diferentes.

Verona guardaría para siempre el secreto de que Reborn pudo sonreír y tocar sin ulteriores motivos que el de tenerme a su lado; confirmar eso ocasionaba que un gélido viento paralizara mis músculos.

–Puedo ser el muñeco que tan feliz te hacía. Una cosa por otra, Reborn. Sabes lo que quiero a cambio-kora.

–Un enlace –bufó –quieres que pregone a los cuatro vientos lo que por ti siento.

–Ah, sí siente algo por mi el iceberg que tienes por corazón.

–Enséñame cómo.

–¿No te arrepentirás? –enarqué la ceja.

–Ya es demasiado tarde para eso. La Villa debió dejarte claro cuánto te necesito.

–Lo que necesitas es una buena almohada –reí –, no concilias el sueño sino me tienes allí-kora.

–No te gustaría verme con ojeras.

–Definitivamente. Te hace perder frescura.

–Volvamos a Giona.

–Verde la expropió.

–Tch.

–Merecía una recompensa después de todo.

–Me alegra que desde el principio esa sabandija tenía claro que me elegirías.

–Quizá estás adelantando conclusiones, profesor. ¿Y si mi libertad es más valiosa que cualquier cosa que me puedas dar-kora?

–Derrótame y podrás irte.

–Suenas bastante confiado.

–Lo nuestro no puede quedar disminuido a un simple abandono. Debes demostrarme que puedes sobrevivir a mí.

–Quieres apostar.

–Si tú ganas eres libre, pero te perseguiré hasta que vuelvas a mis manos.

–¿Y si tú ganas no habrá necesidad de hostigarme-kora? –inquirí con diversión.

–Olvidas que soy un necio.

–Eso sí lo tengo claro.

–No. Crees que si me uno a ti tendrás paz, jamás estarás más equivocado. Te ahogaré en el aire que yo respiro, te amasaré hasta que olvides el rencor que me tienes, porque he decidido que naciste para amar el anticristo dentro de mí – mantenía su aire engreído y burlón.

–Llamarás a tu corte de blasfemos, entre ellos me hallarás… y al tipo que dejaste.

–Los celos los usé para justificar asesinar al que se te acercó –eso explica por qué cuando busqué a mi antecesor no lo encontré. Reborn se ha encargado de silenciarlo para siempre.

–¿Qué harías si llegara amar a alguien que no fueras tú?

–Lo mataría, porque eres mío y no gusto por compartirte con nadie. Mucho menos las mercancías intangibles que has vendido a este demonio que hoy es adicto a ti –me provocó un escalofrío, aquí es cuando empiezo a sufrir síndrome de Estocolmo –. De una forma u otra –me dio la espalda –te llevaré un lugar donde nadie pueda encontrarte y allí te haré astillas.

–Preferible arder en la averno que en tus brazos-kora.

 

 

–No digas estupideces –fruncí el ceño. Era la cosa más estúpida que había dicho, la definitiva. Piensa que con regresar a ser un ente inválido se congraciará –. En medio de ellos está el único infierno que conocerás.

–¿Te atreves a negarme que para lo único que me necesitabas era para calmar tu hambre-kora?

–Tu problema se basa en suponer antes de tener la gallardía de encarar la situación y preguntarme, estúpido. Dime que deseas quedarte conmigo por tu propia convicción u oponte a mis órdenes con todas tus fuerzas –de un parpadeó lo acorralé contra la pared –, niégate, pelea, trata de escapar al mínimo segundo en que mis ojos de ti se aparten –nuestras bocas están tan cerca que saboreamos el aliento ajeno. Mi pecho arde y mi entrepierna comienza a latir por la expectación –. Nuestro deber es destrozarnos mutuamente con nuestras propias manos hasta que no quede nada y cuando termine contigo, después de dejarte tan sumido en éxtasis que tus piernas flaqueen tanto que por ti mismo sea imposible sostenerte, entonces volveremos a fingir que somos enemigos naturales, ocultando el cántico de Venus con el clamor de Ares. –él respiró profundo, un jadeo que desmanteló cualquier infantil intento por parecer inmune a mi poder –Dime quién además de mí en este mundo es capaz de producir semejante efecto en tu ser.

 

 

Sentí vértigo. Mi respiración buscó a tientas aire, uno que no estuviera viciado por el aliento cálido de Reborn y que no me provocara una plétora de ansiedad por el deseo que siento por él, por su perniciosa boca.

–Sólo si tu confiesas que sólo quieres ver tu ego complacido al saber que marcho por mi propio pie a tu matadero.

–Hay una absurda necesidad hacia ti. Sólo tú colmas mis ansias.

–¿Hasta cuándo?

–Siempre

–¿Lo ves? Estás enfermo.

–Irremediablemente. Tú eres el patógeno. –se desprendió del saco, quedando con una camisa blanca y la sobaquera.

Mi piel se saturó, se erizaron mis poros y una marea de calor insoportable inundó mi vientre, desbordándose en cada sentido. No lo pude resistir. Debía calmar estas insaciables cosquillas que carcomían mi raciocinio.

Me llevó al sofá, yo abrí la boca de par en par, ansiando su lengua, su saliva. Noté una de sus manos entre mi nuca y la almohada para aferrarse a mis cabellos. Me empujó para darme la vuelta, me penetró y fue explosivo, una bruta necesidad se calmó cuando lo supe dentro de mí. Sin embargo, de impacto, salió en el segundo preciso en que mi sexo palpitaba.

–No hagas eso. No me dejes…

–Tremenda puta –jadeó en mi oreja. Yo me retorcí casi desbordándome al límite de la locura, tenía que obtener placer de esto, me apoyé del filo del sillón para frotar mi sexo en una cadenciosa provocación y con ambas manos separar mis nalgas para brindarle toda degenerada vista a mi verdugo.

–Por favor…

De ello, sus manos se aferraron violentamente a mi cintura, dándome la vuelta para quedar nuestros rostros nuevamente de frente. Sus dedos hundiéndose en mi cuerpo. Al final me penetró y sentía que me volvía más loco porque la letanía de sus rugidos le confería una bestialidad que nunca me hartaría.

Rodamos hasta el suelo, me situé encima de él, su mano derecha sostuvo su sexo mientras con la izquierda indicaba a mi cuerpo cómo introducírmelo. Su cuerpo se tensó debajo de mí, el ritmo de cada penetración se hizo regular, yo no distinguía entre bien y mal. Lo único que me importaba era que Reborn me retomara y dejara impreso en mi piel su sello. Me va a romper, creo recordar que pensé.

 

 

Su boca no paró de recorrer mi miembro endurecido hasta que se desesperó.

–No lo resisto, apresúrate. Házmelo de nuevo.

Me apoyé lánguidamente en él, inicié por acariciarle por detrás con una mano mientras con la otra recorría su sexo, lo apresé en mi puño. Agité ambas cosas y su espalda se arqueó felinamente. Acaricié la punta con la yema del pulgar al verlo morderse el labio inferior. Mi pobre víctima me miró con ojos húmedos, me besó en la boca.

Se la metí hasta la base.

Se revolvió ante las embestidas de un arma de tal calibre. El dolor adquirió peligrosa tonalidad cuando empezó a proferir gemidos placenteros.

 

 

Mientras movía mis caderas cadenciosamente sobre su verga, vinieron a mi mente algunas cosas.

–¿Cuándo buscarás mi reemplazo?

–Nunca –entrecerró un ojo por el goce que mi cuerpo brindaba al suyo.

–Sabes mentir mejor que eso –me incliné para tentarlo con un beso, dejé que sus labios mordieran sólo aire –. Después de morir he madurado. No esperaré el día que me reemplaces, te dejaré primero. Tengo algunas opciones –su sonrisa de burla se congeló, le tomó un segundo cual relámpago girar para azotarme contra la cama y perforarme otra vez.

–No lo permitiré –levantó mi pierna, disponiendo mi talón sobre su pecho, me estremecí al sentir sus dientes sobre mis dedos –. Estás condenado al haberte enamorado de mi.

–Quién… dijo… semejante… blasfemia… -mis suspiros le complacen, así sus arremetidas cobraron nuevamente una intensidad enfermiza. De sus labios arranqué suspiros y nuestros espasmos se combinaron deliciosamente.

–Tú, hace tres cogidas –me mordió el labio inferior.

Permanecimos juntos en la cama, los copos de nieve se apilaban en el marco de la ventana y sentí a Reborn presionar su boca contra mi nuca.

–Se nota que el invierno te molesta en serio-kora. –dije, recabando que ha transcurrido un año desde que estuvimos en Giona y de nuevo Reborn necesita un calentador propio.

–Lo tolero desde que estás aquí.

–¿Soy una estufa muy práctica, no-kora? –me di la vuelta para apreciar su gesto.

–Eres mío, es lo único que importa –sonreí por el alto índice infantil que guardó su respuesta.

–Dime lo que quiero escuchar-kora –siempre que llegamos a este punto, la intensidad de sus ojos negros bloquea cualquier gana de huir lejos, me impide ver un horizonte más allá de él.

–Te amo, maldita sea.

 

 

Imploro tu piedad…

Desde el abismo oscuro en que mi alma yace,

Donde en la noche nadan horrores y blasfemias.

 

No. No mereces que te arranquen

de esa maldita esclavitud,

si de su imperio nuestro esfuerzo te librara

tus besos resucitarían…

 

 

If this it’not love, what is it?

 

+ : : FIN : : +

Notas finales:

Obviamente recurrí a mis libros favoritos para destrozarlos en referencias, es divertido. Espero que les haga pasar un buen rato, yo soy feliz al saber que lo escribí y lo leeré cuando me sienta hecha mierda. Es terapéutico. 
Agradezco de antemano los comentarios. 
Besos de chocolate sensual. 


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