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Blue Bird por KittieBatch

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Notas del capitulo:

Hola a quienes leen.

 

Quiero agradecer los amables comentarios recibidos, espero guste el nuevo capitulo, me encantaría saber sus opiniones. ç

 

Un beso.

Stuart hace mucho que se había acostumbrado a la soledad, fue hijo único y sus padres se separaron cuando apenas tenía tres años, no recordaba qué era tener una familia o el calor de un hogar. Su madre estaba todo el tiempo trabajando y apenas veía a su padre, tuvo todos los caprichos que pidió pero jamás conoció la compañía de un ser amado, niñeras y campamentos vacacionales, así fue su infancia. No solía hablar mucho de ello, en realidad jamás se lo dijo a nadie porque nunca llegó a intimar con alguien realmente, hasta que conoció a Greg.

 

El primer día en un sitio nuevo siempre es caótico, Stuart moría de nervios, había trabajado mucho por llegar a ese lugar y demostrar a su familia que podría ser diferente a lo que ellos esperaban, su historia con el consumo de cocaína manchó para siempre su reputación ante dos padres que se preocuparon más por el qué dirán y no por la salud emocional y física de su hijo, allí comprendió que si deseaba algo bueno para su vida no lo encontraría rodeado de esas personas, se graduó de la secundaria y contra todo pronóstico ingresó a la Universidad de Columbia, estudiaría medicina. Sus padres pagaron la universidad contentos del prestigio que traería a la familia un médico y él aprovechó la oportunidad. Tuvo todo cuanto necesitó y hasta más, un apartamento cerca de la facultad, un auto y jamás se ocupó de pagar las cuentas que iban directamente a la oficina de su padre. Cuando inició la residencia se trasladó a vivir tan cerca como pudo. El apartamento fue regalo de sus padres y otro nuevo auto, y aun así se sentía solo.

 

Reconocería la soledad a kilómetros, aunque no tuvo que ir muy lejos para hallar a alguien tan abandonado por la vida como él, Gregory Lestrade estaba en su grupo de residencia, sonreía todo el tiempo pero él adivinaba el dolor que guardaba una sonrisa tan espléndida. Poco a poco fue conociéndolo y a diferencia de aquellos que solo deseaban ligarlo, porque a decir verdad un inglés tan guapo no puede ser ignorado, él estaba más interesado en entablar una conversación. Escuchó en algún lugar que dos personas solitarias pueden ser buena compañía así que se propuso ser su amigo, cosa que funcionó.

 

Nunca adivinaría que ese chico con un cuerpo perfecto era padre recientemente de un bebé a quién cuidaba con devoción cuando no estaba en el hospital, eso explicaba lo dulce que podía ser con los niños y a Stuart simplemente le encantó. Conoció a Evan cuando este tenía tan solo unos meses y deseó con toda la fuerza de su corazón ser capaz algún día de formar una familia, la sensación de un bebé dormitando en sus brazos era revitalizante, esa vez pidió a Greg la oportunidad de visitarlos. Aunque al chico no le parecía la mejor idea, el rostro pacífico de Evan disfrutando de la comodidad de los brazos de Stuart lo terminó de convencer.

 

Con el tiempo su amistad había sobrepasado las expectativas de ambos, en cierta forma por Greg decidió quedarse en el Mount Sinai Hospital, no pensaba renunciar a su nueva vida, ahora que tenía un amigo verdadero y lo más cercano a una familia su deber era estar allí. En el fondo de su corazón también lo hizo porque comenzaba a sentir algo por su colega y fantaseaba con la idea que algún día Evan, Greg y él formaran una familia. Conocía el pasado de su amigo y estaba dispuesto a ser el padre que Evan necesitaba, si él podía darle a ese niño el amor que nunca recibió en su infancia lo haría.

 

Tan dispuesto se hallaba que arreglaba sus horarios en el hospital y la clínica comunitaria para poder pasar tiempo con el niño y llevarlo al parque o a tomar un helado, incluso el año anterior compitieron juntos en el concurso de hombres de nieve ¡Y ganaron! Su vida se acopló a la de su amigo y su hijo sintiéndose feliz.

 

─¡Vamos papá, le vas a ganar!─ gritaba Evan fuera de sí al ver como Greg le ganaba a Stuart en la carrera de autos de uno de los tantos videojuegos que el niño poseía. ─¡Sí!─ el niño festejó saltando y abrazando a Greg que también sonreía emocionado, era la primera vez que el rubio perdía contra el castaño, todo un hecho histórico.

 

─¡Cómo es posible!─ dijo un muy frustrado Stuart haciendo un puchero que hizo reír aún más fuerte a su amigo, tras haber almorzado decidieron volver a casa y pasar tiempo con Evan, pronto deberían asistir a un congreso sobre avances médicos y aunque se llevaría a cabo en la ciudad no podrían pasar tanto tiempo con el niño.

 

─Estuve practicando─ sonrió suficiente.

 

─¡Papi ganó, él ganó!─ decía Evan festejando mientras señalaba a Stuart. ¿Así se sentía tener a sus dos papás? Seguramente, jamás se sintió más feliz, era maravilloso.

 

El día señalado para viajar al nuevo continente llegó y Mycroft seguían sin querer ir a ese país, tenía un especial desprecio por los estadunidenses, pero su percepción no debía afectar la orden recibida, el equipaje estaba hecho y el auto esperaba, un simple viaje diplomático y sin embargo ¿por qué tenía una extraña sensación recorriendo su cuerpo? ¿Estaría enfermo? ¡Imposible!  Se cuidaba al extremo, tanto que llevaba años sin siquiera coger una simple gripe. Ignoró la sensación como siempre hacía con los sentimientos innecesarios y se dirigió al auto, poco tiempo después estaba en el aeropuerto abordando el avión privado que lo llevaría a Estados Unidos.

 

Retumbó todo el camino en él la razón sobre su viaje, la reunión con altos mandos de la CIA lo mantenía inquieto, había cierto asunto que podría sembrar roces entre ambos países si no era atacado a tiempo y su deber era poner alto a las intervenciones de la Agencia Central de Inteligencia que realizaba en el norte de Escocia. Reino Unido era territorio de la Corona Británica y no de estúpidos oficiales yankees. Mycroft con su fría presencia era el único indicado para resolver el asunto y eso aumentaba su ego, Inglaterra reconocía lo importante que era, la Corona lo sabía y aun así… ¿Por qué todo era tan vacío? Su vida era como la nieve que solía cubrir Londres, fría. Sin amigos, odiando a su familia… pasaba los días siendo importante para la sociedad británica pero en el fondo, a puerta  cerrada, oculto en las sabanas se sentía nada.

 

El viaje duró tanto como era normal, sin contratiempos, pronto se encontró descendiendo en el hangar privado que se reservaba solo a personalidades importantes, embajadores, presidentes, agentes secretos… “Asqueroso” fue lo primero que pensó al poner un pie fuera del avión, su olfato tan perceptivo podía percibir el aroma a perritos calientes y pizza. Sin querer pensó en su pequeño hermano por ahora recluido en Oxford y en cómo solía molestarlo por su peso, a veces él mismo se sentía gordo, una bola de grasa. La única etapa en que se sintió hermoso fue cuando salía con aquel chico que terminó por abandonarlo. Entró directamente al auto que ya esperaba por él resignado a soportar el fétido olor de aquella ciudad ¿de qué servían todos los árboles de Central Park si no limpiaban todo ese repugnante olor a comida chatarra?

 

El auto se puso en marcha rumbo al The Excelsior Hotel, el camino fue largo, no importaba la hora que fuese, Nueva York era una ciudad con una cantidad de tráfico apabullante, para Mycroft era desesperante, molesto. Comenzaba a inquietarse al pasar por Madison Avenue sin embargo algo lo distrajo, un niño pequeño corría por la acera siendo perseguido por una mujer de mediana edad, pudo observar que en sus manos llevaba algo, ¿un cachorro?

 

─¡Espera! No puedes llevar un cachorro a casa─ Oyó decir a la mujer cuando el niño se detuvo frente a una tienda de dulces. Por un momento Mycroft sintió como su corazón se encogía, el niño se parecía tanto a… El semáforo que los retuvo dio paso por fin y el auto avanzó dejando al hombre con la idea que había visto mal. Existen miles de personas en el mundo, imposible, ese niño era uno de tantos que caminaban por el planeta. Sin embargo su rostro lo inquietó, se parecía tanto a él, aunque apenas lo vio un par de segundos, seguramente Nueva York comenzaba a afectar su capacidad de razonamiento.

 

Para cuando cruzaron Central Park los recuerdos ya se habían esfumado, ese lugar era ciertamente hermoso, una maravilla en medio de una ciudad horrible. Se prometió darse un tiempo para admirar el sitio, aunque eso implicara tener que estar rodeado de personas. No tardó mucho en llegar al hotel, diez minutos después estaba instalado en su habitación. Se recostó en la cama y por primera vez en años el sueño lo venció.

 

Ese día Greg terminó su turno justo a tiempo para la hora de la cena, Stuart lo llevó a casa, últimamente su amigo pasaba todo el tiempo en su apartamento, tanto que la habitación de visitas era casi suya, por otro lado a Greg no le molestaba, aunque no lo aceptaba, tenerlo en su vida le hizo las cosas más fáciles. Criar a un niño era agotador y su amigo fue el árbol al que se aferró cuando se sentía perdido, lo mejor de todo era saber que él tenía clara la posición que ocupaba en su vida, un amigo, el mejor de todos pero simplemente eso. Jamás recibió insinuación alguna por su parte y esto le hizo bajar todo tipo de defensa dejándolo entrar por la puerta grande.

 

Con el tiempo él mismo se había habituado a tenerlo todo el tiempo en su vida, cuando no podía asistir a las juntas de padres por lo general era Stuart quién iba, en sus días libres llevaban al cine a Evan. Nunca llegó a sus oídos los comentarios que hacían las personas, no ponía atención a nada fuera de Evan, por ello no se enteró que al parecer todos creían que su amigo era el padre de su hijo y su esposo. Ambos llevaban anillos dónde iría el de matrimonio. Greg lo usaba para recordarse que estaba comprometido con su hijo y Stuart para alejar a cualquiera que pretendiera conquistarlo. Jamás se dieron cuenta de ello hasta que ese día al entrar por la puerta del edificio un nuevo inquilino se presentó amablemente y tras unos minutos comentó “Conocí a su hijo esta tarde, es un niño precioso, los felicito, se parece a los dos. ¿Cuánto llevan casados?”

 

El rostro de Greg enrojeció y Stuart se adelantó a decir que ellos no estaban casados y menos eran pareja, tras el bochorno en el paladar de Greg quedó un regusto incómodo, como si aquello lo pusiera en un dilema.

 

─¿Solo somos amigos, cierto Stu?─ soltó Greg cuando entraron al elevador y las puertas se cerraron con solo ellos adentro.

 

─¡Claro Greggie!─ la respuesta innecesariamente eufórica y los segundos que demoró en darla indicaron a Greg que entre ellos la línea de la sincera y pura amistad se estaba borrando y los tenía en un nuevo lugar, un lugar donde quizás viviera la atracción.

 

Quiso decir algo, lo que fuese pero nada inteligente pasó por su cabeza y lo mejor que pudo hacer fue callar. La puerta se abrió llegando al cuarto piso, tan solo llegar al apartamento Evan salió a su encuentro con la mirada culpable, algo pasaba, y antes que ambos pudieran siquiera saludarlo un ¡woof! Delató al niño. Debajo de la mesa del comedor rodó sobre su barriga un cachorro negro.

 

─Papi, por favor─ chilló el niño esperando un regaño por parte de Greg que honestamente solo pudo parpadear ante el animal que lo veía curioso, sabía que ese día llegaría, cuando se mudó allí previno que su hijo podría tener gusto por las mascotas y halló un lugar donde se las admitiera, sin embargo no creyó que siendo tan pequeño comenzara a traer animales a casa.

 

─Primero dile hola a tu papi y al tío Stuart─ sonrió extendiendo los brazos al niño que se abrazó a él y luego al rubio. ─Antes que nada ¿dónde hallaste al cachorro?─ suspiró paciente dejando su maletín en el recibidor yendo a la sala con Evan de la mano y seguidos por Stuart que fue por el cachorro para presentarlo oficialmente a Greg.

 

─Estaba en la calle… comía basura… estaba solito… no tiene mami o papi que lo cuide… está solito…─ se explicaba el niño mordiéndose el labio a cada tanto rogando en el interior que su papá aceptara al cachorro. ─Fui con la señora Peters por el postre y…─ Stuart que observaba la escena sentado cómodamente sobre la alfombra con el cachorro en brazos hizo que el animal clavara su mirada en Greg y el hombre suspiró.

 

─¿Cómo se llama?─ dijo resignado.

 

─Totto, porque se parece al panadero─ explicó el niño haciendo que Greg riera ante la comparación hecha por su hijo del cachorro con Antonio, el dueño de la pastelería donde solía ir por los postres favoritos de Evan.

 

─Tenemos qué hacer oficial esto─ intervino Stuart ─Este amigo necesita un baño, así que lo bautizaremos en la tina. ¿Qué dices Evan?

 

─¡Vamos papá!─ dijo el niño feliz sin embargo no fue Greg a quién empujó al baño sino a Stuart que fingió no haber escuchado como el niño le llamó. Greg hizo lo mismo y aprovechó el tiempo para hacer la cena mientras ellos bañaban al nuevo integrante de la familia. Siendo honesto consigo que su hijo llamara papá a Stuart solo completaba un rompecabezas que no le molestaba terminar. Quizás era tiempo de plantearse abrir su corazón nuevamente, su amigo había visto crecer a Evan, le adoraba como nadie más podría y estaba seguro que su padre biológico nunca reclamaría ese puesto. Stuart Hill era el perfecto padre para su hijo pero, ¿él podría amarlo como pareja? Sabía que implicaba algo más que solo caminar de la mano, y lo más importante ¿Stuart querría mantener una relación con él?

 

Se perdió tanto en sus pensamientos que cuando volvió a la realidad era tiempo de apagar la estufa y servir la cena, la mano de su amigo descansaba en su cintura y él parecía decir algo, parpadeó confuso causando que el rubio suspirara divertido ─Estaba diciéndote que el cachorro está limpio y aproveché el tiempo para darle un baño a Evan, ahora mismo está jugando en su habitación con Totto. ¿En qué estabas pensando? Espero que no sea en otro porque soy celoso─ solían hacerse esas bromas porque era divertido, sin embargo en ese momento Greg no rió estaba reconociendo por primera vez en su vida que su amigo era realmente un hombre atractivo, tanto que sintió deseo. ¿Hace cuánto no deseaba a alguien? Aquel hombre fue el último por quién sintió eso, tanto pasó desde ello que ahora la sensación lo tomaba desprevenido.

 

La mano que aún mantenía el rubio en la cintura de Greg con suavidad se deslizó hasta llegar al inicio de sus caderas, un poco más y estaría sobre sus curvas y no es que Stuart no quisiera hacerlo, veía en los ojos contrarios por primera vez algo que le hacía creer que podría tener oportunidad. ─Greg─ su voz sonó extrañamente profunda, el aludido solo se paralizó sin saber qué hacer. El rubio lo atrajo a sí y sin pensarlo mucho depositó un beso en los labios contrarios, suave, casi una caricia.

 

Con el simple contacto algo se apoderó de ellos, de pronto reconocían la necesidad que tenían por el otro, el beso actuó como un despertador que puso a trabajar los sentimientos que sentían por el contrario.

 

─¡Papi!─ La voz de Evan llamando a Greg los devolvió a la realidad y aunque aquello era extraño decidieron por un acuerdo silencioso que no era incómodo y debían conversarlo tras la cena. Ambos fueron a la habitación de Evan que había llamado porque descubrió que Totto necesitaba un pijama para dormir.

 

Los golpes secos en la puerta anunciaron que el servicio a la habitación había llegado, aunque hubiese querido cenar en el restaurante del hotel Mycroft no quería llamar la atención de nadie, así que pidió la cena y tras despachar al camarero se sentó a deleitarse viendo desde su ventana Central Park iluminado por las luces del alumbrado público, su breve siesta le dejó intranquilo, repitió en sueños tantas veces esos segundos en que vio el rostro de aquel niño corriendo por Madison Avenue que comenzaba a inquietarse. Era idéntico a… sin embargo ¿era posible? Nunca supo más de él y no le sorprendería que tuviera una vida diferente en otro lugar del planeta, sin embargo solo era un niño.

 

Su rostro… es idéntico. ─se decía buscando en su memoria el rostro del que fuese su único amor. Negó sus pensamientos y se concentró en cortar con perfección la carne en el plato, imposible. Y con ello zanjó el asunto poniendo su maravillosa mente a trabajar en una estrategia para la reunión del día siguiente. Debía jugar bien sus cartas, el honor de la Corona estaba en juego.

 

─Se quedó dormido─ Greg suspiró cansado dejándose caer en el sofá ─Ahora debo ocuparme de otro pequeño, un niño y un cachorro, ¡qué pareja! ─ rió

 

─Greg, lo que pasó antes de la cena… Quiero que siga pasando─ interrumpió la voz grave de Stuart su risa.

 

─Yo… también quiero que siga pasando─ soltó Greg después de meditar su respuesta. No había manera de evitar que pasara otra vez, darle largas al asunto era innecesario, ambos eran hombres maduro que podían evitar el drama del me gustas pero…

 

─Lo haremos a tu ritmo, tu marcarás lo que haremos y lo que no─ sonrió el rubio acercándose para depositar un beso en su frente, Greg se abrazó a él y aquello se sintió tan natural que el sueño los venció al instante.


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