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Our little flame por FireBlueFlames

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Notas del fanfic:

Holi!

Yo sé que dije que iba a subir esto la próxima semana, pero la verdad es que ya llevo mucho escrito, así que ¿para qué esperar?

Les juro por mi vida que yo tenía la intensión de hacer esta historia diferente, incluso ya tenía algunos capítulos escritos, pero en un momento mi cerebro cambió todo y nunca una idea había taladrado tanto mi cabeza. Llevo cuatro días sin dormir más de cuatro horas seguidas por estar escribiendo, así de horrible está mi inspiración.

En fin, aquí empieza esto, por ahora llevo quince capítulos por lo que creo que será una historia un poco más larga que I'm not in love. Espero que les guste porque este fic está basado en algunas cosas que me sucedieron el año pasado, así que es un poco de mí para ustedes ^^<3

Notas del capitulo:

¡Vamo a empezar!

Y como saben los personajes de One Piece no me pertenecen y sólo son el medio para descargar mi inspiración y que por fin me deje dormir xD!

Y bueno, tenemos grupito de Facebook donde siempre publico las actualizaciones y demás ====> El rincón yaoi de FireBlueFlames

Y como siempre mis propuestas musicales no pueden faltar! Para este capítulo tenemos a alguien que ya les había dicho que amo: Daughtry-start of something good

Y pues a leer :B

Ace limpió rápidamente las mesas que se habían desocupado y recogió las propinas que había en éstas para después acomodar las sillas y volver a su lugar en el mostrador.

Ese día había más trabajo de lo normal, pero estaba bien pues siempre significaba salir cansado, pero con buen dinero. Revisó rápidamente el móvil y bebió un poco de agua antes de dirigirse a entregar las cartas a los clientes que acababan de llegar.

Ace tenía veinte años y tenía poco más de tres meses viviendo en aquella ciudad. Luego de la muerte de sus padres en un accidente automovilístico, y de haberse deprimido por algún tiempo por ese acontecimiento, decidió que no quería permanecer más tiempo en la casa familiar. Recogió el dinero que sus padres dejaron para él, vendió la casa en la que había vivido toda su vida y partió en busca de una aventura, de algo que le recordara porqué estaba en el mundo.

Así había llegado a aquella soleada ciudad, la brisa marina y el cálido clima le gradaron desde el primer momento y decidió que era el lugar donde quería permanecer. Era diferente al pequeño pueblo en donde había crecido, pero le gustaba; probablemente era lo que necesitaba para encontrarse a sí mismo.

Los primeros meses fueron algo difíciles, le costó un poco de trabajo encontrar un lugar en donde vivir, administrar el dinero y adaptarse al cambio de ambiente. Pero le agradaban los desafíos y aquello era perfecto para empezar desde cero. Luego de trabajar poco tiempo como mesero en un pequeño restaurante cerca de la zona donde vivía encontró un anunció en donde solicitaban un ayudante para un café. Aquel trabajo parecía ser algo interesante, y adentrarse en los lugares importantes de la ciudad tal vez le ayudaría a encontrar cosas nuevas. Y luego de una exhaustiva entrevista de trabajo, de conocer a quien sería su compañero, un chico rubio y de apariencia elegante que se llamaba Sanji, obtuvo el trabajo. Entonces ahí estaba él, atendiendo el negocio mientras el rubio tomaba un descanso para comer.

Luego de preparar café frenéticamente, limpiar y barrer rápidamente el local, Ace decidió que podía descansar un momento, maldiciendo a su compañero por tardar tanto; probablemente se había quedado intentando conquistar a una nueva chica. Suspiró y estaba por llamar al rubio cuando le vio entrado despreocupadamente y saludando como si nada. Le fulminó con la mirada y se apresuró a tomar sus cosas para salir a comer.

Paseo despreocupadamente por las calles, eligiendo cuidadosamente qué le apetecía comer y pensando que ahora era su turno de tardar un poco más de la cuenta.

Luego de meditar un rato y despreciar todos los lugares ridículamente caros de comida orgánica, ensaladas y sushi, decidió que una hamburguesa sería la mejor opción. Se dirigió al establecimiento de comida rápida más cercano, y luego de comer todo lo que pudo y sin ganas de volver todavía al trabajo eligió ir a pasear por el parque.

A pesar de que era diciembre el clima era cálido y agradable, por lo que se podía ver a muchas personas caminando por las calles, haciendo compras y paseando con sus familias o parejas. Eso era lo que le gustaba de ese mundo, la manera en que la vida parecía fluir entre las personas que no tenían ninguna preocupación sobre dinero o cosas así. Ace no era precisamente lo que se diría pobre, pero tampoco podía darse la gran vida, además de que sus padres siempre le habían enseñado a trabajar y a administrar el dinero adecuadamente, y la vida lujosa no era algo que anhelara precisamente.

Caminaba mientras miraba las decoraciones de navidad en las tiendas y calles. Se preguntaba cómo pasaría la navidad ese año. Era la primera vez que no podría estar con sus padres o con la gente del pueblo, en casa siempre solían hacer una cena con los tres miembros de su familia, y al terminar todos los vecinos salían de sus casas para desear feliz navidad a las demás personas, así de feliz solía ser en aquella casa. Peo ahora estaba solo, en un lugar donde no conocía a nadie más.

Al notar que se estaba poniendo melancólico decidió que sería mejor volver al trabajo, tal vez Sanji ya se estaba ahogando entre el mar de gente que llenaba el lugar. Al llegar notó que el lugar seguía lleno, pues todas las personas estaban haciendo los últimos preparativos para las respectivas celebraciones, sólo faltaba una semana para navidad y la alta sociedad debía celebrarlo como era debido. Río ante tales pensamientos y se apresuró a ayudar a su rubio compañero a servir los últimos pedidos. Luego de atender a los clientes ambos se quedaron detrás del mostrador, descansando un poco.

—¿Qué harás para navidad? —preguntó Ace.

—La pasaré con mi abuelo y tal vez vaya a tomar algo con los chicos de la facultad ¿y tú?

El pecoso negó con la cabeza y se alzó de hombros. Lo que sí era seguro es que no pensaba quedarse en casa a lamentar su soledad y deprimirse. Ya vería que podría hacer ese día.

Estaba por contestarle a Sanji que tal vez se quedaría en casa viendo películas cuando unos clientes llamaron la atención del chico, pidiendo la cuenta y una persona más entraba al establecimiento. Ace se giró para atender al cliente y se quedó pasmado ante lo que vio.

El hombre que entraba quitaba el aliento. Era alto, rubio, parecía tener poco más de treinta años y vestía un traje azul marino bajo el cual se podía adivinar un cuerpo de dios griego. Y sus ojos, el pecoso no podía despegar la mirada de esos pozos azules como el océano, que le miraban con un matiz curioso a pesar de que él estaba demasiado perdido para darse cuenta de que era una grosería mirar fijamente a cualquier persona. En cuanto la persona estuvo delante de él Ace dio un respingo y se apresuró a desviar la mirada, sonrojándose ante su falta de tacto para observar a el hombre que estaba frente suyo. Le dio la bienvenida y procedió a tomar su pedido sin mirarle, moría de vergüenza.

Marco miraba con una pequeña sonrisa divertida el proceder de ese chico. Era joven, con el cabello azabache y unas adorables pecas adornaban sus mejillas; parecía que no pasaría de los veinticinco años. Era algo raro, pero en cuanto vio a ese moreno algo en su mente pareció hacer click y su corazón dio un vuelco, no sabía a qué se debía, pero no podía despegar los ojos de aquella joven figura que se movía con gracia por el lugar mientras preparaba lo que le había pedido.

Ace se calmó un poco mientras preparaba el café de aquel tipo, era una pena que fuera un pedido para llevar, deseaba tener un poco más de tiempo para mirarle. Entregó el vaso a aquel rubio y este le dio una arrebatadora sonrisa mientras pagaba y le decía que podía quedarse con el cambio.

—Ace —leyó el rubio en voz baja en la placa que había prendada de la camisa del moreno.

—¿Disculpe? —dijo el pecoso mientras se ruborizaba un poco.

—Ese es tu nombre, ¿no? —cuestionó el ojiazul mientras miraba a Ace—. Me gusta, nunca lo había oído-dijo al final con una dulce sonrisa.

El rostro de moreno pasó a ser un tomate maduro ante esas palabras y sólo pudo desviar la mirada mientras agradecía por el cumplido.

—Soy Marco —se presentó—. Gracias por el café, Ace.

Y salió del establecimiento, dejando tras de sí una masculina fragancia que erizó todos y cada uno de los vellos en el cuerpo del moreno, quien sentía el corazón a punto de saltarle del pecho para correr detrás de ese hombre.

—Marco—susurró el pecoso mientras seguía mirando la espalda del ojiazul hasta que se perdió entre la multitud

Sanji, que hasta ese momento había estado atendiendo las mesas miró dudoso a su compañero, que parecía tener la vista fija en la nada mientras un ligero rubor pigmentaba sus mejillas. Llamó al pecoso hasta que este salió de su ensimismamiento y ambos volvieron al trabajo.

Marco entró a una lujosa tienda de muebles y buscó con la mirada hasta encontrar una particular cabellera azul. Se dirigió ahí y encontró a Bay mirando con semblante pensativo un enorme escritorio de caoba. Se detuvo a su lado y le entregó el café, a lo que la chica agradeció y sonrió.

—¿Qué te parece este? —preguntó dudosa.

—No entiendo por qué necesitas otro escritorio —contestó sinceramente Marco.

La joven le miró como si tuviera dos cabezas.

—Porque necesito un buen escritorio para inspirarme, además no quiero llevar el que ya tengo cuando nos mudemos luego de la boda — dijo alegre.

El ojiazul suspiró y se resignó a seguir mirando escritorios que luego de un rato parecían comenzar a ser todos iguales, y dio gracias cuando el reloj marcó la hora de volver a la oficina. Se despidió de la joven, que se marchó en un lujoso auto blanco, y luego de verla partir se dispuso a ir hacia la oficina.

Marco era el hijo mayor de la familia Newgate, una importante familia, dueña de múltiples negocios y empresas que les hacían ostentar una enorme fortuna. El rubio era ahora el encargado de llevar aquellos negocios ahora que su padre había decidido que ya era momento de descansar, asegurándose de haber criado y enseñado a sus hijos para continuar con la exitosa trayectoria de su familia. Así es también que llegó el momento de que el ojiazul sentara cabeza y contrajera matrimonio, siendo Bay, la hija de otra importante y adinerada familia, la elegida para ser la señora Newgate. Esto debido a que ella era hija única, y al no haber ningún varón que heredara la fortuna de su familia, su padre y el de Marco acordaron un matrimonio en el que ambas partes se verían beneficiadas. La familia de Bay pudiendo llevar sus negocios bajo el nombre de Marco, y él haciéndose cargo de nuevos proyectos que generarían más dinero.

Así también el rubio contraería nupcias con una mujer que cualquiera consideraría perfecta, y que más de uno quisiera tener como esposa. Sin embargo, él no era de los que quisieran matar por casarse con una joven hermosa, de buena familia y talentosa.

Conocía a Bay prácticamente de toda la vida, para él esa chica era más como una hermana que una compañera, y no se concebía estando casado con ella. Pero no quería cuestionar a su padre luego de que él le dio todo incluso cuando no era su hijo biológico, y debía cumplir con el deber de ser el representante de la familia Newgate. No quería decepcionar a su padre ni a sus hermanos, pero tampoco podía fingir que amaba a alguien a quien no podía ver con otros ojos. Bay le amaba, siempre estuvo enamorada de él, y discretamente, como una dama lo hace, intentaba hacer que el rubio se fijara en ella. Ciertamente era una chica hermosa, de largo cabello azul pálido, piel blanca y lindo cuerpo, pero todo aquello pareció no ser suficiente para que Marco la mirada.

El día en que el arreglo entre las familias fue anunciado a los dos jóvenes, meses atrás, la peliazul sintió como si todas sus plegarias hubieran sido escuchadas, era la felicidad la que le sonreía ahora, pues podría estar con el hombre al que amaba. Marco, si bien no estaba tan feliz como ella, procuro mantenerse sereno, asegurando a su padre que cumpliría con lo dispuesto para él, y asegurándole a su futuro suegro que cuidaría de su hija y la trataría como la dama de sociedad que era.

Marco entró a su oficina y vio a Thatch esperándolo, sentado en el sofá negro jugando con su móvil.

—Creí que no volverías Marquito —dijo mientras miraba divertido a su hermano.

—Toda la vida te he dicho que no me digas así —gruñó en respuesta Marco.

—Sí, sí. ¿A dónde fuiste ahora?

El rubio se rindió a lograr que su hermano dejara su mala costumbre de llamarle con un diminutivo y suspiró con cansancio antes de contestarle.

—Bay quería ver algunos muebles para la nueva casa —explicó Marco mientras se dejaba caer pesadamente en su silla y se frotaba los parpados.

Thatch tomó asiento frente a él y miró un poco serio a su hermano.

—Parece que no te hizo mucha ilusión Marco.

—No es eso —replicó el rubio, mirando a su hermano—. Sólo es que ni siquiera hay fecha para la boda y ella ya está planeando todo. No puedo seguirle el ritmo y tampoco tengo tiempo.

—O es que no quieres.

Marco reposó la cabeza en el escritorio, ignorando a su hermano, pero Thatch sabía que había dado en el blanco.

—Marco, no me vas a engañar, eso del matrimonio no te hace ni puta gracia.

—Thatch, déjalo así por favor —pidió el rubio, todavía sin mirar al castaño.

—No, es que no puedes dejarlo así. Padre no te obligaría a contraer matrimonio si no es lo que tú deseas.

—Ya lo sé.

—¿Entonces por qué aceptaste un compromiso que no quieres?

El rubio se incorporó rápidamente y se levantó de la silla, negándose a ver a su hermano que no dejaba de asestar golpe tras golpe en el sitio indicado.

—Porque es mi responsabilidad Thatch, porque no voy a defraudar a nuestra familia ni a Bay. A ella sí le hace ilusión este matrimonio y no quiero ser yo quien cause una disolución de las relaciones que mantenemos con su familia.

El castaño levantó las manos en señal de rendición y se levantó. Ese era un tema perdido cuando se trataba de Marco, por más que intentara convencerle de que no se atara de por vida a algo que no quería sabía que el peso de las obligaciones del rubio era mayor que el de sus deseos.

—Te espero en la sala de reuniones en media hora, señor responsabilidad —y cerró la puerta tras de sí.

Marco volvió a sentarse en la silla y se dispuso a revisar los asuntos que trataría en la reunión cuando un recuerdo llegó a su mente y le hizo sonreír. Cierto pecoso ocupo sus pensamientos y disipó todos los problemas que ocupaban su mente. Tal vez ahora pasaría a cierto café más seguido.

Notas finales:

Pues así se empieza esto :3 

Les diré que, no es por ser creída, pero de verdad he amado mi historia hasta donde voy, y espero que ustedes la disfruten tanto como yo *O*

¿Algún review? Sus comentarios siempre me inspiran y motivan :D

Nos leemos luego <3


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