Era una mañana muy tranquila, tanto, que se podría considerar la definición de una mañana tranquila. El cielo estaba azul, surcado por diferentes nubes blancas, de mil formas y distintos tamaños, la temperatura era agradable, no hacía ni mucho calor ni mucho frio. Luego estaba el silencio, ese maravilloso silencio que lo inundaba todo, jamás en su vida se habría imaginado que podía existir tal cantidad de tranquilidad.
Esa casa podría tener mil y un defectos, pero la tranquilidad que le daba era capaz de suplir muchos de estos. La otra gran parte de errores, daba igual porque la persona por la que había ido hasta ese lugar, estaba ahí.
El único ruido destacable que rompía toda su tranquilidad era la canción que esa niña cantaba a viva voz. Konatsu en esos momentos se encontraba sentada entre sus piernas, dejándose que él la peinara. Desde su llegada, la niña fue bastante cooperativa con él, debido a que ambos compartían un objetivo común en cuanto a su padre.
A decir verdad, no había ninguna duda que esa niña era hija de su padre, a veces se sentía un estúpido por no haberlo notado nada más verla.
— Ya estas—aseguró, mirando a la niña con una sonrisa—. Puedes irte a jugar.
La niña se levantó de un salto, ilusionada con marcharse y poder jugar con el resto de los niños, como debería hacer una niña de su edad. Pero, se quedó parada en el patio, mirándolo a él y a la pequeña casa de madera.
—¿Seguro que no quieres mi ayuda?—preguntó.
—A jugar—la despachó.
La niña no lo pensó dos veces y se fue ilusionada por poder pasar toda la mañana jugando. Por su parte, él pasaría la mañana de una manera muy diferente. Suspiró y miró a su alrededor, esa casa era un auténtico desastre, había tanto que limpiar y arreglar. Y por no hablar del jardín, que parecía haberse revelado en contra de la civilización.
—No sabía que se te dieran tan bien los niños—habló una voz desde dentro de la caza—. Ni siquiera me imaginaba que te gustaban.
Miró hacía dentro de la casa, pegado a la puerta, se encontraba un hombre desarreglado, la razón de su estancia en ese lugar. No podía negar que le sorprendió verlo levantado, los últimos días lo había tenido que sacar de la cama a golpes, mas, no se quejó, porque dentro de sus estándares, le hubiera apetecido madrugar.
—Los niños se me hacen totalmente indiferentes—aseguró—. A ella le presto más atención por ser hija de quien es.
—Ah—murmuró Shin desilusionado.
Sin duda Shin pensó que él cuidaba de la niña porque era hija de esa mujer, fue curioso verlo desilusionado y él no negaría que sintió cierta satisfacción al notar que Shin habría preferido que su trato a Konatsu fuera a causa de él.
Lo gracioso fue que así era, si era buena persona persona con Konatsu, si la cuidada, se trataba solamente por lo que él sentía hacía el padre de la niña. Sin duda, ese idiota siempre conseguía hacerle sacar aspectos de si mismo que nunca le enseñaría a otra persona.