Envidiaba a las personas que tienen la cabeza sobre los hombros, ellos pueden decir exactamente que quieren hacer con su vida o lo que serán cuando pasen los años, tienen la oportunidad de explorar un sinfín de posibilidades antes de tomar una decisión y eso, aunque trató de ocultarlo muy en el fondo, le molesta. No entiende como una simple acción puede cambiar la vida de una persona para siempre, más aún cuando no tenías idea de lo que iba a acontecer, era simplemente un pequeño inocente que miraba como sus padres eran masacrados hasta que solo quedaba este sentimiento de vacío y soledad. Eso es lo que siente y por más egoísta que suene, quisiera cambiar la suerte de ese día, avisarles de alguna manera sobre lo que iba a pasar y tenerles a su lado.
Escuchó como las gotas de lluvia se deslizan sobre el vidrio manchado de su habitación, no puede evitar la nostalgia que le invade en esos momentos y solo la deja entrar, la invita a su puerta, dejando que su mente sea torturada por la idea de ser despojado en sus padres a tan temprana edad. Está a solo días de comenzar el séptimo curso, el viejo castillo fue reconstruido luego de la gran batalla y todos los estudiantes fueron convocados para finalizar los estudios; se vio tentado a no ir, estuvo a punto de lanzar la carta a la chimenea y mandar a la mierda todo lo que tuviese que ver con el Mundo Mágico. Luego recordó las palabras de Herm, ella esperaba ansiosa volver a verles luego de todos los problemas, enviaba cartas cada semana para narrar sus experiencias y relataba extasiada cada detalle.
Las mañanas son un tanto difíciles, pasó la mayor parte del tiempo en la misma posición, escondiéndose detrás de una manta para no tener que tiritar a causa del frío, luego bajó a desayunar y se encontró con una sala donde no se emite sonido alguno. En casos ordinarios, que un pequeño herede una casa que ha pertenecido a una familia de la cual no forma parte por líneas sanguíneas sería un proceso largo y tendido; se molestó cada vez que alguien hablaba de Sirius como si se tratara de un mejor amigo o de un criminal, el desprecio de todos aún permanecía luego de que su inocencia fue probada… todo era tan confuso. Grimmauld Place debía ser un hogar, ahora solo era un montón de telarañas y polvo.
— Kreacher lamenta entrar así, El Amo tiene visitas — no notó cuando el estallido mágico le hizo aparecer en la habitación, el pobre estaba lleno de harina de los pies a la cabeza y no mostraba ninguna señal de gracia, al parecer le sorprendieron en medio de las labores.
— Ahora no estoy de humor para hablar con nadie, ¿Podrías decirle que no me encuentro? — luego de la Guerra, incluso Kreacher cambió su forma de ser, ya no era tan despreciable y cruel como en sus momentos bajo una familia puristas, incluso, querría pensar que todas las veces en las que le habló y trató como uno de sus amigos fueron el motivo de porqué no me golpeaba cuando estaba distraído, o lo que le llevó a actuar más como un elfo que como un torturador — O que estoy enfermo…
El elfo negó con la cabeza, algo que pasaba en muy pocas ocasiones. Todo el mundo quería saber de su vida, suponían que ponerse en los zapatos de otra persona era la cosa más fácil del mundo, porque claro, entender a otro era como andar en bicicleta y, más aún después de todas las pérdidas que se tuvieron en ese año. No le quedó de otra más que deslizarse fuera de la comodidad de su cama, dejando que la piel desnuda de sus pies golpeara el frío suelo hasta que atravesó la puerta y se dignó a dar pasos varios en dirección a la escalera. Los retratos mágicos le saludaban, otros le dedicaban una mirada de decepción y el castaño tan solo lo ignoraba.
Miró de reojo hacia la cocina, luego repasó con la mirada gran parte de la instancia y no encontró rastro de Kreacher, toda esa situación estaba adquiriendo un aire de misterio que no le agradaba, una sorpresa más era lo que menos necesitaba. Frente a la puerta, llevó su dedo para ver a través del pequeño orificio, observando un rostro de lo más familiar acompañado de un gorro picudo que caía de costado y esos orbes verdes esmeralda que acompañaban las hebras de su cabello plateado, que ante el paso de los años, le daba un aire de seriedad.
— Profesora McGonagall, no tenía idea de que vendría. Es toda una sorpresa verla acá — los nervios le asaltaron al ver como la mujer sonreía, ni siquiera estaba lo suficientemente atenta para entender sus palabras. No dio paso alguno, ambos esperaron a que el viento se arremolinase a su alrededor y esa extraña conexión, la misma que les advertía a ambos que algo andaba mal fuese más que obvia. — Realmente me está preocupando, no entiendo… — y quiso seguir hablando, pero algo le calló.
— Harry, no sé cómo empezar a explicar todo y no creo que ambos estemos en una posición favorable para afrontar lo que estoy a punto de decirte — arrastraba las palabras con cierta inquietud, cerrando los parpados para repasar mentalmente lo que fuera que fuese a salir de su boca, como si se tratara de una bomba a punto de estallar. — Pero debes prometerme que harás todo lo posible para entender — indicó, mirando de lado a lado en busca de algo, y en cuanto enfocó la mirada, un estruendo les hicieron retroceder.