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Amour por Pandora09

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Notas del fanfic:

Porque el alemán es el lenguaje del Amor ~ Rammstein.

Kim MinSeok era Xiumin. Era un bailarín. Era un cantante. Era una preciosa sonrisa de roedor. Era un juego de abdominales perfectos e infartantes. Era el sueño de cada adolescente hormonal que conociera a Exo. Kim MinSeok era una fantasía, un idilio de imágenes difusas que se perdían en vuelos y llamadas ignoradas, en deseos y discusiones abandonadas por sus participantes. Kim MinSeok era una mentira y, tal vez, ni siquiera existía.

Luhan, por otra parte, era ojos brillantes y una voz celestial capaz de callar a los ángeles. Las risas de la inocencia en un cuerpo adulto hecho para el pecado, específicamente para el pecado de Kim MinSeok, quien tardó años en ser apresado por ese cazador furtivo que fingía inocencia con ojos de ciervo.

No había mejor forma de describir su relación que una caza de dos años sin descanso. O tal vez fue más tiempo, o menos. MinSeok nunca podría decir cuánto tiempo fue que jugaron aquel juego cruel que terminó metiéndosele bajo la piel, porque nunca tuvo la más remota idea de cuándo comenzó a sentirse de forma diferente… de cuándo Luhan lo hizo sentir de forma diferente.

Tal vez nunca debió pedirle a Luhan que lo ayudara con sus habilidades vocales. Tal vez nunca se debió permitir el ayudarle con su baile. Tal vez nunca debieron compartir habitación, ni una conversación o el aire, porque todo acabó mutando a otros tipo de habilidades vocales, a otros tipos de bailes y, definitivamente, a otra forma de compartir el aire.

No, Kim MinSeok no sentía nada por Luhan, así como Luhan no sentía nada por él, al menos eso se repetía cada noche, cuando envolvía al menor entre sus brazos y lo estrujaba contra su cuerpo para no permitirle escapar, porque no soportaba la idea de que esa parte de sí mismo que siempre estuvo dormida, despertara y lo destruyera.

Es que el amor para MinSseok era una fantasía, la trama de una película estúpida y un juego infantil sin sentido. Un juego, únicamente, uno donde él era tanto la presa como el cazador. Un juego donde no pudo ver las trampas de su contrincante. Un juego que perdió como el animal que corre directo a la trampa y acaba enjaulado en una prisión de la que no podía escapar… o tal vez no quería escapar.

Porque Kim MinSeok se había enamorado y era, tal vez, un poco tarde para decirlo en voz alta.

Porque darse cuenta de que estaba enamorado fue una proeza de magnitud titánica. Darse cuenta de que esas cosquillas incómodas, el vacío en el pecho y los nudos en la garganta eran parte de eso que la gente solía llamar, de forma vulgar, amor, fue casi como ir en contra de su propia naturaleza.

¿Qué sabía él del amor antes de sentirlo? Sí, cantaba canciones. Sí, leía libros. Y sí, veía películas cuyo tema central era eso, pero no lo entendía, porque sus canciones eran emotivas y dulces, relataban historias hermosas sobre personas entregándose en cuerpo y alma. Y todo eso que él estaba sintiendo no se asemejaba en lo más mínimo a toda esa basura.

Porque no era bonito, no sabía dulce como el chocolate. No era cálido, ni siquiera un poco agradable. Era duro y sucio, obsceno y doloroso. Era un anhelo que se instalaba en su garganta cada vez que encendía el televisor y las noticias se repetían una y otra vez. Era abandono. Era dolor.

Y Kim MinSeok no tenía idea de que el amor podía doler tanto. O que podía volverse odio u obsesión. O que nunca acabaría y lo consumiría hasta dejarlo en los huesos, hasta verlo rogar por eso que él mismo, con tanta vehemencia, se negó.

Pero no era adivino, ¿cómo se suponía que debía saber que amaba a Luhan? ¿Qué tenía el ciervo de especial, después de todo? ¿Fue por sus ojos brillantes? ¿Su piel suave y cálida? ¿Su dulce aroma a menta que nunca fue realmente dulce? Luhan no había sido diferente al resto de personas en su vida, era solo una fanática loca más, una que se le había metido entre los huesos y los órganos. Luhan luchó tanto por él que, cuando lo tuvo, se aseguró de nunca permitirle marcharse, ¿debía llorar por eso o sentirse orgulloso del chino y su efectiva insistencia?

Tenía dudas, demasiadas dudas en cuanto a lo que debía sentir por Luhan, así que comenzó a observarlo más de cerca. Comenzó a prestarle atención a esos toques insolentes a los que el menor acostumbraba a someterlo cuando lo encontraba con la guardia baja. Comenzó a ponerle atención a su voz no solo cuando cantaba, sino que escuchó las palabras que decía cuando hablaba. Tal vez Luhan no tenía muchas cosas interesantes para decir, pero su voz era relajante, ni muy grave ni muy aguda, en el punto medio perfecto para que MinSeok disfrutara escuchándolo. Se concentró en su aroma, ese que desprendía con cada movimiento, con cada respiración; un aroma dulzón a menta pura. Comenzó a sentir el tacto de su piel y se dio cuenta de que era suave, suave y delicada como todo en Luhan.

Y comenzó a temer por él. Luhan se veía tan frágil a sus ojos, tan delicado. ¿Y qué podía hacer MinSeok con ese instinto protector que le emergía de lo más profundo de las entrañas? No podía ignorarlo porque se volvía una especie de dolor físico que le impedía dormir por las noches si Luhan no se encontraba cerca, así que comenzó a responder a todas las necesidades de su cuerpo. Y Luhan se volvió parte de él, de sus pensamientos y de su piel.

No importaba lo que las cámaras mostraran, los que las fanáticas dijeran. MinSeok sabía la verdad. Y, a veces, cuando la red comenzaba a llenarse de rumores sobre el HunHan siendo real, era él mismo quien subía, de forma anónima, esas fotografías o videos en los que se veía al ciervo buscándolo descaradamente.

 

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- Piensas irte.

Luhan lo miró con ojos tristes. Ya habían tenido esa conversación las veces suficientes como para llegar a una conclusión, pero MinSeok debía volver y confirmarlo. Lo había escuchado del manager, de los demás bailarines de la empresa, era un rumor de pasillos demasiado plausible. Los chinos se irían, poco a poco, de uno en uno, como gotas de agua cayendo sobre el vidrio de la ventana y perdiéndose en el marco para nunca volver a las nubes. Primero se fue Yi Fan, ahora Luhan, ¿quién le seguiría, Lay? No, Lay era demasiado fiel como para marcharse y tenía a Sehun, que lo ataba a la tierra cuando se comenzaba a alejar.

¿Por qué Luhan no lo tenía a él? ¿Por qué no se aferraba a su mano?

- MinSeok, nosotros ya…

- Sí, lo hablamos, pero no pensé que lo harías, no ahora –no ahora cuando te amo.

- Estoy cansado, ya no lo soporto –MinSeok quería asentir y darle la razón, quería decirle que estaba bien, quería autorizarlo a marcharse porque veía el cansancio en sus ojos, veía su piel enferma y amarillenta, su cabello opaco y el anhelo de su hogar. Luhan necesitaba estar en China casi tanto como MinSeok necesitaba estar a su lado.

- Yo puedo cuidarte, yo…

- No se trata de eso, Minnie –Luhan dio dos pasos hacia adelante y MinSeok dio dos más, acabando definitivamente con la distancia entre sus cuerpos y encerrándolo en un abrazo férreo que gritaba en silencio por permanecer así eternamente, fusionados en un solo cuerpo.

- ¿De qué se trata, entonces? –el menor le recorrió la espalda con las manos y se aferró a los bordes de su ropa.

Era un abrazo sencillo, casi inocente, muy diferente a esos toques descarados con que ambos disfrutaban tentando a las cámaras, era algo más íntimo, tanto que MinSeok casi no lo soportaba porque odiaba el contacto físico, pero si se trataba de Luhan y de mantenerlo a su lado estaba dispuesto a sacrificarse.

- Yo estoy dispuesto a hacer lo que quieras sin con eso evito que te vayas.

Luhan suspiró con fuerza contra su cuello y le permitió recargarse en su cuerpo.

- No se trata de vestirte de súper héroe y salvar al mundo, Minnie.

Se trata de ti, de quererte, de cuidarte. De querer saber que estás bien… de que estés bien, Luhan.

MinSeok tenía las palabras correctas en la punta de la lengua, sabía que con eso Luhan se iría tranquilo, pero no podía permitirlo, no podía permitirle el marcharse libre de culpa. Luhan tenía que hacerse cargo de todos los sentimientos que había despertado en su interior y no podría hacerlo estando en China, lejos de él.

- Tampoco debería tratarse de ti disfrazado de demonio y desgarrándome la garganta con tus garras –gruñó afianzando el agarre contra el cuerpo ajeno, Luhan se sentía tan frágil y delicado entre sus brazos, tan diminuto y a punto de desaparecer como una nube de polvo en el viento, pero eso no le importó cuando estrujó su cintura hasta provocarle un gemido de dolor y le mordió la boca en lo que debía ser solo un beso demandante y sangriento-, porque así me siento, Lulu. Me estás matando.

- Esto no es un adiós, Minnie, nos volveremos a ver más pronto de lo que crees.

- Pronto no es suficiente, Hannie –y con todo el veneno y la violencia que no le pudo imprimir a sus palabras, soltó el cuerpo del menor y se alejó de él.

 

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La compañía era una soberana mierda en cuanto el trato humano se refería. MinSeok lo sabía perfectamente, pero no lo comprobó con su propia experiencia hasta que no tuvo que esperar meses para reencontrarse con Luhan luego de que este, escandalosamente, demandara a SM Entertainment.

Una eternidad fue lo que pasó antes de poder ver el brillo de esos ojos de ciervo dirigirse a él, una eternidad que lo obligó a correr a unos brazos escuálidos que lucharon contra él porque se habían extrañado, pero, mierda, ambos esperaban que el otro luchara un poco más y se odiaban por eso.

- ¿Qué te retiene ahí? –había preguntado Luhan la última vez que hablaron directamente-. ¿Qué es lo que te impide irte conmigo? Ni siquiera estás siguiendo un sueño, Kim MinSeok.

Y sí, MinSeok también lo odiaba por ser capaz de ver a través de él.

Un mordisco. Acababa de morderlo. Escupió hacia el lado y vio la mancha oscura en el piso de lo que debía ser sangre, su sangre. Sintió, estúpidamente, que Luhan quería devorarle la carne del cuerpo cuando ya había acabado con su alma y su espíritu.

- ¡Mierda! –se cubrió la boca de forma inútil y lo miró con ojos inmensos, intentando buscar una respuesta a sus acciones, a su violencia, pero Luhan apenas fue capaz de sostenerle la mirada y, estúpidamente, se agachó para limpiar la mancha del suelo.

¿Cada reencuentro sería así? MinSeok miró al menor y ninguno dijo alguna palabra más. Llevaban más de tres meses sin verse y todo lo que Luhan había hecho al verlo había sido reclamar y reclamar porque sus obligaciones habían sido más importantes que sus deseos de estar juntos. Y ambos estaban cansados, pero no podían separarse del otro, ni siquiera porque hubieran kilómetros de tierra entre sus cuerpos o por las mismas murallas mentales que ambos estaban construyendo para soportar la distancia.

Deberíamos terminar, esto debería acabar.

Tal vez sus pensamientos eran similares, tal vez ninguno de los dos quería seguir con eso, con las llamadas secretas y los encuentros clandestinos, ocultándose eternamente por miedo a perder lo que habían construido con tanto esfuerzo, pero se aferraban al otro con uñas y dientes porque no conocían otra vida; incluso cuando Luhan le había dicho adiós al resto del grupo, había sido incapaz de soltar la mano que siempre se había aferrado a Kim MinSeok por debajo de la mesa.

Las pequeñas luces de las velas bailaban con sus respiraciones y ellos eran incapaces de darles una melodía a sus suspiros, solo estaban ahí, viéndose y tragándose todos los sentimientos que querían demostrar con sus caricias.

MinSeok se arrodilló junto a Luhan, encerrándolo en un abrazo doloroso, necesitado, porque hasta sentía ganas de vomitar solo estando ahí, viéndolo. Luhan olía a menta y a perfume masculino, una mezcla característica de su existencia y Minseok amaba ese aroma. La menta, principalmente, le recordaba a Luhan, porque podía ser dulce y cálida si lo quería, pero cuando la probaba era fría y agria, tal como se sentía su relación.

Le acarició el cuello con la nariz mientras sus manos le masajeaban las costillas y lo apegaban a él.

- Te he extrañado tanto, Hannie –Luhan se petrificó en su lugar y pudo escuchar perfectamente cómo el aliento se le detuvo en la garganta y tragó en seco.

- También te he extrañado –pero no había suficiente emoción en sus palabras, carecían de verdad y ambos lo sabían, MinSeok lo sabía y lo odiaba por eso.

Buscó sus labios en la oscuridad y Luhan aceptó el beso de la misma forma necesitada en que MinSeok se estaba acercando, porque lo necesitaba, necesitaba desesperadamente sentir sus pieles colisionando y quería escuchar sus suspiros, sentir sus caricias. Y Luhan solo estaba ahí, esperando a que hiciera un movimiento, porque, probablemente, ya no sabían quién era la presa y quién el cazador.

Como si una vida entera se plantara entre el día que se vieron por primera vez y el adiós de Luhan, MinSeok recordó que no siempre había sido así, que hubo un tiempo, en un pasado lejano y difuso, en el que él era la presa y Luhan el cazador que nunca se cansaba. Era un juego, para ellos, para las cámaras, para el grupo. Un juego divertido e inocente, como la pureza de los juegos infantiles que con el tiempo se vuelven travesuras. Y ambos disfrutaban tanto de esas travesuras.

Afuera, la nieve comenzaba a caer lentamente, al igual que las caricias. Ya no eran toques ásperos con los que buscaban hacerse daño. Besos tímidos, como ósculos avergonzados en novelas románticas, cubierto de dolor y el agridulce sabor de las despedidas perpetuas.

- No quiero una novela romántica –había dicho Luhan cuando le confesó sus intenciones de dejar el grupo y volver a China-. No quiero el dolor que me estás ofreciendo.

MinSeok nunca había pensado enamorarse del chino. Sí, disfrutaba de sus atenciones, le gustaba esa sensación de ser necesitado por alguien, de ser querido. Y cuando escuchaba los gritos de las fanáticas rogando por un poco de la mísera atención del chino, se sentía como el rey del mundo porque él, que no la quería, sí la tenía.

Así que ahí estaba, entregándole a Luhan eso que tanto había mendigado.

Y era demasiado tarde hasta para intentarlo.

Ellos habían sido dos estrellas que habían alcanzado la cima, pero uno se consumió en el fuego y el fulgor del firmamento, mientras el otro se esforzaba por aferrarse a la tierra y no desaparecer.

- Te amo tanto, Hannie –y tal vez sí lo amaba, porque cada noche cerraba los ojos y evocaba su rostro con una sonrisa y un guiño, un deseo oculto de volver a esa época en la que ambos decidían, por acuerdo mutuo, compartir habitación y mantas.

Luhan gimió bajo su cuerpo y MinSeok afianzó el abrazo sobre sus costillas, la presión sobre su vientre y los besos suaves y delicados se volvieron mordiscos hambrientos y furiosos que se pintaban como románticos moretones en su piel de marfil. Odiaba a Luhan tanto como lo amaba y no permitiría que ninguno lo olvidara.

Seguía impresionándose por la suavidad y la palidez de su piel, pero quería dejar su marca en él, una marca indeleble que ni el tiempo ni la distancia pudiera borrar, quería permanecer en él, que Luhan se mirara en el espejo y lo viera en su reflejo, que viera sus ojos hechizándolo, que viera sus manos recorriendo su cuerpo, que escuchara su voz cada vez que cantaba, porque él era Luhan y Luhan era él.

 

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MinSeok observó su reflejo y se aseguró de que las ojeras fueran invisibles, Suho nunca le perdonaría si permitía que alguna cámara captara sus imperfecciones y alguien llegara a sospechar de sus escapadas, o su falta de descanso, o su disforia, su apatía o sus insoportables deseos de golpear y destruir el mundo.

Él era Kim MinSeok, el miembro mayor de Exo y la cosa más adorable sobre la faz de la Tierra. Y estaba cansado y a ratos las piernas le temblaban, pero sonreía abiertamente.

- ¿Cómo está Luhan gege? –preguntó Lay a su espalda, llamando su atención.

El chino abrazaba a Sehun por la cintura, podría decirse que se veía algo amenazante con su vestimenta y maquillaje de acuerdo al concepto de Monster, pero no había nada peligroso en el menor, incluso MinSeok podía reconocer que no había persona en el mundo más buena que Zhang Yixing.

- Les manda saludos a todos –eso era una mentira, Luhan no se había molestado en preguntar por sus ex compañeros, pero esa respuesta hacía que el chino menor sonriera alegre.

Yixing sonrió condescendiente y Sehun frunció el ceño.

- ¿Cómo está él?

MinSeok suspiró y quitó la mirada del reflejo, satisfecho con su apariencia y le sonrió a los menores, sabía que sus compañeros extrañaban a Luhan, ninguno de ellos podía acostumbrarse todavía a su ausencia, en especial esa pareja, que eran los más cercanos al ciervo, después de él por supuesto.

- Espera poder venir un día a vernos, pero no sabe si se lo permitirán –Luhan tampoco había dicho aquello, pero había un montón de cosas que no necesitaba decir para que MinSeok las comprendiera.

Sehun abrió la boca para volver a hablar, pero Chanyeol apareció por una puerta, seguido por BaekHyun y Chen, sosteniendo una cámara entre sus torpes manos y los tres tuvieron que fingir estar jugando y preparándose para su presentación, como siempre.

Últimamente, MinSeok había comenzado a odiar las cámaras. Se sentía enfermo cada vez que debía sonreír frente a un lente, pero se le revolvía todo el interior de solo pensar en que lo regañarían si no decía algo bonito y sonreía como imbécil. No quería sonreír, no quería hablar con sus compañeros. A veces, ni siquiera quería vivir.

Rió de los chistes malos de Chen y evitó tanto como pudo su tacto, la cercanía física le parecía algo repulsivo cuando no se trataba de Luhan quien lo buscaba. E incluso con el ciervo había sido un infierno al principio. Y, para colmo, el maldito ya no estaba para torturarlo.

- ¿Están todos listos? –Suho, que al igual que él debía fingir esa alegría que no sentía, interrumpió la escena y todos debieron asegurarse de tener la ropa y los micrófonos en orden antes de subir al escenario y saludar a las fanáticas que gritaban sus nombres como si ellos no se los supieran.

Escudriñó al público en silencio, fingiendo reír de los malos chistes de Chen, pero no encontró lo que buscaba sino que hasta dos segundos antes de que la melodía de Monster comenzara y ya no pudiera guiñarle el ojo a Luhan, que los miraba oculto en una esquina con esa sonrisa deforme pintada en su rostro afeminado.

No supo cuántas veces tuvieron que repetir la misma coreografía antes de salir a prepararse para Lucky one, pero confiaba en que Luhan no perdería la paciencia y esperaría hasta el final, él conocía el rubro, al fin de cuentas.

Cuando las luces se apagaron y todos se despidieron definitivamente, corrió hasta el camarín de Exo y cerró la puerta con seguro, dejando a todos sus compañeros afuera.

- Buena coreografía –la voz de Luhan sonaba baja y ronca, demostrando inconscientemente su molestia.

MinSeok no se molestó preguntando las razones de su enojo, simplemente se acercó a él y lo encerró en un abrazo desesperado.

- Te extrañé –el menor no hizo amague de separarse, simplemente aceptó en silencio sus caricias y se estiró para morderle suavemente el lóbulo de la oreja.

- Pensé que JonDae seguía consolando a Suho.

MinSeok rió por lo bajo y le recorrió la cintura por debajo de la ropa, provocando que el menor se estremeciera  delicadamente y buscara más contacto entre sus pieles.

- Es solo un juego, para distraer a las fanáticas –un juego, siempre era un juego, incluso sus vidas eran juegos. Juegos crueles. Juegos sin sentido. Juegos oscuros. Juegos dolorosos. Juegos y cacerías de las que él vivía siendo la víctima.

- No me gustan esos juegos –el gruñido del menor le pareció gracioso, pero no se atrevió a carcajearse, menos cuando lo empujó contra la pared más cercana y le mordió el lóbulo de la oreja-, déjalos.

- Como ordenes –sus manos descendieron hasta los muslos de Luhan, pero en el momento en que este le fue a rodear las caderas con las piernas, la puerta se abrió de golpe y un enfadado Suho apareció seguido de sus compañeros.

- Agradezcan que no fue el mánager u otra persona quien abrió la puerta –pero sus reclamos se vieron opacados por la presencia entusiasta de todos los menores, que corrieron a abrazar a Luhan sin preocuparse por la posición comprometedora en que ambos mayores se encontraban.

El primero en abrazar al chino fue Sehun, seguido de Lay, y MinSeok se visualizó cortándole la garganta a ambos por atreverse a tocar a su ciervo, pero todo lo que pudo hacer sin convertirse en homicida fue lanzarle una mirada despectiva a Luhan y salir por donde mismo había entrado.

 

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- Deberías dejar de ser tan duro con Luhan hyung cuando viene a verte –D.O apareció a su lado sosteniendo una lata de cerveza con cada mano.

Los diez se encontraban en el departamento que compartían mientras promocionaban y Luhan había conseguido colarse al interior sin que el mánager lo descubriera. Se suponía que él estaba de paso en Corea del Sur y que no tendría contacto con nada relacionado a Exo durante su estadía, pero MinSeok había insistido en verlo. Y si había algo en el mundo ante lo que Luhan era verdaderamente débil, era cualquier cosa que Kim MinSeok le pidiera.

- No sé de qué estás hablando.

- Recuerdo cuando era él quien debía perseguirte, incluso frente a las cámaras siempre te estaba buscando –con una sincronía perfecta, ambos tomaron un sorbo de sus latas y fijaron la mirada en la pared austera frente a ellos.

MinSeok quería olvidar esos recuerdos, tal vez también quería cambiar un poco el pasado. Luhan lo había perseguido hasta el cansancio, había hecho de todo para llamar su atención y, cuando lo consiguió, decidió que ya no quería estar más en el grupo, que quería volver a China, que quería dejarlo.

- Yo puedo cuidar de ti –había dicho en un patético ruego cuando Luhan le confesó por primera vez sus intenciones. Y MinSeok las había comprendido perfectamente, incluso reconocía que lo mejor para el menor era estar lejos, pero no quería aceptarlo.

Y el jodido cinismo de KyungSoo le hacía sentir enfermo.

- Tal vez deberías abrirle las piernas a JongIn y dejar de meterte en la vida de los demás –soltó la lata vacía en el suelo y dejó al menor solo para buscar a Luhan y poder arrastrarlo a alguna habitación donde pudieran tener algo de tiempo a solas.

Lo encontró en la habitación de ChanYeol y BaekHyun, donde también estaban Suho y Chen, riendo despreocupadamente y compartiendo un trozo de pizza. ¿Realmente debía sonreír así, como imbécil, donde sea que fuera?

Se acercó silenciosamente y le rodeó la cintura con los brazos, arañándole las costillas por sobre la ropa mientras se sentaba detrás de él y Luhan se estremecía, ocultando exitosamente el dolor que su agarre le producía. Se recargó en su espalda, como el chino solía hacer en el pasado.

Luhan siempre había sido el que iniciaba el contacto, el que buscaba sus manos y le acariciaba las caderas cuando pensaba que nadie los veía. Luhan, siempre Luhan. ¿Por qué no fue alguien que no decidiría marcharse más adelante? ¿Por qué tuvo que enamorarse justo del chino maldito que después lo abandonaría?

- Te odio –gruñó contra su nuca para luego morderle el cuello y, cuando se levantó para alejarse, se dio cuenta de que todos habían escuchado sus palabras.

 

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Me ahogo. No puedo respirar. No puedo respirar. No puedo respirar… voy a morir.

Como caricias asfixiantes, un juego desconocido de falanges recorría su piel, la estrujaba y la arañaba cuando él se sentía incapaz de corresponder a los toques fantasmales que su cerebro quería recrear cuando el tiempo comenzaba a sentirse como una energía que fluía a través de su cuerpo y se alimentaba de él. Quería mover los dedos, quería decir algo, gritar, tal vez chillar un poco y desgarrarse la carne y la garganta en la búsqueda de liberación, se sentía preso, se estaba ahogando, estaba al borde del abismo y la muerte y nada podía detener el desenlace de aquella grotesca tragedia. Si cerraba los ojos, podía ver los barrotes de su jaula y se imaginaba recorriendo los huesos de Luhan para anidar en el hueco donde alguna vez habitó su roto corazón.

Boqueando sonoramente, MinSeok se recargó contra el espejo y se apretó el cuello con una mano, arañándoselo como si fuera capaz de hacerse una traqueotomía casera hasta que, eternos minutos y cientos de muertes después, sintió que el aire volvía a llegar a sus pulmones. Respiraba pesadamente, con las mejillas sonrojadas, la boca abierta y un hilo de saliva corriendo por su barbilla.

Se estaba ahogando, se estaba muriendo, no podía soportarlo. Y, frente a él, el reflejo se burlaba de su desesperación.

- ¿Qué mierda te pasó en el cuello? –Suho apareció a su espalda y lo agarró con fuerza por los hombros, mirando escandalizado las marcas que se pintaban de color carmesí en su piel y la sangre que le manchaba los dedos.

- Me enamoré –fue todo lo que pudo responder antes de dejar al menor solo, con demasiadas preguntas capciosas para querer responder, y evitar azotar su cuerpo contra alguna pared hasta verlo rogando por piedad.

Caminó por entre los pasillos, ignorando a los trabajadores y, en especial, a las cámaras. Se sentía cansado y aún estaba agitado por el anterior ataque de pánico, pero nada se comparaba a la furia que estaba bullendo en su interior, ¿por qué seguía pensando en Luhan? ¿Por qué no podía ignorar las noticias de su debut en China? ¿Por qué seguía pendiente de cada noticia en la que era nombrado? ¿Por qué no podía sacarse su sonrisa idiota de la cabeza? ¿Por qué sentía que sus manos eran inútiles y estaban vacías cuando no lo tocaba? ¿Por qué debía seguir extrañándolo? ¿Por qué todo lo que rondaba su mente era ese maldito chino? ¿Por qué se fue?

Luhan no solo se le había colado en la piel, no solo había dejado su marca ahí, sino que le estaba consumiendo la vida.

Y lo odiaba, lo detestaba. A veces, hasta deseaba verlo muerto, con su propia sangre pintado figuras etéreas sobre su piel lozana, entonces comprendía que así ya no podía verlo, no podría sentirlo y, menos aún, besarlo. Y amaba besarlo.

- ¿Te sientes bien?

¡Joder! ¿Por qué todos debía preguntarle esa mierda? ¿Por qué todos estaban tan pendientes de sus jodidos estados de ánimo? ¿Acaso no podía tener un puto segundo de paz? O de miseria, considerando la situación.

Gruñó una respuesta inentendible y siguió caminando, ignorando los llamados del chino, que lo miraba con preocupación y curiosidad. ¡Curiosidad, por todo lo sagrado! Como si fuera un animal de circo con el que todos podían divertirse, como si su miseria fuera su diversión.

Y no lo soportaba, no soportaba tener que reír con ellos, tener que fingir que todo estaba bien cuando todo se había ido a la mierda y él no había tenido la fuerza ni la capacidad para detener la catástrofe.

- No puedes salvar al mundo, Kim MinSeok –habían sido las palabras con las que el puto ciervo se había despedido la primera vez, ¿o fue la segunda?, ¿tal vez la tercera? Ya ni siquiera recordaba sus conversación, apenas eran retazos inconexos de ideas a las que quería aferrarse para no perderse definitivamente en la locura-. No nos puedes salvar a todos.

Y ahora, cuando veía los noticieros Chinos y el resurgimiento de una de sus estrellas más brillantes, comprendía que Luhan no lo necesitaba para ser rescatado. Luhan estaba haciendo su vida en China, estaba renaciendo y alcanzando el éxito que lo destruyó en Corea. Luhan estaba viviendo su sueño al otro lado de un montón de fronteras que él no podía atravesar.

- Porque no soy un puto súper héroe, no tengo capa ni puedo volar.

No, él solo era un animal herido con una pata atrapada en la trampa de un maestro cazador.

 

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- ¡Vamos a tomar café!

No había persona en el mundo más adorablemente insoportable que Luhan, MinSeok había llegado a esa conclusión la tercera vez que Luhan lo despertó solo para convencerlo de ir a alguna cafetería cuando el sol apenas comenzaba a encender el cielo.

Aún eran trainees en la compañía y MinSeok aún no le encontraba gracia a esa bebida amarga que el ciervo tanto amaba. Pero Luhan realmente amaba el café y, por alguna razón, adoraba compartirlo con MinSeok.

Y, con el tiempo, MinSeok se volvió adicto a la cafeína. Le gustaba el aroma, que siempre era una mezcla de grano y menta, porque siempre lo bebía con Luhan y Luhan olía casi de forma intoxicante a menta. Era repulsivo, de una atractiva y bizarra forma, porque el café con menta siempre acababa cayéndole mal al estómago.

Le lanzó una mirada indignada a BaekHyun e ignoró por completo su petición. Era su día de descanso y no pensaba desperdiciarlo caminando por ahí con la zorra de Exo ni con nadie, realmente. Solo quería descansar y ahogarse en la miseria.

- Hoy me cambiarán el tono del cabello.

- A todos, hyung –contestó el menor, pasando olímpicamente de su indirecta a dejarlo solo.

A veces, solo a veces, el entusiasmo de BaekHyun era contagioso. En ese momento, no.

- Se me caerá en cualquier momento.

El menor soltó una carcajada y sacudió su cabellera castaña con esos aires de diva que lo perseguían a todas partes.

- Podemos tomar un helado mientras esperamos.

Con un suspiro, se impulsó de la cama y siguió al menor hacia el exterior del departamento. Y después se preguntaba qué era toda esa mierda del XiuBaek, cuando afuera lo esperaba un montón de adolescente hormonales listas para disparar sus cámaras apenas BaekHyun hiciera alguna estupidez homosexual.

Se preguntó si Luhan seguía leyendo la prensa amarillista y abrazó a BaekHyun por los hombros justo cuando el lente de una cámara se dirigió hacia ellos, ganándose gritos extasiados por parte de sus espectadoras.

 

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Cuando apenas era trainee de la SM, MinSeok era demasiado tímido como para acercarse a cualquier persona, pero Luhan fue diferente. Tal vez su mirada de ciervo extraviado o la mueca graciosa que se formaba en su rostro cuando reía, no conocía las razones, pero Luhan había sido su primer amigo.

También odiaba la cercanía física, no soportaba el tacto de otra piel sobre la propia, otros ojos sobre su cuerpo, la presión ni el calor corporal ajeno. Y Luhan era sinónimo de todo eso, era exasperante tenerlo cerca todo el tiempo, como una peste. Sí, se divertían estando juntos, pero a veces solo quería golpearlo para que mantuviera la distancia entre sus cuerpos.

- Algún día vas a extrañar esto.

Recordarlo decir eso era casi como escuchar una sentencia de muerte, porque lo extrañaba. Su memoria táctil había difuminado la sensación de tener al chino cerca y solo quedaban los recuerdos vomitivos de sus despedidas. Besos tristes y miserables que marcaban tanto comienzos como fines, que solo significaban distancia porque él estaba sobre un escenario fingiendo querer estar cerca de Chen mientras Luhan sonreía en algún lugar de China. Lejos, tan jodidamente lejos siempre.

Y extrañaba su piel, su vomitivo aroma a menta, su estúpida sonrisa y su cabello ridículo. Lo extrañaba y lo odiaba por obligarlo a extrañarlo.

- Yo también te extraño, Minnie hyung –saltó en su lugar y el corazón se le fue a la boca cuando escuchó su voz dulce y baja, casi avergonzada, llamándolo desde la oscuridad.

- ¿Cuándo llegaste?

Se quitó la toalla que le colgaba del cuello y terminó de secarse el sudor de la cara antes de acercarse al menor y encerrarlo en un abrazo que disimulaba perfectamente su desesperación.

Últimamente, Luhan estaba apareciendo más seguido y eso le gustaba, se sentía como en el pasado, cuando era él quien escapaba de sus atenciones, no quien rogaba por ellas.

- Hace media hora –y adivinó, en su sonrisa quebrada, que había sido testigo de todos los coqueteos descarados con sus compañeros.

- ¿Alguien sabe que estás acá?

Luhan negó con la cabeza y ambos compartieron una sonrisa cómplice que se volvió una mueca de furia cuando Sehun apareció por la puerta y corrió a abrazar al chino. ¿Por qué mierda Lay no podía controlar a su puta mascota?

- ¡Hyung!

- ¿Recuerdas cuando eras feliz?

MinSeok dejó caer la cabeza a un lado y fijó la mirada en Suho, que tenía una botella de agua en la mano y la agitaba de un lado a otro.

¿Recuerdas cuando eras feliz?

La pregunta se repitió cientos de veces en su cabeza y él no encontró una respuesta hasta que su mirada se cruzó con la de Luhan y tuvo que reconocer que no, no recordaba haber sido feliz alguna vez.

 

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- ¿Qué crees que es el amor, hyung? –preguntó Luhan mientras se estaban preparando para volver con Overdose y todos se cuestionaban por qué las canciones siempre debían tratarse de amor, si ninguno de ellos estaba enamorado.

- El amor es…

Recordó poemas, libros y películas, pero no encontró una respuesta adecuada.

- Una trampa –completó el menor cuando él no encontró palabras para describir lo que aún le resultaba desconocido.

- ¿Una trampa?

- Sí -Luhan se acurrucó sobre el sillón en el que estaban esperando su turno para la sesión de fotos de los teasers, y lo miró con sus brillantes ojos de ciervo. MinSeok nunca dejaría de sorprenderse por lo tierno y delicado que Luhan se veía así, avergonzado y curioso-, está ahí y no lo ves hasta que no te está ahogando, hasta que no has muerto.

- ¿MinSeok? Es tu turno –MinSeok giró la cabeza y se encontró con una de las estilistas, la muchacha lo miraba con vergüenza y él no comprendía su mueca incómoda.

- Voy en seguida –a su lado, el vacío y el silencio de la nada le recordaban la ausencia de Luhan.

Siguió a la muchacha por el salón y se sentó frente a un espejo, mientras ella lo cubría con una capa negra y le sacudía el cabello casi juguetonamente. A su lado derecho, BaekHyun bromeaba con su estilista y ChanYeol, que lo miraba por el reflejo del espejo desde un sillón.

MinSeok volvió a recordar a Luhan, cómo él hacía lo mismo que ChanYeol con BaekHyun, se quedaba con él hasta que acababan de cambiarle el look, incluso si Luhan era el primero y MinSeok el último. Solían mirarse por el reflejo, Luhan con esos ojos brillantes e inmensos, que eran marrones como el café que se le atojaba más cada día; y él con esa mueca desinteresada que crispaba los nervios del menor. A veces, si se esforzaba lo suficiente, podía proyectar una imagen de la sonrisa de Luhan en el espejo.

Debía dejar de pensar en él como un muerto –se repetía ocasionalmente, porque a veces MinSeok quería morir por lo mucho que lo extrañaba.

 

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Lo hizo. Se juró nunca demostrarle a Luhan que lo necesitaba, pero ahí estaba, acurrucado sobre sí mismo en el piso del baño, abrazándose las piernas y ocultando el rostro en sus rodillas. Al otro lado de la línea, Luhan solo suspiraba cada cierto tiempo.

- ¿No tienes palabras para confortarme?

- No puedo ir a Corea ahora.

No, no las tenía.

MinSeok apretó el celular entre sus dedos y la cabeza comenzó a dolerle. No quería estar ahí, no quería estar haciendo esa llamada, pero su cuerpo había ignorado todas sus órdenes y, antes de darse cuenta, estaba rogándole a Luhan por ir a buscarlo, por volver a sus brazos. El cansancio y la presión de la perfección estabas haciendo mella en su cuerpo, corroyendo su piel como ácido, no lo soportaba, sentía que no podía existir un día más de esa manera, su única fuente de apoyo se encontraba en otro país, viviendo su propia vida mientras él le rogaba al cielo por no ser olvidado, por no ser despreciado.

- No hagas esto, por favor.

- ¿Que no haga qué? -¿llamarte, buscarte o quererte?

- ¿Por qué esperaste tanto tiempo? –la voz de Luhan pasó de ser un susurro culposo a un gruñido acusatorio-. ¿Por qué tuviste que esperar a tenerme lejos para darte cuenta de que me quieres?

Quererte es poco al lado de lo que realmente siento –quiso decir, pero se tragó las palabras y devolvió el gruñido bestial, porque esa era la única forma de liberar la energía destructiva que bullía en su interior.

- ¿Desde cuándo que disfrutas tantos de los clichés?

¿Realmente estaba comparando su miseria con el tonto argumento de un drama?

- ¿Realmente debías marcharte? -¿debías irte cuando lo nuestro estaba comenzando?, ¿cuando comenzábamos a amarnos?

- ¿Debemos discutir esto de nuevo?

- Deja de responder a mis jodidas preguntas con más puñeteras preguntas –MinSeok volvió a apretar el celular y esta vez escuchó el crujir de sus dedos y el bombeo de sangre en su cuerpo, como si todos sus sentidos se estuvieran maximizando solo porque al otro lado de la línea estaba el ciervo imbécil, escuchando su destrucción, disfrutando de saberlo moribundo por su ausencia-. Esto es lo que siempre quisiste, ¿verdad?

- MinSeok…

- Escucharme así, rogándote por algo de atención, ¿querías que me sintiera como tú, patético e ignorado? Eres un maldito idiota, Luhan, como si fueras capaz de provocarme algo así.

- Minnie…

- Vete al infierno, ya tuviste lo que querías y te fuiste, espero que seas feliz.

- Minnie, iré a Corea, no sé cómo…

- No te esfuerces, ya no tiene sentido –con las últimas fuerzas que le quedaban, se puso de pie y observó su rostro demacrado en el espejo. El abandono había pintado una sombra gris bajo sus ojos y había apagado el brillo de su piel.

No escuchó las demás palabras que Luhan tenía para decirle, simplemente aventó el celular contra el espejo y vio como ambos objetos se despedazaban uno a otro en una danza casi erótica.

- Yo también podría destrozarte, Luhan…

- ¿Ummin hyung? –BaekHyun asomó la cabeza bajo el marco de la puerta luego de que el estruendo de cristales rotos colisionando con el suelo acabara-. Es nuestro turno de grabar.

Las palabras del menor sonaron bajas y temerosas, como si temiera acabar igual que el espejo, en pedazos. Porque MinSeok quería destruir el mundo, quería acabar con todo lo que permitiera la existencia de Luhan en algún lugar del universo.

Lo odiaba. ¡Mierda! Lo odiaba tanto como lo amaba.

- … pero no estás acá.

 

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Las promociones de Ex’Act acababan de terminar, pero ellos no tendrían descanso. Sí, habían dejado de presentarse en programas de música y en directo ante las fanáticas, pero ellos debían seguir practicando hasta desgastarse el alma en la pista. Al menos eso era lo que Kim MinSeok pensaba, porque quería alcanzar la perfección y no soportaba los tiempos muertos. No soportaba las risas ni las voces de sus compañeros, no soportaba los gritos de las fanáticas. No soportaba la vida.

A veces, cuando sentía que el pulso se le ralentizaba y el aire pasaba con más calma hacia sus pulmones, se daba el tiempo de reflexionar sobre la vida. Sí, odiaba pensar porque siempre acababa en el mismo lugar y con las mismas emociones, pero ya sabía que no podía escapar por mucho tiempo de sus propios pensamientos.

Así que se encontraba, a regañadientes, con los ojos cerrados, recargado en alguna superficie lo suficientemente cómoda para no ser una distracción, queriendo concentrarse en su familia, en las fanáticas de Exo a quienes, a veces, solía apreciar un poco. A veces hasta sentía que quería un poco a BaekHyun, pero de eso siempre tenía dudas. Y, de una u otra forma, todo lo llevaba a Luhan. Porque Luhan siempre le hablaba de su familia en China y cuánto lo amarían si llegaran a conocerlo. Luhan también amaba a sus fanáticas y adoraba esa mierda del fanservice para hacerlas gritar histéricamente. Luhan incluso había querido a BaekHyun como a un hermano y MinSeok no comprendía nada de eso.

Pero, en ese momento, no eran esos recuerdos agridulces los que provocaban que la sangre corriera por su rostro y sus manos, o los que quebraban el espejo para convertirlo en pequeños trozos de miedo, punzante y doloroso, que le devoraban la carne como la gangrena. No, llevaba horas en la misma posición, con un hombro ensangrentado pegado a la pared que antes había estado completamente cubierta por un espejo, pero que ahora tenía un hueco a la altura de su torso. Porque era su culpa, pero no había dolor físico que pudiera hacerlo pagar la agonía desconocida que estaba experimentando su alma… o lo que quedaba de ella.

Observó sus manos cubiertas de sangre y gruñó… o gimió, tal vez gritó o chilló escandalosamente, ya ni siquiera podía reconocer las acciones de su propio cuerpo, porque sentía que él mismo estaba perdido, que había desaparecido. Había muerto.

- Solo encontraron la caja negra…

Luhan había prometido ir a Corea a verlo, aunque MinSeok solo había querido hacerlo sufrir con esa llamada. No había escuchado sus palabras, no le había dicho que no era necesario, que todo era parte de una rabieta infantil porque lo extrañaba, extrañaba su juego de ser presa y al mismo tiempo, cazador. Le había exigido un poco de atención, un poco de amor… Pero, tarde lo comprendió, aquello no era el amor del que se hablaba en las canciones. Porque el amor no debía destruir, no debía ser cálido y dulce, para luego volverse frío y amargo. El amor no podía matar… entonces, ¿qué fue eso que ellos tuvieron?

- El amor es una trampa.

Y ellos habían caído en ella, habían perdido ante sus cazadores y ambos estaban a punto de ser sacrificados. Luhan ya lo había hecho.

- Nadie sabía que estaba en ese avión…

No importó cuánto quiso escapar, cuánto luchó contra las garras de Luhan. No importó cuánto se negó a sentir, porque ya no había vuelta atrás, y había destrozado lo único que valía la pena en su vida.

La afortunada tarea de decírselo recayó en los brazos de su cansado e igual de roto, líder. Suho no había sabido qué palabras usar, no había sabido como consolarlo y no había tenido las fuerzas para permanecer a su lado sin culparlo.

Y MinSeok no lo quería cerca, ni a él ni a nadie, no soportaba la presencia de otro humano cerca porque apenas podía con su propia existencia.

- ¡Luhan hyung siempre volvió a ti, siempre te buscó! Luhan siempre te amó.

Y ahora, cuando MinSeok más lo necesitaba, solo quedaba el recuerdo de su insistente y patético amor, como un espectro sediento de sangre que lo llamaba a tomar los trozos de vidrio y hacer algo, lo que fuera.

En los restos de espejo aún adheridos a la pared, el reflejo de Luhan se proyectó como una mancha borrosa de lo que debía ser la sonrisa más idiota y preciosa del mundo, con una mano estirada llamándolo a seguirlo… Y MinSeok estiró su propia mano para estrechar la ajena, pero todo lo que encontró fue el frío del cristal y la muerte.

No era él, no eran sus manos ni sus dedos, no era el tacto cálido y suave de su piel con aroma a menta, no era él porque Luhan ya no estaba, tal vez ni siquiera existía, ¿quién podría decirlo? El tiempo lo convirtió en apenas el reflejo de una pesadilla, que le recorría la piel en las noches solitarias, que lo obligaba a susurrar su nombre cuando las lágrimas le marcaban el rostro y la sonrisa se le quebraba en la boca. Y ahora, cuándo MinSeok había dejado de desearlo lejos, había desaparecido completamente.

Con la poca fuerza que le quedaba en las manos, empujó su propia cabeza sobre el cristal y repitió la acción incontables veces, hasta que la sangre le nubló la mirada y el dolor de los cristales incrustándose en su piel se volvió apenas el reflejo de su corazón destrozado, mientras seguía repitiendo una y otra vez de forma gutural el nombre de Luhan, esperando a que el chino fuera a revisar su trampa y se quedara con su cadáver como el trofeo de su exitosa y trágica cacería.

Notas finales:

Akribos, realmente espero que esto sea lo que imaginaste cuando escuchaste Amour, o que se asemeje lo suficiente como para que lo satisfecha que me siento en este momento sea cómo me debo sentir realmente.

Este, también, es un recordatorio a que si, nos estamos leyendo acá, es por ti. Que si Totomato sobrevivió en Mundo de Bestias, es por ti. Que si Lay no volverá a morir, también es por ti... porque si tú no estuvieras, yo seguiría escribiendo historias sin final y cartas suicidas.

Te quieroy como tengo problemas para decir las cosas, ¿qué mejor forma que escribirte algo así de bonito?


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