Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Había una vez... por Milkin_Black

[Reviews - 79]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hola a todos...

Pues bien, hace poco una querida amiga me preguntó sobre por qué casi siempre se coloca a Milo como el más pobre o de menores recursos, y a Camus como un niño rico.

Eso me hizo comenzar a imaginar muchas cosas, lo que sumado a que deseaba escribir un cuento, dio origen a esta loca y -espero- divertida historia.

Bueno, además quería ver a Shaka con unas lindas orejitas, y a su sensual hermano -al menos en este fic- luciendo su cuerpazo de infarto y actitud sexy y desinhibida.

 

Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Kurumada y Teshirogi, y yo solo los utilizo para crear historias de amor.

Notas del capitulo:

Hola hola

He aquí el primer capítulo de este pequeño cuento.

Me gustan mucho las historias que inician con había una vez, y terminan con la palabra fin. También tengo una loca obsesión con las orejitas de gato o zorro, que en las personas se me hacen tan tiernas. Y bueno, me gustan mucho los gitanos, y las cosas misteriosas.

Básicamente eso resume el capítulo...lol

No me queda más que decirles, salvo que espero se diviertan y lo disfruten...

 

Había una vez en un lugar muy muy lejano, un imponente reino llamado Antares, cuyo nombre se debía a la honorable familia que durante generaciones se había encargado de brindar la paz, dicha y seguridad a su pueblo, una multitud de habitantes que tenían un genuino cariño a la familia real, en especial al pequeño heredero cuyo cumpleaños era esa misma noche.

Y era esa la razón, por la que desde muy temprano, todos en Antares comenzaron con los últimos preparativos para la gran fiesta, donde se celebraría con dicha el cumpleaños número 17 del príncipe Milo.

Este singular jovencito se había ganado desde su nacimiento el corazón de todos, pues más allá de su bella apariencia, en la que resaltaban puntos como su suave piel canela, su largo y ondulado cabello azul, o el par de turquesas que parecía tener en los ojos; la razón por la que era tan amado era su carácter humilde, alegre y extrovertido. Era común ver al príncipe caminar solo por las calles, donde con suma educación saludaba a todos los habitantes, y en más de una ocasión terminaba ofreciendo su ayuda cada que un carruaje se descomponía, cuando se escapaban las vacas, y en un sin número de eventos más en los que había demostrado verdadera preocupación y cariño por su pueblo.

Y era precisamente este increíble jovencito, quien justo en este momento atravesaba los pasillos del hermoso Castillo Carmesí para encontrarse con sus padres, los Reyes de Antares.

El pequeño peliazul avanzó entre una multitud de sonrisas y felicitaciones, hasta toparse con una enorme puerta que daba al gran salón.

-¡Mamá, Papá!- gritó con alegría captando la atención del gran Aspros, su padre, y la hermosa y delicada Artemisa, su dulce madre.

-Cariño, ven aquí- pidió la hermosa rubia abriendo los brazos para recibirlo –Muchas felicidades amor- dijo dejando un besito en la alborotada cabellera.

-Hijo- pronunció ahora su padre, apretando ligeramente su hombro –Hoy es un gran día para ti, después de todo al cumplir los 17 años te conviertes en todo un hombre, lo que si bien te da más libertad, también conlleva grandes responsabilidades.

-Lo sé papá, y prometo que nunca te defraudaré.

-Estoy seguro de que así será, y que harás lo mejor por tu pueblo –explicó el mayor haciendo una leve pausa para acomodar las palabras que diría a continuación –Milo, hijo, es precisamente porque confiamos en ti, y en que harás lo correcto que hemos tomado una decisión.

El joven príncipe se sorprendió por la seriedad que en solo segundos habían adoptado sus padres, quienes intercambiando miradas parecían decidir quién continuaría.

-Mi amor-dijo finalmente su madre –Para todo rey es importante contar con alguien de plena confianza, alguien que camine a su lado por el complejo camino de gobernar una nación, alguien que le brinde cariño y amor para soportar días difíciles, y reír juntos en momentos de dicha. Es por eso mi vida, que pensando en lo que es mejor para ti, hemos decidido comprometerte en matrimonio esta misma noche, con uno de los honorables príncipes de uno de los reinos vecinos.

Para cuando la Reina terminó de hablar, el rostro de Milo ya había perdido su alegría, y con los ojos desorbitados trataba de procesar lo que recién había escuchado decir a su madre –Yo no lo entiendo…¿por qué un compromiso? ¿por qué ahora?

-Porque nunca es demasiado pronto para estrechar lazos que fortalezcan a la nación. Además la persona que hemos elegido estamos seguros que será de tu agrado, y traerá dicha y felicidad a nuestra familia.

El príncipe Milo se sentía mareado, aterrado por la idea de ese repentino compromiso…-Pero…¿qué hay del amor? ¿qué hay sobre casarse con la persona a quién se ama?- cuestionó desesperado, tratando de hacerlos entrar en razón, hacerles ver que lo que decían era una locura.

Entonces su padre se acercó, con una mirada comprensiva hasta tomar sus hombros con cariño –Milo, aun eres muy joven e inocente para comprenderlo, pero a veces el amor puede resultar engañoso cuando eliges con el corazón, en vez de hacerle caso a la razón. La vida de soberano es particularmente difícil, y necesitarás a alguien confiable, a alguien que no se aleje de tu lado sin importar las adversidades que se presenten.

-Pero, ¿si no l@ amo?

-Hijo, el amor vendrá después…

 

 

 

Desconcertando por la noticia, el joven príncipe se escabullo para poder pensar a solas. Lo cierto era que durante toda su vida siempre había acatado los designios de sus padres, quien en todo momento habían demostrado ser  comprensivos y justos, sin embargo, hablar de un  matrimonio arreglado sin importar las razones, le parecía al pequeño Milo algo inadecuado y hasta absurdo. Y es que sí, era un romántico total, y en las pocas ocasiones que había pensado en el futuro, siempre se imaginaba dentro de un matrimonio feliz al lado de la persona que amaba…”El amor vendrá después…” resonaron en su cabeza las palabras de su padre, que ahora mismo sonaban tan vacías.

Agobiado por saber que en unas horas su mundo se transformaría por completo sin que él pudiera hacer nada, corrió internándose en el espeso bosque que rodeaba el castillo. Durante un largo rato estuvo caminando entre los árboles, soñando con planes de fuga que bien sabía jamás llevaría a cabo, y es que si algo podía ser peor que iniciar una vida con un total desconocido, eso era el ver la mirada decepcionada de sus progenitores si no actuaba con buen juicio tanto por la familia como por su nación. Tan sumido estaba en sus pensamientos que no notó cuando los frondosos árboles fueron reemplazados por oscuros troncos secos que se erguían atemorizantes en aquel paisaje que se tornó sombrío y lúgubre.

-¿Dónde estoy?- se cuestionó notando que no reconocía el paraje donde se encontraba. Al voltear al cielo vio que éste se hallaba oscurecido quizá por la noche que sin darse cuenta se avecinaba sobre él, o quizá a causa de las espesas nubes que amenazaban con una furiosa lluvia. De pronto la sensación de algo a su espalda le hizo voltear asustado, solo para descubrir que no había nada. Sin embargo ese fue el punto de inicio para que sus oídos fueran llenados con horribles ruidos que parecían acecharlo.

Asustado como nunca lo había estado, trato de regresar sobre sus propios pasos, pero la tierra negra parecía haber borrado por completo sus pisadas.

Entonces un repentino revoloteo le  hizo girar asustado, cayendo en el acto hasta cubrirse por completo de tierra…

-¡Rayos!...-musitó alterado poniéndose rápidamente de pie, y tomando al azar  la primera dirección que su corazón señaló.

Sobre su cabeza el cielo parecía cada vez más oscuro. Llevaba horas caminando sin rumbo, abrazado a su propio cuerpo que temblaba por el azote violento del frío. Por un breve instante se sintió tan pequeño, deseo llorar y en un parpadeo volver a estar en casa, así que cerró con fuerza los ojos, y deseando que todo fuera un sueño los volvió a abrir…

El paisaje horrible y aterrador seguía ahí, pero sus turquesas fueron de inmediato atraídas por un suave resplandor azul que antes no había visto. Olvidando de pronto el miedo o el frío, se acercó con curiosidad al que parecía ser un claro bañado de una suave y tranquila luz. Entonces lo vio, en medio de todo aquel brillo resaltaba la grácil figura de un bello jovencito de larga cabellera que ondeaba con un suave viento helado que corría por aquel paraje iluminado.

Con el corazón latiendo frenéticamente, e impulsado por una fuerza invisible se acercó, totalmente absorto en la visión de los elegantes movimientos de aquel hermoso chico. Pero al dar un paso, sin querer piso una rama. De un momento a otro volvió la oscuridad, más profunda e intensa que hacía un momento, así como el intenso frío corriendo amenazador entre los viejos y terroríficos arboles.

-¿Hola?- llamó vencido nuevamente por el miedo, pensando si todo había sido solo una ilusión..-¿Hola?...¿Hay alguien ahí?- volvió a decir al tiempo que giraba sobre su propio eje tratando de hallar alguna forma reconocible entre toda esa oscuridad…-¡¡¡¡Ahhhhhh!!!!- gritó aterrado cuando sintió algo posarse sobre su hombro.

-Tranquilo –pidió aquel bello jovencito apareciendo entre la penumbra, sosteniendo en la mano lo que parecía una pequeña bola de luz dentro de la cual brillaban diminutos cristales.

-¿Quién…quién eres?- cuestionó el joven príncipe perdido entre el desconcierto por su situación y una extraña sensación en el pecho mientras se perdía en el par de ojos carmesí que lo miraban con curiosidad.

-¿Estás perdido?- cuestionó esta vez el otro muchachito, con una voz que se antojaba perfecta y armoniosa para Milo quien simplemente no podía dejar de verle.

-Si…yo…bueno…¿sabes dónde estamos?- cuestionó el peliazul sintiéndose tonto por haberse perdido en su propio reino.

Entonces el otro chico desvío la mirada y llevándose la mano a la cabeza contesto –En realidad no soy de por aquí, solo estoy de pasó con mi caravana…Lo siento …-se disculpó realmente apenado por no poder resultar de ayuda.

En cualquier otra situación Milo habría estado decepcionado o molesto, pero ante ese rostro delicado y claro como la luna enmarcado por una brillante y sedosa cabellera roja, no pudo más que asentir torpemente…-No te preocupes, realmente es mi culpa por ser tan despistado –comentó olvidando que estaba perdido en un bosque de pesadilla en medio de la noche y con un total desconocido –Mi nombre es Milo- dijo haciendo un galante movimiento al presentarse.

El pelirrojo solo lo vio sin comprender –Camus…mi nombre es Camus…-respondió estirando la mano como saludo, pero para su sorpresa, el joven peliazul la tomó depositando un suave beso que lo tomó desprevenido, haciéndolo retirar su diestra algo avergonzado.

Ante aquello Milo sonrió…”Es tan tierno”…pensó notando como su corazón parecía más y más agitado.

Al verlo sonreír, el nerviosismo de Camus solo empeoró, por lo que trato de inmediato cambiar el tema de conversación –Yo no sé donde estamos, pero conozco a alguien que sí.

-¿En serio?- cuestionó el príncipe aliviado - ¿dónde está?

El pelirrojo lo miró un instante, asombrado por la efusividad del otro, que lo hacían ver tan radiante…-En el campamento…-dijo aun absorto en la blanca sonrisa del otro.

-¡Entonces vamos con él!

 

 

 

Tras recorrer con premura el amplio camino entre sus reinos, un hermoso peliceleste llegó a la entrada del reino de Antares poco antes de anunciarse el ocaso.

Quería verlo, más que nunca necesitaba ver a Milo y decirle que él no había tenido nada que ver. Y es que quizá porque crecieron juntos o tal vez por la estrecha relación entre sus familias, era que habían al fin decido sellar esa solida relación con un matrimonio. Y no es que el joven príncipe del reino de las Rosas no quisiera a Milo, pero su querer era un cariño fraternal, como el que podía sentir por sus padres o su hermano Albafica, pero definitivamente no se trataba de “esa” clase de amor.

Por ello, convencido a idear un plan para frenar aquel absurdo compromiso, se apresuró hacia reino de Milo con la esperanza de juntos poder hallar una salida.

Gracias al tiempo que había pasado jugando en el reino vecino, conocía perfectamente los parajes secretos, que le permitieron ingresar al castillo sin ser visto. Le sorprendió no encontrar a su amigo como esperaba, refunfuñando en su recamara, pero seguro de que pronto volvería, se escondió dispuesto a esperar.

Entonces pasaron minutos y luego horas, y cuando el cielo al fin se puso negruzco, Afrodita supo que algo estaba mal.

Entonces oyó varios pasos por el pasillo.

-¿Han visto al joven príncipe?

-No, y ya lo buscamos por todo el castillo.

-¡No puede ser!...Debemos encontrarlo cuanto antes.

En cuanto los pasos de los sirvientes se oyeron lejanos, Afrodita emergió de su escondite más preocupado, ahora más que nunca debía encontrar a Milo para hacerlo entrar en razón, y si era necesario obligarlo a regresar al palacio.

Con ello en mente, abandonó el castillo silenciosamente, internándose por instinto en el espeso bosque, a sabiendas de que si su amigo había huido seguro estaría en el único lugar al que tenían prohibido entrar.

Llevaba poco más de una hora caminando por aquel desconocido lugar cuando comenzó a sentirse observado. Súbitamente vinieron a su mente todas las historias que había escuchado de niño sobre monstruosas creaturas, brujas y fantasmas que rondaban por el bosque, y que desde niño habían sido la razón por la que nunca se había acercado ni un poco a aquel lugar.

Tratando de pensar que se trataba de una simple sugestión negó con la cabeza un par de veces, intentando  deshacerse de aquellos horribles pensamientos. Aun con la molesta sensación de que algo lo observaba decidió continuar su camino.

Unos cuantos metros más allá, gracias a los sonidos casi imperceptibles entre los arbustos tuvo claro que algo lo estaba siguiendo.

Con el corazón en el suelo, sacó un pequeño cuchillo de plata que siempre portaba por precaución.

-¿Quién está ahí?...-cuestionó lo más amenazante que pudo, mirando hacia todos lados en aquel paisaje tétrico a penas iluminado tenuemente por la escasa luz.

Con claridad oyó como algo corría entre las sombras alrededor de él, pero lo que sea que fuese era tan rápido que no lograba verlo.

-¡¡Sal de ahí!!...¡Muéstrate!...-gritó en lo que obviamente no fue lo más inteligente que pudo decir.

En el ambiente se oyó entonces un aullido agudo.

Asustado giro en su propio eje, buscando nerviosamente con la mirada la más mínima señal de movimiento. Entonces de nuevo un sonido muy cercano de ramas rompiéndose lo hizo reaccionar y  pensarlo dos veces comenzó a correr sin una dirección en concreto.

Sin embargo, no había dado más de diez pasos cuando una ágil figura se lanzó sobre él haciéndolo caer duramente sobre el suelo. Por instinto se cubrió la cara, esperando el peor desenlace para su corta vida.

-Grrrr…-oyó rugir con tono infantil a la cosa que seguía sobre su cuerpo.

Aun con los ojos cerrados, prestó atención a un par de detalles singulares. Número uno, aun no estaba muerto, lo que quizá significaba que lo que fuese que lo había atacado no planeaba comerlo. Número dos, lo que parecía estar sobre él era más bien como un cuerpo pequeño, ligero y mucho más chico que él. Tercero, esos gruñidos más que aterrarlo, lo estaban enterneciendo pues sonaban muy dulces.

Evaluando que el peligro parecía ser mínimo, al fin abrió los ojos.

Lo que vio fue algo totalmente inesperado y mucho más tierno de lo que se hubiera imaginado. Sobre él se hallaba un lindísimo muchachito que parecía muy muy joven, de una larga y lacia cabellera rubia coronada por un par de lindas orejas puntiagudas de un fino pelaje dorado, una piel blanca como la nieve y unos enormes ojos azules.

“Es tan lindo”…pensó obviando que aquel curioso y lindo ser podía ser todo, menos peligroso.

-Grrrrr…-gruñó de nuevo el rubio haciendo una extraña mueca falsamente amenazante.

-Awwwww…-exclamó Afrodita totalmente enternecido, lo que al parecer molestó al menor quien acercó peligrosamente su rostro al del peliceleste que seguía en el suelo.

-¿Acaso no sientes miedo?...¿Qué no ves que te voy a comer?- cuestionó enfadado el pequeño rubio dibujando un lindo puchero.

Para Afrodita ese tipo de detalles en vez de asustarlo, hacían que lo viera cada vez más y más adorable, así que tratando de seguirle el juego bromeo un poco -¿De verdad?...Ahora que lo dices, realmente luces peligroso.

-¡¡Estoy hablando enserio!!...¡Te comeré y te dolerá!

-Bien…supongo que no tengo una salida, así que buen provecho…-y acto seguido levanto el brazo poniéndolo a la altura del menor quien miraba sin entender el actuar de ese extraño chico.

Pero pronto la sorpresa pasó, y sintiendo su orgullo herido por la burla, tomó entre sus pequeñas manos el blanco brazo de Afrodita.

-Voy a hacerlo…-musitó nerviosamente acercándolo a su boca donde unos pequeños pero filosos colmillos brillaban peligrosamente.

-Ok, trataré de no gritar…-dijo Afrodita tratando de permanecer serio.

-¡De verdad lo haré!-gritó el rubio con sus dientes rozando la blanca piel.

-Bien, hazlo.

Entonces se hizo un silencio.

-¡¡¡¡Arghhhhh!!!!...¡¡Qué asco!!...¡¡No puedo hacerlo!!-gritó el rubio poniéndose rápidamente de pie, con una cara de desagrado al tiempo que parecía estremecerse.

Afrodita lo observó con curiosidad mientras se levantaba y si, algo ofendido le habló -¿Cómo que asqueroso?

-¡¡¡Es desagradable…horrible!!!- contestó el menor tomándose de los cabellos.

-¿Eh?...¡¡¿Horrible?!!...¡¡Te aseguro que mi sabor es muy bueno, ¿cómo puedes decir que es horrible?!!- gritó Afrodita infantilmente, olvidando su abolengo, posición o edad.

-¡¡Deberías estar agradecido, si hubiera sido otro ya estarías muerto!!...-gritó el menor, logrando despertar el sentido común en el joven príncipe, quien de inmediato se sonrojo.

-Yo…creo que tienes razón…así que disculpa…-dijo Afrodita percibiendo que seguramente había ofendido al pequeño con sus palabras.

Éste solo se cruzó de brazos dignamente…-Supongo que yo también te debo una disculpa…ya sabes, por intentar comerte- contestó evitando la celeste mirada que lo buscaba con curiosidad.

Entonces ambos permanecieron en silencio sin saber muy bien que decir, pero de pronto Afrodita recordó dónde se encontraba y el motivo por el que estaba ahí.

-Disculpa…-llamó suavemente al pequeño rubio que fingía ignorarlo –Yo…estoy buscando a un amigo…y…creo que me perdí…¿Podrías ayudarme?

Al instante las lindas orejas doradas se movieron interesadas, mientras el rubio relajó el semblante. Quizá fue por el tono sincero de la petición, quizá por el extraño y delicioso aroma de ese joven peliceleste que había hecho que lo siguiera desde que llegó al bosque, o tal vez porque se encontraba solo, pero de pronto al rubio le nació el deseo de ayudarlo, después de todo era un gran rastreador.

-¡¡Te ayudaré!!...¡¡Soy muy bueno encontrando cosas!!-dijo sumamente entusiasmado moviendo su larga y esponjosa cola dorada de un lado al otro.

Afrodita estuvo tentado a abrazarlo emocionado, pues era tan lindo y tierno, pero se contuvo presintiendo que eso no le agradaría para nada al menor.

-Y bien, ¿a quién buscamos?...¿tienes algo de él?...-preguntó el rubio entusiasmado con sus celestes ojitos brillando.

Afrodita lo pensó un momento, y entonces recordó que entre sus ropas llevaba un pañuelo que Milo le había prestado hacía poco.

-¿Esto servirá?

-¡¡Si, es perfecto!!...-dijo el pequeño poniéndolo junto a su rostro para luego inhalar con fuerza, absorbiendo aquel olor. Entonces regresó el pañuelo a Afrodita que miraba interesado como con su pequeña y afilada nariz olfateaba el ambiente -¡¡Es por ahí!!...-señaló indicando un muy oscuro camino entre los árboles -¡¡Vamos!!

-¡Espera!...-pidió el príncipe haciendo que se detuviera, y lo volteara a ver con su carita interrogante –Mi nombre es Afrodita, y agradezco mucho que hagas esto por mí –dijo dibujando una hermosa sonrisa.

Al instante el corazón del pequeño comenzó a latir furiosamente en su pecho, mientras sentía como sus mejillas parecían arder. Avergonzado se giró comenzando a avanzar…-Soy Shaka…Debemos irnos…

Caminaron un largo tiempo entre hierba, arbustos, y gruesas raíces, avanzaron sin detenerse hasta que la noche se tornó totalmente oscura…

-Será mejor que paremos…-comentó el menor al pasar junto a una especie de pequeña cueva.

Afrodita quiso decir algo, pedir que continuaran, pero sabía que eso sería muy egoísta, y ya bastante era que ese pequeño lo estuviera ayudando sin razón alguna, como para ahora forzarlo a seguir.

Entonces, mientras el menor terminaba de juntar unas ramas para prender una fogata, una idea perturbadora llegó a la mente del peliceleste, quien recién notó que al parecer y sin pretenderlo quizá había secuestrado a un menor.

Rápidamente corrió hacia el rubio que veía orgulloso como las llamas comenzaban a elevarse.

-¡Lo siento pequeño, estaba tan metido en mis problemas que te arrastre conmigo hasta aquí!...Seguro tus padres te están buscando, ¡Dios!...Lo lamento de verdad, pero tranquilo, ahora mismo te ayudaré a volver a casa –le prometió sosteniéndolo por los hombros.

El rubio lo miró sin comprender…-No necesito que lo hagas, no estoy perdido…- contestó alejándose para recoger otras ramas.

-¿Cómo?...entonces, si no estás perdido…¡Ay, no…¿acaso vives solo aquí en el bosque?!- cuestionó afligido el príncipe.

Esa idea descolocó al rubio, quien se sintió muy ofendido -¡¿Qué?!...¡¿Crees que soy un animal?!

-¡No es lo que quise decir!...¡Solo creo que tu familia debe estar preocupada!

-¡¡¡No lo están!!!-gritó molesto el menor bajando la cabeza –Ellos no están preocupados…yo…los decepcioné…

-No…no digas eso…seguro ellos te están buscando justo ahora.

-Tal vez…-musitó con un semblante triste que conmovió profundamente al Príncipe –Pero no puedo volver…yo…

Antes de poder continuar, se halló sumido en el cálido abrazo de Afrodita, que con ternura acarició su cabeza –No importa lo que hayas hecho, la familia es la familia, y ellos siempre van a quererte y preocuparse por ti.

-Tú no entiendes –musitó el menor sin siquiera intentar separarse.

-Entonces, ¿qué tal si me lo explicas?- pidió Afrodita inclinándose un poco para poder verlo a los ojos, acto que avergonzó a Shaka quien esquivando su mirada comenzó a hablar –Mi familia…todos somos cazadores, ya sabes, comemos carne y esas cosas, es parte de nuestra cultura, de nuestra herencia…pero yo…¡Yo simplemente no puedo!...¡Es tan asqueroso!...¡Y mi madre y mis hermanos siempre me están diciendo que debo hacerlo por mi bien, o nunca me convertiré en un hombre!...¡Y ya no lo soporto más!...Por eso me fui de casa, porque no pertenezco ahí, soy alguien muy distinto a ellos.

Cuando Shaka terminó de hablar Afrodita literalmente se quedó frío, después de todo, ¿quién huye de casa por no querer comer la comida de mamá?

-Emmm…bueno…entiendo que tuviste tus razones, pero, ¿no crees que exageraste un poco?- dijo con tiento ganándose una mirada fulminante del menor –Es decir, es normal que se preocupen por tu alimentación pues aun eres un niño y sigues en crecimiento.

Entonces el pequeño Shaka se acercó con los ojos entrecerrados –Ok, ni siquiera voy a hablar acerca de qué clase de carne debo consumir, pero me gustaría preguntarte…¿cuántos años piensas que tengo?-cuestionó tan serio que de no ser por tierna apariencia resaltada con la desnudez de su torso, y el holgado pantalón negro que vestía, haría sobresaltar a cualquiera.

El joven príncipe lo meditó un momento…-Mmmm…veamos…Once…quizá doce años.

Esas simples palabras se clavaron como una dolorosa flecha en el pecho del rubio –Tengo 17…-susurró muy bajo.

-¿Eh?

-17…

-¿17?

-¡¡Si, tengo 17 años!!...-gritó enfadado, y se puso peor cuando Afrodita comenzó a reír sumamente divertido -¡¡No es gracioso!!

-Jajajaja…lo…lo siento…es solo…jajaja…buena broma pequeñín…- dijo Afrodita entre risas, pero al mirar la cara seria del otro, la diversión inmediatamente se borró…-No puede ser…¿de verdad tienes 17 años?

-Si…esa es mi edad…

-Pero…yo tengo 17 años, y bueno…soy mucho mayor que tú…-dijo el príncipe sin siquiera pensarlo, analizando cosas como la altura y el peso.

-¡Pues los tengo y ya!- gritó ofuscado Shaka cruzando los brazos y sentándose quedando de espalda.

“¡Rayos!”…pensó Afrodita a sabiendas de que se había equivocado de nuevo. Después de todo, el mundo estaba lleno de personas y al parecer, seres muy distintos entre sí, y no tenía derecho a burlarse de aquella manera solo porque eran diferentes.

-Lo siento…de nuevo…-susurró al tiempo que acariciaba las suaves orejas del rubio.

Shaka estuvo por protestar, por decir que dejara de tratarlo como si fuera un  perro, pero el tacto de aquella mano sobre sus muy sensibles orejas era tan delicioso y reconfortante, que antes de darse cuenta, estaba sobre el regazo del peliceleste, quien seguía acariciando sus orejas y barbilla.

Entonces Shaka lo supo…quizá todo lo que decía su hermano mayor era cierto, y en el mundo realmente existía una persona especial para todos… Si eso era verdad, podía estar seguro de que ese chico era su persona especial.

 

 

Luego de casi veinte minutos, el misterioso pelirrojo y el príncipe Milo al fin pudieron ver con claridad las luces del campamento. Conforme se acercaron el bullicio de voces y diversos sonidos musicales, daba la idea de una gran fiesta.

Con el mayor sigilo se escabulleron entre las sombras, hasta llegar a la que fungía como  habitación del pelirrojo.

-Espera aquí…-pidió Camus al tiempo que salía en búsqueda de su maestro.

Milo entonces se permitió curiosear, después de todo le emocionaba saber que se hallaba justo en la habitación de ese hermoso chico, quien no solo lo había salvado de una muerte inminente en el bosque, sino que además había despertado “algo” dentro de su pecho, una especia de calidez que fluía ahora por todo su cuerpo haciéndolo sentir en las nubes.

Mientras miraba todo aquel conjunto de curiosas y extrañas cosas provenientes seguramente de muy diversos sitios, el príncipe Antares se encontró con una pequeña cajita de cristal donde yacían imponentes tres negros escorpiones.

-Wow…

-¿Te gustan?...-preguntó Camus ingresando inesperadamente –Mi maestro vendrá pronto.

Milo asintió agradecido, mostrando esa blanca y encantadora sonrisa que lo caracterizaba -¿y estos pequeños tienen nombre?- cuestionó interesado colocando una mano sobre el cristal.

-Mmmm…realmente no…no había pensado en ello- contestó el pelirrojo colocándose a su lado…-Milo…¿te gustaría tocarlos?

-¡¿De veras puedo?!- preguntó entusiasmado el peliazul, sintiendo que las cosas se volvían cada vez más emocionantes.

Camus sonrió muy levemente mientras levantaba la tapa y sacaba cuidadosamente a uno de los pequeños escorpiones, el cual deposito con suavidad sobre la mano de Milo que estaba simplemente feliz.

-¡Wow, esto increíble!

-¿De verdad lo crees?

-¡¡Claro que sí!!...Y no solo estos pequeñines, tú, es decir, todos ustedes son geniales…son tan libres, pueden ir a donde quieran cuando sea, y pueden decidir todo por si mismos…-dijo el príncipe de Antares viendo divertido como el escorpión jugaba subiendo por su brazo.

Camus estuvo a punto de intervenir, de decirle que esa vida gitana era más que libertad y alegría, pero entonces, como un fuerte y nefasto presentimiento una visión horrible llego a su mente, mientras su pecho se agitaba sintiendo un inminente peligro…Entonces vio un gran castillo carmesí que poco a poco se volvía negro como la noche y a todos sus habitantes completamente dormidos, petrificados como inertes estatuas.

-¿Puedo tomar otro?- cuestionó Milo sacándolo de su trance, tan entretenido con aquellos pequeños amiguitos que ni siquiera se volteó a verlo.

-Si- musitó escuetamente el pelirrojo, quien pálido reconoció en aquel chico al príncipe de la nación que habría de caer esa misma noche por una magia tan oscura y terrible que no tenia comparación…Si lo dejara ir, si lo ayudaba a regresar entonces Milo seguramente moriría.

-Milo….-llamó con un tonó muy serio -¿De verdad piensas que vivir como nosotros es divertido?

-¡Por supuesto!...Si fuera por mí, me gustaría también ser un gitano, así podría ir con ustedes y recorrer el mundo –contestó descuidadamente  con su atención fija en los animalitos.

-¿Estás seguro?

- ¡Claro que s!

Entonces la pequeña carpa se vio envuelta por un claro destello azul.

 

-Camus, me dijeron que me estabas buscando…¿está todo bien?- dijo un alto y guapo hombre peliazul entrando a la pequeña “habitación”.

De inmediato el pelirrojo se giró, tratando de actuar con normalidad –Ah, sí maestro…es solo que yo...quería mostrarle algo…-tartamudeo sin saber muy bien que excusa inventar.

-¿Es este tu nuevo amiguito?- intervino el mayor acercándose para ver de cerca lo que el pelirrojo tenía en la mano.

Al instante Camus dirigió la mirada a su propia diestra, donde un pequeño escorpión carmesí parecía jugar con sus dedos…-¡Ah sí, eso es!...¿Puede venir con nosotros?- cuestionó mortificado, sintiendo que acababa de hacer algo terrible, además de que estaba mintiéndole a su maestro.

-Está bien…-contestó el mayor despeinando sus cabellos, pero será mejor que lo pongas en un lugar seguro, pues en un par de horas nos vamos, y sería terrible que lo perdieras.

-¿Nos vamos tan rápido?-cuestionó el menor alarmado.

-Sí, hace rato llegó un mensajero de Santuario y al parecer nos esperan antes de lo pensado. Así que ahora debes irte a dormir, porque partiremos temprano…

Camus vio salir a su maestro sin saber que hacer –Lo siento Milo, pero es lo único que puedo hacer –dijo al pequeño escorpión que con gran esfuerzo logró colocar en un pequeña cajita, que luego apretó entre sus brazos. Quizá lo que hacía estaba mal, pero si su visión era correcta, Milo debía alejarse de ahí lo más pronto posible.

 

Tras avisar a los demás sobre su repentino cambio de planes, Saga permaneció en silencio con la mirada fija hacia el bosque, detrás del cual a penas si se percibía minúsculo el hermoso palacio de Antares. Lo había sentido, había reconocido con claridad esa energía oscura cubriendo el reino, lo que significaba que todos corrían peligro, y en especial ese chico peliazul y futuro heredero de Antares.

-Bien hecho Camus…-musitó a la nada, orgulloso de su alumno, a sabiendas de que quizá su intervención sería lo único que mantendría al joven príncipe con vida…al menos por ahora.

Notas finales:

Y ese fue...

De verdad no imaginan lo feliz que me hace pensar en Shaka con esas orejitas tan tiernas. Ah, y cabe señalar que no es shota ni nada parecido.

Espero de corazón que se hayan divertido.

De ante mano gracias por su lectura.

Les envío un fuerte abrazo y mis mejores deseos.

Bye Bye


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).