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Pequeño Canino por Namine

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Notas del capitulo: Para los que lean Deudas Pendientes lo tengo que actualizar, el tercer capítulo ya está casi listo, y seguramente lo publique el viernes o el sábado pero ya he vuelto a los estudios -_-U así que me costará ir actualizando. Mi primer shota, mi primer “angst” y próximamente mi primer lemon x__x, es el segundo fic que publico. En este fic aparecen unos personajes con “ciertas” peculiaridades, me inspiré en uno de los fan arts de Hikari-Chan, (el link del dibujo al final del fic **). Esta vez se lo dedico a todas las fans del shota xD y en especial a Hikari-Chan que me “ayudó” a que este género me agradase. ¡Espero que al final leas el fic! Y me digas que tal. xD

 

 

 

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No me llamo Maki ni mi apellido es Murakami, por lo tanto Gravitation no me pertenece (si así fuese habría mucho cambios jojojojo)

 

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Ojalá les guste ^^

 

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Las puertas automáticas del nuevo centro comercial se abrieron para dejar paso. Blancas bolsas de plástico reciclado se podían ver en las manos de los cuatro integrantes de la familia Yamisa, que cómo cada viernes, habían salido a disfrutar del día en familia. La pareja y sus dos hijos de 9 y 11 años reían recordando anécdotas de sus "aventuras" mientras peleaban por resguardarse de la lluvia en el único paraguas que tenían a mano. Se acercaron apresuradamente hacia el coche familiar aparcado no muy lejos de allí para dar fin a su día.
 
Ante las alegres risas, dos piedras amatistas que los observaban atentamente se ahogaron aun más entre lágrimas, que una tras otra escapaban de su prisión, dejando un camino salado. Los odiaba, a todos ellos. Antes de que las luces del coche familiar le descubriesen, el pequeño se movió ágilmente adentrándose en el oscuro y estrecho callejón que había habitado desde hacía ya un mes.
 
Un mes de pesadillas, un mes de miedo...un mes de soledad.
 
 Su cuerpo estaba mojado gracias a la intensa e implacable lluvia que caía esa noche en Tokio, una de las tantas tormentas que azotaban la ciudad desde hacía días. El pequeño corría todo lo que sus pequeñas piernas le permitían mientras sus magullados brazos abrazaban su pecho intentado guardar el poco calor que conservaba su joven cuerpo. Sus cabellos rosados estaban pegados y caídos casi ocultando entre ellos dos pequeñas y puntiagudas orejas lobunas, su piel pálida por el frío exceptuando sus mejillas ahora ligeramente sonrosadas por el brusco cambio de temperatura. Sus ropas finas, rotas y mojadas, no eran de ninguna ayuda y el pelaje de su pequeña cola pelirrosa se encontraba descuidado y hundido. No era justo...
 
De repente, el cielo se resquebrajó gracias a una intensa y dorada luz que se ramificó sobre el manto grisáceo. Los ojos del chiquillo se agrandaron en pánico y sus orejitas y cola se tensaron. Sabía lo que vendría a continuación. Comenzó a acelerar el paso casi con desesperación mientras se dirigía hacia un montón de cajas de cartón apiladas unas encima de otras, algunas destrozadas y maltrechas por el agua, otras aguantaban a duras penas gracias a un plástico de embalaje que cubría su sensible piel. Pero cómo otras muchas veces, no llegó a tiempo. Un ruido ensordecedor se escuchó en toda la ciudad, los cristales retumbaron, muchas aves alzaron el vuelo, pareciese que el cielo quería derrumbarse en mil pedazos. El niño gritó con todas sus fuerzas mientras llegaba a su nuevo hogar: una de las tantas cajas de cartón. Se adentró en ella colocándose en posición fetal para intentar acallar sus sollozos y gemidos lastimeros. Su cola se encontraba descuidadamente enrollada en una de sus piernas y sus manos intentaban que ni sus sensible orejas puntiagudas ni su otro par humano oyesen el retumbar de las luces mientras cerraba con fuerza sus ojos. Pero era imposible. Ese ruido era tan parecido...
 
Una vez más se oyó. Las lágrimas del pelirrosado cayeron con más intensidad mientras de su garganta salió otro gritó de terror.
 
-Mami...ven...ayúdame por favor...mamá....-
 
Pero a sus escasos 8 años sabía que eso era imposible. Su madre no volvería a consolarle, ni a mimarle ni nada...nunca la volvería a ver sonreír.
 
 
FLASH BACK
 
 
 
-¿Por qué tiemblas?-una suave mano acariciaba con ternura los rosados cabellos que tenía en su regazo.
 
-Por ellos-el niño señaló a las luces que brillaban en el mar gris-Son muy ruidosos- con sus manitas tapó sus sensibles orejas mientras con sus brazos tapaba su otro par.
 
-No tienes de que temer, ellos nunca te harán daño, no podrán alcanzarte.-
 
-¿Y a ti, papá y Maiko?- el niño la miró con inocencia
 
-Tampoco-
 
-¿Nunca?-
 
La mujer rió-Nunca-
 
 
FLASH BACK END
 
 
Su madre tenía razón, había entendido finalmente que no podían alcanzarlo...pero no podía evitar temblar, sollozar y llorar sin descontrol cuando los oía...se parecían tanto a ese ruido... el que hacían los humanos...cuando iban a matar.
 
 
FLASH BACK
 
 
-Pero papá...-la niña cogía fuertemente con una de sus manos los pantalones del mayor mientras que con la otra agarraba la manita de su hermano.-
 
-Ya habéis oído a vuestro padre-la siempre dulce voz sonó severa.
 
-También iba para ti, Nadesico-
 
-¿!Qué¡? ¡no pienso dejarte solo!-
 
-Suspiró-Querida por favor, ya hemos hablado de esto...-
 
Pero un fuerte golpe en la puerta principal y un rudo "abran la puerta" dio por terminada la conversación.
 
Maiko arrastró a su hermano hasta las escaleras de madera que crujían bajo sus rápidos pasos. No pararon de correr hasta llegar a la habitación de sus padres. El niño se subió a la cama matrimonial mientras su hermana ponía el seguro.
 
-¿Crees que se irán pronto?-preguntó el pequeño jugando con las hebras rosadas de su recién lavada cola.
 
Maiko sonrió con tristeza mientras se subía a la cama para seguido atraer al más pequeño y abrazarlo. Puso sus orejas en alerta.
 
Los minutos pasaban, parecían años y los niños no veían el momento de salir de aquellas cuatro asfixiantes paredes para reunirse con sus padres. Las voces del piso inferior eran prácticamente inaudibles los primeros momentos, pero según pasaba el tiempo dos voces desconocidas subían de tono amenazantes. Entonces... ocurrió: un grito, el ruido de un trueno, silencio. Las orejas pelirrosadas se tensaron.
 
-¡¡Maiko, Maiko!!-el pelirrosado zarandeaba el inmóvil cuerpo de su hermana ,que con una mirada ausente, observaba un punto indefinido de la habitación-¡Las luces del cielo están con papá y mamá!! ¡¡tenemos que ayudarles!! ¡Maiko!-
 
El niño se detuvo, llevó una mano a su mejilla encontrándola húmeda: su hermana estaba llorando.
 
-Ya no se les puede ayudar, nadie puede...-
 
Pero no había tiempo para lamentaciones. Las escaleras crujieron bajo el peso de dos fornidos cuerpos, pasos apresurados y seguros se oyeron en el pasillo, puertas abrirse, cosas cayendo, patadas, cosas rotas...los estaban buscando.
 
La niña se secó las lágrimas con los puños y ,con la velocidad que la caracterizaba, corrió hasta la ventana cubierta por blancas cortinas situada en el otro extremo de la habitación. La abrió, asomó su morena cabeza y lanzó un suspiro de alivio al encontrar lo que buscaba: la antigua escalera de emergencias que daba a un largo y estrecho callejón. La niña saltó sobre la plataforma cobriza y con sus dos manos empujó la escalera hacia abajo. No se movió ni un centímetro. Los nulos cuidados que se le proporcionaban y el tiempo poco favorable habían hecho estragos en su estructura. Esto no estaba planeado. Maiko lanzó un quejido de desesperación y rabia contenida mientras seguía empujando a contrarreloj.
 
Mientras, el pelirrosado miraba como el pomo de la puerta se movía frenéticamente y se oían gritos y palabras amenazantes que se confundían con los gemidos de esfuerzo de su hermana mayor. La escena le recordaba mucho a varias películas de terror que había visto junto a ella cuando sus padres no se encontraban en casa. Cómo hacía siempre en esas ocasiones, el niño introdujo la mitad de su cuerpo debajo de la cama buscando mientras movía su cola de un lado para otro. Al cabo de unos momentos salió abrazando a un peluche rosado, con forma de conejo y una roja pajarita adornando su inexistente cuello. Se sentó en el frío suelo esperando las instrucciones de Maiko.
 
Cómo si alguien hubiese oído sus súplicas, la oxidada escalera comenzó a deslizarse hacia abajo hasta producir un ruido seco al llegar a tierra.
Cansada y jadeante, Maiko entró de nuevo en la habitación y corrió hasta su ausente hermano.
 
-Ya podemos irnos-cogió la mano de su hermano para arrastrarlo hasta la salida pero este no se movió y se soltó del agarre de su hermana- ¿Pero qué haces baka? ¿¡¡no ves que esos humanos  vienen para matarnos!!? ¡muévete!-
 
-¡¡¡NO!!!-el niño se abrazó a su peluche mientras escondía su cabeza en su regazo-¿qué...qué hemos hecho mal, hermana? ¿por qué nos hacen daño?-
 
La mayor se sintió mal por haber alzado la voz. Su hermanito todavía era muy joven para entender lo dura e injusta que era esta sociedad, lo mal que tenían que pasarlo por ser diferentes. Recordó con tristeza aquella vez que su hermano se escapó de casa. Sus padres le encontraron enseguida en un parque cercano jugando con niños humanos, cómo uno de ellos. Por suerte, los críos que le acompañaban eran demasiado inocentes y pequeños para sentir otra cosa que no fuese admiración y curiosidad por las orejas y cola rosada de su nuevo amigo, todo se quedó en un susto. Ocultando su miedo por los violentos movimientos provenientes de la puerta, se agachó para ponerse a la altura del niño sonriendo.
 
-No hemos hecho nada malo, son ellos los que hacen daño...pero te lo explicaré más tarde ¿vale?-le extendió la mano-ahora salgamos de aquí, juntos-
 
Agarrados de la mano, los dos niños y el conejo salieron por la ventana momentos antes de que la puerta cediese.
 
FLASH BACK END
 
 
Había sido un estúpido, un bueno para nada. Sus padres habían dado la vida por protegerlos y el en cambio...sólo había condenado a su hermana.
 
 
FLASH BACK
 
-¡No te detengas hermano! ¡sigue corriendo!-
 
Los hermanos corrían desde hacía rato, el callejón se hacía interminable bajo sus pies y el brillante final parecía estar muy lejos.
 
Maiko prácticamente arrastraba a su hermano. Por cada paso que daban, la respiración del pequeño se hacia más dificultosa y sus pies mas pesados y torpes. La lluvia tampoco ayudaba mucho.
 
-¡Kumagoro!-
 
Su mano derecha dejó de sentir la cálida y mojada mano de su hermano. Se dio la vuelta para ver a lo lejos una cosa rosa tirada en el suelo y al pelirrosa corriendo hacia él. ¿¡Pero en qué estaba pensando!? ¡se iba a dejar matar por un peluche!.
 
Los dos hombres, armados y forrados en chalecos protectores estaban pisándole los talones. Uno de ellos vio la oportunidad perfecta. Se detuvo y apuntó al pequeño que se encontraba arrodillado con Kumagoro en su regazo, abrazándolo y pidiéndole perdón por haberle dejado caer. Por segunda vez en aquel día, apretó el gatillo, dispuesto a matar. Pero no daría en el blanco.
 
Un grito de dolor se oyó en todo el callejón, sangre y algo pesado cayendo al suelo. Lágrimas.
 
-Ma...¡MAIKOOO!-
 
Corrió hasta ella. Flores rojas crecían a su alrededor mientras su mano intentaba mitigar el dolor apretando la herida de bala en su pecho. Seguía sonriendo.
 
-Siem...siempre lo he dicho, eres un...baka- más lágrimas cayeron sobre ella confundiéndose con la cristalina lluvia mientras su hermano intentaba cargarla-déjame aquí y vete.-
 
-¡NO NO NO! Levántate ¡levántate hermana!-los dos cayeron al suelo cuando las piernas del joven flaquearon.-Me...¡me prometiste que me lo explicarías! ¡y qué estarías junto a mi!-
 
-No seas egoísta-el niño miró con asombro el rostro del cuerpo que tenia debajo-Hermano, no dejes que...-las fuerzas se le escapaban- no dejes que lo que hemos hecho sea en vano- las pisadas cada vez se oían más cercanos- vete...si no quieres..irte..por ti, hazlo por mi, no quiero pensar que lo qué...acabo de hacer ha sido una tontería -
 
El niño la abrazó mientras ponía en los inertes brazos de Maiko el peluche rosado-Te..te quiero mucho...Maiko-
 
Sonrió-¡Y yo a ti pequeño baka!-le revolvió los cabellos-ahora corre y...no mires atrás-
 
 
FLASH BACK END
 
 
Y así había llegado hasta esa situación. A duras penas, escapó de los humanos, escondiéndose en este callejón alejado de su hogar. Solamente salía de su escondrijo por la noche para buscar comida y algunos harapos con los que taparse. No quería que el sacrificio de su familia fuese para nada, pero iba a morir, era inevitable, si no era por las balas, sería por hambre o por frío, o lo más probable es qué alguien lo descubriese un día de estos y lo matasen cómo a un perro. Sabía qué no podía seguir así...pero ¿qué más podía hacer?
 
Se tensó. Algo le había sacado de sus pensamientos. Pisadas se podían oír, rebotando en las  sólidas paredes hasta llegar a sus atentas orejas. El pánico y la desesperación se apoderaron de sus sentidos, ¿quién en su sano juicio se adentraría en un sitio cómo este a estas horas de la noche y con una tormenta? nadie...a no ser que...ellos le hubiesen descubierto.
 
Con rapidez, salió de su escondite adentrándose en el montón de cajas, ocultándose entre ellas, y rezando porque sólo fuesen esos niños que casi cada día le lanzaban piedras alegando que era un monstruo.
 
-Sé que estás ahí, pequeño- una voz suave, elegante y creída se escuchó acompañando al ruido de pisadas. Un escalofrío recorrió la columna del pelirrosa mientras se quedaba totalmente quieto, tal vez, con suerte, el extraño se iba.
 
Las pisadas se detuvieron, estaba enfrente de las cajas. Se sentía observado. Un pequeño sollozo salió de su garganta ¿realmente lo habría descubierto?
 
-No tengas miedo, no vengo a hacerte daño- eso decían todos.
 
Notó movimiento entre las cajas e instintivamente se encogió aun más si era posible ante la visión de una pálida mano tanteando muy cerca de donde estaba. La mano se detuvo. Por un momento pensó que el humano se daría por vencido en su búsqueda, pero nada más lejos de la realidad. La extremidad agarró uno de sus brazos en un rápido movimiento, el niño gritó y forcejeó, pero era inútil, estaba demasiado débil. Fue sacado de su escondrijo con brusquedad y arrojado al frío suelo mientras en el proceso la montaña de cartón se derrumbaba finalmente. Las lágrimas se agolparon y se hizo una bola, no quería ver el rostro de ese ser. Este iba a ser...¿su final?...
 
-¿Cómo te llamas, niño?-
 
Sus ojos se abrieron de la impresión. Era la primera vez que un humano le preguntaba su nombre. Para ellos, los de su especie eran monstruos, bichos raros o fallos de la naturaleza. Sacó su cabecita de su regazo para ver el rostro del humano. Su corazón se detuvo y sus amatistas se agrandaron: del cuidado cabello rubio de su "agresor" sobresalían dos orejas...igual que las suyas.
 
-Dime...¿cómo te llamas?- le extendió una mano mientras relajaba sus fracciones, no quería asustarlo aun más.
 
En vez de devolver el gesto, el pequeño se lanzó sobre el tibio cuerpo del mayor, mojando su camisa blanca al agarrarla con sus manitas. Desde hacía tiempo que no se sentía así, a salvo y entre los suyos.
 
-Mi...mi nombre es... Shuichi-
 
 
Continuará...
 

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NOTAS DE AUTORA: Ahí está, espero que haya gustado TT y no, no odio a Shuichi ; o ; pero necesitaba dejarlo solito para...ejem...bueno si, que necesitaba dejarlo solo y sé que Maiko es la hermana menor, pero quise ponerla de mayor.

Espero que más o menos hayan entendido cómo es Shuichi (yo y mis descripciones -__-UUU) y si no es así, cómo dije arriba, aquí la obra maestra de Hikari-Chan de la cual saqué la inspiración :

 

http://img116.imageshack.us/img116/7889/fanartad6.jpg

 

Si el link no va avísenme, por favor. Así es Shuichi en el fic, sin la correa claro xD (muchas gracias Hikari por dejarme utilizar tu fan art) . Este fic sólo consta de 2 capítulos. Tengo otro fic entre manos,  uno que odiarán seguramente xD pero me gustaría publicar, aunque después moriría nn creo que me animaré a publicarlo cuando haya terminado con este y haya actualizado “Deudas Pendientes”o tal vez antes...quién sabe...yo no xD

 

En el próximo capítulo: Eiri x Shuichi & lemon * tiembla *

 
Espero leer sus comentarios n__n y gracias por llegar hasta aquí.

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