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Lluvia por Na Na

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Notas del capitulo:

Espero les guste :3

La relación que tenían desde hace un par de años pendía de un hilo. La frialdad que existía entre ellos lo cortaba cada vez más y parecía no querer detenerse.

El sonido de los tenedores chocando con  los platos  contrastaba con el sonido de la lluvia. Las gotas chocaban contra la puerta de vidrio del balcón.

Estaban sentados en la mesa desayunando en compañía del silencio, quién se había inmiscuido desde hace algunos meses. HanGeng tomó la taza blanca de la mesa, le dio un sorbo y la regresó a su lugar sacudiendo el periódico que tenía para leer mejor y arreglarse los lentes. Henry suspiró, esa era una señal de que pronto se iría.

— ¿Vendrás a cenar? —preguntó el menor mordiendo un poco de su tostada. Se sorprendía que aún lo preguntara. Atribuía al hecho de que se le había hecho costumbre.

—No lo sé — terminó todo el contenido de su taza y se puso de pie.

—Entonces…

—No, no me esperes despierto —dijo sin siquiera darle una corta mirada a Henry, terminando de leer el periódico.

—De acuerdo —el menor sacudió sus manos y se puso de pie.

HanGeng se arregló la corbata y lo miró de soslayo.

—Henry —el aludido lo miró.

Sus ojos se vieron pero no ardieron como antes. Sólo había frialdad por parte de HanGeng y una tristeza mal disimulada por parte de Henry. Ninguno de los dos se atrevió a decir nada, ni a tratar de cambiar la situación en ese momento.

— ¿Qué? —preguntó sin despegar sus ojos de los de HanGeng.

Quería que hablara rápido para dejar de verlo. Dolía hacerlo. Se sentía como si su corazón fuese golpeado. O como si sus ojos fríos fuesen dos dagas que se clavaban muy profundo haciéndolo sangrar a borbotones. Dolía porque antes sólo había calidez y amor cuando lo miraban. Ahora no había ni rastro de aquello.

—Yo… —el alto carraspeó—. Yo… —Henry lo vi dudar un poco pero luego regresó a ser frío —. Yo intentaré llegar.

Henry suspiró y miró a otro lugar.

—Está bien.

Henry no lo vio pero HanGeng hizo una mueca de dolor. No estaba mejor que Henry. La situación le dolía más de lo que parecía. El amor de antes había huido a un lugar lejos del alcance de ellos dos.

Henry ya no creía en aquellas palabras que salían de los labios de HanGeng casi todas las mañanas. Habían sido muchas noches en vela como para saber que no sucedería. Recogió los platos de la enorme mesa para ocho personas y los llevó al fregadero.

HanGeng suspiró frustrado. Giró sobre sus talones con pesadez y caminó hasta la puerta del apartamento. Antes de salir se dio la vuelta mirado hacia el comedor y vio a un apesadumbrado Henry recoger los platos, viendo como la tristeza formaba parte de su aura.

HanGeng apretó los puños enojado consigo mismo. Miró de nuevo al menor y lo escuchó murmurar cosas y supuso que estaba cantando. Henry no cantaba desde hace mucho, y HanGeng siempre lo acompañaba en el piano. En aquellas noches HanGeng  era muy feliz, los dos lo eran. Ahora toda esa felicidad era sólo un recuerdo lacerante.

Las sonrisas del menor, sus cantos, sus besos, sus abrazos repentinos, sus relatos increíbles y el simple hecho de verlo feliz eran recuerdos que HanGeng no quería olvidar y que quería volver a vivir. Y si no hacía algo los perdería, a ellos y a Henry.

Sin pensárselo dos veces caminó de nuevo a la cocina.

Sorprendió al menor, ya que se suponía que ya se había ido, y lo tomó de la cintura estampándole un beso en los labios. Uno de esos besos que después se convertían en una danza placentera y única. Uno de esos besos que quieres que se quede guardado en la memoria de tu pareja para que nunca te olvide. Uno de esos besos que sabían a necesidad.

Henry abrió tanto los ojos y no sabía dónde colocar las manos. Ni siquiera sabía si estaba respirando bien, y si seguía de pie por sus piernas o por el agarre de HanGeng. Lo único que supo es que él también quería ese beso, y, después de unos segundos, no dudó en rodear el cuello de su pareja con sus brazos, y besarlo con una intensidad que creyó perdida.

—Yo lo siento tanto —susurró HanGeng cuando se separaron del beso, algo jadeante.

—Yo también lo siento —Henry acarició la mejilla de su pareja y lo besó de nuevo.

Avanzaron despacio a la habitación aún besándose, deseando que todo regresase a ser como era antes.

Y la lluvia siguió cayendo.

Notas finales:

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