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Converse High por Naga

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Notas del fanfic:

Ficha técnica (?)

Título: Converse High

Autor: Naga

Géneros: Romántico, drama, realidad alternativa.

Longitud total: 24,279 palabras.

Estatus: Finalizado.

 

Disclaimer

BTS se pertenecen a sí mismos y a su empresa. Yo sólo utilizo su imagen para desarrollar mi creatividad. Cualquier parecido con su entorno, vida y personalidad es sólo fruto de mi imaginación y el contenido aquí escrito es mero entretenimiento sin pretender o asumir que tiene algún parecido con la realidad.

El título pertenecer a su marca registrada y a la canción de BTS con el mismo nombre.

Ésta historia ha sido publicada también en Wattpad y AO3 bajo el mismo título y seudónimo. Si lo encuentras en un lugar que no sean éstos, no soy yo. Denuncialo, por favor.  

 

Advertencias

• Contenido adulto: homosexualidad,relaciones sexuales implícitas (no contiene sexo explicito), cockblocking, etc.

• Relación principal: Kim NamJoon x Park JiMin (MinJoon)

• Otros: Desarrollo lento. Fluff. Muy cursi. Malentendidos. JiMin!Centric. Minicapítulos.

 

Visuals

(Fotografía perteneciente a ©HONEY BUBBLE)

 

Notas de la autora

• La historia está ambientada al rededor de julio de 2016, después del Smart Uniform Family Event y el KCon de Nueva York.

• Hay muchas referencias a Bangtan Boms y programas en los que BTS ha participado en general. Para una completa comprensión del fic, es recomendable haber visto el episodio 3 de American Hustle Life.

• Me encanta el feedback, si tienes algo que decir, seré feliz de escucharlo siempre y cuando sea una critica constructiva. En mi perfil podréis encontrar mi tumblr, donde atiendo todo tipo de consultas y peticiones (?) y twitter, donde no hago más que quejarme (?).

 

Sin más que añadir... ¡A leer! 

1

En BTS había muchos secretos.

Eran siete chicos conviviendo juntos, había mucha confianza entre ellos y si les preguntasen a los miembros cuanto sabían de los demás, todos responderían lo mismo:

«TODO»

Y no sería una mentira, sino más bien una verdad a medias, pues había muchas cosas que los chicos ocultaban y escondían, cosas que les daba vergüenza comentar o que, simplemente, querían guardarse para sí mismos, cosas que no eran necesario compartir.

 

En BTS había muchos secretos.

Pensamientos que los miembros se reservaban, cosas que les costaba confesar. Pero todos habían tenido momentos de debilidad, instantes en los que el estrés era tan grande que, o hablaban, o estallaban. O simplemente se dejaban llevar por la intimidad y un instante de flaqueza en el que sacaban a relucir uno de esos oscuros secretos.

Y para esos momentos, siempre buscaban a la misma persona.

 

JiMin pertenecía a la maknae line, era el tercero más joven del grupo, y sin embargo, hasta sus mayores lo buscaban para hablar.

JiMin podía ser inexperto, juguetón, un poco egocéntrico y aparentemente despreocupado, pero sabía escuchar como ninguno. Su sonrisa siempre aliviaba las tensiones, y aunque no tuviera palabras para ofrecer consejo en todas las ocasiones, siempre, siempre brindaba consuelo. Una sonrisa, una caricia, un abrazo, un beso. JiMin siempre tenía de eso para ellos.

JiMin era el que liberaba el estrés del grupo, esa era su función principal, el rol que había desarrollado, mucho más importante que su voz o su baile. Y a JiMin le encantaba, porque sabía que era el único que podía hacerlo.

 

En BTS había muchos secretos, y JiMin podía decir, orgullosamente, que sabía la mayoría de cada uno de ellos.

Sabía que J-Hope se iba a pasear por la noche cuando había discutido con Suga y no tenía ganas de fingir una sonrisa. Sabía que Jin se levantaba algunas noches cuando creía que todo el mundo dormía para meter los dedos en su garganta y vomitar porque se había dado un atracón del que se sentía culpable. Sabía que JungKook tenía gigas y gigas de porno en su ordenador. Sabía que V molestaba el doble a JungKook que a ninguno de los demás porque a veces envidiaba que sus hyungs le prestaran más atenciones al menor en lugar de a él.

Y sabía más, mucho, mucho más.

 

Pero los secretos que más le gustaban a JiMin eran los morbosos, los que hacían que los mayores se sintieran incómodos de contar y que los menores rieran con sus caras sonrojadas.

Los secretos que más le gustaban a JiMin eran los fetiches, sus deseos más oscuros y primarios, aquello que les gustaba imaginar cuando se masturbaban en la ducha o cuando se les llenaba la mente de sucios pensamientos.

Era tan divertido... Se reía tanto con ellos... Nunca se cansaba de escucharlos.

A JungKook le encantaban los pechos grandes. Enormes. A su edad, era virgen como un santo, pero su juvenil mente se dejaba llevar demasiado por las hormonas, y su gran sueño era enterrar la cara en los grandes senos de una mujer.

J-Hope tenía un algo con el contacto visual y quería mirar a los ojos a la chica cuando le hicieran su primer oral. A medio camino entre lo romántico y lo obsceno, añadió la puntilla al aclarar que también quería terminar en su cara.

A Suga le gustaban las mujeres ruidosas en la cama. Algo extraño para un tío tan silencioso como YoonGi. Tal vez por eso, su excitación aumentaba al imaginar darle tanto placer a su chica que la hiciera gritar.

V se había imaginado muchas veces haciendo un trío. Un trío con un chico y una chica. V tenía muy pocos tabúes al respecto de su sexualidad, no tenía muy claro si prefería a los hombres o a las mujeres, y puestos a experimentar, quería experimentar con los dos.

Ninguno tenía un fetiche tan simple como el de Jin, que le bastaba con que su futura novia llevase ropa interior rosa y le dijera cosas bonitas al oído.

Pero, sin dudar, el que menos gracia le hacía era el fetiche de Rap Monster, no porque fuera menos interesante o divertido, si no porque a JiMin lo que le gustaban eran las exclusivas, y aquello era un secreto a voces. Más bien, lo sabía el mundo entero. NamJoon había escrito una canción y había convencido a todo el grupo para cantarla. Había conseguido que el puto Bang Shi Hyuk la incluyera en uno de sus albums y lo peor es que había sido un éxito.

A Kim NamJoon le ponían como una moto las Converse All Star. Cualquier tipo de Converse le valía, pero en especial, las Converse altas de color rojo.

Todo el mundo lo sabía. Los miembros habían acabado aborreciendo tanto ese tipo de calzado por culpa de Rap Monster que todos habían tirado las Converse que tenían. Por la ventana. Y preferiblemente a la cabeza de NamJoon.

 

JiMin sabía todos los secretos de los chicos de BTS, pero ellos, a pesar de que JiMin parecía el más transparente y sincero de todos, no sabían ninguno de los suyos.

A veces, los que mejor escuchan son los más reservados y JiMin tenía más secretos que todos ellos juntos.

El peor, el que más quería ocultar, era que JiMin quería llevar Converse altas de color rojo. No porque le gustara especialmente el calzado. Sino porque le gustaba NamJoon, y la forma en la que miraba sus pies enfundados en Converse.

 

 

 

2

A JiMin no le costaba nada actuar lindo, porque era parte de su personalidad. Casi siempre lo hacía sin darse cuenta. 50% lindo, 50% sexy. A las fans les encantaba.

Cuando Rap Monster estaba alrededor, JiMin era 100% lindo a consciencia.

 

El líder era muy serio e intenso. Su deber era preocuparse por los miembros y ser siempre atento a sus necesidades, pero muchas veces se olvidaba de ello, cuando el estrés y esa carga tan pesada sobre sus hombros lo hundía en lo más hondo.

NamJoon no era el más mayor, pero era el líder y tenía a seis inquietos chavales bajo su responsabilidad. Seis jóvenes adultos con inquietudes y preocupaciones individuales que él tenía que conocer y valorar. Tenía que pensar en ellos como individuos y como grupo, seguir sacando canciones, ganando dinero para la empresa, y a la vez, avanzar en sus carreras personales.

JiMin comprendía que a veces, esa carga tan pesada no podía ser llevaba por una sola persona, y se sentía privilegiado de que NamJoon acudiera a él pidiéndole ayuda.

 

Había días, días intensos, de ensayos y prácticas, de trabajar hasta la extenuación, en los que NamJoon tocaba a la puerta de su habitación. Normalmente era entrada la noche, después de cenar todos juntos, en los ratos previos a irse a dormir. Eran días en los que estaban cansados, pero a HoSeok y a TaeHyung aun les quedaban energías para jugar o para grabar algún video para subirlo en el canal de Bangtan Bomb. Eran esas noches cuando el líder llamaba a la puerta de la habitación más concurrida del apartamento, con tres discretos golpes; abría antes de que le dieran permiso para hacerlo, y asomaba la cabeza, buscando únicamente a JiMin.

Tenía esa costumbre desde antes de que se mudaran, cuando todos compartían habitación. Ya no hacía falta que NamJoon dijera «JiMin, ¿puedes salir un momento?», simplemente clavaba su afilada mirada en JiMin, y JiMin comprendía, se levantaba y dejaba lo que estaba haciendo para acudir al auxilio de su líder.

JiMin sentía que era un regalo ser el elegido para llevar a cabo esa labor.

 

A veces, a NamJoon le bastaba con que le acompañase a la tienda de conveniencia que tenían enfrente del edificio en un cómodo silencio que los dos compartían. A veces, se reían y tonteaban juntos por un rato en el salón. A veces, NamJoon hablaba y se quejaba hasta que a JiMin se le empezaban a caer los parpados de puro agotamiento. Otras veces, las peores, NamJoon lloraba en sus brazos, buscando su consuelo, porque no tenía fuerzas para seguir adelante y quería tirar la toalla.

 

Era por eso que JiMin siempre se esforzaba por rebajar esa carga. Tenía que ser bueno para que NamJoon no se preocupara, tenía que sonreír para que NamJoon sonriera, tenía que abrazarlo para que NamJoon se sintiera querido, tenía que ser lindo para que la tristeza de NamJoon fuese un poco más llevadera.

 

JiMin sabía que era el único que podía mantener alejada la depresión de NamJoon. JiMin tenía ese poder sobre el líder de BTS, y aunque NamJoon fuese destructivo, con su entorno y consigo mismo, egoísta, despistado, distante y un desastre en general, JiMin sólo quería usar su poder para el bien.

 

 

 

3

A JiMin le daban miedo muchas cosas.

Le temía a la oscuridad y quedarse encerrado en un ascensor. Le daban miedo las películas de terror, los fantasmas y un poco los payasos. No le gustaban nada las montañas rusas ni las atracciones altas, aunque las disfrutaba un poco una vez las probaba. Las arañas le daban miedo y asco a partes iguales, y si veía una en casa, llamaba a gritos a Jin o a V para que la mataran por él, o si no, no se quedaba tranquilo.

Le aterrorizaba que alguno de los chicos cayera enfermo o se lesionara, le causaba pavor que se hicieran daño entre ellos en alguna discusión, y le tenía pánico a que en algún momento las palabras «quiero dejar BTS» surgieran de labios de alguno de ellos.

Desde que estuvieron en América, también le asustaba un poco que los managers y el staff los dejaran solos en la Van, porque el presunto secuestro le dejó un poco traumatizado.

Y desde uno de los últimos viajes que hicieron, los aeropuertos se habían sumado a la lista de miedos de JiMin.

 

Al principio no eran más que un pequeño grupito de chicas las que los esperaban en el aeropuerto, a las que tenían permitido saludar y firmar algunos autógrafos. Pero en la actualidad, aquel grupito se había convertido en una marabunta de gritos e histeria y realmente daba miedo. La fama era terrorífica.

JiMin sólo veía manos alargándose hacia él, intentando tocarle, voces que chillaban y gritaban su nombre y el de los demás. Había empujones por todas partes y una de las últimas veces, en Taiwan, había sido tan horrible que incluso el Manager había tenido que ir sacando a la gente de su camino, empujando accidentalmente a YoonGi.

Sí, definitivamente, el aeropuerto se había vuelto un motivo de ansiedad para los chicos, JiMin incluido, y más de una vez se encontraba refugiándose detrás de las espaldas de los miembros más altos, tratando de protegerse sin darse cuenta.

 

Estaban a punto de embarcar en el aeropuerto de Nueva York para regresar a Corea después del K-Con New York, y cuando por fin pasaron las barreras, pudieron relajarse, ya que allí no podían llegar ni las fans, ni los periodistas, sólo pasajeros a los que no les importaba que una boyband coreana estuviera allí molestando.

 

JiMin había agarrado tan fuerte la manga de JungKook, buscando protección, que cuando se quiso dar cuenta, los dedos le dolían, tenía los nudillos blancos y le costaba que los músculos respondieran a la orden de soltarse.

 

Allí pudieron sentarse y descansar durante unos minutos mientras esperaban que su vuelo estuviese accesible en las pantallas. Aun así los guardaespaldas y los managers los rodeaban en un perímetro seguro para evitar accidentes.

Los chicos buscaron distraerse. Suga y Jin se habían puesto auriculares para matar los gritos que se habían clavado en sus oídos, J-Hope y V se acurrucaron en un par de asientos, tratando de dormir un poco. JungKook veía anime en su móvil, sosteniendo la mano que JiMin había tenido agarrada en su manga, tratando de tranquilizar los nervios que el momento había causado.

RapMon era el único que estaba de pie, con las gafas de cristales falsos puestas y mirando la pantalla de su móvil. JiMin supuso que estaba revisando twitter, para asegurarse de que todo el suceso se mantenía bajo control y no había ningún tweet que los dejase en mal lugar.

 

JiMin no podía quedarse sentado simplemente esperando. Quería estar ya en el dormitorio, quería darse una ducha y meterse en su cama y dormir toda la noche... pero aun le faltaban unas cuantas horas de interminable vuelo y no tenía ni idea de que hora sería cuando llegaran a Corea o si su agenda les permitiría ir directamente a casa.

Tenía que distraerse con algo y aligerar el ambiente. Tenía que disipar los nervios y deshacer la tensión que la entrada en el aeropuerto había provocado en los miembros.

 

Rápidamente, sacó la videocámara y empezó a grabarse, asegurándose de que JungKook saliera en el plano y el menor lo notase, para que dejara de prestarle atención al anime que estaba viendo, y se interesara en lo que hacía JiMin.

 

— Hola ARMY — saludó amoroso, peinándose mientras se miraba en la pantalla — Nueva York ha sido fantástico, qué pena que JungKook haya venido con nosotros... Ojalá podamos volver otra vez de vacaciones... con suerte perdemos aquí a JungKook y así deja de molestar.

 

Un golpe en su antebrazo lo interrumpió, y JiMin soltó un medio grito, medio risa, culpa del dolor y la diversión. Miró al maknae, que se había quitado uno de los auriculares en cuanto se percató que JiMin había sacado la cámara y había escuchado su dolorosa declaración.

Hacer rabiar a JungKook siempre funcionaba para ganarse toda su atención, JiMin sabía qué botones presionar en cada uno de esos chicos para conseguir las reacciones que quería de ellos.

 

Pedirle perdón y hacerle unos cuantos cumplidos consiguió que JungKook olvidara que había insinuado dejarlo perdido en Nueva York, y en seguida el menor se metió en el video. Con la cámara encendida, no era muy difícil que JungKook se dejara llevar por la corriente y lo siguiera cuando se levantó y fue a molestar a V y J-Hope en su siesta, acariciando sus barbillas y pellizcando las pieles de sus inexistentes papadas, cantando la terrorífica canción de HoSeok.

Consiguió que TaeHyung resucitara y se les uniera. Se suponía que en el aeropuerto debían comportarse, había periodistas y fans con cámaras en cada esquina y podían tomarles alguna foto comprometida en cualquier descuido, pero ellos eran unos buenos chicos que nunca hacían ningún escándalo, sólo les gustaba hacer un poco el tonto, y a V al que más, por eso no le importó lanzarse en plancha encima de Jin y Suga en un abrazo demoledor.

Las risas estallaron y el Manager los regañó por ruidosos, haciendo que se disculparan y se calmaran un poco. Pero JiMin no apagó la cámara, no ahora que había conseguido que los rostros de todos sus compañeros se transformaran en relajadas sonrisas.

 

JiMin se giró para mirar al líder, que seguía de pie y apenas había prestado atención a lo que estaban haciendo. Seguía estando serio y pendiente de su móvil, y JiMin no podía consentirlo.

Se acercó sigiloso y se alzó de puntillas para colgarse de los hombros de Rap Monster, metiendo la cámara hasta que el objetivo tocó la pantalla del móvil del mayor, haciendo que la imagen que grababa quedase borrosa y deslumbrada, y que NamJoon no fuera capaz de seguir absorbido por su móvil.

 

— ¿Qué haces, NamJoonie? — preguntó, aniñado y adorable, cómo sólo él sabía hacer sin que resultase fingido o artificial.

 

— ¿Cómo que «NamJoonie»? — lo imitó el mayor, tratando de zafarse de su agarre, sin mucho éxito, puesto que tampoco hacía mucho esfuerzo por soltarse a juzgar por la media sonrisa que se había dibujado en sus labios — Más respeto, mocoso, si no quieres que te golpee.

 

— Lo siento, lo siento, hyung — se disculpó JiMin, frutando su mejilla contra el hombro de NamJoon — Hyung, dile a las ARMY qué haces para entretenerte en el aeropuerto.

 

— Estoy hablando con Jun Sung Ahn — dijo Rap Monster, y JiMin se desplazó para poder encuadrar su rostro en primer plano — El violinista que ha hecho covers de «Fire» y «Save ME». Es muy talentoso, todo el mundo debería ver sus videos — explicó NamJoon a cámara, como si supiera que ese video iba a ser publicado.

 

JiMin iba a contestarle algo, pero la voz del Manager le interrumpió, diciendo que ya era hora de embarcar. Los muchachos comenzaron a desperezarse y levantarse de sus asientos, cogiendo sus mochilas, dispuestos a subirse al avión.

Ahora que había conseguido un buen ambiente, no quería irse tan pronto. Además, no había logrado hacer reír a NamJoon aun, pero no le quedaba más remedio que apagar la cámara y seguir adelante.

 

Se soltó de Rap Monster y avanzó un paso para alcanzar a JungKook, que había cogido su mochila, bastante dispuesto a llevársela. Pero JiMin sintió que NamJoon se congelaba a su lado.

JiMin se percató de que nadie más se había dado cuenta de que el líder se había quedado parado y se estaba quedando atrás, así que rodeó su cintura con el brazo, intentando hacerle andar. Pero NamJoon no se movía y parecía estar muy distraído con algo.

La cara de RapMon era un poema, con la boca entreabierta y sus ojos a punto de salirse de sus orbitas, sus mejillas arreboladas. En cualquier momento parecía que iba a caérsele la baba y JiMin sintió la necesidad de burlarse. Pero no lo hizo. En su lugar, siguió la dirección de la mirada de NamJoon, y la sonrisa se le borró de un plumazo.

 

NamJoon se había quedado embobado con una chica. JiMin la vio al instante, como si todo se hubiera oscurecido y un foco la iluminara sólo a ella.

Era preciosa, no podía negarlo. Cabello largo, negro como el ébano, seguramente tendría ojos oscuros y rasgados, y sin duda sería asiatica. Sus largas y torneadas piernas estaban enfundadas en unos ajustados jeans azules, sus pechos tenían una forma preciosa bajo un croptop de color blanco, sus hombros desnudos eran delicados y de una piel clara exquisita, y sus pies, sus pequeños pies llevaban las converse altas de color rojo que tanto gustaban a NamJoon.

Todo el conjunto de esa muchacha era el sueño hecho carne de Rap Monster. Y cuando ella alzó la vista e hizo contacto visual con el mayor, JiMin casi pudo notar cómo NamJoon se derretía en su abrazo.

 

La boca de JiMin se secó de golpe, sintió un frío muy desagradable en la espalda y fue automática la necesidad de apartar la mirada cuanto antes de aquella chica para no sentir una oleada de celos que lo corroerían. Quería tapar los ojos de NamJoon con las manos, obligarle a que dejara de mirar a esa chica, hacer cualquier cosa que se ganara toda su atención y se olvidara de ella, pero, de algún modo, JiMin supo que no lo conseguiría.

 

Tiró más fuerte de NamJoon, agarrando su ropa para obligarle a andar y seguir a los demás. JiMin quiso obviar el hecho de que NamJoon no había dejado de mirar a la chica hasta casi romperse el cuello mientras avanzaban y la dejaban atrás.

 

Y un nuevo miedo se añadió a la larga lista de JiMin: que una chica en converse rojas se llevara a NamJoon de su lado.

 

 

 

4

NamJoon estuvo embobado durante todo el vuelo. Embobado en la cena y embobado en la mañana. Estuvo embobado en las prácticas y en los ensayos. Embobado durante toda la semana.

 

Parecía que estaba siempre en las nubes, y cuando JiMin lo miraba, lo encontraba con cara de atontado, la mirada perdida y la boca entreabierta, como si estuviera soñando despierto.

Y tenía muy preocupado a JiMin. Ya lo tenía intranquilo desde antes de que empezara a cometer errores garrafales en las coreografías que antes sabía a la perfección, mucho antes de que empezara a equivocarse en sus partes en las canciones. JiMin estaba muy preocupado desde que, en el mismo vuelo, después de estar en las nubes durante un buen rato, le dijo:

 

— La viste, ¿verdad? A la chica de las converse rojas... Era una Diosa...

 

JiMin le había visto babear por alguna que otra chica antes, pero nunca le había escuchado llamar «Diosa» a ninguna. Y mucho menos lo había visto actuar de esa manera descuidada para con el grupo. Resultaba casi insultante que fuese por culpa de una mujer.

La chica del aeropuerto debía haber causado una fuerte impresión en NamJoon como para que no pudiese dejar de pensar en ella hasta tal punto, y JiMin no era el único preocupado por las repercusiones que eso podía tener para el grupo.

Jin y Suga también estaban alarmados por esa actitud. Los menores simplemente se encogían de hombros y reían, diciendo que ya se le pasaría, pero JiMin había escuchado hablar a los dos mayores, intentando pensar qué hacer.

 

JiMin quería sumarse a esa preocupación de sus hyungs, pero no sabía cómo sacar el tema con ellos. Todos estaban cansados y un poco tensos por los errores de NamJoon, y hablar con los mayores a veces resultaba un poco difícil.

Jin se metía en la cocina y arrasaba con lo que encontraba de comer, y con los carrillos llenos de a saber qué cosa, JiMin consideraba que era complicado tener una conversación.

Y con Suga resultaba aun más complejo, pues se encerraba en su estudio a producir, inmerso en sus letras y sus bases. Tampoco podía hablar con alguien que tenía unos auriculares pegados a la cabeza.

 

Pero cuando pasaba más de semana y media, JiMin pensaba que estaba a punto de quedarse calvo por la preocupación, y no podía dejar que el pelo más bonito de BTS se echara a perder.

 

Era casi la una de la madrugada y JiMin seguía en la sala de baile, matándose a practicar coreografías.

J-Hope y JungKook hacía rato que habían vuelto al dormitorio después de su práctica de baile. V se había quedado un rato más con JiMin, pero no dejaba de bostezar, por mucho que dijera que quería seguir practicando, pero con las grabaciones de Hwarang, TaeHyung tenía una agenda un poco más llena que el resto, y JiMin sabía que, aunque quería seguir al pie del cañón, V necesitaba descansar.

Tras mucho insistir, JiMin había conseguido convencerlo para que regresara a casa antes, porque a JiMin no le importaba seguir practicando solo, porque sentía que necesitaba seguir bailando hasta que el cuerpo le dijera «basta» para que desapareciera su propia tensión.

 

Fue precisamente en ese momento, que estaba tan cansado que se había olvidado un poco de sus preocupaciones, cuando la soledad lo golpeó y se dio cuenta de que era de madrugada, que BigHit estaba desértico y que los pasillos oscuros daban un poco de miedo.

Intentó ducharse lo más rápido posible y con el pelo aun mojado, apagó las luces de la sala de baile y salió corriendo por el largo pasillo hasta el ascensor, sabiendo que los de seguridad verían su extraña actitud por las cámaras, pero le daba igual, porque de ese modo sentía que si aparecía algún fantasma, zombie o asesino de la moto sierra, JiMin podría escapar.

 

No se quedó tranquilo hasta que la puerta del ascensor se cerró, y aun así se mantuvo abrazando su mochila, como si fuese un escudo que lo protegía. En lugar de pulsar el botón de la planta baja, marcó el del sótano.

Estaba casi seguro de que Suga aun estaba en el estudio. No le quería molestar si estaba trabajando, por eso sólo se asomaría a preguntar si pensaba quedarse mucho rato y en caso de que le dijera que no, lo esperaría para irse juntos a casa.

 

El pasillo de los estudios era mucho más tenebroso que los de los pisos superiores y cuando la puerta del ascensor se abrió, JiMin tuvo que pensárselo dos veces antes de correr hasta la séptima sala a la izquierda, donde el logotipo de BTS decoraba la puerta.

JiMin se detuvo con los ojos cerrados, golpeó tres veces y abrió la puerta antes de que alguien pudiera contestarle.

 

Suga estaba allí, dándose la vuelta en su silla giratoria y quitándose los cascos para ver cómo JiMin se asomaba, entraba en la sala discretamente y cerraba la puerta a su espalda, con una sonrisa tímida con la que quería ocultar el miedo que había pasado en el pasillo.

 

— Hola hyung... Estaba por irme a casa... — se explicó — Venía a ver si querías que nos fuéramos juntos, pero si vas a quedarte trabajando, no te molesto...

 

— Ah... Es bastante tarde, si... — YoonGi miró el reloj en la esquina de la pantalla del ordenador como si no se hubiera dado cuenta de la hora que era y de todo el tiempo que llevaba trabajando. JiMin estaba seguro de que había perdido la noción del tiempo de lo inmerso que estaba escribiendo o componiendo alguna canción, y se preguntó si habría comido algo desde que se había encerrado allí — Quiero terminar éste compas antes de irme. Serán veinte minutos como mucho... ¿Me esperas?

 

JiMin asintió enérgicamente con la cabeza, sonriendo. Podía aguantar veinte minutos con tal de no regresar solo a casa.

 

— Prometo no entretenerme mucho...

 

Suga volvió a ponerse los auriculares y JiMin se acercó al sofá dando pequeños saltitos, sentándose sin hacer mucho ruido y subiendo los pies al asiento para abrazar sus rodillas. Hasta ese momento no se dio cuenta de lo cansado que estaba. Le dolían los hombros y el cuello, estaba tenso y tenía los músculos de la espalda cargados, un poco por el esfuerzo físico y un poco por el estrés.

Con una de sus regordetas mejillas apoyada en su rodilla, JiMin se quedó mirando la nuca de Suga, preguntándose si él también tendría dolor de hombros y si necesitaría un masaje. Seguramente sí, pero JiMin no se atrevía a tocarlo mientras estaba concentrado en su música.

 

JiMin admiraba demasiado la pasión y la dedicación de Suga para BTS y para la música, lo envidiaba y deseaba tener al menos una pizca de esa arrolladora ambición. Pero en momentos como aquel, en los que JiMin estaba agotado y se sentía un poco abandonado, deseaba que YoonGi quisiera un poquito menos la música y un poquito más a JiMin.

No es que pudiera quejarse de que YoonGi no lo quisiera, pero JiMin necesitaba que lo quisiera ahora. Necesitaba que lo escuchara y lo tranquilizara y lo ayudara a que ese nudo que tenía en el estómago desde que NamJoon se estaba comportando como un tonto enamorado se aflojara.

 

En lugar de veinte, no fueron ni cinco minutos los que pasaron hasta que Suga se quitó los auriculares, y estiró los brazos hacia arriba, haciendo crujir su espalda en el proceso.

JiMin levantó la cabeza como un perrito que esperaba a que su dueño lo sacara a pasear, pero Suga no había apagado el ordenador, y algo le decía que todavía no se marchaban.

 

— Sabes que no me molesta que pases el rato aquí conmigo mientras trabajo... — empezó a decir Suga, con un tono de voz suave y calmado que sólo utilizaba con los menores cuando estaban tristones o comportándose de manera adorable — pero siento cómo me estas taladrando la nuca con la mirada, y me está costando concentrarme...

 

— Ah... Lo siento, hyung... Me iré adelantando... — se disculpó JiMin, a punto de levantarse, pero la mano de YoonGi sobre su rodilla lo detuvo.

 

— No es eso, Jiminnie... Lo que intento decir es que sueltes de una vez lo que te está rondando la cabeza... Hay algo ¿no? Estas inquieto y quieres contármelo ¿verdad?

 

JiMin se pasó la lengua por los labios y los frunció, tratando que no se notase que habían empezado a temblarle un poco. Se le había apretado la garganta y había tenido un amago de llanto, conmovido porque Suga hubiera sabido leerlo tan bien. A menudo pensaban que YoonGi iba por libre y tenía tanta sensibilidad como un ladrillo, pero el verdadero YoonGi, el que sólo ellos conocían era realmente empático y se preocupaba muchísimo por sus dongsaengs.

 

— Ah... — dudó JiMin, mordisqueándose el labio inferior, con la mirada clavada en sus manos unidas en su regazo — Es... Es sobre NamJoon-hyung... Sé que Jin-hyung y tú habéis estado discutiendo sobre eso y yo... yo quiero ayudar...

 

— Ay, JiMin... — murmuró Suga con tono indulgente, acariciando el cabello aun húmedo del menor — No tienes que preocuparte de ese idiota... Lo que necesita es una buena hostia bien dada que le coloque todas las tuercas en su sitio para que pueda volver a pensar con la cabeza en vez de con la polla... — JiMin no pudo aguantarse la risa y Suga sonrió satisfecho de ver que el menor se relajaba — Yo mismo se la habría dado, pero ya sabes cómo es SeokJin... No le parece bien. Pero ya te digo yo que es lo único que le hace falta a NamJoon para que deje de portarse como un subnormal.

 

— Nunca le había visto así... — el humor de JiMin volvió a oscurecerse un poco.

 

— Se le pasará — le prometió YoonGi — Si de aquí a una semana no se le ha quitado la tontería, le daré de golpes con una Converse apestosa hasta que las odie tanto que no pueda volver a ver una de esas estúpidas zapatillas sin ponerse a temblar...

 

YoonGi le sonrió, le dio un ligero apretón en el muslo y al notar que JiMin se tranquilizaba, por la confianza ciega que le tenía, volvió a colocarse frente al ordenador para terminar con su trabajo.

 

JiMin se acurrucó en el sillón, buscando una postura más cómoda. No quería dormirse, porque tenía que asegurarse de que Suga no se quedara allí hasta las tres de la mañana, pero ahora le era más difícil, porque se había disipado la tensión que había acumulado desde que RapMon había empezado a actuar extraño.

 

A JiMin se le habían empezado a cerrar los ojos cuando la puerta del estudio se abrió de golpe, haciéndole saltar del susto. Como si lo hubiera invocado con sus pensamientos, NamJoon se había presentado en el estudio como si no fueran las tantas de la noche y no fuese nada extraño que estuviera allí y no metido en su cama durmiendo después de esos días tan agotadores.

Suga se arrancó los cascos de un tirón y suspiró hastiado, resignándose a que no iba a terminar su trabajo aquella noche, pero, al contrario de la actitud pacífica que había tenido con JiMin, con NamJoon parecía que estuviera a punto de agarrar su cuello con las manos y estrangularlo hasta la muerte.

 

— Mira a quien tenemos aquí — rezongó Suga, bastante enfadado — el que se fue hace dos horas a por café y nunca volvió. Pensé que te habías ido a casa y me habías dejado aquí tirado.

 

— ¿Dos horas? — preguntó NamJoon, como extrañado, sentándose en el hueco que había dejado JiMin en el sofá para él. El líder miró el reloj de su móvil y se vio realmente sorprendido de ver la hora — Oh, mierda... Lo siento, Suga, no sé en qué se me ha ido el tiempo...

 

— No lo sabes, claro... — YoonGi volvió a fijar la vista en la pantalla del ordenador, y por lo tensa que tenía la mandíbula, JiMin se imaginaba lo enfadado que debía estar con NamJoon.

 

Sin embargo, NamJoon no parecía notarlo en absoluto. Se había repantingado en el sofá, con las piernas estiradas y la cabeza apoyada en el respaldo, mirando al techo con cara soñadora. No parecía tener sueño, ni hambre, ni estar tan cansado como los demás.

Cuando lo veía así, no sabía cómo YoonGi podía decirle que no se preocupase. Si hasta a él le daban ganas de golpearlo para que se le quitara esa cara de tonto enamorado.

¿Acaso le habían echado un conjuro de amor? ¿Era esa chica una bruja que había encantado a RapMon con su mirada? ¿Le había dado amortentia alguna fan? O peor ¿Una anti-fan? Parecía Ron Weasley en la película de «Harry Potter y el Príncipe Mestizo», cuando le dieron el filtro de amor y estaba como drogado.

 

— Debería buscarla... — dijo NamJoon tras un largo suspiro y sin quitar esa cara de chalado.

 

JiMin miró la nuca de YoonGi, confundido. No sabía muy bien a quien se dirigía NamJoon, si estaba intentando entablar conversación o simplemente quería que lo escucharan. Sabía que Suga lo había escuchado, pero parecía bastante dispuesto a ignorarlo y a terminar lo que se había propuesto para poder irse a casa de una vez.

 

— ¿Buscar el qué? — preguntó inocentemente JiMin, sin saber el error que estaba cometiendo al tratar de alargar aquella conversación.

 

— A la chica de las Converse rojas del aeropuerto...

 

JiMin se tensó en su asiento, muerto de celos, y Suga siseó, con la lengua pegada al paladar, demostrando que estaba acabando con su escasa paciencia.

 

— Deja de decir gilipolleces — gruñó YoonGi, sin apartar la mirada de la pantalla, porque JiMin sabía que si miraba a NamJoon, acabaría por golpearlo — ¿Te das cuenta de lo estúpido que suenas? Miles de chicas llevan Converse rojas. Cada vez que ves una te pones estúpido perdido ¿Ahora te vas a enamorar de todas y cada una de ellas? No seas absurdo...

 

— Ésta era especial... — volvió a suspirar NamJoon, sin hacer caso de las señales de peligro que mandaba Suga.

 

YoonGi golpeó la mesa con el puño, consiguiendo que los dos chicos en el sofá dieran un brinco y lo miraran. El mayor se levantó de su asiento y, furioso, agarró a NamJoon del cuello de la camiseta, obligándolo a mirarle a los ojos, que centelleaban por el enfado.

 

— ¿Especial? ¿Te estás oyendo? — a YoonGi le faltaba muy poco para ponerse a gritar. JiMin se levantó, tratando de poner paz, pero Suga no iba a soltarlo hasta decir lo que tuviera que decir — Especial, una chica cualquiera que has visto de lejos en un aeropuerto y con la que ni si quiera has hablado. ¿Eso es para ti especial? ¿Sólo porque llevaba ropa que te gusta? ¿¡Cómo puedes ser tan infantil!? — le espetó, tirando de un golpe seco de la ropa para hacer que se agitase, como si aquello pudiera hacer que el sentido común volviera a su cabeza — Me tienes hasta los cojones con esta actitud, NamJoon. Me da vergüenza tener que recordarte que eres el líder, que tienes a tu cargo a esos chavales que confían en ti y que tus errores nos repercuten a todos, pedazo de imbécil. Así que hazte un favor a ti mismo y a todos, deja de jugar a los enamorados con esa ilusión que te has montado en la cabeza y vuelve a tomar las riendas del grupo, porque si no, yo dándote la paliza de tu vida será el menor de tus problemas — YoonGi por fin lo soltó, y NamJoon cayó como un muerto en el respaldo del sofá. Su cara era el vivo reflejo de la impresión. Las palabras de YoonGi parecían haberle golpeado más fuerte que cualquier puñetazo con el que le hubiera podido amenazar.

 

Si JiMin estaba impresionado por las duras palabras de Suga, no quería pensar cómo se sentiría NamJoon. YoonGi tenía toda la razón del mundo, pero JiMin temía que hubieran herido demasiado al líder. Desde luego, se veía derrotado, inmóvil y pálido como una sabana.

JiMin no sabía qué hacer o qué decir, estaba igual de paralizado, mientras que Suga se movía por el estudio sin mirarlos a ninguno.

 

— Vámonos a casa — dijo YoonGi por fin, apagando el ordenador y cogiendo su mochila de debajo del escritorio, rindiéndose en la idea de terminar su trabajo.

 

Suga apretó el hombro de JiMin, haciendo que se descongelara y volviera a la vida. El menor también se agacho y recogió su mochila. Miró a NamJoon, intranquilo, y éste le devolvió la mirada. Sus ojos estaban vidriosos, llenos de culpabilidad y remordimiento, pero JiMin sintió con alivio que NamJoon volvía a ser el mismo de siempre.

 

— ¡L-lo siento, hyung! — dijo NamJoon de pronto, antes de que Suga saliera por la puerta — Tienes toda la razón... He sido un estúpido...

 

— No te disculpes conmigo, hazlo con los muchachos... — por primera vez desde que terminó de hablar, Suga miró a RapMon y le hizo una señal con la cabeza — También iba por ti... Nos vamos a casa. Venga... Esta noche nadie va a quedarse trabajando.

 

Los tres salieron de BigHit en completo silencio y el calor de las noches de junio les golpeó al poner un pie en la calle. Parecía que se habían quedado sin nada que decirse, y JiMin lo notó cuando ni si quiera a él se le ocurría algo con lo que romper el silenco.

NamJoon caminaba dos pasos por detrás de ellos con un aura negativa que llegaba hasta la Pekín. JiMin no podía soportarlo más, y antes de que llegase a casa y contagiase al grupo con esa actitud nociva, lo agarró del brazo y se aferró a él, regalándole una sonrisa que le fue devuelta con reservas.

 

 

 

5

La dura lección de YoonGi había devuelto la razón a NamJoon.

 

Al día siguiente, cuando se reunieron en la sala de ensayo, hizo que se sentaran todos en circulo y dio un largo discurso de disculpa en el que, en resumidas cuentas, lo único que hizo fue pedir perdón, destacar que ellos eran más importantes que cualquier otra cosa y que no dudaran en hacerle ver que estaba cometiendo errores, porque para eso eran como una familia.

 

Se suponía que eso debía tranquilizarles. Después de todo, NamJoon volvía a ejercer sus deberes como líder correctamente; su baile seguía siendo tan desastroso como siempre, pero ya no cometía errores en las coreografías; volvía a ser el monstruo del rap que había sido siempre, e incluso estaba componiendo de nuevo para su mixtape.

Para cualquiera que le viera diría que aquellos días de enamoramiento absurdo habían terminado, era como si nunca hubiera sucedido. NamJoon fingía que nunca había sucedido.

Pero JiMin veía que detrás de esa seriedad y concentración, NamJoon estaba deprimido.

 

Sus sonrisas eran fingidas y forzadas, dedicadas a tranquilizar a los miembros. Estaba callado y distante, a penas participaba en las conversaciones y las comidas en grupo pasaban sin que nadie escuchara ni una palabra de RapMon. Por las mañanas le costaba un tremendo esfuerzo levantarse de la cama, porque seguramente habría sido incapaz de dormir por la noche. Y lo que hacía pensar que estaba peor de lo que aparentaba, no iba a buscar a JiMin para hablar y encontrar consuelo en él y su aura sanadora.

JiMin pensaba que ésta nueva situación era peor que la anterior, porque aunque el grupo se veía afectado en menor medida, NamJoon era el que estaba socavando su propia moral.

 

No podía quedarse de brazos cruzados mirando cómo RapMon cavaba su propia tumba. JiMin tenía que hacer algo, tenía que ejercer su poder sanador sobre él costase lo que costase y para ello había desarrollado tres técnicas infalibles. JiMin las llamaba «Técnica definitiva en tres niveles para conseguir arreglar (y alegrar) a NamJoon-hyung».

 

Técnica definitiva Nivel 1º, «Jiminnie koala sonrisas regala».

La técnica de primer nivel era más sencilla que el mecanismo de un chupete y consistía meramente en colgarse del individuo al que quisiera animar. En realidad, ésta técnica funcionaba a la perfección con cualquiera de los miembros de BTS.

En NamJoon solía tener un efecto positivo inmediato cuando estaba un poco decaído y necesitaba cariños. Si lo cogía a tiempo, era la forma más fácil y rápida de que NamJoon empezase a reír y recobrara los ánimos.

 

Cuando empezó a poner la técnica a prueba, tenían práctica de baile. JiMin estaba decidido a conseguir que NamJoon regresara a ser el líder carismático de siempre, y tenía un montón de energía positiva para dar y regalar.

Lo más importante era conseguir transmitir esa energía, y el contacto era la mejor forma de contagio. Cada vez que había un descanso y paraba la música, la sala de baile se llenaba de agudos «¡NamJoon-hyung!», y JiMin corriendo como una flecha para abalanzarse sobre el callado líder, estuviera donde estuviera: limpiándose el sudor, bebiendo agua o revisando su móvil. JiMin se lanzaba y se aferraba a alguna parte de su cuerpo, a la cintura, al brazo e incluso a la pierna si hacía falta, consiguiendo que NamJoon lo arrastrase por el suelo de la habitación provocando las risas de todos, mientras JiMin limpiaba la tarima con su cuerpo.

 

JiMin se lo habría estado pasando en grande si al menos su técnica estuviera surtiendo efecto, pero lo único que conseguía eran sonrisas apagadas y no demasiada atención por parte de Rap Monster.

A la sexta había perdido la cuenta de las veces que lo había apachuchado ya, y aunque estaba comprobando que no estaba obteniendo el efecto deseado, seguía intentándolo una y otra vez, sin descanso, con cada vez más energía y afecto, porque si se rendía, era como darlo por perdido.

 

Sin embargo, el ensayo se dio por terminado y el estado de ánimo de RapMon no se había levantado ni un ápice.

Como último intento, JiMin cogió carrerilla, sacando la lengua mientras calculaba la distancia, dio cuatro zancadas y saltó tan alto como pudo para encaramarse a la espalda del líder, gritando:

 

— ¡Agárrame, hyung!

 

De algún modo, NamJoon consiguió mantener el equilibrio y quedarse de pie en lugar de darse de narices contra el suelo cuando el peso de JiMin se le vino encima con tan poco aviso.

JiMin rodeó su cuello con los brazos y estiró las piernas hacia adelante, a cada lado del cuerpo del mayor, ayudando a que se estabilizase. Sin embargo, NamJoon no lo sujetó, dejó sus brazos caídos a cada lado de su cuerpo y empezó a encorvar la espalda lentamente, como si el peso de JiMin fuese tan pesado que le costase toda su fuerza sostenerlo, pese a que JiMin sabía perfectamente que NamJoon podía cogerlo en brazos sin ningún esfuerzo.

 

— JiMin... pesas mucho... — gimió NamJoon, mientras, poco a poco, se iba venciendo bajo el peso de JiMin. Como si JiMin, en lugar de haber estado dándole energía, se la hubiera estado drenando.

 

— ¿Hyung? — preguntó JiMin extrañado, mientras iba sintiendo el cuerpo del mayor yéndose hacia adelante y bajando de a poco, hasta que sus rodillas se clavaron en el suelo — ¿He engordado tanto? — intentó bromear, pero NamJoon seguía yendo hacia abajo con todo su cuerpo, apoyando las manos en el suelo — ¡Chicos! ¡Creo que he roto a NamJoon! — gritó una vez más, alarmado, cuando RapMon quedó tumbado bocabajo en el suelo, con JiMin aun aferrado a su espalda.

 

Se veían realmente ridículos.

 

Y con su grito, había llamado la atención de TaeHyung, que al verlos, pensó de inmediato que estaba jugando.

 

— ¡Melé! — gritó TaeHyung, corriendo hacia ellos y tirándose  en plancha como fuese una jugada de rugby, o si de un combate de lucha libre se tratase, encima de JiMin.

Los dos se quejaron, dejando escapar todo el aire de sus pulmones con dolor. Pero después de TaeHyung, cayó HoSeok. Y después, con el doble de fuerza, se tiró JungKook encima de la montaña de cuerpos que formaban los mayores.

 

Desde fuera pudo escuchar la risa chillona de SeokJin, y entre las piernas de HoSeok, vio a Suga tirado en el suelo con su móvil en la mano, probablemente grabándolos o haciéndoles fotos.

 

— Acabo de capturar para la posteridad la muerte de Rap Monster a manos de la maknae line — informó YoonGi muy orgulloso, provocando un doloroso gemido proveniente de la base de la montaña de cuerpos.

 

Bueno, por lo menos estaba vivo, pero JiMin estaba consternado porque el nivel uno de su técnica había fallado y eso no era nada bueno.

Pero bueno, todavía tenía el nivel dos que era más efectivo que el primero. O debería serlo.

 

Técnica definitiva Nivel 2º, «regala los oídos y conseguirás latidos».

El segundo nivel sólo era efectivo en NamJoon, porque era el más inseguro con respecto a sus habilidades.

JungKook era bueno en todo lo que hacía, Jin y V tenían plena confianza en sus voces, J-Hope tenía el baile, y Suga compensaba todas sus carencias con su propio trabajo duro sin necesidad de que nadie lo alentara.

NamJoon, por el contrario, no era bueno cantando ni bailando, se consideraba el menos agraciado físicamente y lo único que tenía para destacar era su rap, y a veces, ni con eso se sentía especial.

 

El nivel dos consistía en resaltar sus puntos buenos y convertir los malos en cosas positivas.

NamJoon muchas veces conseguía sacar a JiMin de sus casillas, hacerlo enfurecer como ninguno de los demás conseguía, y precisamente por eso, por ser capaz de ver sus imperfecciones y seguir queriéndolo como lo quería, podía conseguir que esos defectos sonasen a virtudes.

 

Cuando la práctica terminó, tenían un tiempo disponible para comer antes de acudir a la siguiente actividad en sus agendas.

En los últimos días, NamJoon había estado eligiendo el asiento que estuviera más al extremo de la mesa, como si buscase aislarse a sí mismo. JiMin no lo soportaba y trataba de sentarse cerca de él, aunque casi siempre acababa siendo absorbido por la conversación y se olvidaba de hacer partícipe a RapMon.

 

Pero ese día estaba decidido a no dejarse abducir por TaeHyung y HoSeok que siempre conseguían desviar su atención con sus gracias, para poder agasajar a NamJoon y hacer que levantase el ánimo, impidiendo que el fallo garrafal de la técnica de primer nivel le afectase en absoluto.

Trató de iniciar una conversación dinámica con él. NamJoon no lo ignoraba, pero tampoco daba pie a tener una charla entretenida. De esa forma, JiMin inició la técnica de nivel dos cuando los demás estaban distraídos riendo al ver a Jin llenarse la boca a dos carrillos de carne y patatas.

 

— Hyung, has mejorado mucho en tu baile — comentó JiMin, con ojillos esperanzados.

 

NamJoon detuvo los palillos a medio camino de su boca para mirar al menor, sorprendido.

Desde el incidente con la chica del aeropuerto, NamJoon no había recibido ningún comentario de ese tipo por todos los inconvenientes que había causado. Y aunque estaba esforzándose en dar lo mejor, no estaba consiguiendo estar al cien por ciento. JiMin sabía que había logrado desconcertarlo.

 

— Me he tropezado tres veces con JungKook y me he caído porque me he enredado con mis propios pies hoy... No parece que haya mejorado mucho... — le contrarió NamJoon, con una media sonrisa avergonzada y un poco culpable.

 

— ¡Pero ha sido una caída muy artística! — le dijo JiMin, agarrando su brazo con ilusión, la risa resonando en su voz — ¡Me ha inspirado para un nuevo paso de baile! Ya verás, quiero mostrárselo a Hobi-hyung para incluirlo en la próxima coreografía. Será como si lo hubieras creado tu y no te costará nada hacerlo.

 

JiMin esperó exultante la reacción de NamJoon.

Aquello sin duda debía sacarle una de esas sonrisas llenas de hoyuelos y que curvaba sus labios de una forma tan especial. NamJoon le acariciaría la nuca o le revolvería el cabello cariñosamente, complacido por cómo JiMin era siempre tan positivo y tierno. Le daría las gracias, como siempre hacía cuando lograba hacer que esas cosas que le hacían un poco peor que los demás, sirvieran para mejorar al grupo.

Sin embargo, NamJoon no hizo nada de eso. No hubo sonrisa, ni caricia, ni agradecimiento. NamJoon suspiró, dejó suavemente los palillos sobre la mesa y se frotó la frente con el ceño fruncido.

 

— No hagas eso, por favor... — no fue una reprimenda, sino más bien una súplica. La sonrisa de JiMin se desvaneció cuando se dio cuenta de que NamJoon pensaba que se estaba riendo de él y le estaba pidiendo que parara.

 

— Ah... L-lo siento... — JiMin se quedó bloqueado y la disculpa fue lo único que se le ocurrió para no empeorar la situación.

 

La técnica de nivel dos no fallaba nunca. No había sucedido antes que NamJoon pensara que se estaba burlando de él cuando en realidad trataba de halagarlo, y JiMin no tenía una reacción preparada para eso.

 

JiMin no supo recuperarse de eso y estuvieron en silencio durante el resto de la comida. Pero notaba a Rap Monster tenso a su lado, como si se estuviera conteniendo para no levantarse e irse, obligándose a comer en su lugar.

 

JiMin dio muchas vueltas en la cama aquella noche antes de conseguir dormirse. No quería recurrir a la técnica de nivel tres, porque era la más radical de todas pero después de ver una reacción tan poco usual a la segunda de sus técnicas, creía que no le quedaba más remedio. 

 

Técnica definitiva Nivel 3º, «si no te hace caso, ley del silencio hasta el ocaso».

El nivel tres estaba aún en proceso de testeo. Sólo la había utilizado en una ocasión y había sido por pura desesperación, cuando ya no sabía qué más hacer con él, poco después de regresar del entrenamiento de HipHop en Estados Unidos y se sumiera en una depresión parecida a la que tenía en esos momentos.

Su última técnica se basaba en la psicología inversa; hacer que NamJoon notase la ausencia del afecto de JiMin para que él mismo fuese en su busca. Era una manipulación sentimental en toda regla, pero la única vez que lo había intentado, había funcionado.

 

Lo único que tenía que hacer JiMin era fingir que Rap Monster había dejado de existir.

La última vez había tardado menos de 24 horas en surtir efecto, NamJoon en seguida había notado a JiMin distante y en cuanto reunió el valor para hablarle, se acercó con una cara de culpabilidad, preguntándole si había hecho algo para molestarle.

A JiMin no le gustó nada tener que recurrir a ese método, pero al menos había conseguido que NamJoon sacara la cabeza del cascarón que llevaba a acuestas y se dejara ayudar.

 

JiMin empezó con la técnica de nivel tres aquella misma noche, después de que las de nivel uno y dos resultaran fallidas.

No era difícil pasar de RapMon cuando él no hacía ningún esfuerzo por integrarse y se mantenía en segundo plano en todo momento cuando no había cámaras ni fans presentes. Era como tener un fantasma en la casa, que se movía a su antojo, pero ni sentía ni padecía.

 

A JiMin le hervía la sangre de verlo, porque habían pasado tres días desde que había empezado a ignorarlo y NamJoon no parecía haberse dado ni cuenta. Ya no sabía quien estaba ignorando a quien, y JiMin empezaba a sentirse personalmente herido con aquella situación.

 

Tuvo que abandonar la operación para no lastimarse a sí mismo con todo aquello, porque estaba más que claro que el nivel tres había terminado siendo un absoluto fracaso.

Se sintió horrible, con un desagradable sabor amargo, darse cuenta de que no tenía más opción que rendirse porque todos sus esfuerzos habían resultado en vano. La decepción era desoladora, la impotencia arrolladora.

JiMin estaba muy defraudado consigo mismo, porque había estado muy orgulloso pensando que él era especial para NamJoon, cuando la realidad era que no podía rivalizar con una chica en top blanco, jeans y converse rojas.

 

 


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