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Diario de Pecados por Tsundere Chisamu-chan

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Notas del fanfic:

Me quedó del asco. Nunca había hecho una adaptación y no creo que lo vuelva a hacer, jaja es terriblemente difícil. 

Espero que les guste :D

Diario de Pecados

27 de mayo

Nadie dijo que sería fácil, pero tampoco pensé que fuese de esta manera. Amaneció nublado y de inmediato entendí que será un pésimo día para estar en mi lugar. Me desperté temprano por los nervios, hoy estoy cumpliendo 15 años y desde que desperté, puedo predecir muy bien lo que sucederá conmigo este día, y aunque cada detalle se encuentra planeado de antemano y no he dejado de rezar, ya ha pasado un tiempo desde que me sentí así de miserable. Antes de nada, quisiera presentarme. Mi nombre es Akira, fue el nombre que me dieron al nacer porque, desgraciadamente para mí, nací siendo mujer.

No recuerdo de manera exacta toda mi infancia, pero nunca olvidaré el infierno que nació en mi interior los primeros años de vida cuando empecé a percatarme de lo mucho que aborrecía mi cuerpo. Apenas comencé a tener noción de lo que me rodeaba comprendí de inmediato que me encontraba en el cuerpo equivocado, la vida equivocada. Primer gran error: nacer. Yo no era una niña, aunque me vestían, me arreglaban, me hablaban y me educaban como una, y eso era algo que no podía comprender. No pasó mucho tiempo antes de que mis padres se enteraran de mi mentalidad bizarra y me rechazaran. Nunca toleraron el hecho de que su princesita se sintiera varón e hicieron lo imposible por frustrar cada uno de mis intentos de asemejar mi apariencia al sexo opuesto del que poseía. Aberrante.

Francamente los entendía, pues, ¿quién desea tener una hija defectuosa? En ocasiones los escuchaba murmurar en su habitación, papá maldecía todo el tiempo y mamá siempre lloraba por mi culpa, era el motivo de que ambos se arrepintieran por traer al mundo a un humano tan despreciable, un pecador involuntario. Temí por mi cordura, mi alma y mi consciencia. ¿Qué era lo que estaba dañado dentro de mí? ¿No había manera de solucionarlo? Me sentía insignificante y sin salida, deseaba morir o desaparecer. De manera que escondí en mi interior cada rastro de estropicio, cada verdad y cada impulso que contradijera la acechante realidad que tanto despreciaba y me disfracé bajo una manta de femineidad fingida que me producía repulsión.

Así fue como llegué hasta este día y no miento si confieso que desearía poder quedarme el día entero en la cama y no asistir a la trágica ceremonia de compromiso que mi familia planeó desde hace años. En realidad no es para tanto, la mayoría de chicas son forzadas a casarse a una edad similar a la mía y ellas no lloriquean tanto como yo, aunque eso no podría asegurarlo porque francamente no tengo idea de lo que hacen las chicas de mi edad, solo sé que no puedo evitar temblar de pies a cabeza a pesar de que no conozco la razón de mi pánico. ¿A qué le tengo tanto miedo? ¿Será al sujeto adinerado que prometió dar una dote mucho más valiosa que mi autonomía? ¿Acaso estoy asustado de que la gente descubra mi máscara de falsedades? ¿Estaré asustado de la vergüenza de mi padre y las lágrimas de mi madre?

           

No puedo continuar esta gran falsedad 
¿cuándo en mi reflejo yo me veré en verdad? 

Ya salí de mi habitación, preparé mi ropa, saludé a mi padre, le ayudé a ingerir su tratamiento diario y subí en el vehículo que me transporta hacia mi inevitable destino. Me encuentro sentado en la superficie aterciopelada del automóvil de mi familia, mirando conducir al chofer más indiferente que haya podido conocer, y talvez por esa razón me encuentro ahogado en pánico.  La perfecta vista de su nuca y el olor a tabaco que siempre arrastra, no me permiten olvidar la apatía que ha mantenido para conmigo desde que llegó a mi casa, sin embargo nunca me ha importado tanto, o talvez nunca he necesitado tanto alguna palabra de aliento. Con nula motivación me mantengo respirando profundo durante los 40 minutos que tarda el recorrido, e intento mantener la serenidad solo porque no deseo defraudar a mi familia. Quiero simular una buena disposición y bajar del auto con una sonrisa justo a tiempo para escuchar los regaños de mi madre, después de todo, soy un gran maestro del engaño.

 

28 de mayo

            Ni siquiera puedo escribir con fluidez o asegurarme de la correcta caligrafía de mis letras porque las lágrimas que brotan de mis ojos nublan toda imagen frente a mí. Sigo siendo un fracaso como persona. Apenas está amaneciendo y no consigo dejar de llorar. Ciertamente no logro comprenderme, pues lo que sucedió la tarde de ayer no fue tan desastroso como lo que pudo haber sucedido, pero aún puedo recordar los ojos de decepción de mi madre y mi padre al enterarse de que el último rayo de esperanza se desvanecía y que el orgullo no era algo que yo pudiera inspirarles, porque el hombre al que pretendían entregarme, me rechazó. Al parecer mi falta de busto, mis hombros anchos o mi voz poco femenina le resultó por completo, repelente. Tiendo a creer que fue una combinación de las tres cosas y de todas las demás características que me alejan de ser una mujer normal y me transforman en un adefesio. Por supuesto que el haber consumido testosterona en mi pubertad no me pareció un asunto importante a mencionar y al parecer, mi madre posee el dato bastante oculto en su memoria como para tan siquiera recordarlo y mucho menos en frente de un desconocido al que pretendía agradar. Pero así fue y aunque intento darle la menor importancia posible, tampoco es agradable recordar su voz airosa preguntando con desdén: “¿Ella es Akira?”, ignorando mi mirada cuando se sentó en frente de mí y riendo a carcajadas cuando mi madre fijó el precio de mi virginidad.

Todo sucedió de la siguiente manera. Cuando bajé del auto me encontré de frente con mi madre, quién con evidente molestia e ignorando mi saludo me gritó:

—¿Qué son estas horas de llegar, Akira?

—¡Mamá! ¡No es mi culpa! –Le respondí.

—No quiero ninguna excusa —y tomándome del brazo me obligó a entrar en la casa de la abuela. No opuse ninguna resistencia pues no me atrevía a romper su ilusión por la mitad. —Debes estar muy hermosa para tu prometido. —Agregó en un susurro y yo sentí mis ojos llenándose de lágrimas, porque no tenía escapatoria y de pronto sentí que mi máscara de falsedad empezaba a descascararse.

Me jaló hasta una silla donde me forzó a sentarme. Había un espejo en frente y sin decirme una palabra más, inició a cepillarme el cabello con absoluta delicadeza. Ese cabello largo que llega hasta mi cintura y falsamente amarillo, tan falso como toda mi personalidad pero que mis padres me permitieron teñir para calmar mi “rebeldía”. Miré insensato el reflejo de mi rostro preguntándome dónde exactamente me encontraba escondido, mientras observaba de reojo a la mujer que me acicalaba y su progenitora que rondaba la habitación sin inmiscuirse en la labor de su hija.    

—Debes portarte bien hoy, Akira.

—Sí, madre.

—Asegúrate de ser educada ante el señor Takashima. —Agregó mientras iniciaba su diestro trenzado 

—Sí.

—Dirígete con respeto y no hables de más. A nadie le gustan las mujeres parlanchinas.

—Lo sé, madre.

            Frunció su entrecejo y continuó con el peinado, atando la extensa trenza en un moño al costado de la cabeza. Talvez si me agradara peinarme, esa sensación no sería tan frustrante. Prosiguió colocándome polvos en el rostro y me pidió ayuda para voltear mi silla y mirarme de frente.

—Debes aprender a maquillarte, Akira. Pronto serás una esposa y no quieres que tu marido te rechace por estar de fodonga en tu casa. —Cerré mis manos en forma de puños para ocultar la irritación que esas palabras me provocaban y contuve la mueca en mi rostro.

—Sí, madre.  

            Ella suspiró y continuó colocándome el sin número de productos embellecedores que las mujeres “normales” acostumbran a usar para no verse naturales frente a los demás. Al parecer no sería diferente a la vida que había llevado hasta entonces. Llena de mentiras, de máscaras, de cobardía y angustia. De todas formas, no conozco una vida diferente. Una vez que me encontraba maquillado, peinado, vestido y perfumado como toda una novia prometedora, mi madre y abuela me aconsejaron sobre las aptitudes que debo tener como mujer para agradarle al desconocido y yo solo escuché en silencio aquellas sugerencias mientras contenía mis ganas de explotar y salir corriendo de allí. Amabilidad, delicadeza, belleza, ¿obediencia? ¿Sumisión? Me sentí aprisionado en un mundo en el que no estoy seguro de soportar por mucho tiempo pero al parecer me encuentro condenado a caer en la soledad una y otra vez sin que ninguna persona aparezca para salvarme. ¿Es esa la vida que toda mujer anhela?

            Me condujeron hasta el lugar en el que sería el encuentro, y yo, asustado a morir, ni siquiera pude levantar el rostro para enfrentar a todas esas personas que admiraban la imagen de belleza ficticia que portaba en mi rostro de muñeca y que, incluso para mí, resultaba excesivamente fraudulenta. Estaba temblando de pies a cabeza, mis manos adheridas a la tela estampada del kimono sudaban y mis ojos contenían las lágrimas para no arruinar las pinceladas de color negro que enmarcaban, estratégicamente, su contorno. Es una pena que no haya podido disfrutar ni un poco de ese momento. Me sentí tan extraviado que dudé, con toda sinceridad, volver a encontrarme alguna vez en la vida a la persona que soy en realidad y que sigue rogando por salir de donde sea que se encuentre. De hecho, no estoy tan seguro de que se encuentre todavía por ahí.

Nunca me he sentido tan humillado. No quiero que me traten como a un producto, pero lo que más temo es seguir siendo el estorbo familiar. Una molestia que se ven obligados a mantener sin que yo logre aportar ni siquiera felicidad u honra. Me pregunto si existe algo para lo que sirva, algo que pueda hacer bien, aunque ahora ese sueño se encuentre tan lejano que ni siquiera lo pueda ver. Una fantasía que alguna vez tuve y que la ingenuidad me permitió conservar por varios años antes de que llegara a comprender el desconsuelo eterno que se arrastraría por la vida sin que pudiera hacer nada para evitarlo. Ahora solo quiero dormir y no despertar, porque la lluvia en mi ventana pega tan fuerte como la que empapa mis ilusiones y caen sobre las hojas de papel. No creo que el mundo merezca tanto la pena.

29 de mayo

            No ha sido un buen día. Durante la mañana hablé con mi padre y eso me hizo sentir mucho mejor pues de alguna manera comprendí que a pesar de que no es fácil para él, lidiar conmigo y con mi personalidad, se esfuerza mucho y trata de darme todo el afecto y el apoyo que puede. Con pocas y proféticas palabras me dio a entender que el matrimonio arreglado del que todos esperaban un éxito rotundo, a él no le importaba tanto y que el rechazo de un hombre no era tan importante como la búsqueda de mi felicidad. Me sentí aliviado. Pero luego una noticia inesperada me colocó los nervios de punta. Llegó hasta la puerta de mi casa una escritura solicitando los servicios combatientes de mi padre, un exmilitar, antiguo comandante de la Fuerza de Autodefensa de Japón. No puedo evitar sentirme destrozado, pues el deterioro físico de mi padre ha llegado al extremo de caminar con bordón, ¿cómo va a luchar? Morirá sin duda alguna.

            Durante el almuerzo, discutimos. Mamá no quiso decir nada a pesar de que se encontraba muy asustada. Yo no suelo tener tanto respeto a los asuntos de la patria y el sentido nacionalista de proteger “mi país” nunca me fue heredado, al igual que la sensatez. Le reclamé, señalándole que no era necesario su trabajo ya que había muchos otros jóvenes que estarían ahí para suplirlo, pero no me escuchó y solamente me hizo callar proclamando que era su responsabilidad y que no la dejaría por la opinión de una muchachita desorientada. Me lastimó, incluso después de alentarme en medio de mi desánimo. Quisiera poder hacer algo al respecto, me siento impotente. La lluvia cae tan fuerte como caía ayer, pero hoy tengo ganas de dejarla escurrir por mi cabello, saldré a caminar un poco y ya después veremos qué sucede.

 

30 de mayo

            He tomado una decisión. Seré el hombre que siempre quise ser, el hombre que papá necesita para que lo sustituya. Está amaneciendo y estoy listo para irme, ya corté mi cabello, hurté el uniforme de papá, tomé su correspondencia y bajo la lluvia, saldré conduciendo en el automóvil de mamá, nunca me permiten usar. Espero que no me descubran. Espero no morir. Quisiera saber qué me espera en ese lugar que describen en las cartas de reclutamiento, ojalá no estuviera tan asustado. No creo que salga algo bueno de esta decisión pero es lo mejor que puedo hacer por el momento.

*

            He llegado. Me encuentro estacionado cerca del lugar a donde me dirijo y el solo ver algunos militares marchando en bandadas de allá para acá, me ha hecho perder los estribos. ¿Qué es lo que estoy haciendo en realidad aquí afuera? Ya no estoy seguro de nada. No sé en qué momento se me ocurrió que engañar a todo un ejército sería una buena idea, o alcanzable al menos. Miro mi reflejo en el espejo retrovisor intentando convencerme de que parezco un chico aunque ni yo esté tan seguro de qué soy, tantos años de creer algo y aparentar otra cosa me están pasando la factura justo cuando más necesito reconocerme. Frunzo las cejas imitando un gesto feroz y me confirmo mentalmente lo difícil que será esto. No queda más remedio, respiraré profundo y emprenderé la marcha para registrarme como recluta.

 

31 de mayo

            Lo he logrado. De alguna extraña manera logré entrar al campamento sin que nadie se enterara de mi engaño. Al principio juraba que todos se habían dado cuenta porque me miraban raro mientras caminaba entre los demás reclutas, intentando aparentar hombría, pero luego me enteré de que era solo su reacción al ver un chico con el cabello de color rubio encendido (evidentemente falso). Y bueno… es que me lo corté de la manera más burda y por esa razón se encontraba todo irregular y las raíces de color castaño ya se empezaban a ver, en fin, terminaron rapándome la cabeza porque dijeron que era una vergüenza para un chico pintarse el cabello, y aunque no lo creo de esa manera, tampoco me incomoda el cabello tan corto. Es la primera vez que lo tengo al ras del cráneo y aunque siento un poco de frío, creo que me gusta.

            Luego de haber mutilado el resto de cabello que quedaba en mi cabeza, me pasaron a hablar con un tipo muy intimidante que, supongo, era el general y al que presentaron con el nombre de Yutaka. Me miró de pies a cabeza cuando entré y frunció las cejas haciéndome sentir asustado. Preguntó mi nombre y en medio del pánico le respondí el primer nombre que vino a mi mente: “Reita”, revisó el correo e hizo preguntas como de porqué había sustituido a mi padre y porqué nadie sabía que el ex-comandante tenía un hijo. Finalmente, cuando empecé a decir sandeces, dejó los papeles sobre el escritorio con indiferencia y me pidió que me marchara. Yo obedecí y cuando estaba cerca de la salida el hombre me llamó con un “niño” me sonrió y con una simple palabra: Bienvenido, me causó escalofríos. Creo que es bastante apuesto. Ya veremos cómo me va hoy, mi primer día como Reita.

 

1 de junio

            Estoy acabado. Dudo con toda sinceridad soportar una semana completa acá. El entrenamiento es insoportable, anoche quise escribir algo y no me sentía con las fuerzas suficientes, solo pude dejarme caer en el colchón inferior de la litera que se me había sido asignada. Ni siquiera pude contar ovejas porque caí dormido al instante sin preocuparme demasiado por el hecho de que había muchos chicos en las camas vecinas ante quienes debía aparentar, aunque podría asegurar que ellos acabaron tan destruidos como yo.

            El general Yutaka es bastante espartano y me parece que su buena apariencia se desperdicia todo el tiempo exteriorizando el enojo que, por lo general, porta. Alguien debería decirle que se ve encantador cuando sonríe, pero de igual manera, creo que se divierte más haciéndonos cargar baldes de agua sobre los hombros y obligándonos a realizar dolorosas flexiones eternas cuando decimos algo que lo hace enojar. Me encuentro tan cansado que no puedo dormir. Espero sobrevivir mañana, siguen sin sospechar nada aunque las cosas podrían estar mejor.

3 de junio

            Últimamente no he tenido ni la energía ni el ánimo para escribir algo. Quisiera poder lidiar con el entrenamiento pero estoy quedando, evidentemente, rezagado en comparación con mis compañeros, y estos retrógrados no de molestarme por mi “cara” de niña. ¡Qué idiotas! Si supieran que tengo el cuerpo completo de una chica con ligeras modificaciones no tengo idea de lo que haría, por eso debo evitar a toda costa de que se enteren.

            Lo cierto es que me estoy hartando mucho de estar aquí y de tener que soportar la mala cara del general Yutaka cada vez que no logro completar un entrenamiento y caigo rendido entre los arbustos sin una gota más de energía. Quiero irme a casa.

11 de junio

            Ha pasado una semana y las cosas no hacen más que empeorar. Los días anteriores estuvieron tan pesados y tan llenos de mierda que me rehusé a escribir algo. Hoy, el general Yutaka me acaba de despedir, dejándome muy en claro que yo no estaba hecho para la guerra, y francamente creo que tiene razón, de hecho dudo que alguien podría estarlo. Me encuentro guardando mis cosas y empacando para volver a casa con el orgullo por el suelo, como siempre. En realidad me encuentro algo decepcionado porque en algún momento me creí capaz de superar esta prueba y volver con la frente en alto, pero por supuesto, eso es demasiado para mí. No quisiera

 

12 de junio

            Sucedió anoche. Algo tan extraño que ni yo mismo he acabado por creerlo. Me encontraba escribiendo sobre mis penurias, de tener que irme del campamento sin ningún buen resultado y se presentó una situación de emergencia cuando uno de mis compañeros cayó por la ladera y acabó inconsciente. Salí corriendo al escuchar el alboroto dejando, incluso, mí preciado diario lleno de secretos, a la vista de todos. Cuando fuimos a ayudar, los jóvenes idiotas que se mantienen en el campamento junto a mí, uno a uno iban resbalando sin lograr regresar por la inclinación del terreno. Y es que son un poco de bobos, por eso decidí interceder y ya que nunca he sido muy sobresaliente en cuanto a la fuerza bruta, saqué a relucir mis habilidades intelectuales e ingenio. Logramos hacer una escalera humana para sacar al compañero inconsciente y a todos los demás sin ningún rasguño, luego, todos aplaudieron y me felicitaron por mi gran idea.

            Justo ahora tengo una gran sonrisa de solo recordar a Yutaka cruzar los brazos y levantar la ceja en un gesto de asombro tan sensual como solo él puede hacer. Me ha permitido permanecer en el campamento, y al menos ahora tengo el respeto de los demás.

 

15 de junio

            Milagrosamente, todo parece estar mejorando. Los chicos me respetan más y justo como aquella noche, estoy intentando compensar mi falta de fuerza física con estrategia. Está dando resultado. Ahora logro completar los entrenamientos con más frecuencia y no termino tan agotado como antes. Aunque estoy tomando medidas de precaución más extremas que las de antes. Hace un par de noches por poco me descubren mis compañeros en la ducha, para mi suerte se distrajeron con la gracia estúpida de otro de los jóvenes y yo pude escapar sin que notaran mi cuerpo de chica. Creo que debo ser más prudente con mi horario de aseo y eso.

26 de junio

            Hoy me encuentro algo ansioso por lo que sucedió esta tarde. Ahora que lo pienso, tenía mucho tiempo sin escribir y supongo que eso se debe al fuerte trabajo de estos días, debo decir que me he esforzado mucho para poder dar la talla en el campamento, y no mentiré si digo que me siento más fuerte que antes y con una mejor condición física. Y es que pasar el día entero transportando artículos pesado en tu espalda mientras corres, aprendiendo artes marciales, arrastrarnos por el suelo y utilizar armamento de primera calidad resulta tan agotador como se escucha y en algún momento los cuerpos deben acostumbrarse o morir en el intento.

            Sin embargo, hoy nos notificaron de manera urgente del déficit de soldados que posee del escuadrón que se encuentra en batalla. Se me puso la piel de gallina al pensar que solo falta la orden del general Yutaka para que todos empecemos a empacar y nos uniformemos para combatir en un combate que no tiene nada que ver conmigo, pero al fin y al cabo, para eso estoy aquí, aunque no creí que ese momento llegara tan pronto. No quiero morir. Mi familia no me busca pero no quisiera perecer junto a un montón de extraños en una guerra que no me importa.

30 de junio

            Nos mantenemos de viaje y las condiciones de transporte resultan tan agotadoras que casi no puedo soportarlo. El agua es escasa y la comida también, el espacio en el que nos mantenemos dentro de los camiones de transporte, es terriblemente reducido y si no fuera por el entrenamiento que hemos realizado estos últimos días ya me habría desmayado varias veces. Aun así me siento tan novato como el primer día en el campamento. Sé que tienen bajas y necesitan más combatientes pero dudo, con toda sinceridad, ser la mejor alternativa que existe para reemplazar a los militares caídos. Todos los soldados están agotados y no dejan de hablar sobre sus familias, sus esposas, novias, hijos, quisiera ser como ellos, tener un motivo para luchar por mi vida, una familia que me acepte, alguien para proteger. Pero soy solo yo.

7 de julio

            Las cosas no marchan bien. Hemos llegado a nuestro destino y la guerra parece haber terminado, pero lo que en realidad sucede es que nuestro ejército ha caído y todos los soldados de nuestro bando fallecieron. Los cuerpos sobre el suelo lo confirman y el escenario va más allá de lo espeluznante. Imágenes que no podré borrar nunca de mi cabeza de cuerpos mutilados y extremidades dispersadas por doquier. No sé qué hago aquí, no soy tan fuerte como para soportar esto.

            Quisiera poder dar apoyo al general Yutaka que se encuentra tan afligido por la muerte de su padre. Me gustaría consolar a todos mis compañeros, quienes se consumen en el pánico de saber que somos los siguientes. Ojalá pudiera viajar a casa y decirle a mis padres todo lo que alguna vez quise decirles y no lo hice, el amor que les guardo a pesar de que nunca lograron comprenderme, abrazar a mi padre una última vez y besar la mejilla de mi madre.

10 de julio

            Esto llevará algo de tinta, pues han ocurrido muchísimas cosas desde la última vez que escribí. En primer lugar, después de incinerar los cuerpos de los fallecidos en el campo de batalla, emprendimos nuevamente el camino hacia la ciudad más próxima, donde Yutaka-sama supuso que había huido el enemigo. Nos encontrábamos de camino, bajo la lluvia torrencial, cuando cayó un proyectil en uno de los camiones de transporte y provocó una explosión alertándonos a todos. Salimos de los vehículos y nos protegimos entre los arbustos, listos para disparar a muerte contra cualquier enemigo. El miedo nos inundaba y mi cuerpo respondía tan poco como si estuviera congelado por completo. Las balas empezaron a caer y el caos estalló con ellas mientras yo me negaba a mirar hacia el frente, encogido, empapado y tembloroso, recostado en la cubierta de un enorme tronco. Todo sucedió tan rápido que me cuesta recordarlo. Estaba sudando frío, dejando que el agua escurriera por mi espalda, cuando el general dio la orden de disparar con su habitual y rasposo grito “fuego”. Fue ahí donde me giré para mirar al ejército contrario y me quedé sin aliento. La cantidad de hombres corriendo hacia nosotros era abrumadora, la sed de sangre se podía oler desde donde me encontraba y por momentos pensé que no había escapatoria, todos íbamos a morir.

            Suspiré en medio de mi desesperación, intentando mantener la calma y hacer lo único que sabía hacer bien; pensar en una solución. Fue entonces cuando me di cuenta de la ventaja del terreno en el que nos encontrábamos. El área boscosa era densa y perfecta para atacar desde las alturas, sacando el máximo provecho al clima desalmado que arremetía contra todos, de modo que empecé a actuar antes de que pudiera procesar un plan. Tan rápido como mi cuerpo lo permitió, subí a un árbol y desde allí busqué el acomodo necesario para ajustar mi arma y apuntar hacia los contrincantes. Hice señales a todos los aliados que se encontraban cerca para que hicieran lo que yo y en cuestión de minutos una gran parte del escuadrón se encontraba entre las ramas de los árboles. La cuestión fue cuando el lodo levantado por las explosiones, el aguacero y el follaje de los arboles nos nublaron la visibilidad, entorné los ojos queriendo encontrar mi objetivo en el suelo, pero en vez de eso lo que vi fue un gran deslizamiento de tierra que arrasaba por igual con arbustos, camiones, soldados y demás, con una fuerza y una velocidad que me dejó boquiabierto pues nunca había presenciado un desastre natural con tal cercanía.

            En medio de aquella catástrofe vi a varios de mis compañeros ser arrastrados por el impulso de la tierra y bajé por el tronco intentando sostenerme de aquellas sólidas ramas que se resistían contra la potencia del fango que resbalaba en sus raíces. Llegué lo más abajo que pude, sosteniéndome con todas mis fuerzas de la madera mojada y allí tomé la mano del general Yutaka que justo había sido atrapado por la avalancha de tierra y agua. Él se sostuvo de mí en un estado casi inconsciente y con lo que quedó de nuestras fuerzas aguantamos allí hasta que todo acabara. Cuando la energía de la ola disminuyó, y le ayudé a sacar su cuerpo de la montaña de barro, me sonrió pronunciando las palabras: “Me salvaste la vida, te lo agradezco”, perdí la consciencia después de eso. Recuerdo haber despertado en medio de un círculo de gente que me miraba entre asombrada y nauseabunda. Todo había acabado, murieron miles de soldados en esa catástrofe, muchos de los cuales yo conocía e incluso, apreciaba, pero nada era más funesto como el hecho de que esas personas que me rodeaban, habían revisado mi cuerpo y se habían enterado de mi oscuro secreto.

            No pude pensar en nada cuando salieron huyendo de mi cercanía, como si portara alguna enfermedad contagiosa y montaron una escena dramática a mí alrededor. Pude ver la mirada de Yutaka-sama quién con los ojos demasiado abiertos, me contemplaba atónito. No estoy muy seguro de lo que estaba pensando pero sin pensarlo más extrajo su arma y me apuntó hacia la cabeza. Exhalé al sentir como la resignación llegaba hasta mí, y sin pensarlo, susurré las palabras: “lo hice por ti, padre”. Me quedé esperando el impacto de la bala en mi cráneo pero nunca llegó y cuando elevé nuevamente la mirada, el general solo bajó su arma y me respondió: “Salvaste mi vida, ahora te devuelvo el favor”. Y sin escuchar un solo reproche de su ejército, partieron a pie, dejándome solo en medio de aquel profundo y tenebroso bosque. Se llevaron mi dignidad con ellos. La poca que me quedaba.

 

11 de julio

Me siento estúpido y audaz al mismo tiempo. Estoy de camino hacia la capital de la provincia, ciudad hacia donde que me dirigía originalmente junto al ejército antes de que me descubrieran y me abandonaran bajo la helada llovizna. Todo esto porque vi al líder del escuadrón enemigo salir del lodo como un animal salvaje y partir hacia la capital junto a un grupo pequeño de aliados que se veían igual de feroces que él. Por eso creo que algo debe estar mal en mi cabeza, pues el que me hayan descubierto, humillado y casi asesinado no es tan importante como todas las personas que morirán en caso de que no avise al general Yutaka lo que sucede. Me sentiré valiente una vez más y seré Reita. El sujeto con cuerpo de chica que siempre he sido, aunque no escuchado.

15 de julio

Todo acabó ya y el alivio que siento por ello es inexplicable. Primero relataré qué sucedió con la guerra. Después de haber llegado a la ciudad, busqué a Yutaka -sama en medio del tumulto pues la celebración que se había armado por el supuesto gane de la Fuerza de Autodefensa de Japón, era muy abrumador. Cuando lo encontré este puso cara de sorpresa y luego frunció el entrecejo como solo él sabía hacerlo, de todas formas se veían exquisito. Intenté llegar hasta él mientras este hacía el intento de huir sin ser demasiado obvio. Pero cuando lo alcancé y le expliqué la situación su expresión cambió a una descolocada. Entornó los ojos insinuando que no me creía, pero pude ver la duda en su rostro y el desconcierto de que podía ser verdad lo que decía y toda la ciudad estuviera en un gran peligro. Nos encontrábamos en media discusión cuando en la lejanía se escuchó un estruendo que atrajo la atención de todos. El general y yo empezamos a correr en la dirección que habíamos percibido el ruido y nos topamos con una ola de pánico fluyendo entre los transeúntes. Los invasores estaban atacando la casa presidencial y los artefactos explosivos hacían de las suyas, expandiendo el caos varias metros a la redonda. Yutaka y yo nos quedamos atónitos y fue entonces cuando logré reaccionar y corrí en busca de ayuda. Busqué a los compañeros que me acompañaron en la travesía del campamento y sin perder más tiempo les hablé de un plan superficial para sacar a las personas del edificio en peligro. Nos apresuramos para llevarlo a cabo y cuando estábamos a punto de entrar, Yutaka se nos unió, con una sonrisa que pudo haberme ocasionado un infarto, tocó mi hombro y se incorporó al acto de trepar de forma masiva hasta una ventana.

No quise pensar mucho más y allí dentro nos apresuramos a sacar a las personas y hacerlas saltar hacia afuera donde algunos de mis compañeros esperaban con una manta extendida para aminorar el impacto de la caída. Cuando habíamos sacado a una gran cantidad de personas del edificio, el enemigo nos atacó, así que hicimos lo que habíamos aprendido durante todo el tiempo en el entrenamiento; defendernos y luchar. No recuerdo cómo fue que lo hice, pero de alguna forma logré separar a su líder del resto de los combatientes, logré que este me siguiera y al llegar a la azotea me vi en la obligación de luchar contra él. Todo sucedió demasiado rápido, se lanzó sobre mí, yo lo esquivé y empujé hacia el vacío, allí fue atrapado por las llamas de una de los pisos inferiores. Estoy seguro de que no sobrevivió. Después de eso, y de reunirme con mis compañeros a suspirar de alivio, el primer ministro de Japón se presentó ante nosotros. Y justo cuando pensé que me reprendería el hecho infiltrarme en el ejército con un  rústico disfraz, me otorgó una mención honorifica por ser el soldado estratega que llevó la Fuerza de Autodefensa de Japón hasta la victoria, mis compañeros aplaudieron y me ovacionaron desde donde estaban y yo aún sin salir del shock solo pude estallar en lágrimas. Porque al fin había podido demostrarle a todos, y a mí mismo, lo mucho que valgo y lo que puedo llegar a hacer. Volví a casa y, para mi sorpresa, todos me recibieron con gran felicidad, elogiando mi valentía, mi fuerza de voluntad y mi inteligencia. Por primera vez en la vida se sintieron orgullosos de la hija, o hijo que tienen, porque después de todo, eso es lo de menos.

El cabello ya está un poco más largo y quiero pintármelo de nuevo. Yutaka-san no ha dejado de escribirme desde que volví a casa, parece bastante impresionado por mi desempeño. Creo que lo invitaré a salir algún día de estos.   

 

Fin~

Notas finales:

:v


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