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La dama y el vagabundo por AndyxRRRx

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Notas del fanfic:

Algo muy simple. Algo aburrido. 

Notas del capitulo:

RxR is love

Los copos de nieve caían sobre el tejado de las casas en un reconocido vecindario. Mientras luces adornaban las ventanas y los villancicos se escuchaban en cada esquina, una familia celebraba aquella época navideña con todo el gozo del mundo al presentar un regalo muy particular ante su primogénito.

—¡Taka! Es tu turno de abrir la sorpresa que trajo tu padre —comentó una dulce mujer sosteniendo un par de guantes de piel entre sus finas manos.

—¿Por qué la caja es tan grande? —le cuestionó el joven sentado bajo el árbol navideño, extendiendo los brazos para alcanzar el presente llevado por su padre— ¿Al fin me compraron la pintura que vimos en la galería el día de mi cumpleaños? —sus ojos mostraron un brillo de esperanza.

—Todo a su tiempo, querido.

—Mei, no le des ilusiones al chico —el hombre dejó una gran caja frente a su hijo, estaba envuelta en papel rojo y rodeada con un moño dorado. Se tambaleaba un poco—. Feliz navidad, Takanori.

El mencionado retiró la cubierta con curiosidad al notar movimiento en la caja. Con algo de nervios miró el interior y casi sintió su corazón detenerse al irse de espaldas contra el árbol con una pequeña bola de pelos regando baba en su cara.

—Vaya que es lindo —rió con gracia la madre de Takanori, se levantó de su asiento y retiró un cachorro con pelaje en tonalidades marrón, grandes orejas y muy contento de recibir a su nuevo dueño.

—¿Qué clase de monstruosidad es esa? —exclamó en cuanto pudo incorporarse y quitar con desesperación los restos de saliva por su mandíbula.

—Se llama Reina y es tu nueva mascota

—¿Mascota? ¿Un perro? ¡Yo jamás quise un animal aquí!

—¡Takanori! —por primera vez su madre alzo la voz—, tienes que aprender a hacerte responsable y preocuparte por algo más que no seas tú mismo —dio unos pasos al frente y, a la fuerza, puso al cachorrito entre los brazos del joven—. Hijo, es una compañía, nunca quieres salir ni relacionarte con los hijos de nuestros conocidos, por favor, al menos da un pequeño esfuerzo y cuida de esta pequeña.

—A demás, cuando eras pequeño, no había día en que no exigieras un perro

—Eso es diferente —Takanori dio media vuelta sosteniendo a Reina contra su pecho—, he crecido y por lo mismo no me llama querer establecer lazos externos a mi familia. Si les preocupa que me vuelva solitario lo comprendo, pero no quería hacerme cargo de… un animal.

—Hijo…

—Aun así, supongo que no puedo librarme de esta —sonrío y acarició ligeramente las largas orejas de su nueva perrita— al menos no pasaré frío en mi habitación solo esta noche.

Ambos padres e hijo rieron acompañados por los animados ladridos de Reina. Takanori no pudo evitar reprimir el disgusto inicial al mirar los redondos y grandes ojos de aquella Cocker Spaniel bellamente acurrucada en él.

Ya estando en la oscuridad de su habitación, se recargó contra uno de los mástiles que rodeaban su cama, dejó salir un gran suspiro. Un pequeño escalofrió recorrió su espalda. Continuaba sosteniendo a Reina y cuando la dejó sobre el colchón sintió frío en el área donde había estado momentos antes, inconscientemente sonrío al ver al animalito dormir plácidamente a centímetros de las grandes almohadas ante su cabecera. Fijó su vista en la ventana que parecía tener cristales incrustados debido a la baja temperatura y procedió a cerrar las cortinas, desatando las cuerdas en medio de cada una, acomodó perfectamente ambas telas vigíe.

Una vez con su ropa de fiesta en una esquina para lavar al día siguiente y una gran bata puesta, se dejó caer sobre la cama, olvidando a Reina la cual soltó un pequeño quejido al ser aplastada por su dueño

— ¡Reina! —se exaltó al escuchar la queja de la perrita—. Mierda, ¿estás bien? —tontamente esperó una respuesta por algunos segundos—. Ah, soy pésimo —acogió a reina de nuevo en sus brazos y se acomodó entre las sabanas, abrazado a ella—. Prometo ser buen dueño.

La perrita pareció alegrada ante sus palabras ya que lamió un par de veces el mentón de Takanori y movió el rabo animadamente.

—Feliz navidad, Reina.

Desde la llegada de Reina el joven Takanori parecía salir más de su casa, inclusive había hecho un par de amigos en las residencias vecinas ya que su perrita se llevaba muy bien con las mascotas que ambos chicos. Pero seguía estando algo distante a las relaciones, no asistía a reuniones ni eventos familiares, aunque fuera fiesta por parte de sus “amigos” se reusaba.

Continuaba el invierno y bajo el techo de la casa de uno de sus amigos, Takanori discutía una resiente situación familiar que había notado en casa y lo tenía algo inquieto.

—Entonces… ¿creen que está embarazada?

—Es lo más probable, deberías estar feliz —respondió Aoi, uno de sus amigos, acariciando la cabeza de Reina—, tendrás un hermanito.

—O una hermana —interrumpió Kai—. Te hará compañía.

—Se supone que para eso tengo a Reina —Takanori colocó la correa en el collar de su perrita y la dejó sobre el jardín, se levantó del escalón y sacudió su pantalón—, nada ni nadie la va a reemplazar.

—Tal vez no a ella, pero a ti sí —añadió un extraño parado frente la acera.

Aquel comentario hizo que el trio de amigos voltearan algo confundidos y Takanori, aun analizando lo que había escuchado, mostró cara de disgusto al notar la pinta que cargaba el individuo.

—Disculpa, esta es una conversación pri-va-da —lo miró de pies a cabeza y su tono era agrio—, que yo recuerde no he invitado a alguien para formar parte de este dialogo, mucho menos una persona… como tú —sentenció, dando media vuelta hacia sus compañeros y agradeciendo por haberle dado parte de su tiempo para resolverle las dudas que tenía.

—¡Hey, bombón! Pero que temperamento tienes —quien no había sido bien recibido se atrevió a dar unos pasos para incorporarse al área donde se hallaban los otros tres, con una peculiar y pícara sonrisa—. Aunque lo entiendo, no he mostrado muy buenos modales —llevó una mano a su pecho, fingiendo sentirse apenado—, pero no les mentiré, el tema del que hablaban me llama mucho la atención.

Lo observaron mejor de cerca: un chico alto y muy delgado, entre 20 y 22 años. Vestía un pantalón café algo desgastado, una camiseta blanca percudida del cuello con las mangas dobladas hasta el codo, zapatos negros cubiertos con una ligera capa de tierra, su cabello estaba teñido de rubio en la mitad izquierda y negro lo restante por el lado derecho y llevaba una peculiar banda de tela sobre su nariz dándole un aspecto algo curioso. En su mano sostenía una correa de la que no se habían percatado, amarrada al cuello de un perro gris muy energético que lo acompañaba a su lado.

Takanori inmediatamente alzo a Reina y la subió entre sus brazos, exclamando con disgusto:

—¡Saca ese saco de pulgas, lejos de aquí! Tú y tu perro vagabundo no pueden entrar.

—Ruki —Aoi, el pelinegro alto a su lado trató de calmarlo—, no te pongas así con este tipo de gente, no sabemos cómo va a reaccionar.

—Hablas de mi como si fuera una especie de salvaje.

—¿Acaso no lo eres? Largo antes de que llame a la policía, ¿qué tal si intentas robarnos? —volvió a reprochar sin dejar de hacerse para atrás.

—Me llamo Akira, pero pueden decirme Reita —extendió su mano para saludar pero solo fue ignorado con total indiferencia—, y me pareció algo divertida su plática con respecto a lo del bebé.

— ¿Nos espiabas?

—No, mi amigo —señaló a su perro—, parecía estar persiguiendo algo desde la otra calle, cuando llegué aquí lo descubrí mirando aquella belleza —dirigió su mirada al escalón donde Takanori se había vuelto a subir.

—Que desagradable —murmuró al sentir la mirada de Akira sobre él.

—Me refería a la perrita, no a una zorra

—Serás vulgar y corriente.

—Hey, hey, por favor cálmense. No me parece que fueran malas tus intenciones —El chico llamado Kai, se acercó a Akira poniéndose entre él y su amigo Aoi— pero… ¿Reita, cierto? —¿éste asintió—. Llegaste en un momento muy tenso, Ruki no es demasiado afecto a los extraños.

—¿Ruki es aquel chiquillo? —Reita señaló al pequeño que miraba.

—Takanori Matsumoto para ti.

Kai rodó los ojos y convenció al nuevo chico que los dejara solos, ya que su amigo no cooperaría con hacerlo bienvenido por aquel lugar. Reita entendió, en realidad sólo quería matar tiempo distrayéndose en ese lugar nuevo y de esa forma no había sido tan mala, al menos se cruzó con alguien que le llama la atención.

—Está bien —se dio vuelta y caminó aun sosteniendo la cuerda con su perro a un lado—, pero algo puedo decirte, Takanori —miró sobre su hombro y pudo notar la expresión de malhumor en el rostro del mencionado—, si él ve algo que le gusta… no lo dejara ir.

Al llegar de nuevo a la reja con barrotes de metal en la entrada, sacó de su bolsillo una cajetilla de cigarrillos y encendió uno, colocándolo entre sus labios dando la primera calada y siguió con su camino, saliendo de la vista de los tres que había dejado atrás en aquel patio trasero.

—Creo que tenemos un nuevo amigo —comentó Kai, luciendo una sonrisa.

—Ja’ vagabundo, vulgar y altanero —Ruki bajó por fin a Reina y dio vuelta en dirección a su casa—. No pretendo mezclarme con ese tipo de gente.

—Pero quizá él si busca mezclarse contigo.

A Ruki se le erizó la piel sólo de escuchar aquello, no dijo nada más y caminó agitando su mano en señal de despedida.

—Mi amada Reina junto a ese perro —dramatizó al entrar a su habitación, quitándose el sombrero que llevaba—. Yo con ese patán… Ni en los peores cuentos de hadas.

Pasaban días, semanas y ya habían transcurrido dos meses desde aquel desagradable incidente con el tal Akira. Takanori agradecía al cielo por no haber vuelto a cruzarse con ese individuo, hasta aquel terrible día.

Era viernes por la mañana y usualmente sacaba a Reina para un paseo matutino antes de tener que ir a clases privadas con un profesor elegido por sus padres desde que él tenía seis años.

—Reina, bebé —llamó bajando las escaleras—, es hora de salir a estirar las piernas.

—Taka, ¿ya te vas, hijo? —preguntó su madre, que estaba sentada en una mecedora al otro lado de la sala.

—Sí madre, llevaré a Reina conmigo también a comprar en la nueva tienda que abrieron en el centro —respondió mientras le colocaba la fina correa de cuero sobre el pelaje castaño a su perrita—. Estaré a tiempo para la clase de hoy.

—Descuida, tu padre marcó hace rato, dijo que el Sr. William estará fuera unos días; enfermó y necesita reposo.

Takanori se detuvo antes de salir, el Sr. William era ya alguien de edad avanzada así que no le sorprendía que eso sucediera, pero el pensamiento fugaz de que quizá no le quedara mucho tiempo como su guía en la educación profesional lo ponía triste.

—Dile a Mery —su sirvienta—, que le lleve un regalo de mi parte —salió con Reina tras él, sacando la lengua y andando tan alegre como siempre.

Ya había recorrido toda la manzana y no puedo ver a alguien fuera, iba entrando la tarde, así que aprovechó para encaminarse a la nueva tienda que había mencionado.

—Tal vez todo mundo esté en el centro viendo la línea de primavera.

—Sí, ya sabes, estas épocas son de consumismo —habló una voz a su espalda—. Hola, Ruki.

El mencionado se giró y pudo ver a quien casi le hacía sacar canas verdes por el disgusto: Akira.

—¿Qué haces aquí? ¿Vagando?  

—Así es, después de todo soy un vagabundo.

—Vulgar, sucio e impertinente vagabundo —empleó un tono de disgusto que habría amargado y desagradado a cualquiera, menos a Reita quien únicamente reía mientras escuchaba como eras insultado—. ¿Por qué te ríes, te parezco gracioso?

—Bastante —llevó sus manos detrás de su nuca y exhaló un poco de aire, mirando las ramas del arbolo que había sobre Ruki—, pero es entretenido, ¿sabes? Hace mucho que alguien no me agradaba tanto —dio unos pasos y se colocó junto a Ruki, mirándolo hacia abajo—. Eres alguien muy curioso, Takanori

—Piérdete, vago.

—Me llamo Akira.

—Lo sé —contestó con una sonrisa y andando al frente—, pero no me importa, para mi eres un vago.

—Entonces… ¿tú serias mi dama? —preguntó recordando un antiguo cuento de Disney.

Ruki se paró en seco y alzó la cabeza para encontrarse con los ojos de Reita y una sonrisa que no hacía nada más que parecer más arrógate.

—Mira, Akira, yo soy dama de nadie, no tengo un coño de dama por ningún lado y aunque así fuera, ni siquiera por todo el dinero que me ofrecieran sería algo tuyo.

—Calma, bombón,

—¡No me llames así!

—Okey Takanori, calma, no era para que te lo tomaras tan en serio —metió sus manos a la sudadera que portaba y encogió su cuello, escondiendo la mitad de su cara en la parte sobresaliente de su sudadera—, sólo quería bromear un rato.

—Pues búscate alguien de tu calaña para esos jueguitos.

No sabía porque, pero eso fue lo último que pronuncio Takanori, ni siquiera le había gritado que se alejara o algo parecido, sólo que no hiciera comentarios infantiles.

Reita miraba hacia debajo de vez en cuando, la cabeza de Ruki le llagaba al hombro y con el abrigo que llevaba encima le parecía muy curioso. Había ido a aquel lugar dos semanas después de que lo viera por primera vez y cada tres días observó a Ruki paseando a su perrita por todo el vecindario, como había mencionado antes, le llamó mucho la atención alguien como él, anteriormente se había topado con engeridos riquillos, pero Ruki, a sus ojos, era un niño malhumorado que necesitaba amigos y salir de su mansión para explorar un poco, y tal vez era él quien lo sacaría de su aburrimiento.

—Oye —Ruki golpeó el costado de Reita con el codo—. ¿Qué haces aquí? No me respondiste.

—Ah, sí… sólo daba un paseo —desvió su mirada a las flores que caían sobre la acera.

—¿Por qué no te vas ahora a seguir tu paseo por otro lado?

—Porque no tengo a nadie con quien compartir el camino.

—¿Crees que a mí me importa? —se detuvo y miró de nuevo a Reita—. Yo no quiero compartir mi camino contigo.

—No seas envidioso —apartó al pequeño frente a él y jaló de su maga—, es lo único que no te cuesta y puedes compartir con los demás.

—Es tiempo y el tiempo vale oro.

—Es compañía y tu soledad pesa más que todo el oro que podrías tener — lo vio directamente a los ojos, agachándose un poco para quedar a su altura—. Es todo lo que te puedo dar.

De nuevo se quedó callado y continuó caminando junto a Reita, quien supo esconder su enorme sonrisa de nuevo bajo su gran prenda.

Había ido a dar una vuelta más en compañía de Reita y él comenzó a agradarle después de todo, era alguien muy entretenido.

Quedaron de verse, al ser Ruki casi hostigado por Reita para que aceptara salir de nuevo a distraerse.

—No te arrepentirás —le aseguró el semi−rubio.

—Más te vale, vago.

—Te llevare a vagar conmigo

Cuando llegó el día en que se reencontraron, ambos llevaban a sus perros a cada lado, parecía que el perro de Akira, irónicamente llamado “Tramp”, tenía una fijación especial por Reina y eso, al inicio, disgustaba mucho a Ruki. Con el tiempo y las salidas recurrentes se fue acostumbrando a la cercanía de los caninos y aceptar que Reina también parecía gustarle Tramp.

—Te lo dije, él es un casanova.

—Estas advertido Akira, si tu perro lastima a mi Reina yo mismo lo castro.

—Oye, no hace falta que seas tan severo, entre perros no existe infidelidades —se soltó a carcajadas mientras acariciaba la cabeza de su perro.

—Reina no es cualquier perro mugroso de la calle, es una delicada criatura que merece respeto.

—Y Tramp se lo dará, ¿no es así, campeón? —el perro respondió con un ladrido y agito la cola—. Ahora relájate y sigamos en el camino.

Los paseos eran cada vez más frecuentes y comenzaron a dejar los perros solos en el patio de Takanori ya que ahora frecuentaban lugares donde no podían llevarlos: el cine, restaurantes tiendas, etc. El tiempo iba volando para los dos y cuando menos se daban cuanta anochecía al haber pasado un gran día más para aquel par.

Entre caminatas, juegos o visitas a algún lugar de exhibición se contaban cosas para conocerse mejor. Akira le contó a Ruki como fue que llegó a ese país con su mejor amigo y su familia, los trabajos que tenía en diferentes lugares y lo mucho que le gustaba andar por la vida vagando. Muchas anécdotas iban y venían en el transcurso del día y Ruki quedaba incrédulo a la mayoría de las cosas que le narraba, en el fondo deseaba tener la motivación para salir y explorar el mundo y llenar su vida con situaciones que hicieran su existencia más interesante, como la de Reita.

Hubo veces en las que Reita llevaba a Ruki al apartamento donde vivía, pensó que estaría en condiciones deplorables, pero era acogedor, nada extravagante, pero bonito de cierto modo. Lo único que siempre reprochaba era tener que subir muchas escaleras ya que el elevador no funcionaba; le mostro fotografías de sus padres, quienes habían muerto años atrás, antes de dejar su país natal.

—Mi padre siempre me decía” hay un mundo allá afuera por recorrer, tienes mucha vida así que aprovéchala y explora lo que yo nunca pude conocer” —miró la fotografía que sostenía en sus manos, sentado junto a Ruki en el living, un suspiro muy largo se le escapó—. Nunca pude llevarlos conmigo.

—Yo creo que ellos están felices —la vibra que percibía Ruki no era para nada agradable, pero sentía que debía decir algo para animar a Reita—, y muy orgullosos de ti, sea donde quiera que estén.

—Sí… eso creo —se levantó y dejó el retrato sobre la repisa frente a ellos—. Bueno, se está haciendo tarde.

—A decir verdad, ya es bastante tarde —Ruki miró su celular, marca las 11:00 pm.

—Ah Ruki, lamento decirte esto, pero… mejor ven y mira.

El menor se levantó del sillón y observó por la ventana, estaba comenzando a llover.

—Maldigo el otoño, maldigo no saber conducir.

—Bendigo no tener auto —añadió Reita con felicidad.

—¿Qué?

—Nada, nada en lo absoluto —cerró la cortina que dejaba ver la calle desde el quinto piso donde se encontraban y se encaminó a su habitación—. Parece que dormirás aquí.

—Mis padres van a matarme —Ruki comenzó a hiperventilarse.

—Exageras, si ellos están más que felices porque al fin tienes un amigo, me aman.

—Y por eso pienso que están locos.

—Oh ya cálmate, estas mayorcito como para preocuparte si llegas o no a casa, sólo por esta noche, avísales por mensaje o llámales si quieres yo les explico, no creo que se disgusten.

—Con una condición…

—Eso me da miedo —lo vio algo serio y se acercó a Ruki sin apartar los ojos de él—, ¿cuál?

—Que me digas el por qué decidiste acercarte a mí.

—Eso suena muy arrogante, se supone que ese es mi papel.

—¿De qué otra forma podría decirlo? A demás, así es, tú te querías acercar a mí.

—Y aun pretendo eso.

—¡Ja! Lo sabía —miró a Reita hacia arriba, dando golpecitos con su dedo índice en el pecho de éste—, pero no lograras llegar a este frio y oscuro ser —fingió una risa malvada.

—Amo cuando haces eso —se sinceró Akira.

—¿Amas? ¿Qué cosa? Repítelo.

—Amo verte hacer estupideces —soltó una pequeña carcajada—, es muy raro y aprecio esos momentos, sabía que eras alguien a veces muy neutral, con la mente cerrada y nada animado a convivir con el exterior, pero ahora que estas frente a mí, después de haber pasado meses compartiendo el camino, me doy cuenta que no me equivoqué desde el inicio. Eres divertido, ocurrente y muy interesante. Desde la primera vez que te vi supe que “aquel ser impenetrable” podía tener algo bajo esa apariencia y albergar a un chico con ganas de acompañarme a explorar lo que me falta y ser complemento que he buscado en lo poco del mundo que ya recorrí.

Ruki mantenía su mano sobre el pecho de Reita y miraba hacia abajo, analizando lo que había escuchado

—Es por eso… es el motivo por el cual me acerque a ti, ahora ¿vamos a dormir o quieres que te siga contando más historias?

Continuaba el silencio, no obtuvo respuesta así que alejó la mano de Ruki y fue a preparar la habitación extra que tenía.

—Quiero escucharlo todo de ti —habló Ruki antes de que Reita cruzara la puerta—. Cuéntame más del mundo y termina de convencerme de vagar por ahí contigo.

Reita nunca había sonreído tanto en su vida. Cerró los ojos por un momento y entró a la habitación, Ruki seguía parado en el living esperando a que algo pasara y cuando estaba a punto de seguir y entrar también al cuarto, Reita salió con unas cobijas, almohadas y un gran oso de peluche entre sus brazos.

—Esta noche te espera una larga parte de mi convencimiento para que ahora veas el mundo aún más interesante.

—¿Para eso necesitas al oso de peluche? —señaló el gran oso mientras reía.

—No lo molestes, tiene sentimientos y se llama Sr. Oso.

—Wooo me sorprende tu creatividad —ironizó.

Dejaron de lado al Sr. Oso y prosiguieron a acomodar los dos sillones y mesa de centro en una esquina para dejar libre la mayor parte del living, sacaron unas colchonetas y las cubrieron con unas mantas, acomodaron almohadas y se recostaron mirando el blanco techo.

—Esto me hace recordar cuando salía a ver las estrellas con Shima, mi mejor amigo.

—¿Es una de tus historias?

—No, pero solo quería mencionar el recuerdo —cerró sus ojos—. Ahora guardaré este instante, como uno muy especial.

La noche siguió y por eso de la 1:00 am Reita comenzó a contarle unas aventuras que había tenido junto a su mejor amigo. Lo tenía bastante entretenido, pero toda esa diversión tuvo que terminar cuando ambos no paraban de bostezar, Reita entre cada palabra que decía. Cayeron dormidos alrededor de las 6:00 am y Ruki roncaba muy cerca del oído de su amigo, pero ni siquiera eso logró despertarlo.

Habían pasado otros días en casa de Reita y también en la de Ruki, a veces se turnaban después de su paseo. Se convirtió en su estilo de vida.

Reita miraba el extenso cielo cubierto de estrellas fuera de la casa de acampar que habían puesto en el patio trasero de la casa de Ruki, era una noche particularmente hermosa y había escuchado que justamente a las 3:00 am una lluvia de estrellas fugaces se podría ver así que no lo dejaría pasar, esas oportunidades se daban muy poco. Una estrella rápida paso seguida de otra, una más hasta que fueron más y más en una lluvia celestial, Reita contemplaba asombrado.

—Encontrar mi camino, pertenecer a alguien.

Fue su deseo, lo susurró con mucho, mucho cuidado y anhelo. Lo pidió a aquella lluvia de estrellas, sin darse cuenta de que Ruki se hallaba despierto y pudo escuchar, a escondidas, su preciado deseo.

—Que Reita encuentre su camino… —en ese instante. Ruki fue quien habló en voz baja mientras se volvía a recostar—, él lo merece.

Reita entró de nuevo a la tienda y vio al pequeño dormido, se metió en su saco de dormir y cerró los ojos con una sonrisa que un deseo que lo mantenía esperanzado.

 

 

Ya era finales de noviembre y el frío era más intenso, las caminatas años anteriores habían sido suspendidas ya que Ruki no era muy afecto a exponerse a esa temperatura, pero desde que quedaba con Reita para ir a caminar por la plaza principal el día que lo encontró de paseo con Reina, ya no podía cancelarlos, era su compañía y estar con él le causaba una alegría que no había experimentado antes. Mucha más aquellos últimos días.

—¡Hola! —saludó Akira con entusiasmo a través de la reja trasera.

—Buenos días —el tono de Ruki seguía siendo cortante—. No tienes que ser tan escandaloso, ni siquiera Reina hace tanto ruido —se dio la vuelta y cerró el portón, guardando las laves en el bolsillo de su pantalón.

Ruki Abrió la sombrilla negra que cargaba en un brazo y la extendió sobre ambos

—Mi padre llamó, dijo que por allá ya está nevando.

Los padres de Ruki habían salido por las fiestas de noche buena y Navidad para festejar con su familia y la nueva integrante de los Matsumoto. Ruki no asistía a esas reuniones y mucho menos en ese momento que tenía a Akira para compartir el tiempo.

—Y no se equivoca —Reita tomó el mango de la sombrilla, cubriendo también la mano de Ruki bajo la suya—, espero estés bien abrigado.

Akira tenía muchas ventajas sobre Takanori y una de las que más le fastidiaban al menor era el poder dejarlo sin argumentos, ya fuera con una acción o palabra, Ruki a veces no podía seguir, sólo callaba y miraba al frente.

En ese instante, se limitó a deslizar su mano de entre la de Reita, cruzándose de brazos.

—Sí. Hace frío.

La nieve comenzó a caer cuando habían recorrido una cuadra, eran pequeños copos y Ruki no quería que le cayera alguno encima así que se hizo más al centro para no quedar fuera de la sombrilla. Chocó con el costado de Reita, éste pasó su brazo libre por los hombros de Ruki y lo pegó a él, abrazándolo.

—Disimula un poco más —comento Akira.

—¿Ah?

—Si quieres acercarte a mí solo hazlo —de nuevo el Akira arrogante que Ruki detestaba.

—Dejaras de ser idiota —empezó a jalonearse, intentando que Reita lo dejara— ¡suéltame!

—Quieta, damita —colocó su otro brazo, aún con la sombrilla, por la espalda de Ruki, juntándolos más. La cara de Ruki había quedado frente al pecho de Reita quien lo tenía bien sujeto—, no te pongas rebelde, sólo estaba jugando.

—Ya te había dicho que esos juegos no me gustan —giró su cabeza mirando al costado de la calle—. Y no me llames “damita”.

Las mejillas de Ruki se comenzaban a calentar y quería creer que era debido a que llevaba tres suéteres debajo, pero al sentir que Akira lo apretaba más contra su cuerpo hizo que su cara se pusiera toda roja al chocar con su pecho e inhalar el perfume que, jamás se dio cuenta, Akira portaba; olía bastante bien y quiso quedarse así un poco más… sólo para no sentir frío, únicamente por eso.

Sentados en una banca de la plaza, Reita sostenía unas ocho bolsas enormes, sin contar las que había en el piso, que contenían cuanta cosa Ruki quiso comprar en las tiendas.

—¿Estás seguro de que no había de otro color? —Ruki estaba empeñado en que el suéter de angora gris estaba también el rojo.

—No Ruki, solo había verde, gris y negro.

—No es justo —cruzó sus brazos y se dejó ir sobre la banca haciendo un gracioso puchero con los labios—, yo lo quería rojo —Reita no paraba de reír—. ¿Te parece gracioso?

—Creo que ya había contestado a esa pregunta anteriormente —recordó el primer día que “conversaron” formalmente—. Me pareces bastante gracioso… y tierno.

Ruki no escuchaba, sólo frotaba su cabeza buscando como calmar ese deseo caprichoso por un suéter.

—Tengo una idea —comentó Akira.

—¿Ahora qué?

—En compensación a que no pudiste encontrar lo que buscabas —tomó las bolsas que le habían sido encargadas—, te invito a cenar.

—No gracias, no quiero hamburguesas.

—Idiota —le pegó con una bolsa sobre su brazo—. Comida Italiana, me habías dicho que te gusta mucho.

—Humm… cierto.

—¿Entonces?

—¿Es buena?

—¿Bromeas? Es la mejor del mundo

Ruki cargó el resto de las compras y fue junto a Reita.

—Te lo juro Akira, si no es una buena cena, te haré llevarme a Italia por una pizza.

—Si es contigo incluso te llevaría a Francia a comer crepas.

En silencio, jaló la mano de Akira para que se diera la vuelta, pero quedó enredado con sus dedos; Reita no lo soltó.

—Sé que amarías vagar conmigo.

En la entrada de un restaurante italiano, Ruki no paraba de examinar la puerta como si fuera una persona.

—Vamos, no seas quisquilloso y entra — Reita lo empujó y jaló la manija para que se abriera la entrada—. Las damas primero.

—Púdrete —sonrió y dio un paso mirando el tapete de bienvenida.

El barrio donde estaba situado dicho lugar no era del todo malo, claro que no se parecía a los ambientes que solía frecuentar Ruki, pero podía tolerarlo. Se veía limpio y adentro se sentía cálido. En el centro de una pared, la chimenea estaba encendida y por el resto del lugar varias mesas de madera con cuatro sillas cada una y un mantel de cuadros rojos con blanco, cubría su superficie bellamente adornado con flores de la época y velas.

—¡Akira, bambino! Hace mucho que no te veíamos por acá.

—Tony, un gusto de nuevo, ya los extrañaba.

—Y nosotros a ti muchacho.

Ruki admiraba la escena desde la mesa que había elegido para cenar, notó que Reita conocía a los dueños del lugar por su amable plática, en cuanto entró su amigo, aquel hombre fue hacia él abrazándolo animadamente.

—Tony, quiero presentarte a alguien.

Reita camino hasta la mesa donde Ruki decidió sentarse, estaba de espaldas así que no lo vio venir; jugaba con una de las rosas en el florero. Akira puso su mano sobre el hombro de Ruki y dio un ligero apretón.

—Se llama Ru…

—Takanori — interrumpió antes de que mencionara su apodo.

—Sí, Takanori Matsumoto

—¡Por todas las pastas, Akira! ¿Qué haces tú juntándote con los Matsumoto? —su comentario pareció incomodar un poco a Ruki ya que se había tensado.

—Es… un amigo.

—Pero, Suzuki —susurró el italiano para que sólo ellos dos escucharan—, esta familia es muy especial. No andas tramando algo malo, ¿verdad?

—Tony… pensé que me conocías. Nos llevamos muy bien, por esta vez no tomes en cuenta de dónde venimos cada uno, sólo tráenos lo mejor de la carta para esta época —guiñó un ojo y bajó su mano hasta la muñeca de Ruki—. Que la noche de hoy sea especial.

Tony no dijo nada más, sonrió avergonzado por haberse alterado ante el muchacho que conocía ya hace años. Fue directo a la cocina y con su acento italiano bien marcado dio la orden de los platillos para seguir atendiendo el resto de la gente.

—Sabía que le disgustaría mi presencia a los demás —comento Ruki, acomodando su sombrero entre las piernas—. Usualmente hacen ese tipo de comentarios cuando salgo a comer a algún restaurante.

—¿Cómo?

— Creen que soy una clase de hombre malvado que aventara los platillos por algún mínimo disgusto que tenga.

—¿No es así? —Reita lo miró divertido, Ruki seguía serio—. Eres caprichoso, pero no creo que asesines a alguien por no cocinar bien tu filete —extendió su mano y agarró la rosa con la que Ruki seguía jugando—. Estás conmigo y no permitiré que mates al cocinero.

—No bromees.

—No lo hago —la sonrisa en su cara decía otra cosa—. Coqueteo, sólo flirteo un poco.

—Eres pésimo —sentenció Takanori.

—Enséñame.

—¿Qué cosa?

—A coquetear, ¿cómo lo harías tú?

—Ah, no… no sé.

— ¿Jamás lo has hecho? —Ruki negó con la cabeza—. Entonces no puedes decir que soy pésimo.

—Claro que sí, un intento de coqueteo así a cualquiera le parecería patético.

—Uh, eso me dolió.

—Me alegro.

—Bueno, al menos mi dolor te alegra la vida.

Ambos rieron mientras Reita no paraba de intentar “coquetear” para demostrarle a Ruki que podía hacerlo mejor de lo que creía, demasiado.

—Entonces toma su mano así —Ruki dirigió ambas palmas al centro de la mesa y acaricio con el pulgar la parte externa de la mano de Reita—, y comienzas a entrelazar los dedos…

—¿Así? —Reita coló sus falanges entre los espacios de la mano de Ruki, pensó que le quedaría más pequeña, pero encajaba perfectamente.

—Sí, de esa forma…

—¿Y luego?

—No sé, jamás había hecho algo más con un apersona, las únicas chicas con las que he salido me limito a tomarlas de la mano.

—Y eso es tu gran coqueteo.

—Nunca escuche que se quejaran.

—No me estoy quejando, estoy feliz.

Ruki iba a contestarle algo, pero un gran plato se interpuso en el medio; su comida ya estaba lista y Tony ya se encontraba poniendo los platos correspondientes.

—Buen provecho.

—Gracias —contestaron al unísono, soltando sus manos.

Espagueti a la boloñesa era la especialidad de la casa, en un inicio, a Ruki se le hizo algo muy simple, pero en cuanto dio el primer bocado quedó fascinado por el sabor y textura de la pasta: la salsa era tan natural que la sentía fresca en su boca, los fideos estaban muy bien cocidos y calientes y la carne exquisita, no ocultó su expresión de satisfacción.

—Sabía que no defraudarían —Akira sorbió un fideo, dejando un poco de salsa en la comisura de sus labios.

—Esta delicioso.

—Por eso te traje aquí, es mi lugar favorito para comer, una joya, ¿no es así?

—Deja de hablar mientras comes, ten modales en la mesa.

—Uy, lo siento madre.

—Akira —lo miró mientras dejaba su tenedor sobre el plato—, hablo en serio.

—Que amenazador.

—Me estas enojando.

—Ya, ya está bien —volvió su vista al platillo—, no arruinemos esto.

Continuaron degustando hasta que casi acababan con toda la ración que Tony les sabía llevado, cuando Akira interrumpió la segunda porción de Ruki. 

—Espera, tengo una idea.

—No empieces con tus juegos de niños.

—Ah sí, voy a empezar — Reita tomó uno de los paños sobrantes que estaban junto a él, se levantó y se colocó atrás de Ruki—. Ya que eres un niño tan mimado — Ruki le dio un codazo— ¡Oye, dolió! Pero bueno, como te decía, para no romper con ese tú tan… malcriado, yo te daré de comer.

—No soy un bebé, Akira, puedo comer yo solo. Siéntate y déjate de esto.

—Shh ya, déjame hacerlo sólo esta vez, por favor —Ruki asintió después de un rato.

Akira extendió el paño y lo dobló a la mitad, lo puso frente a los ojos de Ruki y logró ajustarlo cubriendo su vista, amarrándolo bajo su cabello castaño.

—Esta es una de las condiciones, confía en mí, ¿bien?

—No tengo de otra.

Reita acercó el plato de espagueti y dio vuelta al tenedor sobre la montaña de fideos, indicó a Ruki que abriera su boca y éste lo hizo. Por primera vez había visto con tanto detenimiento sus labios; eran muy carnosos y rosados, añadiendo que él usaba brillo para hidratarlos. Le parecían bastante atrayentes.

Acercó la pasta a su boca y masticó hasta tragarlo, Reita no quitó su mano del mentón de Ruki, acariciaba ligeramente su mejilla con el dedo índice y notó que un rubor comenzaba a aparecer bajo el paño que colocó en sus ojos. De momento, Ruki no alcanzó a masticar todo y un fideo quedó colgando de su boca y balanceándose bajo su barbilla.

—Qué descuidado, a ver te ayudare.

Estaba a punto de enrollar el fideo con el tenedor, pero algo muy loco, desquiciado y depravado quizá, cruzó por la mente de Akira y no pudo evitar llevarlo a cabo: Tomó la pasta con su mano y la llevó a su propia boca, Ruki al sentir que el fideo se alzaba lo siguió comiendo, avanzando con sus labios cada vez más cerca al rostro de Akira, y cuando ya estaba finalizando, Takanori sintió algo raro moviéndose sobre su boca y tardó un par de segundos en asimilarlo. El nudo que ataba el paño en sus ojos fue deshecho y cuando abrió los ojos vio a Reita inclinado sobre la mesa a centímetros de su cara y sus labios unidos por un milímetro de fideo que fue absorbido por Reita.

Akira pasó su mano por la nuca de Ruki y lo beso, no duró mucho, sólo otros segundos más y él mismo se echó para atrás, mirando a Ruki que parecía haberse convertido en piedra; no parpadeaba ni hablaba, incluso parecía que no respiraba.

—Perdón, en serio lo lamento… —comenzó a disculparse Akira.

—¿Por qué lo hiciste?

—No sé, te vi, vi tus labios, el fideo —hablaba torpemente y no atinaba a lo que quería explicarle—. Perdóname, en serio lo siento…

—Por enésima vez, eres un idiota.

—Ya lo sé —escondió su cara entre sus manos para no ver a Takanori—. Vamos, ya te llevo a casa.

Se levantaron y Akira fue donde Tony para pagar la cuenta, agradeció por el servicio y alcanzo a Ruki con el resto de las bolsas.

El camino fue silencioso, ya estaba muy oscuro y la nieve había dejado de caer, pero unos bultos aún yacían en las calles. Caminaron separados, cada uno del lado de la acera, sin cruzar palabra.

Akira no dejaba de pensar que lo había arruinado todo por un tonto impulso que no pudo reprimir y tal vez era así, tal vez.

Takanori recordaba la sorpresa que sintió cuando notó que Reita lo besaba, ya no se engañó así mismo, lo hizo feliz.

Una vez frente a la casa de los Matsumoto, Reita aún se negaba a mirar a la cara a Ruki.

—¿Te ayudo a meter las cosas?

—Sí por favor, deja abro la puerta —Reita escuchó la cerradura zafarse, miró de reojo a Ruki, guardaba sus llaves— Listo, pasa.

Takanori limpió sus pies y dejó su abrigo en el perchero a su izquierda, Akira únicamente limpio sus pies, caminó hasta la sala y observó por milésima vez la vivienda: grande y rustica, en ese momento, sin saber por qué, deseó tener un hogar así; dejó las bolsas a un lado del primer sofá que vio y fue de vuelta a la puerta.

—Gracias, me divertí —habló Ruki.

—Me alegro bastante —Reita sonrió y esa vez sí miro al pequeño frente a él—. Me voy, en serio lamento arruinarlo —volvió a disculparse, apenado—, ojalá pases una linda navidad.

—Akira… ese fue mi primer beso.

El mencionado se quedó tieso antes de tocar en la puerta y salir corriendo de ahí, un escalofrío recorrió su espalda y sintió ganas de vomitar. Estaba debatiendo en su mente sobre qué decir, qué hacer mientras parecía ido con su vista perdida en la inmensidad de la alfombra roja que pisaba.

—Reita, sé que soy es clase de persona con la cual todo mundo suele tener cuidado, ya sabes… en cuanto a cómo tratarme y todos estos meses que has estado conmigo realmente te esforzaste demasiado para ganarte mi confianza, hasta mi amistad y… cariño —hizo una pausa.

Ruki no solía hacer comentarios de ese tipo, pero algo le decía que si no hablaba le sería quien mandaría todo por un tubo y perdería la oportunidad.

—Y… bueno, a lo que quiero llegar es que no tienes que afligirte por lo que paso hace rato —agachó la cabeza y apretó su puño para seguir con lo que tenía en su mente—. No te sientas mal por el beso, me gustó y si te arrepientes me haces sentir mal porque me haces creer que a ti no te agradó.

Takanori cubrió su boca lo más rápido que pudo, eso no quería que saliera, todo menos eso. Reita por fin volvió a mirarlo, con un brillo diferente en sus ojos, se acercó a él y lo tomó de los brazos.

—¿Qué acabas de decir?

—Lo que escuchaste

—Repítelo, anda…

—No, ya lo dije y es hora de que te vayas —por dentro no quería que se fuera, pero no encontraba otra manera de huir.

—¡Ah no! —sujetó sus muñecas y lo acorraló contra la columna que separaba sala principal y el recibidor—. Repítelo.

—No es momento de que te pongas altanero.

—No es momento de que me ocultes algo que me carcome internamente —le respondió con desesperación—. Por favor.

—Me gustó —Ruki desvió sus ojos al suelo, esquivando los de Reita desde arriba. Hizo de nuevo aquel curioso puchero—, me gustó el beso, pero me hizo sentir mal que a ti no.

—Y me dices idiota a mí —dejó caer su cabeza a un lado del cuello de Ruki, suspirando aliviado.

—Fue mi primer beso —repitió—, y me alegro que haya sido de alguien que me hace feliz…

—¿No estas bromeando?

—Detesto las bromas…

Ruki sintió algo húmedo sobre su piel, se asustó al inicio, pero cuando cayó en cuenta de que era Reita que repartía pequeños besos por su cuello únicamente hubo nervios invadiéndolo. Una vez más sus manos se unieron, Akira dibujaba círculos sobre la mano de Ruki y no dejaba de besar su cuello, subiendo por la mandíbula hasta llegar nuevamente a los labios regordetes de Ruki. Se detuvo y miró fijamente a Ruki, estaba a explotar de lo colorado que se puso y podía sentir como temblaba.

—Esta vez no quiero jugar —siguió inclinado, poniendo su frente sobre la de Ruki—, quiero darte todo de mí —le dio un corto beso, sólo rosando sus labios por unos segundos. Ruki cerró fuertemente los ojos y se tensó—, pero no sé si tú lo quieras.

—No, no lo quiero —fue más como un susurro, abrió los ojos y lo miro— lo necesito.

Uno, dos, tres besos cortos, se atrevió Akira a darle hasta que decidió tomarlo de la cadera y acercarlo a él, girando su cabeza y hundiéndose en sus labios para sentir el calor de su boca que hacia olvidar el frío invierno afuera. Alzó entre sus brazos el cuerpo tembloroso que tocaba y lo llevó hasta la sala, se sentó en uno de los sillones y colocó a Ruki sobre sus piernas, interrumpiendo por unos segundos el beso. En cuanto estuvo posicionado, Ruki se abalanzó a unir sus labios de nuevo, estrechando sus mejillas entre bajo sus manos, sonriendo de vez en vez, suspirando cuando se les acortaba el aire.

—Ruki, quiero que seas mío —pidió Akira, tomando su mano como lo había hecho en el restaurante—, sólo mío.

—Que envidioso eres, una vez me dijiste que era malo ser así.

—Eres tú, vales más que oro para mí. Es mi compañía, es todo lo que te puedo dar, cada segundo que paso contigo lo dedico a verte feliz. Eres mi tesoro, estar en tu compañía y no pienso compartir eso con nadie.

—Akira —a penas alcanzó a escucharse su débil voz—, quiero que me hagas feliz por siempre, quiero besarte todos los días, quiero vagar por el mundo contigo, quiero ser tuyo.

—Entonces… —se levantó, dejando a Ruki sentado sobre el sofá— esta noche te haré mío

Notas finales:

Esa fue mi adaptación de la dama y el vagabundo, hasta la próxima, gracias por leer. 

Att: AndyxRRRx


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