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Juguetes por mistdowner

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Notas del capitulo:

¡Hola! Aquí un nuevo fic. Será de pocos capítulos :'v Debido a que originalmente, iba a ser un One Shot. Como siempre, nunca nada sale como lo planeo (?)

 

En fin, espero les guste <3 

 

Los personajes no son de mi propiedad ni invención. Pertenecen a sus respectivos autores, y empresas, tanto Disney como Dreamworks. Solo los uso para desahogar mis ganas de escribir algo por el fandom <3 

Su vida no era de lo peor. Siempre se decía eso, alegre, allí desde el punto más alto que nadie podía tener, excepto él. No iba a quejarse. A decir verdad, llevaba tanto tiempo en aquel sitio, que ya hasta le tenía un cierto afecto. Aunque no iba a negarlo, de igual modo. A veces se sentía muy solo en lo alto de esa estantería. Después de todo, solo él estaba allí, escondido de la vista de los niños, cubierto de polvo, tan aburrido como podría estarlo cualquier juguete olvidado.

Se dio cuenta de que un nuevo día comenzaba, cuando aquel hombre mayor entró tan despacio como siempre, abriendo de a poco las persianas con suma lentitud, como si disfrutara de cada nuevo rayo de sol que nacía a lo lejos. Los empleados llegaron luego. La juguetería paulatinamente fue despertando, siendo acomodada, lustrada y ordenada para el deleite de todos los pequeños que quisieran llevarse un nuevo compañero de juegos. Suspiró. Había reconocido ese camión, detenido allí, justo en la entrada. Siempre llegaba muy temprano en la mañana con cajas y cajas de juguetes que no duraban ni dos días en las repisas. Como siempre. Se sentó. Nadie lo vería, como lo dictaba la costumbre. El ir y venir de las horas propagó el fuego de su aburrimiento. Al cabo de unas horas al fin las bandas y bandas de niños frenéticos y gritones llegaron, seguidos de padres dispuestos a pagar por varias muñecas. Los observó, tratando de imaginarse lo que sería tener a uno de ellos como amigo inseparable de aventuras. Luego desistió de seguir observando. Aquello solo lo hacía sentir aun más la soledad.

-“ ¡Mamá, quiero una Elsa!”- escuchaba chillar a las pequeñas. Esa tal muñeca sí que se había hecho famosa en las últimas temporadas. Ya hasta había perdido la cuenta de cuantos miles de cajas se habían descargado de ellas. Ni siquiera podía charlar con una, puesto que no duraban nada cerca suyo.

-“¡Anna!”- chillaba una pequeña en una esquina. Jack sintió algo de pena por la muñeca elegida. Los menores no siempre eran muy cuidadosos… Ah. ¿A quién engañaba? Solo tenía mucha envidia. Él igualmente quería ser comprado, y jugar al lado de un niño. Pero no era posible. Nadie lo quería. Nadie si quiera podía verlo o saber que existía. ¿Qué había hecho mal? De nuevo, se vio recordando la primera vez que abrió los ojos. Fue como…Simplemente comenzar a existir. Sin mucho drama ni complicaciones. Al principio se asustó. No sabía que hacía allí, encerrado entre plástico. Luego, por algún motivo, supo quien era.

                           “Jack Frost”

Ese era su nombre. Que nadie le preguntara como lo sabía. Solo era así, como si una voz susurrara en su interior. Con el pasar de los días en las repisas bajas, a manos de los niños, se dio cuenta de que era un juguete. No era algo tan difícil de descubrir luego de un poco de observación. Tampoco era malo ser un instrumento para la diversión. Él amaba la diversión. ¿Qué mejor que ser un compañero de aventuras de algún pequeño? Por muchos meses esperó animado, todos los días, que unas inquietas y pequeñas manos lo cogieran. Pero ese día nunca llegó. Con el pasar del tiempo, su empaque comenzó a llenarse de polvo, olvidado hasta el fondo. Hasta que el dueño, apiadándose de su situación, lo trasladó hasta ahora se encontraba: la repisa más alta. Nunca había caído en la cuenta de que existía algo como eso, hasta ese momento. Y allí quedó, inerte, olvidado, indeseado por todos, conocido por nadie. Eso no era justo. ¿Por qué a él? Según su criterio, tenía todo lo que necesitaba un buen juguete para cumplir su función. Estaba bien hecho, su cabello era resistente, su ropa estaba reforzada, su cuerpo podía moverse…Entonces, ¿por qué no podía tener a nadie que lo eligiera? No quería ser pesimista. Pero ya se había hecho la idea de que se quedaría en esa tonta repisa alta por mucho, pero mucho tiempo. Suspiró. Mejor que ser basura.

-“ ¿Van a traerlo pronto?” – escuchó hablar al viejo agradable, dueño de la tienda. Sí, a veces le gustaba escuchar a los adultos charlar sobre planes de ventas y nuevos juguetes. Que nadie lo juzgara. No tenía nada mejor que hacer.

-“Sí, señor. Desde el pedido de los fans, la empresa anunció el lanzamiento de unos pocos muñecos.”- mencionó el empleado, descargando las últimas cajas de juguetes de la camioneta. –“ Ya saben, hacen lo que pueden.”

-“Es entendible. Ahora que Frozen se volvió una locura entre los más pequeños…”

-“Sí, se rumorea que solo habrán unos… quinientos en todo el país. “

-“Por favor, consígueme uno. De seguro puedo venderlo.”

-“Así lo haré, señor”

Jack trató de entender la conversación lo más que pudo. Al fin luego de pensar profundamente, terminó de unir las ideas en su loca cabeza. Supuso que hacían referencia a un nuevo juguete que no tendría mucho éxito. ¿A qué empresa se le ocurriría competir contra Disney y sus famosas hermanas Elsa, y Anna? Se revolvió los cabellos. Suponía que dentro de unos días se enteraría de eso.

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Habían pasado, fácilmente, dos semanas desde que había escuchado esa conversación. Siendo sincero, ya había olvidado todo lo que refería a eso. Por eso se sorprendió cuando, esa mañana, divisó una caja especialmente envuelta, traída con cuidado en manos de aquel empleado. Recordaba pocas veces en las cuales el dueño de la juguetería hubiera estado tan feliz.

-“¡Gracias, gracias, joven! “- le escuchó decir. Jack sonrió. Le guardaba algo de cariño al pobre viejo, por lo cual no podía ser indiferente cuando éste se mostraba emocionado, como cualquier otro niño que pudiera llegar a buscar diversión a su tienda. Luego de charlas que no pudo escuchar, notó como el dueño entraba y, ansioso, rompía la caja, dando paso a un empaque de plástico adornado. Jack no podía estirar el cuello más para tratar de ver que rayos había dentro. Primero divisó colores oscuros. Luego…Una especie de reptil dibujado en lo alto de la caja. La espera porque el dueño terminara de sacar todo de su lugar, le añadió más desesperación a su impaciencia. Al fin, pudo ver su rostro: era un castaño, vestido de una manera muy extraña, con una espada que simulaba el fuego en la mano, sonriendo de una manera calmada. Jack enarcó una ceja. Nunca había visto a un tipo de juguete así. Estaba más acostumbrado a ver rubias y perfectas, o musculosos héroes con capas y automóviles… No un simple chico castaño con espada. Agudizó la vista.

-Hi….Hic…Hiccup…- murmuró.- ¿Hiccup?- repitió. Trató de buscar en su memoria algún indicio de aquel nombre. Pero no encontró nada. Era la primera vez que escuchaba que un muñeco se llamara así. ¿Qué tipo de nombre era ese? Ni siquiera sonaba bien. Como fuera…Hasta ese momento, terminó de recordar aquella charla dada hace algunas semanas. ¿Entonces él era el extraño juguete? Eso tenía sentido. Y sin duda cuadraba. Se emocionó. Hace mucho tiempo que no veía a un nuevo juguete. Obviamente, le hubiera gustado ir a saludar, sin embargo desde donde estaba, no tenía muchas posibilidades. Así que solo se contentó con verlo de lejos. Que suertudo. Ni bien el dueño terminó de observarlo, lo puso en la mejor repisa: aquella iluminada, solo guardada para los más perfectos y atractivos juguetes. Él nunca había estado allí. Y, por experiencia sacada de la pura observación, sabía que ningún juguete duraba allí más de dos días. Bufó. Al parecer no tendría oportunidad de hablarle. Bueno. Fue tonto de su parte siquiera pensar que podría llegar a ser su amigo.

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Esa misma noche, cuando las luces comenzaban a apagarse y el viejo dueño se despedía de todos los juguetes, pasó algo extraño. Jack ya estaba por dormir, de puro aburrimiento, cuando sintió un pequeño golpe. Era como si un pedazo de plástico fuera una y otra vez empujado. Jack bufó. Decidió buscar con la mirada al causante de la molestia. Y entonces lo vio. El nuevo juguete parecía bastante preocupado, palpando su empaque, curioso, y a la misma vez con cierta expresión de asombro e incredulidad. Jack supuso que era la primera vez que “despertaba”. Pobre. De seguro estaría muy confundido, al igual que él aquella vez que supo que estaba “vivo”.

-¿H-Hay alguien ahí?- preguntó. Los demás juguetes no le contestaron. Jack sintió algo de pena por él. - ¿Alguien? ¿Alguien puede ayudarme? ¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy encerrado?- ese chico sí que era un tema. Jack afirmó ambas manos en su empaque. ¿Debería ignorarlo y seguir durmiendo? Eso iba a hacer, hasta que vio sus ojos: la expresión que estos irradiaban, logró hacerlo cambiar de planes. Así, comenzó a golpear su propio empaque, llamando la atención del castaño. Al fin cuando sus miradas se cruzaron entre los pocos despojos de luz artificial, Jack saludó tranquilo. Hiccup lo miró intensamente por unos minutos, como si quisiera ver hasta el más mínimo detalle de quién le prestaba atención, antes de devolverle el saludo. Debido a que estaban tan alejados uno del otro, no tendría mucho caso gritar para charlar o siquiera comunicarse. Hiccup enseguida captó eso. Jack siguió observándolo. Parecía un pequeño perdido, de esos que siempre andaban torpemente entre las estanterías buscando a sus padres. Se sonrió al notar los gestos exagerados del castaño. Por lo que pudo interpretar, preguntaba donde se encontraba. Jack miró hacia arriba, y sonriendo, apuntó a un gran cartel que colgaba del techo. Hiccup miró hacia arriba.

 

                                    “Juguetería: Neverland”

 

El castaño volvió su mirada al albino. Y enarcó una ceja, alzando los hombros. Al parecer,  no sabía lo que era una juguetería. Jack se llevó una mano al rostro, riendo y negando. Solo entonces, comenzó a investigar la sala. Luego de segundos, le indicó a Hiccup que mirara una enorme ilustración ubicada en la puerta. El pecoso así lo hizo, y se encontró en el dilema de no saber muy bien que veía: ¿Una niña jugando con una princesa? ¿Un niño con un camión? Trató de leer. No sabía como, pero sabía el significado de esa palabra: Juguete. Juguete…¿Era un juguete?

-¿Soy un juguete?- dijo más para sí mismo que para Jack. Pero al parecer, éste igualmente leyó sus labios, porque asintió. La idea sonaba tan descabellada… Y a la misma vez, lógica… De nuevo, buscó ver a los ojos a ese albino. Estaba inquieto, como si un sentimiento de decepción y miedo creciera en su pecho. Si era un jueguete, se suponía que…¿Qué? Tener tantas preguntas dentro solo lo hacían desear estar más cerca de aquel albino, parar preguntarle todo lo que deseaba. Era como si no pudiera dejar de verlo. Era lo único que podía hacer para sentirse calmado, al saber que al menos,  otro juguete trataba de ayudarlo con sus dudas. Se quedó simplemente mirándolo, hasta que, al parecer, terminó incomodándolo. Observó como el albino hizo unos gestos y señas.- ¿Dormir?- preguntó. Jack asintió a lo lejos, levantando el dedo pulgar, mientras bostezaba. Él no quería dormir. Se sentía muy extrañado y curioso por su alrededor como para hacerlo. Necesitaba respuestas. Pero al ver a su compañero tan cansado, solo asintió y fingió dormir. Cosa que no pudo, y menos cuando su albino recién conocido se despidió de él de aquella manera tan triste. ¿No…se verían más?

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Otro día se levantó majestuoso sobre la juguetería. Como siempre, el viejo dueño de la juguetería apareció, abrió de a poco cada una de las puertas y ventanas, y comenzó a arreglar todo cuanto su anciano cuerpo se lo permitía. Los empleados llegaron luego. Jack despertó de a poco, aun adormecido. Se frotó los ojos, y enseguida recordó al juguete nuevo. Miró en su dirección, y lo vio allí, estático, totalmente normal. Sonrió aliviado. Por lo menos sabía que debía guardar las apariencias…Pasaron algunas horas. Cuando el primer niño entró, Jack sintió algo de pena, mezclada con  tristeza. Era aquella sensación que sentía cada vez que notaba como todos los juguetes se iban en manos extrañas, para nunca volver. Trató de hacerse el tonto, mirando por la ventana alguna otra cosa, sin embargo no pudo despegar su vista de Hiccup. A cada instante lo miraba de reojo, esperando el inevitable momento en el que un niño lo notara, y lo pidiera sin tregua. Espero. Cada minuto que corría, dejaba paso a uno nuevo que comía sus ansias. Se había convencido de que al menos, sería el último en despedirlo. Se sorprendía a sí mismo conteniendo la respiración  cada vez que alguien pasaba fugazmente la vista por donde se encontraba el castaño, para luego seguir de largo. Pasaron las horas. Jack no supo como, pero el día terminó. Ya cuando la última puerta fue cerrada, y las luces artificiales se prendieron, se apresuró a tratar de captar la atención del chico. Pero no fue necesario, porque al parecer, el castaño había pensado en lo mismo: ahí estaba, mirándolo sonriente, agitando su mano de un lado a otro. Jack sonrió. Así, ambos dieron paso a una charla basada en gestos exagerados y mímicas graciosas. Jack había olvidado como se sentía reírse tanto. ¿Cómo no reírse con cada mueca que Hiccup hacía? Pasaron  la noche así, viéndose casi hipnotizados, riendo… Hasta que “la realidad” del asunto tocó las puertas del pensamiento del albino. De repente dejó de reír. Se veía más serio. Hiccup enarcó una ceja. ¿Había hecho algo mal? ¿Por qué ahora parecía no querer verlo a los ojos?

Aunque Hiccup no lo entendiera, en realidad era muy obvio para Jack. No quería encariñarse con él. A pesar de que no había nada malo con charlar algunas horas y así, sabía que todo aquello llevaría a que luego, su cuerdo lo pusiera nostálgico. Y no quería cargar con algo así en sus memorias. Mañana sería un nuevo día, y Hiccup se iría en manos de algún niño. Lo sabía. Los juguetes nunca duraban en esa repisa. Así que no tenía sentido encariñarse mucho. Suspiró. Bostezó exageradamente, e hizo algunas mímicas para indicarle a Hiccup que iría a dormir. Increíblemente, el otro muñeco le dio una negativa.

-No, no. – decía, moviéndola cabeza de un lado a otro.- Quiero hablar más contigo.- le escuchó decir, puesto que casi lo gritó. Jack se vio impresionado por la declaración. A pesar de que solo estaba hecho de plástico, telas y otros materiales…Sintió algo nuevo. ¿Pena? ¿Dolor? ¿Felicidad…? No supo describirlo. Nunca en sus años de existencia le había pasado algo como aquello.

-No.- respondió él. No iba a ser un dramático. Sonrió de lado, como siempre lo hacía, y de nuevo se excusó con el sueño. – Hablamos mañana.- le dijo. Estaba mintiendo. No habría un mañana para ellos. Pero al menos así, podía calmar algo al castaño. Este asintió no muy convencido. ¿Cuándo sería el día que podría explicarle cuanto le alegraba charlar con él? Suspiró, pasando una mano por sus cabellos. Jack seguía ahí, viéndolo. Como había aprendido, le correspondió. Le encantaba verlo en silencio, a veces. Incluso cuando descansaba tan lejos de su alcance. Posó sus manos en la cobertura de plástico que lo encerraba. Si pudiera romperla… Bueno. No serviría de mucho. Aun cuando se librara de esa cárcel, tendría que pasar por pruebas casi imposibles para su pequeño cuerpo. Aunque claro, no le importaría correr por toda la tienda, escalar toda la noche con esfuerzo e incluso romperse un poco, con tal de llegar a su lado. ¿Por qué? Que nadie creyera que no se había dado cuenta. Lo entendió al primer instante en el cual un muñeco a su lado fue tomado. Se lo llevarían, no? Muy lejos de allí. Y no quería. Si quiera se sentía un tanto preparado para ser algo divertido con lo que jugar. Lo único que deseaba era poder charlar con él más tiempo. Con Jack Frost. Quería reírse más tiempo, como esa misma noche, a su lado, y mirarlo. Mirarlo hasta que cayera dormido en risas. Eso era divertido, incluso más de lo que podría imaginarse al lado de algún pequeño. Empujó aquel plástico, tensándolo.- No.- escuchó de nuevo. De nuevo miró a Jack. Este negaba.- No.- le repetía. Pero él solo pensaba en romperlo y escapar.- Por favor, no.- escuchó de nuevo. Entonces desistió de la idea. Suspiró. Sus miradas se encontraron de nuevo. La noche pasó tranquila y serena, envolviéndolos en la luz de la luna, mientras de a poco se iban quedando dormidos en los ojos del otro.

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Ese día, Jack sintió que había cometido un error. Al parecer, ya se había encariñado con el castaño. Eso pudo saberlo cuando le dolió el simple hecho de ver como una mujer tomaba entre sus manos a Hiccup. Lo supo. Esa sería su despedida, no? Se imaginó, por unos segundos, volviendo a sus noches aburrido, viendo a la luna tan monótona adornar el cielo. Como siempre, solo. Al menos la luna tenía millones de estrellas a sus lados… Y ahora él, ya no tendría a nadie con quién jugar o charlar. Angustiado, posó sus manos en el empaque, tensando el plástico.

-“¿Cuánto cuesta?”- le escuchó decir. El hijo de mujer andaba correteando de un lado a otro, riendo, como si se burlara de la desgracia que estaba a punto de causar. Claro, él pequeño no sabía nada. Pero su risa infantil…Jack nunca había sentido algo negativo por una, hasta ese entonces.

-“ Oh, tiene usted buen ojo, señora. Este muñeco es único y…”- no quiso escuchar más. Se estiró en su lugar para ver mejor al castaño, y por lo menos calmarlo con una sonrisa y una sana despedida, como lo había planeado. Sintió su cuerpo temblar cuando notó la cara de angustia que él tenía. Ahí estaba, mirándolo profundamente, sin poder moverse. Jack se mordió el labio inferior con molestia, sin pensarlo. Se reprendió enseguida, y negó. Sonrió, apuntando a su propia boca, como si le ordenase al castaño que estuviera feliz. Éste lo vio. Negó. Jack insistió con la sonrisa, y le levantó el dedo pulgar, tratando de darle ánimos. Pero no funcionaba. Hiccup solo lo veía triste, profundamente… Como si buscara grabarse su rostro por siempre. Jack suspiró, y se dejó dominar por la situación. Correspondió su mirada. Ambos se quedaron segundos así, prendidos, tristes y rendidos al destino.

-“¡No, quiero este!”- el grito estruendoso del niño los sacó de su pequeño mundo. Jack pudo notar como el hijo de la mujer comenzaba una rabieta.

-“Pero, hijo, este es mucho mejor y…”-decía ella, tratando de convencerlo de llevarse a Hiccup. El niño solo se tiró al suelo llorando, exigiendo porque se le comprara un avión a control remoto. Tal fue el escándalo, que al final, la madre terminó comprando el bendito avión, dejando al castaño olvidado. Jack pudo sentir como un gran peso era quitado de sus pobres y pequeños hombros.  

-“Oh, bueno, vamos a devolverte a tu sitio.”- mencionó el anciano. Y así, el castaño volvió a su lugar en la repisa. 

Notas finales:

Espero les haya gustado <3 

 

Sí, iré a continuar con mis nuevos proyectos y a intentar terminar todo lo que debo :'v 

 

Nos leemos <3 < 3


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