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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

«Ninguno de los dos merecía nada, y, aún así, él me estaba dando alas»

 

 

¡Buenas, gente! Me estoy adelantando con el capítulo porque, como algunos habrán leído, estoy teniendo serios problemas con el Wi-Fi de casa y, como no podía dejarlos sin capítulo esta semana, decidí actualizar antes.

Capítulo Scorvo, el más hermoso que he escrito hasta ahora. Créanme, hay una buena razón para que dos capítulos en la saga se llamen igual.

DATO CURIOSO: El diálogo de película citado en este capítulo es el diálogo de la famosa escena del "beso al revés" entre Mary Jane y Peter en la primera trilogía de películas de Spiderman (link aquí para ver la escena) . Ya saben que Scorpion es un nerd de tomo y lomo y que Cuervo no se queda atrás.

OTRO DATO: En este capítulo se menciona a un tal Francis. No lo conocen, tranquilos. No intenten recordarlo xD es un villano del spin off de Scorvo en el que estoy trabajando. Pronto podrán odiarlo tanto como Branwen y Noah lo odiaron en su momento ????

Imagen referencial de un Land Rover Defender (año 93), una preciosura de auto

¡Disfruten! <3

Capítulo 83

 

 

 

«Corre»

«Mueve esas piernas. Corre»

«Corre por tu vida, por lo que queda de ella»

   —¡Vamos, Cuervo! —gritó Scorpion y su voz pitó en mis oídos—. ¡Más rápido! ¡No me obligues a cargarte! —miró hacia atrás y disparó. No fue suficiente, siete de ellos todavía nos seguían. Y más se iban sumando—. ¡Mierda! ¿¡Dónde está el puto auto!?

La vista se me volvió borrosa de repente. Intenté decirle, pero estaba ahogándome con mi propia respiración. Tropecé y estuve a punto de reventarme la cara contra el suelo, pero Scorpion me atrapó justo a tiempo.

   —¡Joder, Cuervo! —gruñó, sujetándome con uno de sus brazos, mientras estiraba el otro y volvía a disparar—. ¿Estás bien?

   —¿Puedo pedir que me cargues ahora? —pregunté, riéndome.

Él encarnó una ceja y sonrió de medio lado.

   —Olvídalo —me levantó, ofreciéndome su hombro para que me recargara en él—. Vamos, Brann. Sé qué puedes hacerlo —lo hice, pasando un brazo por su cuello para apoyarme—. Buen chico.

   —No me trates como un perro —reí.

   —Vamos, chico. No ladres ahora —se burló.

   —¡Woof! —ladré.

Scorpion soltó una risotada y disparó otra vez. Seguimos avanzando, yo medio corriendo, medio arrastrándome. Scorpion había dicho que tenía las llaves de un auto que debía estar en alguna parte de esta maldita ciudad. Pero él no mencionó que no tenía idea de dónde estábamos parados.

Tampoco mencionó a los infectados.

   —Dame un arma —le pedí.

   —Apenas puedes mantenerte en pie. No sabrás cómo disparar.

   —¿Me estás tomando el pelo? —gruñí, molesto—.  No me subestimes, Scorpion. Puedo disparar una jodida arma —Él nos detuvo un segundo y me miró, con los ojos punzantes clavados sobre mí.

   —Tienes razón…. —desenfundó otro revólver y me lo tendió. Lo tomé entre mis manos y apunté hacia la horda que nos seguía. Disparé, mis dedos no temblaron, ni un poco, y uno de ellos cayó al suelo. Sonreí

Incluso después de lo ocurrido en ese barco, no había perdido el toque.

   —Jamás te subestimaría —masculló Scorpion, casi susurrando. Solté el gatillo y me quedé viéndole, sin saber cómo reaccionar. ¿Por qué estaba siendo tan amable de repente?—. ¡Pfft! —rió y sus mejillas se inflaron para contener una carcajada—. Te has puesto todo rojo —se burló.   

   —Cállate —le estrujé el cuello con el brazo para que se moviera—. Sigamos.

Él miró hacia atrás. Más infectados se habían unido y ya superaban los veinte.

   —Sí, movámonos o nos convertiremos en su almuerzo —tiró de mi cuerpo para obligarme a ir más rápido—. Vamos, camina —ordenó. Seguimos andando, de vez en cuando veía a Scorpion estirar la mano que sostenía las llaves y presionar el botón, esperando el pitido de la alarma, desactivándose, de algún vehículo escondido entre los arbustos o un callejón.

Pero en esa avenida ni en sus alrededores no había nada. Absolutamente nada, salvo nosotros, los infectados que nos seguían a paso lento y…

   —Jackpot… —celebró Scorpion.

…Y un vehículo al fondo de la calle.

Siempre he pensado que este bastardo tiene demasiada suerte.

   —Debe ser ese —Scorpion me apuró todavía más—. ¡Vamos, hombre! ¡Muévete! —gritó, arrastrándome hasta el vehículo. Un todoterreno negro, imponente y tosco que despertó repentinamente mi dormido gusto por los autos.

   —¿E-Ese es un Land Rover? —balbuceé, jadeando. La carrera me había dejado exhausto—. ¿Un Defender?

   —¿Qué tiene eso? —masculló él, mientras metía la llave y forcejeaba con la cerradura, que parecía trabada—. Vamos, joder. Funciona.

   —Es el auto que siempre quise comprar —expliqué.

Scorpion logró abrir la puerta y me hizo entrar.

   —Pues bienvenida al auto de sus sueños, señorita —se burló y me empujó, obligándome a gatear hasta alcanzar la ventanilla contraria y caer sentado en la butaca del conductor. Volteó y disparó una vez para alejar a un infectado que estaba demasiado cerca, pero tres más se le abalanzaron encima—. ¡Mierda! —gritó, intentando retroceder—. ¡Mierda! ¡Mierda! —tiré a Scorpion de la sudadera para hacerle entrar también y él cayó sobre mí, junto a los infectados.

   —¡Sácalos de aquí! —le grité.

   —¡Eso intento! —chilló, empujándoles con sus piernas para dejarlos fuera del vehículo y agitando su revólver en el aire, intentando apuntar. Disparó cinco veces y los tres zombies se desvanecieron sobre él. Scorpion los pateó con más fuerza para sacarlos, se reincorporó rápidamente para alcanzar la manilla y cerrar el vehículo y luego se dejó caer otra vez encima mío. Instintivamente, sostuve su nuca contra mi cadera y dejé las manos ahí, para aferrarlo a mí.

Por algunos momentos, sólo pude oír el sonido de nuestras respiraciones agitadas, desesperadamente intentando calmarse.

Él alzó la vista y nos miramos fijamente.  

Sonreí y le dije:

   —Eres increíble.

Bufó y dejó escapar una risa.  

   —Algunos no piensan lo mismo—recitó. Solté una carcajada cuando me di cuenta que estábamos repitiendo los diálogos de una película.

   —Pero lo eres —seguí. Estábamos bromeando, pero tal vez parte de mis palabras eran verdad. Quizás las pensaba seriamente. Y probablemente nunca volvería a admitirlas.

   —Al menos tengo un admirador.

Ambos nos quedamos en silencio.

   —Es ahora cuando me besas —dijo por fin.

Entonces tomé su rostro, acaricié su barbilla y me acerqué a sus labios. Lo besé. Él sujetó mis mejillas y hundió sus dedos en ellas. Sus labios envolvieron los míos con un cuidado y suavidad que no recordaba.

   —Te tiembla la boca —susurró contra mi piel.

   —Lo siento.

Posó sus manos sobre las mías y me besó otra vez. Pero se separó enseguida.

   —Estás temblando entero —insistió.

No podía controlarlo.

   —Debe ser el frío… —dije, apartándome un poco más, pero Scorpion me sujetó del cabello y me volvió a atraer hacia él. Apoyó su mejilla sobre la mía y preguntó:

   —¿Fue muy duro?

   —¿Qué cosa?

   —Lo que pasó en ese barco —movió una mano hasta mi cuello y con su dedo, punzó sobre el. Me retorcí instintivamente por una repentina molestia y entonces recordé que estuve a punto de morir ahorcado. Debía tener marcas sin cicatrizar aún—. Esas heridas fueron graves. Casi te matan.  

Tragué saliva.

   —Nunca debí haber salido de La Resistencia… —solté como respuesta y él torció el gesto, quizás captando que no quería hablarle sobre el tema y que estaba intentando evitarlo.

   —No, no debiste —dijo.

No debí haber hecho muchas cosas esa noche.

Ni decir otras tantas.  

   —Lamento… —comencé a disculparme—. Lamento lo que te dije esa vez. No hablaba en serio, nunca me he arrepentido de haberte ayudado a…

   —No —me interrumpió bruscamente—. No lo hagas. No te disculpes —dijo—. Si vamos a pedir perdón ahora, ambos sabemos que acabaré perdiendo.  

Suspiré.

   —Yo… realmente no estoy enojado por eso —expresé. No, ya no. Apenas podía recordar ese episodio, apenas podía conectarme con él. Ahora cosas más incómodas y repugnantes me llenaban la cabeza.

   —Deberías —contestó, separándose de mí y reincorporándose en el asiento del copiloto—. Es más, hazlo. Enójate. Quiero verte cabreado.

Bufé.

   —Eres un idiota.

   —¿Eso es lo más enojado que puedes estar? —se burló—. La última vez me diste un puñetazo que me dolió por horas.

   —¿Crees que pueda darte uno ahora? —respondí. Él se me quedó viendo y se acomodó mejor en la silla.

   —Quizás mañana.

   —En realidad, tengo otras cosas por las cuales cabrearme… —dije y creo que él entendió mis palabras de mejor manera de la que yo habría querido. Algo cambió en su expresión y, su mirada, que clavó sobre mí unos momentos antes de fijar la vista al frente, se agudizó como si tuviera al enemigo delante. Comprendí entonces que él se había quedado pensando en la descuidada frase que dejé escapar, analizándola en su cabeza, intentando encontrar el significado oculto que yo mismo había soltado sin darme cuenta—. O eso imagino —expliqué, intentando corregir la situación, intentando deshacer cualquier conclusión que Scorpion comenzara a formar en su mente, que a veces funcionaba demasiado rápido—. Imagino que mis hombres causaron muchos problemas en mi ausencia, ¿no? —fingí una risa—. Demonios, esos hijos de puta son un dolor de culo cuando no estoy.

Él no contestó. No me creyó absolutamente nada. Y yo no supe qué más decir para arreglar la situación y volver a las bromas que habíamos compartido hasta hace sólo minutos atrás.

La había cagado sin darme cuenta.

Me volví para mirar el parabrisas y ambos nos mantuvimos en silencio, con la vista clavada en algún lugar del horizonte, viendo a los infectados que nos habían estado siguiendo balanceándose de un lado a otro, mientras se acercaban al auto e intentaban, inútilmente, alcanzarnos, sin razonar que los vidrios y la estructura del vehículo estaban en medio.

Tenía que enterarse en algún momento, lo sabía. Pero no quería. Estaba asustado, jodidamente asustado de su reacción.

Yo estaba demasiado quebrado para él ahora.

Scorpion volteó hacia mí y me miró de nuevo, con la pregunta clavada en el rostro. Cerré los ojos y los apreté con fuerza mientras me mordía los labios.

«No preguntes», pensé. «No preguntes. No preguntes. No preguntes»

   —Tú… —comenzó con voz ronca y seca. Parecía querer buscar las palabras correctas para preguntarlo—. A ti te… ellos —balbuceó—. ¿Esos cabrones te…? —El resto de la frase pareció perderse en el aire.

   —Sí —contesté, a secas y no abrí los ojos para mirarlo. No podía.  

El estruendo repentino de un golpe sobre la superficie dura del tablero me hizo dar un respingo.

   —¡Joder! —gritó, dando otro golpe que me erizó la piel—. ¡Maldita sea, Branwen! —llevó la mano a su cinturón, desenfundó un cuchillo y lo sostuvo frente a mí, mientras me miraba con sus ojos fríos, afilados y llenos de rabia. Entonces creí que me cortaría el cuello ahí mismo, que lo clavaría en mi yugular y me observaría mientras me desangraba. Creí que iba a deshacerse de mí, porque ahora yo había quedado inutilizable para él, porque en el estado en el que estaba no le servía a nadie. Pero no lo hizo.

Abrió la puerta y salió del vehículo.

   —¡Hijos de puta! —gritó al aire y su voz se oyó amortiguada por el vidrio reforzado que nos separaba. Él ahora estaba afuera—. ¡Cabrones hijos de puta! —tomó a un infectado del cuello y le golpeó en la cara hasta tirarlo al suelo—. ¡Demonios! ¡Maldita sea! —corrió hacia otro de ellos y le clavó el cuchillo en la sien, fue hacia otro e hizo lo mismo. Vi cómo, lentamente, su ropa y su rostro se manchaban con sangre putrefacta y podrida. Cuatro de ellos corrieron hacia él para rodearle y abalanzársele encima.

Scorpion soltó un grito desgarrado y lleno de frustración, quizás la misma que yo sentía en ese momento, y se quitó a los cuatro zombies de encima para acabar con cada uno de ellos. Le vi escupiéndoles en la cara y tirar a uno para golpearle en el rostro hasta atravesarle la carne del cráneo con los puños, le vi sacar el revólver y disparar. Quise moverme, quise detenerle, pero mis miembros no fueron capaces de reaccionar y hacer algo. Un nudo en mi garganta me obligó a tragarme las palabras y un dolor agudo me cruzó el pecho, enviándome unas incontenibles ganas de llorar.

Me cubrí el rostro con las manos y aguanté las lágrimas.

   —¡Hijos de puta! —vociferó y le miré de nuevo. Él estaba sobre el último de ellos. Le había torcido un brazo y le apuñalaba entre los ojos, una y otra vez, a pesar de que el muerto ya había dejado de moverse—. ¡Joder!  

Cuando al fin terminó de desatar su furia, se quedó ahí, con ambas manos envolviendo el cuchillo que tenía sobre su cabeza, a punto de apuñalar al cadáver una vez más. Estaba respirando agitadamente, veía su pecho subiendo y bajando en inspiraciones descontroladas, con la mandíbula tensa y los ojos vacíos sobre el cuerpo que estaba bajo él.   

Se levantó como si nada, como si no acabase de matar a casi una docena de zombies con la energía de un energúmeno y caminó hacia el auto nuevamente. Estaba cubierto de sangre y sudor. Abrió la puerta y, cuando se sentó a mi lado otra vez, se limpió el rostro, volteó en mi dirección, tomó mis manos entre las suyas y sentí sus dedos ensangrentados temblando contra mi piel.

   —Vas a estar bien —afirmó, sin mirarme. Extraño, Scorpion era la clase de hombre que siempre miraba a los ojos cuando hablaba y cuando no. Sus labios temblaban ligeramente también, como si tuviera frío, pero estaba ardiendo. Debía seguir furioso—. Lo juro, joder. Vas a estar bien —me miró y un escalofrío me sacudió el cuerpo al ver una mirada que jamás había visto en esos ojos—. Cuéntame todo —pidió—. Cada puto detalle, no te olvides de nada.

Entonces mi cuerpo también tembló. Y no fui capaz de contener las lágrimas.

Y eso fue exactamente lo que hice, le conté todo. Me eché a llorar como un niño de doce años y le conté todo. Le conté cómo me habían arrancado el ojo y que me habían golpeado, le conté que le había despedazado el pene a un tipo que quiso obligarme a que se la mamara y también le hablé sobre el castigo que le siguió a eso. Le conté que me dieron una paliza con un maldito bate con clavos y que habían intentado ahorcarme y le relaté cada una de las veces, las que podía recordar, en las que ellos me tomaron por la fuerza. Le hablé de cómo me rompí las uñas mientras intentaba huir de Shark y, aunque supuse que él sabía cómo se sentía, también le hablé sobre el dolor, joder, el puto dolor lacerante que creí no sería capaz de sentir jamás. Y le hablé de Aiden, y de cómo Shark le obligó a follarme. Puse especial énfasis en cómo lloraba el chico mientras lo hacía y en el esfuerzo que puso por intentar suavizar la situación. Le confesé que, si ese chico no me hubiese mantenido abrazado mientras le obligaban a cogerme, quizás yo no habría podido soportar la humillación. Sorprendentemente, Scorpion no reaccionó cuando le mencioné esto. Se mantuvo estoico todo el tiempo, en silencio, escuchando. Él era un buen oyente cuando se lo proponía, supongo que eso lo heredó de Noah. 

En ese momento, mientras le narraba los detalles, mientras le narraba cada golpe, cada jodida, cada grito, me di cuenta que me había confesado con él dos veces en muy poco tiempo y que ya no me quedaban secretos que guardarle. Me di cuenta que, ahora mismo, estaba completamente expuesto y abierto ante él, que ahora me conocía a cabalidad, mejor que yo mismo, seguramente. Me di cuenta que nunca me había mostrado así ante nadie, ni siquiera ante mi madre, a la que también le oculté secretos. En esos momentos, fui transparente. Y él pudo verlo todo a través de mí.

En cierta forma, la situación me pareció graciosa. Hace poco más de cinco años había sido él quien había llegado a mí, completamente roto, justo como yo lo estaba haciendo ahora. Pero quizás, en ese momento, hace media década atrás, yo no había podido comprenderlo por completo. Ahora lo hacía.

Cuando terminé de hablar, él no dijo nada durante los próximos tres minutos. Pero no me soltó. Sus manos seguían cubriendo las mías. Las aparté para preguntarle:

   —¿Estás bien? —quise saber.

   —Soy yo quien debería preguntar eso, ¿no crees? —contestó y enseguida siguió hablando—: Sólo estoy… un poco… no lo sé.

   —No sabes qué decir.

   —No tengo idea —confesó. Sí, Scorpion podía ser un buen oyente a veces, pero nunca un buen consejero. Noah tampoco lo era.

Me reí. Una risa de cortesía.

   —Ahora mismo quiero volver a ese maldito barco y encontrar a todos esos bastardos hijos de puta con vida para arrancarle los malditos dientes y torturarlos hasta…

   —Pero no puedes —interrumpí y entonces le abracé. Él no reaccionó enseguida—. Lo que sí puedes hacer es subir esas manos y abrazarme como lo hiciste en la playa.

Él se rió, sentí sus hombros sacudiéndose y sus manos me estrecharon con fuerza, ciñendo sus dedos contra mi espalda.

   —Es más fácil que volver el tiempo atrás —susurró, hundiendo su cabeza en mi hombro. Yo hice lo mismo.

   —El tiempo nunca ha ido hacia atrás.

   —Tienes razón —dijo—. Pero, si te tranquiliza, maté a muchos de ellos —confesó, sin soltarme todavía. No recordaba la última vez que Scorpion me abrazó por tanto tiempo—. En serio, fue una masacre.

No se lo dije, pero eso sí me calmó un poco.

   —Había uno de ellos que… —comencé, dejando la frase a medias. Esperaba que él adivinara el resto—… Micah.

   —Sí, también maté a un tipo con ese nombre —reveló.

   —¿Cómo?

   —¿Recuerdas a Francis? —preguntó.

   —Claro que recuerdo a ese cabrón.

   —Pues le hice lo mismo.

Sonreí y suspiré:

   —Gracias.

Metió sus manos bajo mi camiseta y me estremecí por el tacto caliente de sus dedos.

   —Ya sabrás cómo agradecerme —dijo, lascivo.

Separé mi rostro de su hombro y le miré a los ojos.

   —¿Todavía tú…? —quise preguntar.

   —¿Qué idiotez estás a punto de preguntar, Cuervo? —encarnó una ceja, como si adivinara mis pensamientos y yo me tragué las palabras. Estaba inseguro e indeciso como jamás lo había estado. Estaba perdido, como si la noche anterior hubiese despertado en un mundo completamente diferente. Más grande, más peligroso y más aterrador de lo que recordaba. Estaba propenso a decir y pensar estupideces.

Sus uñas clavándose sobre mi piel, mientras sus manos me estrujaban la espalda baja, me arrastraron un poco de vuelta al mundo de antes.

   —Con mayor razón ahora me gustaría follarte —confesó sobre mi oído, dándole respuesta a la pregunta que no alcancé a completar, pero que él ya conocía—. Tengo que sacarte toda la mierda de encima, ¿no? —sonrió, acercándose a mis labios para morderlos; con más cuidado y precaución de lo normal.

Cerré los ojos y me concentré en la presión de sus dientes.

Sus manos subieron por mi espalda, llevándose mi camiseta en su ascenso. Y entonces él se me quedó mirando, observándome fijamente, analizándome; todas las heridas, todas las cicatrices, todos los moretones y las marcas nuevas que tenía. ¿Qué tan mal debía verme?

Se abalanzó contra mi pecho y mi espalda chocó contra la ventanilla del conductor. Oí el golpe de los infectados fuera intentando alcanzarme, pero no me preocupé de ello, estaba más atento a la forma en la que la lengua de Scorpion jugaba con mis pezones, haciéndome estremecer, y en como su boca parecía querer succionarlos. Me cubrí los labios y gemí, ahogando el sonido contra mi palma.

Él alcanzó mi mano y la apartó.

   —No te cubras —ordenó, mientras sus dientes bajaban por mis costillas y mordisqueaban la piel de mi abdomen. Alcanzó el botón de mis pantalones y los desabrochó.

Y en algunos segundos, me vi completamente desnudo frente a él.

Volvió al asiento del copiloto para quitarse la ropa también y, mientras lo hacía y yo le miraba, no pude evitar la dolorosa erección que se formó entre mis piernas. Ardía, palpitaba, pidiéndome algo que se me había negado por mucho tiempo y que estaba desesperado por experimentar; para pensar en otra cosa, para sentirme digno de vivirlo, para convencerme de que todo seguía como antes. Necesitaba sufrirlo: placer, el que sólo podía obtener junto a él.

Lo último que se quitó fue su camiseta, que quedó atrapada en su antebrazo y que no tuvo la paciencia suficiente para quitársela por completo, antes de volver junto a mí y acomodarse en el espacio entre el volante y yo. Le vi desnudo, con más cicatrices de las que recordaba y que ya moría por cubrir con tinta, con más heridas e incluso con una venda en el muslo. Quise preguntar qué había pasado, pero él se irguió delante de mí y me acarició el cabello. Vi su pene frente a mis ojos, parecía tan sediento como el mío.

Sin pensarlo demasiado, me lo llevé a la boca. 

   —A-Ah… —Scorpion gimió y se estremeció. Enredé mis manos en su cintura para que no se moviera—. Ah, carajo. ¿E-Esta...? —jadeó y oí su respiración acelerando repentinamente—. ¿E-Esta es tu manera de agradecer que haya matado a esos cabrones?

Como respuesta, envolví la punta con mi lengua y la succioné.

   —¡D-Demonios! —respiró más fuerte, más profundo, como si el aire le faltara. Sentí el temblor de sus piernas y cómo sus rodillas tambalearon—. No… —dijo, con la voz entrecortada—. No te detengas, Branwen.

No pensaba hacerlo.

La polla de Scorpion era un monumento y una oda a todo lo que me hacía perder la cabeza, pero no tardé en sentir dolor en mis mejillas luego de tenerla un rato dentro de la boca. Me habían golpeado en el rostro y había gritado hasta quedarme sin voz. Tenía la garganta rota y la mandíbula lastimada. No iba a poder seguir por mucho tiempo. Pero su sabor me enloquecía.

La llevé hasta el fondo, hasta tocar la base de mi garganta y él gimió en voz alta y se inclinó hacia atrás. No me detuve cuando oí el claxon del auto, que seguramente él accionó por error, y sólo me reí cuando le oí soltar una maldición. Me aferré a sus caderas, sujetándolas con todas mis fuerzas, deslizando mi lengua desde la punta de su miembro hacia abajo, intentando desesperadamente abarcarlo todo y mordisqueando la cabeza. Llevó sus manos a mi cabello y lo sostuvo todo dentro de su puño, jalándolo, haciendo que me desbordara por la excitación y dándome energías extras para seguir.

Pero él quiso detenerlo.

   —No, no… —Sus caderas temblaron contra mis dedos y pude sentir la tensión en su abdomen acumulándose—. Para, Cuervo —ordenó. «Olvídalo», pensé. No podía detenerme, no ahora que le tenía tiritando contra mi boca—. Ah, joder… —gimió—. C-Cuer… —tiró de mi cabello con más fuerza y supe que estaba cerca—. Hijo de… ¡A-Ah…! —sentí la descarga a punto de golpear contra mis labios, pero él quitó su pene antes de eyacular dentro de mí. Levanté la vista justo para presenciar cómo Scorpion se estremecía por el orgasmo; con la cabeza echada hacia atrás y la espalda sobre el volante, con todos sus músculos temblando y marcándose por la tensión que estaban sosteniendo al contraerse al mismo tiempo y su pecho subiendo y bajando, agitado en su respiración entrecortada, mientras él se mordía la boca para ahogar un gemido.

Fue como estar observando una obra de arte.

   —Te dije que pararas… —suspiró, sin mirarme, todavía con la cabeza hacia atrás y se llevó una mano, que aún temblaba, al rostro para quitar una gota de sudor que caía por su frente e intentar peinar su cabello—. Demonios, no sabía que tenías ese talento para dar mamadas.

   —¿Fue eso o es que me extrañabas demasiado? —me reí.

Se reincorporó y posó ambas manos sobre mis hombros.

   —Quizás —soltó.

No supe cómo reaccionar ante esa respuesta.

Me sobresalté cuando le vi sentándose a horcajadas sobre mí, sin poner todo su peso encima, cargando gran parte sobre sus rodillas que mantuvo apoyadas a cada lado del asiento.

   —¿Q-Qué…? —balbuceé—. ¿Qué estás haciendo?

   —¿Qué crees que voy a hacer? —contestó y sonrió de medio lado, con su típica sonrisa de: «se me ha ocurrido algo divertido, va a encantarte». Le vi montado sobre mí, a punto de tocar mi erección con su trasero y las manos aferradas a mis hombros. Tragué saliva y, por un momento, sólo nos miramos en silencio.

   —¿Q-Qué? —tartamudeé, sujetando sus caderas y sintiéndome repentinamente nervioso, queriendo, de alguna forma, evitar lo que sabía él estaba a punto de hacer. Se acercó a mi oído y susurró:

   —Voy a joderme en ti.

Sus solas palabras dispararon un escalofrío que me recorrió toda la espina.

Entonces se dejó caer sin más, pero yo alcancé a sostenerle para evitar que el movimiento fuese demasiado brusco. Quise contener un gemido cuando sentí el contacto, estrecho, doloroso y caliente. Estaba seguro de nunca antes haberme follado a Scorpion en otro sitio que no fueran mis fantasías, estaba seguro de nunca antes haberle visto dejándose follar por alguien más. Estaba seguro que el último hombre que lo tomó fue el bastardo de mi padre, hace muchos años atrás. Y estaba seguro que había sido una mala experiencia.

¿Por qué entonces ahora…?

Él apartó mis manos para que le soltara, dejándome entrar por completo. Entonces contuvo la respiración, apretó los labios y cerró los ojos, intentando soportar el dolor. Debía dolerle.

Alcancé sus mejillas y le acaricié el rostro. Me miró.

   —¿Qué demonios estás haciendo? —volví a preguntar.

   —Estás… —me contestó él, jadeando, quieto en la posición en la que estaba, todavía acostumbrándose a tenerme dentro—. Estás mal —dijo—. No puedo coger ese culo si está tan herido … —gimió, comenzando a moverse. Una sola oscilación de sus caderas fue suficiente para llenarme de escalofríos incontenibles—. Necesitas… —sujetó mi rostro, tomándome la mandíbula y parte del cuello—. A-Ah, mierda.  

Atraje su rostro hacia mí, hasta que nuestras frentes se toparon.

   —Tienes que respirar —le dije.

   —N-No… tengo que seguir —contestó, meneándose un poco más. Apreté sus hombros para contener la conmoción que me causó y él enredó sus manos en mi espalda—. Joder…

   —S-Scorp… —gemí.

   —Shhh —me detuvo—. Cállate.

Pero no podía guardar silencio, no estando dentro de él, no sintiéndole de esa forma. Scorpion por dentro ardía, me quemaba y cada movimiento que él hacía era un escalofrío que corría desde mi pene hacia el resto de mi cuerpo, pasando por cada nervio, por cada extremidad, hasta la punta de mis dedos, colmándome de un placer que no recordaba haber experimentado.

Me aferré a su cuello y lo abracé para atraerlo todavía más, para sentirle más cerca, más profundo, más cálido. Gemí en su oído sin control ni restricciones, sintiendo que estaba a punto de explotar, a punto de derretirme ante lo que sea que él estuviese haciendo sobre mí. No, no me estaba dejando follarlo. Me estaba matando, me estaba despedazando con cada embestida, con cada roce de su boca sobre mi cuello. Me estaba matando con sus dedos que me estrujaban la piel, con sus gemidos roncos y con la forma en que parecía disfrutar tenerme en su interior. 

Este hombre iba a destruirme.

   —Brann… —mordió mi oreja y sus uñas se arrastraron por mi espalda, sin cuidado, causándome un escalofrío de puro placer que corrió por todo mi cuerpo como electricidad. Se aferró a mí cuando aumentó su ritmo, moviéndose más rápido, más violentamente; frenético y hambriento, como si no fuera suficiente, haciéndome perder la cabeza. Él siempre me volvía loco—. Mi Brann… —gimió y yo sólo pude concentrarme en sus jadeos, en su respiración que golpeó contra la mía cuando me besó sin avisar, en lo suave que se sentía su lengua, en cómo ardían sus labios que parecían querer devorarme. Iba a dejar que lo hiciera, él podía devorarme, él podía quebrarme, él podía devastarme cuántas veces quisiera—. Mio.

«Siempre», pensé, «siempre he sido tuyo»

No se lo dije y, en cambio, alcancé su pene para comenzar a masturbarlo, de la misma manera en la que él lo hacía cuando me follaba, entregándole lo mismo; dejándome guiar por el ritmo de sus embestidas sobre mí y de cada cogida que le daba y de las que él era dueño absoluto. Scorpion gimió en voz alta y yo grité su nombre, a punto de alcanzar el clímax. Me besó de nuevo y su respiración entrecortada se mezcló con la mía, que estaba a punto de detenerse. Sujeté sus caderas con una mano y él aumentó el ritmo todavía más, más fuerte, más rápido, más apasionado, más hondo. Iba a romperse. Me lo estaba pidiendo.

   —Fóllame, Brann —exigió, con su boca pegada a mis labios y sus uñas rasgándome la espalda—. Fóllame más duro —gimió y yo obedecí, como si mi único propósito en esta vida fuese cumplir su voluntad, y apreté su miembro con más fuerza mientras él se dejaba caer con más brutalidad sobre mí; hasta el fondo, rudo, profundo, sin piedad de él ni de mí y sin detenerse; clavándose, quemándome, desgarrándome, llevándome a la locura.

   —A-Ah, Scorpion… —gemí—. N-No puedo…v-voy a… —le sentí temblar, estremecerse de la misma forma en la que lo había hecho antes y entonces se acercó para devorarme el cuello, para enterrar sus dientes en mi piel mientras se corría en mi mano, y el dolor y el placer se dispararon a cada órgano, a cada célula, a cada fibra de mi jodido cuerpo.

  —Hazlo —demandó en medio del éxtasis y su cabeza se desvaneció contra mi hombro. El orgasmo llegó como un maldito huracán que me llenó de escalofríos y tuve que hundir el rostro en su pecho y aferrarme a él para soportarlo todo. Él no se apartó mientras me recibía por completo y yo no hice nada para que lo hiciera, sólo me quedé ahí, derritiéndome en su calor.

Esperó hasta la última gota antes de apartarse y, cuando lo hizo, se mantuvo sentado sobre mis piernas.

   —Eso… —dije, todavía con mi cabeza contra su pecho. No iba a poder moverme en los próximos cinco minutos, al menos. Las energías que había logrado recuperar la noche anterior las acababa de perder durante ese orgasmo.

   —Fue asombroso —completó la frase por mí y se rió un poco—. Quizás te deje repetirlo alguna vez.

Me reí también.

   —¿Dolió? —quise saber. Él se apartó de mí y se puso de pie, como si quisiera demostrarme que podría soportar toda una tarde de sexo si se lo propusiera.

   —Hay dolores peores —respondió y me tomó del brazo—. Ven aquí, tenemos que cambiar lugares. ¿O acaso vas a manejar? —preguntó. Le mostré mis manos temblando como respuesta—. Eso supuse —me levantó y, torpemente, nos movimos hasta que él se sentó donde antes yo había estado. Pensé en moverme hacia la silla del copiloto, pero él tiró de mí y me sentó sobre su regazo. Apoyó su pecho contra mi espalda cuando me abrazó.

Me quedé ahí, sintiendo su corazón palpitando contra mi espina dorsal, tranquilizando sus latidos gradualmente, y observé por el parabrisas a los zombies que habían llegado con el escándalo de la masacre que él había montado fuera. Ellos tenían rodeado el vehículo, pero se paseaban de un lado a otro, sin rumbo, como ignorando que nosotros estuviésemos dentro. En algún otro momento pude haber pensado que estábamos en una situación potencialmente peligrosa. Y estaba seguro, no había situación más peligrosa que esta.

Pero por algún motivo, me sentía a salvo.

   —Hey, Brann… —me llamó Scorpion, sacándome de mis pensamientos—. Hay algo que no mencionaste en la historia de tu padre —dijo.

   —¿Qué cosa? —pregunté, sin voltear a verle. Estaba relajado, mientras me deleitaba con el calor de su pecho sobre mi piel.

   —Que ese chico que capturaron, el hijo de puta más grande que has conocido, tenía un secreto.

   —¿D-De qué estás hablando? —Su declaración me sorprendió—. ¿Cuál secreto?

Scorpion soltó el aire en un suspiro lento y alargado, como si titubeara sobre si decir o no lo que estaba a punto de confesar:

   —Que cada vez que quisieron convertirlo en una máquina, hubo alguien que le hizo sentir humano otra vez… —soltó por fin, en una carcajada baja—. Ya sabes, plenamente humano —explicó—. Cada vez que ellos intentaron destruirlo… —Su voz era grave y parecía hacer eco en mis oídos, resonando en todo mi cuerpo y provocándome un extraño nudo en el estómago, como una especie de ansiedad desesperada por querer oír el resto de la frase—:  cada vez que lo rompieron en pedazos, ese alguien recogió las piezas y las volvió a poner en su lugar… —susurró, deslizando las yemas de sus dedos por las heridas en mi espalda.

Contuve un escalofrío.

   —¿H-Hablas de los tatuajes? —balbuceé.

   —Seh… Ah, mierda. Tus heridas se han abierto de nuevo —Su tacto se hizo más suave entonces, más delicado. Me estaba acariciando y caí en cuenta de cómo le había perdido la costumbre a algo tan natural como una caricia; un gesto tan simple que, ahora, al venir de él, pude sentir justo como la primera vez—. Ya sé —dijo—. Te haré un tatuaje, Cuervo.

   —No tienes qué.

   —Tú lo hiciste muchas veces por mí, debería devolverte la mano —insistió.  

Yo era la persona que había recogido sus piezas.

¿Él ahora me ofrecía recoger las mías?

   —Te haré unas alas —decretó, persistiendo en su idea—. Unas alas negras —Su mano quitó un poco de la sangre que había empezado a brotar nuevamente—. Siempre me pareciste un ave, después de todo.

   —Una que siempre volará alrededor de ti —confesé.

   —No —sentí su boca besando mi espalda, sus labios rozando las heridas, con cuidado. Si yo era un ave, entonces era un ave lastimada. Él parecía entenderlo—. No quiero que vueles alrededor de mí.

   —¿Qué quieres, entonces?

   —Enséñame, Branwen… —susurró, contra mi hombro y se quedó allí, apoyado contra mi piel. Él nunca me había pedido nada y, aun así, su solicitud y sus palabras nunca me parecieron tan sinceras—. Enséñame a volar, para que lo hagamos juntos.

Quise decir algo, quise decirle tantas cosas, pero la mitad de las palabras quedaron atascadas en mi garganta cerrada. Me estremecí, víctima de la emoción más sublime que jamás creí podría llegar a sentir. No, él no era Noah, tampoco Scorpion. Y yo no era Cuervo, ni un cazador. Ambos éramos dos jodidas llamas encendidas en una montaña de mierda que ardía para quemar todo a su paso hasta reducirlo a cenizas. Ambos éramos tan sólo polvo, ambos éramos la basura que este mundo se había encargado de desechar. Tan sólo éramos un par de bastardos, varados en un mundo que ardía en destrucción. Ninguno de los dos merecía nada y, aun así, él me estaba dando alas. Ninguno de los dos tenía nada y, aun así, nos teníamos a ambos.

El mundo podría arder en llamas y caos y por mí estaba bien. Yo podría estar ardiendo, yo podría ser destruido, yo podría desaparecer en las flamas y cenizas de este mundo devastado y por mí eso estaba bien. No me importaba cuánto ardiera todo, no me importaba que el mundo se destruyera así mismo, mientras él se mantuviera a mi lado.

   —Claro… —fue todo lo que atiné a decir—. Claro que podría enseñarte.

Entonces, sólo tuve clara una cosa:

   —Podría volar una eternidad junto a ti. 

Notas finales:

Scorpion pasivo: ¿ACASO NO LO VISTE VENIR? xDDDD

Bueno, eso fue algo que tenía ganas de escribir desde hace muuucho tiempo y ¿qué decir? Incluso recibiendo, él parecía el activo.

Saben muy bien que en esta historia una relación no se consolida hasta que ambos presten el culo

(No, no los mataré después de esto. Ellos son mis favoritos)

Espero que les haya gustado el capítulo ???? ¡Dejen sus impresiones! <3

 

PD: PORFAAVAR! Si encuentran algún error ortográfico, háganmelo saber. 

Abrazos


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