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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

¡Buenas gente! 

No saben cuánto lamento el terrible hiatus en el que estuve. No entraré a dar explicaciones, porque voy muy apurada y tengo que irme ya, pero intentaré no tardarme para el próximo cap (que probablemente sea un especial de un personaje que ustedes A-D-O-R-A-N) 

Capítulo corto, pero de alto impacto. 

Espero que les guste

Un abrazo

 

   —¡Auch! —Lee se quejó un poco—. Auch, auch, auch, auch.

   —Deja de llorar… —se burló Cristina, mientras terminaba de coserle el brazo. Él iba a estar bien, la herida había sido causada por una mala caída durante el enfrentamiento en el que nos habíamos visto involucrados hace un par de horas. Pero no era nada grave—. Tan sólo unas puntadas más…

   —Qué diría tu líder si te viera quejándote así, como una niña —rio Terence—. Mírate, tan grande y tan…

   —Pero él no está aquí, ¿o sí? —interrumpió el cazador, a la defensiva, mientras hacía una mueca que intentaba soportar la última puntada de Cristina—. Además, tengo la piel delicada.

   —¿Delicada? —La médico acabó el trabajo y guardó el hilo y la aguja dentro del botiquín—. Lo dice alguien que se tatuó las manos —ironizó, mientras se alejaba y volvía al lugar que había estado ocupando hasta hace minutos atrás, junto a Steve y Uriel. Lee rio y otras carcajadas se dejaron oír, pero fueron muy pocas y muy bajas. Después de lo que pasamos, no había muchos ánimos dentro de ese camión. 

La chica miró hacia la pequeña ventanilla que estaba instalada en la puerta del vehículo, al fondo. Era casi diminuta y apenas sí entraba la luz. Inhalo y exhaló profundamente y preguntó:

   —¿Creen que ellos lleguen bien?

Hubo un silencio.

Lee chasqueó la lengua.

   —Seh… —dijo, mientras buscaba en su chaqueta algo y sacaba del bolsillo un arrugado cigarrillo. Lo encendió y le dio una calada—. Siete va con ellos.

   —Y Bell también está ahí —comenté—. Ella es hábil y conoce el territorio mejor que cualquiera de nosotros.

   —No olvides a tu sobrina, Reed —dijo Regen—. Ella ya sabe disparar.

Suspiré. Todos tenían razón.

   —Ellos estarán bien.

«Eso espero…» 

Lee estiró el brazo y le ofreció el cigarrillo a Archer, el renegado que había venido junto a nosotros. Hasta ese momento, el sujeto —un hombre de unos treinta años, más o menos, que se se veía joven, a pesar de las canas que cubrían su largo cabello castaño y le daban a éste un color neutro, semejante a un gris oscuro— apenas nos había mirado. Pero, en ese momento, lo hizo; levantó la cabeza y nos vio a todos, para analizarnos uno a uno. Un escalofrío me recorrió la espalda cuando me clavó los ojos oscuros encima, encarnó una de sus gruesas cejas y preguntó, mientras alcanzaba el cigarrillo:

   —¿Cómo consiguieron la cura? —inquirió. Yo también le vi fijamente y me pregunté si acaso él ya se había dado cuenta, si lo había deducido en algún momento del camino o si sólo hizo esa pregunta de manera accidental, al aire, mientras me miraba por casualidad. Abrí la boca para contestar.

   —No, no, amigo —Lee me interrumpió antes de hablar—. Creo que somos nosotros los que debemos empezar con las preguntas.

El renegado soltó una especie de gruñido, estiró la espalda al sentarse más recto y dio una fumada.

   —Bien, pero que sea ida y vuelta —negoció.

   —Bien… —El cazador recibió el cigarrillo otra vez, le dio una calada y soltó la primera pregunta—: ¿Cuántos de los suyos son… ya sabes…infectados?

   —Veinticinco… —contestó Archer—. El resto son humanos comunes.

   —¿Cuántos en total?

   —Me toca preguntar a mí —se quejó el renegado. Lee asintió, dándole la razón—. ¿Qué es esa lista negra que mencionaron antes?

   —Nuestra gente encontró una tablet con varios nombres y… —Regen interrumpió, estirándose hasta ellos, para tender el aparato a Archer, pero él no lo tomó y, en cambio, se agarró al brazo del enmascarado y se inclinó hacia él—. Uhm…

   —¿Qué… qué pasa? —preguntó Regen.

   —¿Qué pasa con esa máscara? —contestó el otro y se le acercó todavía más. De repente ambos estaban muy próximos y Dalian y yo nos levantamos, de manera casi inconsciente. Me vi a mí mismo con la mano sobre mi cuchillo, a punto de desenfundarlo—. ¿Por qué la traes puesta?

   —Tuve un accidente… —contestó Regen, Archer todavía le tenía agarrado del brazo y no lo soltaba. Estaba casi encima de él—. Además, tiene un candado.

Archer lo olfateó.

   —¿Ellos lo saben? —preguntó.

   —No todos.

Estaban hablando de la condición de Regen, de que él era un infectado. Todos en ese camión se miraron entre ellos, confundidos. Todos menos Dalian y yo, al parecer, él también lo sabía.

   —Podría quitarte esa máscara, ¿qué te parece? —El renegado le amenazó—. De hecho, tú también podrías quitarla por tu cuenta.

   —No —La voz de Regen se oyó profunda, grave y autoritaria, tanto así que llevó a Archer a soltarlo—. No puedo…. —dijo, con más suavidad—. Por favor.

Archer dejó escapar un gruñido, mientras lo soltaba y le arrebataba la tablet.

   —Bien… —volvió a su lugar y le echó un ojo a la lista. Le vi pasando su dedo rápidamente por la pantalla táctil, estaba comprobando los nombres y los grados de peligrosidad de cada uno. Se detuvo—. Aquí está Jeanne —afirmó—. Cien por ciento… ¿por qué nos buscan?

   —Nos toca preguntar a nosotros —interrumpí yo—. ¿Van a ayudarnos?

Él me miró.

   —Depende.

   —¿De qué?

   —¿Cuántos son ustedes? —preguntó.

   —Muchos… —contesté—. Un par de escuadrones de cazadores, algunos civiles y La Resistencia —hice una pausa, sonreí un poco y aclaré—: Las viudas negras también están con nosotros y asumo que, como todos en este camión, tu gente también quiere acabar con E.L.L.O.S. ¿Estoy en lo cierto?

   —Tienes toda la razón —contestó Archer—. Bien, háblame de esos cazadores. Ese hombre, Scorpion. He oído de él…—casi escupió su nombre—. No me da buena espina. ¿Por qué debería confiar en él? —inquirió. No supe qué contestar, a mí tampoco me daba buena espina. ¿Confianza? Confiar en Scorpion era como intentar fiarse del mismísimo Satanás. Él era un inescrupuloso lleno de alevosía y veneno, un violento y alguien que jamás sería capaz de ponerse en el lugar de otra persona, pero…

   —Porque él también quiere terminar con E.L.L.O.S —La seguridad en la voz de Lee me aturdió por algunos segundos. ¿Lo era? ¿Scorpion quería eso?—. Lo conozco, él está involucrado en esta causa desde el día en que pisaron la guarida. Y con más razón ahora, que sabe que nos están cazando.

Archer encarnó una ceja y soltó un pequeño gruñido. Me di cuenta de que él hacía mucho ese sonido.

   —¿Qué tan bien le conoces?

A pesar de que le correspondía preguntar a Lee, él omitió y contestó:

   —Desde antes de ser quién es ahora —Esa afirmación me sorprendió un poco—. Mucho antes, cuando ambos fuimos prisioneros en la guarida del primer Cuervo.

   —En nuestro escuadrón se contaban rumores…. —comentó Uriel, metiéndose en la conversación—.  El mató al viejo Cuervo, ¿verdad?

   —Lo metió en una doncella de hierro —contestó el cazador, lo que provocó una especie de quejido generalizado que se oyó en todo el camión—. Seh, fue un espectáculo sangriento…. —suspiró. Entonces, recordé que antes había oído una conversación entre Samantha y Scorpion, donde él le relataba cómo lo había asesinado. Recordé el llanto de la chica y lo aliviada que pareció sentirse—. Y luego de eso se marchó, llevándonos a todos nosotros junto a él —continuó Lee—. Se cargó a otro líder de escuadrón y le arrebató la guarida.

 —¿Y por qué debería confiar en él, entonces? —insistió Archer.

   —No tienes que hacerlo —le contestó el otro—. De hecho, yo te recomendaría que jamás confíes en ese hijo de puta. Scorpion sólo se debe a los suyos, pero E.L.L.O.S y su sistema de mierda también se cagaron en él en el pasado… —El cigarrillo ya se había extinguido casi por completo en las grandes y tatuadas manos de Lee, así que él lo apagó entre las yemas de sus dedos—. ¿Te parece razón suficiente?

   —¿Venganza? —Archer pareció dudar.

   —Yo lo llamaría “equilibrar la balanza”

El renegado se apoyó en la pared del camión, con los brazos tras su nuca, para usarlos como almohada.

   —Creo que es una buena razón —dijo.

Algo golpeó una de las murallas del camión y el vehículo se detuvo.

   —¡Ya llegamos! —anunció la voz de Terence, quien había estado conduciendo—. ¡Estamos cerca de las coordenadas! —dio otro golpe y todos tomamos las armas y nos acercamos a la puerta del camión—. ¡Hay algunos infectados abajo, pero son pocos! —nos advirtió, antes de bajar. Sujeté el mango del cuchillo y me preparé para desenfundarlo. En ese instante, Uriel abrió la puerta. Oí los gruñidos de los muertos incluso antes de poder verlos claramente y les sentí saltando hacia nosotros, estaban intentando meterse en el vehículo. Nos abalanzamos contra ellos y fuimos con todo. No eran demasiados, nosotros éramos más y, en caso de mordidas, teníamos mi sangre.

Sujeté la cabeza de uno y le clavé el puñal en el ojo; profundo, hasta sentir que le atravesaba la carne y verle desvanecerse en mis manos. Lo solté y fui por el segundo, mientras los demás avanzaban, empujando hacia adelante, para salir y sacar al resto de infectados con ellos.

No había tiempo que perder. Una vez en el exterior, escalé por la parte trasera del camión, hasta llegar al techo y me quedé ahí, con la mira del francotirador delante de mi rostro, e inspeccioné los alrededores, mientras oía a mis compañeros dar pelea abajo. Era la primera vez en todo este tiempo que mi preocupación no eran los muertos, si no los encapuchados. Los busqué, por todos los rincones que el arma me permitió alcanzar, pero el sol estaba cerca de ponerse y los reflejos del atardecer me molestaban la visión. Aún así, ese lugar parecía desierto. Sólo una calle vacía, de murallas rayadas y una manada de infectados y ya.

Por un par de segundos, me quedé mirando fijamente uno de los grafitis. Era simple; tres rayas rojas irregulares de las que parecía brotar sangre, justo como en una herida abierta y, en alguna parte de mi inconsciente, supe que había visto ese símbolo antes.

Pero no era momento de detenerme a pensar en ello, había cosas más importantes.

   —¡Despejado —grité, dando el aviso: nadie nos había seguido y estábamos solos. Oí algunos suspiros de alivio y miré hacia abajo, para darme cuenta de que los chicos ya habían acabado el trabajo y que el pequeño grupo de muertos que nos había atacado yacía exterminado.

Bajé del camión de un salto y me reuní con los demás.

   —Bien… —Terence tomó el mapa que La Resistencia nos había entregado y miró las indicaciones que se encontraban anotadas ahí con rotulador rojo; cosas como el nombre de las calles y algunos datos que nos aportarían información útil—. Según esto… —dudó y alzó la vista, para buscar él mismo el lugar antes de indicarnos su nombre—. Aquí dice que en este sector había un hotel llamado “Pacific Plaza”

Entonces todo el mundo comenzó a mirar e inspeccionar el lugar, buscando alguna pista… lo que fuera; un pedazo de cartel que todavía podía leerse, o la letra “H” grabada sobre la puerta de alguno de los tantos edificios viejos y empolvados que teníamos a nuestro alrededor. Me separé del grupo, para investigar rincón a rincón y varios me imitaron. Era un área grande, no nos bastaría simplemente con girar sobre nuestros talones para encontrarlo.

Me acerqué al primer conjunto de apartamentos; un edificio gris de al menos unos veinte pisos al que le faltaba la puerta principal y que tenía varias ventanas rotas. Me impresionó que, a pesar del paso de los años, todavía había trozos de vidrios tirados en el piso. Era como si el lugar entero hubiese sido abandonado súbitamente por sus habitantes, quienes no regresaron jamás. De hecho, tuve la impresión de que nosotros éramos los primeros seres humanos en pisarlo después de mucho tiempo.

Sólo por curiosidad, eché un vistazo por una de las ventanas quebradas, antes de decidirme entrar al edificio. Ahí sólo había penumbra, escombros y telas de araña que colgaban entre las separaciones de los marcos y que alcanzaban a deslumbrar también al fondo del lugar, gracias a los últimos y tenues rayos de sol que se filtraban.

Me decidí e ingresé al lugar, con linterna en mano y las esperanzas de encontrar algo que nos pudiese servir. Sorteé el pasillo principal y abrí una de las puertas. El piso del primer apartamento me recibió como un desastre que, como si alguien se hubiese encargado de congelarlo en el tiempo, todavía parecía fresco, a pesar del polvo y la mugre. Vi los cuadros de una sala de estar en el suelo, una mesa volteada y las plumas de un sofá rasgado que me dieron una idea de lo que, más o menos, pudo haber ocurrido el día en que el virus se apoderó de esta ciudad.

Había marcas de sangre oscura escarchada en la pared y un pequeño cuadro volteado que yacía en el suelo. Caminé hasta el y me agaché para tomarlo. Aparté con la mano la capa de polvo que no me dejaba ver bien la imagen y noté que era una fotografía familiar, una de las típicas y perfectas. En ella, aparecía las figuras de un padre, una madre, una pareja de niños bien vestidos y un perro. Todos se abrazaban y parecían felices.

Me puse de pie y miré otra vez las manchas en la muralla.

«¿Quién de ellos se habrá convertido primero y de quién será esa sangre?», pensé.

«¿Los niños habrán sobrevivido?»

   —¡Ya encontramos el hotel, Reed! —oí la voz de Regen que me gritaba desde algún punto en el exterior—. ¡Y ya sabemos dónde está el camión! ¡Está aquí mismo!

   —¡Voy enseguida! —grité de vuelta—. ¡Podría haber algo bueno en este edificio también!

   —¡No tardes demasiado!

   —¡Bien!

En ese momento pensé que, de haber sabido antes lo que había en mi cuerpo y la extraña condición de mi sangre, quizás podría haber salvado a una familia como esta. Quizás no estaría ahora mismo en un lugar así, en mitad de un apartamento colapsado y olvidado, en búsqueda de provisiones o alguna herramienta que nos pudiese servir.   

De haber tenido conocimiento desde el primer día. ¿Podría haber evitado este desastre? ¿Podría haber impedido este caos, o esa organización que en estos momentos nos cazaba no lo habría permitido? ¿Me habrían metido en un laboratorio, justo como lo hicieron con Dania? ¿Y habría sido ayudado por alguien como Terence?

«¿Le habría conocido? ¿Habría sido atrapado por Shark de todas formas?»

«¿Me habría encontrado con David?»

«De haberlo sabido antes… no habría perdido a mi madre, ni a Natasha»

«De haberlo sabido, las personas en esta fotografía estarían ahora justo como en la imagen; juntas y felices»

El sonido de un disparo, que retumbó e hizo eco en las fachadas de los edificios, me sacó de mis reflexiones. Cargué mi arma y salí del apartamento.

   —¿Qué está pasan…? —No fui capaz de seguir hablando. A unos metros de mí, Archer parecía estar en el cielo. Había saltado realmente alto y se elevaba sobre un par de figuras encapuchadas. Cayó encima de una de ellas y, literalmente, le reventó la cabeza contra el piso. Vi, en primera fila, cómo la carne se le desparramaba por la herida que el impacto le causó y pude oír el ruido que hicieron sus huesos al estrellarse contra el pavimento. El renegado no se inmutó por la brutalidad de su asesinato y, rápido y ágil, sólo como las personas como él podían ser, agarró del cuello al otro hombre y lo estranguló, con una sola de sus manos.

Él era la cosa más brutal que había visto en toda mi vida. Mucho más que Regen… mucho más que Ethan.

¿Este era el poder de Los Renegados?

   —¡Creí que estaba despejado! —me gritó él, mientras dejaba caer al suelo el cuerpo del hombre que acababa de asfixiar.

   —¡Cuando miré, no había nadie! —respondí. Estaba despejado, estaba seguro. Lo vi, con mis propios ojos. ¿Dónde se habían ocultado todo este tiempo?

Miré a nuestro alrededor, más muertos habían llegado y, junto a ellos, un nuevo grupo de encapuchados nos estaba atacando. Oí disparos, gritos e instrucciones que intentaban desesperadamente imponer algo de orden en la caótica situación. Ellos estaban armados. Nosotros también, pero los encapuchados sabían por dónde moverse, sabían cómo evitar a los infectados, sabían cómo usarlos en contra de nosotros.

   —¡Para la próxima vez, mira bien! —me regañó el renegado—. ¡Tú pudiste haber evitado es…!

  —¡Cuidado! —le advertí. Había divisado a un encapuchado que corría hacia él. Archer intentó defenderse, pero alguien le disparó—. ¡No! —levanté el rifle y lo cargué sobre mi hombro cuando vi que tres sujetos más se le acercaban corriendo, para saltar sobre él en un intento por reducirlo.

   —¡Atento! —me gritó Archer. No pude verlo, mucho menos escucharlo, sólo sentí un golpe fuerte que me lanzó hacia atrás y me metió de vuelta a los apartamentos. Caí duro, sobre un montón de madera y escombros que me llevaron a levantar una nube de polvo, y me golpeé en la espalda

Entonces oí algo que corría hacia mí, vi a su silueta atravesar la destruida puerta y lo sentí encima. Me revolví, mientras peleaba en la oscuridad contra unas manos extrañas que querían reducirme y que me golpearon en mis puntos más débiles; en mis costillas y a los costados de mi cabeza. La vista se me hizo borrosa y tambaleó, pero yo no iba a ceder. Le di un puñetazo en el estómago, para quitármelo de encima, y lo empujé hacia atrás.

Gateé por el pasillo hasta llegar a la puerta e intenté reincorporarme, pero él atrapó una de mis piernas. Me sorprendió que, por uno o dos metros, logré arrastrarlo junto a mí. Era liviano, sorprendentemente liviano.

Sentí un pinchazo en el muslo.

   —¿Q…Qué? —mascullé y me retorcí en un escalofrío—. ¿Qué demo…? —me había clavado algo.

Aplastó mi cabeza contra el suelo y se me montó encima. Sus piernas hicieron presión a los costados de mi tórax y sus manos, delgadas y fuertes, se anclaron a mi cuello e intentaron asfixiarme. Entonces lo supe; esas manos no eran las de un hombre, eran las de una chica. ¿Esta era la encapuchada que nos atacó la primera vez? 

Ella se inclinó y sentí todo su peso sobre mí. Tuve la impresión de que ya no podría respirar y el mareo me hizo sentir aturdido. En un último y desesperado intento por liberarme, busqué arañarle la cara. 

Y le quité la capucha. Y la vi.

Tenía los ojos de un amarillo brillante. No, no era amarillo. Era miel que resplandecía bajo la luz de la luna.

Esos ojos eran como ámbar derretido.

Reconocí también el cabello oscuro que le caía por sobre los hombros.

Entonces definitivamente ya no pude respirar.

   —¿A-Am…? —intenté decir.

Ella alzó una ceja y me presionó más fuerte. Quería hacer que me desmayara.  

¿Amber? ¿Era ella? ¿Qué hacía aquí? Se suponía que ella estaba…

«Llévensela a Dagger. La última vez que hablamos me dijo que esa persona necesita a una chica fuerte…»

Amber solía ser fuerte.

Sentí las lágrimas picando al interior de mis ojos.

   —¿Amber? —quise decir, pero mi voz salió como un silbido que se ahogó entre sus manos. Alcancé su rostro y lo rocé con la yema de mis dedos. Casi se sintió como su piel, casi se sintió igual que la última vez que la toqué. ¿Cómo era posible?

Algo la alejó de mí.

   —¿¡Qué estás haciendo!?  —fue Archer, él le había dado una patada y logró quitármela de encima. Hizo el ademán de querer saltar sobre ella, pero yo me reincorporé como pude y me aferré a su pierna—. ¿¡Qué!?

   —¡Espera! —chillé.

Vi a la encapuchada levantarse y salir corriendo.

   —¿¡Qué demonios haces, hombre!? —me gritó, furioso. Lo solté y me quedé ahí, sentando en el suelo.

   —¿Qué ocurrió? —Terence llegó a mi lado. Yo estaba temblando. ¿Era ella? ¿De verdad era ella?

   —Am… —balbuceé—. Amber.

   —¿Qué…? —El pelirrojo me ayudó a levantarme—. ¿De qué estás hablando?

   —Amber estaba ahí —dije.

   —Bien, bien. Vale —Él me abrazó cuando me vio tambalear—. Estás bien, tranquilo —No lo estaba, todo daba vueltas a mi alrededor. El pinchazo en mi muslo, ¿qué había sido?—. ¿Te hirió? Pareces… ¡Hey! —gritó, pero su voz se perdió al interior de mis oídos—. Oye, quédate conmigo. Encontramos el camión, iremos a casa ahora.

   —Estoy seguro de que era ella… —balbuceé, antes de desmayarme en sus brazos.

Notas finales:

¿Acaso no lo vieron venir? 

 

¿Criticas? ¿Comentarios? ¿Preguntas? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review 


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