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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Holaaa, querubines :) 

Aquí resubiendo el segundo capítulo. Ya comienzo a superar la crisis de esto de haber borrado el fic e.e 

Los capítulos avanzarán muy rápido debido a que no tengo que escribirlos de nuevo porque los había guardado :3 así que de aquí a un par de días volveremos al capítulo 13 (que era el que debía subir hoy SI NO HUBIESE BORRADO el fic por bruta xDD -no me cansaré de decirlo... me odio tanto ahora mismo- ) 

Pero bueeno ! 

Espero que les guste :D 

PD: Capítulo largo.

Capítulo 2




El murmullo de las olas entró suave en mis oídos, más lejano de lo que jamás le había oído. Sentí algo cálido y poroso acariciando mi espalda y el frío y el agua golpeando sobre mi cara.  

Todo estaba demasiado tranquilo. 

¿Dónde estaba el murmullo de los hombres? 

¿Dónde estaba el agua entrando violentamente en el bote? 

Oí unos sollozos conocidos muy cerca de mí y mi mente despertó, evocando todo lo que había ocurrido anteriormente.  

¡Las olas! ¡Las olas nos habían volteado! 

Abrí los ojos de golpe y me encontré cara a cara con un cielo nublado, oscuro y lluvioso. Tardé varios segundos en darme cuenta que esa sensación porosa y cálida que sentía era arena picando en mi piel. 

   —R-Reed... —Los sollozos se escucharon más dolidos. Era Ada. 

Reaccioné y me senté sobre el suelo, llevándome una mano a la frente, donde parecía estar sangrando.

   —Reed... —volvió a balbucear mi nombre. Giré la vista y les vi. Ella estaba arrodillada en la arena, el mar le había desgarrado la ropa y estaba casi desnuda, temblando y llorando mientras sostenía la cabeza de David sobre sus piernas delgadas—. Reed... —lloriqueó y sus ojos celestes brillaron por las lágrimas. Solo entonces entendí que pasaba. 

   —No, no, no... —gateé hasta ellos. Ella lloró más fuerte en cuanto me acerqué—. No, no, ¡No! —mis manos tambalearon al llegar hasta David y mi cara chocó contra la arena, pero seguí arrastrándome. Toqué su pecho frío y posé mi cabeza contra él para intentar oír los latidos de su corazón, algo que me indicara que estaba vivo aún. Subí hasta su rostro y busqué una señal de aire en su boca y nariz. No estaba respirando. Mis ojos se cruzaron con los de Ada. 

David había muerto. 

Ella se echó a llorar sin control. Me acerqué y la abracé para contenerla. 

No debía llorar. Tenía que ser fuerte. 

«Siempre tranquilo, Reed» Me había dicho. 

   —Tranquila... —acaricié su cabello—. Él está bien...está bien ahora —El tacto de sus lágrimas contra mi pecho fue acompañado por los gritos que soltó sin control alguno—. Ada, por favor...cálmate —rogué. Mientras no supiéramos dónde estábamos teníamos que guardar silencio. Miré alrededor y cerca nuestro vi una especie de muralla a medio construir—. Ada... 

   —¿¡Qué acaso no te duele!? —gritó sobre mi rostro y clavó los ojos furiosos llenos de lágrimas sobre mí—. ¡David era tu mejor amigo y ahora está muerto!

   —Claro que me duele, pero...

   —¡No! ¡No te importa! ¡Estás hecho de hielo, Reed! 

   —No es eso, Ada...tienes que calmarte. 

   —¿¡Acaso alguna vez te importó la muerte de alguien!? —Ella estaba descargando toda su frustración en mí, la entendía. Tenía que dejarla, hace mucho tiempo que ella no perdía a una persona querida—. ¿¡Te importó cuando mataron a mi mamá!? ¿¡Te importó cuando desapareció Amber!? 

Claro que me había importado. 

   —¿¡Acaso te importó cuando esos tipos se llevaron a Dan...!? —le tapé la boca con brusquedad para que se callara. 

   —Cállate... —ordené y miré con nerviosismo otra vez a mí alrededor. Estaba seguro que lo había escuchado. 

Ella siguió gritando aún con mi mano sobre su boca. 

   —¡Shhh! —presioné más fuerte sobre ella, necesitaba que guardara silencio para oír mejor. Pareció entender el mensaje y dejó de gritar. 

   —¿Oíste eso? —murmuré.  

   —Mhpmm... 

Quité mi mano. 

   —También lo he oído —sollozó.

   —¡Cuidado! —Me puse de pie cuando vi una figura arrastrada por el mar levantarse en la orilla. No tardé en reconocer qué era. 

   —¡Reed! ¿¡Eso es...!? 

   —Shh —ordené y busqué algo en el suelo con qué golpearle. Había algunas rocas, pero todas estaban tan bien enterradas en la arena que tardaría más de diez segundos en quitarlas y la bestia que estaba frente a mí nos atacaría en menos de eso—. Ada, necesito que corras a un lugar seguro —dije, cuando noté como otro grupo de muertos emergía de la superficie. Debían ser del Desire. 

Nunca creí que ellos también lograrían escapar. 

   —¡No voy a dejarte aquí! ¡No voy a dejar a Da....! 

   —¡David ya está muerto! —grité y la voz me tembló—. ¡Y él no ayudó a organizar este plan para que tú termines muerta también! ¡Hazlo por él! —Me preparé para el ataque cuando vi a uno de ellos demasiado cerca, le esquivé y tomé su cabeza para intentar golpearla contra la arena—. ¡Ve! —Ella obedeció y la vi desaparecer tras unos arbustos. Sí había alguien o no en esta isla era menos preocupante que un grupo de muertos saliendo del mar. Corrí por la orilla e intenté atraer toda su atención, para alejarlos lo más posible de Ada. Los siete monstruos me siguieron. 

Pocas veces había tenido que pelear con uno de ellos, antes de que Shark nos atrapara era Natasha quién se encargaba de hacerlo, pero David me había enseñado a defenderme, me había enseñado a dar golpes certeros, me había enseñado dónde atacar para matarlos. Ahora, cinco años después del virus, algunos solo eran un montón de huesos con algo de músculo sobre ellos, fáciles de derribar. 

Pero no iba a poder con siete si no tenía algo con qué atravesarles la frente. 

Recordé que antes de saltar del barco traíamos cuchillos. Lo busqué entre mis ropas pero no lo encontré. Seguramente se cayó cuando nuestro bote salvavidas volteó por culpa de un grupo de olas gigantes. Debí haber sido más cuidadoso, debí haberlo atado a mi cinturón, como solía hacerlo David...

    —¡Eso es! ¡David! —volví en mis pasos para correr hasta su cuerpo. Caí arrodillado junto a él y busqué en el cinturón de su pantalón, donde siempre traía atado uno. Me detuve un segundo a mirar su rostro ya pálido, sus ojos cerrados. 

   —Gracias... —susurré y entonces encontré el cuchillo. Oí un gruñido tras de mí y giré justo a tiempo para clavárselo en la frente a uno de esos muertos, luego, lo quité con rapidez y me preparé para el segundo ataque. Tenía que alejarlos de ahí, tampoco dejaría que se comieran el cuerpo de David que aun debía estar caliente.

   —¡Vengan aquí, malditos! —grité mientras me alejaba de David y ellos me seguían en fila, como un montón de animales hambrientos—. ¡Vengan! —elevé mis brazos y los sacudí para llamar aún más su atención y cuando me hallé lo suficientemente cerca de otro, le clavé el cuchillo en la cabeza para luego quitarlo y seguir atrayendo al resto. Acabaría con ellos uno por uno, no parecía un mal plan. 

   —¡Aquí, aquí! —grité más fuerte y entré en confianza cuando acabé con un tercero. Seguí retrocediendo, sacudiendo mis brazos y gritando para que los cuatro que quedaban me siguieran a paso lento, arrastrando los pies. Era una suerte, estos tenían por lo menos tres años, lo noté por la piel podrida y los dientes negros. Ellos ya no podían correr como seguramente lo hicieron cuando apenas habían sido infectados. 

   —¡Eso! ¡Vengan aquí, maldi...! —volteé cuando mi espalda chocó contra algo que sabía no debía estar ahí. Unas manos cayeron sobre mí y me agarraron con fuerza brutal, sentí el dolor de sus uñas clavándose sobre mi hombro herido y grité espantado. Me había topado con un muerto que no había visto y éste era nuevo, como el que me atacó en el barco. De hecho, algo me dijo que era exactamente el mismo, lo reconocí por cómo se sintió el peso de sus dedos húmedos intentando atravesarme. Instintivamente llevé mis manos a su cabeza y le agarré por el largo cabello rojizo. Emitió un gruñido bestial y animal que paralizó todos mis músculos y clavó sus ojos inyectados en sangre sobre mí. Por un momento, creí que de su boca iban a salir palabras. No pude reaccionar, no pude emitir sonido cuando sentí cada uno de sus fuertes dientes clavándose y desgarrándome la piel.   

 Oí un disparo cerca de mí y me vi obligado a despertar, le aparté de un empujón que lo tiró al suelo, allí se quedó. 

Dos disparos más me hicieron lanzarme al suelo a mí también. Cerca de mí, dos cuerpos cayeron junto a un tercero que ya había sido abatido, eran los cuerpos de los monstruos que aún no mataba. Otra persona los había acabado por mí.  

   —¿¡Necesitas ayuda!? —gritó una voz femenina que me obligó a alzar la vista. La vi sentada sobre el muro a medio construir. Cabello corto, rubia, vestía pantalones militares, botas y una camiseta negra demasiado delgada para estar bajo la lluvia que aún caía torrencial. 

De pronto, vi a Ada asomar tras el muro. Me puse de pie en movimientos lentos y levanté ambas manos en son de paz. 

   —¡Gracias por eso! —Le grité a la chica que había matado a esos muertos e intenté que mi tono fuera lo más amable posible, quería demostrarle que no era una amenaza. Ella con un salto bajó del muro y caminó en mi dirección, sonriendo, una sonrisa dulce e infantil que contrastaba con su atuendo rudo y con el cuchillo que pasaba de una mano a otra, jugando.

   —¡Abajo! —gritó de pronto y yo obedecí por mero instinto. Levantó una escopeta que traía atada a su espalda y disparó, el tiro no salió—. ¿Qué demo...? ¡Joder, se trabó de nuevo! —tomó su cuchillo y lo estiró por encima de mí, oí el sonido de su filo entrando en la carne. Otro cuerpo cayó a mi espalda.

Era el del séptimo y último muerto. 

   —¡Reed! —vi a Ada salir de su escondite tras el muro y correr hacia mí. La recibí en un abrazo doloroso—. ¡Dios mío, Reed! ¡Creí que esos muertos iban a matarte! 

   —Ada ¿Estás bien? —La tomé de las mejillas para examinarla de arriba abajo. 

   —¡S-Sí! Por suerte Amy me encont... ¡Reed! ¿¡Tu hombro sigue sangrando!? 

   —¿Quién es Amy? —pregunté mientras enterraba mis dedos en su rostro y le lanzaba una mirada nerviosa, rogando porque ella captara mi mensaje. No, mi hombro no estaba solo sangrando. Me habían mordido y si aquí había un campamento y yo iba a morir, necesitaba primero conocer a estas personas y hablar con ellas para que se quedaran con Ada. Nadie debía saberlo. 

   —Soy yo... —habló la chica que me había rescatado, sin mirarme, sus ojos verdes estaban puestos sobre su escopeta que examinaba minuciosamente. El arma tenía una leyenda, un dibujo sobre ella, un pequeño corazón rosa y la palabra “Mamá” escrita dentro de él. Me estremecí en un escalofrío, pero no fue por la impresión, fue por las crecientes náuseas que se daban en mi estómago. 

Estaba mareado. 

   —¡Amy! —oí una voz masculina llegar hasta nosotros—. ¡Amy, oí disparos! ¿¡Estás bien!? 

   —¡Sí, papá! —La chica rodó los ojos y soltó un suspiro. En la oscuridad de la tormenta, logré ver una silueta acercándose a paso lento y reconocí también el arma que cargaba. Volví a elevar mis manos en son de paz. 

   —¿De dónde salieron ustedes? —gruñó un hombre joven cuando llegó frente a mí y me apuntó con su arma. Las piernas me temblaron un poco, él parecía rudo, a pesar de aparentar tan solo unos años más que yo. En un gesto de impaciencia ante mi silencio, llevó una mano a su largo cabello castaño y lo peinó hacia atrás. Los mechones caían hasta la mitad de su espalda—. ¡Hablen! 

   —A-Aid...Papá, tranquilo, ellos son inofen... —Amy intentó hablar.

   —¡Hablen, he dicho! —interrumpió él. 

   —¡Nuestro barco naufragó! — Ada también levantó sus manos—. Un amigo acaba de morir, por favor, no nos maten a nosotros también —sollozó. Mis ojos se dirigieron al cuerpo de David que seguía tirado en medio de la arena. Aún no lo creía, David era el hombre más fuerte y apto que había conocido. No, él era el mejor ser humano que había conocido. 

«Siempre tranquilo, Reed» repetí para mí mismo, tragándome el nudo en mi garganta que se formó al pensar que estaba muerto.

   —¿Ese era su amigo? —preguntó el hombre y sus ojos esmeralda buscaron los míos, tardé algunos segundos en focalizarme y mirarle yo también. De pronto, todo se había vuelto borroso. 

   —Él era más que un amigo... —dije, mientras veía como el mundo daba vueltas a mí alrededor—. Él era como un padre para nosotros... 

   —Lo lamento —bajó el arma—. ¿Estás bien? Estás herido. 

   —E-Estoy... 

   —¡Oye!

   —¡R-Reed!

Lo siguiente que sentí, fue mi cabeza estrellándose contra la arena. 







                                      
                                                                                                   (* * *)




























   —¡Vamos! ¿Por qué tendría que despertar ahora? —oí una voz haciendo eco en mis oídos, muy lejana. Intenté abrir los ojos pero no lo logré, mi cuerpo estaba dormido aún. 

Unas risas cubrieron la habitación. 

   —N-No sé, Matthew —balbuceó nerviosa una voz femenina, la había oído antes, en algún lugar—. Aiden dijo que lo vigiláramos, no que nos acercáramos a... 

   —¡Dios, Amy! —Se burló la otra voz entre risas—. ¿Alguna vez te has divertido un poco? —sentí un escalofrío estremeciendo mis extremidades, comenzaba a sentir mi cuerpo otra vez. 

   —¡Claro que...! 

   —¡Entonces ve y hazlo!

   —¿Estás loco? No haré algo como eso sólo porque tú lo digas. 

   —¿Sabes qué? No lo hagas, solo mira la obra maestra que le dibujaré encima... —Algo tocó mi frente. Abrí los ojos de golpe y me encontré con el rostro de un chico muy cerca de mí. Sus ojos marrones ocultos tras unos lentes cuadrados estaban bien abiertos, le había sorprendido. 

   —¿Qué estás haciendo? —pregunté con un tono que sugería amenaza. Él pegó un salto y soltó un lápiz que había estado sosteniendo—. ¿Ibas...ibas a rayarme la cara?
 
   —¡Te dije que podía despertar! —gritó la voz femenina desde el fondo. Me reincorporé violentamente y me senté sobre la cama en la que estaba, me llevé una mano a la cabeza, confundido ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? 

   —¿D-Dónde estoy? 

   —Matt, ve y avísale a Aiden que él ha despertado —El chico con lentes que no aparentaba más de quince años se puso de pie y salió disparado tras una puerta. Miré a mí alrededor, estaba dentro de una casa.

   —¿Dónde estoy? —repetí. La chica que estaba al otro extremo de la habitación se acercó a mí lentamente. 

   —Tranquilo...estás a salvo. 

   —¿¡Dónde estoy!? —intenté levantarme y cuando apoyé las manos en el colchón tuve una punzada de dolor dentro de mi hombro que hizo a mis brazos tambalear y soltarse. Entonces, lo recordé. 

Habíamos escapado del Desire. 

David había fallecido. 

Un muerto me había mordido.

Estaba perdido. 

   —Tranquilo, solo estás herido —Ella llegó a mi lado y se sentó en una silla que había a un costado de la cama—. Me llamo Amy ¿Me recuerdas? —La miré y asentí con la cabeza. Sí, la recordaba, la chica que nos ayudó cuando varamos aquí, sea cual sea este lugar. Mi respiración se agitó violentamente. 

   —¡Ada! ¿¡Dónde está Ada!? 

   —Cálmate, ella está bien. 

   —¿¡D-Dónde está aho...!? 

   —Reed Breathe. ¿Cierto? —La puerta de la habitación en la que estaba se abrió cuando esa voz entró. Un joven de cabello largo caminó hacia mi cama con un bloc de notas en sus manos. Intenté reincorporarme nuevamente, pero el dolor en mi hombro no me dejó.

Vagamente también lo recordaba a él. 

   —S-Soy yo... —¿Por qué él sabía mi nombre? El joven dejó el bloc de notas a un lado y estiró su mano hacia mí. 

   —Mi nombre es Aiden Rossvet, nos conocimos antes pero te desmayaste por la pérdida de sangre. —comenzó y su voz salió serena y tranquila, con ese tono que suelen usar los médicos cuando intentan calmar a sus pacientes—. Estás en paraíso, una isla de supervivientes.  

   —¿T-Tienen un campamento? 

   —No es sólo eso, estamos formando una civilización. 

Civilización. Ese concepto era demasiado utópico para estos días. 

   —Ada me lo ha contado todo, que su barco naufragó y que recibiste una bala en el hombro. 

No, Ada no te lo ha contado todo. Si algo le pasó a ese barco, fuimos nosotros los que lo causamos. 

   —¿Fue solo una bala? —preguntó, clavando los ojos sobre mí y entonces reparé en una cicatriz que tenía en su ojo derecho. Su mirada se veía mucho más amenazante así. 

   —¿E-Eh? 

El joven tomó un mechón largo de cabello castaño que caía sobre su frente y lo dejó tras su oreja, había visto ese gesto antes, era un gesto de impaciencia. Amy se puso de pie de pronto, dejándole el asiento a Aiden quién no tardó en ocuparlo. Volvió a tomar el bloc entre sus manos y clavó sus ojos sobre mí, en una mirada que me hizo sentir como el acusado en un juicio. 

   —¿Fue solo una bala? —repitió con voz más grave y supe que él sabía perfectamente lo que estaba pasando. Tragué saliva, nunca había podido mantener durante mucho tiempo una mentira.

   —N-No  —admití—. Me mordieron —él golpeó su pierna con la palma de su mano en un gesto que parecía de... ¿celebración? 
   
   —¿Cuándo te mordieron? 

   —Cuando llegué aquí... —Una sonrisa se dibujó en sus labios—. ¿Cuánto tiempo ha pasado? 

   —Tres días... —dijo y un brillo le iluminó la mirada. Se levantó de pronto para acercarse y empezar a examinarme con una linterna que sacó de su bolsillo—. ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? ¿Estás mareado? ¿Tienes ganas de comer carne humana o algo por el estilo? 

   —¿¡Q-Qué!? 

   —¿No? —separó mis párpados para dejar entrar la luz violentamente en mis ojos. 

   —¿¡Carne humana!? —abrí la boca en un gesto mecánico cuando él acercó la linterna a ella seguramente para mirar en su interior.

   —Tienes buenos dientes. 

   —¿Estás loco? 

   —No, definitivamente no vas a transformarte en uno de ellos —quitó su linterna de encima de mí—. ¿Estás seguro que lo que te mordió fue un zombie y no un loco?

Recordé al muerto que me había mordido en la playa, el mismo que me había atacado en el Desire. Recordé la presión de sus dedos sobre mi piel, sus ojos inyectados en sangre. 

   —Se perfectamente la diferencia entre un muerto y un ser humano volviéndose loco. 
  
  —¿Recuerdas cómo era el zombie que te mordió? 

Perfectamente. Cada detalle de su siniestra anatomía. 

   —Claro que sí. 

¿Por qué me estaba preguntando todo esto?

   —¿Puedes levantarte? 

   —Creo que... —hice otro esfuerzo por apoyar las manos sobre el colchón para levantarme. Amy llegó a mi lado y estiró un brazo para que lo tomara. Lo acepté y entonces noté que mi mano, mi hombro y otras partes de mi cuerpo estaban vendadas. También traía ropa nueva. 

Mi cuerpo estaba limpio también ¿En qué momento me había bañado?

   —¿Cuántos días dijiste que han pasado? 
 
   —Tres...es normal dormir tanto en situaciones como esta. 

   —¿Dormí durante tres días? 

   —Tres días y medio, para ser exactos. ¿Necesitas una muleta o algo? 

   —No... —miré a mi alrededor cuando me encontré completamente de pie. Era una habitación limpia, ordenada, sin olor a deshechos humanos ni a humedad ¿Era real? 

   —¿No estoy alucinando, o sí? 

Una fuerte bofetada me hizo girar el rostro. 

   —¡Oye! —Me cubrí la mejilla con ambas manos. 

   —¿Te parece esto una alucinación? —Aiden me había golpeado. 

   —N-No lo sé...escapo de un barco, el bote salvavidas se voltea y luego algo me muerde. Debería estar muerto ¿Estoy muerto? —El joven puso los ojos en blanco. 

   —¿Quieres que le dé una bofetada yo, papá? 

   —No, cariño. Déjalo procesar toda la información. 

¿Papá? Aiden parecía demasiado joven aun  para ser padre de una chica como Amy, ella no debía tener menos de catorce años. 

   —¿C-Cuántos años tienes, Aiden? 

   —Veintidós y se acabó el tiempo para procesar —Me agarró del brazo y prácticamente me arrastró hacia la puerta, llevándome fuera de la habitación. Había algo en él que alertaba a mis sentidos, la forma en que de vez en cuando mientras caminábamos por un pasillo, jugaba con su cabello. Esto era un notable signo de ansiedad. Algo le tenía nervioso—. Aquí —me obligó a detenerme, frente a la puerta de otra habitación—. Entra —abrió la puerta—. Vamos, entra. 

Obedecí, quizás por mera curiosidad de saber si lo que tenía así de nervioso a este hombre estaba tras esa puerta.

Mis músculos se congelaron cuando atravesé el umbral.

   —¿Qué es esto? 

   —Dijiste que podrías reconocerlo. ¿Eso fue lo que te mordió? 

Sentí que mis piernas tambalearon ¿Cómo era posible? Estaba seguro que la persona que vi dormida en esa cama era la misma que me había mordido, solo que ya no tenía las manchas rojizas sobre su piel, ni estaba soltando aquellos gruñidos bestiales que podían aterrorizar a cualquiera. 

Además, los muertos no dormían. Y él estaba durmiendo. 

Sin que nadie me lo ordenara, me acerqué a la cama que estaba frente a mí para observarlo más de cerca. Sí, definitivamente era el hombre que me había atacado. Lo reconocí por el cabello rojizo que estaba muy largo.

   —Hemos tenidos grandes problemas en el pasado con chicos pelirrojos, ¿sabes? Estuve a punto de plantarle un disparo en la cabeza, pero cuando noté lo que le estaba ocurriendo supe que no era normal y decidimos traerlo también... —Las palabras de Aiden llegaban a mis oídos pero yo no acababa de comprenderlas por completo—. ¿Dices que él te mordió? 

Estiré una mano para tocar su rostro, un rostro suave, una piel tersa que para mí no tuvo sentido ¡La piel de los muertos era sucia y desagradable!  Esperaba que sus ojos se abrieran y él saltara sobre mí para devorarme, como debería ser. Yo le había visto, sabía que ésta era la misma persona que me había atacado en el barco ¡La misma que me había mordido en la playa! ¡Yo debería estar muriendo por su culpa ahora mismo! 

«Siempre tranquilo, Reed» repetí para mí mismo, como un mantra. 

Tenía que encontrar la lógica en esta situación. 

   —¡Hey! —Una punzada de dolor me sacudió, la mano de Aiden había golpeado sobre mi hombro herido—. ¿Es él?

   —E-Estoy seguro de ello —Me quejé. 

   —¡Joder, sí! —juntó sus manos en un aplauso cerrado—. ¡Tengo que avisarle al resto! ¡Amy! ¿Tienes idea dónde está Ethan? 

   —Hoy en la mañana dijo que iría a pescar. 

   —Demonios, no importa. Iré por Marshall, tú avísales a los demás y busca a Ada, estará feliz de verle sano.

   —E-Esperen... —tartamudeé, intentando comprender algo de lo que estaba pasando—. ¿Qué es lo qué...? —Ambas manos de Aiden cayeron sobre mis hombros, causándome un dolor difícil de disimular. 

   —Ese hombre que está ahí en la cama era un maldito zombie cuando le encontramos, era un maldito zombie que se estaba quejando. Esas bestias no sienten dolor. ¿Entiendes eso? 

   —E-Entiendo, pero... 

   —Pero algo le hizo sentir dolor y ese algo le hizo cambiar con el paso de las horas. Apareció el pulso, comenzó a ser sensible a la luz y toda la mierda que veías sobre su cara empezó a desaparecer. ¿Comprendes? 

   —Yo...

   —¡Y todo luego de morderte a ti, joder! 

¿Acaso él estaba insinuando...? 

   —Tú también deberías estar convertido en un puto cadáver y no lo estás. Existen dos opciones, esto es una afortunada casualidad o eres una maldita cura andante. Quédate aquí, Reed. Amy, vamos. 

Ambos salieron disparados tras la puerta, dejándome atónito.  Arrastré una silla hasta la cama y me senté a un costado de ella. 

Necesitaba un par de minutos para comprender todo lo que estaba pasando. 

Estaba a salvo. De alguna forma, por algún motivo sobreviví al ataque de uno de esos monstruos y el que me mordió parecía haber vuelto a la vida. Efectivamente solo había dos opciones. O esto había sido un milagro o algo había en mí, algo que era resistente al virus y que era capaz de hacer retroceder su desarrollo. 

¿Cuál era la opción más creíble? 

Solo ha sido una casualidad. 

Que algo en mí tuviese la capacidad de frenar una enfermedad tan mortal como ésta y revivir a la gente era algo imposible. Miré con más cuidado al hombre que dormía en esa cama, buscando algún rasgo desconocido, algo que me hiciese considerar una tercera posibilidad: él y el muerto que me atacó no eran la misma persona y yo no iba a tardar en tener síntomas que me convertirían, pero no, lo recordaba todo, él era exactamente el que me había atacado en el barco. Era su cabello, era la forma cuadrada de ese rostro adelgazado por la enfermedad e incluso, podría jurar que si tocaba las yemas de sus dedos iba a sentir la misma calidez húmeda en ellos. 

No perdía nada en comprobarlo. Me incliné sobre la silla para alcanzar las sábanas que lo cubrían y las deslicé hasta sus caderas, para inspeccionarlo mejor. Tenía una cicatriz en el cuello, una mordida humana, en la piel podía verse la marca perfecta de todos los dientes. 

   —Así que aquí fue donde te mordieron... —dije en voz alta y me sentí como debía sentirse un médico forense al hacer una autopsia, solo que la persona que estaba examinando estaba supuestamente viva. Deslicé mis dedos por su pecho y entre muchas otras cicatrices, me topé con dos que tenían forma extraña, tanto en el lado izquierdo como en el derecho, sobre sus tetillas, dos marcas que parecían ser las de las garras de un animal. Con cuidado y gracias al tacto, percibí como ahí la piel era más rasposa. No era un tatuaje, eran cicatrices reales—. ¿Qué diablos te ocurrió? —Su cuerpo entero estaba masacrado. Me pregunté si realmente estaba vivo. 

Busqué su muñeca para tomarle el pulso. 

   —¿Qué...? —demoré un poco más en cargar mis dedos sobre su muñeca cuando vi las heridas que tenía ahí. Dieciséis cortes, dieciséis perfectos y notorios cortes que partían en la base de su muñeca y subían por el antebrazo. Tomé su pulso, estaba vivo. 

Había visto cicatrices así antes, Shark solía cortar las muñecas de alguno de los prisioneros en el Desire. Quizás él también había sido víctima de los cazadores.

   —¿Qué fue lo que te hicieron? —susurré.

Volví a taparle con las sábanas cuando oí fuertes golpes en la puerta. 

   —¿Aiden? —pregunté y me levanté de la silla para abrirla—. ¿Aiden ya viste las cicatrices que tiene en...? 

Por un par de segundos me quedé helado bajo el umbral de la puerta que yo mismo había abierto, creyendo alucinar. Intenté cerrarla nuevamente pero las manos de los tres monstruos que estaban al otro lado lo evitaron y retrocedí para alejarme de ellos. Habían entrado, no sabía cómo. Miré a mí alrededor, tenía que ser rápido, los muertos que tenía al frente eran nuevos, quizás de un mes, ellos podían correr y saltar tanto como yo. Estábamos igualados. Los ojos oscuros de una de las bestias, esos ojos llenos de sangre que llevaban la palabra muerte escrito dentro de ellos se posaron de pronto sobre el pelirrojo que dormía en la cama. No lo pensé, me abalancé sobre él antes de que se decidiera en saltarle encima. No iba perdonarme dejar morir otra vez a una persona que acababa de volver a la vida, casualidad o no, no podía permitirlo. Caí al suelo y ese monstruo cayó conmigo, los otros intentaron abalanzarse sobre nosotros y entonces levanté la cabeza del primero con todas mis fuerzas y la estrellé contra el suelo, pero no pude evitar la mordida de otro de ellos en mi brazo. Ahora que estaba más consiente, pude sentir claramente el dolor de cada fibra siendo separada del músculo. Grité y forcejeé para zafarme. Tomé su mandíbula e intenté apartarla de mi brazo, iba a quebrármelo si seguía de esa forma. 

   —¡Suéltame! —grité otra vez y la garganta se me quebró por el dolor ¿Era así cómo se sentía ser devorado? Reprimí un sollozo cuando con dificultad quité sus dientes de mi brazo, lo tomé del cabello y lo lancé contra la base metálica de la cama, repetidas veces,  hasta que el tercero saltó sobre mi espalda y me mordió, pero su mandíbula rasgó toda mi piel no como una mordida, si no como un arañazo que se perdió a lo largo de mi dorso. Algo lo había alejado de mí, tan rápido que mis ojos apenas lograron ver la sombra que reflejó en el suelo el movimiento de una patada, una de películas. 

Volteé la cabeza mientras sentía la adrenalina subiendo como marea nocturna en mi interior. Era él, el chico pelirrojo se había levantado de pronto. Él me había ayudado, él había tirado a ese muerto de una sola patada. 

Mantuve mis ojos fijos en los suyos cuando él me miró. Eran de una mezcla extraña que oscilaba entre verde, marrón y otro tono que no supe identificar. El silencio que cubrió la habitación fue incómodo e irrompible, me mantuve callado mientras intentaba tranquilizar mi pulso que de pronto se había disparado. Me puse de pie y él se acercó a mí con paso acelerado. No pude reaccionar cuando una de sus manos cayó sobre mi hombro que no estaba vendado y lo estrujó en un gesto impaciente que me llenó de escalofríos, no pude moverme porque supe que definitivamente este chico era el mismo que me había mordido. Sus dedos, esa pesadez que parecía marcar mi piel. Era la misma. 

   —¿Dónde estoy? —preguntó y sus ojos multicolor me recorrieron de arriba abajo. Su voz era grave pero tenía una suavidad incrustada en ella que me hizo pensar que él no era una amenaza. Él no era un monstruo, ya no, esa voz gruesa fue la última prueba de ello. 

La persona que tenía en frente definitivamente había regresado de la muerte.

Notas finales:

¿Críticas? ¿Comentarios? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review. 

Abrazos


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