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UN DURO DIRECTOR por nurikosan

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Milo llega a un nuevo colegio, el séptimo en este año, para reanudar sus estudios en el mismo. Se queda parado en la puerta con la maleta en el suelo junto a sus pies y contempla atentamente todo el conjunto arquitectónico tomando buena nota de las rejas que cubren las ventanas y de la ausencia de cornisas o canalones en la fachada que permita una vía de escape alternativa. También se fija en la gruesa puerta metálica que permanece cerrada a cal y canto y que solo se puede acceder una vez la hayan abierto desde el interior por control remoto. Mientras esta perdido en estos pensamientos, la puerta se abre hacia el interior dejando ver un recibidor muy iluminado y en el centro del mismo a un hombre de largos cabellos azulados con las manos apoyadas en las caderas y con la mirada fija en él. Durante unos minutos ambos se examinan mutuamente y al cabo de los mismos el hombre desciende los pocos escalones que le separan del chico deteniéndose a unos pasos de él.

- Bienvenido, señor Milo. Su habitación le esta esperando. Soy el director de este colegio y dado su historial he pensado que lo mejor sea yo quien le reciba. Por favor, coja su maleta y sígame.

Milo no dice nada y obedeciendo le sigue por un largo laberinto de pasillos y escaleras hasta llegar a las habitaciones. La suya es la última del lado izquierdo. Cuando el hombre le abre la puerta entra en su interior y lanza la maleta sobre una mesa para a continuación tirarse cansinamente sobre la cama.

- ¿Acaso le he dado permiso para tumbarse? – le dice con el ceño fruncido- ¡En pie inmediatamente!

Milo no reacciona a sus ordenes y simplemente le mira desafiándole en silencio. El hombre estira el brazo y apresando un mechón de su cabello le levanta de un fuerte tirón.

- ¡No hagas eso! – grita Milo enfadado- ¡Me has hecho daño!

- Si no quieres que te haga daño, obedece cuando te mande algo sin replicar. Mi nombre es Kanon, señor Kanon para ti y nada de familiaridades conmigo.

- ¿Familiaridades? ¡Ooooh, ya entiendo! No te gusta que te tuteen, mala suerte conmigo colega, yo trato a todo el mundo así y no voy a hacer excepciones contigo querido Kanon.

- Veo que lo que pone en tu expediente no es exagerado: seis expulsiones de otros tantos colegios por mal comportamiento, agresión a los compañeros, calificaciones pésimas... bien, aquí te haremos cambiar por las buenas o por la malas, tú decides. Y para empezar te enseñaremos algo de educación básica. Sígueme.

Milo frunce el ceño y se muerde el labio inferior mientras se frota la zona de la cabeza dolorida por el fuerte tirón pero no se mueve un centímetro tras el director. Este se vuelve en el quicio de la puerta y le mira fríamente antes de dirigirle la palabra.

- La próxima vez que me acerque a ti no será un ligero jalón de cabello. ¿Quieres hacer la prueba?

El muchacho se lo piensa una segunda vez y empieza a caminar en silencio. Al verle Kanon echa a andar pasillo adelante para enfilar las escaleras. Después de bajar en silencio varias plantas continúan por un pasillo hasta llegar a una enorme cocina con el fregadero lleno de platos, cubiertos, vasos y utensilios de cocinar sucios.

- Tu primer trabajo. Friega todo esto – le dice indicándole con la cabeza el enorme montón de cacharros sucios- Quiero que queden totalmente relucientes y colocados en su sitio correspondiente.

- ¿No hablarás en serio? – replica Milo mirando todo con ojos desorbitados- Me llevará toda la tarde y parte de la noche. Estoy cansado y necesito descansar.

- Veo que no captas el mensaje, muy bien no tiene importancia, terminaras por hacerlo. Cuando acabes quiero que te encargues de fregar todo el suelo de la cocina.

Milo le mira furioso, sus ojos echan chispas y sus manos están apretadas fuertemente en sendos puños hasta el punto de volverse blancos. Apenas logra controlarse para no abalanzarse sobre Kanon.

- De acuerdo señor director Kanon – sisea débilmente tragándose todo el orgullo y destilando odio en sus palabras- Haré lo que usted me ordena.

- Estupendo, eso esta mejor, pero basta con señor Kanon. Una vez acabes puedes volver a tu habitación a descansar. Allí esta la nevera, la cena te la prepararás tú mismo, no creo que acabes para cuando se sirva. A las siete de la mañana escucharas la sirena que indica la hora de levantarse. Media hora para asearte y otra media para desayunar en el comedor colectivo. Las clases empiezan a las ocho y cuarto, tu clase será la número treinta en el tercer piso.

Sin darle tiempo a replicar sale de la cocina no sin antes lanzarle un delantal blanco y un gorro para que oculte el cabello en su interior. Se vuelve a mirarle una sola vez con una sonrisa más fría que el acero y dando media vuelta cierra la puerta a su espalda dejándole totalmente solo en medio de esa enorme cocina.

- ¡Maldito bastardo! – grita Milo lanzando las dos prendas al suelo y dándoles una patada- ¿Quién se ha creído que es? Nadie me hace esto a mí, nadie y menos un engreído como ese que se cree un dictador de tres al cuarto.

Se acerca al fregadero y cogiendo un plato lo lanza con furia contra la puerta justo en el momento en que se abre dando paso a un hombre bastante grande y de piel morena que atina a agacharse y evitar que le golpeen los trozos de loza.

- Tranquilízate chico – le dice enderezándose- así no vas a adelantar nada. Deja que te de un consejo: haz lo que te ha dicho y te evitaras muchos problemas. Nuestro director es una piedra dura de roer y bastante retorcido con sus castigos. A veces incluso no ha dudado en usar castigos corporales, y créeme, eso es algo que no te recomiendo.

Mientras hablaba se ha acercado a Milo y le tiende con una mano el delantal y el gorro al tiempo que le tiende la otra para saludarle con una agradable sonrisa.

- Soy Aldebaran, el cocinero. Esta cocina es mi reino, Kanon no se inmiscuye en ella salvo para castigar a algún muchacho como tú.

- Yo soy Milo, acabo de llegar hace un rato y como no le he tratado de usted ni llamado señor me ha condenado a fregar todos estos cacharros junto con el suelo. Es un sucio dictador.

- Jajajajaja, he oído esas palabras miles de veces, pero te diré algo: los mismos chicos que las pronunciaban al principio luego bebían los vientos por él.  En todo el tiempo que llevo trabajando aquí, y créeme es mucho, solo tres han salido igual o peor que entraron.

- ¿Me estas diciendo que terminare por agradecerle estos castigos?

- Algo así, vamos cuanto más tarde te pongas más tarde terminaras. Mientras yo voy a preparar la cena y para darte fuerzas a ti te haré algo especial. Veamos... hmmm... ¿te parece bien un buen trozo de carne a la parrilla especiado con hierbas y de postre unas deliciosas natillas caseras con canela y galletas?

- Me parece estupendo... – se queda callado pensando en como llamarle, pues le ha caído bien y no le importaría nada tratarle de señor.

- Perfecto, ahora manos a la obra. Tú con los cacharros y yo con la cena. Y llámame Alde, no me gustan los formalismos.

Milo se pone ambas prendas y con una sonrisa en su rostro comienza a fregar pieza por pieza. Al cabo de un par de horas Alde le sirve la cena en la mesa de la cocina y después de devorarla rápidamente continúa con los cacharros para pasar por último al suelo. Por fin logra terminar de madrugada y muerto de cansancio vuelve a su habitación después de confundirse varias veces de pasillo para tirarse sobre la cama y quedarse inmediatamente dormido.

Al día siguiente y con una perfecta puntualidad la sirena le despierta sobresaltándole. Maldiciendo abre la maleta y dándose una breve ducha se cambia de ropa y baja a desayunar.

El comedor es una sala inmensa con varias mesas alargadas colocadas paralelas y con la de los profesores en el frente, de forma que pueden vigilar a todos los chicos. Los sitios están marcados con los nombres de cada uno por lo que solo tiene que buscar el suyo y empezar a dar buena cuenta del desayuno entre bostezo y bostezo. A continuación un rápido cepillado de dientes y a clase. Cuando llega entra sentándose en el primer sitio que encuentra y se dispone a mirar distraídamente por la ventana.

- Ese sitio es mío – le dice un chico dándole un ligero toque en el hombro para llamar su atención.

- ¿No me digas? – responde dedicándole una indiferente mirada- Pues ahora es mío. Seguro que encuentras otro.

- No es posible, tenemos que sentarnos en el mismo sitio. Al profesor no le gusta vernos descolocados. Mira, al final tienes todas las mesas libres, escoge la que quieras y devuélveme mi sitio.

- ¿Eres sordo o qué?  Te he dicho que ahora es mío y me importa un bledo lo que el profesor quiera, me quedo aquí porque me da la gana. Y ahora lárgate, me estas molestando.

- Señor Milo haga el favor de levantar su trasero de ese asiento y váyase a los asientos del final.

Dirige la vista al dueño de esa autoritaria voz para descubrir a un hombre alto, de complexión delgada y corta cabellera. Se trata del profesor que le ha tocado y no le gusta nada, por lo que le dirige un obsceno gesto levantando el dedo índice y continúa sin moverse. De pronto el silencio se adueña de la clase y siente como todos los pares de ojos están fijos en él.

- Un gallito de pelea nuevo en el corral, habrá que cortarle los espolones – replica el profesor plantándose delante de él- Mi nombre es Shura, señor Shura y ahora mismo vas a levantarte y quedarte en ese rincón de pie.

- ¡Por que tú lo digas tío! – responde jocosamente- No pienso moverme de este sitio. Me gusta este sitio y lo quiero para mí.

Shura no dice nada y simplemente se limita a darle un sonoro bofetón para señalar con el índice el rincón requerido. Milo reacciona levantándose furiosamente y lanzándole todo su puño al rostro. Golpe que esquiva sin ningún esfuerzo para agarrarle del brazo y tirarle por encima de su cabeza al suelo.

- No me gustan lo chicos como tú – le dice arrimando el rostro al suyo hasta el punto de lanzarle el aliento sobre los labios cuando habla- No me provoques o te juro que te mando a la enfermería. Y ahora ponte en pie, recoge tus cosas y vete al rincón hasta que acaben las clases.

Parpadea totalmente sorprendido, pues es la primera vez que alguien le vence tan limpiamente y levantándose hace lo que le dice yéndose al rincón con sus cosas.

La mañana transcurre lentamente y a la hora de la comida todos salen disparados hacia el comedor. Apenas ha empezado a comer cuando alguien le quita el plato de delante. Se gira para ver quien se atreve y se topa con el propio Kanon que sonríe divertido.

- Parece que no te integras muy bien – le dice golpeándole la cabeza con un enorme anillo para a continuación dejarle el plato delante nuevamente. – Cuando termines de comer quiero verte en mi despacho.

Sin una palabra más se dirige a su puesto en la mesa de los profesores y en animada charla con los demás se concentra en su comida. Milo por su parte mira a los demás para ver sus reacciones y lo que ve no le gusta nada en absoluto: todas las caras de los que están a su alrededor y se han enterado de todo reflejan miedo. Lentamente da buena cuenta de la comida para después dirigirse al despacho de Kanon. Al llegar llama pausadamente a la puerta y entra cuando escucha un “adelante”.

- Has sido puntual, eso me gusta. Parece que al menos sientes respeto por mi figura. Esto esta bien, muy bien... pero debemos hacer que ese respeto sea para todos, alumnos y profesores. 

Milo no dice nada, permanece de pie con las manos a la espalda observándole con cierto temor mal disimulado. Kanon se pone en pie y comienza a andar a su alrededor.

- Acércate a la mesa, bájate los pantalones e inclínate sobre ella.

- ¿Qué va a hacerme? – pregunta alarmado volviéndose a mirarle nerviosamente.

- ¿Asustado? – pregunta divertido Kanon- Eso es nuevo en ti, ¿verdad? Y me atrevería a decir que no te gusta nada. Pero eso no me importa, así que obedece, no tengo todo el día.

Mientras Milo hace lo que le dice, Kanon se acerca a un paragüero y coge una vara flexible de bambú que sacude fuertemente haciendo vibrar y sonar el aire, erizando con ello la piel del muchacho que se aferra fuertemente al borde de la mesa hundiendo la cabeza entre los hombros y apretando los dientes en espera de los golpes. El director se coloca tras Milo y descarga con fuerza la vara sobre su trasero varias veces dejándole profundos surcos cruzándole de lado a lado. Después de ello lanza la vara al suelo y se acerca agarrando a Milo por la cintura para levantarle y cogiéndole en brazos le tumba delicadamente boca abajo en el enorme sofá que tiene en el despacho. Le quita los zapatos y los pantalones junto con la ropa interior, provocando un gemido de dolor en el muchacho, para a continuación curarle con muchísimo cuidado y ternura.

- ¿Por qué me obligas a hacer esto? – le susurra cuando acaba apartando el cabello de su rostro- Eres muy inteligente, podrías llegar muy lejos si aprovecharas tu tiempo. No me gusta golpearos, pero a veces no entendéis otro lenguaje. Lamento profundamente haber herido tu cuerpo, un cuerpo tan hermoso como el tuyo no se merece semejante trato, ojalá no tenga que volver a hacerlo.

Sin esperar una respuesta del chico se levanta y sale del despacho para volver al cabo de unos minutos con un refrescante zumo de naranja que le da a beber ayudándole a incorporarse. Después le cubre con una suave manta para que no le moleste y le deja descansar allí mientras él se ocupa del papeleo vigilándole de vez en cuando por si necesita o quiere algo.

Por su parte Milo no entiende porque le cuida tanto. Pensaba que le odiaba, que disfrutaba golpeándole, pero sus palabras le han hecho dudar. No por ellas en si, porque al fin y al cabo es muy fácil mentir con ellas, él lo sabe bien, sino por el sentimiento que había en ellas, eso no se puede fingir. Además los cuidados que le propina no son los que se dan por caridad u obligación, sino que le ha curado con infinita ternura, procurando evitarle el más mínimo dolor.  Algo empieza a cambiar en su interior, aunque no sabe muy bien que es o a que se debe en realidad.

- ¿Cómo te encuentras? – le pregunta al cabo de un par de horas sentándose en el borde del sofá- ¿Crees que podrás ponerte en pie y volver a tu habitación?

- ¿Puedo quedarme aquí? – responde en un susurro- Se esta muy bien y me gustan sus cuidados, señor Kanon. Nadie me ha cuidado así nunca, ni siquiera mi padre cuando estaba enfermo. Nunca esta en casa y cuando esta soy una eterna molestia para él.

- De acuerdo, puedes quedarte aquí. Le diré a Alde que te traiga algo especial para cenar. ¿Qué es lo que más te gusta?

- Lo que más me gusta... canelones de verdura... me encantan...

- Muy bien, esta noche cenarás canelones de verdura, pero no te acostumbres. Solo es una concesión por mi parte.

- Lo se señor Kanon, no lo olvidare. Gracias.

Antes de levantarse le acaricia el cabello y le cubre bien para salir dejándole solo en la oscuridad rota solo por la luz de una hermosa luna llena que entra por la ventana. Al cabo de una hora Kanon reaparece con una bandeja en la que lleva unos platos tapados para mantener el calor.

- Creía que era Alde quien me iba a traer la cena – responde alzando la cabeza y mirándole sorprendido.

- Preferí hacerlo yo, espero que no te importe.

- No, claro que no señor Kanon – trata de incorporarse pero el dolor le detiene haciéndole gemir- No creo que pueda sentarme aún.

- No te preocupes por eso, yo te daré de cenar.

- ¿Usted? – pregunta asombrado sin poder creerlo.

- Si yo, y no me llames señor. Aquí puedes llamarme Kanon y tutearme. No soy un monstruo sin sentimientos. Se cuando alguien aprende la lección y cuando debo darle una segunda oportunidad.

- Gracias – replica con una sonrisa-. Debo reconocer que eres el primer director de escuela que me gusta, a pesar de los castigos.

- Ahora soy yo quien debe dar las gracias. Pero menos hablar y más comer. No queremos que se enfríen, ¿verdad?

Destapa uno de los platos y comienza a darle pequeños trozos de pasta rellena que alterna con tragos de agua mientras le cuenta divertidas anécdotas de su ejercicio como director. Después destapa el otro plato y le muestra el contenido: deliciosas peras en vino caliente. Igualmente se las da con cuidado de no mancharle mientras sigue hablando suavemente para él.

- Este no es un lugar muy cómodo para pasar la noche. ¿Quieres que llame a alguien para que te ayude a ir a tu habitación?

- No es necesario, iré yo solo en cuanto todos estén en la cama. No quiero que me vean así, al menos hoy no.

- En ese caso te dejo. Mañana no es necesario que vayas a clase. Shura no se enfadará contigo por faltar.

- Gracias nuevamente, pero ¿por qué? ¿Por qué te preocupas tanto por mí? Creía que me odiabas.

- No te odio Milo, ni a ti ni a ninguno de los demás muchachos. Y con los demás profesores pasa exactamente lo mismo. Es solo que a veces nos obligáis a ser más duros de lo que realmente quisiéramos. Estáis aquí para cambiar, para que hagamos de vosotros hombres capaces de insertarse en la sociedad y hacer algo provechoso con vuestras vidas. Tenemos que ser más duros que vosotros, tenemos que mostraros que siempre hay alguien más fuerte que vosotros y que por ese camino solo encontrareis dolor y continuas frustraciones.

- Entiendo. Me he portado como un tonto, ¿verdad?

- Si, así es y me alegro que te hayas dado cuenta tan pronto. Hubiera sentido profundamente el tener que volver a golpearte o castigarte con algún trabajo duro y humillante para ti como limpiar todos los retretes de la escuela.

- ¡Qué asco! – exclama con una divertida mueca- Menos mal que no ha dado lugar a ello. Kanon, ¿puedo pasar la noche contigo?

- ¿Conmigo? ¿Por qué?

- No quiero estar solo y sinceramente no se porque, pero me gustas, algo extraño me empuja hacia ti.

- ¿Cómo de extraño Milo? – sin darle tiempo a responder se inclina sobre él y le besa dulcemente en los labios- ¿Quizás así de extraño?

Milo abre totalmente sus ojos al sentir sus labios pero inmediatamente esta respondiendo a su beso y abrazándole fuertemente.

- Si, así de extraño – responde cuando se separa de él.

Kanon se pone en pie echándose al hombro la ropa de Milo para a continuación ayudarle a levantarse y cogerle entre sus brazos para trasladarle a su propia habitación. Una vez allí le deja sobre la cama y le quita la camisa para acariciar su cuerpo delicadamente, disfrutando de su musculatura, de la suavidad de su piel, de su aroma y su sabor. Se pone en pie y se desnuda para el muchacho muy despacio.

- ¿Estas seguro que quieres dormir conmigo? Si me acuesto contigo no será solo para velar tus sueños, sino para amarte.

- Estoy seguro, nunca he estado más seguro de algo en toda mi vida – le responde mirándole fijamente a los ojos con una mirada llena de deseo, pasión, respeto, y amor.

En silencio Kanon se mete en la cama y por segunda vez devora los labios de Milo mientras sus manos le estimulan acariciando y pellizcando sus pezones. Recorre con la lengua su espalda, deteniéndose en el hueco que se forma al final de la columna vertebral. Sus labios recorren muy despacio las heridas que le ha causado antes besándolas con todo cariño y pesar. Separa sus piernas y comienza a lubricar su entrada con la lengua al tiempo que introduce un dedo en la misma para dilatarle.

Milo esta aferrado a las sabanas gimiendo de autentico placer, su cuerpo reacciona inmediatamente a cada caricia, cada toque, cada roce... su sexo esta palpitante de deseo, tanto que le duele. Sus caderas se mueven pidiendo en silencio ser satisfecho.

Cuando Kanon considera que esta preparado se tumba a su lado boca arriba y con mucha delicadeza le coloca sobre él de forma que nada roce sus lastimadas nalgas. Sujetándole fuertemente de las caderas le hace deslizarse muy lentamente sobre su erecto miembro hasta que llega al final.

- ¿Estas bien? – le pregunta acariciando su rostro- ¿Quieres que paremos unos momentos?

- No... estoy bien... no eres el primero...

Ante esa confesión Kanon comienza a moverse en su interior, haciéndole cabalgar sobre él ayudándole en el movimiento con sus manos. Cuando se han sincronizado perfectamente libera una cadera y lleva esa mano a su sexo para masturbarle al mismo ritmo.  Los gemidos y jadeos inundan la habitación, el sudor recubre ambos cuerpos, sus labios se fusionan en prolongados besos para romperse solo por la necesidad de respirar. Por fin ambos estallan al unísono, lanzando sendos gritos de placer satisfecho. Milo se deja caer sobre Kanon y apoya la mejilla en su pecho cerrando los ojos y acomodándose sobre él para pasar la noche abrazado a su cuerpo. Kanon por su parte le abraza tiernamente y deposita un beso en su frente obteniendo en respuesta un ronroneo como si fuera un dulce gatito. Milo suspira pesadamente y abre los ojos para mirarle sonriendo.

- Me has domado – le dice apoyando la barbilla en el pecho de Kanon- me has domado como nunca imagine que lo harían. Tu mezcla de mano dura y dulzura ha derribado mis defensas por completo.

- Me alegro de que haya sido así. ¿Repetiremos esto?

- ¿Te gustaría Kanon?

- Sinceramente si, pero no se si a ti te apetece. No quiero ser un incordio para ti, me conformo con ser tu amigo en vez de tu director.

- Yo también quiero repetirlo, quiero conocerte mejor, en profundidad. Y si te va a suponer algún problema con los demás profesores o alumnos estoy dispuesto a mantener nuestra relación en secreto.

- No hará falta. Nadie dirá una palabra en contra. La verdad es que la mayoría de los profesores tienen un compañero aquí, bien entre ellos o con algún alumno.

- ¿Siempre consentida por ambas partes?

- Por supuesto, jamás toleraría lo contrario.

- Me alegra oír eso. Y ahora mi señor director quiero dormir un poco... ¿sigue en pie mi exención de la clase?

- Claro que si – responde riendo y abrazándole más estrechamente si cabe- Mañana tienes el día libre.

Milo le besa en los labios y acomodándose mejor se duerme inmediatamente abrazado a Kanon y siendo igualmente abrazado por este que le contempla durante un largo rato antes de dormirse él también.


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