Un violento ruido corrompió el silencio en toda la casa, luego unos pasos pesados y el gruñido constante de un animal parecía crecer en volumen mientras la habitación de Elliot dejaba de ser segura. El arañazo, seguido de un chirrido apagado y agudo de la puerta al abrirse, provocó un pequeño y casi inaudible gemido de terror, salido de lo profundo del cuerpo tembloroso del pequeño hombre acurrucado en un rincón.
Elliot sabía que moriría allí mismo, sin haber podido dar su primer beso, pero mas importante, no habiéndose enamorado nunca. Lamentaba no haber siquiera intentado mejor y permitido al amor entrar a su vida.
Desde adolescente creyó que era diferente, su manera de ver el mundo no era la misma al resto de los chicos, pero al no saber que hacer con ello, terminó allí, solo y a punto de morir por una bestia que irrumpió en su casa.
Pero algo en todo eso valía la pena, porque su cobardía a todo en el mundo, mayormente a sus sentimientos, le provocó no poder acabar con su vida él mismo. Un lobo blanco, el mas hermoso que haya visto jamás, haría el trabajo.
Los ojos del feroz y enorme animal cruzaron por un segundo con los de Elliot y el tiempo se detuvo.
El perfecto aroma de la tierra mojada por la reciente lluvia, junto con la mezcla de olores del bosque húmedo yacían en completa armonía con el gris plateado de esos dos orbes llenos de ira que miraban a Elliot, declarando sus asesinas intenciones. Ellas parecían no tener importancia, porque mas allá del oscuro y aberrante color sin vida, en lo profundo de los ojos del lobo, existía una soledad que provocó que el miedo en Elliot desapareciese, siendo sustituido por la creciente necesidad de quitar todo eso y ver el brillo que una vez hubo en su mirada.
La brisa fría que entró por la ventana erizó los bellos de la nuca de Elliot y detuvo su mente, las sensaciones corrieron por su corazón al darse cuenta de todo lo que estaba sintiendo en ese momento, por un animal hermoso que quería matarlo.
Era irracional, pero no se molestaba en evitarlo, porque le daba la sensación, la fuerza para aceptar que él no quería morir.
Luego, como extraído con violencia de un sueño, el punzante dolor en su hombro izquierdo creció y los colmillos del lobo se arraigaron en su cuerpo. Solo creyó equivocadamente que por un momento podría darle algo de sentido a su vida, y fue mordido con odio como recompensa. Apenas podía reconocer el momento que el blanco animal se movió y lo atacó.
Pero a pesar de querer gritar y pedir ayuda no conseguiría mucho, vivía en una cabaña lejana a todo y no conocía a nadie que siquiera quisiese ayudarlo y seguramente salir herido en el proceso. Cuando la mandíbula se apartó y los crecientes caninos mostraron su blancura al expresarle su enojo y los ojos del lobo brillaron con hambre, Elliot había aceptado cualquier cosa que le deparase.
Levantó la mano derecha y, acariciando el pelaje del lobo, sonrió. Era perfecto. Nunca había tocado nada igual de hermoso, agradecía morir a manos de ese animal tan bello.
Cuando todo parecía ir a donde siempre estuvo destinado, los ojos de Elliot cerraron y la oscuridad ocupó todo. Era el fin.