Era ya bastante tarde. Una de la mañana y Alfred no estaría volviendo todavía. Arthur acarició su pancita, cantando una canción de cuna para su bebé, Esperando que Alfred estuviera de regreso para poder verlo nacer.
La guerra los tomó por sorpresa, y Alfred fue reclutado para formar parte del ejército. No había tenido elección.
Realmente deseaba la paz, la extrañaba, como nunca pensó que la extrañaría. Quería a Alfred ahí, para cenar con él, abrazarse en una fría noche, cantar canciones de cuna para su bebé. Pero no, Alfred, como un alfa, tenía que pelear, para ganar paz no solo para ellos, sino para el país igual.
Las noticias nunca informaban lo que él más quería escuchar: el final de la guerra.
Había estado en cinta por ocho meces, estando solo desde el tercero.
Suspiró cuando terminó la nana.
La esperanza de ver a Alfred de nuevo nunca había abandonado su mente, y cada día miraba la ventana, esperando por él y su regreso a casa, hasta que sus ojos ya no podían más. Siempre se quedaba dormido y despertaba a la mañana siguiente en su habitación. Estaba seguro de que Matthew siempre lo cargaba de regreso, porque antes de que Alfred se fuera, le pidió a su hermano beta, Matthew, de cuidar de Arthur.
Él, siendo un omega, no pudo quejarse.
Esa noche, esperaba ver su silueta cada vez más y más cerca. Caminó hacia la ventana, sentándose en un sillón que él tenía ahí, donde siempre se sentaba a beber su té antes de que todo eso pasara.
Miró fuera de la ventana, había luna llena y entonces, recordó lo que Alfred le dijo antes de marcharse.
“Cuando sea que te sientas solo, mira la luna, porque no importa que tan lejos estamos el uno del otro, seguimos bajo el mismo cielo, mirando la misma luna”
Sus ojos se empezaron a cerrar, y entonces, ya no recordó nada.
La mañana siguiente, despertó en su cuarto de nuevo y como si fuese una rutina, él era el único ahí. Suspiró, sabiendo que seguía estando solo, pero esta vez, algo era diferente.
Escuchó a alguien abajo. Se levantó y caminó, tratando de ser silencioso. Bajó las escaleras y notó que alguien estaba en la cocina. Tomó algo al azar, listo por si había un ladrón, pero cuando finalmente abrió la puerta, el único ladrón que estaba ahí, era el que había robado su corazón.
Ahí estaba Alfred, aún vestido con su uniforme militar, su rifle y una gran mochila con cosas desconocidas dentro.
Sonrió y caminó hacia él, asustado de que fuse un sueño, pero cuando lo abrazó y olió su esencia, supo que era real y que Alfred estaba de vuelta, con él y que ya no estaba solo.
—Te dije que regresaría ¿no? —Alfred besó su mejilla y dejó sus cosas en la mesa.
Arthur sonrió y asintió.
—Me mantuve mirando la luna cada noche, siempre supe que volverías…
—porque no importa que tan lejos el uno del otro estemos…
—Seguimos bajo el mismo cielo, mirando la misma luna —Dijeron al unísono, Alfred acariciando la pancita de Arthur y luego, se besaron, por primera vez en mucho tiempo.
La guerra había terminado, pero su amor seguía ahí.