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451 por katzel

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Notas del fanfic:

Consecuencias de ver y leer ciertas cosas al mismo tiempo. Me gusta este enredo, esta rareza que fluye sin detenerse.

Notas del capitulo:

El título alude a la frase "Tengo diecisiete años y estoy loca" de Clarisse McKlellan para Farenheit 451 de Ray Bradbry.

Cuando cumplí dieciséis años, mi padre descubrió las inclinaciones lésbicas de mi madre y le propinó una paliza brutal que terminó en divorcio.

 

Antes de manifestar qué sucedió después, debo poner en conocimiento previo que mi padre era el típico macho silencioso que creía en la esclavitud de su cónyuge. Se comportaba como el rey en su castillo. Bebidas, amigos, algunas amantes, fútbol y un garaje lleno de herramientas formaban su vasto imperio. Tenía una larga lista de cosas que no eran asunto suyo,- por ejemplo: yo durante toda mi infancia-. Básicamente me crié con mi madre. De él no escuché más que frases al aire como "los hombres no lloran", "debes demostrar que eres fuerte", "un hombre tiene muchas mujeres" y otras perlas sin sentido. Recién se dio por enterado de mi existencia cuando llegué a los quince años, y me convertí en su total decepción. Entonces, su violencia empezó a crecer y el maltrato se hizo patente. Surgieron graves discusiones entre él y mi madre a quien acusaba de haberme criado débil y sensible. Odiaba mis libros y las cosas que no entendía y consideraba "sofisticadas". En plan de escapar de los gritos -porque me negaba a ser como él-, recurrí a la psicóloga de la escuela, quien se hizo cargo del caso junto a la trabajadora social. En el ínterin, mi madre y ella se enamoraron sin querer. Mi madre se sentía protegida y valorada, iba rompiendo el círculo del abuso y por primera vez en muchos años la vi plena y feliz. Lamentablemente, el juez de familia no compartía ese pensamiento y entregó la custodia a mi padre porque consideró que dos mujeres no podían formar una familia adecuada para un menor de edad.

 

 

 

El estado resolvió enviarme con mi padre, al pueblo de donde él había venido, resulté en camino a su vieja casa, con la abuela - tan callada como su vástago - y una enfermera llamada Helen. Mi madre renovó la batalla legal y me pidió que no me preocupara, en todo caso, al cumplir la mayoría de edad podría volver inmediatamente a su lado, mientras tanto, estaríamos en contacto y nos veríamos los fines de semana.

 

 

 

La noche que subí al avión con el viejo fue la peor de toda mi vida. No sólo odiaba lo que había hecho, sino que me esperaban horas de silencio hostil o -en el peor de los casos - recriminaciones y quejas ilimitadas. Tenía en el equipaje de mano las cosas que mamá y su novia habían comprado de despedida y esperaba estar a solas para verlas u ocultarlas de la vista de mi dictador. La casa de la abuela estaba a una hora de la ciudad provinciana más cercana y no había muchos vecinos. Tres granjas a la redonda y una caseta de guardián formaban el centro poblado. Un bosque viejo y retorcido, el rumor del río, tres picos montañosos y ajados coronaban el paisaje tan mustio y callado como mi silenciosa abuela paterna.

 

 

 

Helen me recibió muy bien. Dijo que por fin habría algo de alegría en casa. Me dio una gran noticia: mi padre había sido contratado por una transnacional que explotaba petróleo en medio del océano y de inmediato tendría que irse a una estación en medio del mar. Esto abría grandes perspectivas de vivir a mi libre albedrío.

 

 

 

No tenía gran queja sobre la casa. Se conservaba moderadamente bien, era antigua y recordaba a esas colonias de Nueva Inglaterra. En la parte de atrás tenía un corral para pollos, conejos y patos. Abajo, la sala era espaciosa, con un televisor pequeño y el eterno sillón de la abuela. La cocina era pequeña y al lado, estaba el cuarto de Helen, decorado con papel tapiz de motivos alegres. Arriba, dos habitaciones un baño en común coronaban la mansión. La habitación que ocupé le había pertenecido a mi padre y era tan sobria como podía permitírselo el hijo de un granjero. Apenas llegué, conecté mi extensión a la única fuente de luz que encontré y abrí mi laptop. No había señal y dudaba que la hubiera en todo el condado. Una rata me asustó pasando sobre mis pies y descubrí un avispero en la esquina de la ventana. Tuve que bañarme llenando una vieja tina con agua caliente y las lechuzas gritonas me dieron la bienvenida a la granja Staton.

 

 

 

Al día siguiente, con un block, un par de audífonos, un reproductor y mi bicicleta, decidí hacer la ruta a la escuela. No tomé en cuenta que habían cuestas empinadas y pronto me ví pedaleando furiosamente para subirlas. Los autos que me rebasaban se convertían en líneas veloces en la carretera. En un momento dado, cuando levanté la cabeza, encontré unos ojos almendrados observándome para despues desaparecer en un cadillac clásico que corría de los mil demonios. Como resultado de la aventura, llegué a la mitad del periodo, un poco antes del almuerzo.

 

 

 

No puedo afirmar que haya sido popular en la escuela. Me las arreglaba para ser invisible. Ni bueno, ni malo, ni inteligente ni tonto. El término medio perfecto para no llamar la atención. Sin embargo, a consecuencia de ello no tenía amigos ni alguien que lamentara mi traslado. En parte eso me hacía sentir vacío y pesimista. Esperaba cambiar la situación con esta nueva oportunidad.

 

 

 

-- Creí que ya no venía - dijo mi consejero con voz aburrida. Se notaba que le había tenido esperando.

 

 

 

-- Disculpe, sr. no calculé la distancia, estuve pedaleando la ruta entera.

 

 

 

-- ¿Pedaleando? - abrió los ojos --... para eso debió estudiar mejor el terreno, está demasiado lejos. Por lo menos dos horas en bicicleta. Debe ir hasta la caseta con la interestatal y esperar el bus o venir en auto particular. Por esta vez, pasa, pero que no se vuelva a repetir.

 

 

 

Acepté recibiendo mi tarjeta electrónica de la biblioteca, los horarios, y una solicitud de clubes. Lo seguí hasta el aula donde me arrojó sin piedad ni frase motivadora.

 

 

 

Veinte pares de ojos durante la clase de Historia pasaron a clavarse en mí. El maestro tenía rostro amable y me señaló un lugar en el centro del salón. La emoción del público era de total curiosidad. Parecía que estuvieran esperando que me equivocase o que dijera algo estúpido. El profesor - piadosamente - me dejó sentar en silencio y prosiguió con su clase, evitando una presentación o error que me condenara al ostracismo.

 

 

 

A la hora del almuerzo preferí ir a la biblioteca a descargar música del servicio de internet, en casa iba a aburrirme mucho si no lo lograba. El patio estaba lleno, los pasillos desbordantes, pero la biblioteca, casi vacía. Delante de la puerta lateral, un muchacho de estatura promedio, cabellos algo largos y una chaqueta militar, atisbaba hacia adentro. En cuanto me vio llegar hizo un gesto para que no avanzara.

 

 

 

-- No debes entrar ahí, socio.

 

 

 

-- Pero tengo carnet, digo ¿debo llenar algo más?

 

 

 

-- Shht, ni de broma - negó divertido --... no debes entrar ahí porque a mi hermana le están rompiendo el corazón.

 

 

 

Mi cara extrañada fue bastante elocuente. Además me fijé en sus ojos y recordé lo del cadillac en la mañana. Pensé que bien podríamos habernos cruzado.

 

 

 

-- Bueno - dijo para ampliar el concepto --... mi hermana se le está declarando a una persona. Ella es fiel seguidora del amor eterno y el romance. Puede parecerte fría pero la verdad es que se ha ilusionado mucho con esta persona. Si me preguntas te diré que el amor es un mito, pero no se lo digas a menos que quieras discutir con ella por los siglos de los siglos, amén.

 

 

 

Iba a abrir la boca para responder, cuando salió una jovencita de cabellos negros muy parecida, llevaba la expresión compungida, como si estuviera aguantando el llanto por dignidad.

 

 

 

-- ¿Y éste quién es? -- preguntó

 

 

 

-- No te preocupes, Maddy, es mi amigo. Es un chico discreto que no dirá nada.

 

 

 

-- ¿Tu amigo? ¿Desde cuándo tienes amigos que yo no conozca? ¿cómo se llama?

 

 

 

-- Faltaba más, pues él es... -. El joven me miró buscando una respuesta.

 

 

 

-- Chriss Stanton - añadí oportunamente.

 

 

 

-- Eso es lo que iba a decir.

 

 

 

-- ¿Cómo va a ser tu amigo si ni siquiera sabes su nombre? - se quejó ella, incrédula.

 

 

 

-- ¡Hey! Claro que puede ser mi amigo y estar sumergido en el misterio. Hay caballeros andantes que por juramento no dan sus señas hasta el final de una aventura y no por eso son menos apreciados. De hecho siento una gran, profunda y sincera amistad por este muchacho. Llegaremos a ser mejores amigos.

 

 

 

Los observé como si fueran parte de alguna rutina cómica, hasta que me percaté de algo.

 

 

 

-- Disculpen... ustedes...

 

 

 

-- Sí, somos mellizos - dijo ella - pero no vamos en el mismo año, él ha repetido dos veces.

 

 

 

-- Es porque soy demasiado interesante para el sistema educativo - corrigió el aludido.

 

 

 

-- Es porque eres un idiota -- negó su contraparte.

 

 

 

-- Soy el prototipo del superhombre moderno, sublimado, pero aún así feliz. Una rara mezcla entre modesto y vividor profesional.

 

 

 

Antes de que pudiera adaptarme a la velocidad de sus respuestas, me tomaron de los brazos y caminando con ellos fuimos a almorzar, tan naturalmente como si nos conociéramos de toda la vida.

 

 

 

-- Creo que deberías venir con nosotros - dijo ella -- yo soy Lorelei Pierce, pero me dicen Holly; este desecho tóxico que está aquí es mi hermano, Antoine, pero le dicen Allen, ¿tienes hora de llegada a casa?

 

 

 

Pensé en mi padre, en Helen y en la abuela. En la falta de estímulo para volver temprano.

 

 

 

-- Puedo arreglarlo.

 

 

 

-- Perfecto, hoy, a la salida, iremos al Avant Garde y te gustará.

 

 

 

Las cosas evolucionaron rápidamente. Para cuando volví al salón me sentía diferente y confiado. Apenas recordé el móvil y vi el mensaje de mamá que estaba en espera.

 

 

 

"... cómo te va en tu primer día, cariño"

 

 

 

"... genial, ya tengo dos amigos" - texteé y recibí respuesta de inmediato.

 

 

 

"... me alegro de que te vaya bien, hijo"

 

 

 

"... gracias mamá"

 

 

 

"... pronto nos veremos, estoy haciendo lo posible, me falta lo imposible..."

 

 

 

"... lo sé. Ya entra el maestro... te hablo luego...bye"

 

 

 

De pronto, la chica que estaba delante mío se giró y me espetó en voz alta:

 

 

 

-- ¿Te hablas con los Pierce?

 

 

 

No estaba preparado para la pregunta de una desconocida y titubeé:

 

 

 

-- Am... sí...

 

 

 

-- Qué escoria - se quejó tirando los libros sobre la carpeta.

 

 

 

El gesto amable de la clase había cambiado por indiferencia total. Algunos se rieron y pronto las cosas se olvidaron entre la rutina diaria. Estaba algo desconcertado porque no conocía el panorama como ellos y no sabía si estaba obrando bien o mal. Preferí esperar a que el tiempo me hiciera ver la razón y permanecí en mi banca, pintando algunas cosas en la última hoja del cuaderno.

 

 

 

Apenas salí, me encontré con Antoine.

 

 

 

-- Stanton, no estarás pensando en fugarte. Ven, a mi hermana no le gusta esperar. Antes del Avant Garde, visitaremos un lugar en el parque. Es un sitio muy bueno, lo hemos bautizado El Sendero de la Verdad y es raro encontrar gente allí. Seguro que los demás se dirigen ahora sin falta.

 

 

 

-- ¿Los demás?

 

 

 

-- Cierto, todavía no te he hablado de ellos, pero ya los verás por ti mismo.

 

 

 

Se detuvo en la puerta de un cadillac rojo como el diablo. Quería preguntarle si había estado temprano en la carretera, pero no pude hacerlo.

 

 

 

-- Deja tu bicicleta con candado, la recogeremos de vuelta, te lo prometo.

 

 

 

Las caras de mis compañeros de salón cuando me vieron subiendo al auto de Pierce eran una mezcla de asombro y desprecio. Yo seguía viendo todo normal, pero confieso que sentí algo de preocupación. Estaba dudando de si preguntarle o no.

 

 

 

-- Son simples de mente e ingenio - fue lo que dijo antes de subir la velocidad.

 

 

 

Llegamos al parque tras la municipalidad. Las bancas estaban alineadas, excepto al fondo, donde cortaron círculos de madera y los plantaron alrededor de un árbol centenario y viejo con raíces cruzadas. Allí esperaban algunos chicos y chicas. Lorelei estaba ahí, conversando con una chica más baja de cabellos rojos. Más apartados, un muchacho alto de pelo castaño y uno blanco como el papel, de mirada siniestra revisaban algo parecido a un guión.

 

 

 

-- Miren lo que les he traído - dijo Antoine empujándome hacia el centro.

 

 

 

-- ¡Uno nuevo! ¡Que hable, que hable, que hable! - aplaudieron los demás.

 

 

 

El muchacho alto de pelo castaño se levantó.

 

 

 

-- Nobles compañeros de esta solemne reunión, yo, su líder, Tristán de Lyonesse, los invito a saludar de manera ingeniosa el día de hoy a nuestro invitado y futuro integrante.

 

 

 

-- Soy Albert Donahew -- dijo el joven de piel casi transparente y profundos cabellos negro de final semiondulado --... pero aquí soy Lovecraft, amo del terror, buen día, mortal y espero que los antiguos y terrible dioses te destripen.

 

 

 

-- Eso no es amable pero mi abuela dice cosas peores - reí asintiendo.

 

 

 

-- Voy yo.- prosiguió mi primer amigo-- Am... soy Antoine Pierce, pero aquí soy Allen, Woody Allen. Te saludo, amigo y deseo que tengas muchas horas de sexo vacío e infinito que te conviertan en mejor persona.

 

 

 

-- Eso está mucho mejor - respondí con una carcajada.

 

 

 

-- Me toca - lo empujó su hermana -... soy Lorelei Pierce, pero aquí soy Holly Golightly y te deseo todo el glamour que mi buena compañía te pueda ofrecer.

 

 

 

-- Encantado y seducido - asentí.

 

 

 

-- Yo voy -- dijo la chica de pelo rojo. -- Soy Andrea Varenne, pero aquí soy Simone de Beauvoir, y espero que no seas un cerdo machista y esclavista.

 

 

 

-- Prometo no ser como mi padre -- dije jurando solemnemente.

 

 

 

-- Y finalmente yo - dijo el líder -- Arthur K. Douglas, aquí soy sir Tristán de Lyonesse, y espero que los grandes hechos de armas coronen vuestro ilustre nombre.

 

 

 

-- Eso intentaré... cuando descifre lo que me has tratado de decir. ¿Dónde estoy? - pregunté algo abrumado.

 

 

 

-- En el cielo.

 

 

 

-- En el infierno.

 

 

 

-- En una copia del interior sugestivo y sensual del mundo consumista.

 

 

 

Fueron algunas de las respuestas. El llamado Tristán los calló con un gesto.

 

 

 

-- Bien, bien, no lo confundan más. Te resumiré la historia para que tengas una idea. Todos los que estamos aquí nos juntamos por casualidad hace dos veranos en un curso vacacional. Resulta que el maestro nos encargó leer Farenheit 451 de Ray Bradbury. La mayoría lo empezó por obligación, pero cuando lo terminamos y nos juntamos para el examen final no pudimos parar de hablar. La historia es de ciencia ficción y describe un mundo futurista donde los libros están prohibidos. Para no perder el conocimiento, una sociedad secreta decide memorizarlos y así el legado se mantiene. Entonces decidimos hacer algo parecido: ser un personaje de ficción o real y tratar de saber todo sobre él. Y es tu turno. Confío en Allen, es el más escéptico de nosotros y te ha traído sin dudar. Eso quiere decir que ha encontrado algo en ti, dinos quién quieres ser.

 

 

 

Sir Tristán hablaba con esa emoción que tienen los líderes para moverte a hacer locuras. Era raro, estrambótico y anormal, por eso me parecía increíble la suerte de estar entre ellos.

 

 

 

-- ¿Puedo elegir a quien quiera?

 

 

 

-- Lo que tú quieras, sólo dilo, no tiene que ser nada edificante, no te dejes apabullar por nuestros pretenciosos nombres.

 

 

 

-- Aquí voy... yo, quiero ser... siempre he querido ser, bien, sé que está pasado de moda, pero en realidad me gusta... no me juzguen... quiero ser sincero... no es nada profundo como lo suyo, soy un chico sencillo e impresionable... am... Indiana Jones, sí, quiero ser él... ¿está vacante, no?.

 

 

 

Hubo risas por doquier.

 

 

 

-- ¿Es que eso es válido? - se quejó Lovecraft.

 

 

 

-- Defendemos la libertad de expresión - dijo Allen-

 

 

 

-- Si seguimos así vamos a tener que soportar a Bob Esponja - refunfuñó Simone.

 

 

 

-- Démosle una oportunidad, tenemos que educarlo duramente, si luego de eso se queda con Indiana será por nuestra culpa, te toca ver mucho buen cine, escuchar música inigualable y perder el tiempo con nosotros, mr Jones. Ahora eres oficialmente nuestro Indi. Y continuando con el improvisado programa, he traído el elixir de la vida - dijo sir Tristán sacando el vino de una bolsa de tela --... para brindar por nuestro nuevo integrante. Y que se presente como es debido. No te lo bebas de una, si antes no...

 

 

 

Vacié una copa entera sin escuchar lo último y parándome en la banca más próxima, durante el primer contacto alcohólico de mi vida dije:

 

 

 

-- Soy Christian Stanton, mi padre es un bastardo sin vida, mi madre es lesbiana y su novia es una gran persona a quien respeto mucho. No he visto Matrix, no sé quién es Simone de Beauvoir y jamás he leído Farenheit, soy un asco de persona mediocre que nunca ha besado a nadie y es virgen, pero puedo mejorar, soy de esos chicos estúpidos que se enamoran profundamente aunque también sea un saco de hormonas, hoy tuve mi primer día y... ustedes son los primeros amigos que espero tener. La gente me pregunta qué voy a hacer con mi vida como si lo supiera. No tengo la menor idea de qué me gusta y qué no. Sólo digo, maldita sea, estoy en lo desconocido, ¿no puedo disfrutar lo desconocido?

 

 

 

Al tiempo, el grupo levantó sus copas - traidas por sir Tristán - y dijo -... ¡por lo desconocido!

 

 

 

Palmas de manos se posaron en mi espalda y tímidamente me senté. Era un grupo. Estaba en un grupo. Yo estaba rodeado de personas raras que querían hablarme y cada quien pintaba muy interesante.

 

 

 

-- Yo quiero decir algo - se levantó Holly. -- hoy en la biblioteca le declaré mi amor a ese crápula que está ahí sentado - señaló al jefe. --...sí, yo, la hermosa y ligera Holly e idealizado a nuestro Tristán y él me ha rechazado. No se preocupen, no es nada grave. He resuelto olvidarlo y ser su amiga. Tengo orgullo, y algún día me reiré de mi estupidez, soy fuerte y no voy a morir de amor. Es todo, estoy lista para dejarte ir, estúpido. No quiero que vayas diciendo por allí que estás apenado por mí. Algún día vas a querer a alguien además de ti mismo y él te dirá que no, y entenderás cómo me siento. Esa es mi maldición. Ahora te dejaré morir dentro de mí y tomaré otra copa.

 

 

 

Reinaba el silencio. El ambiente se estaba poniendo un poco tenso.

 

 

 

Me puse en pie de pronto, abrí la boca y... vomité.

Notas finales:

Ray Bradbury es un escritor de ciencia ficción. De hecho es - junto con Asimov, Ellison, José Farmer, Larry Niven y Poul Anderson - uno de mis preferidos a quien regreso siempre que necesito inspiración. Él me hace recordar que hay un viejo mundo ideal y me anima a escribir. Farenheit 451 es hermoso. Si leen ese libro no van a arrepentirse, o quizás les haga ver cosas que nunca notaron. Pueden encontrarlo online aquí:


http://ww2.educarchile.cl/UserFiles/P0001/File/articles-106203_Archivo.pdf


451 Está formado por:



  • Tristán de Lyonesse: Caballero bajo las órdenes del rey Arturo. Célebre por su romance con Isolda, prometida de su Tío, Mark de Cornualles. "Tristán e Isolda" en ópera es un cielo.

  • Woody Allen: Director, actor, guionista. Conocido por sus influencias psicoanalíticas y su relativización del sexo, un genio para algunos, un pervertido para otros. No se apoya ni se delezna su figura en este relato, es el modelo que Antoine Pierce ha tomado.

  • Indiana Jones: Protagonizado por Harrison Ford, es el protagonista de las películas de aventura y ficción. Debo decir que marcó mi infancia. Sus películas son un clásico. (Excepto la ilógica "calavera de cristal") y sí, están llenas de clichés, y sus argumentos arqueológicos no son profundos, pero cuando tu vida y experiencia están unidas a algo, lo están.

  • Holly Golightly: Protagonista femenina de "Desayuno en Tiffany´s" de Truman Capote. Hermosa, caprichosa, moderna e interesada, fue llevada a la pantalla grande por la diva Audrey Hepburn. Realmente tengo muchos personajes femeninos que me agradan, pero Lorelei ansía ser como Holly.

  • Simone de Beauvoir: Filósofa francesa. Existencialista. Mujer genial y de mente aguda. No es una feminazi, cierto es que hay discursos que pulir, pero fue la primera en hablar con tanta claridad sobre la condición femenina. Su relación con Sartre la enriqueció y jamás dijo que un género estaba por sobre otro.

  • Howard Phillip Lovecraft: El caballero de Providence. Cuando lo leí recién había ingresado a la universidad. Eso fue hace bastante. En ese tiempo casi nadie sabía de él (Poe estaba de moda). Hoy veo con agrado que se ha convertido en un ícono del terror del siglo XIX. Algunas cosas banales me entristecen, pero considero que es el precio de ser revalorizado. -- Lean TODO -- de el. Es THE MASTER OF HORROR.


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