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La gran incógnita del rosa por InuKidGakupo

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Dragon Ball, sus secuelas y sus personajes no me pertenecen, son obra de Akira Toriyama y la Toei. 

Notas del capitulo:

Hey! El primer fic que hago para súper, xD no podía desperdiciar una buena escena! Además que fue mi cumple y que mejor auto-regalo que un shot de mi OTP xd. Espero les guste :v

La gran incógnita del rosa.

Suspiró, sintiendo algo de coraje al mirar a Kakarotto dormido tan repentinamente, sin siquiera haber terminado de escuchar lo que le estaba diciendo. Soltó un gruñido, algo bastante común en alguien como él, raspando su garganta incluso por el fastidio con el que lo había dejado ir, estaba irritado, realmente volvía a sentirse presionado más de la cuenta, y ese día había resultado por demás agotador.

Se sentó en la orilla de su cama un momento, esa que acaba de patear con vehemencia hasta que topara con pared; se acomodó ahí unos instantes, sobre el colchón, sobre aquella suavidad que al tacto lograba que su cuerpo gritara desesperado rogando descanso, un placer que no le permitiría. No, no podía permitírselo, no cuando Kakarotto ya estaba ahí, subyugando, presionando tan duro en una guerra desesperada y ridículamente enfermiza en la que se sumían que un descanso significaba perder la ventaja, y perder con ello todo lo demás.

Era cierto que llevaba tiempo de ventaja entrenando por sobre de Kakarotto, pero eso no significaba que debiera confiarse, eso sólo significaba que debía esforzarse al doble, o al triple, o a una potencia que ni siquiera fuese posible contar, daría todo de él, incluso si eso significaba morir en el intento…, o perder el orgullo, en su defecto.

Negó, enfebrecido esta vez por otro gran puñado de razones, por recordar el orgullo que había perdido a puños últimamente. ¿Necesariamente? Sí, tal vez, ahora por desgracia o fortuna, tenía muchas cosas que perder que cuando era un mercenario del ejército de Freezer, en aquel entonces el orgullo era lo único que tenía, y por ende, lo único a lo que podía aferrarse demencialmente. Hoy había muchas cosas por las cuales valía la pena luchar, por las que incluso para alguien como él valía la pena dejar su orgullo de lado con tal de protegerlas.

Suspiró, fastidiado, era cierto que no le importaba perder el orgullo con el fin de que su familia estuviese a salvo, pero eso no quería decir que no le doliera, después de todo, Vegeta amaba su título y su raza, y estaba a gusto con todas esas cosas que lo caracterizaban, perder su dignidad frente a todos los que lo hizo de una forma tan desesperada y vil, lo asqueaba. Pero no, no podía hacer nada, y estaba seguro de que lo volvería a hacer si fuese necesario.

Sobre de eso, parecía que a su alrededor trataban de burlarse de él, sobajándolo, demostrándole que era inferior y que debía doblegarse ante los otros, ¡Doblegarse! ¡Él! Cómo odiaba el tener que reclinarse frente a alguien, el saberse inferior, el saberse por debajo de los demás y dedicarse a obedecer, ¡No quería eso! Estaba harto de eso…, ya no quería ser de nuevo una mascota como lo fue para Freezer.

Aunque, por supuesto, ésta vez era diferente, estaba ahí ´doblegándose´ porque quería, porque a cambio obtendría lo que él demandaba. Tendría poder. Así que ahí estaba, soportando humillaciones una vez más. Su frente se surcó en un mohín molesto cuando recordó el día que llegó ahí, cuando le dieron las instrucciones de cumplir con tareas de limpieza y servidumbre, y sobre todo, recordó cuando Wiss le entregó aquel mandil rosa.

Sí, el muy maldito se lo extendió y se sonrió, malicioso, divertido, con todo el afán de mofarse de él, de querer verlo más abajo del suelo. A Vegeta, claro, no le importó, ¡Era lo que menos le importaba de todo eso! Había aceptado aquel mandil sin rechistar, sin cambiar su expresión, y muy claramente había notado la decepción en el rostro de su ahora maestro al notar que a Vegeta le importaba la mitad de un cacahuate el diseño o el color de aquel pedazo de trapo.

En el planeta Vegita no existían esas cuestiones de enlazar a los colores a un género, resultaba ser una pérdida de tiempo, una absurdez, y claro que Vegeta mantenía firme esa idea a pesar de todas las cosas que había escuchado al respecto en la Tierra, sobre todas aquellas etiquetas ridículas que Bulma soltaba, llenándose la boca de decir que el color rosa era para niñas, incluso no dejaba que Trunks tuviese algo rosa, ya que según ella y su cabeza loca el color de los niños era el azul.

¡Tonterías!

Gritó en su cabeza, tratando de contener aquella sensación vomitiva, aquella humillación, y aquel maldito cosquilleo que no había dejado de picarle las costillas desde que Kakarotto había llegado aquel día. Lo miró, de reojo, como si alguien más lo estuviese observando y lo juzgara si miraba libremente a aquel hombre, así que guardó discreción aun en su soledad, quizá en parte con miedo de avergonzarse a sí mismo.

El mandil que usaba estaba ahora bajo su almohada, listo para usarse al otro día en un duro labor doméstico, aguardando, nada más. Bufó por lo bajo, recordando la cara de estúpido de Kakarotto al llegar al planeta y mencionar que estaba usando eso. Se estaba burlando de él, así lo vio, así lo sintió, y a pesar de que Vegeta se había mantenido firme e indiferente ante aquel vergonzoso hecho, no pudo permanecer sereno ante la mención que había efectuado su rival.

Apretó los puños fuertemente sobre sus rodillas, sintiendo la vergüenza una vez más, trayendo a su mente lo sucedido el resto del día, aquellas malditas palabras que no había podido sacar de su cabeza por más de diez segundos, que lo mantenían incluso ahí sentado reflexionando, ¿de qué demonios era de lo que Kakarotto hablaba?

Oye, Vegeta… – había dicho Goku, un rato después que hubiera llegado, luego de haber cambiado las sábanas de Bills y dedicarse a hacer tareas rutinarias del hogar. Vegeta giró a él, con el rostro deformado en una mueca de irritación, esa que siempre portaba cuando se trataba de Kakarotto, sin embargo, aquel sujeto soltó un comentario que definitivamente no esperaba. –Te queda bien el rosa…

Fue inevitable que el rostro de Vegeta no volviese a tornarse chapeado al recordar aquellas palabras. “Te queda bien el rosa” ¡¿Qué demonios se suponía que había sido eso?! ¿Se estaba burlando de él? ¿Estaba tratando de ridiculizarlo tan vilmente? Vegeta, en ese momento, había pensado en despotricar salvajemente, más cuando, con todo el afán de ofenderlo más Wiss le había otorgado un mandil azul a Kakarotto, y él tenía que portar aquel estúpido color de porquería.

Sin embargo, su boca quedó sellada cuando una sonrisa malditamente honesta cruzó el rostro de Kakarotto. Y lo heló. Y no sólo le sonreía, le miraba de una particular forma que no pudo ni descifrar ni entender, era una mirada entre avergonzada y algo más, un algo más que el príncipe de los saiyajins no entendería nunca, o más bien, no lo admitiría nunca.

En ese momento Vegeta sólo había gruñido y se había dado la vuelta para no tener que soportar un momento mas aquellos ojos de cachorro clavados sobre su persona, mirando aquel mandil como si fuera la cosa más hermosa o el accesorio más codiciado del universo. Vegeta no entendía que lo miraba con ternura, porque él no entendía del todo esa palabra, mucho menos por qué iría dirigido a él.

Y, por si fuera poco, no había terminado ahí, tuvo los ojos ónix profundo de Kakarotto sobre su persona todo el maldito tiempo que portó aquella prenda, mirándolo cada determinado número de minutos, observándolo con la mirada abrillantada y un gesto ladino y conmovido, quizá una coquetería que ninguno de los dos sabía interpretar o controlar. Y los ojos de Vegeta, nerviosos por la insistencia del otro, terminaban girando a Kakarotto cada que éste volteaba para contemplarlo, y sus ojos toparon en el aire más de una vez.

Vegeta apartaba la mirada y aparentaba estar inmerso en su labor, Goku, al contrario, sonreía ligeramente avergonzado por haber sido atrapado dando un vistazo. ¿A qué se supone que estaba jugando ese sujeto? ¿Qué demonios pasaba por su cabeza? Y, más aun, ¿por qué generaba en él un cosquilleo despreciable bajo las costillas?

Vegeta miró fijamente a Goku esta vez, contemplando con atención aquel rostro que ahora lucía relajado en una expresión llena de satisfacción al estar durmiendo. Te queda bien el rosa. Recordó con claridad una vez más aquella tenebrosa frase que lo hacía temblar internamente. ¿De qué hablaba? ¿Es que estaba yendo en serio…? ¿En verdad? No sabía, pero el recordar sus miradas largas lo ponía incómodo, y ese comentario botaba enloquecido por las paredes de su mente, resonando locamente, volviéndose incluso adictivo para la adrenalina que generaba en el cuerpo de Vegeta.

¿Qué tenía ese color, entonces? ¿Kakarotto estaba hablando de verdad? ¿Estaba tomándole el pelo? ¿Qué tenía ese rosa que lo volvía tan particular? Odió tener que recordar aquellas veces en que se vio obligado a portarlo hacia mucho tiempo, y de nuevo eran miradas, generalmente de burla, hacia él. Automáticamente había odiado ese color porque con él los terrícolas habían tratado de tomarle el pelo.

Sí, se suponía que lo odiaba…

Pero… ahora, en ese momento, representó un total dilema, una contradicción, un revoloteo en lo más profundo de su cuerpo.

¿Qué tenía el rosa que lo perseguía?

Soltó su cuestión a su fuero interno, ¿qué tenía, que había logrado atrapar de una forma tan singular los ojos de Kakarotto? ¿Qué era que había logrado poner las mejillas de ambos en tonos rojizos? ¿Qué era ese color? ¿Qué era para su compañero, que incluso se había vuelto de un instante a otro relevante para él?

¿Cuál era el enigma que albergaba?

Se puso de pie bruscamente, negando con vehemencia, ¡estaba pensando tonterías! Necesitaba entrenar y seguir entrenando, no podía desperdiciar el tiempo en cosas que no tenían sentido, en cosas tan locas y estúpidas como en la gran incógnita del rosa.

Salió a aquel particular balcón a continuar con su entrenamiento, sin querer darle más vueltas a eso, sin querer ahogarse en más cosas que le resultaron una total pérdida de tiempo.

Cosas que, con el tiempo, descubriría que no lo eran. Tendrían que pasar mucho más tiempo juntos y muchas más aventuras descabelladas para saber que aquel color no era el verdadero dilema entre ellos dos, que no era precisamente lo que había llamado la atención de Goku aquel día… sin embargo, aquella noche y muchas otras más, Vegeta pensaría que así era. Y, secretamente, guardaría aquellas palabras en lo más profundo de su mente.

Y, secretamente, conservaría aquel miniatura mandil rosa

Bajo su almohada… cada noche…

Bajo sus ojos, aquella sonrisa… 

Notas finales:

:v sí, eso fue todo xd, sólo era un fic de reflexiones xd la verdad pensé eso cuando vi ese capítulo xD se me hizo que Goku fue muy fijadito jeje, además que también quería hacer justificación de esa parte! Y gueno, eso ya xd se me hace lindo que Vegeta use cosas rosas xD

Bueno, si lo leyeron espero no los haya decepcionado xD (? Nos vemos! Besos y abrazos! Saludos!

PD. Si alguno de uds sigue Habitación 318 y se pregunta por qué demonios no esto escribiendo eso :v pronto será (??? Hay unos dilemas que me detienen por ahora.

Besos! 


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