Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Coming Home por BlueVelvetSociopath

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Yo siempre quise leer algo así, y aunque busque, -quizá no lo suficiente- no encontré nada que se asemejará a esa hermosa imagen que se formó en mi cabeza mientras veía -no sé por qué- vídeos de reencuentros de soldados que regresaban con sus familias, y más de uno se encontraba con una personita que desconoce. 

El abrasador calor del desierto: eso era lo único que John podía recordar ahora que regresaba al completamente distinto clima en Londres; ahora que regresaba con una herida de bala en su hombro, una cojera en su pierna derecha y un bastón sin el cual no podría caminar “correctamente”.

Era simplemente distinto, sentía cómo todo él había cambiado. Al terminar de empacar sus cosas y ser despedido como era debido por algunos de sus superiores, se vio a sí mismo sintiéndose cansado como nunca en su vida lo había estado. Él, siendo un alfa fuerte a pesar de su estatura, ahora simplemente se sentía débil y desahuciado.

Las fuertes punzadas en su hombro se hacían sentir cada vez que se movía en el incómodo asiento del avión que ahora lo llevaba de regreso a Londres. Su mano derecha de cerraba en torno a la curvatura de su bastón, apretándolo con fuerza y tratando de hacerse a la idea de que debería llevarlo por el resto de su vida.   

Una vida limitada por un estúpido bastón, pensó. A su mente acudieron los maravillosos recuerdos de su vida con Sherlock Holmes, ese mismo que hacía tres años había aceptado compartir su vida con él, después de que corriesen como locos tras un par de traficantes. Se recordaba perfectamente a sí mismo arrodillándose frente a un muy agitado Sherlock, buscando recuperar el aliento y peleando con su maldito bolsillo, pues parecía que simplemente quería mantener la pequeña caja de color azul dentro de él.

Sabía que ese tipo de cosas eran ridículas para Sherlock, e incluso también para él, pues no se trataba de la ya conocida propuesta que le hace un hombre a su mujer, pero no podía importarle menos. Quería compartir el resto de su vida con ese brillante maniático, y quería proponerlo tal y como él quería, porque sí, aun siendo un alfa, era irremediablemente un romántico. 

La pregunta salió de sus labios entre jadeos y risas: William Sherlock Scott Holmes, ¿te gustaría compartir tu maravillosa vida, llena de peligros y maniáticos, junto a éste no tan idiota médico militar? Las palabras que responderían a esa pregunta jamás llegaron, pero un profundo y necesitado beso fue suficiente para saber que aquello era un “sí”.

El camino al 221b nunca había sido tan largo, pero no era como si a alguno de los dos le importase. Sus manos entrelazadas descansaban sobre el regazo de John, luciendo en ellas sus anillos de compromiso. John disfrutó de cada segundo y minuto que pasó dentro de aquel taxi, pues nada podía ser mejor que tener a su lado al único detective consultor del mundo, con su cabeza descansando sobre su hombro, buscando llenar sus pulmones del aroma picante que emanaba de su alfa.

Cuando llegaron a su apartamento, no hubo palabras sobre el informe que Sherlock le daría a Lestrade el día siguiente, sólo hubo caricias dulces y llenas de amor, como siempre lo habían sido. Sus manos se habían entrelazado de nuevo mientras subían las escaleras y desaparecían tras la puerta. El apartamento estaba a oscuras, pero no hacía falta luz alguna en aquel lugar, pues ambos sabían exactamente el camino que debían tomar.

La oscuridad de la habitación que hacía años compartían, fue participe de las caricias, besos y palabras que fueron compartidas bajo las sábanas que resguardaban del frío a un omega y a su alfa. Hacer el amor con su omega siempre había sido algo maravilloso, pero esa noche todo había sido aún más intenso; sentían sus corazones martillar fuerte dentro de sus pechos, y sus labios uniéndose en busca de acallar los sonidos que empezaban como pensamientos sobre promesas de amor, pero que terminaban siendo jadeos y gemidos acompañados del nombre de ambos.

La mañana siguiente habría sido simplemente perfecta, de no ser por el hecho de que John sería enviado a Afganistán, con la promesa de que sería esperado como había sido desde que se habían conocido…

La voz de una de las azafatas lo sacó de sus pensamientos y adorados recuerdos, anunciando que habían llegado a su destino. John no hizo más que suspirar y sentir una opresión en el pecho ante el pensamiento de que quizá Sherlock ya no querría saber nada más sobre él; era un pensamiento estúpido, pero no podía apartar de su mente la idea de que ahora no era más que un soldado de plomo roto. Comprendería a la perfección si Sherlock decidiera dejarlo, pues él mismo sabía que ya no podría cuidarlo como un alfa debería cuidar a su omega.

------------------------------------------------------------------

Al cruzar las puertas de vidrio en el aeropuerto, con su equipaje y bastón ocupando sus manos, se sintió perdido entre la multitud de gente que caminaba a su lado. Pero entonces, encontró el camino que lo llevaría a recordar todas esas promesas hechas hacía tres años, pues entre la multitud estaba Sherlock, mirando fijamente en su dirección. Dudando y temiendo sobre lo que pasaría, comenzó a caminar en su dirección, pasando entre las personas a su alrededor. Dios… él lucía exactamente igual a como lo recordaba: hermoso y perfecto. Casi podría jurar que incluso se veía mucho más joven y hermoso, como aquel día en que chocaron al salir de aquella cafetería.

Cuando ya no había gente que les separase, John abandonó su equipaje a su lado, mirando fijamente a Sherlock y sosteniendo con fuerza su bastón. Espero recibir cualquier tipo de respuesta que viniera de Sherlock, estaba preparado y tenía miedo, tenía miedo de que todo acabara. Pero el miedo le abandonó cuando Sherlock se acercó a él, como lo había hecho cada vez que regresaba, buscando que John le abrazase, esperando sentir que las cosas seguían igual y que John seguía siendo su alfa.

Se miraron a los ojos por lo que parecieron ser horas, sin que ninguno de los dos se moviera, hasta que John se aventuró a acunar la mejilla de Sherlock en su mano, acariciando con dulzura la cálida piel en la que tantas veces  había plantado besos llenos de amor.

Sherlock sonrió y se inclinó lo suficiente como para hundir su nariz en el cuello de John, aspirando con necesidad el aroma de su alfa. Seguía ahí, como siempre lo había hecho y seguiría haciendo. El roce de la fina nariz de Sherlock hizo estremecer a John, quien a su vez hundió su rostro en el cuello de Sherlock, viendo de reojo la marca de su unión. Dulce y picante, justo como lo recordaba…

Sherlock hizo un sonido que sólo podría ser descrito como un ronroneo, mientras se abrazaba a John y rozaba su nariz contra la piel de su cuello, queriéndose impregnar de su aroma, queriéndose embriagar con sólo eso. John lo sujetó por la cintura con su mano izquierda, tratando de mantenerse de pie mientras se sujetaba a su bastón.

En ese momento sólo eran ellos dos, reencontrándose como en tantas otras ocasiones. Ya no se encontraban en un aeropuerto, ya no había gente a su alrededor, ni sonidos de los otros aviones al abandonar la pista. NADA. No había nada más que sus cuerpos sintiéndose una vez más, reconociendo sus aromas.

John giró un poco su cabeza, trazando con su nariz un pequeño camino que terminó en el hombro cubierto de Sherlock. En ese momento, justo en ese mismo instante, todo volvió a materializarse a su alrededor cuando aspiró el aroma mezclado de su omega con el suyo y otro más… Un alfa. Algo en su interior ardió con rabia. Todo comenzaba a destrozarse una vez más; Sherlock había estado con otro alfa; el olor era apenas notable, pero con un olfato tan desarrollado como el de los alfas, el olor de alguien más que compartiese su biología, era más que notable. Se apartó inmediatamente, cortando de tajo todo contacto con Sherlock, quien lo miró con suma preocupación.  

— ¿J-John? — Su voz sonó llena de preocupación, y por un momento John sintió que su corazón se achicaba.

— Sherlock… tú… — No fue capaz de continuar, las palabras simplemente se habían atascado en su garganta y se negaban a salir.

A la nariz de John llegó una dulce oleada del aroma de Sherlock cuando una briza fría se coló por las puertas de vidrio en el aeropuerto, pero no sólo era el aroma de Sherlock, también estaba ese olor a otro alfa. Arrugó la nariz y frunció el ceño de sólo pensar en su omega estando con otro alfa.

— John, ¿qué pasa? — Insistió, buscando terminar con ese silencio que se convertía en una afilada cuchilla que lo dañaba cada que los segundos de silencio se prolongaban más.

John lo miró fijamente; por su mente se deslizaba toda una lista de las cosas que iba a decirle a Sherlock. Abrió su boca y…

— ¡John! — Espetó Greg a espaldas de Sherlock, acercándose a ellos.

Sherlock se giró, permitiendo a John observar a sus espaldas, viendo a Greg, quien le saludaba agitando una mano en el aire, pero no venía sólo, por primera vez, Mycroft Holmes le honraban con su presencia, yendo de la mano de Greg, con un bebé que se aferraba a él mientras sujetaba lo que parecía ser un peluche. John se quedó estático, observando al pequeño niño que repentinamente había comenzado a moverse constantemente tan pronto como había visto a Sherlock.

Incluso ahora hay un bebé, pensó. Por supuesto que lo habría; Sherlock era un omega completamente saludable y capaz de ser preñado y dar a luz a un niño tan hermoso como aquel, con sus cabellos rizados y azabaches, indiscutiblemente iguales a los de Sherlock. El niño ahora había sido puesto en el suelo, y tan rápido como había sido liberado de las manos de Mycroft, había corrido en dirección a Sherlock, aferrándose a su abrigo. Casi tan rápido como el pequeño niño había reparado en su presencia, miró a John con unos hermosos y profundos ojos azules. Una vez más, el aroma de otro alfa se filtró en la nariz de John, haciéndolo fruncir el ceño cuando se percató de que dicho aroma provenía de ese pequeño niño que lo miraba con curiosidad.

— Espero que no estés esperando algún tipo de invitación para presentarte. — Comentó Mycroft, rompiendo aquel infernal silencio.

John no lo había notado, pero no sólo el pequeño niño lo estaba viendo. Pronto, sus ojos se encontraron con los de Sherlock, quien incitó al pequeño niño a acercarse a John, dando un pequeño empujoncito en su hombro. El niño se acercó a él, sujetando entre sus manos un peluche que ahora se dejaba identificar como una abeja.

— Hola. — Dijo, mirando hacia arriba y sonriéndole.

John parpadeó un par de veces antes de poder tener el control suficiente como para poder hacer que su boca se moviera y poder articular una respuesta.

— H-hola. — Replicó, arreglándoselas para ponerse de rodillas y quedar casi a la misma altura que él. — ¿Cómo te llamas? — Preguntó.

El niño abrazó tímidamente su abeja, mirando al suelo.

— Hamish.

Por una milésima de segundo, John sintió que su corazón se detuvo. Aquello no podía ser posible.

— ¿Q-qué edad tienes, Hamish? — Decir aquel nombre era simplemente surrealista, tanto que incluso se preguntó si es que aquello no era más que sueño y se había quedado dormido en el avión.

La mano derecha de Hamish abandonó uno de los costados de su abeja e indicó un “3” con sus dedos. En ese mismo instante, cálidas lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de John, deslizándose por sus mejillas y cayendo directo al suelo. Se llevó la mano a la boca, buscando ahogar un sollozo.

Hamish se giró hacia Sherlock, preocupado por lo que pasaba.

— Papi, ¿por qué llora? — Preguntó, encontrándose con que los ojos de Sherlock había comenzado a humedecerse.

Sherlock se arrodilló frente a él, tomado el peluche de entre sus manos.

— Papá está llorando porque nunca te había visto, amor. — Replicó. — Quizá, si le das un abrazo, papá dejé de llorar.

Los ojos de Hamish parecieron brillar, mientras que John ahogaba sus sollozos con el dorso de su mano. Al girarse, sus ojos se encontraron y, como si John fuese un oso de peluche, Hamish se abrazó a él, rodeándolo con sus pequeños brazos.

— Papá, no llores. — Pidió.

Sin darse cuenta, John se encontró a sí mismo abrazando a Hamish, acariciando con dulzura sus rizados cabellos. ¿En qué momento todo había terminado así?, se preguntó, pero nada de eso importaba, sólo quería abrazar a Hamish y recuperar todo ese tiempo que había pasado sin saber que Hamish lo estaba esperando; sin saber que mientras él arriesgaba su vida, Sherlock estaba sólo, pasando por todas y cada una de las etapas de un embarazo. Alzó rápidamente la mirada y se retiró las lágrimas que aún corrían por su rostro.

 — ¿Por qué no me lo dijiste, Sherlock? — Preguntó suavemente, sin soltar a su hijo.

Sherlock sonrió tristemente.

— No quería que por la emoción que la noticia te produciría, estuvieses distraído y… — Su voz se quebró, sintiendo un nudo en su garganta. ¿Cómo decirle que le había ocultado algo tan maravilloso, por el miedo de poder perderlo si John no estaba completamente atento a lo que pasaba en ese infierno al que había sido mandado?

Una vez más, no hicieron falta más palabras para que John entendiera absolutamente todo. Haría más preguntas, eso obviamente pasaría; quería saber cada cosa y detalle de las cosas que habían pasado mientras él no estaba, quería saber absolutamente todo.

Se puso de pie, sosteniendo a su hijo entre sus brazos y acortó la distancia entre él y Sherlock, tomándolo de la mano y acariciando sus nudillos y sonriendo cuando notó el borde del anillo que le había dado hacía 3 años, aquella noche en la que indudablemente habían concebido a ese hermoso niño que se aferraba a él, como si temiese que se fuese a alejar de él, pero ambos sabían que eso no pasaría.

— Es psicosomática — Apuntó Sherlock, sonriéndole.

— ¿Qué? — Replicó, arqueando sus cejas.

— Tu cojera. — Explicó. — No necesitas ese bastón, John. — Agregó.

Fue sólo en ese momento en el que John recordó lo que había pasado, fue realmente una sorpresa el percatase de que estaba firmemente de pie, sin ayuda del bastón, y sin duda el dolor ya no se sentía.

— Vámonos a casa, Sherlock. — Dijo, comenzando a caminar en dirección a la salida del aeropuerto, sujetando con fuerza la mano de Sherlock, de su omega, y sosteniendo el peso de su hijo contra su pecho. Su equipaje fue dejado tras ellos, pero estaban seguros de que igual Mycroft o Greg se encargarían de pasar a dejarlo en el 221b de Baker Street. 

Notas finales:

A fin de cuentas, no hizo mucha justicia a la imagen en mi cabeza, pero se hace lo que se puede xP
Espero que les haya gustado y tengan un magnífico día :D
Bye bye ~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).