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Para siempre por Charly D

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I

 

Caminaba por los solitarios pasillos de aquella gigantesca escuela preparatoria, revisaba la hora en su juvenil y de moda reloj que tenía colocado en la muñeca. Eran las tres de la tarde, iba demorado, debía apresurarse porque si la otra persona había sido puntual, hacía quince minutos que lo estaban esperando. El jovenzuelo delgado de cabellos cobrizos y sedosos avanzaba a prisa. Miraba a ambos lados con aquellos ojos color marrón claro tan expresivos que poseía, para corroborar que nadie le seguía. Sonrío al ver que estaba  a unos cuantos metros de la vieja bodega del archivo muerto. Una vez más miró hacia atrás, y momentos después ingresó en aquel solitario lugar, el cual tenía la puerta entreabierta.

 

- Hola – una palabra que lo exaltó, pues aún no podía ver la figura de quien le habló.

- ¡Me asustaste! – le recriminó cuando lo halló junto a una vieja banca de madera que estaba en la esquina trasera.

- Ese era el propósito amiguito…- le sonrió, el chico que le habló, Matías, lo observaba detenidamente, como si las horas en clases no le hubiesen sido suficientes para escudriñarlo bien.

- ¿Qué me ves? ¿Tengo algo? – comentó algo nervioso Raúl, quien mientras hablaba se revisaba de arriba abajo para comprobar que todo estuviera en orden.

- No… nada, es solo que… Bueno, yo…- Matías Román, el chico conocido por todos en el grupo como el hablador que nunca se guarda nada para sí, que había sido llevado a la prefectura del grado innumerables veces, ese muchacho que era parte del selecto grupo de chicos que combinaban la popularidad con la inteligencia, estaba frente a él con la lengua trabada y visiblemente nervioso.

- No sé por qué me dijiste que viniera para acá, ¿Te ocurre algo? – Raúl Armenteros, uno su compañero de clase y amigo desde la secundaria, le preguntaba.

- Vi que… que tú y Manuel últimamente se llevan mucho – comentó mientras con la cabeza gacha se dedicaba a mirar a un grupo de hormigas que salían por un hueco de la pared.

- Sí, pues, él y yo comenzamos a llevarnos desde que entró – levantando los hombros contestó.

- Vaya… pues se nota que te cae bastante bien – dijo levantando el rostro y mostrando un gesto de preocupación.

- Algo… ¿Qué te pasa Matías? ¿Estás bien? – el otro inquirió al ver a su amigo algo decaído.

- Tengo algo que decirte, pero… ¡Aaaah! – Se pasó las manos por el rostro en señal de frustración – ¡No sé… no sé cómo hacerlo!

- Pues, no sé… solo dilo y ya – expuso el otro, sin dejar de sentir una extraña sensación en el estómago.

- ¿Y si te enojas? ¿Y si te saca de onda o algo así? – el muchacho comenzó a patear a la nada.

- Te… Te prometo que no…- Raúl agachó la mirada, comenzaba a sentirse más nervioso.

- Pues ya… si me mandas al queso… pues ya… - respiró hondo,  jalando todo el aire que sus pulmones pudieran y habló - ¡Me gustas un buen! – soltó sin más, logrando que el chico frente a él lo mirara sumamente sorprendido.

 

 

II

 

Pasaron varios minutos en silencio, los dos muchachos sentían sus corazones latir tan frenéticamente que temían un paro cardiaco. Solo se escuchaban los sonidos de sus respiraciones agitadas, los dos sentían que experimentaban un extraño sentimiento.

- No sé qué decir…- por fin habló Raúl.

- No tienes que decir nada… yo… es bronca mía, solo quería que lo supieras…- con un gesto apesadumbrado, Matías caminó lentamente a la puerta para salir, sin embargo el llamado del otro lo detuvo instantáneamente.

- ¡Espera! – volvió la mirada y se encontró con un sonrojado Raúl.

- ¿Qué?

- Yo… yo no sé qué decir, porque… porque es raro…- guardó silencio un par de segundos, consiguiendo que el otro temblara – Es raro sentir cosquillas cuando vamos a andar en bici tu  y yo, es raro que quiera estar largo rato contigo jugando videojuegos solos tu y yo, es raro sentir cosas cuando estás con otras personas, es raro saber que no soy el único raro aquí – comentó con la voz temblorosa por los nervios.

- ¿Me tratas de decir que…? – se quedó a media la pregunta porque obtuvo una respuesta.

- Que es raro sentir algo parecido a lo que me acabas de decir – con los dedos entrelazados le habló.

- Raúl, yo no quiero meterte en cosas que no quieras, yo solo lo quería decir…- habló pues veía a su amigo muy nervioso.

- Yo quiero estar dentro de esto, porque yo también siento cosas por ti – levantó la cara y los ojos de ambos muchachos se encontraron.

- ¿Me aceptas? – temeroso preguntó

- Sí, pero… pero vamos a estar así, sin que los demás lo sepan, me da miedo que mi papá sepa que soy raro – Matías se acercó inmediatamente y lo abrazó con fuerza.

- No tengas miedo, que yo te cuidaré, a mi lado nada te pasará -  por el miedo, la emoción, la aceptación y un sinnúmero de emociones más, Raúl lloró en el hombro de su amigo.

- ¿Lo prometes?

- Te lo prometo, yo te cuidaré – se mantuvieron abrazados, para inmediatamente verse a los ojos, y en una silenciosa propuesta, acercaron sus rostros, torpemente y temblorosos por la emoción del momento, chocaron sus bocas en un aletargado y poco discreto beso, chocando los dientes de ambos de vez en vez, y dejándose sin aire por la manera tan inexperta en la que lo hacían.

 

III

 

El grupo de amigos se mantenía igual, salían después de clases al parque, al cine o a los recreativos del centro comercial, nadie imaginaba que existía un noviazgo entre Matías y Raúl. Ante los demás eran un par de amigos comunes y corrientes, pero a solas, se hablaban de manera diferente, se tocaban de forma distinta, se besaban como el par de enamorados que eran.

 

- ¿Viste como el torpe de Nacho perdió contra Lucía? – riendo como niño, Raúl le decía a su novio.

- Sí, es demasiado idiota jugando, aunque Lucy es muy buena en ese juego – contestó Matías. El par de muchachos estaba acostado en el césped cercano a un lago que poco era frecuentado.

- Me divertí mucho hoy, aunque me gusta más salir solo contigo – se miraron y dieron un beso corto en los labios.

- A mí también, me encanta salir sólo contigo, chaparrito – le sonrió amorosamente.

- ¿Qué crees que pensarían los demás si supieran que tú y yo…? Bueno… ya sabes – tímidamente preguntó el de cabello cobrizo.

- Pues… quién sabe, no he pensado mucho en eso, a lo mejor bien, a lo mejor mal, no sé – negó mientras miraba al cielo que comenzaba a oscurecerse.

- Yo tampoco sé, solo tenemos dieciséis años, y bueno, esto es bien raro – Armenteros se incorporó y lo miró una vez que estuvo sentado - ¿Crees que sea malo el que te quiera y que tú me quieras?

- No sé, pero si es malo pues creo que soy un demonio, porque te quiero mucho, mucho – sonrió de lado, un gesto que le encantaba a Raúl.

- Yo también te quiero – se agachó y besó a su chico.

 

Uno sobre el otro estaban. Matías abrazaba con fuerza el delgado cuerpo de su novio. Los besos prendían sus juveniles hormonas, pues las mejillas de los dos ardían, sus cuerpos sentían aquellos impulsos que solo experimentaban cuando entre ellos se tocaban. Las manos de Román acariciaban la piel sueva de la espalda de su chico. No dejaban de besarse, ese lugar, el lago, era su lugar favorito, pues ahí acudían cuando querían estar completamente solos, sin interrupciones, sin gente, sin nadie más que ellos dos.

- Chaparrito, estás temblando – Matías se detuvo al ver que el otro estaba terriblemente nervioso – Perdón si hice algo que no te gustara – se disculpó, pues notó que su pareja se tensó cuando sus manos bajaron a la zona donde la espalda terminaba.

- Es solo que… que nunca nadie me ha tocado así, ni ahí… solo tú – con la respiración agitada el otro contestó con dificultad. 

- Perdón, no lo…- se iba a levantar, cuando el otro chico lo detuvo.

- No, no… quiero que sigas… Tócame…- agitado le pidió en tono suplicante – Tócame, solo quiero que tú lo hagas… Tócame…- se acercó al rostro del otro y cerrando los ojos se besaron, nuevamente cayeron al césped y los dedos de Matías volvieron al punto en el que se quedaron.

Se miraron directamente a los ojos, era poco tiempo el que llevaban juntos, pero eran años de conocerse, de verse, de quererse en silencio. Raúl acarició las mejillas de su chico, con tal suavidad que parecía querer grabarse cada centímetro de aquella piel un tanto requemada por el sol. Humedeció sus labios para inmediatamente seguir besándolo.

Ahí entre ellos dos, comenzaron a masajear sus cuerpos a medio desnudar, acariciando cada espacio que pudiera ser tocado, intercambiando besos, caricias y sentimientos, consumando un cariño que sentían pese a lo corto de su edad. Era la primera vez que llegaban a tanto, sus miembros despiertos se rozaban uno al otro, sintiendo en cada uno de los movimientos la exquisitez del contrario, podían ver que su cuerpo cambiaba, que había vello en donde antes no lo había, experimentando juntos el despertar de una sexualidad hasta ese momento desconocida. No hacían falta las palabras para expresar lo que sentían en esos instantes, en los que el mundo entero se reducía a dos personas.

- Te quiero… te quiero tanto…- entre jadeos Raúl decía a su novio, vivían el momento más erótico de sus vidas hasta ese momento.

- Yo te amo…- tres palabras que fueron suficientes para saber que el amor entre ellos sería inolvidable, algo que los ataría y que los uniría intensamente.

 

Bastaron unos minutos más para que los jóvenes medio desnudos llegaran a su clímax, eyaculando uno en el cuerpo del otro. Las respiraciones agitadas comenzaron a relajarse, acompasadas una con la otra, mostraban que la calma había llegado luego de aquella vivencia tan importante entre ellos. Matías besó la frente sudada de su chico, estaba seguro que lo amaba como no volvería a hacerlo con nadie más.

 

IV

 

 

Llegaban las vacaciones. Matías tendría que viajar con sus padres a casa de sus tíos en la costa. Iría un par de semanas para regresar junto una antes de las clases. La noticia no fue bien recibida por Raúl, quien esperaba pasar ese tiempo con su chico. Por tal motivo aprovecharon el último día juntos para hacer lo que el de cabello cobrizo quisiera. Acudieron al cine para ver el último estreno de una saga de películas que tanto les gustaba a ambos.

- Estuvo buena, aunque creo que la primera es la mejor – comentaba Raúl mientras salían del cinema, ya eran cerca de las ocho de la noche y por ello la noche había caído.

- Pues tú lo piensas, pero para mí, es mejor la segunda, esta tercera como que tiene mucho relleno, no me gustó tanto, al menos en eso si quedamos igual – se miraron, al estar en un lugar público y concurrido como en el que estaban no pudieron besarse como deseaban, aunque sí que lo habían hecho durante la función, en los asientos más alejados y más arrinconados que había en aquella sala. 

- Te vas mañana ¿verdad? – preguntó Armenteros cuando llegaron a unas bancas que fueron colocadas cerca del estacionamiento de la plaza comercial en la que estaba el cinema.

- Sí, pero no te preocupes chaparrito, dos semanas se pasan rápido, antes de lo que piensas vamos a estar paseando otra vez, además, hay algo que quiero presumirte… - sonriente Matías le hablaba, logrando la curiosidad del otro muchacho.

- ¿Qué me vas a presumir?- juguetonamente preguntó.

- Pues antier me compré una playera, pero…- guardó silencio para incrementar las dudas, luego prosiguió – Pero te la modelaré cuando regrese, me vas a envidiar – sonrió, hablaba alegre para que su novio no estuviera tan triste por su partida.

- ¿No me vas a decir? – fingiendo estar ofendido, Armenteros le dramatizó.

- No, no te diré nada, para que cuando la veas me envidies y quieras que te la de… es todo, no diré más nada – sonrió nuevamente logrando que el otro negara con la cabeza.

- Estás loco…

- Pero por ti, te amo, chaparrito, mira, ten, para que no te sientas tan solo, te dejo mi pulsera favorita – le entregó una pulsera hecha de hilo en color azul.

- ¡Está padre! – exclamó emocionado el otro.

- Pues mientras no estoy quédatela, cuando regrese me la das y ya – lo miró fijamente y sin poder evitar el impulso lo besó en los labios, se olvidaron por unos segundos donde estaban, prefiriéndose a sí mismos.

- ¡Aléjate de mí, pervertido! – empujándolo lo sacó de la banca consiguiendo que Matías cayera de trasero en el frío piso.

- ¡Auch! – se quejó sacando una carcajada de su amado chico, quien lo amaba tanto o más que él.

 

 

V

 

 

El viaje comenzaba, Matías iba en el asiento trasero de la camioneta de su padre, mientras su madre iba como copiloto. El chico miraba por la ventana entretenido por el paisaje, odiaba ese viaje, hubiera preferido quedarse en casa para así pasar las vacaciones con su chico. Intentaba recordar la cara sonrojada de Raúl, sonrió inmediatamente al recordarlo. Por el retrovisor su padre lo vio.

- ¿De qué te ríes tan emocionado, hijo? – el mayor lo miraba también sonriente.

- ¿Ah si? – Su madre volteó – Hace un rato estabas de muy mal humor, ¿Por qué sonríes ahora?- sus padres lo cuestionaban.

- Por nada, déjenme – fingiendo un enojo que ya no sentía, prefirió callar, aún no sentía que fuera el momento para hablar de Raúl, pero vaya que deseaba hacerlo.

- Hijo, espero que entiendas, es bueno pasar tiempo en familia, y por eso pensamos que sería bueno hacerlo, no te enojes, verás que la pasarás bien.

- Sí, pá – volvió a mirar por la ventanilla. Estaba triste, pero sabía que solo serían dos semanas. Sonrió y miró al frente, lo último que pudo ver fue el enorme camión que se acercaba hacia ellos a gran velocidad. 

 

 

VI

 

 

Eran las cinco de la tarde, Raúl estaba en su cuarto leyendo un libro que tenía pendiente desde hacía tiempo, aprovechaba que no tenía tareas por las vacaciones. Estaba tan entretenido con la lectura que no escuchó su puerta abrirse. Sin embargo pronto fue interrumpido.

- Hijo…- su madre con semblante preocupado se le acercó.

- ¿Qué hay má? – el joven bajó el libro y la miró.

- A… abajo te esperan tus amigos…- un tanto nerviosa le informó.

- Ah… ya voy – con cierta curiosidad miró a su progenitora, le parecía extraña su actitud.

 

Se colocó los zapatos y descendió la escalera para llegar a la sala, donde los otros chicos lo esperaban. Al llegar los miró sumamente tristes y con los ojos llorosos. El escenario lo puso en alerta, algo ocurría y al parecer no era bueno.

- ¿Q… Qué pasa? – con cierto nerviosismo preguntó, pero todos callaron - ¿Pasa algo, chicos? – los miró a todos y vio como Lucía rompía en llanto.

- Amigo, pasó algo… Mati…- uno de los chicos comenzó a hablar, pero la voz s ele quebraba – Matías y sus papás tuvieron un accidente – dijo con rapidez para evitar que las palabras se le ahogaran en la garganta.

- ¿Y cómo están? ¿Cómo está Matías? ¿Dónde está? – Rápidamente preguntó, los chicos comenzaron a llorar - ¡¿Dónde está Matías?! – gritó al no recibir respuesta.

- Él y sus papás murieron…- sintió como si el suelo se abriera, un vació enorme fue el que experimentó en su corazón.

- No… no…- negó con la cabeza – Él me dijo que iba a volver, él prometió que en dos semanas estaría aquí… conmigo…- cerró los puños en señal de rabia – Están mintiendo, esos no es cierto ¡No es cierto! – Gritó antes de que su madre lo abrazara fuertemente – No es cierto mamá, no es cierto – lloraba en el pecho de su madre, se negaba a creerlo, no quería hacerlo – Matías me dijo que iba a volver…- lloró completamente destrozado, su corazón se había roto en cientos de pedazos en tan solo unos segundos.

 

 

VII

 

En su cuarto, veía por la ventana, Raúl estaba vestido con su pijama. El servicio funerario se estaba llevando a cabo a esa misma hora. La madre del chico entró, desde el conocimiento de la noticia la tarde anterior, Armenteros se había encerrado en su recámara para no ser molestado, el libro que había leído un día antes estaba en la basura, no siguió con él.

- Hijo… en un rato será el entierro, deberías ir – con calma le hablaba la mujer.

- No – fue toda su respuesta.

- Pero hijo, creo que tus amigos también te necesitan.

- ¡Dije que no! Yo no iré a eso, ese imbécil no merece que yo vaya a nada – hablaba con tal rencor que su madre se asombró por unos momentos.

- No hables de esa forma, Raúl

- Vete por favor, quiero descansar – seguía mirando por la ventana, sus ojos se cristalizaron, y sin poder evitarlo derramó una lágrima.

 

 

VIII

 

 

Emprendedor hombre de negocios, el reconocido Raúl Armenteros inauguraba su segunda tienda comercial en la ciudad. Las cámaras lo fotografiaban, los periodistas buscaban la nota de uno de los empresarios abiertamente homosexuales más exitosos del estado. Secamente contestaba los planteamientos de quienes lo cuestionaban. Era conocido por su seriedad y sobriedad a la hora de convivir con las personas. Su pareja desde hacía tres años era un importante abogado, el cual lo acompañaba a todos los eventos que tuviera que asistir.

- ¿Qué opina señor de la situación actual que vive la comunidad gay, los jóvenes especialmente? – un reportero le preguntó colocándole el micrófono cerca de la boca.

- Nada, no tengo opinión – respondió seriamente.

- Pero señor, ¿usted creé que es justo para los chicos de estos tiempos la discriminación que viven?

- Nada tengo que decir – sin esperar otro planteamiento, subió a su lujosa camioneta y se marchó junto con su pareja.

 

Iban en completo silencio, el humor de Raúl era especialmente insoportable ese día, justo ese día, como cada año era cuando más arisco estaba, por tal motivo buscaba siempre estar ocupado.

- No debiste ser tan cortante con el chico – Andrés Pereyra, su novio le decía.

- No me molestes – el empresario de treinta y seis años le dijo para volver a callar.

- Esa actitud es tan molesta, debes madurar de una vez por todas – el abogado le dijo con molestia para no volver a hablar. Al cabo de un rato, la pareja llegó a su casa y ambos entraron en completo silencio. Una vez en la sala, Andrés volvió a hablar – Creo que es suficiente que año con año tengamos que pasar por esto ¿No te parece? – estaba molesto.

- No sé de qué hablas – fue directo al sillón para sentarse.

- Por supuesto que sabes de qué hablo, no es justo que por algo que pasó hace veinte años te sigas cerrando al mundo, no es justo que no me dejes entrar a tu vida aunque esté junto a ti físicamente todos los días – le recriminaba dolido por su actitud.

- Andrés, entiende que esto no es fácil…- le dijo el otro, el aludido lo miró con rabia.

- ¿Y para mí sí lo es? ¿Crees que es sencillo para mí? ¡No Raúl! – A punto de llorar por los años que llevaba de relación frustrada, el abogado explotó - ¡No es fácil para mi competir contra él! ¡No es fácil para mí competir contra alguien que nunca envejece! ¡No es fácil para mí luchar contra aquel a quien amas pese a los años que han pasado! ¡No puedo luchar contra Matías porque él sigue viviendo en ti! – Dijo soltando un par de rabiosas lágrimas – Creo que esto no funcionará…- negó con la cabeza y subió a la recámara principal, la que compartía con él.

 

 

IX

 

 

Era muy tarde, había bebido mucho, no al grado de embriagarse, pero sí lo había debilitado el alcohol. Raúl estaba recostado en el sillón de la sala, estaba cabeceando, poco a poco sus ojos se cerraban, llegó el punto en el que cayó en los brazos de Morfeo.

 

Abrió los ojos, estaba en su casa, en su sala, era de día, la luz del sol iluminaba la estancia completamente. Se talló los ojos por sentir que sus ojos eran lastimados por tal claridad. Poco tardó en acostumbrase a ella, fue en ese momento que pudo ver en la puerta de su casa aquella figura, aquel rostro que había olvidado…

 

-Hola – sobresaltado lo miró.

- Me asustaste – Raúl le dijo.

- Como aquella vez…- un joven de dieciséis años lo miraba sonriente - ¡Vaya que te has hecho viejo! – Matías le decía a Raúl - ¡Mírate! Eres todo un hombre, y te ves muy guapo – el mayor sintió los ojos cristalizarse.

- ¿Por qué Matías? – le recriminaba al muchacho que tenía enfrente.

- No fui yo mi amor, no fue mi elección… perdóname – recordaba aquellas disculpas, aquellas palabras que enterró superficialmente durante dos décadas.

- Teníamos tantos planes… yo te amaba – el Raúl de treinta y seis años lloró frente al joven.

- Lo sé, y lo siento, pero… pero la vida es así, y tú debes seguir adelante – Matías lo miraba compasivamente – Tú tienes una vida, tienes muchas cosas que hacer aún, no puedes aferrarte a mí, hace tiempo que estoy atado a este lugar por ti, y si te soy sincero, te amo y no quisiera irme, pero también sé que tú debes continuar, hace mucho que mis papás se marcharon, y yo deseo ir con ellos…- el joven le hablaba calmadamente.

- Matías… te extraño tanto… ¿Por qué apenas hoy te puedo ver? – lloraba y la voz s ele cortaba, pero Armenteros quería respuestas.

- Porque estas a punto de perder a alguien muy valioso por algo que ya no puede ser… Te pido que me perdones por no haber podido cuidarte como te prometí, pero siempre estuve a tu lado, ¿Y sabes por qué hoy aparezco? – no esperó a que su pregunta fuera contestada – Porque ya tienes quien te proteja, ya no me necesitas – negó con la cabeza – Te amo, y donde quiera que esté te amaré, pero debes seguir mi amor – el chico lo miró con los ojos llorosos – He venido solo a despedirme, tienes que arreglar lo que debas, y no perder lo que tanto te ha costado encontrar…- Raúl lo miraba sin moverse.

- ¿Te vas?

- Sí chaparrito… bueno, ahora eres mucho más alto que yo, pero siempre serás mi chaparrito – sonrió el hombre de cuerpo juvenil, se le acercó y lo tomó de las manos - ¡Mira! Es mi playera, la que te dije, es de la primera película, ¿Te gusta? – hasta ese momento Raúl se dio cuenta de qué figura era el estampado de aquella playera, la que veinte años atrás no pudo conocer.

- Esta genial, es encanta…- sonrió pese a estar llorando.

- Pues dudo que te quede, por eso no te la puedo dar – soltó una carcajada, logrando que el otro también lo hiciera – Ese hombre te ama, no lo dejes ir, yo no estropearé tus planes, es momento que me vaya a descansar…-

- Matías…

- Solo te pido que vayas a donde reposo y me dejes mi pulsera, sé que la tienes muy bien guardada, es mi favorita y la quiero de vuelta ¿Si? – Esperó la respuesta del otro, Raúl asintió - ¡Eso! Sonríe mi vida… Te ves más guapo con esa sonrisa.

- Te amo Matías

- Y yo a ti… Sé muy feliz, y te prometo, ahora sí, que algún día nos volveremos a ver…- seguían tomados de las manos – Hasta siempre chaparrito – Se paró de puntitas, y alcanzando el rostro maduro del otro, lo besó como la primera vez, algo torpe pero lleno de amor…

 

 

X

 

 

Despertó, era de día, la luz se colaba por las amplias ventanas, miró a su alrededor, solo estaba él.

- Fue un sueño…- se dijo a sí mismo – Se miró la mano y sin saber cómo ocurrió, tenía la pulsera de hilo en color azul en ella – Matías… - apretó el puño y sonrió – Hasta siempre mi amor…- palpó su rostro y sintió lágrimas en él, al parecer había llorado, se limpió y subió a la recámara principal.

 

Al entrar miró la cama, estaba Andrés en ella, pero no dormía, estaba sentado, meditando, triste. Raúl se acercó, y siguiendo sus impulsos se arrodilló frente a él.

- Te ves mucho más guapo si sonríes…- el abogado levantó el rostro y lo miró, esbozando una leve sonrisa.

- Si, claro…- le contestó sin ánimos.

- Perdóname por ser como he sido, es verdad que no mereces lo que te he hecho, y te pido que si aún hay algo de amor hacia mí, me perdones – Armenteros los miraba suplicante.

- ¡Claro que te amo! – Expresó el que estaba sentado – Es solo que no sé qué hacer para que tú me ames, lo he intentado todo, pero no he conseguido que me ames…

- Te prometo que todo cambiará, dame una oportunidad más, solo una, es lo único que pido – le pidió tomándolo de la mano con mucho cariño.

- ¿La última?

- La última.

- Acepto, un último intento, Raúl – sonrieron y se besaron en los labios.

- Te adoro, me bañaré, iremos a dejar algo y comenzaremos con nosotros ¿De acuerdo?

- De acuerdo… - Respondió emocionado Andrés.

 

 

Un par de horas más tarde, Raúl y Andrés estaban frente a la tumba de Matías.

- Te traigo lo que teníamos pendiente – el hombre se acercó y en la cruz de mármol puso la pulsera que fue de Román – Ahora sí, estamos a mano… Hasta siempre Matías…- sonrió y respiró hondamente, era momento de empezar, y así lo haría, empezaría de cero, reconstruiría su vida, la disfrutaría, y quizás, algún día, ellos se volverían a encontrar. Tomó la mano de su abogado preferido y juntos salieron de ese lugar, para iniciar una nueva vida….

 

 

 

 

 

FIN

 

 

 

 

 

Notas finales:

¡Gracias!


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