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El Coleccionista De Ojos por Aiden Gytany Feli Cane

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Notas del fanfic:

En el resumen esta pero esto es un Takano x Yokozawa :v y como me gusta decir si no les gusta pueden leer quiza y les acabe gustando ;)

Notas del capitulo:

"El demonio esta aqui, la ira lo atrajo y el orgullo lo mantiene ¡buen dios! protege mis amados tesoros antes que a mi"

_Horrible Kids_

(nada que ver con Set It Off)

Cancion del capitulo: Breath In, Breath Out - Set It Off

La ciudad se exponía a sus ojos, sombría y ruidosa por la lluvia. En las calles de piedra pequeños riachuelos de agua ennegrecida por las sombras corrían rodeando las piedras salidas del suelo. Los cascos del caballo los golpeaban chapoteando contra su propio estómago, las ruedas de la carroza hacían lo mismo tirando olas sobre la calle vacía golpeando alunas gotas con las ventanas.

La soledad del viaje en carroza se sumaba al hambre por la cena esperada desde hace horas, apenas probo agua desde la tarde cuando había desembarcado en Brigthon, ahora estaba en Liverpool. Estaba harto de todo eso, el hambre, el frio y la molesta carroza ¿qué motivos lo guiarían a soportar tal tortura? Familia, familia que no conocía y realmente no le interesaba conocer.

Llegando a la entrada de las tierras de la familia de su madre la impulsiva repulsión le recordó el horror, ese que le había rehuido durante años viviendo en Japón donde su madre no podría contactarlo, donde su padre murió hace tiempo. El enorme muro de piedra ocultaba el jardín húmedo por la lluvia acabada hacia un tiempo, los surcos entre los arbustos se llenaban de turbia agua café lodosa y hojas muertas junto a ramas flotaban o se hundían acercándose de a poco a los troncos delgados y suaves enterrados en la tierra. Un camino de granito guiaba a una glorieta donde los carros y carrozas hacían bajar a sus pasajeros distinguidos en la entrada de la majestuosa “casa”. Monumento al ego, diría el, su madre era descarada y esa “casa” mostraba por completo su vanidoso ser, lo cínica que podía ser pues cuando su padre vivía ella gasto cada libra que le era dada, y no, en construir la enorme y monstruosa casa donde había construido otra familia bastarda a espaldas suyas, familia que le había obligado a visitar hoy día solo porque en Japón su nombre empezó a mostrar valor obviamente que ella buscaba aprovechar. Pobre desgraciada él no era ningún idiota pero ella tampoco lo era, eran familia después de todo.

El coche se paró frente a la escalinata donde un hombre trajeado con rostro viejo y canoso esperaba. El paje abrió la puerta y el salió. Hacia frio, le encantaba, por fin algo de aire después de tanto encerrado sin poder estirar las piernas ni hacer más que leer las cartas que envió su madre para obligarle a venir, odiosas y pomposas letras recorrían el papel con palabras sueltas pero claras que fingían preocupación.

El anciano hombre le saludo con una ensayada reverencia y los modales de quien lleva años haciendo lo mismo para dar la imagen de lo que serían sus amos y como sabrán era una imagen falsa –por aquí por favor, joven Masamune – su nombre de pila era algo que no estaba acostumbrado a que usara cualquier persona en Japón todos lo llamaban Takano pero aquí en Inglaterra tendría que acostumbrarse o al menos adaptarse a ello. Dato que recordar seguro y su madre ya había olvidado los modales japoneses con lo que se crio seguro y ahora creía ser toda una inglesa, una inglesa con ojos rasgados y evidente piel más blanca que todos incluso que sus hijos ajenos.

El recibidor era todo lo que imagino sería, un pasillo ancho con paredes blancas y columnas detalladas, bases con los mismo detalles y colores con floreros detallados con ramas de cerezos y nubes al puro estilo asiático, flores extravagantes dentro de estos haciendo imposible notar el detalle del florero sin distraerse a admirarlas. Había algunos cuadros colgados de las paredes sobre los floreros en ellos escenas de caza y elegantes caballeros sosteniendo fusibles o bastones de madera oscura, en otro de ellos, el más lejano de la puerta, una dama sentada con dos caballeros a su lado ambos de pie con fríos rostros pacíficos ella mantenía una estática sonrisa, el vestido ostentoso de color vino mostraba la vanidad de la dama complementada con un blanco collar de discretas perlas rodeando su cuello delgado.

Por sí mismo en esa enorme casa hubiera perdido la orientación y nunca hubiera sido hábil de encontrar el salón donde todos quienes fueron llamados ese día se reunían.

El mayordomo solo le había hablado una vez en la entrada, un gesto el supuso era obligación de cada sirviente mantener. La situación era muy ajena a lo que él conocía pues a pesar de haber recibido la educación de Inglaterra hasta sus quince años de edad en Japón todo era diferente, se había separado de la vida fina en la que lo habian mantenido sus padres y había tomado los caminos que había querido, ahora escribía operas, las óperas más hermosas que Japón había oído en años. Su madre había recuperado su interés por el por esta razón.

Del otro lado de las puertas barnizadas los murmullos de muchas voces desconocidas llego a sus oídos, el mayordomo empujo una de las puertas y entro a la habitación – espere aquí un momento por favor, joven Masamune - se quedó atrás mirando la espalda del anciano entrando en la pequeña multitud. Todos hablaban con rostros consternados y extasiados, todos ignoraban su presencia inmersos en lo que conversaban algunos lucían perturbados incluso. Hablarían sobre la terrible condición de su primo, quizás.

-¡Masamune!- llego a él una mujer con los brazos abiertos, su caminar era ágil como a la vez suave, un vestido mostaza muy lujoso y fino tenia puesto, usaba el cabello castaño recogido en un chongo alto que no dejaba a ningún cabello salir de su lugar pues aun los mechones que se notaban libres eran sujetados, un adorno para no verse tan vieja pensó recibiendo el abrazo.

El rencor y repulsión parecían haberse ido siendo que juraba que podría vomitar el bello vestido en cualquier momento. La tensión era grande en ese abrazo donde dos enemigos fingían celebrar su reencuentro, ambos se reían como llenas, burlones gestos ante el otro más invisibles para los otros, los demás solo veían el reencuentro de una madre y su hijo –bienvenido a casa, Masamune – le dijo con su voz clara en una sonrisa suave y arrugada, ella era una mujer hermosa aun con esa edad, aun con esas arrugas en el rostro era hermosa.

-estoy alegre de verte. Veo que te va bien

-no tanto como quisiera, como sabrás, Gustaff enfermo de gravedad tememos que no sobreviva – se habría visto realmente preocupada si su voz no hubiera sido tan seca y falta de empatía para con el hombre que yacía descansando totalmente solo en el piso superior – pero es bueno que estés aquí, así al menos puedes saludar a la familia – le tomo del brazo y lo guio al centro donde un grupo de tres hombre y dos mujeres hablaban inherentes a la situación sobre las ultimas noticias de Londres, esto intrigo a Masamune tanto como lo indigno era una reunión familiar por un enfermo más ellas solo pensaban en lo ocurrido en un lugar alejado como lo era Londres. Las mujeres saludaron a Kotoko, su madre – tengo que presentarlos, él es Masamune mi primer hijo ha estado viviendo en Japón durante trece años – su fluidez hablando de él solo era resultado de investigar un poco sobre lo que había sido de quien había dejado de considerar su hijo desde que se casó por segunda vez. Fue criticada por muchos por esto pero ella se empeñó en callar esos rumores con otros acerca de su propio exesposo e hijo, consiguió su objetivo he incluso logro que ambos salieran del país así ella podría hacer su vida tal como a quería. Ahora ella sonaba tan orgullosa de Masamune, tanto que se daba nauseas a sí misma, años vivió negando ser madre de otros que no fueran Frederick y Renán, estaba tirando hipocresía que ahogaba a todos cuantos conocían la historia completa de la antigua Takano Kotoko, ahora Kotoko Burell.

Masamune recapacitaba lo mal que estuvo volver estrechando todas las manos ajenas que hoy había tocado. Escucho las palabras de su madre mientras ella mostraba lo poco que lo conocía cometió errores como acertó mientras lo presentaba a todos los miembros de la familia que él no quería conocer dejándolo a merced de miradas inquisitorias tras las sonrisas amables de aquellos con los que su sangre era lo único que los relacionaba.

******

Como invitado se le pidió hospedarse en la casa, invitación que rechazo el ambiente era demasiado toxico para el no solo por la prepotencia de todos los que hay moraban, no solo por el rencor a su madre a los hijos que tenía ahora sino a la fuerte intolerancia que todos parecían tener hacía con él. No era cosa de los rumores que antes Kotoko había esparcido más bien del estilo de vida que había decidido llevar en Japón, tenía tanto dinero en yenes como su padre en libras esterlinas tuvo alguna vez, una suma enorme cabe decir. En Japón pudo darse la vida de un emperador en Inglaterra tendría buena posición pero esas cosas él las rechazaba prefería la vida libre y natural, así decidía que hacer cuando quería hacerlo. Era conocido su nombre más no su rostro, asistía a sus óperas como cualquier otro asistente nunca en el palco. Este estilo de vida le trajo críticas más nunca afectaron su trabajo ni modificaron lo que hacía. En esa casa no tenían una idea sobre ellos y solo sabiendo el modo en que vivía tenían una idea errónea donde lo tachaban de neófito, poder ignorar eso parecía sencillo y lo era más quedarse seria mantenerlos a todos en una alerta constante hasta que el cometiese un error para remarcar. Rechazar la hospitalidad era grosero pero lo era más quedarse, no tenía intención de provoca desvelos en ninguno de ellos.

Así pidieron un carruaje que lo llevaría a un hostal. Antes de irse su madre la pidió pasear con ella en el laberinto de rosas, flores hermosas que ella adoraba - ¿has tenido problemas al viajar? – dijo del brazo de su hijo con el lodo del suelo paseándose por el holán gris de su vestido, los botines a juego con el vestido que traía se hundían manchando su pulcro color mostaza limpiándose algunas partes con el pasto mojado.

Masamune no tuvo que mirarla nunca, solo mantuvo los ojos sobre el arbusto que amurallaba el laberinto, las rosas sostenían las gotas de lluvia sobre sus pétalos y brillaban como rubíes y diamantes – bien sabe que no me llamo afuera para hablar de eso, si así fuera pudimos hablarlo en donde su vestido no se perjudicara – no lo miro tampoco, él estaba en lo correcto.

-quise ser menos directa contigo Masamune. Después de todo aun soy tu madre

-aun usted dijo antes que yo no era su hijo. Sus palabras permanecen en mi memoria y la de mi difunto padre

-no fui nunca una mala madre, una mala esposa tal vez, pero nunca una mala madre. Alguna vez quise darte todo lo que tu padre no podía, pero me lo negó y después te alejo de mí. Fue un hombre sin corazón

-el mejor hombre que he conocido- víctima y victimario tienden a confundirse uno con otro cuando no se conocen las opiniones de ambos lados. Las correctas comúnmente vienen de la víctima y las falsas del victimario ¿Cómo diferenciar unas de las otras?

Tomo aire antes de hablar y se aclaró la garganta, había un poco, solo un poco, de arrepentimiento en su acción que se apañaba con el fuerte egocentrismo de su mirada y caminar. Habian llegado a la salida del laberinto – veras, no quiero iniciar una disputa sobre tu padre y yo, quiero hablar sobre ti, sobre lo que estás haciendo y lo que harás después. Eres uno de los hombres más ricos de Japón, aquí eres un valioso miembro de la sociedad pero no tienes control sobre lo que haces. Actúas como un mendigo. Tu falta de socialización me pareció la causa de estas irreverencias

-madre, al punto por favor- previa lo que diría más quería estar seguro, oírlo de sus labios y saber si debía abandonar el país antes que ella obtuviera su propósito.

-necesitas casarte- un criado se acercaba desde dentro de la casa, con paso veloz y confiado, un digno empleado joven.

-señora el carruaje está listo- hizo una reverencia y luego se apartó dejando espacio para que pasasen

-gracias, iré enseguida- contesto Masamune empezando a caminar dejando atrás a la mujer y al criado.

La tarde caía con el viajando por la ciudad desierta y oscura las nubes cubrieron el atardecer en la ciudad de Liverpool mientras en la mente de Masamune nuevamente la música sonaba sin sonar. Nació con el talento del mismísimo Mozart.

Notas finales:

~Aiden Feli Cane~


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