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Amor en tiempos de Guerra (Hannigram AU) por MermaidComplex

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El alba teñía el cielo de lila y rosa como en una acuarela y los primeros rayos dorados atravesaban el gran ventanal del apartamento, iluminando la despeinada melena chocolate de Will.

  Después de tantos años mudándose de aquí para allá, uno pensaría que dormir en un apartamento nuevo debía ser costumbre, sin embargo, como era de esperarse, esa noche Will no pudo pegar ojo.

 Se adentró a paso cansino al baño, en donde sus ojos se encontraron con unos gemelos en el reflejo del espejo. Su mirada lucía cansada y pese a que se esforzó por encontrar algún chisporroteó de emoción, los orbes verdes lucían carentes de expresión. Will chasqueó la lengua, cohibido, y se volteó para regresar sobre sus pasos al cuarto y comenzar a vestirse.

Afuera, la bruma de la mañana teñía a Lituania como un pueblo fantasma, mientras que la aurora recortaba las fachadas de los viejos caserones e impregnaba  todo con una película dorada. Ese era el carisma de Lituania, parecía una capsula del tiempo que la convertía en una metrópolis perdida.

Will merodeó por las calles de adoquines quebrados, admirando con deleite la vieja arquitectura que habían conocido mejor época, hasta que la mañana llegó al horario pico y las aceras se llenaron de transeúntes.

Al final de una calle cerrada, casi como un secreto, una pequeña cafetería aguardaba. El local poseía una pequeña galería con columnas corintias en la entrada y el portal era un arco de escayola que le daba un aspecto aristocrático. Sobre el dintel de la entrada colgaba un cartel donde se leía en elegante cursiva “Fluch Bekannte” que era la forma en la que los austríacos se referían a los conocidos fugases.

[Unos minutos después]

El ambiente cálido y el aroma dulzón  del café habían logrado disipar el frío de su cuerpo y ahora se dedicaba a estudiar con atención el perfil que un especialista había hecho para que él interpretara. Tan ensimismado estaba en la tarea que no fue sino hasta que sonó su alarma que casi olvida tomar sus supresantes. Llamó a una mesera para pedir un vaso de agua y tomarlos, sin embargo, en cuanto la joven se plantó junto a su mesa Will se quedó en blanco, sin recordar como se pedía agua en alemán ¿Cómo había olvidado algo tan simple? La joven comenzaba a impacientarse y le miraba expectante, lo cual solo lo puso aún más nervioso.

— Shit –Murmuró entre dientes. Cada vez que Will estaba nervioso, su lengua materna salía a flote.

— Disculpen que interrumpa pero ¿Cuál es el problema? –un hombre , sentado en la mesa frente a la suya,(el cual Will no había notado hasta entonces) preguntó con un fuerte acento alemán.

Las facciones afiladas del hombre lucían cinceladas en su rostro de piel cetrina como si fuera una escultura. Will pudo notar que la mesera lo escrutaba con la misma intensidad que él.

— Me olvidé como se dice agua –Balbuceó al cabo de un momento de silencio.

— Un vaso de agua para el caballero, por favor –Su alemán era tan impecable como su ingles y Dominik sintió el acelerado pulso de la muchacha como si estuviera en su oído. – ¿Algo más?

Will negó y le dio las gracias por la cortesía. El hombre sonrió como toda respuesta y bajó su mirada hacia el libro que estaba leyendo cuando el escandaloso sonido de la porcelana estrellándose en el suelo ensordeció el local. Todos dirigieron su mirada hacia el origen del sonido y se encontraron con una joven camarera que estaba encogida bajo la enorme figura de un hombre.

— Le agradezco el interés, pero ya le dije que no puedo acompañarle a ningún lado, estoy trabajando, señor –Comentó nerviosa ésta, tratando de mantener la distancia mientras que éste seguía avanzando hacia ella.

— ¿Una omega? –Se rió éste con una media sonrisa que pretendía ser atractiva –Vamos, nena…

Unos pocos se sintieron incómodos, pero nadie se atrevería a desafiar a un alpha. La mayoría de los clientes volvieron a lo que estaban haciendo nuevamente puesto que no era extraño que un alpha escogiera al azar a algún omega, para ellos lo único que estaba fuera de lugar en aquella escena era una omega trabajando. La joven recogía los pedazos de la taza rota cuando el hombre la tomó del brazo y de un saltó la volvió a levantar para que lo acompañase, el terror se hizo presente en su rostro y con desesperación miró a sus compañeros de trabajo para que intercedieran, más estos estaban casi tan pasmados como ella. Will, a quien le hervía la sangre bajo las venas, se levantó moviendo ruidosamente la silla y, llegando hasta ellos con dos largas zancadas, empujó al alpha lejos de la muchacha.

— ¿No escuchaste? Te dijo que no –Gruñó Will, el verde de sus ojos estaba ennegrecido bajo el ceño fruncido

La muchacha rápidamente se escondió tras la figura de Will como si fuera un paraguas en un día de tormenta, para luego ser escoltada hacia la parte de atrás del local por una de sus compañeras.

— ¿Disculpa? –El hombre se arregló la corbata del traje con fastidio mientras veía a la muchacha irse –Acabas de arruinar mi cita.

— No significa no –Will tenía los puños fuertemente cerrados, a punto de lanzarse sobre el hombre –Pírate.

— ¿Quién te crees que…? –El hombre se detuvo en seco y olfateó a Will con una mueca de confusión en su rostro– ¿Qué eres?

Will sintió una fuerte palpitación que le aceleró el pecho  y de repente fue capaz de sentir su esencia.

 Había pasado casi un día completo sin los supresantes y comenzaba a oler a omega.

 Rápidamente se volteó para volver a su lugar cuando el Alpha le tomó del hombro y, antes de que pudiera reaccionar, tenía al rostro del hombre en su cuello, olfateándole como un cazador que juega con su comida. Para cuando se enderezó, el alpha se relamió los labios y sonrió.

— Hueles a…

— Creo que es tiempo de que se retire–El hombre que antes había ayudado a Will con su orden, ahora estaba parado detrás del alpha, con una mano firmemente cerrada sobre su hombro.

Hasta entonces Will solo había notado el aroma suave y tenue que el hombre emanaba, sin embargo ahora podía sentirlo por completo, su esencia era potente y le confería más autoridad  que cualquiera en aquella cafetería. Emanaba la esencia de un alpha de pura cepa.

—Ahorrémonos un espectáculo y retírese por sus medios, caballero –Dijo flamante.

Dominik aún tenía el pulso acelerado cuando ambos alphas salieron de la cafetería. Un fuerte tinitus enmudecía el sonido de las voces y los cubiertos rasgando los platos de porcelana. Toda su vida por un momento había pendido de un hilo, estaba conmocionado. No fue sino hasta que la joven camarera le dio las gracias que éste volvió en sí.

— No hay de que –Negó sintiéndose descompuesto.

A largas zancadas se adentró al baño y con manos temblorosas se llevó un número indefinido de supresantes a los labios. Cerró los ojos con fuerza, suspirando por lo bajo ante la oleada de calor sofocante que indicaba que los supresantes estaban trabajando correctamente. Se inclinó sobre el lavabo para lavarse el sudor de la frente cuando una gota de un líquido espeso y caliente como acido calló sobre el dorso de su mano: Sangrado de nariz, síntoma de que había ingerido demasiado supresantes. Antes de tener tiempo a reaccionar y buscar algo con que limpiarse, una mano larga y pálida le tendió un pañuelo tissue.

El frío y la soledad del baño eran indiferentes al aroma a café, leche o croissants que emanaba en la sala de la cafetería, el lugar era casi inodoro. Por ello la intensa esencia del alpha le llegó como una bofetada a la cara. El hombre volvió a agitar levemente el pañuelo frente del pelinegro, como insistiendo en que lo tomase, y Will parpadeó un par de veces  antes de sentir el camino de liquido cálido deslizando por sus labios. Rápidamente tomó el pañuelo y se limpió con él.

— ¿Estas bien? –Preguntó con aquella voz suave que reverberó en las paredes del baño.

Will asintió y tomó con nerviosismo el frasco de supresantes para guardarlo en su bolsillo, con temor de que pudiese verlo.

— ¿Puedo preguntar por tu nombre? –Los afables ojos color miel le miraban expectante.

— Will–Dijo éste sin pensarlo y, al notarlo, se aclaró la garganta y se corrigió con firmeza–Pietro, mi nombre es Pietro.

—Yo soy Hannibal, permíteme ayudarte –El hombre dio un paso hacia adelante y Will retrocedió de un salto.

— No –Gruñó.

— ¿He hecho algo para ofenderte? –Preguntó cortésmente, con una preocupación que a Will le resultó casi verdadera.

Aún conmocionado y un poco paranoico, Will le miró con ojos inyectados de ira.

— Quizás puedas engañar a todos los otros, con tu delicada esencia y esa expresión calma, pero no a mí. Puedo sentir tú  aroma… –Espetó con una mueca de despreció –Eres un depredador, al igual que todos los alphas.

Will salió dando largas zancadas del lugar y, recogiendo el archivo sobre su mesa y, pagando su cuenta, se retiró de la cafetería alterado.


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