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El Fuego en mí (segunda temporada) por Daggett

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Notas del capitulo:

Este fic contendrá aquellos capítulos que me faltaron publicar en la primera parte. Siempre quise incluir esta parte en la historia, quien me leyó antes, sabe los guiños que hice a ciertos personajes. Es por eso, que no se puede leer esta historia sin antes leer “El fuego en mí y Escape”.
si ya los has leído, este es tú espacio.

El Fuego en Mí (segunda temporada)

 

 

Episodio 24

 

 

El fuego en el cuerpo

40 años atrás…

 

Un viejo automóvil gris cruzaba la vieja carretera en el desierto, totalmente alejados de la ciudad. Dentro del espacioso automóvil viajaba un hombre joven al volante y junto a él iba un adolescente de 12 años de edad. El chico lucía el cabello largo y suelto, que caía por todo el rostro de forma graciosa. Estaba enfurruñado, con fastidio soltó un viejo mapa que trataba de leer.

-no tiene caso, papá…este mapa muestra un gran lago rodeado de un espeso pantano y si te das cuenta, ¡¡esto es un desierto!!

-lo sé- respondió el hombre con voz cancina, llevaba puestas unas enormes gafas que le hacían lucir unos tremendos ojos marrones.- ya te he dicho que es un mapa antiguo, muuuy antiguo. La tierra era de otra forma en ese entonces.

El chico rodó los ojos con impaciencia…-esta bien, mientras lo entiendas tú.

El hombre de las extrañas gafas sonrió cuando se desvió de la carretera, habían llegado a una gran cerca con la leyenda…”propiedad del ejercito, no pasar”.

-vaya- gritó su hijo. - nos hemos topado con una instalación militar.

-abandonada- completó el padre mientras se detenía poco a poco hasta hacer un alto total frente a la reja principal.

El chico se negaba a salir, dentro del auto había mucho calor y no quería exponerse al sol. Su padre lo notó y procedió a convencerlo:

-vamos, Lex…tú madre te tiene muy consentido. Debes asolearte, hacer deporte.

-confórmate con que soy el único que te hace caso y te visita en esa horrible tienda de magia.-

Lex sintió un escalofrió al recordar la lúgubre tienda de su padre, sobre todo por el horrible nombre. “la sonrisa del diablo”

-no reniegues de tú patrimonio- le respondió el hombre, en esa tienda estoy dejando mi vida. Es una lástima que la nueva generación no aprecie este tipo de cosas. Muchas leyendas son ciertas y nosotros venimos aquí por la más grande.

-oh vamos, papá- dijo, mientras veía a su progenitor bajar del auto apoyándose en un viejo bastón. Que tenía que usar debido a un accidente hace un par de años atrás. -un extraño, monje…por cierto, borracho te vendió este mapa y ese horrible libro y te desatas buscando esto.

-abajo- respondió el hombre por toda respuesta. –espero que en un día no muy lejano me des nietos y estos si se interesen por mi, por cierto Lex. Tú futuro hijo debe llamarse como Yo, Rex

Lex dio un suspiro y bajó del auto. Sus ojos se cerraban ante el incesante sol y calor. Rex odiaba la naturaleza, el sol, los bichos. Y hablando de bichos, el desierto tendría muchos de esos.

Al caminar un poco, se toparon con una extensa compuerta de hierro, a la vista estaba fuertemente cerrado, para alivio de Lex.

-esta cerrado, gracias a Dios.

-no vamos a entrar, de hecho ya llegamos.

Señalando junto a la puerta, había dos enormes piedras que formaban una puerta, una puerta a ningún lado, solo estaban ahí, perfectamente colocadas.

-Lex, ¿ves esas enormes piedras triangulares? Esa el puerta de la que habla el libro y el mapa.

-son dos enormes e inútiles piedras, los marines pudieron dejarlas en esa posición.

El Hombre trataba de caminar más rápido, mientras Lex lo seguía con fastidio, ahora mismo podía estar jugando un buen partido de baseball, pero no…

Ya estaban frente a los enormes triangulos, levantados y unidos por la punta en la parte de arriba, levemente inclinados, en verdad si parecía una puerta después de todo, pensaba Lex. Una extraña y mística puerta.

-alejate un poco- indicaba el padre, mientras alejaba a su hijo con el bastón.

De inmediato, sacó un papel de su bolsillo, mientras trataba de enfocar en el, para leer. Mientras, Lex lo miraba con incredulidad, su padre era tan extraño, no era como los padres de sus amigos.

El hombre por fin sonrió y comenzó a decir:

-Un nuevo tiempo ha llegado, es la hora de la bestia, pero primero debe mostrarme sus joyas. Las joyas son el principio del fin, donde se hallen estos cristales, renacerá la bestia.

Lex rió a carcajadas por lo recitado, casi se cae a la arena caliente. Su padre estaba realmente mal.

-ay papá- al borde de las lágrimas, por la risa…- de verdad que estas completamente…

No pudo terminar, en medio de ambas rocas comenzó a llenarse de agua, agua que Lex pudo notar, estaba completamente suspendida entre las dos rocas. No tenía ningún sentido.

Giró un poco para mirar a su Padre, nada sorprendido y sonriendo. Más asustado que alegre, vio como se acercaba y metía ambos brazos a esa agua.

-¡¡papá noooo!!

-no pasa nada…o tal vez si, pasa esto.

El hombre sacó ambos brazos y entre sus manos ahora tenía una especie de esfera, de tamaño considerable, parecía la cabeza de alguien. Dicha esfera era completamente transparente. Pero, lo que más llamaba la atención del padre y su hijo, eran tres hermosos cristales triangulares, parecidos a los de las rocas.

Uno brillaba de un verde hermoso, el otro era rojo intenso y tercero era negro.

-es el relleno lo que nos interesa, Lex.- dijo mientras de forma dramática soltaba la frágil esfera a la arena, esta no se rompió para alivio de Lex, pero pronto vio con horror, como su Padre procedió a golpearla con el mango del bastón, rompiendose en muchos pedazos, pedazos que desaparecieron antes de caer a la arena. Ahora solo quedaban los cristales.

Cuando eso sucedió, una sombra al parecer humana, se hizo presente. Lex gritó con horror mientras su padre retrocedió un paso. Dicha sombra se disipó con el aire.

-¿viste eso, papá?

-seguro que si- Respondió, mientras se inclinaba con esfuerzos a recoger los tres puntiagudos cristales.-toma uno- extendiendo el cristal negro al chico, este lo tomó con muchas reservas.

-son…geniales, papá

-claro que si, además encierran una fascinante leyenda.

-además de una sombra, liberamos algo

Y ese algo se disipó, pequeño. Es verdad que ciertas leyendas son ciertas, pero esas leyendas ya no tienen cabida en este mundo moderno, lo que sea que estaba aquí, se fue. No existe.

-ojalá tengas razón. Larguémonos de aquí

-vamos- dijo mientras ponía una mano en el hombro del chico para guiarlo.- haré mucho dinero con esto. Que es para lo único que sirven ahora.

Lex se encaminó junto con su padre, mientras observaba el cristal negro. Se sentía vigilado, extrañamente vigilado, como si esa sombra no se hubiera ido, como si los estuviera observando.

Y era cierto….

Un horror acaba de ser desatado de la forma más imprudente. Aquella sombra vigilaba como se alejaba aquella pareja con sus cristales. ¡¡Sus cristales!!

Sin tener ojos, miraba la arena, se sentía extraño, no podía ver sus pies, pero podía caminar. Comenzó a hacerlo, observando las piedras detrás de él. Por inercia giró hacía la instalación militar, eso no estaba ahí antes. Pero, ¿cuento tiempo había pasado?. Podía sentir a los humanos, en algunos podía sentir poder, el poder de Azura. Ese maldito lo había conseguido, había una legión de niños índigos. Caminando hacía la carretera, seguía maravillándose del mundo que lo rodeaba, aquella arena caliente que no le quemaba, el escaso aire que no le soplaba, no tenía cuerpo, pero veía, no tenía cuerpo pero pensaba, no tenía cuerpo pero podía sonreír, planear…

Vio pasar un automóvil y le observó con curiosidad, evidentemente, los humanos habían dejado los nobles corceles y ahora se transportaban en esas extrañas máquinas. Era un mundo nuevo, fascinante, corrompible. Azura quizá no previno esto. Mientras seguía su marcha por el caliente pavimento, se preguntaba si ya habían nacido los cuatro elegidos, sus emisarios, los que le darían carne y huesos. Sobre todo garras, con las que destrozaría y llenaría el nuevo mundo de terror. Todos tendrían que inclinarse ante él. Por fin, después de siglos, se cumpliría su promesa.

El mundo era suyo…

El verdadero enemigo estaba llegando.

 

 

presente

 

Diego caminaba por un extenso y oscuro pasillo. Aquel lugar, eran instalaciones militares, aparentemente abandonadas. El chico a lado de él, vestía de ropas militares, era un enigmático rubio, con el cabello corto y en forma de picos. Tenía un extraño color rojizo en las pupilas de los ojos, que, cuando caminaba por la oscuridad, solo esos extraños ojos lograban verse. Diego no podía dejar de pensar, que caminaba junto a un demonio.

Diego, quien siempre fue un rebelde, llevaba el cabello teñido de azul, aunque a una semana de estar ahí encerrado, el color comenzaba a desaparecer y a mostrar el cabello negro natural.

Por fin habían llegado, estaban frente a una celda, donde estaba otro chico. Lyle, aquel chico fastidioso que le robó la razón y el corazón unos cuatro años atrás.

El rubio abrió la reja e invitó con una señal a Diego, este entró en seguida. Lyle estaba sentado en la cama, ni siquiera miró a los intrusos, parecía estar hundido en sus pensamientos. El rubio militar volvió a cerrar con llave y se alejó.

Diego pensaba lo fácil que sería abrir esa reja con sus poderes mentales, eso era sencillo. Lo realmente complicado era burlar al chico militar. Diego había visto sus devastadores poderes. Con solo señalar con su dedo índice, ese extraño chico podía hacer volar en pedazos un cuerpo humano, el había presenciado ese cruel acto y apenas poderse defender de el.

Así que, ambos chicos estaban atrapados en esa celda.

Diego caminó hasta acercarse a Lyle, quien seguía inmóvil en la maltrecha cama. Por fin el chico levantó la mirada, de inmediato la volvió a bajar. Diego suspiró y se sentó junto a él. De inmediato paso su brazo por el hombro del otro, lo atrajo hacía él. Ambos se quedaron así, callados.

Los pensamientos de Diego viajaron a los acontecimientos de hace más de cuatro años. Él y Lyle se conocieron en el colegio, ambos pertenecían a familias importantes. Los primeros días sintieron que se odiaban, poco después, algo comenzó a nacer entre ellos y se convirtió en amor. Todo marchaba bien, hasta que los padres de Diego iban a marcharse lejos, llevándolo. Diego no lo iba a permitir, entonces trazó un incipiente plan y escaparon de aquel lugar, recibiendo una desagradable sorpresa a las puertas del colegio, algo que no quería recordar ahora.

Una vez afuera, consiguieron trabajo, por las noches asistían a la escuela nocturna. No era fácil, nunca fue fácil. A veces había discusiones, por dinero, por las labores cotidianas. Pero jamás, ninguno de ellos pensó en abandonar aquello, por que por sobre todas las cosas, se amaban. Si bien los problemas estaban presentes, también los momentos agradables, estos suplían por mucho a todo lo malo que pudiera haber.

Lejos de sus padres, mantenían comunicación con una chica…Nina. Pero, a los pocos meses de escapar, ellos dejaron de recibir sus correos electrónicos. Parecía que la chica había desaparecido.

Un mal día, Diego llegaba a casa, una casa muy modesta, pero llena de pequeños detalles. Ese día encontró destrucción y una terrible nota: Tenemos a Lyle. Sabemos lo que eres, ven a este lugar…la sonrisa del diablo.

Y ahí fue cuando comenzó el infierno. Diego cayó en la trampa que lo condujo a Lyle, ahora, ambos eran prisioneros. Pero estaban separados, solo podían verse un par de horas diarias.

-¿Qué está pasando, Diego?

Murmuraba Lyle, totalmente abandonado a la desesperanza.

-no lo entiendo muy bien- fue la simple respuesta…-pero te prometo que saldremos de esto.

-no puedo creer que estemos a merced de un niño

-no es un niño- respondió Diego…

-¿entonces?

-es…”eso” yo lo llamo así.

-estas delirando, Diego.

-todas las noches me visita en mi celda, me visita en la forma de ese chico que murió en la tienda, la sonrisa del diablo.

-Diego- Lyle se incorporó para mirar al chico frente a frente…-estas delirando… ¿forma? ¿Un chico muerto te visita?

Diego sonrió levemente y negó con la cabeza mientras acariciaba de forma tierna el rostro de Lyle…-cuando conociste mis poderes y los de Nina, pensé que tú mente estaba más abierta a estas cosas.

Lyle tomó la mano que lo acariciaba…-esta bien, cuéntame sobre ese fantasma, ese niño.

-primero que nada, no es un fantasma. Es algo siniestro, algo frío. “eso” es algo calculador, esta planeando algo conmigo y un tal Max. Estas prisionero para garantizar mi participación en lo que sea que este planeando.

Lyle arrugó las cejas, pero no dijo nada, dejó que Diego continuara su relato.

-Lyle…escúchame bien, no debes hacer nada por escapar de aquí. Sé que estas desesperado, pero escucha…no estaremos solos mucho tiempo. Pronto traerán a Nina

-¿Nina?- preguntaba Lyle con una sonrisa dibujada en sus labios

-será prisionera como nosotros, también traerán a este chico, Max. Seremos tres, seremos tres con suficiente poder para acabar con ese loco mal vestido.

-¿el que se viste con ropas de guerra?

-ese mismo.

Lyle abrazó a Diego, no debían perder el tiempo, pronto aquel extraño chico volvería por Diego y ambos estarían separados hasta el siguiente día.

********************

En una exclusiva habitación, en el último piso de un también muy exclusivo hotel, se encontraba un chico castaño y de intensos ojos azules. Se asoleaba en un camastro vestido únicamente con un slip. La mirada de Max viajaba hacía un chico 15 años, tres años menor que él, sentado en la orilla de la piscina, sus pies jugueteando con el agua. Aquel chico con un cabello brillante, se encontraba mirando con sus intensos ojos negros hacía el horizonte. Por un momento, Max pensaba que Alex miraba la puesta de sol. Pero enfocando mejor, se dio cuenta que la mirada de Alex estaba perdida al igual que sus pensamientos.

Max lo conocía muy bien y sabía que en ese preciso momento, aquel chico del que estaba profundamente enamorado, estaba viajando, por medio de sus pensamientos. Max sentía celos…si, celos de aquellos pensamientos que aleaban por segundos a Alex de la realidad. Muy tarde se dio cuenta que estaba enamorado de él, que lo amaba más de allá de toda lógica. Max quería todo de Alex, ser dueño de su cuerpo, su alma, corazón y hoy reconoció que también de sus pensamientos. El castaño se dio cuenta que esto era horriblemente posesivo. Pero Max, al ser cruelmente huérfano, apreciaba todo aquello que llegaba a tener, lo marcaba como suyo, como suyo era aquel chico que por ahora estaba distante.

Cortó sus pensamientos cuando escuchó el agua agitarse, al parecer, su Alex había regresado y se había lanzado al agua. Max siguió con la mirada aquella figura bajo las agitadas aguas, hasta que esta emergió. Vio aquel chico, con los cabellos húmedos que se alborotaban por todo el rostro, aquel pecho cubierto con pequeñas gotitas de agua resbaladizas, cuando llegó a sus ojos, notó que aquel le miraba intensamente, quizá de la misma forma en que Max le miraba. Ambos se sonrieron…

Alex salió del agua y se dirigió hacía donde Max. Sacudió su cabeza, enviando varias gotas refrescantes al cuerpo caliente de Max.

-no hagas eso- dijo el castaño, con una sonrisa en la boca…

-¿por que?- respondió el menor, con falsa ingenuidad.

-por que…esta mal.

-te voy a enseñar a hacer cosas malas

Alex se quitó su bañador ante la vista incrédula de Max. Ahora caminaba hacía él. Max casi podía ver sus movimientos felinos, como si viera una película en cámara lenta. Alex se sentó en las piernas de Max, este comenzó a sentir la frescura de su piel, que daba alivio a la piel caliente por el sol.

Mientras el menor se acoplaba completamente al cuerpo de Max, se recostó por completo y comenzó a mover sus caderas, buscando la dureza del mayor, quien no pudo evitar gemir ante el amado contacto.

El menor se enredaba en él como si fuera una serpiente atrapando a su presa…pronto llegó al oído de Max para susurrar…-te necesito, Max.

Ante aquello, los ojos de Max brillaron de deseo, deseo y calor por poseer a ese cuerpo que se le ofrecía tan gentilmente.

Atrapó al menor por su cintura y giró sobre si mismo, ahora, Max se encontraba sobre Alex. Los cuerpos, de nuevo, perfectamente acoplados y frotándose el uno con otro. Tanto placer debía ser prohibido, Max invadía la boca de Alex hasta dejarlo sin aliento, quería todo de él, siempre quiso todo de él y se lo estaba demostrando. Alex apenas encontraba pocos segundos para separarse y respirar agitado al mismo tiempo que gemía.

-¿me amas, Alex?

-Ya…lo sabes…sí

De nuevo el mayor atacó la boca del menor dejando los labios rojizos por el esfuerzo. Cuando Max pasó a mordisquear su cuello, el menor aprovechó para devolver la pregunta…-y tú, ¿me amas a mí?

-¡que pregunta! Ya no sé como demostrártelo

Al tiempo de terminar de decirlo, se quitó el molesto bañador…

Se quedó un momento mirando el cuerpo debajo de él. Era perfecto, marcado, la piel más suave. Esas piernas, ese abdomen. Lo quería devorar, devorarlo hasta que no quedara nada de él, que solo existieran ellos y este viaje nunca terminara.

De pronto, vio aquellos cabellos negros revoloteando graciosamente por su rostro, aquellos ojos que brillaban de amor hacía él. Se recostó de nuevo sobre él, haciendo que cada parte de ambos cuerpos se tocara. Aquello era el infierno y el paraíso.

Max llevó dos dedos a la boca de Alex, quien los recibió con gusto, sabía que el momento cumbre estaba por comenzar, ya no podían demorarlo. Luego, esos mismos dedos se introdujeron en aquella entrada, Alex se retorció pero sus gemidos fueron sofocados por la boca de Max.

-¿estas listo, amor?

El menor asintió y Max introdujo su erección en la entrada de Alex, lentamente al principio. Captando los gestos de su amante, Alex sonriendo ante la invasión tan conocida, eso le dio ánimos y empujo de un tirón hasta que estuvo por completo dentro de él.

Aún sin moverse, seguían devorando sus bocas, hasta que Max sintió las contracciones de Alex y entonces comenzó a moverse, primero lento y de forma circular, hasta que los movimientos se hicieron más profundos, tocando un punto de satisfacción total en Alex.

Yen ese punto, la erección de Alex, fue atrapado por la ágil mano de Max y en un ritmo acompasado, ambos llegaron al clímax al mismo tiempo, gritando, jadeando

Estuvieron unos minutos respirando agitadamente, Max aún dentro de Alex, hasta que el tiempo hizo lo suyo y Max fue saliendo lentamente.

-¿estas bien?- preguntó Max, mientras besaba las mejillas de Alex.

-mejor que bien- respondió, sonriendo a ojos cerrados.

Ambos durmieron por una hora hasta que, después, decidieron bañarse juntos e ir a la cama, pero eso no quería decir que el día había terminado para ellos.

Horas después, mientras Max y Alex estaban dormidos, tibios, uno cerca de otro, felices, otra pareja de amantes dormían en celdas, separados.

********************************

Era muy tarde, aún no amanecía cuando Alex despertó. Completamente bañado en sudor. Max a su lado dormía placidamente.

El menor se acomodó su ropa interior y se levantó. Al recorrer la habitación se fijó en una ventana, esa daba al mar, divagando un poco más había un camino para bicicletas, que, a esa hora de la noche estaba completamente vacío. Pero, un ruido de una motocicleta lo sacó de su ensoñación, el ruido era tal, que a pesar de estar en un piso tan alto podía escucharse. Alex se llevó las manos a los oídos. Mientras su vista enfocaba al ruidoso motociclista. Pronto, sus ojos se ensancharon más, un escalofrío le recorrió desde los pies a la cabeza, aquel motociclista se detuvo, ese uniforme de motociclista lo conocía muy bien, inclusive, ahora que lo pensaba, también el ruido característico de esa moto. El chico bajó de la moto y parecía mirar hacía arriba, justo en la dirección de la ventana donde Alex observaba. Para este, eso era imposible, estaba tan alto que nadie desde abajo podría percibir nada en alguna ventana.

El chico de la moto procedió a quitarse su casco, unos cabellos rubios se asomaron. Justo cuando Alex, iba a enfocar mejor, ver aquella figura tan conocida, sintió un fuerte zumbido en los oídos, algo penetrante que lo dejó sordo. Cayó de rodillas y con la vista nublada dio con el suelo, perdiendo el sentido por fin.

Cuando despertó, estaba de nuevo en la cama, lo primero que vio, fueron los ojos azules de Max, luciendo preocupados.

-Alex, ¿Qué te pasó? Estaba apunto de llamar a un doctor.

El chico no respondió, en cambio, miró a la ventana, ya había amanecido.

-yo…no lo sé, Max. Creo que fue por tomar tanto sol.

Max le dedicó una mirada preocupada y después le besó la frente.

-duerme si estas cansado, yo estaré aquí.

Alex asintió y de nuevo cerró los ojos para dormir de nuevo, se sentía cansado, adolorido, tan soñoliento.

Mientras, Max le revolvió los cabellos y estuvo observándolo mucho tiempo, quizá si haya sido una insolación, se dijo, tranquilizándose al ver dormir placidamente a su chico.

Aún faltaba mucho tiempo para volver a la rutina, enfrentarse al molesto tío de Alex en un juicio, por la herencia, por mantener a su lado a Alex. Al menos el tío de Alex no era tan mortal como su tía. No quería demostrar sus miedos ante este, a pesar de que ya una vez, Alex le dijo que fueran un equipo, que no tenía que cargar con todo, pero, viéndolo dormir de esa forma, tan indefenso, quería protegerlo de todo.

Max sonrió al recordar el pasado, la primera vez que llegó a la mansión, cuanto la odiaba, pero era normal, en ese tiempo odiaba a todo, a él mismo, a sus poderes. Nunca le gustaron, no le gustaban ahora, pero había aprendido a vivir con ellos, después de todo, ellos les salvaron la vida.

Max revolvió sus cabellos castaños un poco desesperado. Ya no quería pensar en nada, solo dormir al lado del ser que amaba.

**************************************

Una chica de cabello muy corto, piel blanca, alta y hermosa, se paseaba por una callejuela humilde, hasta que llegó a una pensión. Entró y tocó la campanilla. El lugar era muy modesto, pero parecía limpio. Sonrió al reconocer que tal vez Diego y Lyle habían pasado hermosos momentos juntos ahí, en aquella calle, en esa ciudad, alejados del dinero al que estaban acostumbrados.

Pronto, un hombre calvo y obeso atravesó la cortina para atenderla.

-¿se le ofrece algo, señorita?

-me puede llamar Nina o señora. Soy casada-sonriendo al amable hombre.

-bien, señora… ¿quiere ver los departamentos, son muy pequeños, pero…

-no…estoy buscando un par de amigos, hace mucho que no los veo. Lo último que supe que se hospedaban aquí.

-¿dígame sus nombres?

-Diego y Lyle…sus apellidos son…

-ya se quienes son, uno de ellos usa un escandaloso cabello azul.

Nina sonrió de felicidad, su amigo Diego no debería de haber cambiado mucho, aún conservaba su imagen rebelde. Ya habían pasado 4 años de nos verlos, debían tener 20 años cada uno, como ella misma.

-bueno- dijo el hombre, sacando de su ensoñación a Nina…-ellos están en el departamento número 114. Es solo saliendo de aquí, después, camine hacía la derecha, aunque…

-¿aha?

-hace un mes que no sé nada de ellos, la próxima semana se vence la renta.

La felicidad de Nina se terminó en ese segundo, sus amigos bien ya no podrían estar ahí. Quería abrazarlos y al mismo tiempo reclamarles el que no se hayan preocupado por ella cuando desapareció. Aunque bueno, viviendo tan lejos, ellos nunca se comunicaban con ella, por seguridad. Ella siempre los contactaba. Desde que escaparon de colegio fue así. Hasta que esa mujer la secuestro para usar sus poderes curativos. De no ser por Max, se dijo, nunca habría salido de ahí. –ojala pronto vuelva a ver a Max.

-bueno- dijo Nina…- tocaré a su puerta, si no me abren me iré. Gracias.

La chica salió de la pequeña oficina y se encaminó a donde le dijeron. Una vez, frente a la puerta 114, golpeó muy fuerte.

No hubo respuesta, pero tampoco pensaba irse. Sus ojos esmeraldas se oscurecieron y la puerta se abrió.

Una vez dentro, encontró un lugar humilde. Apenas con lo necesario para vivir, un sofá frente a un televisor viejo, una pequeña nevera y una parilla para cocinar. Sin duda, el par de chicos vivían de una forma difícil, pero si no se habían separado, era que  por que se seguían amando a pesar de todo. Revisó la pequeña mesa del comedor, había varias hojas, entre ellas, notas de pago y también calificaciones escritas de la universidad de ambos. No pudo sentirse más feliz, esos chicos trabajaban y estudiaban. Querían salir adelante, juntos. Pero, ¿Dónde estaban?

Caminó hacia la única habitación vacía, en ella había una cama revuelta y otro papel. Nina se sentía mal leyendo correspondencia extraña, pero tenía que encontrar respuestas. Tomó el papel y leyó.

Tenemos a Lyle. Sabemos lo que eres, ven a este lugar…la sonrisa del diablo…

Lo siguiente, era la dirección de dicho lugar. La mirada de Nina cambió y su rostro se llenó de terror. Sus amigos estaban en verdaderos problemas. Guardó aquella nota dentro de su saco y salió de ahí. Al comprobar la dirección de ese lugar llamado la sonrisa del diablo, se dio cuenta que era en la misma ciudad donde estuvo secuestrada, donde vivía Max. Quizá le pediría ayuda, otro favor que deberle.

La chica salió de ahí, y de nuevo caminó por esas calles ya entrada la noche. Se sentía observada, pero cada vez que volteaba no encontraba a nadie. Si su esposo Víctor pudiera verla ahora…él mismo la mataría por estar en esa calle tan sola.

-Diego, Lyle…voy a encontrarlos.

La chica desapareció entre la oscuridad, verdaderamente observada...

 

 

continuará....


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