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¿Este sentimiento es mutuo? por Pan de Mani

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El Dulce Príncipe no dejaba de ir de un lado a otro trasladando todo tipo de platillos y bandejas repletas con distintos tipos de comida, snacks, y bebidas. Trataba de ordenarlas de manera de que todo se viese bonito y ordenado encima de las largas y elegantes mesas que había colocado lo más cercanamente posible a las paredes del gran salón del castillo.

Fiona le reprochaba el que se preocupase tanto sólo por el orden en el que iba la comida, pues a su parecer al igual que al de Cake, era sólo ‘comida’ y en una fiesta casual como la que estaban organizando nadie se iría a fijar en algo tan superfluo como lo era el orden de la comida. Mientras Mentita se ocupaba de la ornamentación colocando serpentinas a lo largo del techo y las paredes del salón del castillo, Cake colocaba globos en lugares al azar como al rededor de los numerosos cuadros, enredados en las bases de los candelabros, amarrados en los marcos de las ventanas y los que tenían helio iban pegados al techo sin mayor complejidad. De no ser porque Gumball seguía sin estar cien por ciento convencido de cómo había quedado el salón, se podría decir que ellos ya habían acabado todo y ya sólo quedaba esperar a que llegasen los invitados.

— ¿Príncipe?  — preguntó mientras caminaba para sentarse en un sofá junto a él.

— ¿Hmm?

— Estaba pensando en que normalmente no accedes a las demandas de Cake y yo cuando pedimos hacer fiestas o reuniones en el dulce reino, y tenía curiosidad por quienes vendrían a esta fiesta...

— ¿A qué te refieres? Es obvio que vendrá la gente del dulce reino.

 — ¡Ah, claro! haha  —Rió un poco mientras acomodaba bien su cabello al interior de su amado gorrito— Pero me refiero a si alguien aparte de la dulce gente vendrá como ¿alguna otra princesa? quizás el *inserte algunos otros personajes* o quizás Marshall? —Preguntó sutilmente casi en voz baja sonrojada a más no poder.

Gumball no tomo de muy buena gana el sentimiento que le produjo el escuchar el nombre de Marshall Lee siendo pronunciado por los labios de Fiona, era como un revoltijo algo raro en su estómago, una sensación parecida al nerviosismo, trató de ignorarlo pasa así contestar con formalidad a la pregunta de Fiona.

— Pues, es una fiesta a puertas abiertas y, si mal no recuerdo, casi todo el mundo quería asistir así que sí, creo que él podría venir....

Mentita los interrumpió dando aviso al príncipe Gumball que los invitados ya estaban llegando y que, a pesar de ser una fiesta casual, era su deber ir a recibirlos educadamente. Así lo hizo, seguido de Fiona y Cake, las cuales iban un poco más atrás de él.

La fiesta estaba bastante animada. Se podían ver a un grupo de pastelitos bailando juntos, unas cuantas barras de caramelo jugaban con globos y en un rincón del salón se encontraba el oso de fiestas contando chistes a quienes se reunían alrededor de él. Conversó bastante con la gente que se encontraba ahí, se preocupó de que las cosas siguieran en orden y de que los invitados se sintiesen cómodos por un rato.

Cake hablaba con la señora panquesito, y se preguntó brevemente dónde estaba Fiona, pues no lograba divisarla. Una pequeña fresa bañada en chocolate le invitó a bailar y accedió gustosamente para hacer algo de tiempo y distraerse. Creyó que se iba a divertir en la fiesta (y lo estaba haciendo) pero había algo que no encajaba bien en su ánimo, algo le faltaba, quizá necesitaba dormir un poco...sí, eso debía ser puesto que se había pasado las últimas semanas quedándose hasta tarde tratando de realizar avances en un proyecto científico el cual debía extender un poco la vida de la dulce gente añadiendo ciertos químicos al azúcar.
Luego de un rato se excuso con la pequeña fresita y se dirigió a su cuarto para alejarse un poco del ruido de la fiesta y cambiar de aire, confiando en que Mentita se preocuparía de cualquier problema que hubiese en su ausencia.

Una vez en su cuarto decidió aprovechar de tomar una ducha, ya que como había estado la mayor parte del día planeando la fiesta no había tenido tiempo de arreglarse apropiadamente para recibir a los invitados. 

Al abrir la puerta de su habitación, suspiró de alivio ante la calma que, aunque fuese por solo un momento, había deseado durante el día. Caminó hasta los pies de su cama y se lanzó en ella, enterrando su cara en el colchón. Ya eran casi las once y estaba completamente oscuro afuera, además hacía un frío horrible, por lo que cuando Gumball sintió una brisa helada no pudo evitar temblar levemente. Frunció el ceño por esto, ya que recordaba específicamente haber cerrado todas las ventanas antes de salir en la mañana, pero aun así se levantó a regañadientes, pues no podía quedarse encerrado en su habitación todo lo que quedaba de la fiesta por más que quisiera.
Quería ver a Marshall no tenía problemas en aceptar eso, lo que no iba a tolerar era el querer quedarse encerrado en su habitación, mohíno, sin hacer nada sólo porque Marshall ni siquiera se había dado la molestia de contestar a las llamadas que Fiona le había hecho para invitarlo a la fiesta…pero no, él no era la razón de que se sintiese así en estos momentos, tenía otras razones por las cuales sentirse agotado y estresado.

Apagó las luces, cerró la ventana del balcón y luego se dirigió a la puerta para cerrarla con seguro también. Ahora, completamente concentrado en su tarea, entró al baño y comenzó a preparar todo para tomar un relajante baño.

Cuando la tina estaba completamente llena y con el agua a la temperatura perfecta y el príncipe ya tenía ordenada en una pequeña silla la ropa que iba a usar luego. Comenzó a desvestirse, dejando la ropa despreocupadamente en el suelo, pero justo cuando estaba a punto de dejar su camisa caer al suelo escuchó un estruendoso ruido proveniente de su habitación, lo que hizo que sujetara fuertemente su camisa contra su pecho por el susto que le provocó. Abrió la puerta del baño levemente, escondiéndose tímidamente tras esta.

—… ¿Mentita? — preguntó, mirando a su alrededor e intentando divisar algo fuera de lugar en la habitación, que estaba siendo iluminada sutilmente por la luz de la luna que entraba por las ventanas.

Todo  estaba exactamente igual a cuando había entrado al baño, pensó el príncipe, hasta que sus ojos se posaron en una pequeña figurita tirada en el suelo… Ah, vaya, con que eso había provocado el ruido. Se preguntó brevemente cómo es que había podido caerse de la repisa en la que estaba, pero un pequeño escalofrío interrumpió sus pensamientos, y en cambio pensó en que nunca se había dado cuenta lo helada que era su habitación, incluso con las ventanas cerradas. No le dio más importancia al asunto y volvió a cerrar la puerta. Sesumergió en la tina completamente, sintiéndose maravillosamente relajado ante la sensación del agua caliente contra su piel, y soltó un suspiro aliviado al salir a la superficie, y luego, claro que esto no podía faltar en su tiempo a solas, volvió a pensar en el cretino que ni siquiera se había dado el tiempo de “rechazar” amablemente su invitación a la fiesta, cielos ¿era demasiado pedir que se presentase por un rato?

Cuando salió del baño bien arreglado, como un príncipe debe estar, ni siquiera se preguntó cuánto tiempo había estado allí dentro, ¡estaba totalmente preparado para la fiesta!

Se acercó al estante para recoger la figurita que se había caído y ponerla en su lugar, pero cuando se dio la vuelta su corazón casi le sale por la garganta. Una figura cubierta de .  Se movió hacia atrás instintivamente, provocando que la figurita temblara y volviese a caer, solo que esta vez fue atrapada por una mano en un fugaz movimiento.

— ¡Marshall! — gritó Gumball sorprendido —. Ah… ¡RAYOS! ¡Sabes que no me agrada que te aparezcas así de la nada en mi habitación! Al menos di algo…

El vampiro no se inmutó ni un poco por la pequeña rabieta del príncipe, simplemente seguía flotando despreocupadamente y examinando la figurita que tenía en la mano con disgusto. 

— ¿Todavía tienes esta porquería? — preguntó desconcertado, sosteniendo la figurita a la altura de los ojos del príncipe.

Gumball frunció el ceño y arrebató la figurita de las manos de Marshall. — No es una porquería, es bonita — respondió mientras la colocaba en su lugar, de nuevo.

— Ha, ¿bonita? Creo que es el peor regalo que he visto que le regalen a alguien en toda mi vida, y pues, ya sabes, eso es bastante.

El príncipe rodó los ojos y se apartó de Marshall para ir a prender la luz de la habitación. — Fue un lindo detalle… pero, no voy a discutir esto contigo de nuevo— remarcó la última parte —. Sabes que hay una fiesta abajo, ¿cierto? Fionna intentó llamarte y--

Marshall lo interrumpió al reírse fuertemente. —Hahahahahaha ¡Claro que sé que hay una fiesta abajo! Lo que pasa es que, esas fiestas nerdsno son realmente mi estilo, ¿sabes? — dijo con tono burlón y encogiéndose de hombros.

— ¿Ah, sí? Vaya, que interesante… — dijo mientras rodaba los ojos— ¿Entonces por qué estás aquí? — preguntó aún sin darle la cara.Cuando no escuchó ninguna respuesta burlona ni nada por el estilo se dio vuelta para asegurarse de que el vampiro seguía ahí.

Y vaya, claro que seguía ahí, pero Gumball notó un cambio de actitud muy repentino por su parte. Ya no estaba flotando y ahora gracias a que las luces estaban prendidas, el príncipe podía apreciar un leve sonrojo en su rostro. No es que significara nada realmente, pero su corazón de todos modos se aceleró un poco ante aquella vista.

— Uhm… ¿Marshall?...

— Uh, la verdad es que tenía ganas de-- quería… Quería verte — Gumball quería creer que quizás había escuchado mal, que Marshall estaba tratando de jugar con él, pero él tono con el que había dicho la frase tenía de todo menos broma.

Si antes su corazón no estaba latiendo como loco por tan solo ver a Marshall un poco sonrojado, ahora sí que lo estaba. Las mariposas en su estómago de volvieron locas, y sintió como si millones de soles miniatura hubiesen estallado en su corazón.

— A-ah… ¿En serio?... ¿P-por qué? — preguntó, mentalmente felicitándose por no sonar tan nervioso como realmente estaba.

— Hay un lugar al que quiero llevarte — respondió  Marshall con repentino entusiasmo —. Digo, quiero mostrártelo. Está en el bosque y, pues, creí que te gustaría, y pensé que podríamos ir... ¿ahora?

Esto desanimó un poco a Gumball. — ¿Ahora? Pero, la fiesta… Ya me he ausentado demasiado, creo que debería volver…

— Pfft, ¿en serio? Te demoraste tanto en la ducha que creí que nunca saldrías. No es como si realmente quisieras estar en esa fiesta, ¿o sí? — preguntó con una sonrisa coqueta. Se acercó al príncipe y tomó su mano, cosa que hizo que se sintiera incluso más sorprendido que antes, y sobre todo mucho más sonrojado de lo que ya estaba— Vamos, Gummy, te aseguro que va a encantarte.

El dulce príncipe no pudo hacer otra cosa más que sonreír nervioso además de darle un pequeño apretón a la mano de Marshall. — Está bien, pero no me digas Gummy, ¿vale?

— Lo intentaré, pero no prometo nada — respondió, devolviéndole la sonrisa al otro.

 

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El corazón de Marshall estaba latiendo a mil por segundo. Sorprendentemente, ya estaba más o menos acostumbrado a sentirse así alrededor de Gumball, pero era como si ahora todos esos sentimientos estuviesen multiplicados por un millón, específicamente por lo que tenía planeado hacer. Pero, desde su punto de vista, ya había hecho un avance, le había tomado la mano, ¿pueden creerlo? …l apenas podía, aunque no duró mucho pues los nervios le jugaron una mala pasada, y sintió sus manos completamente sudadas y, básicamente, asquerosas. Le había dado mucha vergüenza darse cuenta siquiera, y no quería ni pensar en cómo hubiese sido si Gumball lo hubiese notado también.

Dejando de lado todo eso, lo importante ahora era la hermosa escena que él estaba contemplando ahora: Podía ver como a Gumball le brillaban los ojos y recorría con ellos cada pequeño detalle dentro del paisaje. El lugar era hermoso ¿y Gumball? Gumball parecía pertenecer de manera natural dentro de aquella vista.

— Entonces… ¿debo asumir que te gustó? — preguntó Marshall, acercándose lentamente hacia donde estaba Gumball admirando los árboles, el pasto y los arbustos con pequeñas flores y frutos que crecían no muy a lo lejos. El lugar se veía mágico.

— ¡Me encanta! Marshall, este lugar es precioso… ¿cómo lo encontraste?  — dijo, dejando que toda la emoción se apoderara de él.

Marshall se tiró al suelo cerca de donde estaba Gumball y comenzó a juguetear con su guitarra. — Salgo bastante y me gusta explorar. Cuando encontré este lugar… inmediatamente pensé en ti y en que quería mostrártelo… — dijo sonriéndole.

Gumball le devolvió la sonrisa y se recostó en el pasto al lado de Marshall, estirando sus extremidades. — Ah… esto es tan relajante… Muchas gracias, Marshall — le dijo dulcemente.

Marshall no respondió nada más, y en cambio comenzó a tocar una suave y lenta melodía, mientras tarareaba en voz baja algo del mismo ritmo.

Después de un rato en el que ninguno de los dos decía nada, y lo único que se escuchaba era Marshall tocando su guitarra, el vampiro la dejó de lado, y se recostó al lado de Gumball, ambos se quedaron mirando el cielo durante unos momentos, sintiéndose completamente relajados.

Ya era hora, pensó, ya había avanzado demasiado como para quedarse callado ahora, ¿verdad? Todo estaba saliendo como él lo había planeado; estaban tranquilos, nadie los molestaba y entre ellos había un silencio que no era incomodo, sino que, todo lo contrario.
Debía ser valiente.

El vampiro movió su cabeza para mirar a Gumball y se aclaró la garganta, así ganando la atención de este, quien inmediatamente giró la cabeza para mirarlo. — Gumball, ¿puedo decirte algo? No.… tengo que decirte algo.

El corazón de Marshall latía a mil por hora, sentía su garganta seca y con cada segundo que pasaba la ansiedad y el nerviosismo se iban apoderando de él. Se relamió los labios y abrió la boca para decir algo, pero un grito lo interrumpió…. Maldita sea. 

 

Obviamente, Gumball fue el primero en levantarse abruptamente. Sólo él, en realidad, pues Marshall prefirió quedarse recostado en su miseria por un momento más y maldecir por lo bajo. Había estado tan cerca.

— ¡Gumball! — escuchaba que gritaba Fiona —. Ah… qué bueno que te encontramos… ¡Te fuiste por tanto tiempo! ¡Mentita estaba preocupada, no avisaste cuando te fuiste y ella había ido a revisar tu cuarto… entró en pánico cuando supo que no estabas! tienes que volver inmediatamente dijo, tienes una reunión importante mañana o algo así.

— ay, rayos. Lo había olvidado.

 

Vio cómo Gumball se alejaba en el lomo de Lord Monochromicorn y cuando estuvo seguro de que estaba fuera del alcance del oído, se volteó a ver a la chica.

— ¡Agh, Fiona! — Le gritó —, ¡lo arruinaste todo!

Ella simplemente lo miraba completamente perplejo, pues nunca lo había visto de esta manera; gritándole, más que con rabia, con frustración, como la de un niño pequeño cuando está teniendo un berrinche.

— ¿Eh? ¿Arruiné qué exactamente? — preguntó.

— ¡Estaba a punto de-- a punto de… — cualquiera que fueran las palabras que iba a pronunciar Marshall murieron instantáneamente en su boca, y Fiona casi pudo jurar que sus mejillas se coloraron levemente, ¿era posible? Fue tan breve que le fue imposible confirmarlo. — ¡Tch, olvídalo, no es nada! — dijo, antes de empezar a flotar con la obvia intención de irse lo más rápido posible de allí.

Fiona, sin embargo, no iba a permitir eso, y le saltó encima tomándolo firmemente de una pierna.

— ¡Oye, no puedes simplemente decir eso y luego irte así nada más! ¿Arruiné qué? ¿Qué estabas a punto de hacer?

— ¿Que no es obvio? ¿Para qué querría estar un rato a solas con Gumball?

— Oh… vaya… no me lo esperaba de ti — dijo colocándose una mano en su nuca.

— Seh… trato de que no se note — respondió en un suspiro.

— Woah, debe ser difícil actuar así, ya sabes, sabiendo que él en realidad te odia y todo eso… —Dijo la muchacha evitando la mirada de Marshall.

— ¿…l…? ¿Qué? —Marshall casi se ahogaba con su propia saliva.

— ¡Sí, me sorprende que siquiera haya aceptado venir contigo a solas — Fiona se mordía el labio mientras hablaba —. ¡Realmente eres bueno en persuadir a las personas!

Fiona….Estás… ¿Estás segura de eso? ¿Gumball me odia? — preguntó el muchacho aún incrédulo.

—Uhhm… no estoy segura si debería decir esto — contestó la muchacha mirando a su alrededor —, pero supongo que es mejor que lo sepas ahora antes de que él mismo te lo diga y te rompa el corazón — Suspiró un poco antes de volver a hablar —… Pues sí, siempre se está quejando de ti y de lo molesto que eres y ese tipo de cosas, y… pues eso — Finalizó mirando ahora directamente al muchacho que aún conservaba una expresión de incredulidad.

— ¡¡Pero él siempre se ríe conmigo y bromeamos estando a solas!! — insistió.

—Bueno ya sabes, es su trabajo el ser amigable y súper amistoso con la gente de su reino y de otros lugares importantes.

Marshall sintió una pequeña presión en su pecho, quizás Fiona tenía razón y él había estado engañándose a sí mismo todo este tiempo, quizás Gumball había estado fingiendo el disfrutar de su compañía y reírse de sus chistes… pero ¿por qué?

— ¿Marshall, te encuentras bien? — preguntó Fiona 

— ¿Eh? Sí, si… es sólo que… ¿nunca pensé de ese modo? — Fiona notó la expresión de Marshall cambiaba a una más triste y no pudo evitar sentirse culpable.

— Quizás deberías ir a tu casa y descansar un poco, ¿no crees? — puso su mano suavemente en el hombro de Marshall y trató de darle una sonrisa alentadora —. No todo es tan malo como crees.

— Seh… quizás tienes razón, debería irme a casa.

Marshall se paró, sacudió sus pantalones y emprendió su camino. Tenía muchas cosas en que pensar y reflexionar al respecto.

Mientras se alejaba, Fiona respiró profundamente y tomó la dirección contraria a la del muchacho.
Ahora debía ir a hablar con Gumball.


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