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Yume por Lucca

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Esa tarde quizás fue la gota que derramo el vaso, termine tendido en mi cama, observando el techo con la mente en blanco, alejando los pensamientos y recuerdos desagradables. Gire la cabeza por casualidad y lo mire.

El retrato estaba sobre la cómoda, como siempre había estado desde hacia años. Me acerque a observarlo detenidamente, la costumbre me había hecho mirar ese retrato distraídamente cada mañana, pero esta vez me concentre en los detalles.

El muchacho alto con su uniforme negro de la preparatoria abrasaba a un niño de no mas de ocho años, en el fondo se veía un típico patio de juegos, el mas pequeño sostenía un balón de soccer. Ambos sonreían. Sonrisas sinceras y muy parecidas. De hecho parecían una replica uno del otro con unos cuantos años de diferencia.

Cabello castaño, ojos verde brillantes, piel algo pálida y fracciones delicadas.

Hacia ocho años de aquella foto, yo ya no era ese niño de rodillas raspadas, y el uniforme que tenia mi hermano en esa ocasión, ahora lo portaba yo. Deje el portarretrato de madera de nuevo en la cómoda, junto a mi cama. En el espejo de mi habitación mire mi reflejo y pensé que estaba observándolo a él. Siempre él.

El mejor, el mas deportista, el mas noble de los hermanos. Y que fiasco había resultado yo en comparación... Perdí la vista en contemplación de mi mismo, incluso el cabello largo era idéntico. Finalmente cerré los ojos y mire mis útiles sobre la cama, le lance mi mochila al espejo y corrí al cuarto de baño para tranquilizarme.

Me quite mi chaqueta y la arroje. Lavé mi cara con agua helada, y sin embargo no podía apartar de mi mente esa imagen. Distraídamente note el juego de navajas de rasurar que papa me había dado a penas hacia un mes en mi cumpleaños dieciséis, mas por formalidad que por necesidad.
Y ahí me llego la idea.

¿Esto es todo...?, me pregunte en esos momentos. ¿Eso era todo lo que debía hacer?

Un par de minutos me había detenido a observar mi expresión en el manchado espejo del baño. Buscaba a alguien debajo de esa expresión demacrada, de las ojeras en aquella piel consumida por la desesperación, tan blanca... pálida, mis ojos verdes parecían lo único con vida en mí. El cabello largo, castaño oscuro caía sobre mi rostro medio húmedo.

No... No había logrado encontrar nada de mí en esa persona. ¿Que había pasado? ¿Que podía esperar de este mundo donde no tenia cabida?... No tenia nada que perder, nada por que luchar mas que por mi... ¿Luchar por esa pálida sombra de alguien mas, por eso? Absurdo, inútil...

Fue tan fácil, cuando uno hace algo así no piensa, no siente el dolor de la navaja entrado en la carne, rasgando las arterias y dejando escapar ese vital liquido. Sentía calidas las manos y al mirarlas todas teñidas del rojo que brotaba de mis muñecas no pude contenerme.

Solté una fuerte carcajada y a partir de ahí pude para de reír... había sido tan fácil...

Siempre había vivido rápido, decidido, no había nada a medias. Todo o nada había sido siempre mi filosofía de vida y así era también la de la muerte. ¿Pastillas...? Un método para aquellos débiles que no deseaban nada más que la compasión, podían tomarlas y aun albergar una fuerte posibilidad de sobrevivir. ¿Una caída? Ostentoso... ¡Tonterías!

¿Que era mejor que aquello...? el pecado mas grande. La adrenalina corriendo por ultima vez por el cuerpo y escapando de el, el frió del cuchillo que seguía el calido de la sangre. Era una muerte rápida, decidida, privada.

Mi risa, que aun era un eco por todo el cuarto de baño, se apaciguo. Sentí de repente sueño, mis piernas se doblaron y me recargue contra la pared. Ahora veía solo sombras grises, supe que ya no había vuelta atrás.

Abrasé mi propio cuerpo, mi camisa blanca también se tiñó. Caí por competo en el piso. Estaba helado, y cada vez sentía más somnolencia y frió.

Mirando borrosa, mágicamente, como la luz de la tarde entraba por la ventana y se reflejaba en las paredes de linóleo me di cuenta de que había olvidado dejar una nota... ¿Pero que más daba? Solté una risilla irónica y amarga. Podía haber completado la escena con un típico "Adiós mundo cruel". Cerré los ojos.


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¿Así se siente estar muerto?, me pregunte cuando de repente me sentí consiente de mi mismo. Estaba de pie, en un bosque, podía escuchar nítidamente el canto de los pájaros, sentir el sol en mi piel, el cielo aun era azul.

Me sentía inmensamente tranquilo. Era extraño, aun traía puesto mi uniforme, pero estaba inmaculado, no había rastros de mi sangre.

-Podría ser esto... ¿El paraíso? -murmure.

-No, no lo es. -contesto una voz suave, haciendo que me sobresaltara.

Mire a mi alrededor y descubrí a la persona que me había respondido. Era un joven de cabello rubio corto, estaba sentado debajo de un árbol, mirándome. Traía una simple camisa azul marina y jeans. Aunque me pareció un ángel, me di cuenta de que el no tenia nada que ver con el cielo ni el infierno.

-Si realmente estuvieses muerto, no podrías recordar tu figura física.-continuo poniéndose de pie y caminando hacia mi.- Y ¿vez? -tomo mis manos y no supe como reaccionar, paso sus dedos por mis muñecas y vi que tenían los cortes pero no sangraban.- Incluso tus heridas físicas están presentes en ti, así que no estas muerto.

-Entonces... ¿Donde me encuentro?-pregunte retirando mis manos.

El joven sonrió con inocencia.

-En un sueño, por supuesto. -dijo sin abandonar su sonrisa.

-¿Un sueño...? -debí sonar un poco decepcionado- o sea que no...

Lo examine con la mirada, y el negó con la cabeza.

-Sigues vivo, quizás desmayado aun o ya en el hospital pero estas con vida.

Deje escapar un respingo de molestia.

-No entiendo... -me miro- como es que alguien como tú desearía morir...

-¿Que?

-No lo entiendo realmente -repitió pensativamente, con su rostro adquiriendo tristeza.- Jamás lo entenderé. Tienes a tus padres, un futuro... ¿Por que habrías de renunciar a eso?

Me tomo por sorpresa aquella afirmación. Dios, debía estar volviéndome loco y ahora mi subconsciente con forma de ese muchacho deseaba regresarme la cordura.

Mi respuesta fue mas clara incluso de lo que hubiera imaginado.

-No soy feliz. ¿No crees que sea suficiente?

Sus ojos violetas se desviaron de mí, recapacito antes de responder mi argumento. Debo admitir que para mi había sonado cobarde, de hecho era la única cosa cobarde que había hecho en mi vida.

-Demo, Keiji-kun... tu siempre has luchado, desde siempre, ¿No es suficiente razón para vivir eso?, luchar para ser feliz.

-Todo lo que haga no me hará más que una sombra más. Es la verdad. Todo... siempre... incluso sin proponermelo terminare siendo...

-¿Una sombra de Testuya?

Escuchar ese nombre después de tanto tiempo despertó en mí una reacción en cadena de imágenes, recuerdos y sentimientos. Finalizo en la molestia.

-No tengo por que habar con un producto de mi imaginación sobre mi vida familiar.

-Yo no soy producto de tu imaginación, Keiji-kun.

-Entonces quieres explicarme que demonios haces en mi sueño. ¿eh?.

-A decir verdad, tengo mucho tiempo libre -esa sonrisa de nuevo- y bueno, me llamaste mucho la atención. Tienes el valor de cortarte a ti mismo, pero no puedes soportar tu imagen en un espejo.

Había tocado otro punto sensible. Aun con esa expresión angelical estaba comenzando a parecerme muy molesto. Odiaba que alguien supiera demasiado de mí.

-Si no eres ni una alucinación, ni mi conciencia ni nada de toda esa basura ¿quien eres y que haces en mi sueño?

-Ya lo dije, tengo mucho tiempo libre, y creo que te hace falta algo de compañía.

Me dio la impresión de que decía la verdad, tenía un aire muy sereno, como si no le preocupara nada en el mundo. De repente se alejo unos pasos de mí, arranco unas pocas flores y comenzó a quitarle los pétalos a una margarita distraídamente. Continúo alejándose lentamente con las flores en sus manos. Se detuvo y se giro para hablarme.

-Voy a dar un paseo, ¿Quieres venir?

Le di una mirada confusa, si era un sueño realmente, era la primera vez que estaba conciente dentro de uno, por lo menos de esa forma. El pareció notar que me resultaba demasiado extraño. Se acerco a mí, poniéndome más nervioso de lo que esperaba y me cubrió los ojos con la palma de la mano.

-Ahora dime, ¿Que deseas en este momento?

Suspire antes de contestar.

-Abrir los ojos, una aspirina, y quizás tirarme de un precipicio.

-OK, ábrelos.

Lo hice y parpadeé, solté un grito. Estaba en el borde de un precipicio de al menos cincuenta metros. Ya no estaba en el bosque sino en un desértico paisaje rocoso. El polvo que se levantaba a nuestro alrededor era tan real como lo había sido el pasto bajo mis pies hacia un instante.

El borde estaba a solo centímetros de mis pies y la vista de toda esa caída tan alta, llena de piedras afiladas me causo vértigo.

Escuché como el joven atrás de mí soltaba una leve risa.

-¿Aun deseas la aspirina? -me pregunto mostrándome la pastilla en su mano.

-¿Como...? -le pregunte.

-Esta bien, esta bien, veo que no te gusto el precipicio. Cierra los ojos de nuevo.

En mi escala de raro del uno al diez eso rebasaba el setenta y cinco. Pero lo obedecí, cerré los ojos una vez mas, al hacerlo comencé a escuchar el ruido de agua cayendo muy cerca. Mire y encontré que ahora estaba de pie en las rocas a un lado de un río cristalino rodeado de una jungla con aves de colores y algunos lirios a la orilla. Más a lo lejos pude contemplar una cascada.

El muchacho estaba a mi lado, sentado en una piedra sin zapatos, con los pies en el agua, chapoteando, divertido. Comprendí que era imposible que alguien con esa inocencia y alegría pudiese ser parte de mi o mi imaginación.

-Siéntate, anda no seas amargado. -me invito.

Si en ese día tan horrible había, entre otras cosas discutido con mis padres, tratado de suicidarme, estado a punto de tirarme de un precipicio y hablado con un tipo extraño dentro de mis sueños, no le vi nada de malo a por lo menos divertirme un poco.

Así lo hice, me quite los zapatos y me senté al borde junto a el en esa enorme piedra, chapoteando con mis pies en el agua cristalina y fresca, relajándome con aire limpio y el sonido de la naturaleza. Cerré los ojos y respire esa extraña paz. Quizás estaba en el hospital y me habían dado un medicamento demasiado fuerte y por eso ahora soñaba cosas tan raras.

-Keiji-kun...

-¿Hai? -le conteste sin abrir los ojos aun. Siguió un segundo de silencio y mire al joven, que tenia una sonrisa demasiado maliciosa en su rostro.- ¿Que pasa?

La sonrisa se agrando aun más, y cuando se acerco a mí fue demasiado tarde: me empujo directo al agua. Cuando salí a la superficie, con el uniforme empapado pegado al cuerpo, el estaba en la orilla riendo a carcajadas, lo jale de los pies e hice que cayera junto conmigo.

Me salpico, lo salpique e iniciamos una guerra infantil de agua en aquel estante. Cuando me distraje, desapareció de mi vista. Me mantuve alerta como una presa asechada cuando de repente sentí que alguien me jalaba debajo del agua.

-Muy distraído, Keiji-kun.

-OH, ¡ya veras!

Cuando me libere fui sobre el para vengarme. Después de eso, fue como si no hubiese nada mas, éramos dos niños jugando en nuestro mundo privado, no sentía pena ni dolor, me sentía feliz auténticamente. Jugamos, reímos, nadamos, peleamos.

Y cuando por fin logre recordar cuando había sido la última vez que me había divertido tanto, mi felicidad se opaco por completo.

-Ha sido muy divertido.-me comento el muchacho totalmente empapado mientras aun permanecíamos flotando tranquilamente en el agua.

-Si, no me había divertido así desde la muerte de Onii-san.

Sus ojos violetas se entrecerraron ligeramente, con algo de ternura, se acerco a mí y me acaricio el cabello mojado. Me sentí reconfortado. Era extraño, usualmente no permito que nadie se me acerque, mucho menos que me toque de esa forma, pero con este extraño chico, posiblemente una alucinación, me sentía en completa confianza, como si lo conociera de siempre.

-Testuya era una buena persona, un gran hermano, pero no tienes comparación con él -dijo, yo asentí amargamente- Tu eres alguien con mucho mas fuego en su espíritu que el, luchas hasta el final, ¿lo recuerdas?

Sonreí, si, una sonrisa como la de aquella fotografía. Entonces lo abrace con fuerza y el no respondió el abrazo inmediatamente, tardo un minuto en levantar su brazo y estrecharme débilmente.

-Gracias... -dije al soltarlo- ¿Como sabes todo esto sobre...?

Me interrumpí y sentí como si mi cuerpo se desvaneciera lentamente. Mi cuerpo entero se difuminara en el aire como vapor. Estaba despertando, no se como lo sabia, pero estaba seguro de ello. La realidad me arrastraba inexorablemente después de esa corta ración de tranquilidad.

-Debes irte -me dijo con una sonrisa algo triste mirando como la imagen de mi cuerpo se hacia cada vez mas borrosa.

Había olvidado que era solo un sueño... solo eso. Quizás jamás volviera a verlo, nunca. Yo no deseaba eso.

-No, espera... -Mi cuerpo estaba a punto de desaparecer por completo.

-Hasta luego, se que tienes la fuerza para vivir.

-No... Por lo menos dime tu nombre...

En ese momento no pensé en lo ilógico que sonaba el pedirle su nombre a una alucinación, pero quería tener un nombre a quien llamar, agradecer, aun si no lo volviera a ver, por lo menos podría recordarlo con solo nombrarlo.

-Puedes llamarme Hideki.

Abrí los ojos, mis ojos verdaderos. ¿Como lo supe? Me sentía más débil y cansado de lo que podía recordar. Había una aguja intravenosa en mi brazo derecho y una maquina monitoreaba mis signos vitales con un rítmico sonido. Estaba tendido, mis muñecas vendadas.

Observe el techo blanco, percibí el olor de medicamentos y ese ambiente frió que se respira en toda institución medica. Suspire largamente.

-Fue un lindo sueño, Hideki.



Fin del Primer Capitulo

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