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Caramelo ~ [TwoShot] por BicthLVL100

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− Pero vamos, hombre... Solo quiero divertirme un poco, pasarla bien ¿No podrías simplemente dejarme pasar? – la voz del chiquillo retumbó en el asfalto al igual que su cuerpo.


Había sido lanzado al igual que un viejo costal sobre la banqueta, su chaqueta se mojó al tener contacto sobre uno de los charcos que rodeaban la calle; el responsable no era nada más y nada menos que el "cadenero" de turno.


− Esto no es una guardería – un gorila de casi dos metros habló − Vuelve cuando tengas la edad para tomar algo que no sea jugo de manzana, o dinero suficiente para sobornar al dueño... − petulante y con una mirada llena de superioridad, simplemente había decidido empujar al chico una vez que lo notase demasiado curioso en la puerta a su lado.


− Seguro lo haré, y le diré que te patee el culo también – respondió el más joven con una mueca de dolor en su rostro mientras se reincorporaba con lentitud, sacudiendo la suciedad de sus ropas.


Impertinente, torpe y con el mínimo sentido del peligro, Rubén era solo un joven adolecente que tenía curiosidad de aprender cómo era, o lo que había dentro de un club nocturno, sin embargo y debido a sus solo dieciséis años eso era imposible.


Se mantuvo de pie durante unos segundos, confrontando con la mirada fija a su brabucón, en un tonto e inútil intento por retomar algo de su dignidad. Algo que no fue para nada efectivo, el hombre necesitó un simple gesto agresivo para hacerle cambiar de opinión.


− Vale, me voy... − gruño entre dientes, al igual que un niño haciendo una pataleta.


Acomodó la cachucha sobre su cabeza, antes de dar media vuelta y comenzar a caminar hacia las frías y silenciosas calles de la ciudad. Era ya tarde, lo suficiente como para que las estrellas cubrieran el cielo en su totalidad y a su alrededor nada pudiera oírse además de las sirenas lejanas y el retumbar de la música del club.


− Bah, de todas maneras, no se veía tan divertido – gruño, pateando cada pequeño guijarro que se le ponía de frente.


A su alrededor las calles vacías, apenas visibles por las farolas que realzaban el reflejo de los enormes charcos sobre el asfalto, aquella tarde había sido lluviosa y fría, la razón principal por la cual aquella "reunión" que tenía en la escuela se había cancelado.


− Puedo hacer miles de cosas mucho más interesantes, claro que si, como por ejemplo... − pensó, sin embargo, había muy pocas cosas en las calles que Rubén pudiera hacer después de las doce.


Las tiendas estaban cerradas, y sin el centro comercial o las arcade el chico nada tenía para hacer además de ir a una vinatería y pedir una bolsa de frituras. Ser asaltado y apuñalado también era una opción, pero eso no se oía tan divertido.


− Mierda, debí haber ido con los chicos – habló para sí mismo, una reunión en la casa de sus amigos, harían lo de siempre. Jugar algunos videojuegos, ver unas películas y terminar discutiendo por quien va a comerse la última rebanada de pizza.


Era tan aburrido, la mente de Rubén quería más acción, algo que simples juegos no podían darle, al menos no siempre.


− ¡De ninguna manera! – los pies del muchacho se detuvieron apenas y un par de cuadras recorridas − Voy a entrar ahí, cueste lo que cueste – su cuerpo estaba lleno de energía y su mente tenía más de una idea para entrar a aquel sitio, en su mirada se fijó la determinación.


No había salido de su casa para que algo tan sencillo como un abusivo con aires de grandeza le arruinara la noche. Si había llegado hasta ahí iba a conseguir algo más que insultos y un par de moretones en su cuerpo... o por lo menos eso esperaba.


Dio media vuelta, caminando decidido hacia el lugar nuevamente; un edificio enorme, ubicado justo en medio de la ciudad dentro de una de las zonas con más actividad nocturna. Rodeado de un par de tiendas 24/7 y otros pequeños bares, el "Semental Purpura" era uno de los clubes con más fama, y estaba dentro de los tres mejores lugares dentro de la crítica en los diarios.


Un color blanco podía verse en la fachada, vidrios oscuros sobre las escasas ventanas que adornaban sobre los pilares de cuarzo; en medio estaba la entrada, junto con una pequeña alfombra y el "amigable" sujeto que lo había tirado a la calle hacia solo unos minutos.


Rubén lo pensó un poco antes de intentar algo, ¿de verdad quería entrar a un sitio como ese?


No, en realidad al muchacho poco o nada le interesaba el tipo de "diversiones" que había dentro además del alcohol y la música. Sin embargo, le habían denegado el acceso, y si conoces a un alma joven sabrás que cuando algo está prohibido para ellos, más deseos de poseerlo tendrán.


Un par de ideas pasaron rápidamente por su cabeza, varios escenarios que le mostraron torpemente como cada plan dentro de su mente podían fallar; no fue hasta que sus ojos se toparon con aquel callejón que su cabeza le trajo algo bastante convincente.


− ¡Bingo! – se escabulló a través de los edificios, intentando no llamar la atención del sujeto frente a la entrada.


Deteniéndose en aquella zona hedionda y oscura, la pequeña ventanilla del baño era lo suficiente grande para dejarle entrar. Luego de apilar un par de cubos de basura y empujar un poco el vidrio, el muchacho logró entrar, aterrizando sobre el azulejo con total tranquilidad.


− Toma, chúpate esa... − celebró en su cabeza, mientras una sonrisa satisfactoria se formaba lentamente en su rostro.


Dirigió su mirada al espejo mientras acomodaba sus ropas, un atuendo más bien juvenil, unos jeans desgastados y rasgados junto con una vieja sudadera oscura y media abierta que dejaba entrevisto el dibujo de pikachu sobre su polera.


Todo eso en conjunto con su gorra y las pulseras que adornaban sus muñecas no formaban el atuendo adecuado para un sitio como ese, de todas maneras, no es como si el supiera el tipo de ropa que era permitida.


Los pantalones y las camisas nunca fueron de su agrado, sin embargo, los hombres que entraban y salían tras él le daban la idea de que pasar desapercibido así sería un poco más difícil de lo que pensó; Rubén dio un profundo respiro, y acomodó la capucha de la sudadera sobre su cabeza antes de salir.


Había asistido a fiestas y discotecas antes, por lo que un club no sería tan distinto, al menos eso fue lo que pensó segundos antes de salir hacia aquel lugar.


− Oh, por dios... − sus ojos se abrieron de par en par, y su nariz de inmediato fue atacada por el fuerte y concentrado olor a alcohol y perfume.


De cierta manera era bastante familiar, luces de neón y el sonido de la música casi podía dejarte sordo con tan solo acercarte a la pista de baile. Su presencia fue para nada relevante, y es que justo sobre las mesas había chicas que se encargaban de tomar toda la atención.


Mujeres hermosas, el tipo de chica que usa tacones altos y faldas diminutas, hicieron que su presencia fuese para nada relevante y pudiera pasar desapercibido. A los hombres parecía fascinarles el hecho de que tuviesen ese olor alcohol y sus cuerpos tambaleantes comenzaran poco a poco a tropezar entre bailes y sonrisas torpes.


− Relájate, son solo personas, cálmate puedes hacerlo – habló consigo mismo, mientras desviaba la mirada de aquellas personas y continuaba en su camino.


Aturdido, perdido y sin el mínimo conocimiento de lo que podía hacer en un sitio como ese, por un instante dudó sobre si de verdad la gente iba ahí a divertirse, la pista de baile estaba casi vacía y la barra poco a poco se iba desocupando mientras las meseras caminaban hacia los clientes.


Se decidió por hacer lo que siempre hacia en las fiestas luego de un par de molestias y peleas, aunque era poco probable que en la barra hubiera cerveza*, se dejó caer sobre uno de los banquillos, admirando la decoración a su alrededor.


Tonos oscuros, violetas, las únicas luces que le daban la más mínima visibilidad eran las que decoraban la repisa donde sobresalían las botellas. El crujir de un par de hielos a su lado llamaron su atención, luego de que el bartender terminase de servir un trago a uno de los clientes.


− Dame lo mismo – habló, apenas y notó la mirada fija de este sobre él, bajando la mirada para esconderse de nuevo entre su capucha, no quería levantar sospechas.


− ¿Seguro que podrás con ello? – el sujeto preguntó.


− Lo hago todo el tiempo, no te preocupes... − respondió, aun con la mirada escondida.


− Como desees – él solo se encogió de hombros, un par de botellas, un pequeño vaso y unos hielos. Pronto Rubén tenia frente a él un coctel especial y bastante fuerte el cual bebió de un solo sorbo.


Grave error...


− ¿Enserio la gente bebe esta cosa? – sintió su garganta arder, y su estómago ser rasgado por el alcohol dentro de sus entrañas − Es por eso que la gente muere tan joven, esta cosa quema... − tosió un par de veces, notando la sonrisa en el hombre que le atendía segundos antes de volver a su trabajo.


− Vale, creo que ha sido suficiente, este lugar es demasiado raro – suspiró, mirando el vaso sobre la barra frente a él.


A estas alturas se sentía como un completo imbécil, había gastado una perfecta noche de salida solo para esto. Ahora sabía que estas cosas aun no eran para él, y ahora mismo pizza con videojuegos sonaban mucho mejor que aquella casa de locos.


Se decidió a partir, si se apresuraba quizás aún encontraría a sus amigos despiertos y peleando por el turno al mando; sin embargo, algo le detuvo apenas y pudo volver a ponerse de pie.


− ¿Estás solo aquí? – aquella voz retumbó en sus oídos, mucho más fuerte que la música luego de que su cuerpo golpease contra aquel sujeto detrás de él.


Un hombre alto y de cabellera oscura perfectamente peinada hacia atrás, pantalones de traje negros combinados con aquella blusa blanca arremangada hasta sus codos que dejaba ver la piel tatuada de sus brazos y manos sobre aquella piel morena.


Ojos negros y una mirada que le hizo retroceder apenas y sus ojos se encontraron con los suyos; solo un par de pasos antes de que la barra le impidiese alejarse más.


− Ah, no... vine con mi novia, ella fue al tocador – mintió, en un intento desesperado por salir de aquella incómoda situación.


Vestía elegante, y aquellos brazos fuertes le decían a gritos que era mejor alejarse de su camino si no quería terminar de vuelta sobre la acerca de afuera.


− ¿Enserio? Te vez bastante joven como para estar en un lugar como estos, me sorprende que te hayan dejado pasar... − el sujeto respondió, acercándose un poco más hacia él, lo suficiente para impedir que huyera de su alcance.


− ¿Tu que sabes de eso? – intento no titubear, sin embargo, fue en vano.


− Debería saberlo, como dueño de este lugar es mi responsabilidad cuidar la reputación de mi negocio, si ese tipo deja entrar a un mocoso yo podría meterme en problemas y él tendría un despido asegurado – y entonces una mueca maligna se esbozó sobre el rostro de aquel hombre.


Una mueca tétrica que le gritaba a Rubén que huyese, lo más lejos que pudiera y no mirase hacia atrás hasta llegar en su hogar.


− Tengo que irme... − dijo, en un último y torpe movimiento para escapar, dio un par de pasos lejos, hasta que unos dedos lo tomarán con fuerza.


− ¿Por qué no me dejas acompañarte? – clavándose en la piel de su brazo.


− Eh, de hecho, yo preferiría que... − marcándose dolorosamente sobre su carne.


− Insisto... − los pequeños ojos del chiquillo se encontraron una última vez, mientras el aliento cálido de aquella voz chocaba contra su nuca.


Llevándolo casi a rastras a través del lugar, pasando desapercibido entre la gente mientras se abrían paso entre las personas. Haciendo de lado un par de cortinillas y algunas salas vacías; aquel recorrido terminó cuando llegaran a la parte trasera de la cocina y la fuerza del adulto lo golpease contra la pared con molestia.


− Ouch, ¡oye! – Rubén se quejó, el impacto hizo que su capucha cayera hacia sus hombros. Esa era una señal de alerta, y una obvia razón para huir de ahí ahora mismo, algo que, sin embargo, era imposible.


− Muy bien, ahora vas a decirme como es que entraste – su enfado cubrió la sala, al igual que su voz mientras se limitaba a mirarle de reojo − Este no es un parque de juegos, si allá afuera se llegan a enterar de que un niño como tu logró evadir a la seguridad voy a quedar como un idiota – sus brazos se cruzaron, clavando su mirada en el pequeño frente a él, esperando una respuesta que los satisficiera.


Pero eso no sucedió, si había algo que Rubén tenia además de sentido común, era orgullo... y eso le bastaba para joder a la gente, en especial a un tipo como él.


− ¿Niño? – sonrió, aun con dolor en su espalda − Bah, como si fuera la gran cosa, este lugar es el sitio más aburrido en el que es estado, y créeme que he estado en lugares bastante jodidos – y mientras aquella mueca burlona seguía sobre sus labios, la cabeza de aquel "anfitrión" poco a poco comenzaba a calentarse.


Y es que ni siquiera un hombre como él se pudo haber imaginado como es que un simple niño se había podido colar, tendría problemas si el pequeño bastardo había visto más de lo que debería.


− Tu respuesta solo me deja más en claro que eres un simple mocoso... − el hombre gruñó, tomando con fuerza la polera del chiquillo logró levantarlo sobre el suelo y así volver a golpearle contra la pared un par de veces hasta que aquella gorra cayera de su cabeza.


− ¡Vete a la mierda, maldito vejete! – obteniendo como respuesta un par de gritos en la cara, seguidos de un prominente puñetazo en la quijada. Lo suficientemente potente como para obligarle a soltarle y retroceder para ver el espectáculo frente a él.


Cabello castaño, un poco largo y desaliñado que cubría parte de su rostro junto con su ropa luego de ser zarandeado por su fuerza, el chiquillo yacía sobre el suelo, recargado sobre la pared mientras su respiración agitada hacía eco en la sala.


− Si no te callas ahora mismo, voy a llamar a alguien para que te saque de aquí... − el más grande finalmente lanzó su amenaza.


− ¡Si, llama a la policía! y explícales que un chico de dieciséis años entro a tu club, vio el show que tienen tus empleadas sobre las mesas y además se sirvió un trago horrible... de seguro que les hace mucha gracia – aquella respuesta no se la esperaba, de hecho, no esperaba una actitud de ese tipo en un chico como él.


− Odio a los niños... − gruñó en voz baja, un problema altanero y de boca floja le traería más de un problema grave, tenía que pensar algo para deshacerse del pequeño bastardo sin llamar la atención.


Lo meditó solo unos segundos, y mientras sus manos buscaban en uno de sus bolsillos, una pequeña envoltura salió a la luz.


− ¿Qué estás haciendo? – Rubén solo lo miró confundido.


− Cállate, toma eso mientras pienso algo... − aquel sujeto había dejado caer sobre sus manos lo que parecía ser un pequeño caramelo envuelto en un papel azul. Por unos segundos el más joven se sintió insultado ¿Quién se creía para darle algo así? No era un niño, sin embargo, eran dulces gratis, y nadie le dice que no a eso.


− Andando, no quiero que te vean por aquí – dijo, antes de volver a tomarlo.


− ¿A dónde vamos? – protestó nuevamente − Espera... ¿Por qué siento que esto no es un club? – y conforme sus pasos los iban alejado de una habitación diferente, la mente del chiquillo divagó durante unos segundos sobre lo que en verdad podría ser aquella casa de "diversión"


Fue en una de las ultimas puertas, muy alejado de los demás lugares, un sitio donde ni siquiera podía escucharse ya la música; una oficina oscura y extrañamente elegante donde fue encerrado junto a su acompañante.


− Esta no es una salida de emergencia, eh... ¿hola? Disculpe, señor extraño... − intentó hablar para así llamar su atención, algo que no sucedió. Apenas y entraron completamente a la sala, su cuerpo fue lanzado contra la pared adjunta a esta, golpeando su cabeza contra la pintura fría.


− Samuel, dueño del lugar y de tu cabeza mientras estés dentro de mi propiedad – el adulto respondió con frialdad, su mano se aferró a la carne del chiquillo, manteniéndolo contra la pared, inmovilizándolo.


− No tienes muchos amigos verdad ¿Samuel? – el chiquillo respondió con una sonrisa, y mientras aquella mirada sarcástica aparecía la furia del más grande solo continuó.


− ¿Sabes acaso en la situación que te metiste? ¿Tienes idea de lo que podría suceder por tu culpa? – dijo finalmente al soltarle.


− No, y francamente no me interesa... a menos que tengas un arma, entonces creo que debería comenzar a correr – tosió, y sus pulmones buscaron recuperar el aire perdido − El tipo de afuera no me dejó entrar, entonces decidí pasar por el baño y bueno... ahora estoy aquí. Pero siendo honestos no estoy muy feliz con mi decisión, el lugar resultó un poco más raro de lo que pensé que sería su diversión... − dijo él, siendo verdaderamente honestos esta había sido una de las peores noches de su vida.


− ¿Y qué clase de "diversión" esperabas? –


− No lo sé, bailes, gente sociable y chicas con un poco más de ropa... aunque ahora que lo veo, ustedes los viejos parecen ser amantes de este tipo de lugares –


− ¿Tipo? – Samuel alzó una ceja, curioso, la situación le parecía hilarante.


− Ya sabes... lugares de esos – el chiquillo hizo énfasis en la última palabra, logrando que su acompañante sonriera.


− No sé si eres adorable o completamente imbécil... − rio entre dientes − Dime niño, ¿Qué edad tienes? –


− Dieciséis, sigo sin entender el punto – su cabeza se ladeó, no podía entender el punto a estas alturas y eso era desesperante, a la par que tierno y asqueroso para el mafioso.


− Eres muy alto para tu edad, desde aquí casi pareces un chico más o menos decente, bien por ti – el mayor se burló luego de que sus ojos pudiesen verlo bien de pies a cabeza. Un niño adorable, y que ciertamente podría pasar desapercibido como uno más de sus empleados especiales.


− Y tú de cerca te ves más viejo y arrogante... déjame adivinar ¿Sesenta, ochenta? – el niño devolvió el insulto, regalando de nuevo aquella mueca burlesca y triunfadora que Samuel deseo destrozar diente a diente.


− Treintaicinco, a tu edad yo estaba ya en mi primer negocio en lugar de andar por ahí vagando por las noches – respondió dándose la media vuelta, encaminándose al escritorio que se encontraba a mitad de aquel salón.


− ¡Woah!, ¿De verdad en ese entonces ya existía la electricidad? –


− Eres un pequeño cretino –


− Me lo dicen siempre, gracias... ¿Ahora qué? −


− Nada, solo tenemos que esperar – dijo, con una sonrisa bastante peculiar en su rostro; una macabra y complacida mueca que hizo que a Rubén se le erizara la piel de pies a cabeza.


− ¿Huh? – no estaba totalmente seguro de lo que estaba sucediendo, atrapado a solas con un hombre que posiblemente quisiera mantenerlo callado; el ambiente poco a poco comenzaba a tensarse, algo más que una simple brisa de frio estaba empezando a inquietarlo conforme los minutos pasaban.


− Este es más que un lugar para que los adultos se "diviertan", quizás ahora mismo no puedas apreciarlo, pero dentro de muy poco tú también podrás estimar este lugar tanto como todos allá afuera lo hacen – el sujeto frente a él finalmente habló, sin siquiera mirarlo, solo con un par de carpetas frente a él. Sus palabras lentamente taladraban contra sus oídos, algo estaba cambiando a su alrededor, la temperatura de su cuerpo cada vez empezaba a elevarse, y el pequeño mareo continuaba haciendo que sus ojos comenzaran a pesar cada vez más.


− Pero supongo que, ya que te has tomado el esfuerzo de entrar aquí a la fuerza yo puedo enseñarte mejor como "divertirte" –


− ¿Qué? – el calor en sus mejillas poco a poco se fue haciendo más insoportable, obligándole a recargarse contra su asiento mientras un par de pequeños jadeos escapaban de sus temblorosos labios.


El lugar daba vueltas, y su visión cada vez empezaba a hacerse borrosa junto con su capacidad auditiva, era como estar en medio de un concierto abarrotado en el infierno, aquel calor que lentamente lo carcomía desde los huesos pronto se hizo insoportable, lo suficientemente molesto como para hacerle abrirse la sudadera.


− Mi club vende algo más que tragos y la compañía de chicas, los dulces como el que te di están en el menú especial... −

Notas finales:

- Hace mucho que no escribía a esta hora, de verdad me gustaría estar más activa y sé que esto puede que no esté tan bien redactado, pero es lo único que puedo hacer desde el celular y la ayuda de edición de un pequeño café internet (no puedo estar ebria en un lugar así sin que me echen a patadas)

Bueno, la primera parte de esto... ¡Ya se que quieren la veolacion, ya viene... staph! Quería que fuera más largo, pero como dije, no tengo internet y bueno, aquí esta ¿Esto cuenta como shota? Oh well

Saben que los comentarios de amor u odio siempre vienen bien y las estrellitas homosexuales se agradecen igual.

Hope you enjoy
Stay cáncerigenos ~


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